Filosofía en español 
Filosofía en español

Publicaciones Teivos 1930-1932

Publicaciones Teivos Editorial madrileña auspiciada por la Komintern, a la vez que Editorial Atheia, que actúa después de la primera etapa de Ediciones Jasón y antes de que se activara Ediciones Europa-América, para la propaganda de la ortodoxia moscovita en España. Como no resulta muy difícil de advertir, el nombre teivos resulta de leer soviet de derecha a izquierda. El PCE, en la clandestinidad durante la dictadura, celebra en Bilbao, poco después de la dimisión del general Primo de Rivera (28 enero 1930), su “Conferencia de Pamplona” (marzo), y el 23 de agosto ya publica legalmente el primer número de Mundo Obrero.

Teivos se da a conocer en el otoño de 1930, al ofrecer por todo España (al poco ya anuncia distribuidores en Portugal y Argentina, más adelante en Colombia y Cuba) la suscripción a siete folletos de aparición quincenal por 6,50 pesetas, campaña que es rápidamente denunciada, ante los responsables de la dictablanda del general Berenguer, por el diario católico El Siglo Futuro: “La propaganda comunista. ¿Qué hace el Gobierno?” (15 octubre).

«Sabemos a ciencia cierta que una empresa que se titula “Publicaciones Teivos”, con domicilio en Madrid, calle de San Ignacio, número 8, está difundiendo profusamente por varias provincias una circular de indudable sabor comunista y con el anuncio de obras de Stalin, Trosky, Marx y otros escritores “ejusdem furfuris”.» (J. B., “La propaganda comunista. ¿Qué hace el Gobierno?”, El Siglo Futuro. Diario católico, Madrid, miércoles 15 de octubre de 1930.)

«En otro lugar de este número verán nuestros lectores lo que hace “Publicaciones Teivos” que no es sino un hecho más de las actividades bolcheviques en España; como lo es la propaganda rusa sovietista de “La Libertad” en las correspondencias de Pedro de Répide a sueldo del gobierno ruso en Moscou.» (Fray Junípero [Antonio María Sanz Cerrada], “Mesa revuelta”, El Siglo Futuro. Diario católico, Madrid, martes 14 de octubre de 1930.)

Obras publicadas por Teivos (de las que tenemos noticia)

año autor α ω título L edición
11930Stalin18781953Rusia 1930rusJosé de la Fuente
21930Riazanov18701938Comunismo y matrimoniorusAnguiano & Fuente
31930Engels18201895Elementos de comunismoaleJosé de la Fuente
41930Marx-Engels18181883Manifiesto comunistafraA. García Quejido
51931Stalin18781953Preguntas y respuestasrus 
61931Trotsky18791940La revolución españolarus 
71931Lenin18701924La revolución democráticarusJosé Bullejos
81931R Luxemburgo18711919Reforma… o Revolución?aleJuan A. Areste
91931Marx18181883La génesis del capitalale 
101931Servet Bouton  La traición socialistafraJosé de la Fuente
111931Baby18971969El papel social de la IglesiafraJosé de la Fuente
121931Stalin18781953El nuevo estado soviéticorusJosé de la Fuente
131931Marx-Engels18181883Protección y librecambiofra 
141932   La mujer en la Unión Soviética  

Las columnas de esta tabla se pueden reordenar en sentido directo e inverso.

De la información institucional que ofrecen las solapas de su primera publicación, parece que Publicaciones Teivos era el rótulo de la serie de folletos de Editorial Atheia (con domicilio también en San Ignacio 8, Madrid), una editorial que anunciaba en ese opúsculo de octubre de 1930 la publicación, durante 1931 y 1932, de El Capital en 14 volúmenes, una obra de Bujarin y otra de Stalin, y “Carlos Marx y la Internacional, documentos de la Liga de los Comunistas, de la Asociación Internacional de los Trabajadores y de la Internacional Comunista, precedidos de una introducción y terminados con las Constituciones rusas; por A. García Quejido y César R. González”.

La primera entrega editorial de Teivos lleva como título Rusia 1930, y ofrece el abrumador informe político del camarada Stalin ante el pleno del Comité Central del PCU(b) durante su XVI Congreso, el día 27 de junio de 1930, antecedido de un también lúcido Prólogo de José de la Fuente, verdadero motor de Teivos. Este prólogo permite situar perfectamente el contexto en el que Teivos inicia su labor, frente a la propaganda izquierdista de Trotski –ya expulsado el año anterior de la URSS– y sus secuaces (revolucionarios ingenuos algunos, mercenarios los otros, hábilmente engrasados por la Entente Internacional contra la Tercera Internacional y fondos de reptiles afines, como habían de serlo durante la Guerra Fría por el Congreso por la Libertad de la Cultura y asociados).

1 Stalin, Rusia 1930. Discurso pronunciado ante el XVI Congreso del P.C. de la U.R.S.S., Prólogo de José de la Fuente, Publicaciones Teivos, Madrid 1930, 159 págs. Cubierta de Jate Ñari. (“Gráfica Literaria. Calle de Hernani, 34. Teléfono 36160. Madrid.”) En el lomo: “Precio: 1,50 ptas.”

Solapa cubierta: «Editorial Atheia - San Ignacio, 8. Madrid. Publicará durante el transcurso de los años 1931 y 1932, El Capital, por Carlos Marx y F. Engels, en 14 volúmenes. Intercalando entre otras, las obras siguientes: Carlos Marx y la Internacional, documentos de la Liga de los Comunistas, de la Asociación Internacional de los Trabajadores y de la Internacional Comunista, precedidos de una introducción y terminados con las Constituciones rusas. Por A. García Quejido y César R. González. El materialismo histórico, por Bujarin. Los problemas del leninismo, por Stalin. Suscripciones contra reembolso, 3,75 pesetas el volumen, libre de gastos.»

Solapa contracubierta: «Publicaciones Teivos - San Ignacio, 8. Madrid. Ediciones quincenales. Tiene en preparación: Riazanov, Comunismo y matrimonio. Carlos Marx, La génesis del capital. Stalin, Preguntas y respuestas. Carlos Marx, Crítica del programa de Gotha. F. Engels, Socialismo utópico y socialismo científico. Lenin-Trotsky, La comuna de París. Pedidos contra reembolso, libres de todo gasto. Precios especiales para los suscriptores y Centros o Sociedades obreras.»

Prólogo

Stalin, Rusia 1930, Publicaciones Teivos, Madrid 1930 ¿Qué es y qué significa Stalin en la República Soviética? Es difícil contestar a esta pregunta, dificultad que sube de punto cuando Stalin es la figura más discutida de la revolución rusa, y a nosotros no llegan sino los ecos tergiversados interesadamente, de esa discusión.

Stalin como personalidad, como personaje de común dominio, ha nacido en 1925. Rebatiendo la oposición de izquierda brilló su nombre en el extranjero y se consolidó su situación en el interior.

Su vida es la de todos los revolucionarios rusos. Carrera de cárceles y escapatorias; agitación y propaganda; deportaciones… Nació en 1879, en Georgia, y su nombre es José Vissarionovitch Djugachvili (Stalin es su nombre de revolucionario). Desde los diecisiete años comenzó su actuación revolucionaria, ingresando en el partido socialdemócrata, en el que primeramente trabajó como director de cursos de marxismo elemental, emprendiendo después una labor de agitación entre los obreros de Tiflis, Bakú y Batúm. En 1902 es detenido por primera vez, y deportado en 1903, por tres años, a la Siberia oriental. Es, estando en la deportación, cuando se entera de la escisión entre bolcheviques y mencheviques, ocurrida en el II Congreso del partido socialdemócrata, adoptando él el punto de vista de Lenin y los bolcheviques. En el año 1904 se escapa y reanuda el trabajo de agitación, formando Parte del Comité de la Unión Caucásica. En 1905 asistió a la Conferencia de Tammerfors y a los Congresos del partido de Londres y Estocolmo. En 1908 fue nuevamente detenido. Se evade en 1909. Torna a ser detenido y se escapa en 1911. En 1912 lo apresan y se escapa. En 1913, nuevamente detenido, es deportado a Kureika, en la región de Turuján, al norte del círculo polar, en donde lo encuentra la revolución de febrero.

Después de la revolución de octubre fue hecho comisario del pueblo de Nacionalidades y miembro del Comité Central Ejecutivo Panruso. En 1919-20, comisario del pueblo de Inspección obrera y campesina. Después, hasta ahora, ocupa los siguientes cargos: en la Internacional, miembro de la Junta directiva y del Comité ejecutivo; en el Gobierno de la U.R.S.S., secretario general del partido comunista, miembro del Politbureau y del C.C.E. Panruso.

Sorprende su rápida ascensión al poder. Nos sorprende especialmente a nosotros, alejados de la patria de la revolución proletaria, por la ignorancia en que nos encontrábamos de su existencia. Lenin, Trotsky habían viajado por Europa; este último estuvo en España, y por eso su nombre nos era más familiar; pero Stalin no había salido de Rusia como perseguido; no había dado que hacer a las cancillerías de otros países; no se le conocía.

A partir de 1925 se nos ha presentado potente, práctico, sucesor de Lenin y conservador de la línea leninista contra los oportunismos de izquierda y derecha, contra los extremismos. Por eso se ha personificado en Stalin el centrismo.

La desunión de Stalin con Trotsky no es una querella personal, como ha querido hacernos creer este último, para desorientar nuestra atención, apartándola del verdadero sentido de la controversia. Son dos tendencias las que combaten. El leninismo, práctico, viviendo de realidades, viendo la necesidad de edificar para tener el baluarte, y el trotskismo derrocador, revolucionario, es verdad, pero incapaz más que de destruir, esperando la revolución mundial para edificar, manteniéndose hasta entonces en plena ofensiva con el campo, cuyo peligro es exagerado…

Por eso Stalin, representante de la primera tendencia, cuenta con la confianza de las masas, que le ayudan, le prestan su confianza y expulsan los obstáculos de la edificación, que, como Trotsky, quedan convertidos en románticas banderas de los comunistas sentimentales y en elementos de propaganda antisoviética.

Gracias a Stalin se ha amenguado el efecto de una escisión suicida para la situación rusa. Su formidable espíritu práctico le ha hecho hacer frecuentes y geniales zigzags, derrocando alternamente a la derecha e izquierda del partido. Estas evoluciones nos han sido presentadas por sus enemigos como obligadas o forzadas, tanto por las circunstancias como por el partido. Si esto es así, nos demuestra, una vez más, al trabajador honrado, consciente y disciplinado, que es el “dictador” ruso.

Ha quedado como la figura representativa de la unidad política ante los ataques de dentro y fuera. A partir de su reconocimiento de la línea bolchevique, no se ha apartado de ella, como se puede comprobar, además, en su actuación, en sus escritos, casi todos discursos, y poco numerosos.

Hacemos caso omiso de los lamentos de Trotsky sobre la labor “de bastidores” que le achaca. Pasamos por encima de esto para no ver más que su actuación y los resultados de la misma.

En el discurso que de él editamos encontrará el lector expuestos de un modo concreto estos resultados. Stalin ha combatido el trotskismo con mucha menos saña que el trotskismo a él. Las deportaciones, las expulsiones, son medidas de política quirúrgica en bien de la unidad del partido, que las ha aprobado y aun propuesto, no como venganza personal.

¿Pruebas? ¿Se han venido a fondo las conquistas de la revolución? ¿No ha seguido la socialización su marcha ascendente? ¿No cobra potencia la Unión Soviética en el mundo? Remitimos nuevamente al lector al discurso que sigue. Podrá observar en él la intensidad de la socialización en el campo y en la fábrica. Su atención debe ir particularmente a las conquistas campesinas.

La situación de Stalin con respecto a la cuestión del campo fue una de las principales causas de sus divergencias con Trotsky. El punto de vista del primero se ha visto confirmado en la práctica. Hay socializada actualmente más del 50 por 100 de la tierra, conquista que ha echado por tierra la razón de ser del trotskismo.

Pero por si aún quedaba a éste algún resquicio para seguir justificándose, el plan quinquenal, ese grandioso plan de edificación socialista, le ha dado el golpe de gracia.

La realización de ese plan supone para Rusia el final del periodo de edificación industrial, que colocará al país a la cabeza de nuestras naciones europeas, y en franca competencia con los Estados Unidos. El baluarte del comunismo contra la última fortaleza del capitalismo. Por eso tienden todos los esfuerzos a su consecución.

Acabarán con él toda clase de oposiciones, entonces injustificadas o injustificables. Terminará también el engaño de las masas proseguido por otros partidos sedicentes obreros. Se situará a la Unión Soviética entre las grandes potencias, rodeada, más que ahora, de un círculo de armas, pero recurriendo a ella, que con sus productos introducirá sus ideas y la propaganda que suponen sus triunfos.

Colocada así, la Unión Soviética destruirá las economías imperialistas, por su comercio sin competencia; apresurará, en los demás países, las crisis, contribuyendo a la radicalización de las masas y al hundimiento final del régimen capitalista.

Las perspectivas exteriores, como se ve, son amplias. Todo depende del plan quinquenal, y este plan de cinco años se realizará en cuatro. Actualmente, al cabo de dos años, han realizado la mitad; en algunas ramas de producción, más.

Y esto se debe a quien ha manejado el timón y ha sabido inyectar a los trabajadores el suficiente espíritu de emulación. El éxito de Stalin se comprueba de día en día. Ahora es Bujarin, que de una extrema izquierda, había pasado a la derecha, desde donde le combatía. Tras de oírle este discurso que ofrecemos al lector, Bujarin ha reconocido sus errores y se ha reconciliado con él.

La figura de Stalin crece a medida que se consolida la seguridad económica de la U.R.S.S. A su lado, los que le combaten, sin ser despechados (por lo menos así lo creemos), parecen actuar con despecho.

Actualmente se dedican en Rusia a preparar el “plan de quince años”, que seguramente se verá interrumpido por el estallido de la nueva guerra imperialista, con la que se pretenderá ahogar las conquistas morales y materiales hechas por los trabajadores. Las campañas difamatorias, a las que prestan su concurso las otras Internacionales, tienen que abocar en esto.

Pero Stalin, repetimos, vive en la realidad. La seguridad que quiere dar a Rusia, la conseguirá. El pueblo ruso, ese pueblo educado en trece años de revolución, confía en él. La III Internacional, o sean los trabajadores de todo el mundo, están dispuestos a defender las conquistas que hace su patria única. Y a implantar en el mundo la Unión Soviética mundial.

José de la Fuente

(Stalin, Rusia 1930, Publicaciones Teivos, Madrid 1930, páginas 5-10.)

El segundo opúsculo que publicaron fue Comunismo y matrimonio, de Riazanov, con prólogo de Daniel Anguiano. Daniel Anguiano (Haro 1882) ya había sido detenido en Rotterdam en 1920, al encontrársele una carta de petición de recursos a la Komintern para la propaganda comunista en España, y fue otro de los cofundadores del PCE. Riazanov, impulsor de la MEGA, seguía siendo entonces director del Instituto K. Marx y F. Engels (aunque en febrero de 1931 fue destituido, acusado de menchevique).

2 Riazanov, Comunismo y matrimonio, prólogo de Daniel Anguiano, traducción de J. de la F., Publicaciones Teivos, Madrid 1930, 64 págs. Cubierta de Jate Ñari. 1 peseta. (Gráfica Literaria.)

3 F. Engels, Elementos de comunismo y Testamento político, traducción de José de la Fuente, Publicaciones Teivos, Madrid MCMXXX, 96 págs.

[2] “Folletos publicados: Stalin, Rusia 1930, 1,50 ptas. Riazanov, Comunismo y matrimonio, una peseta. En prensa: Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista. En preparación: Marx, La génesis del capital. Stalin, Preguntas y respuestas. Rosa Luxemburgo, El programa comunista.” [4] “Primera edición: noviembre 1930.” [93] “Se terminó de imprimir este libro en la Imprenta Gráfica Literaria, Hernani, treinta y cuatro, el día cinco de noviembre de mil novecientos treinta.” [95] “A nuestros suscriptores. Observen que los hemos complacido metiendo en prensa el Manifiesto del Partido Comunista, en puesto o lugar de Bancarrota y revolución. Lo mismo haremos con El derecho a la pereza, que reemplazaremos, en su día, por El programa comunista de Rosa de Luxemburgo. Y a pesar de ello, el precio de la suscripción sigue siendo el mismo: Pesetas 6,50 los siete primeros folletos.” [96] “Exclusivas de venta. Porto En Portugal: Carlos Bastos, Rua do Montalegre, 370. Buenos Aires En Argentina: Antonio Almadén, Rivadavia, 1255.”

Prefacio

Stalin, Rusia 1930, Publicaciones Teivos, Madrid 1930 El folleto Elementos de Comunismo es el proyecto que hizo Engels para el Manifiesto Comunista. Cuando, después de vivir una época separado de Marx, volvió a encontrarse con él, con motivo del II Congreso de la Liga de los Comunistas, juntó su proyecto con el redactado por Marx y juntos escribieron el célebre Manifiesto.

Del valor, tanto doctrinal como histórico, que ofrece Elementos de Comunismo, juzgará el lector. Nosotros en el primer aspecto hemos de hacer varias observaciones, las mismas que hace Marcel Ollivier en el prólogo que puso a la edición francesa.

Para justificar estas correcciones hay que tener en cuenta la época en que se escribió y la rapidez con que fue redactado.

«En la respuesta a la quinta pregunta, Engels confunde el valor de las mercancías con su precio, que pretende es igual a su costo de producción; en la respuesta a la pregunta 16, donde Engels olvida mencionar la lucha de clases, y, por tanto, las formas de esta lucha, y donde afirma que “las revoluciones son una consecuencia necesaria de las circunstancias absolutamente independientes de la voluntad y de la dirección de los partidos y de las clases”, lo que es una concepción demasiado mecánica de la marcha de la historia; en la respuesta a la pregunta 18, Engels ve en la dominación política del proletariado la consecuencia del establecimiento de la democracia, cuando ocurre precisamente lo contrario, y, por fin, en la respuesta dada a la pregunta 19, donde Engels, bajo pretexto de que la revolución comunista no puede ser una revolución puramente nacional, afirma que se producirá simultáneamente en todos los países civilizados, lo que es una utopía si se tienen en cuenta las diferencias existentes en la situación económica y política de los distintos países.»

Una última advertencia. El original de Engels se ha encontrado a falta de las respuestas a las preguntas 9, 22 y 23, las cuales han sido redactadas por Bernstein, la primera orientándose de las ideas expresadas por Marx y Engels con respecto a esa cuestión y las otras dos sacadas del Manifiesto Comunista.

(Engels, Elementos de comunismo y Testamento político, traducción de José de la Fuente, Publicaciones Teivos, Madrid 1930, páginas 5-6.)

4 Marx y Engels, Manifiesto comunista, traducido por A. García Quejido de la versión francesa de Laura Lafargue, y que revisó Federico Engels, Publicaciones Teivos, Madrid 1930, 107 págs.

«Ayer, como quien dice, formulábamos al Gobierno una queja, en nombre de varios suscriptores nuestros, contra cierta editorial “Teivos” que se dedicaba a determinadas propagandas comunistas, propagandas que ya están dando su fruto, el amarguísimo fruto que todos los españoles hemos tenido ocasión de comprobar. Hoy ya no es una editorial comunista que con aparente platonismo cultiva el peligroso “sport” de la propaganda, es otra editorial que se dedica subrepticiamente, por debajo de la puerta del domicilio de nuestros suscriptores, a inundar de facsímiles, prospectos y otros papeluchos, las casas de ciudadanos que para nada quieren la intempestiva visita de semejantes publicaciones, tan poco en armonía con la ética como con el arte.» («A los poderes públicos. Propagandas ilícitas», El Siglo Futuro. Diario católico, Madrid, 24 de diciembre de 1930.)

1931

5 Stalin, Preguntas y respuestas, Publicaciones Teivos, Madrid 1931, 93 págs.

6 León Trotsky, La Revolución Española, Publicaciones Teivos, Madrid MCMXXXI [marzo 1931], 72 págs.

cubierta

[2] «Folletos publicados: Stalin, Rusia 1930, 1,50 ptas. Riazanov, Comunismo y matrimonio, una pta. Engels, Elementos de Comunismo y Testamento Político, 1,50 ptas. Marx y Engels, Manifiesto Comunista, 1,50 ptas. Stalin, Preguntas y Respuestas, 1,50 ptas. En prensa: Rosa Luxemburgo, ¿Revolución… o Reforma?, 4.50 ptas. Lenin, La Revolución Democrática y el Proletariado, 1,50 ptas.» [3] Portada. [4] «Primera edición. Marzo 1931.» «Argis. Altamirano, 18. Teléfono 40505. Madrid» [5-7] «Nota. Creemos de grande y apremiante interés ofrecer al pueblo español y a las juventudes de izquierda una versión de esta especie de informe de León Trotsky sobre el planteamiento del problema revolucionario en España y las fuerzas y factores con que cuenta en nuestro país la revolución. Tenemos que advertir al lector que en esta versión nuestra prescindimos de ciertas alusiones polémicas del autor contra lo que podríamos llamar política comunista “oficial”, por entender que ante el público estas cuestiones de orden interior deben pasar a segundo plano. Nosotros no tratamos de alentar ninguna capilla politicorrevolucionaria ni ningún grupito de oposición o disidencia, sino de brindar a las masas obreras españolas y a sus dirigentes la visión objetiva de nuestros problemas en la mente genial y en la acerada experiencia del gran revolucionario.» [9-17] La vieja España. [19-27] El ejercito español y la política. [29-37] El proletariado español y la nueva Revolución. [39-50] El programa de la Revolución. [51-59] Comunismo, anarcosindicalismo y socialdemocracia. [61-70] La Junta revolucionaria y el Partido. [71] «Mapas por provincias de la Dirección General de Obras Públicas. Escala 1:400.000. Colección de 38 mapas a pesetas 3 cada uno (Grandes descuentos para revendedores). Pedidos a Publicaciones Teivos, San Ignacio, núm. 8. Teléfono 94363. Madrid.» [72] «Exclusivas de venta: Islas Canarias: Librería Guimerá, Rambla Pulido 61, Santa Cruz de Tenerife. Portugal: Carlos Bastos, Rua de Montalegre 370, Porto. Argentina: Antonio Almadén, Rivadavia 1255, Buenos Aires.» [Contracubierta] «Printed in Spain. UNA peseta.»

7 Lenin, La Revolución Democrática y el Proletariado, traducción y prólogo de José Bullejos, Publicaciones Teivos, Madrid 1931, 131 págs.

8 Rosa Luxemburgo, Reforma… o Revolución? Traducción directa del alemán y prólogo de Juan Antonio Areste, Publicaciones Teivos, Madrid MCMXXXI [abril 1931], 252 págs.

[2] «Folletos publicados: Stalin, Rusia 1930, 1,50 ptas. Riazanov, Comunismo y matrimonio, una pta. Engels, Elementos de Comunismo y Testamento Político, 1,50 ptas. Marx-Engels, Manifiesto Comunista, 1,50 ptas. Stalin, Preguntas y Respuestas, 1,50 ptas. V. I. Lenin, La Revolución Democrática y el Proletariado, 1,50 ptas. En preparación: Rosa Luxemburgo, La huelga de masas. Introducción a la economía política. Carlos Marx, 18 Brumario de Luis Bonaparte. Pokrowsky, Artículos históricos.» [3] Portada. [4] «Primera edición. Abril 1931.» «Murillo. Pasaje Valdecilla, 2. Madrid. Teléf. 41527.» [5-26] Prólogo. [27-246] Reforma… o Revolución? [247-249] Índice. «Prólogo, 5. Reforma… o Revolución?, 27. Primera parte, 33. I. El método oportunista, 35. II. Adaptación del capitalismo, 43. III. Implantación del socialismo por medio de las reformas sociales, 59. IV. Militarismo y política aduanera, 73. V. Carácter general y consecuencias prácticas del revisionismo, 83. Segunda parte, 97. I. El desarrollo económico y el socialismo, 99. II. Sindicatos, cooperativas y democracia política, 113. III. La conquista del poder político, 131. IV. El derrumbamiento, 149. V. El oportunismo en la teoría y en la práctica, 157. Militarismo y Milicia, 169. I, 171. II, 179. III, 188. IV, 191. La “ciencia alemana” a retaguardia de los obreros, 201. I, 203. II, 204. III, 222. IV, 235.» [251] «Distribuidores: Madrid Sociedad General Española de Librería, Ferraz, 21. Islas Canarias Librería Guimerá, Rambla Pulido, 61. Tenerife. Argentina Antonio Almadén, Rivadavia, 1255. Buenos Aires. Colombia Emilio Royo. Librería Cervantes. Progreso, 67-71. Barranquilla. Cuba R. Antuñano, Hermano. “La Burgalesa”. Máximo Gómez, 23. Habana.» [Contracubierta] «Printed in Spain. 4 pesetas.»

Prólogo

Rosa Luxemburgo, Reforma o Revolución, Publicaciones Teivos, Madrid 1931 A excepción del ruso, el partido comunista alemán es el más potente en el seno de la III Internacional. Verdadero orgullo del proletariado revolucionario organizado. Entre el proletariado de las jornadas de 1848, imbuido de idealismo pequeño-burgués, y los obreros “sin trabajo” que en la pasada huelga metalúrgica constituían en Berlín grupos de choque frente al aparato represivo del Estado burgués, y que olvidando sus largas hambres daban ánimo a los camaradas en huelga, negándose a ocupar los puestos abandonados en el taller o en la fábrica –heroico sacrificio, cuyas raíces hay que buscar en un perfecto desarrollo de la consciencia de clase–, media un abismo.

Su infancia, llena de supersticiones y engaños, convirtióse en la presente virilidad decididamente revolucionaria, dispuesta a realizar el objetivo final socialista: la conquista revolucionaria del Poder, que el oportunismo, el reformismo y el revisionismo tantas veces cubrieron con la neblina del fin inmediato, de las pequeñas ventajas materiales momentáneas, para empujarle, con viento burgués en popa, contra los escollos de la guerra mundial.

Grande ha sido el servicio prestado por Rosa Luxemburgo al proletariado alemán, y a ella se debe le existencia y actual fortaleza del partido comunista en Alemania. Muertos Marx y Engels, encontrándose la socialdemocracia europea ante una larga perspectiva de paz social y ante un relativo bienestar económico, la esencia revolucionaria de la doctrina marxista desaparecía del primer plano en la consciencia obrera de la Europa occidental. Fue precisa la llegada de una nueva era revolucionaria, abierta por el proletariado ruso con su revolución de 1905, para que, ante los partidos obreros, se presentara claramente el verdadero sentido de la doctrina marxista, el concepto revolucionario de la lucha de clases, el significado de la toma del Poder por el proletariado. Más de medio siglo había reinado la más perfecta obscuridad entre estrategia y táctica socialistas, entre principio y táctica. El aclarar estos conceptos ha sido el principal servicio teórico hecho en su época por Rosa Luxemburgo.

* * *

Habían transcurrido quince años desde los últimos acontecimientos revolucionarios de 1848. La industria alemana multiplicaba su esfera de influencia en el mercado mundial, y con ello el proletariado alemán adquiría importancia. Por el partido liberal procedíase a crear los primeros sindicatos obreros, inyectándoles su ideología burguesa y antifeudal. A pesar de todo, y gracias al esfuerzo de Fernando Lassalle, consíguese poco a poco ir libertando a la masa obrera de sus confusionismos burgueses. Dos tendencias dominan en el despertar de la clase proletaria: la llamada de Eisenasch y la lasaliana; pero, tanto en una como en otra, sigue predominando la ideología democrática pequeño-burguesa. Dentro de una y otra tendencia son los zapateros, sastres, encuadernadores, &c., los que constituyen la mayoría de los asociados. El obrero de la gran industria, limpio de reminiscencia alguna artesana, tardó aún en organizarse. Es en Gotha, en 1875, cuando se llega a la unión de ambas ramas, a base de un programa que fue duramente criticado por Marx y Engels, debido al escaso desarrollo teórico y a la falta de una consciencia revolucionaria, así como el desconocimiento del fin del movimiento obrero, a pesar de las enseñanzas de la Comuna de París, de 1871.

Constituido el partido único a base de un programa tan confuso, nuevos elementos, y de los más diversos, entraron a formar parte de él. Los proudhonistas aportaron sus teorías salvadoras, y los partidarios de Dühring exponían, con gran éxito, el eclecticismo de su maestro. A duras penas consiguió Engels, en 1877, el necesario espacio en las columnas del periódico órgano central del partido, el Volkstaat, para proceder a la destrucción teórica de Dühring.

Si en cuanto, a la teoría reinaba la mayor confusión, la práctica se hallaba sometida a las necesidades y exigencias del único punto legal de unión de que disponía el partido: la fracción parlamentaria del Reichstag. Impedida toda crítica en que participaran las masas, esta fracción mantúvose, durante los doce años que duró la ley de excepción contra los socialistas, en completa independencia. Sin otro interés que ver acrecentar el número de sus miembros, la política oportunista hizo verdadera mella entre los diputados socialdemócratas. Largos años habían transcurrido desde la aparición del primer volumen de El capital y, sin embargo, Marx seguía desconocido en Alemania. A pesar de que en los mítines y asambleas se solía aplicar al Estado el concepto de comité administrativo de la clase dominante, jamás llegó, a la consciencia de la dirección del partido, el verdadero sentido de esa frase.

Aun los elementos más radicales, como Liebknecht, creían en un Estado “sin clase”, capaz de arbitrar imparcialmente las luchas entre capital y trabajo y de ir eliminando los antagonismos existentes entre ricos y pobres, interviniendo en la industria y el comercio en favor de estos últimos. Tan desligada llegó a sentirse, durante estos doce años, la fracción parlamentaria, de la base del partido, que cuando los socialistas de Francfort criticaron en el Socialdemócrata la conducta; observada por la fracción en la subvención a las líneas de vapores, contestó que no era el periódico el llamado a criticar la fracción, sino ésta la que había de controlar el periódico.

En 1890 ocurre la caída de Bismarck y, con él, la de la ley llamada de los socialistas, recobrando éstos, al fin, la legalidad para el partido. Poco había ganado éste en experiencia teórica durante los doce años de clandestinidad, y ello se refleja en el programa de Erfurt (elaborado en el Congreso de Erfurt, en 1891), redactado por Kautsky, que ya se había manifestado como excelente teórico al popularizar, en la Neue Zeit, algunos principios de marxismo, si bien jamás llegó a comprender la esencia revolucionaria de las doctrinas de Marx.

De esta misma falta adolece el programa de Erfurt, en que no se hace mención alguna, en la parte teórico política, de la misión revolucionaria de la clase obrera, ni se establece nexo alguno entre la teoría y la práctica del partido. El Estado burgués sale incólume de su texto. Este programa influyó fuertemente en la vida de la II Internacional.

El oportunismo había clavado duramente sus garras en el partido todo. Es la despreocupación por el futuro lo que Engels criticó de este programa; es su fatalismo al concebir el proceso económico y su despreocupación por el mañana.

Contra el oportunismo y su aflicción parlamentaria, ante todo, elévanse en el seno del partido voces que llegan a constituir una oposición, formada por intelectuales como Kampfmeyer y Schippel, y obreros como Wildberger. El llamado “movimiento de los jóvenes” combatía, en primer lugar, una superestimación de las posibilidades ofrecidas por la lucha parlamentaria; burlábase de aquel oportunismo conocido bajo el tópico de “socialismo de Estado”, y rebelábase ante la excesiva centralización ejercida por la fracción parlamentaria. Propugnaba una mayor radicalización del partido, una acentuación de su carácter revolucionario. Poco significó el movimiento teóricamente, pues antes de que llegaran a exponer sus doctrinas, fueron los jóvenes expulsados del partido, pasando a constituir la “Unión de los socialistas independientes”, después del Congreso de Erfurt.

En el órgano de la Unión, El Socialista, riñeron los expulsados sus batallas teóricas. Marxistas contra anarquistas. Estos, bajo la dirección de Landauer, salieron triunfantes. Los elementos proletarios pasaron a las filas del sindicalismo, y los intelectuales, a las del reformismo.

Pero los esfuerzos de los jóvenes por dar al partido una plataforma de lucha conscientemente oportunista, a base de peticiones concretas, no dejando a las vicisitudes de la lucha parlamentaria y de sus combinaciones el movimiento obrero, cristalizaron, al fin, en un programa cuya exposición cupo a Georg von Vollmar.

Vollmar, antiguo oficial bávaro, que había figurado en el partido entre los elementos más radicales, que votó con Bernstein y Bebel contra la subvención a las líneas de vapores y combatió a éste desde las columnas del Socialdemócrata cuando, en 1880, manifestóse por la participación en una guerra defensiva, fue la primera víctima de la caída de Bismarck y de la reintegración del partido al orden legal. Esto fue fatal para su firmeza revolucionaria. Grandes dudas frecuentáronle desde entonces. ¿Habría llegado el momento oportuno de la colaboración? A este cambio de táctica por parte de la burguesía, ¿debería corresponder el partido con actitudes adecuadas?

En sus dos célebres discursos de Munich, Vollmar cantó poéticamente a la nueva paz social, manifestándose resuelto a recorrer el expedito –y traidor– camino de las reformas sociales, de la legislación obrera. Para él, Liebknecht tuvo razón cuando, un año antes, en el Congreso de Halle, declaró la evolución como ley única para la naturaleza y la sociedad, creyendo no haber más misión que la de ir dando forma, en el hoy, al mañana. Vollmar rechazó la táctica revolucionaria de lo absoluto por la de la actividad política cotidiana a base de pequeñas mejoras económicas y políticas. Pero como el reformismo ha de ir siempre acompañado del nacionalismo, también tronó Vollmar contra los nacionalistas de Italia y Francia, que negaban la misión pacífica de la alianza de Alemania, Austria e Italia, para cuya defensa encontrarían siempre dispuesta a la socialdemocracia alemana.

El programa de acción positivo expuesto por Vollmar, contenía los siguientes puntos: ampliación de la legislación obrera, obtención de un verdadero derecho de asociación, la no intervención del Estado en favor de las empresas en los conflictos obreros por cuestiones de salario, medidas legales contra los trusts y sindicatos de productores y, por último, abolición de los derechos aduaneros sobre los artículos de primera necesidad. Con excepción del extremo referente a los sindicatos de productores, que marca un espíritu reaccionario y utópico, delator de la procedencia de Vollmar, el conjunto muestra un verdadero progreso en la táctica obrerista. La clase obrera disponía, al fin, de un programa concreto para sus luchas, aunque los contemporáneos de Vollmar no lo supieran apreciar así, por ver sólo el exterior reformista de las peticiones.

Ante los reproches que se le hicieron, hubo de contestar Vollmar que él se había limitado a exponer claramente lo que para el partido eran lugares comunes. Sin embargo, éste no podía pasar por alto que le pusieran en evidencia de manera tan supina. La conversión reformista de Vollmar llegó al máximo cuando, en 1892, publicó en la revista francesa Revue Bleue un artículo defendiendo el socialismo de Estado y pidiendo leyes que allanaran el camino hacia una organización social más perfecta, de cuyo cumplimiento se encargaría el mismo Estado. En el reformismo no puede llegarse a más. El Vorwärts le contestaba: “Eso no es socialismo de Estado; es socialismo de Gobierno.”

En los Congresos de Erfurt –donde se acordó la expulsión de los jóvenes– y en el siguiente de Berlín, se suscitaron vivos debates sobre la táctica de Vollmar. Pero como la enfermedad oportunista había ya atacado a la misma médula del partido, los acuerdos que se adoptaron limitáronse a rechazar las sugestiones de Vollmar, aceptándose una resolución de Liebknecht en que se declaraba que “el llamado socialismo de Estado, en tanto que tiene por misión conseguir reformas sociales o mejorar la situación de la clase obrera, es un sistema de medianías, que no tiene más razón de ser que el terror sentido ante el socialismo. Por medio de paliativos y pequeñas concesiones, tiende a alejar de la socialdemocracia a la clase obrera, buscando así inutilizar aquélla... Por su esencia, la socialdemocracia es revolucionaria; y el socialismo de Estado, conservador. Socialdemocracia y socialismo de Estado son conceptos antagónicos”. Al votarse esta resolución, Vollmar desplegó, por primera vez, la táctica que luego ha llegado a constituir un arte entre los reformistas. Votó él mismo la resolución.

En los años siguientes, el oportunismo de Vollmar continuó haciendo estragos. En el Congreso de Francfort discutióse la conducta de los diputados bávaros en la Dieta de su país, cuando aprobaron en bloque el presupuesto, lo que implicaba dar un voto de confianza a un Gobierno capitalista. Apoyados en las especiales condiciones de este país de grandes y medios agricultores y de un escaso desarrollo industrial, los oportunistas mantuvieron firmes sus posiciones y amenazaron con la escisión. Otro tanto ocurrió con la cuestión agraria. La fracción bávara trataba de adaptar el programa socialista al interés de un mayor número de votantes agricultores. La cuestión no se planteó tal y como hoy lo está en la Internacional comunista: ¿Cómo ha de ganarse a los campesinos para la conquista del Poder por el proletariado o, al menos, neutralizarles? Incluso se llegaron a designar Comisiones agrarias para los diversos distritos; pero jamás se plantearon la ampliación del frente revolucionario de clase, sino la del mayor número de votantes. Se trataba de adaptar el programa socialista a las aspiraciones de grandes y medios propietarios, que vivían de la explotación de criados y braceros. Engels, en una carta a Liebknecht, acusaba de traidor a Vollmar.

El año 1895 marca un punto decisivo en la ruta reformista. En dicho año, Federico Engels escribía su célebre introducción a la Lucha de clases en Francia, que la Directiva del partido falseó vergonzosamente, convirtiéndose desde entonces en el documento sobre el que apoyaban sus razones todos los sepultureros de la idea revolucionaria. Engels murió aquel mismo año, no pudiendo salir al paso de los falsificadores, aunque aun le fue posible, en una carta dirigida a Kautsky el 1 de abril de 1895, protestar contra el extracto que de la introducción publicaba el Vorwärts. El verdadero texto, luego descubierto por Riazanof, aconseja el abandono de la táctica revolucionaria de cansancio, de barricadas en las calles, por creer que las insurrecciones sólo son actualmente posibles a base de movimientos revolucionarios de grandes masas, contra las que ha de embotarse el poder militar del Estado burgués. Recomienda la creación de una fuerte vanguardia revolucionaria en el seno del partido socialdemócrata. El texto fue falseado en el sentido de declarar hoy, como única táctica, la parlamentaria y reformista. Uno de los que más intervención tuvieron en esta falsificación fue Eduardo Bernstein, colaborador de Engels hasta la muerte de éste, y, por lo tanto, quien disfrutaba de mayor autoridad para deshacer el entuerto. Mas era labor de justicia que la conciencia pequeñoburguesa del entonces director del Socialdemócrata no alcanzaba a discernir.

A la muerte de Engels empezó Bernstein a descubrir sus inclinaciones de celestina social. Primero, en el arreglo y notas a la obra del historiador socialista francés Luis Heritier: Historia de la revolución francesa de 1848. Con juicio distinto al de Marx, para Bernstein los blanquistas no pasaban de ser simples terroristas, enemigos de la clase proletaria, que pretendían conquistar el Poder en forma violenta, dando lugar a la reacción burguesa, dispuesta a echar a rodar el sistema parlamentario, única tabla de salvación para la clase obrera, que les asegura leyes y libertades bastantes –como las de Prensa, asociación y sufragio universal– para, a medida de su celo, conseguir un mundo mejor. Cavaignac, el general verdugo, era su héroe demócrata, y si en las jornadas de junio acuchilló al proletariado parisiense fue en beneficio de éste, que pretendía descarriarse de la buena senda. El ministro socialista Noske, el de las jornadas espartaquistas de Berlín en enero de 1919, el asesino de sus propios correligionarios, puede verse aquí justificado con veintidós años de antelación.

De la lectura y arreglos al libro de Heritier, sacábase la conclusión de que todo intento de conquistar el Poder político por parte del proletariado sería siempre un crimen. El paño oportunista cubría entonces la pupila radical: ni una sola voz elevóse en el partido contra la falsificación del libro de Heritier ni contra el ataque franco que en los capítulos adicionales se hacía a la estrategia revolucionaria del marxismo y al objetivo final socialista.

El alma pequeñoburguesa de Bernstein no podía respirar aire más vivificante que el de Inglaterra, donde a la sazón estaba desterrado. La industria inglesa reinaba, en forma incontestable, sobre el mercado mundial, permitiéndose el lujo de una aristocracia proletaria. Las “trade-unions” habían entrado por una vía reformista, despojándose de la impedimenta “cartista” y de todo lastre político. Los fabianos (”Fabian Society”) ganaban influencia entre la burguesía y las masas obreras. El movimiento sindical se hallaba en manos de la burocracia de sus aparatos. En el mundo en general notábase una relativa prosperidad. Todo ello afirmó las dudas de Bernstein.

Según su visión, la economía no se desarrollaba conforme al esquema marxista: las masas no devenían más pobres, sino más ricas: el capital no se centralizaba, sino que surgían millones de pequeños accionistas capitalistas; la burguesía no ponía barreras al desarrollo político y sindical de la clase obrera, y la clase media, que, según Marx, había de ser diezmada ante los avances del gran capital, era cada vez más compacta, más fuerte. Era preciso, pues, “revisar” el marxismo, y sobre los nuevos hechos optimistas construir una teoría que respondiera a estos fenómenos económicos. El aplauso del último momento feliz del sistema capitalista –esplendor que luego traería la era de armamentos, la guerra mundial, la racionalización y el paro– dio ánimo al oportunismo para constituirse en sistema: “el revisionismo”. Y su creador fue Bernstein, quizá el menos llamado por sus condiciones intelectuales. No con otra intención comenzó a publicar en la Neue Zeit, en octubre de 1896, una serie de artículos titulados Problemas del socialismo, que duraron hasta 1898. Es entonces cuando Rosa Luxemburgo interviene por primera vez en la discusión de los problemas del partido, contestando a Bernstein con la serie de artículos que forman la primera parte de su folleto Reforma... o revolución?

La primera consecuencia de los éxitos teóricos de Bernstein en el partido fue la postura adoptada por el candidato socialista al Reichstag Wolfgang Heine, quien, en una asamblea electoral mostróse dispuesto a acceder a las exigencias guerreras del gobierno, a cambio de derechos democráticos.

Meses después, en el Congreso de Stuttgart (1898), promoviéronse grandes debates sobre las teorías de Bernstein. Bebel, Kautsky, Schönlank, Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo pronunciáronse en contra. Vollmar, Heine, Auer y otros, en favor. Siendo la cuestión más seria de lo que en un principio se creyó –pues se trataba de una completa revisión del marxismo–, no se llegó a conclusión alguna. Consecuencia de ello fue que Bernstein escribiera su libro Premisas del socialismo y misión de la socialdemocracia, en que su sistema quedaba desarrollado totalmente. En este libro –traducido al español con el título Socialismo evolucionista– intentábase la castración teórica del socialismo, considerándole como simple desarrollo de condiciones que ya se estaban dando en la sociedad actual, como cuestión de cantidad, nunca de calidad. El desarrollo democrático y la multiplicación de la clase media; eso, y no más, era el socialismo. Entre capitalismo y socialismo cabía solución de continuidad, y no había por qué establecer la línea divisoria de la conquista del Poder por el proletariado.

Alrededor de este libro suscitóse el segundo debate de Bernstein. Rosa Luxemburgo escribió la segunda serie de artículos que constituyen la segunda parte de su folleto Reforma... o revolución?, y Kautsky contestó, igualmente, con un libro titulado Bernstein y el programa socialdemócrata –traducido al español por Iglesias y Meliá con el título La Doctrina socialista–, obra, en verdad, muy inferior a la de Rosa Luxemburgo.

Aquel mismo año (1899), en el Congreso de Hannover, tomóse una resolución a iniciativas de Bebel, por la cual se hacía declaración de fe marxista y se afirmaba que el partido socialdemócrata no veía en los nuevos fenómenos sociales y económicos razón alguna para cambiar sus puntos de vista. Bernstein quedaba derrotado, y al igual que Vollmar en el Congreso de Berlín, votó la resolución de sus contrarios; Bernstein recomendaba ahora a sus partidarios votar esta resolución. Según Frölich, el célebre escritor marxista alemán, fue siempre táctica reformista “aguantar sin protesta las bofetadas teóricas, para mejor hacer la labor de zapa”. El maquiavelismo de Auer es característico para los oportunistas. Auer escribía a Bernstein, refiriéndose a sus teorías: “Querido Ede: Eso se hace, pero no se dice.” Del partido en total habíase apoderado la gangrena reformista. Así se comprende la falta de éxito de la petición de expulsión que contra los reformistas hizo Rosa Luxemburgo en el mismo Congreso.

Y nunca más volvería a sanar. Pasada la guerra y sus horribles matanzas proletarias, la clase obrera alemana hubo de abandonar su viejo partido, para pasto de arribistas y logreros, de abogados, catedráticos “humanistas” y funcionarios sindicales.

* * *

Conocidas, pues, las tendencias que dieron origen a la publicación de los tres trabajos de Rosa Luxemburgo que constituyen el presente volumen, réstanos estudiar la importancia de la postura que su autora mantuvo en los momentos de calma, en la muelle temperatura de una era de paz industrial –pero en que ya se estaban forjando las tormentas de estos últimos dieciséis años–, y cuando el oportunismo pedía eternizarse en sistema teórico.

Como mejor conocedora de las teorías marxistas, bien sabía a dónde habían de conducir aquellas concesiones hechas a la burguesía. Opinando, con Lenin, que las mejoras alcanzadas en la diaria escaramuza han de ser simples productos secundarios, obtenidos en una lucha en que el proletariado se prepara para realizar el objetivo final, la conquista violenta del Poder político, no fue enemiga, como sus contrarios hicieron ver, de la lucha por estas mejoras.

Se negó, sí, a darlas categoría de único objetivo, a considerarlas pasos firmes dados en el camino del socialismo. Bien sabía que aquello era construir sobre arena, si no se ligaban de antemano con el objetivo final de la lucha; que era consumir fuerzas inútilmente, cuando no cerrarse insensatamente el único camino que conducirá al socialismo. De ahí su ira sarcástica ante la estupidez de Heine, que quería arrancar a la burguesía “trozos de socialismo” –derechos democráticos– a cambio de cañones, de elementos de represión que esa misma burguesía emplearía para desembarazarse de toda concesión enojosa.

Pero, al igual que Marx, Rosa Luxemburgo fue incomprendida. Seis correligionarios jamás llegaron a entender el verdadero sentido de lo que ella llamaba “objetivo final”. Lo confundían con el ideal socialista, y creían servirlo mejor que Rosa, pues si el ideal socialista es la realización íntegra de una igualdad absoluta política y económica, el sufragio universal y la clase media habrían de ser, para los reformistas, las primeras manifestaciones del socialismo en el mundo capitalista actual. Así, pues, para ellos, toda la misión del partido socialdemócrata estribaba en fundir lentamente en la clase media al proletariado y a la burguesía, y en hacer más general e independiente el derecho de sufragio. De ahí que todo aumento de jornales, disminución de trabajo o mejora legal, lo estimaran “trozos de socialismo”, amoldando su táctica a la realización, por partes, del ideal socialista.

Pero, ¿y hoy? A la estrategia reaccionaria y brutal del capitalismo, con su corrupción parlamentaria, dictaduras militares y sistemas fascistas, el oportunismo sigue oponiendo su pobre labor de araña, pretendiendo aprisionar al capitalismo entre las flojas mallas de una legislación de compromiso, que tiene tanta vida como las necesidades del capitalismo consienten, y sin fuerza ninguna para resistir los embates de una crisis comercial o de un cambio en la técnica produccional. Sigue sin admitir que el fascismo y la racionalización del trabajo, como elementos revolucionarios burgueses, sólo pueden ser contestados por vía revolucionaria. De ahí que el proletariado haya comprendido, al fin, el significado del “objetivo final socialista”.

Y esto que después de la revolución rusa, de la guerra mundial y del paro, está en la consciencia del proletariado universal, sigue cerrado para el cretinismo reformista. Su socialismo tendrá siempre una solución de clase media, de bufete y burocracia sindical, y frente a la centralización del capital, la trustificación y el imperialismo descubrirá eternamente su carácter reaccionario y utópico. Negará, una y otra vez, la necesidad de una estrategia revolucionaria, la inevitabilidad de la violencia. Y lo probará con sus cargos, sus retribuciones. “Su” socialismo ya ha empezado a realizarse: ha hecho lo posible por aumentar el número de los que disfrutan un “relativo bienestar”.

Por ello, sólo los irredentos por siempre en la sociedad actual, los que de ello tengan consciencia, podrán acabar con el sistema capitalista, con este sistema económico cuya estupidez básica no le priva de ser el más brutal de cuantos regularon la explotación del hombre por el hombre.

Juan Antonio ARESTE

(Rosa Luxemburgo, Reforma… o Revolución?, Publicaciones Teivos, Madrid 1931, páginas 5-26.)

«Rosa Luxemburgo, Reforma… o Revolución? Traducción directa del alemán, prólogo y notas de Juan A. Areste. Reforma… o Revolución? está compuesto de dos series de artículos que Rosa Luxemburgo escribió combatiendo las teorías revisionistas expuestas por Bernstein en la revista socialista Die Neue Zeit (La Nueva Era), en los años 1896, 97 y 98, bajo el título general de “Problemas del Socialismo”, y en su libro Las premisas del socialismo y la misión de la socialdemocracia. Los artículos de Rosa Luxemburgo son refutación de los de Bernstein antes citados. En ellos Bernstein combatía una delimitación demasiado rigurosa entre las clases sociales y una diferenciación absoluta entre la sociedad capitalista y la socialista, creyendo en la posibilidad de un Estado por encima de las clases. Luego, negó las ventajas de una lucha política por parte de la clase obrera, creyendo que la simple escaramuza cotidiana por mejoras económicas había de traer automáticamente la anhelada socialización; es decir, propugnaba el abandono del objetivo final socialista, la conquista del Poder por el proletariado, ya que lo consideraba sin objeto. De ahí su afirmación de que para él el fin no era nada y el movimiento lo era todo. El libro Reforma… o Revolución? está completado con dos estudios de Rosa Luxemburgo. Uno sobre militarismo y el otro sobre la ciencia burguesa alemana. Esto, unido a las admirables notas explicativas e históricas del traductor, hace necesaria su lectura para todo aquel que se quiera dar cuenta perfecta de las diferencias esenciales, tanto en teoría como en táctica, entre socialismo y comunismo. Un libro de 252 páginas, 4 pesetas. Publicaciones Teivos. San Ignacio, 8. Madrid.» (Texto del anuncio, de una página, al final del opúsculo publicado por Teivos en julio de 1931, Marx, La génesis del capital; y en la contracubierta 2 de Stalin, El nuevo Estado soviético, octubre 1931.)

«Reforma o revolución. El nombre de Rosa Luxemburgo, es, más que conocido, venerado, entre los militantes o simpatizantes de la Tercera Internacional. Su labor en la organización del proletariado comunista alemán, raya en los límites de lo maravilloso. Muertos Marx y Engels es Rosa Luxemburgo, la resucitadora e interpretadora de las más puras esencias de sus doctrinas, manteniendo vivo entre el proletariado el espíritu de lucha que ha de ser el arma principal que, en un futuro muy próximo, proporcione el triunfo de la causa comunista en Alemania, en Europa y en el mundo, encendiendo la antorcha de la verdadera justicia social y derrocando los viejos fetiches estatales, ya de puro gastados, a punto de caer ante el primer soplo de la revolución proletaria. Reforma o revolución, consta de tres partes, divididas en pequeños capítulos que a su vez son artículos de un alto valor, publicados con anterioridad y en los que Rosa Luxemburgo define su posición y la del partido comunista ante los velados ataques de determinados sectores de la política y la sociedad alemana. He aquí el índice del libro, que edita Teivos y traduce y prologa Juan Antonio Areste.» (“Libros”, El Progreso. Diario republicano autonomista, Santa Cruz de Tenerife, martes 30 de junio de 1931, página 1.)

 

«Para venta artículo novedad necesitamos señoritas. Razón: viernes, once a una, en Teivos, San Ignacio, 8.» (La Libertad, Madrid, miércoles 27 mayo 1931.)

 

9 Marx, La génesis del capital, Publicaciones Teivos, Madrid MCMXXXI [18 julio 1931], 148 págs. Cubierta de Pérez-Rivera.

[2] «Folletos publicados: Stalin, Rusia 1930 (Agotado)… [del 1 al 9 excepto 6 Trotsky, que no figura]. En preparación: Servet y Bouton, La traición socialista de 1914. La Chesnais, La Iglesia y los Estados. J. Baby, El papel social de la Iglesia. Stalin, La colectivización del campo. Editorial Atheia: León Moussinac, El cinema soviético, cinco pesetas.» [3] Portada. [4] «Primera edición. Julio, 1931.» «Argis. Altamirano, 18. Teléfono 40505. Madrid.» [143] «Indice. I. El secreto de la acumulación primitiva, 5. II. La expropiación de la población primitiva, 15. III. Legislación sanguinaria contra los expropiados, desde fines del siglo XV. Leyes sobre los salarios, 53. IV. La génesis del arrendatario capitalista, 71. V. Reacción de la revolución agrícola sobre la industrial. Establecimiento del mercado interior para el capital industrial. VI. Génesis del capitalismo industrial, 91. VII. Tendencia histórica de la acumulación capitalista, 115. VIII. Teoría moderna de la colonización, 123.» [145] Anuncio de León Moussinac, El Cinema Soviético. [146] Anuncio de Rosa Luxemburgo, Reforma… o Revolución? [147] «Distribuidores: Madrid Sociedad General Española de Librería, Ferraz, 21. Islas Canarias Librería Guimerá, Rambla Pulido, 61. Santa Cruz de Tenerife. Argentina Antonio Almadén, Rivadavia, 1255. Buenos Aires. Colombia Emilio Royo, Progreso, 67-71. Barranquilla. Cuba R. Antuñano, Hermano. Máximo Gómez, 23. Habana.» [148] «Este libro se acabó de imprimir en la Imprenta Argis el día 18 de julio de 1931.» Contracubierta: «2,50 ptas. Printed in Spain.»

10 Servet y Bouton, La traición socialista de 1914. Traducción de José de la Fuente, Publicaciones Teivos, Madrid MCMXXXI [septiembre 1931], 191 págs. Cubierta de Pérez-Rivera.

[2] «Folletos publicados: Stalin, Rusia 1930 (Agotado)… [del 1 al 9 excepto 6 Trotsky, que no figura]. En preparación: La Chesnais, La Iglesia y los Estados. J. Baby, El papel social de la Iglesia. Stalin, La colectivización del campo. Editorial Atheia: León Moussinac, El cinema soviético, cinco pesetas.» [3] En portada también la frase: «La II Internacional ha muerto vencida por el oportunismo. ¡Abajo el oportunismo, y viva la III Internacional! Lenin, 1 noviembre 1914.». [4] «Primera edición. Septiembre 1931.» «Argis. Altamirano 18, teléfono 40505, Madrid.» Contracubierta: «2,50 ptas. Printed in Spain.»

«Acaba de aparecer. Claude Servet y Paul Bouton, La traición socialista de 1914. Un volumen de 192 páginas. Precio: 2,50 pesetas. Bajo el significativo título de La traición socialista de 1914, Claude Servet y Paul Bouton acaban de darnos a conocer una obra de vivo interés, cuya lectura recomendamos a todos los curiosos de cuestiones sociales. Se conoce el antagonismo profundo que separa fundamentalmente a los socialistas de los comunistas. Sobre la cuestión de la «defensa nacional» (que niegan los comunistas, lógicos con su concepción de la lucha de clases) este desacuerdo aparece netamente. Esta obra, que resume la historia de la Internacional de anteguerra, nos expone los orígenes del “oportunismo socialista” que determinó la actitud del “socialismo de guerra” y dio lugar, en el Congreso de Tours, en diciembre de 1920, a la escisión obrera y a la constitución del Partido comunista francés. Pero este libro es algo más. Es un documento de acusación a los que, traicionando los ideales que decían tener, permitieron la atroz carnicería de 1914-18, a mayor gloria de la burguesía. Es también un toque de alerta y prevención ante la próxima contienda mundial que se prepara, en la carrera loca de los armamentos, con ayuda de los que en 1914 traicionaron a la clase obrera y que ahora no se recatan para engañarla. Es, en fin, el desenmascaramiento del pacifismo tipo Sociedad de Naciones, que no sirve más que para ocultar a la clase obrera los preparativos guerreros que se llevan a cabo en todas las naciones. Traducción de José de la Fuente. Publicaciones Teivos. San Ignacio, 8. Madrid.» (Texto del anuncio, de una página, al final del opúsculo editado por Publicaciones Teivos en enero de 1932: La mujer en la Unión Soviética.)

11 J. Baby, El papel social de la Iglesia, traducción de José de la Fuente, Publicaciones Teivos, Madrid 1931, 93 págs.

12 Stalin, El nuevo Estado soviético, Prólogo de José de la Fuente, Publicaciones Teivos, Madrid MCMXXXI [octubre 1931], 40 págs. Cubierta de Pérez Rivera.

[1] Portada. [2] «Primera edición. Octubre 1931.» «Gráfica Literaria. Hernani, 34. Madrid. Teléfono 36160.» [3-6] Prólogo. [7-40] texto. [cubierta 2] Anuncio de Rosa Luxemburgo, Reforma… o Revolución? [cubierta 3] Anuncio de León Moussinac, El Cinema Soviético. [contracubierta] «Folletos publicados: Stalin, Rusia 1930, 1,50 pesetas. (Agotado)… [del 1 al 11 excepto 6 Trotsky, que no figura]. En preparación: La Chesnais, La Iglesia y los Estados. Stalin, La colectivización del campo. Editorial Atheia: León Moussinac, El Cinema Soviético, cinco pesetas. Printed in Spain. 50 céntimos.»

Prólogo

Stalin, El nuevo estado soviético, Publicaciones Teivos, Madrid 1931 Actualmente ha salido a relucir una curiosa floración de marxistas que, fracasadas otras armas, combaten la edificación socialista en la U. R. S. S. basándose en que no sigue métodos de Marx. Estos depositarios del marxismo recurren, en apoyo de sus afirmaciones, a toda clase de inventos, calumnias y teorías raras. Pero todavía no les hemos visto recurrir a Marx. A los obreros de los países capitalistas ya no hay quien les haga creer que en la Unión Soviética hay hambre, trabajo forzado, etcétera; que allí disminuye el nivel de vida de los trabajadores, y todas cuantas peregrinas cosas les contaban antes los capitalistas. Ahora bien: aprovechándose de su falta de preparación teórica, se puede indirectamente perjudicar y disminuir su simpatía por la Rusia socialista haciéndoles creer que los dirigentes rusos no llevan una trayectoria marxista, y en esta labor son eficazmente ayudados por los trotskistas.

Recurren, decimos, a cualquier arma, llegando incluso a desvirtuar el sentido de las cosas en que se basan. Preferentemente han hecho blanco de sus ataques a Stalin. Cada discurso suyo ha provocado una campaña de calumnias y regocijo entre las clases burguesas. Regocijo, claro es, forzado, pues comprueban que al cambiar la dirección de la edificación es siempre para reforzarla.

Aún recordamos los chillidos con que fue recibido en el mundo capitalista el artículo de Stalin «Nuestros éxitos se nos suben a la cabeza.» «Es la vuelta de Rusia a los métodos capitalistas», decían. El informe presentado por Stalin ante el XVI Congreso del Partido Comunista Ruso (1. Stalin, Rusia, 1930. Ed. Teivos) les hizo volver a la realidad, triste para ellos, de que la edificación socialista en el campo, igual que en las ciudades, había cobrado vigor y arraigo inusitados.

Hoy oímos nuevamente la misma gritería ante su último discurso. «No es marxista; es un viraje hacia el capitalismo, el fracaso del plan quinquenal», &c., exclaman con alegres carcajadas. Se ríen, se alegran exteriormente, mientras la última crisis capitalista les va ahogando, mientras piensan que de su bancarrota no se puede salir sino a expensas de Rusia, mientras preparan sus ejércitos para «ayudar» a la Unión Soviética a ir por el camino capitalista.

Pero ¡qué decepción! Rusia no va hacia el capitalismo; los cambios adoptados refuerzan la posición del poder obrero, y para colmo de males, son marxistas. Ya no habrá más remedio que repetir que Stalin está loco, o volver a contratar al Papa para la incitación a una cruzada soviética, o quitarse la careta e intentar abiertamente una intervención militar.

A continuación damos a los lectores el discurso que tal alboroto produjo. Vemos, en conjunto, una técnica constructiva completamente dialéctica. Nuevos métodos en antiguas condiciones producen nuevas condiciones que tienen que dar lugar a nuevos métodos. Tesis, antítesis, síntesis. ¿Qué condiciones, qué métodos son éstos? Stalin lo expone magistralmente en su discurso. Ahora bien: ¿son marxistas estos métodos? Sí, rotundamente. Un marxista consecuente no necesita recurrir a textos para afirmarlo. Las condiciones han sido determinadas dialécticamente y determinan a su vez, y también dialécticamente, los nuevos métodos. Luego éstos son marxistas y no pueden estar en contradicción más que con las condiciones que creen y que darán lugar a los nuevos métodos, &c.

Lo que más ha alegrado a los burgueses es la diferenciación de salarios, que dicen es volver a los métodos capitalistas de explotación. Si así fuese, al ser marxista lo aceptaríamos, por ser nosotros materialistas y creer que está fuera del deseo de los individuos el conducir la economía, ni nada, en uno o en otro sentido. Hubiera fracasado el comunismo y el estudio dialéctico marxista del mundo, pero quedaría siempre a salvo la teoría. Pero ni aun esta agarradera les puede quedar a los seudomarxistas burgueses, pues este cambio, estas condiciones, estaban previstas, y no por un contemporáneo que haya vivido la época del imperialismo y de los principios de la edificación socialista, sino por el mismo Carlos Marx en su Crítica del programa de Gotha.

Las otras reformas, a las que han de aplicarse los nuevos métodos, no han producido casi reacción en las clases poseedoras, porque no se prestan a una fácil desvirtuación y no podrían servir de propaganda entre los obreros. Por eso mismo nosotros no hacemos hincapié en ellas, pues están suficientemente claras en el texto del discurso.

Terminaremos estas breves notas con unas líneas de Marx, del libro antes citado, que se refieren concretamente al problema de la diferenciación de salarios en la sociedad acabada de salir de la sociedad capitalista.

Después de decir que en esta sociedad «el derecho del productor es proporcional al trabajo que ha proporcionado» y mostrar las dificultades que resultan del reparto de trabajo, añade: «Pero éstas son dificultades inevitables en la primera fase de la sociedad comunista tal como ha salido de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso embarazo. El derecho no puede estar nunca en un nivel más elevado que el estado económico y el grado de civilización social que le corresponde. En una fase superior de la sociedad comunista, cuando hayan desaparecido la humillante subordinación de los individuos a la división del trabajo, y con ella el antagonismo entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo haya llegado a ser, no solamente el medio de vivir, sino la primera necesidad de la existencia, cuando con el desenvolvimiento en todo sentido de los individuos las fuerzas productivas vayan acreciéndose y todas las fuentes de riqueza colectiva manen en abundancia, sólo entonces podrá ser sobrepasado el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá inscribir en su bandera: “De cada uno según sus fuerzas; a cada uno según sus necesidades.”»

José de la Fuente

(Stalin, El nuevo Estado soviético, Publicaciones Teivos, Madrid 1931, páginas 3-6.)

13 Marx & Engels, Protección y librecambio, Publicaciones Teivos, Madrid 1931, 32 págs. [→ Conserva un ejemplar la biblioteca del CEDINCI, Buenos Aires.]

1932

14 La mujer en la Unión Soviética, Publicaciones Teivos, Madrid MCMXXXII [enero 1932], 39 págs. “Primera edición. Enero 1932.” “Gráfica Literaria. Hernani, 34. Madrid. Teléfono 36160.” [→ Conserva un ejemplar la biblioteca de la Fundación Pablo Iglesias.]

Sobre Teivos

1933 «A Alemania y Japón, que marchaban en estos últimos años a la cabeza de los otros países en lo que atañe a la amplia popularización de las obras de Lenin y Stalin, se agregaron en 1932 una serie de nuevos países entre los cuales España no por azar ocupa el primer puesto. Importantes casas editoras como 'Cenit', 'Ediciones Europa América', 'Teivos', han publicado en español ya más de 30 distintas obras de Lenin.» (M. K., “Las obras de Lenin en los países burgueses”, La Internacional Comunista, Barcelona, febrero-marzo 1933, nº 2 y 3, págs. 59-62.)

1954 «Unas son netamente afectas al comunismo, como aquella “Teivos”, que en el citado 1930 comenzó la publicación de obras marxistas. Fueron pocos los que interpretaron el título de la entidad, cosa fácilmente lograble leyendo “Teivos” al revés (Soviet). Pero si ésta no podía engañar a nadie, por la calidad de sus producciones, había otras muchas, como “Zeus”, de fuerte raíz masónica, “Europa-América”, instalada con dinero de Moscú, “Zenit”, y así algunas más.» (Eduardo Comín Colomer, Historia secreta de la segunda república, Editora NOS, Madrid 1954, volumen 1, pág. 57.)

1965 El escritor peruano César Vallejo (1892-1938) estuvo tres veces en la Unión Soviética, en 1928, en 1929 (viaje del que ofreció una crónica en diez artículos, publicados a lo largo de 1930 por la revista madrileña Bolívar, y que luego recopiló Ediciones Ulises como Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin, edición realizada en Madrid y puesta a la venta en julio de 1931, con tal demanda que mereció inmediatamente tres reediciones) y en octubre de 1931, como miembro del Congreso Internacional de Editores, escribiendo al volver el libro Rusia ante el Segundo Plan Quinquenal, terminado a principios de 1932, y que esperaba fuese igualmente bien recibido por el público. Pero no fue capaz de encontrar editor, quedando inédito muchos años hasta que en 1965 lo publicó en Lima su viuda Georgette Vallejo. Aunque la viuda desajusta un poco las fecha por lo que hace a Ediciones Ulises, pues a principios de 1932 no hacía un año y meses que había publicado su libro anterior, sino sólo meses (y en el intermedio había quebrado CIAP, de quien dependía), no hay por qué dudar de la promesa que pudiera haberle realizado Teivos en el verano de 1931, pero a principios de 1932 es normal que nada quisieran saber del libro, pues Teivos ya había cesado también su actividad: «Antes de su partida a Rusia, Vallejo había recibido de la Editorial Teivos de Madrid, una promesa de publicación de su segundo reportaje sobre la Unión Soviética. Terminado el libro, el editor se retracta, negándose inclusive a leerlo. También lo rechaza “Ulises”, el editor –un año y meses antes– de Rusia en 1931, cuyo fulminante éxito no se pudo comparar sino con el Sin novedad en el frente de Remarque.» (César Vallejo, Rusia ante el segundo plan quinquenal, Primera edición, Editorial Gráfica Labor, Lima 1965, pág. 3: Georgette de Vallejo, “Unas palabras a la primera edición”.)

1972 El otrora jonsista Emiliano Aguado (1907-1979), en un libro luego ampliamente reeditado, pero aparecido durante el tardofranquismo, Don Manuel Azaña Díaz (Nauta, Barcelona 1972), adelanta demasiado en el tiempo la existencia de Teivos: «En aquel año de 1923 nacieron la Revista de Occidente, y la biblioteca de este mismo nombre, dirigida por Ortega y Gasset. Se extendió el influjo de la Colección Universal editada por Espasa-Calpe bajo la dirección de Manuel García Morente; fueron abriéndose cada día más editoriales, algunas netamente comunistas, como Cenit y Teivos –Soviet, si se lee al revés–. Muchas de las editoriales que se organizaban ponían al alcance de los españoles los libros más recientes, sin reparar en su tendencia política o religiosa. Las llamadas derechas no hacían nada, porque realmente no sabían qué hacer. En general, y teniendo en cuenta el régimen de dictadura bajo el que vivían los españoles, las editoriales eran de izquierdas, si no se da a esta palabra un sentido de campanario.» (pág. 169).

1989 «Un ejemplo –un buen ejemplo– al respecto sería el de La revolución española, de León Trotsky, cuyo contenido, pero sólo en parte, había sido previamente publicado por España y Teivos (Madrid). En la versión de Fénix, preparada por una de las máximas autoridades españolas en cuestiones trotskistas, Juan Andrade, La revolución en España consta de tres partes: I. Mis peripecias en España; II. La revolución española y la táctica de los comunistas; y III. La revolución española y sus peligros. Editorial España se limitó a recoger la primera mientras Publicaciones Teivos hacía lo propio con la segunda, haciéndolo además mal o, para expresarlo con propiedad, aplicando un criterio inaceptable a la hora de enfrentarse con el original. Ellos mismos se encargarían de explicarlo con inconsciente descaro: […] Mal se concilia el aserto de la genialidad de una persona con la mutilación simultánea de sus pensamientos. Sin embargo, lo de Teivos a (des)propósito de Trotsky no conformaba, de ninguna manera, la excepción de la regla, sino –en todo caso– la de su aplicación frecuente, que ahí están para probarlo, en el colmo de las osadías, una supuesta biografía de Lenin (publicada por Dédalo) atribuida a su castigadísima pluma o el con anterioridad señalado episodio de la súbita desaparición de algún título suyo del catálogo de Cenit, asunto –supongo– también achacable al socorrido argumento de no favorecer las “capillitas”.» (Gonzalo Santonja, La República de los libros, Anthropos, Barcelona 1989, págs. 159-160.)

1999 «Hasta la República el centro editorial Europa-América estaba localizado en París, aun cuando funcionaran sucursales apenas encubiertas, como la llamada “Teivos” (anagrama de soviet).» (Antonio Elorza & Marta Bizcarrondo, Queridos Camaradas. La Internacional Comunista y España, 1919-1939, Planeta, Barcelona 1999, pág. 85.)

2006 Los autores del libro Los felices años veinte (Marcial Pons, Madrid 2006) confunden Publicaciones Teivos con Ediciones Biblos y dejan esto por escrito: «Al lado de empresas que contribuyen a la difusión del ensayo, como la monárquica CIAP, al lado también de iniciativas directamente inspiradas en el movimiento comunista, como Teivos –“soviet”, al revés–, creada en 1927 y dirigida por Ángel Pumarega y Gabriel García Maroto, se presencia la eclosión espectacular de una serie de editoriales al servicio de una literatura de vanguardia…» (págs. 63-64).

2012 Otro ejemplo de la fragilidad de la memoria biográfica cuando, además, se eleva a la pretenciosa categoría de memoria histórica: «Cuando entrevisté a José Rodríguez a finales de los ochenta, aunque muy deteriorado ya por la edad, conservaba todavía una fuerte presencia y una gran voz […]. José Rodríguez González, último alcalde republicano de Nerva […]. Asimismo me contó que su contacto con los libros le permitió encargarse durante unos años de una sección de crítica en una publicación titulada Teivos, cuyo significado y orientación se observarán si se da la vuelta a la palabra. Por suerte, bastante antes de morir, conoció el final de la dictadura e incluso llegó a recibir un homenaje en su pueblo y hasta otro en el que sus viejos compañeros del Partido le entregaron un carnet honorífico.» (Francisco Espinosa Maestre, Guerra y represión en el sur de España, Publicaciones de la Universidad de Valencia 2012.)

Libros de Teivos todavía presentes en algunas bibliotecas españolas

La Biblioteca Nacional de España describe en su catálogo diez títulos de Teivos, conserva también el 2, pero parece que no guarda 12, 13 y 14. Según el catálogo colectivo Rebiun, diez bibliotecas universitarias conservan 17 ejemplares de 9 títulos de Teivos. Los expurgos que tanto gustan a los guardianes de las Bibliotecas Públicas Provinciales vienen siendo más eficaces, y según su catálogo colectivo sólo se conservan 7 ejemplares de 4 títulos de Teivos en cinco bibliotecas (en Gijón, Málaga, Oviedo, Toledo y San Sebastián).

Publicaciones Teivos12345678901234
Biblioteca Nacional de Españaxxxxxxxxxxx   
REBIUNxx xxxxx  x  x
Bibliotecas Públicasx      xxx    

Por supuesto, no todos los ejemplares producidos por Teivos fueron fichados, marcados y numerados (aunque muchos fueron exterminados después de permanecer largo tiempo encerrados), y en 2015 circulan libremente por el mercado del libro antiguo y usado, según las ofertas accesibles por internet, más títulos y ejemplares que los pocos que permanecen prisioneros.

Algunos de los nombres vinculados a Publicaciones Teivos

José de la Fuente Álvarez. Oficial de Correos, discreto (y curiosamente olvidado) miembro del Partido Comunista de España, activista principal de Publicaciones Teivos (1930-31), para la que tradujo varias obras y preparó prólogos y presentaciones, y de la Editorial Atheia (para la que tradujo del francés y puso prólogo al libro El cinema soviético de Moussinac). [Aunque en una noticia de prensa se le diga José de la Fuente Martín –también dicen José Antonio Areste por Juan Antonio Areste–, es probable que fuera detenido en Madrid en febrero de 1931, cuando Areste y otros: «Los presos gubernativos que el domingo continuaban en la Cárcel Modelo son los siguientes, según noticias que recibimos de excelente origen: José Bullejos, seis meses y medio; Vicente Arroyo, cinco meses; Etelvino Vega, cinco meses […] Incomunicados hace más de cuatro días: Encarnación Fuyola, José de la Fuente, José Antonio Areste, Pedro Fernández Checa, Lorenzo Fuyola, Luidberto de la Hera, Antonio Navarro Ballesteros…» (La Libertad, 10 febrero 1931).] En las primeras elecciones tras la proclamación de la II República, las celebradas el domingo 28 de junio de 1931 a Cortes Constituyentes, fue el candidato comunista que más votos obtuvo en la ciudad de Oviedo y en esa provincia después de José Bullejos, Secretario General del PCE. La “Federación Comunista de Asturias”, que inicialmente había sopesado presentar una candidatura con doce nombres, decide que finalmente sean sólo cuatro los candidatos: José Bullejos, Críspulo Gutiérrez, José de la Fuente y Ramón Rodríguez, que en total sumaron 48.694 votos (el mejor resultado provincial comunista de todo España, seguido por el de la provincia de Córdoba con 43.119, Sevilla con 32.276, Vizcaya con 13.104, y Jaén con 8.518 votos totales). José Bullejos Sánchez obtuvo 12.690 votos en la provincia de Oviedo (figuraba también como candidato en otras provincias), José de la Fuente Álvarez 12.170, Críspulo Gutiérrez García 11.923 y Ramón Rodríguez Rodríguez 11.911 votos. Los comunistas no lograron entonces ningún diputado. A finales de 1931 José de la Fuente encabeza el Comite nacional que constituye en España la “Liga Atea Revolucionaria”. Resultó elegido delegado por Oviedo al IV Congreso del PCE inaugurado en Sevilla el 17 de marzo de 1932. En las elecciones del 19 de noviembre de 1933 ocupa el tercer lugar de la candidatura comunista por la región de Asturias, tras Jesús Hernández Tomás y Dolores Ibarruri “La Pasionaria”, obteniendo unos 17.000 votos. José de la Fuente Álvarez era oficial segundo de Correos (nombrado en noviembre de 1930 administrador de la línea de Oviedo a San Esteban de Pravia). En julio de 1933 seguía como funcionario técnico de Correos en Oviedo (cuando aportó una peseta en la suscripción nacional para la viuda del periodista Félix Lorenzo, fundador en 1932 y director del diario republicano Luz). Intervino en la fracasada intentona revolucionaria de octubre de 1934 y pudo escapar a la Unión Soviética, junto con otro medio centenar de camaradas, con ayuda del Socorro Rojo. Aunque en sus publicaciones en Teivos y Atheia, en las referencias como funcionario de Correos y como candidato electoral, siempre firma y aparece como José de la Fuente, en los años treinta también le dicen Lafuente (por ejemplo Mantilla, en su Epílogo a El Cinema Soviético), y con el más democrático José Lafuente aparece citado su nombre en obras modernas, como el libro Los comunistas en Asturias 1920-1982 (coordinado en 1996 por Francisco Erice).

Juan Antonio Areste Amiñoso. Oficial de Correos (ya en abril de 1916 aprobó el examen previo de Correos, para el que se había preparado en el Instituto de Cultura, Glorieta de Bilbao 5, Madrid), militante comunista y de la UGT. Detenido en Madrid en febrero de 1931 junto con varios otros al salir del cafe La Granja del Henar, en Alcalá frente a la Gran Vía, por repartir manifiestos incitando a estudiantes y obreros a la revolución. El 29 de marzo de 1931 es uno de los oradores del mitin organizado por el PCE en el Cinema X. En el mitin electoral comunista del 2 de abril en el cine Variedades, “Juan Antonio Areste explicó la significación política de la próxima lucha electoral. Terminó diciendo que en tanto que ha habido cincuenta comunistas en la cárcel de Madrid sólo ha habido dos socialistas.” (La Voz, 3 abril 1931). En abril de 1931 Teivos publica su traducción directa del alemán, con un prólogo, de ¿Reforma… o Revolución?, de Rosa Luxemburgo. Tres años después de la proclamación de la república burguesa, el 14 de abril de 1934, fueron colocados crespones negros a una bandera republicana en el edificio de Comunicaciones de Madrid, sancionando el ministro a los funcionarios responsables del hecho: Juan Antonio Areste fue trasladado desde Madrid a Villasana de Mena (Burgos). Durante la guerra civil fue Comisario político de Brigada en el XXIII Cuerpo de Ejército, en Andalucía. Después de la guerra, en octubre de 1939 se le conmutó la pena de muerte, y fue muy amigo de Miguel Hernández en el Reformatorio de Adultos de Ocaña. Puesto en libertad en marzo de 1944, solicita en 1969 a las Cortes que la prescripción de delitos políticos de la guerra también se aplique a las penas y sanciones por las que fueron separados de los cuerpos de funcionarios. En 1976 escribe “Recuerdos para la Historia” (Historia Internacional, nº 15, Madrid, junio 1976). Su versión de ¿Reforma… o Revolución?, de Rosa Luxemburgo, fue reeditada en 1974, en la Colección Papeles Políticos (de Distribuidora Baires, Buenos Aires); y con el subtítulo añadido “y otros escritos contra los revisionistas”, por Editorial Fontamara (Marxismo y revisionismo 3), Barcelona 1975, 185 págs.; Editorial Fontamara (Colección de la naturaleza de las cosas), Barcelona 1978, 192 págs.; Reforma social o Revolución y otros escritos contra los revisionistas, Distribuciones Fontamara, México DF 1989, 194 págs.; Distribuciones Fontamara, México DF 2005.

GBS