Filosofía en español 
Filosofía en español

Manuel Benito Ruiz de Diego  1837-1898

cubierta del libro

Médico militar español, obtuvo el grado de Doctor en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de España tras leer ante su Claustro, el domingo 21 de enero de 1866, en el solemne acto de recibir la investidura, el discurso ¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme a los grandes destinos que la ha confiado la Providencia? (texto de 14.900 palabras). Comparando este discurso con el de otros doctorandos coetáneos que eligieron ese mismo tema 30 (de los cuarenta sugeridos por cada facultad para cumplir ese trance, por ejemplo, los de Antonio Gómez, Nicolás de Ávila, Anastasio Carrera o Santiago González), el de Manuel Benito no solo es más copioso sino que, dejando de lado lirismos verborreicos, procura ofrecer respuestas centradas y precisas sobre el asunto propuesto.

Nacido el 5 de noviembre de 1837, tras licenciarse en Medicina logra ingresar en el Cuerpo de Sanidad Militar, con antigüedad 26 de junio de 1864. Cuando a principios de 1866 logra el grado de doctor, está destinado, como segundo ayudante médico, en el segundo batallón del Regimiento de Infantería del Rey, asentado en Madrid. El mismo mes de la “gloriosa” revolución de septiembre de 1868 es ascendido a primer ayudante médico.

En 1885 en un comentario de prensa se dice que Manuel Benito “trabajó muchos años al lado del marqués de Toca, de quien fue ayudante y discípulo predilecto”. Melchor Sánchez de Toca Sáenz de Lobera (1804-1880), miembro de la Real Academia de Medicina desde 1837 (institución que presidió), catedrático y diputado, cirujano de Palacio desde 1842, asistía a Isabel II como Médico de la Real Cámara (e Isabel II, agradecida, le creó un marquesado el 30 de octubre de 1866 para hacerle “Marqués de Toca”).

1866 «Hoy la una de la tarde recibirá en el Paraninfo de la Universidad Central la investidura de Doctor en la Facultad de Medicina el Licenciado en Medicina y Cirugía D. Manuel Benito Ruiz de Diego.» (Gaceta de Madrid, domingo, 21 enero 1866, pág. 4.)

1868 «Doctores matriculados en el claustro de la Universidad Central. […] Facultad de Medicina. […] D. Manuel Benito Ruiz de Diego (San Bernardo, 3, segundo).» (Memoria acerca del estado de la enseñanza en la Universidad Central, Madrid, febrero de 1868, pág. 33.)

«VIII. El Siglo Médico […] El Dr. Ruiz de Diego da cuenta de una operación del marqués de Toca por un cáncer ulcerado, en que hubo de escindirse parte de la mandíbula inferior, ganglios, &c., &c., seguido de la queiloplastia con feliz éxito.» (El Genio Médico-Quirúrgico, Madrid, 7 de mayo de 1868, pág. 266.)

«Sanidad Militar. Movimiento del personal del cuerpo […] 12 septiembre […] y por último, ascendiendo a primeros ayudantes médicos a los segundos D. Álvaro Magro y Aguilera, continuando donde sirve en el hospital militar de Ciudad-Rodrigo, y a D. Manuel Benito Ruiz de Diego continuando también donde sirve en el segundo batallón del regimiento infantería del Rey.» (El Pabellón Médico, Madrid, 21 noviembre 1868, pág. 532.)

La noche del 30 de diciembre de 1868 nuestro médico doctor llega por tren desde Madrid a Málaga junto con ocho mil hombres de las tropas enviadas para acabar con el movimiento nacional agitado en Málaga por el ciudadano Romualdo Lafuente (una vez más, ya el 12 de noviembre de 1856, junto con Sixto Cámara y Bernardo García, había impulsado allí otro efímero movimiento republicano), que terminó tras un baño de sangre, abusos y saqueos llevados a cabo por las tropas del general unionista Caballero de Rodas (relatados con todo detalle por Antonio Porredón Ros de Eroles, Reseña histórica de los acontecimientos de Málaga en los días 29, 30, 31 de diciembre de 1868 y 1º y 2 de enero de 1869, Málaga 1869, quien asegura: “Hay muchos generales en España que todos sus grados superiores los deben a pronunciamientos, y no es extraño que la carrera de las armas sea considerada hoy como un oficio o industria cualquiera…”, pág. 6).

1869 «Hágasele justicia. Se ha concedido el grado de subinspector de sanidad militar al primer ayudante médico D. Manuel Benito Ruiz de Diego por los distinguidos servicios prestados en Málaga el día 1º de enero. Sentimos mucho que en lugar de este grado no se le haya concedido el empleo de médico mayor para que venía propuesto, como herido, y que era la justa recompensa de su brillante comportamiento en tan memorable día. Llamamos sobre esto la atención del señor ministro de la Guerra, a fin de que se le conceda el empleo de médico mayor digno y legítimo premio para quien tan heroicamente expuso su vida por salvar la de los heridos militares y paisanos con tanta más razón cuanto que a todos los demás oficiales heridos de su regimiento, aun a los más leves se les ha agraciado con el empleo inmediato. Nos lamentamos de que se haga esta singular excepción en perjuicio de un médico que tan bien sabe cumplir con sus deberes en los momentos del peligro.» (El Genio Médico-Quirúrgico, Madrid, 15 de marzo de 1869, pág. 158.)

1871 «Se ha concedido la vuelta al servicio a D. Manuel Benito Ruiz de Diego, subinspector de segunda clase graduado primer ayudante médico que fue de sanidad militar.» (La Correspondencia de España, Madrid, 14 febrero 1871, pág. 2.)

«Reales órdenes. Sanidad militar. […] Desestimando las instancias de los primeros ayudantes médicos D. Manuel Benito Ruiz de Diego, D. Laureano Peray y la del segundo ayudante D. José González Muñiz en solicitud de recompensas.» (El Siglo Médico, Madrid, 26 noviembre 1871, pág. 765.)

Como era de esperar en un médico militar del momento, hubo de servir en la guerra civil de los diez años [del Grito de Yara, 10 octubre 1868, a la Paz de Zanjón, 10 febrero 1878] que se desencadenó en Cuba como secuela de “la Gloriosa”: en enero de 1870 es médico primero encargado de la enfermería del campamento de Santa María de Agüero, cerca de Sabanilla, en el oriente de la isla; en el verano de 1872 dirige el hospital militar de Santiago de Cuba, &c.:

1876 «Hospital Militar de Santiago de Cuba. Enfermo número 1. […] Hoja histórico-clínica de Cayetano Codesal López, soldado de la 1ª compañía del primer Batallón Infantería de la Corona. Hijo de Manuel y de Ramona, natural de San Bartolomé de Insua, provincia de Lugo, 23 años de edad y oficio sastre. […] Como dije en los antecedentes al pasar este herido [el 14 de agosto de 1872] del Hospital Militar del Cobre, al de Santiago de Cuba, vino propuesto como inútil para el servicio militar, por el Jefe local de aquel establecimiento (que lo era a la sazón D. Manuel Benito Ruiz de Diego) por padecer caries del cúbito, y este fundado parecer médico se confirmó por la Junta calificadora de Santiago de Cuba. De aquí que, al recibir el alta, pasó el inútil a la Habana donde con tal carácter e interín se embarcaba para la Península permaneció unos días en el Hospital de Madera, en el cual, por hallarme en comisión del servicio, tuve ocasión de verle nuevamente […] Ledesma.» (Crónica médico-quirúrgica de La Habana, enero de 1876, año II, número 1, pág. 29-35.)

1879 «La escasez de la ración de estos soldados se notaba todavía más en las enfermerías establecidas en los campamentos, en las que no podía suministrarse el régimen alimenticio de los hospitales por no permitirlo los reglamentos; así es que los Oficiales médicos de los cuerpos encargados de las asistencias facultativas de dichas enfermerías, remediaban la insuficiencia de los alimentos, alcanzando de los Jefes militares de las fuerzas algún beneficio en dicha alimentación; mas como la guerra se hacía en sitios despoblados y distantes de las poblaciones era difícil conseguir una alimentación apropiada y sobre todo vino, pues la bebida alcohólica usual en el país es el aguardiente de caña, que no puede reemplazar al vino, sobre todo para llenar determinadas indicaciones terapéuticas; así fue que el Médico primero D. Manuel Ruiz de Diego, encargado de la enfermería del campamento de Sta. María de Agüero, me decía, “que padeciendo la mayor parte de los enfermos existentes en aquel punto fiebres intermitentes y úlceras atónicas en las piernas, y no pudiendo éstos hacer uso de otro alimento que el que constituye la ración ordinaria de las tropas, lo ponía en mi conocimiento a fin de que, si era posible, se proporcionara a dichos enfermos ración de vino, como auxiliar poderoso en el tratamiento de las indicadas enfermedades.” (Comunicación oficial de 19 de Enero de 1870.)» (La Gaceta de Sanidad Militar, Madrid, 10 de enero de 1879, págs. 8-9.)

1882 «Real orden de 25 de enero de 1882. Disponiendo se satisfaga al padre del Médico primero, mayor que fue del Ejército de la Isla de Cuba, D. Manuel Benito y Ruiz de Diego, la asignación que le correspondía del mes de Abril de 1878.» (La Gaceta de Sanidad Militar, Madrid, 10 febrero 1882, pág. 82.)

1883 «Real orden de 2 de Abril de 1883. Concediendo los beneficios del Monte Pío militar a la familia del Médico primero D. Manuel Benito y Ruiz de Diego.» (La Gaceta de Sanidad Militar, Madrid, 10 febrero 1883, pág. 76.)

«Resoluciones del Ministerio de la Guerra. […] Promoviendo a médico mayor, con destino de médico de visita en el hospital de Madrid, a D. Manuel Benito Ruiz de Diego.» (La Correspondencia de España, Madrid, 14 agosto 1883, pág. 2.)

Su nombre alcanzó efímera popularidad en octubre de 1885. El lunes 5 de octubre se habían reencontrado casualmente en un sitio céntrico de Madrid un comandante de infantería y un capitán de reemplazo que, meses antes, se habían enemistado por un motivo de carácter particular e íntimo, habiendo evitado entonces una autoridad militar que resolvieran el asunto en el terreno de las armas. Pero reavivado el antiguo resentimiento se hizo ineludible un lance de honor, que quedó concertado para la madrugada del martes en las inmediaciones del cementerio del Este: duelo a pistola, fuego a discreción, apuntando después de dada la voz de mando, distancia de veintinco pasos con facultad de avanzar cinco pasos cada uno de los contenientes al tiempo de disparar, volviendo luego para el otro disparo a la distancia primera; el lance sólo terminaría al quedar inutilizado uno de los contendientes:

1885 «A la madrugada se efectuaba el duelo en las inmediaciones del Cementerio municipal, donde concurrieron cada cual acompañado de sus testigos y de sus médicos. Un conocido y popular empresario de teatros era el juez del campo, había elegido el sitio y proporcionado las armas. Comenzado el desafío, hicieron ambos sus primeros disparos sin resultado, tirando antes el comandante y después el capitán. Vueltos a sus puestos y dada por segunda vez la voz de “fuego” avanzó el comandante, y antes de apuntar se le disparó el tiro. Entonces el capitán le invitó a disparar de nuevo. Así lo hizo, y la bala de este disparo hirió levemente en un brazo al capitán. Este avanzó e hizo fuego. El comandante cayó a tierra. La bala había penetrado por la mejilla derecha; todos le creyeron muerto. Quedó con el herido uno de los padrinos del capitán, el médico de éste y el juez de campo. A poco acudió el capellán del cementerio. El capitán se marchó de aquel sitio, acompañado del otro de sus padrinos. Dejó su coche, y en él fue conducido el herido por los tres que quedaron auxiliándole a una de las dependencias del cementerio próximo, donde se le hizo la primera cura. Su estado era muy grave. Era preciso conducirlo a Madrid, y al efecto, como medio más cómodo se empleó un furgón de la Funeraria colocando en él un lecho. Dos horas después, el herido se hallaba en el Hospital militar perfectamente asistido, en la sala de oficiales. La hemorragia era muy abundante. No se le pudo extraer la bala, que había quedado muy profunda. En los momentos que recobraba el sentido, su principal cuidado era decir que no se culpara a nadie de su muerte. La del otro contendiente en el brazo no ofrecía ninguna gravedad. Hasta aquí lo que se decía de público por los que se creían mejor informados sobre el suceso. La verdad legal, única que puede afirmarse, es la siguiente: Al amanecer de ayer se encontró en las inmediaciones del cementerio del Este, herido gravemente en la cabeza, al comandante de infantería D. José Jaquetot. Los Sres. Ducazcal, Soler, Ferrer y Laforga, que sin duda por casualidad pasaban por aquellos sitios, le auxiliaron llevándole en un coche al cementerio, donde se le hizo la primera cura. Dado parte al teniente coronel del batallón de Arapiles, a que pertenecía el herido, se condujo a éste al Hospital militar. Su estado seguía siendo grave, y no se le pudo tomar declaración. La herida se atribuye a un accidente casual. No es cierto que fuese ayer curada ninguna otra persona herida en el cementerio del Este. El Sr. Jaquetot vivía solo en Madrid, a donde había llegado cuando terminó la jornada de La Granja. Su esposa y sus cuatro hijos residen en Alcalá. Tales son las únicas noticias que nos permitimos dar como ciertas sobre este desgraciado suceso.» (de El Imparcial transcrito por El Correo Militar, Madrid, miércoles 7 octubre 1885, págs. 1-2.)

«El Sr. Jaquetot. El estado del Sr. Jaquetot ofrecía esta mañana ligerísimo alivio, pues parece que ha disminuido un tanto el sopor que se notó en él desde los primeros momentos […] Sigue sin determinar el sitio que ocupa la bala […] Según nuestras noticias, se espera en el Hospital un estilete eléctrico, por carecer dicho establecimiento de este apartado, con el que tal vez se logre lo que no ha podido obtenerse con el de Nelaton. […] El herido sigue enteramente confiado a los cuidados del doctor don Manuel Benito y Ruiz de Diego. Es como tener juntos a su cabecera el saber y la experiencia, pues el reputado médico militar trabajó muchos años al lado del marqués de Toca, de quien fue ayudante y discípulo predilecto, y todo el mundo le conoce además por su larga y afortunada práctica en las campañas del ejército.» (Crónica Meridional, Almería, 13 octubre 1885, pág. 2.)

«No es exacto que, como se ha dicho, la bala que produjo la herida al Sr. Jaquetot se encuentre en la región occipital. Nuestras noticias nos permiten afirmar que no existe tal proyectil en el referido sitio. El Sr. Jaquetot se encuentra ya, por fortuna, fuera de peligro, y hay fundadas esperanzas de que su completa curación no se haga esperar mucho tiempo, gracias a la inteligencia y solícitos cuidados del médico encargado de su curación, Dr. Benito Ruíz de Diego.» (El Imparcial, Madrid, 29 octubre 1885, pág. 3.)

1886 «En breve saldrá para la Granja, con objeto de hacerse cargo de la dirección de aquel hospital Militar, el distinguido médico del ejército D. Manuel Benito y Ruiz de Diego». ( La Correspondencia de España, Madrid, 28 de julio de 1886, pág. 2.)

1888 «Según nuestras noticias, ayer, a las diez de la mañana, se practicó en el local correspondiente del Hospital Militar de esta corte la autopsia del cadáver del infeliz soldado que atendió contra su jefe en el cuartel de los Docks. Ya ayer dimos cuenta a nuestros lectores del fallecimiento de dicho soldado, ocurrió después ya consecuencia, según toda verosimilitud, de una tentativa de suicidio por medio de cabezas de cerillas fosfóricas. Practicó la autopsia, en presencia del fiscal de la causa y de algunos médicos militares, el médico mayor, D. Benito Ruíz de Diego, ayudado por los médicos segundos D. Elzeario Benot y D. Enrique Gavaldá. Varias porciones de tejidos se remitieron al instituto Anatomo-patológico, donde se completan los datos de la autopsia con otros datos micrográficos del mayor interés. » (La Monarquía, 29 de marzo de 1888, pág. 2.)

Con fecha 10 de diciembre de 1889 es ascendido a subinspector médico de segunda clase, con destino en la Real Compañía de Guardias Alabarderos (cuerpo encargado en España desde el siglo XVI de la custodia de los Reales Alcázares y de la familia real): en 1893 ocupaba el número 6 en la escalilla de su clase (Anuario militar de España, 1893-94).

1890 «Se le ha concedido el empleo del subinspector médico de segunda clase, al que es de primera graduado, con destino al Hospital militar de esta corte, D. Manuel Benito y Ruiz de Diego». ( La Unión Católica, Madrid, 10 de enero de 1890, págs. 2.)

«Ha llegado a Palma D. Manuel Benito Ruiz de Diego, Médico Subinspector de Sanidad Militar, destinado de Director al hospital de aquella ciudad.» ( El Bien Público , Mahón, lunes 3 de marzo de 1890, pág. 3.)

1892 «Ha sido destinado al cuerpo de guardia real Alabarderos el subinspector médico de segunda clase D. Manuel Benito y Ruiz de Diego». ( El Correo Militar, Madrid, 29 de enero de 1892, pág. 2.)

1894 «Tropas de la Casa Real. Real Cuerpo de Guardias Alabarderos. Plana Mayor. Médicos: Sr. D. Manuel Benito y Ruiz de Diego. D. Federico Orellana y Zambrano, subinspector de segunda clase graduado, alcalde personal, primero efectivo. » ( Guía Oficial de España, Madrid 1894, pág. 416.)

El 24 de febrero de 1895 el Grito de Baire, organizado un mes antes en Nueva York, inicia un nuevo movimiento secesionista en la provincia española de Cuba, “colonia” desde la perspectiva del depredador yanqui que buscaba fagocitarla. La suerte quiso que la plaza de subinspector médico de primera clase que debía partir hacia Cuba en el contingente correspondiente, recayese en nuestro médico doctor, ya próximo a cumplir los 58 años de edad, que tuvo así que volver a servir en Cuba por segunda vez.

1895 «Sorteo de médicos. En el verificado hoy para cubrir en Cuba una plaza de subinspector médico de primera clase, cuatro de subinspectores de segunda, 21 de médicos mayores, 67 de médicos primeros y 17 de segundos, les ha tocado ser destinado a los siguientes: Subinspector de primera : D. Manuel Benito y Ruiz de Diego. Subinspectores de segunda : […] »( La Correspondencia de España, Madrid, 12 julio 1895, pág. 2.)

«Constituían los cinco sextos inferiores de los Subinspectores Médicos de primera clase, desde D. Ventura Cabellos y Fúnez hasta D. Manuel Benito y Ruiz de Diego, y este último fue designado por la suerte para pasar al ejército de Cuba.» (Revista de Sanidad Militar, Madrid, 15 julio 1895, pág. 243.)

«Embarque de tropas. Nos escribe D. Eduardo Madariaga: “A bordo del magnífico vapor de la compañía Trasatlántica Reina María Cristina, han embarcado hoy 29 varios jefes y oficiales de diferentes institutos, que van a la isla de Cuba a incorporarse a sus respectivos cuerpos. El núcleo más numeroso lo componen 40 médicos militares, entre los cuales figuran desde el subinspector de primera D. Benito Ruiz del Diego, hasta los médicos segundos D. Sixto Martín, D. Juan Madariaga, D. Francisco Durbau, don Valentín Suárez, D. Enrique Solano y D. Juan del Río, los cuales, poseídos del mayor entusiasmo, acuden presurosos al llamamiento de la patria a prestar sus valiosos conocimientos científicos, a fin de contrarrestar los efectos de la guerra. La despedida del pueblo de Santander y autoridades ha sido para los expedicionarios una prueba grande de sus sentimientos patrióticos.”» (La Correspondencia de España, Madrid, 12 agosto 1895, pág. 3.)

1897 «Hospital militar de Ciego de Ávila. Director. D. Manuel Benito Ruiz de Diego, Subinspector Médico de primera.» (Guía Oficial de España, Madrid 1897, pág. 507.)

1898 «Province of Matanzas. Military hospital: Chief director of province of Sanidad, Manuel Benito Ruiz de Diego.» (War Department, Notes and tables on organization and establishment of the Spanish army in the peninsula and colonies, Government Printing Office, Washington 1898, pág. 62.)

Cuatro meses antes de la ocupación de Cuba por los Estados Unidos, tras la firma del vergonzoso Tratado de París de 10 de diciembre de 1898, murió en Madrid, con 60 años, Manuel Benito Ruiz de Diego, ignoramos si de resultas de alguna enfermedad adquirida en Cuba. Dejó viuda a Manuela Taboada Azpilcueta, hija del general Nicolás Taboada y Fernández Trabanco. Su hermano, Julio Benito Ruiz de Diego, también militar, estaba entonces ausente de Madrid.

«† El señor Don Manuel Benito Ruiz de Diego, Subinspector de primera clase de Sanidad Militar, ha fallecido el día 1.º de setiembre de 1898, habiendo recibido los auxilios espirituales. R. I. P. Su desconsolada viuda doña Manuela Taboada y Azpilcueta; hermano D. Julio (ausente), padre político Excmo. Sr. General Don Nicolás Taboada, hermanos políticos, primos, sobrinos y demás parientes, ruegan a sus amigos se sirvan encomendarle a Dios Nuestro Señor y asistir a la conducción del cadáver, que tendrá lugar el día 2 del actual a las diez de la mañana, desde la casa mortuoria, calle del Tutor, núm. 11, al cementerio de la sacramental de San Justo y Pastor, en lo que recibirán favor. El duelo se despide en el cementerio. Se suplica el coche.» (La Correspondencia de España, Madrid, 2 septiembre 1898, pág. 4.)

Fragmentos del Discurso de Manuel Benito en 1866, para inducir su lectura completa y facilitar posibles citas frívolas y apresuradas

“¿Qué cosa más absurda y ridícula que verla frecuentar las Universidades, sostener públicas discusiones y dedicarse al estudio árido y frío de las ciencias? ¿Podría darse más necia pretensión que verla también desempeñar los cargos públicos del profesorado, la magistratura y de los representantes de la patria? No será mucho que la nación que ha instituido los médicos hembras se atreva también a formar jueces hembras y diputados; pero en medio de su civilización tan decantada no revelan un gran adelanto en el conocimiento de la mujer, objeto muy principal en el estudio de las ciencias antropológicas.”

“En los colegios tal vez más que en ninguna otra parte se ven los inconvenientes del contagio moral, siempre que exista una educanda que, por sus naturales inclinaciones o por su mala educación recibida anteriormente, abra los ojos a sus inocentes compañeras sobre cosas que ellas no sabían y debieran ignorar.”

“Decididos, pues, estamos a adoptar la educación en la casa paterna, preferible por más de un concepto a la que se recibe en los colegios, y en este supuesto vamos a exponer los defectos radicales que se advierten en la sociedad actual respecto de este punto y los medios de corregir en cierto modo los resultados funestos de esa torcida y viciosa dirección.”

“Que no olviden las madres esta verdad al tratar de separarse de sus hijas o de dedicarlas a cierto género de ocupaciones o trabajos; tengan presente que los talleres u obradores son por lo común escuelas de corrupción, donde reciben sus hijas los primeros gérmenes del vicio, donde se da tal vez el primer paso en el horrible camino de la infamia. Lo que dije hablando de los colegios relativo a la reunión de jóvenes o de niñas, digo ahora, aunque con más negros colores, respecto de los talleres.”

“La instrucción puramente elemental debe empezar, pues, a los siete años y terminar a los diez. En este periodo aprenderá a leer, escribir y contar, tomando algunas nociones de doctrina cristiana e historia sagrada. Desde esta época en adelante, debe empezar la enseñanza elemental superior, que comprenderá el conocimiento perfecto del idioma patrio, el estudio de la gramática castellana y la lectura de autores clásicos españoles; después aprenderá la geografía y la historia universal, muy principalmente la de España, y por último, algunos elementos de higiene doméstica que tan útiles pueden serla cuando haya de ser madre y señora de casa. Después de estos conocimientos literarios y científicos pueden venir, para aquellas que deseen completar más su instrucción, la asociación de algún idioma extranjero, los estudios puramente de adorno, como la música y el dibujo, según las particulares disposiciones de cada una, no olvidando que antes que todo se debe tener en cuenta la enseñanza de labores y ocupaciones propias de la mujer en el hogar doméstico.”

“La buena educación física ayuda en gran manera en sus fines a la educación moral. Ya hemos manifestado en otro lugar que la educación debe atender al desarrollo de todas las facultades humanas, y por lo tanto al desarrollo simultáneo de la organización, de los sentimientos o facultades afectivas y de la inteligencia. No será buena educación aquella que dé más importancia al desarrollo muscular que a la parte intelectual, ni tampoco la que cultive más la inteligencia que las fuerzas físicas. El predominio exagerado de la parte material da vigor y robustez al cuerpo, pero deja la inteligencia sumergida en un profundo sueño, conduciendo a la estupidez y a la imbecilidad.”

“No faltará tal vez quien, émulo de nuestra gloria y de la sublime misión que estamos llamados a desempeñar en la tierra, juzgue en cierto modo impropio que un médico se ocupe de educación; mas ésta, considerada bajo el punto de vista filosófico, al médico más que a nadie le concierne. La educación no es exclusiva de los pedagogos. El médico, que por la índole de su profesión noble y santa, ora penetra en los alcázares magníficos de los Reyes como en las lujosas viviendas de magnates opulentos, tanto en la modesta morada de la ilustre clase media como en la mísera estancia del proletario y en la rústica cabaña del campesino, que está destinado a investigar sin querer los misterios de todas las familias, que las lleva consuelo en sus calamidades, remedio en sus males, cariñoso afecto en sus aflicciones, él es quien está llamado a infundirlas los sanos consejos que, a la par de los que les dicta su saber en las humanas dolencias, sea no menos dulce bálsamo para apaciguar el alma.”

Textos de Manuel Benito Ruiz de Diego en el proyecto Filosofía en español

1866 ¿Cuál es la educación física y moral de la mujer más conforme a los grandes destinos que la ha confiado la Providencia?, Madrid 1866, 32 páginas.

gbs