Francisco Ayala 1906-2009
Francisco Ayala García-Duarte, quien pronto se hace conocer como precoz escritor, estudia Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, donde se doctora en Derecho y ejerce como profesor. Letrado de las Cortes durante la República, catedrático de Derecho Político por oposición libre con fecha 23 de enero de 1935 (excedente, en la Universidad de La Laguna y luego en Santiago), funcionario del Ministerio de Estado durante la guerra, se establece a su término en Buenos Aires, como profesor de sociología. En 1949 se traslada a la Universidad de Puerto Rico, donde funda la revista La Torre. En 1955 es invitado por la Universidad de Princeton, en 1958 es profesor de español en la Universidad de Rutgers y luego pasa a ejercer en el Bryn Mawr College, de Pensilvania. Desde 1960 visita regularmente España, donde vuelve a establecerse en 1976. Desde 1984 individuo de número de la Real Academia Española de la Lengua (nº 410). Premio Nacional de las Letras Españolas en 1988, Premio Cervantes en 1991, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1998.
1924 «Me explico perfectamente que a los demás les guste ir al café; me lo explico, porque a mí también me gusta. En el café se puede encontrar una escuela viva, donde aprender un poco de todo, penetrar historias ajenas, estudiar tipos, y soñar bellas quimeras. Y –lo que es mejor–, todo esto se aprende con gusto, sin trabajo, porque la cátedra es amena, la explicación sencilla –nada de ribetes pedantescos–, y la autoridad del maestro jamás se deja sentir como una amenaza. Todo lo contrario de lo que ocurre en la mayor parte de las oficialmente llamadas escuelas.» (Francisco Ayala, “Del teatro”, La Época, Madrid, sábado 14 de junio de 1924, pág. 6.)
1925 «Todo crítico, en fin de cuentas, es un lector como otro cualquiera. Quiero dar a entender con esto que también el crítico tiene derecho a abandonarse al solaz de una lectura, sin que el recuerdo de la obligación en que se halla de razonar después sus impresiones, le salga al paso para restarle encanto a su natural emoción de lector puro y simple, más interesado en su propio gusto que en articular un juicio para instrucción de todos. Consideración tan elemental viene a cuento, traída de la mano por la Tragicomedia de un hombre sin espíritu, novela en que acaba de acusar su natalicio literario el adolescente Francisco Ayala. Yo la he leído –y en no escasa parte releído– con una complacencia sin tregua; antes bien, con el vehemente acicate de conocer ulteriores peripecias y subsiguientes reacciones de los caracteres jugados por el autor. He leído libro tan tempranero ganado por la persuasión de que acaso tenga ante mis ojos un fruto cuajado del todo. Y si en realidad no lo estuviere, porque Ayala –dicho queda– es tan joven que aún no le ha abandonado por entero la sombra de la infancia, ¿qué no llegará a producir cuando su inspiración, granada ya, pueda quedar servida por una técnica que sólo se consolida en ese aprendizaje dilatado que es la experiencia? […] Ayala ha sabido acogerse a la sombra de encumbrados árboles de la novela; contemporánea española. Unamuno y Pérez de Ayala, sobre todo, deben de ser autores muy leídos por el joven novelista, muy dado –bien se ve– al culto de Cervantes y su “Quijote”. […] Pero advierto que he traicionado mis primeras palabras, al tratar de justificar mis gratas impresiones de lector. Con ello, al cabo, no he hecho sino consolidar en convencimiento discursivo la favorable disposición de mi deleitado ánimo. Sin que yo tampoco rehúya una confesión. A saber: Francisco Ayala ha nacido muy cerca de mí, y ha vivido siempre cerca de mi afecto. Comprendo, pues, el derecho de muchos a recusar mi juicio por amistad notoria. Pero no es culpa mía que tenga talento un muchacho de mi cariño. Y el tiempo dirá lo demás.» (Melchor Fernández Almagro, “Tragicomedia de un hombre sin espíritu, por Francisco Ayala”, La Época, Madrid, sábado 25 de abril de 1925, pág. 5.)
1926 «Registro general de la propiedad intelectual. Obras inscriptas en este Registro general correspondientes al tercer trimestre del año 1926. […] 55.606 Historia de un amanecer; por D. Francisco Ayala García-Duarte.» (Gaceta de Madrid, 26 diciembre 1926, nº 360, pág. 1720.)
1927 «Ahora ofrecemos al lector la siguiente entrevista, celebrada por Francisco Ayala con Guillermo de Torre, antes de su raid.» (“Madrid = América. 3 Raids Literarios. Guillermo de Torre”, La Gaceta Literaria, 15 agosto 1927.)
1929 «Sigamos con los jóvenes. Francisco Ayala va a publicar un libro –también el tema es joven– titulado Indagación del cinema. Va a ser difícil contestar a algunos extremos de esta indagación.» (Heraldo de Madrid, 4 de junio de 1929, pág. 5.)
«Nueva Literatura (colección novísima, flamante, a la manera de la “Nova navorum” de la Revista de Occidente) se inicia decisiva con un libro ejemplar: Sobre los ángeles, de Rafael Alberti. A este poeta seguirán Pedro Salinas (Incógnito), García Lorca (Teatro), Dámaso Alonso (Narraciones), Jorge Guillén (Poesía), Francisco Ayala (Indagación del cinema), José Bergamín (La cabeza a pájaros), Vicente Aleixandre (La evasión hacia el fondo), Gerardo Diego (Ensayos sobre poesías).» (El Sol, Madrid, domingo 7 de julio de 1929, pág. 2.)
«Los periódicos han popularizado la noticia: Charles Chaplin, transige con el cine sonoro. “Charlot –ha escrito recientemente Francisco Ayala, en Indagación del cinema– es el hombre de los muelles, de los mercados, de las calles, de los rincones urbanos o suburbanos. El hombre sobrante, desocupado y famélico que emigra y merodea”.» (Rufino Aguirre Ibáñez, “Charles Chaplin, sordomudo”, El Adelanto, Salamanca 15 diciembre 1929.)
1930 «Francisco Ayala. Indagación del cinema. Madrid. Mundo Latino. 1929. 3.50 pesetas. A serious study of the cinema as an important form of contemporary art, as well as a significant sociological influence. The art of the screen may be and often is realistic. When it is so, it tends to present entire a block of reality with all its details, rather than a selection of the more significant or expressive elements thereof. Contemporary life appears upon the screen and the influence of the films upon contemporary life is equally apparent. Only in the case of one artist of the screen (Chaplin) has an unheard-of general popularity coincided with the highest approval of those best qualified to judge. The author's analysis of the art of Chaplin is the best the reviewer has seen. A number of other well-known “stars” are subjected to a criticism severe but just. The author seems to be wrong in supposing that the advent of the “talkie” necessarily means the degeneration of the cinema. - A. L. O.» (Books Abroad, University of Oklahoma, Norman, abril 1930, vol. 4, nº 2, pág. 152.)
«Forman hasta ahora parte del Comité los señores: marqués de Guad-el-Jelú, Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Fernando de los Ríos, José Castillejo, Domingo Barnés, Lorenzo Luzuriaga, Navarro Tomás, Pedro Salinas, Ignacio Bauer, vizconde de Eza, César Alba, Fidel Pérez Mínguez, Rafael Luengo, Gascón y Marín, Carlos Mendoza, duque de Canalejas, L. Palacios, A. López Núñez, A. Maeso, P. Martínez Saralegui, Rufino Blanco, Alberto Jiménez, M. A. Ortiz, R. Sánchez Mazas, José Sobrado, Luis Calvo, A. Barbero, Manuel Vich, F. G. Mantilla, A. de Torquemada, Francisco Ayala, M. Pérez Ferrero y Valdelomar.» (“Comité español de cinema educativo”, La Nación, Madrid, martes 29 de julio de 1930, pág. 8.)
1938 «De conformidad con lo prevenido en el apartado a) del artículo tercero del Decreto de veintisiete de Septiembre de mil novecientos treinta y seis, en concordancia con el de seis de Agosto último, de acuerdo con el Consejo de Ministros, y a propuesta del de Instrucción Pública y Sanidad, Vengo en decretar lo siguiente: Se reintegran al servicio activo, con pleno reconocimiento de todos sus derechos, los Profesores numerarios de Universidad que figuran en la siguiente segunda relación, formulada por la Comisión Técnica asesora nombrada al efecto: Don Emilio Alarcos García, de la Universidad de Valladolid. Don Cayetano Alcázar Molina, de la Universidad de Murcia. Don Francisco Ayala García Duarte, excedente. […] Dado en Barcelona, a veinticinco de Febrero de mil novecientos treinta y ocho. MANUEL AZAÑA. El Ministro de Instrucción Pública y Sanidad, JESUS HERNANDEZ TOMAS.» (Gaceta de la República, 27 febrero 1938, nº 58, pág. 1080.)
1950 «En la Décima Sesión de la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana dictaron cursos el profesor Juan Roura Parella sobre La filosofía de la Vida de Dilthey y Spranger y Francisco Ayala sobre Filosofía de la Cultura e Introducción al estudio de la sociedad humana. Ambos profesores han dejado una espléndida impresión de su competencia y seriedad filosóficas. Especialmente el profesor Roura Parella, cuyo curso sobre la filosofía de la vida atrajo extraordinario número de oyentes interesados en escuchar al notable discípulo de Spranger y Hartmann.» (“Recuento de actividades filosóficas”, Revista Cubana de Filosofía, La Habana, enero-diciembre de 1950, nº 6.)
* * *
«Cela, desde que empezó a publicar, en abril de 1956, su revista mensual Papeles de Son Armadans, se dedicó también a una tarea sistemática de recuperación de los intelectuales exiliados y de difusión de su obra en el interior de España: las páginas de esa revista testimonian la constante presencia de Francisco Ayala, Américo Castro, Max Aub, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, a la vez que Papeles era una de las plataformas principales (con Ínsula) de los escritores demócratas que seguían trabajando en España, desde los antiguos liberales y orteguianos Gregorio Marañón y Julián Marías, hasta los jóvenes marxistizantes como Castellet y Barral; desde los católicos progresistas como Aranguren hasta los poetas más representativos de Cataluña, como Riba. También intervinieron los pintores, desde Picasso hasta Miró y Tapies. Cela mismo, en cuanto permanente editorialista de Papeles, tomó clara posición liberal, a favor de todas las libertades, una posición esencialmente antifranquista, como pude observar directamente durante los años que trabajé con él como subdirector de la revista (1961-1964).» (Sergio Vilar, Franquismo y antifranquismo, Orbis, Barcelona 1986, pág. 65.)
1958 «The Balt es un café sobre la calle mayor de Princeton –sobre la calle Nassáu–, frontero al gran solar donde se alzan los principales edificios de la Universidad. Aquí hay siempre profesores de Princeton discurriendo animadamente. Los españoles que residen en la ciudad se sienten en The Balt casi tan a gusto como en un café madrileño. En The Balt se reunía la tertulia de Américo Castro; ahora suele verse aquí a Francisco Ayala, a Vicente Llorens, a Claudio Guillén y algún otro escritor. Desde una de las anchas ventanas del café se columbra la fachada prócer de Nassau Hall, especie de santuario de la cultura norteamericana, edificio colonial cuyo segundo centenario se celebró no hace mucho con la impresión de un sello postal. En el Nassau Hall tiene su despacho el presidente de la Universidad, contiguo a salas que más parecen de museo que de otra cosa.» (Hugo Rodríguez-Alcalá, “José Ferrater Mora en Princeton”, Cuadernos Americanos, México, mayo-junio 1958, nº 99.)
1961 «Venimos preparando otro plan de envergadura mucho mayor desde hace varios meses, respondiendo asimismo a una iniciativa de don Salvador y mía y suscrita por los componentes del «Centro de Documentación y de Estudios», cuya obra decidieron ustedes patrocinar hace un año. Se trata de la convocatoria en Estrasburgo y por el Movimiento Europeo que abarca a las tendencias liberal, demócrata-cristiana y socialista, de una Asamblea que reúna a personalidades españolas del interior y de la emigración según la base de acuerdo que también suscribimos en Oxford Madariaga y yo, cuya copia les adjunto asimismo. Hemos redactado esta base de acuerdo en vista de un conflicto surgido entre algunas personalidades de derecha del interior y las Comisiones Ejecutivas del Partido Socialista y de la U.G.T. No les oculto que la diplomacia franquista se está movilizando activamente para impedir dicha reunión, presionando al gobierno francés para que la prohíba y a los directivos del Movimiento Europeo pera que rectifiquen su acuerdo de auspiciarla. El 18 de los corrientes celebra el Consejo Federal Español una reunión en París, que presidirá Madariaga, con el fin de liquidar en lo posible el conflicto surgido y pasar ya a la convocatoria de dicha conferencia. Por esto verán ustedes que no dejamos de actuar en torno al problema español, no obstante los muchos obstáculos que encontramos en los propios medios españoles, pues, conviene decirlo, en los internacionales encontramos unas facilidades y un entusiasmo que traducen un excelente estado de conciencia por la solución del problema español.» (Carta circular de Julián Gorkin, desde París, 10 de abril de 1961, enviada a Ángel del Río, Francisco Ayala, Francisco García Lorca, Vicente Llorens, José Ferrater Mora y Eugenio Granell.)
Responde al cuestionario del vidrioso agente Sergio Vilar en Manifiesto sobre Arte y Libertad. Encuesta entre los intelectuales y artistas españoles (Las Américas Publishing Company, Nueva York 1963, págs. 77-79).
Francisco Ayala
Nació en Granada el año 1906. Se licenció en Derecho por la Universidad de Madrid y posteriormente se doctoró en el mismo centro docente, que le concedió una beca para estudiar filosofía política y sociología en Alemania. En 1932, un año después de haberse doctorado, obtuvo el puesto de profesor auxiliar de la misma Universidad y en 1934 fue catedrático por oposición.
Al terminar la guerra civil española, marchó a Argentina y allí desarrolló amplia labor como escritor, profesor de sociología –en la Universidad del Litoral y el Colegio Libre de Estudios Superiores–, traductor y editor. En 1949 fue requerido por la Universidad de Puerto Rico para reorganizar uno de los cursos básicos del programa General de Estudios y después para orientar y supervisar el desarrollo de la prensa universitaria. Como componente de este plan fundó la revista La Torre y editó varias colecciones de libros.
Participó en varios congresos internacionales y pronunció numerosas conferencias en las Universidades latinoamericanas de Buenos Aires, Santiago de Chile, Montevideo, Río de Janeiro, La Habana y México, y en algunas de las Universidades norteamericanas como Michigan, Yale, Columbia, así como en las Universidades alemanas de Bonn y Berlín.
En 1955 y 1957 fue invitado como “Visiting Professor” por la Universidad de Princeton para su Departamento de Lenguas Modernas.
En 1958, profesor de Español en la Universidad de Rutgers.
En la actualidad es Presidente del Departamento de Español del Bryn Mawr College, de Pensilvania.
Ha publicado los siguientes libros: Novelas y relatos: Tragicomedia de un hombre sin espíritu, Historia de un amanecer, El Boxeador y su ángel, Cazador en el alba, Los usurpadores, La cabeza del cordero, Historia de Macacos y Muertes de perro. Ensayos sobre literatura: Indagación del cinema, Saavedra Fajardo, Histrionismo y representación, El cine, arte y espectáculo, El escrito en la sociedad de masas, Experiencia e invención. Ensayos de crítica social y pedagogía: El problema del liberalismo, Razón del mundo, Los políticos, Ensayo sobre la libertad, La crisis actual de la enseñanza, Tecnología y Libertad. Estudios sociológicos: Tratado de sociología e Introducción a las ciencias sociales. Colabora en numerosos periódicos y revistas y también fundó en Buenos Aires la revista Realidad.
Respuestas
Usted sabe cuánta es mi prevención respecto del dirigismo estatal en materia artística, y por qué razones. Puede ser conveniente, o no serlo, según las circunstancias, que el Estado dirija, planifique, encauce u oriente la economía, sustituyendo o complementando a la iniciativa privada y no diré yo que en ciertos casos esto no resulte beneficioso y aún necesario; pero ¿cómo podrían los funcionarios, los burócratas, dirigir la creación artística? Si el Estado hubiera de seleccionar al efecto como agentes suyos a ciertos artistas, ¿con qué criterio decidirá quiénes hayan de ser esos “comisarios” del arte? La inanidad grotesca en que se encuentran sumidas la literatura y las artes “soviéticas” atestigua acerca de los resultados de un sistema en que, sin embargo, los escritores y artistas gozan de una situación social privilegiada y cuentan con los halagos del poder público, que les concede todo, excepto libertad creadora. El llorado Hitler también hunificó las artes, y parece que a duras penas vuelve a crecer la hierba donde sus plantas pisaron. Perón no tuvo más pudor que Stalin en exhibir sus gustos artísticos y Truman exhibió los suyos, haciéndonos ver lo que hubiera sido la producción norteamericana si Estados Unidos no fueran tan negligentes respecto de las actividades artísticas de sus ciudadanos.
Ahora bien, usted me pregunta a quién ha de servir el arte, y si su misión es estética o social. Yo creo que el arte surge siempre condicionado por la situación social, y reacciona sobre ella. Esto es así, y no podría ser de otro modo; inclusive el arte de orientación estetizante, y la correspondiente teoría del arte por el arte, responden a una determinada situación y operan sobre ella. De ahí que me parezca tan sospechosa la teoría opuesta del “engagement” o la postulación del arte al servicio de la sociedad, con su pretensión de imponer al artista un “programa” en lugar de la interpretación de la realidad que su intuición –pues para eso es artista– puede sugerirle. Proclamar que el arte debe estar al servicio de la sociedad es señalar el camino hacia un arte dirigido por el Estado… No, el artista no puede crear bajo consignas, impuestas desde fuera, o autoimpuestas, en virtud de consideraciones tales o cuales. Dentro de las limitaciones a que lo someta su sociedad, tiene que ser libre. Ya sabemos que no existe jamás un estado de libertad omnímoda, y que la situación social ejerce, de diversos modos, su censura sobre la obra de creación. Hasta es cierto que, a veces, las restricciones sociales ofrecen precisamente el estímulo para la actividad del artista. Pero afirmar que, existiendo siempre restricciones tales, la censura oficial no constituye impedimento serio para el desarrollo de la obra intelectual o artística, es un sofisma con el que algunos intentan consolarse. Una cosa es la presión de la sociedad dentro de la cual vive y produce el artista, y otra muy distinta la censura ejercida en nombre del Estado por un cuerpo de burócratas. Para el escritor, ella es el instrumento destinado a esterilizarlo –empleemos una palabra fina–. Claro está que, si las presiones de la sociedad pasan de la medida –y la censura señala ese límite– queda suprimida la posibilidad de un arte grande y digno. Se dirá que una sociedad humana puede muy bien vivir y aun prosperar sin el regalo de las artes. Y es verdad. Bueno; muy bien…
Sergio Vilar, Manifiesto sobre Arte y Libertad. Encuesta entre los intelectuales y artistas españoles, Nueva York 1963, páginas 77-79.
★ Textos de Francisco Ayala en el proyecto Filosofía en español
1927 “Madrid = América. 3 Raids Literarios. Guillermo de Torre”, La Gaceta Literaria, 15 agosto 1927.
1929 Indagación del cinema, Mundo Latino, Madrid 1929, 179 páginas.