Filosofía en español 
Filosofía en español

Carlos Bousoño  1923-2015

Poeta y profesor español de literatura, Carlos Bousoño Prieto estudia los dos primeros cursos de Filosofía y Letras en la universidad de su provincia y los concluye en Madrid en 1946. Se doctora en 1949 con la tesis La poesía de Vicente Aleixandre (UCM, T498, 336 h.; publicada en 1950 por Ediciones Ínsula), poeta con el que mantenía una relación amorosa estable desde principios de 1948 (se conservan sesenta cartas de amor de Aleixandre a Bousoño, publicadas en 2016). Profesor de literatura española en la Universidad de Madrid también ejerció en universidades norteamericanas. Matrimonia en 1976 con una exalumna de Puerto Rico. Individuo de número de la Real Academia Española de la Lengua desde 1980 (nº 400), Premio Nacional de las Letras Españolas (1993), Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1995).

1947 «Esto puede comprobarse dondequiera que ustedes hablen, sea en ensayos o en pinturas o en versos, y es, desde luego, un síntoma seguro para calar la autenticidad histórica de cada uno de ustedes. Todo lo que hacen y dicen tiene un vago aire existencialista –de aquí el inevitable magisterio de Miguel Unamuno, mayor que el que ejerció cerca de mi generación–, visible en muy varios matices. La poesía joven española, por ejemplo, oscila entre un existencialismo telúrico y bronco, que Antonio de Zubiarre estudió en Alférez bajo el nombre de tremendismo, y un existencialismo cristiano y suave. En la obra de un buen poeta joven, Carlos Bousoño, pueden verse ejemplarmente reunidas ambas tendencias, la segunda como decantación y purificación de la primera. Al uno lo podríamos llamar purgativo y al otro iluminativo.» (X. Z., “Fragmento de una carta apócrifa”, Alférez, octubre-noviembre 1947, nº 9-10, pág. 12.)

1952 «Aparece la gran revista Poesía Española. Acaba de aparecer en los escaparates de las librerías el primer número de la revista Poesía Española, espléndida publicación que tiende a recoger y aunar el movimiento poético español contemporáneo. Pocas veces en España –estamos por decir que ninguna– ha existido una publicación dedicada a nuestra lírica en la que coincidan como en Poesía Española una feliz conjunción del tecnicismo más apurado y la fluidez de la revista dedicada al selecto público. Por sí sola esta revista basta para que un lector atento se encuentre perfectamente al corriente del movimiento poético actual. Todas estas magníficas condiciones las pone de relieve Poesía Española en una forma realmente extraordinaria, en el primer número que lanza a la calle. Colaboran en él, firmas tan prestigiosas como las de Vicente Aleixandre, José María Alonso Gamo, Carlos Bousoño, Antonio Buero Vallejo, Pablo Cabañas, Roy Campbell, José Luis Cano, José María de Cossío, Ernestina de Champourcin, Gerardo Diego, Jesús Juan Garcés, Ramón de Garciasol, Lorenzo Gomis, Demetrio Castro Villacañas, Leopoldo de Luis, Rafael Montesinos, Rafael Morales, Carlos Edmundo de Ory, Salvador Pérez Valiente, Manuel Pilares, Rafael Santos Torroella, Eugenia Serrano, José Suárez Carreño y José María Valverde. A José García Nieto, el director de la estupenda revista y al brillante cuadro de sus colaboradores nuestra sincera felicitación.» (Imperio, Diario de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S., Zamora, martes 19 de febrero de 1952, pág. 2.)

Asiste en julio de 1954 en México a uno de los cócteles mensuales que ofrecía Emilio Obregón, en su Librería Obregón de la capitalina avenida Juárez, dedicado ese mes al español Dámaso Alonso, que había ofrecido unas conferencias en Monterrey y Ciudad de México:

«Entre los personajes anotamos a don Carlos Prieto, presidente de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey; el encargado de negocios de Colombia en la ausencia del embajador, don Germán Pardo García; licenciado Alfonso Francisco Ramírez, magistrado de la Suprema Corte; el reverendo padre Bravo Ugarte; don Octavio Paz; licenciado Salvador Noriega, don Carlos Bousoño, Carlos Prieto, Agustín Millares Carló; Andrés Henestrosa, Joaquín Díaz Canedo; doctor Daniel Rubín de la Borbolla, Alí Chumacera; Martín Luis Guzmán; doctor Arnaldo Orfila Reinal; Alberto Charles, Enrique González Casanova, licenciado Jorge Portilla, Florentino Martínez Torner, Adalberto Salazar, Pita Amor, licenciada Guillermina Sánchez Meza, Fausto Vega, Ricardo Garibay, licenciado Antonio Flórez Ramírez, Alfonso Alamán, licenciado Luis Ortiz Monasterio, así como varias personas más.»

1955 «A las 20,15. Colegio Mayor Santa Teresa (Fortuny, 53). Conferencia de don Carlos Bousoño sobre “La poesía de Federico García Lorca”.» (Hoja del Lunes, Madrid, lunes 12 de diciembre de 1955, pág. 2.)

En 1962 su nombre aparece en la relación de perceptores de bolsas de viaje auspiciadas desde París por el anticomunista Congreso por la Libertad de la Cultura, con dineros “liberales y europeístas” del gobierno de Washington tutelados por la CIA: “Carlos Bousoño / N. Boal (Asturias), 1923. Reyes Magos, 10, Madrid / Méjico, 15” (Travaux en cours; bolsas de viaje 1961 y 1962).

Responde al cuestionario del vidrioso agente Sergio Vilar en Manifiesto sobre Arte y Libertad. Encuesta entre los intelectuales y artistas españoles (Las Américas Publishing Company, Nueva York 1963, págs. 98-99).

Carlos Bousoño

Nace en Boal (Asturias) el 9 de mayo de 1923. Estudia Filosofía y Letras en la Universidad de Oviedo, y los cursos especiales de Filología Románica los sigue en la de Madrid, en la que se doctoró en 1949. Con anterioridad (1946) pronunció conferencias en México y en el año 1947 fue profesor en el Wellesley College, Estados Unidos. Desde 1950 es profesor de la Facultad de Letras de la Universidad de Madrid.

Libros publicados: Seis calas en la expresión literaria española (en colaboración con Dámaso Alonso), La poesía de Vicente Aleixandre, Teoría de la expresión poética (Premio Fastenrath) y la recopilación de sus poemas en Poesías completas (Primavera de la muerte).

Respuestas

El artista crea siempre condiciones por las más diversas resistencias, entre las cuales se cuentan el estado de la sociedad en que vive, los gustos-límites de sus posibles lectores en un determinado momento, las normas estéticas y hasta morales que están vigentes entre las minorías, etcétera. El tiempo y el espacio y lo que ello supone le aprisionan, aunque tal cárcel tenga la mayoría de las veces color de libertad. En este sentido, el artista no es nunca libre por completo, lo cual anda lejos de resultar precisamente un mal, pues la cosa no puede ser de otro modo. El mal empieza más allá de esa frontera de limitaciones “naturales” del arte, cuando, forzando el margen de libertad que al escritor le resta, se le quiere imponer desde fuera, de un modo u otro, lo que violenta el temperamento personal del escritor o su moral o el curso mismo de la historia literaria. El resultado entonces puede vaticinarse: mediocridad e insensatez, o una mezcla, en proporción variada, de esas dos negativas calificaciones.

Nuestra época que, en un determinado sector, ha vuelto un poco, e incluso un demasiado, a ciertos aspectos de la Poética de Luzán y de otros tratadistas afines, con sus discriminaciones entre arte sólo “útil”, arte sólo agradable y arte provechoso a la par que placentero, es capaz de preguntarse si la misión del arte es estética o social. Yo no creo que una cosa excluya a la otra, y pienso que todo arte es siempre, y forzosamente, social y, por supuesto, estético, ya que, por un lado, la comunicación no es una cualidad superflua y declinable de la literatura, y, por el otro, tampoco es declinable su expresividad, requisito indispensable de una literatura que quiera ser algo más que retórica. Si la poesía, por ejemplo, sólo aspirase luzanescamente a la utilidad o al servicio, ni sería útil ni serviría para nada, pues para que la poesía sirva es necesario que previamente exista como tal, verdad perogrullesca y, sin embargo, misteriosamente olvidada hoy por algunos con demasiada frecuencia.

Entre las misiones fundamentales del escritor, está, no obstante, la de ser conciencia viva de su sociedad y de su tiempo, y, si el caso se presenta, la de “poner en juego su seguridad personal” en la defensa “de los derechos humanos de quienes le circundan”. Si creemos en los “derechos humanos” nos obligamos a pensar que el hombre los merece y no creo que siendo así la cosa pueda planteársele al escritor, en el instante de su servicio al hombre, una cuestión de méritos como la que se apunta en la pregunta 6ª de la encuesta que se nos propone.

Sergio Vilar, Manifiesto sobre Arte y Libertad. Encuesta entre los intelectuales y artistas españoles, Nueva York 1963, páginas 98-99.

1983 «L'Espagne actuelle compte encore d'autres esthéticiens. [...] Comment oublier aussi Carlos Bousoño, Luis Rey Altuna, Pedro Font y Puig (La belleza de la ciencia, 1921), Fermín de Urmeneta (exégète profond de Juan Ramón Jiménez et d'E. d'Ors) ou José Luis Gómez Martínez (auquel on doit une profonde Teoría del ensayo, Salamanca 1981)?» (Alain Guy, Histoire de la philosophie espagnole, Université de Toulouse-le Mirail, Toulouse 1983, pág. 368.)

1992 «Se inicia un ciclo de debates sobre los cuatro mitos españoles. Los cuatro grandes mitos hispánicos universales, la Celestina, el Lazarillo, Don Quijote y don Juan, son analizados por escritores y filósofos en un ciclo de conferencias que comenzó ayer en Madrid y que terminará el 3 de diciembre con un debate titulado ¿Un futuro sin mitos? El ciclo, que ha preparado Santos Sanz Villanueva, de la Universidad Complutense, para el Madrid Cultural, se celebra en el Centro Cultural de la. Villa y parte de la idea, expresada por sus organizadores, de que pocos países han contribuido de un modo tan destacado como España en símbolos convertidos en representaciones de la naturaleza humana: “El mayor de todos ellos, Don Quijote, parte de un ceñido localismo para dispararse hasta horizontes en los que se reconocen todos los hombres de todas las épocas.”. La sesión de ayer trató sobre el valor de los símbolos, con la participación de los poetas José Hierro (que moderó la sesión) y Carlos Bousoño, el filósofo Gustavo Bueno, el ex presidente argentino Raúl Alfonsín, y el filólogo Alfonso Ortega. Ortega habló de la función principal del mito en la Antigüedad, que es simbólica, y añadió que si no hay símbolo no se puede decir que haya verdadera poesía. Bousoño definió el símbolo como una palabra o frase que genera asociaciones no conscientes en una serie cuyo último término es una emoción consciente. Alfonsín citó a Borges al decir que en el principio de la literatura está el mito y asimismo en el fin. El contenido de la conferencia del político llevó a Gustavo Bueno a decir luego que Alfonsín es “aristotélico perdido”, porque piensa que los mitos literarios tienen una esencialidad, un valor superior a los héroes reales. Por eso la poesía es más filosófica que la historia, según razonó Bueno, porque la poesía habla de mitos universales no sometidos a la efímera transición de los acontecimientos.» (El País, Madrid, 25 noviembre 1992.)

2015 «La última vez que estuve con Carlos Bousoño fue hace poco menos de diez años, comiendo en Lastres en casa de Lola Lucio y con Juan Benito en vena brillante. Después de comer, Carlos y Ruth tenían que tomar el avión en Ranón, y los llevamos mi mujer y yo en un Ford azul que aquel día hacía su último viaje. El día siguiente cambiamos de coche, por lo que su despedida de las carreteras fue para transportar a un gran poeta, culminación que no está al alcance de todos los coches, evidentemente. A Carlos Bousoño le gustaba muchísimo el queso de Gamonéu: yo se lo enviaba, comprado en Cangas de Onís, y él correspondía con unos embutidos excelentes, que me hacía llegar por medio de unos amigos suyos, un matrimonio un poco trotamundos que vivía en Gijón, frente al Café Dindurra. Con un poeta como Bousoño se podía hablar de todo lo divino y humano, de San Juan de la Cruz y de embutidos.» (Ignacio Gracia Noriega, “Último viaje con Carlos Bousoño”, La Nueva España, Oviedo, 26 octubre 2015.)

2016 «Con motivo del fallecimiento de Carlos Bousoño se ha producido cierto malestar en Boal por motivo de que el poeta, aunque nacido en esa localidad del occidente asturiano, en el curso de su vida, le había prestado poca atención. Tal vez sea cierto. Bousoño abandonó Boal pronto y es posible que no haya ido mucho por allí a partir de entonces. En realidad, nada más lejos de la poesía y de la forma de ser de Bousoño que el localismo. […] Bousoño nació en Boal el 9 de mayo de 1923. Su madre ejercía como maestra y allí se casó con Luis Bousoño, el cual, cuando el futuro poeta tenía un año, se estableció en Oviedo, poniendo una tienda de tejidos en la calle Pelayo. Muerta la madre y el padre en Méjico, como empleado de Fundiciones Monterrey, la gran factoría del empresario asturiano (de Bueño) Carlos Prieto, Carlos y su hermano Luis vivieron con su tía abuela Manuela Fernández de la Llana, casada con el erudito Bernardo Acevedo y Huelves, autor de un notable libro sobre los vaqueiros de alzada. Ni la Revolución del 34, ni el cerco de la ciudad repercutieron en él. Sus textos autobiográficos no mencionan aquellos sucesos. En 1937 regresa a Boal para estudiar el tercer curso del bachillerato como alumno libre del Colegio del Ave María. Y en 1943 marcha a Madrid para hacer el tercer curso de Filosofía y Letras. Su pariente el canónigo Cesáreo Rodríguez, autor de varias joyas de literatura piadosa-surrealista, le despide con una recomendación en una nota a pie de página de su obra magna El esfuerzo medular del krausismo contra la obra gigante de Menéndez y Pelayo: “Que aunque joven y perdido en la vorágine madrileña, Carlos sepa resistir a las tentaciones orteguianas”.» (Ignacio Gracia Noriega, “Bousoño no ejercía de asturiano”, La Nueva España, Oviedo, 13 febrero 2016.)

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