Tomo primero ❦ Carta décima
Corrígese la errada explicación de un Fenómeno, y se propone la verdadera
1. Amigo y señor mío: El Fenómeno que Vmd. me refiere haber observado en la grande, y procelosa nevada que poco ha padecieron esa Ciudad, y gran espacio del País adyacente, nada tiene de singular, o extraordinario; pero es lo mucho el modo de filosofar de aquel Rmo. P. Mro. de quien Vmd. solicitó la explicación de la causa. Era, me dice Vmd. grande el frío, impetuoso el viento, mucha la nieve que caía, cuando Vmd. caminaba en el coche con su ilustre pariente; y no sé si alguna, o algunas personas más, porque ya no tengo presente la Carta. Pasado algún espacio de tiempo, y de camino, notó Vmd. que las vidrieras del coche por toda la superficie interior estaban cubiertas de nieve, lo que Vmd. no pudo ver sin gran admiración; porque por una parte fue fácil advertir [124] que aquella nieve no podía haber entrado por la comisura de las vidrieras con la madera del coche, ya por estar éstas muy ajustadas, ya porque si hubiese entrado por allí, en vez de hacer movimiento reflejo para pegarse a las vidrieras, se hubiera esparcido confusamente por la concavidad del coche; y por otra parte aun hallaba Vmd. mayor dificultad, en que la nieve hubiese penetrado el vidrio, cuyos poros no dan tránsito al aura más sutil. Añade Vmd. que habiendo después meditado largamente sobre el caso, no halló otra salida a la duda, que una vacilante inclinación, a que acaso el violento ímpetu del viento, estrujando, y dividiendo más las partículas de la nieve en la colisión contra los vidrios del coche, las forzase a introducirse por sus angostísimos poros. Pero no satisfaciendo a Vmd. este pensamiento, fue a proponer la dificultad al Rmo. P. Mro. N.; sujeto, que logra una gran opinión de doctrina en esa populosa Ciudad. Éste, sin la menor perplejidad, asintió a que la nieve había penetrado el vidrio. Y oponiéndole Vmd. que siendo el vidrio de una textura tan compacta, que no da paso por sus poros al aire, ¿cómo era posible haberle dado a la nieve? Con serenísimo magisterio le respondió: Señor D. N., es cierto que por lo común el aire es más sutil, que la nieve; pero sepa Vmd. que la nieve de este año es más sutil que el aire. No sé cómo al leer esta sentencia, con la fuerza de la risa, no se me reventaron las venas del pecho. Si Vmd. por muchas circunstancias, no fuese tan digno del respeto y atención cortesana de ese Religioso, y de otro cualquiera, creyera, que por irrisión, o mofa se le había dado esa respuesta.
2. Señor mío, ese Padre Maestro será un gran Teólogo Escolástico, Moral y Dogmático. Será acaso también muy versado en la Sagrada Escritura, Sagrados Cánones, Filosofía Moral, Historia Eclesiástica, y Profana, &c. y por estas prendas gozará muy justamente los aplausos de Docto, que le da el Pueblo. Pero por lo que mira a la Filosofía Natural, parece que aun no ha tocado sus umbrales. No sólo ninguna nieve puede igualar (cuanto más exceder) [125] la sutileza del aire, mas ni aun del agua. La razón es clara; porque la nieve no es otra cosa, que el agua condensada en cierto modo. ¿No es caer en una contradicción manifiesta, pensar que el agua condensada sea más sutil, que el agua líquida? La condensación de un líquido se hace por la recíproca adhesión de unas partículas a otras; o no es otra cosa, que esa misma adhesión. Si, pues, las partículas del agua sueltas, en cuyo estado cada una se puede mover, sin que las demás le sirvan de embarazo, no pueden penetrar los poros del vidrio; ¿cómo podrán penetrarle unidas, cuando ya los poros no pueden recibirlas una por una, pues a esto se opone la adhesión recíproca de ellas? Pero acaso la fuerza del viento, como parece pensó Vmd. en la colisión contra un cuerpo sólido, puede desunirlas. Norabuena que sea así. La mayor desunión que puede darlas, es reduciendo la nieve al estado de fluidez, que tenía antes de condensarse; esto es, resolviendo la nieve en agua. ¿Pero qué haremos con esto? Ningún agua hay tan sutil, que penetre el vidrio, aunque contra él la impelan con la mayor violencia, que cabe en humano agente. Antes se logrará con el impulso romper el vidrio, que abrir paso por sus poros al agua. Luego nada se logrará con liquidar enteramente la nieve.
3. ¿Pero de dónde pretendería el Padre Maestro deducir el extraño concepto, de que la nieve de este año sea más sutil que el aire, ni aun que la nieve de los demás años? Júzgolo inaveriguable, si él no lo quiere revelar. La nieve de este año se forma de la misma especie de agua, que la de todos los demás años; esto es, de la de las nubes. Condénsala el frío de la Atmósfera ahora, como siempre. Toda la diferencia podrá estar en que el frío haya sido algo mayor este año, que algunos otros. Pero lo que de aquí debe resultar es, que la nieve esté más condensada, y por consiguiente sea menos penetrante, lo que es directamente opuesto a lo que el Padre Maestro pretende.
4. No nos detengamos ya más en la impugnación de tan indefensable paradoja, y vamos a explicar la causa del fenómeno. [126] Digo, que la materia de la nieve que cubría por la superficie interior las vidrieras del coche, no vino de afuera sino de adentro; y en la parte misma, donde estaba dicha nieve colocada, recibió la coagulación que la hizo nieve. ¿Qué materia fue ésta? Los hálitos de los mismos que estaban en el coche, los cuales, llegando a las vidrieras, en ellas se congelaban, por la gran frialdad que al vidrio había comunicado, y estaba incesantemente comunicando el ambiente externo.
5. Para entender esto, se debe suponer, que de nuestros cuerpos, y de todo el ámbito de ellos, estamos continuamente exhalando gran cantidad de vapores. Santorio, Médico Paduano, que con particular cuidado se aplicó a hacer experimentos sobre esta materia, por ellos descubrió, que de las ocho partes de lo que comemos, y bebemos, las cinco, poco más, o menos, salen por la insensible transpiración; esto es, resueltas en vapores por los poros del cutis: aunque otros después de Santorio hallaron, que la transpiración en los viejos no es tanta; y aun de unos hombres a otros, dentro de una misma edad, hay desigualdad bastante. Mas como quiera, siempre es mucha la copia de vapores que exhalamos; en que también se debe hacer cuenta de lo que en la respiración evaporamos. Estos vapores, si después que salieron, encuentran algún cuerpo muy sólido, y frío, en su superficie se coagulan más, o menos, según la mayor, o menor intensión del frío; lo que se hace más sensible, si la superficie es tersa, y bruñida como la del vidrio; porque no siéndolo, se esconde la mayor parte del humor coagulado de las grietas, y pequeños hoyos del cuerpo que le recibe. Este Fenómeno es vulgarísimo, y cualquiera podrá observarle respirando contra un vidrio, o cualquier cuerpo metálico liso, que estén muy fríos. Nótase asimismo con frecuencia en las vidrieras de las ventanas, en las mañanas de helada; porque enfriándose mucho en el discurso de la noche por el ambiente externo, los vapores que andan errando dentro del cuarto, llegando a su superficie interior, en ella se coagulan. Pienso, que en alguna parte del Teatro Crítico he [127] desengañado a los que piensan, que aquella humedad viene de afuera, con la demostración, de que si fuese así, también estaría humedecido el vidrio por la superficie exterior, lo cual no sucede.
6. He dicho, que la coagulación es mayor, o menor, según es más, o menos intenso el frío. Si el frío es bastantemente intenso, pero no muy excesivo, se coagula en agua el vapor; mas si es muy intenso, se congela. Esto he observado yo en algunas mañanas, que sucedían a noches friísimas, en las cuales se veía una crusta de licor helado sobre la superficie interior de la vidriera.
7. No era, pues, otra cosa, Señor mío, ni pendía de otra causa la congelación, sobre que Vmd. me escribe. Los vapores que Vmd. y su compañero, o compañeros de coche exhalaban, llegando a la superficie interior de las vidrieras, que hallaban intensísimamente frías, se congelaron en ella. Da Vmd. a aquella congelación el nombre de nieve; pero realmente era hielo, aunque hielo que tenía alguna leve apariencia de nieve, por estar muy enrarecido, o contener muchos pequeños huecos llenos de aire, lo que le quitaría mucho de la diafanidad, y a proporción le blanquearía, como yo lo he observado en las congelaciones hechas en las vidrieras de mi Celda. Esto proviene de que en semejantes casos las partículas vaporosas no se unen recíprocamente con tal contigüidad. Para cuya inteligencia imaginase, que aquellas partículas, como es más que probable, son esféricas; puesto lo cual, supóngase, que dos partículas de éstas, colocándose inmediatas una a otra en la superficie del vidrio, se hielan. Venga después otra partícula perpendicular al punto, en que se unen las dos: es claro, que asentándose sobre ellas, ha de quedar entre las tres algún espacio vacío, y lo mismo sucederá agregándose otras por los dos lados; así como en un montón de bolas, necesariamente quedan muchos espacios vacíos de la materia de las bolas, y llenos de aire.
8. La razón porque el aire contenido en los huecos del hielo le quita diafanidad, y da blancura, envuelve una Física [128] algo profunda, en la cual, si se me metiese ahora, haría más larga esta Carta, que lo que mis presentes ocupaciones permiten. Para no dejarle a Vmd. duda alguna, de que el aire contenido en el hielo hace aquellos dos efectos, bastará hacerle presente que la espuma del agua, no siendo más que agua compuesta en esferillas muy delgadas, y huecas, por el aire que contiene dentro de ellas, es tan blanca, y tan nada diáfana. En la espuma es mucho mayor la cantidad de aire contenido, que en el hielo de que hablamos; pues de todo su volumen, apenas es agua la centésima parte, y por eso la hace más blanca, y más opaca. Creo también, que no ignorará Vmd. que algunos pequeños espacios, que se notan blancos, y menos transparentes que el resto, en los vidrios más viles, salen así de la Fábrica, porque al formarse quedó alguna porción de aire interceptada en aquellas partes.
9. Concurre también a darle alguna apariencia de nieve a este hielo la aspereza, o desigualdad de la superficie. El hielo de un estanque, o de un río tiene la superficie igual, porque la tenía el agua, sobre quien vino el frío, que la heló. Pero en nuestro caso se va formando el hielo, no sobre un licor congregado antes, sino sobre varias ondas de vapores, que sucesivamente se van arrimando al vidrio, y cuyas partículas no vienen ordenadas con cuenta, y razón; de modo, que tantas se coloquen en una parte del vidrio, como en otra, sino según la casual agitación que reciben; a que es consiguiente, que asentándose mayor porción en un sitio, que en otro, el hielo será más alto, o más grueso en una parte, que en otra. Soy de Vmd. &c.