Filosofía en español 
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Tomo primero Carta vigésimo quinta

Sobre la virtud curativa de Lamparones, atribuida a los Reyes de Francia

1. Muy señor mío: Mil veces me ha sucedido no poder averiguar, si era verdad, o mentira, tal, o tal cosa, que se decía haber sucedido en esta Ciudad que habito; y ¿quiere Vmd. que sepa a punto fijo lo que pasa en Versalles? Pregúntame Vmd. si es verdad lo que los Franceses publican, y muchos Autores refieren, que los Reyes de Francia con el contacto curan los Lamparones, y si en caso de ser verdad, esta virtud se debe juzgar natural, o sobrenatural. [199]

2. A la primera parte de la pregunta, apenas tengo que responder, sino lo que ella misma supone, esto es, que los Franceses lo publican, y muchos Autores lo refieren. Pero ya se ve, que Vmd. no se contenta con esta respuesta, o no tiene por respuesta lo que supone la pregunta. Ni yo tampoco pretendo, que legítimamente lo sea. Lo que en aquello quiero significar, sólo es, que apenas tengo otro principio por donde hacer juicio de lo que hay de realidad en el asunto, sino verlo publicado por los Franceses, y afirmado por muchos Escritores. ¿Mas bastará esto para que demos asenso firme a que los Reyes de Francia tienen tal virtud? Rem difficilem postulasti. Materia es que admite un poco de Crítica. Vamos con ella, pues parece que eso es lo que Vmd. desea.

3. Lo primero que ocurre, para representar aquel principio falible, es, que la fama de que los Reyes de Francia tienen la virtud de curar los Lamparones, trae su origen de los que son interesados en esa fama. Vocéanlo, y escríbenlo los Franceses. ¿Quién no ve, que contemplan como gloria de la Nación, que gocen esta prerrogativa sus Reyes? La adulación puede también tener en ello su parte. Es máxima de los Cortesanos, y mucho más de los favorecidos, preconizar, ya con verdad, ya sin ella, excelencias de los Príncipes. Es verdad, que muchos Autores, que no son Franceses, afirman aquella prerrogativa de los Reyes de Francia. ¿Pero de quiénes adquirieron éstos la noticia, sino de los Franceses?

4. Más: Es hecho constante, que a la Corte de Francia concurre de varias partes gran número de los que padecen la enfermedad dicha, y que anualmente el día de Pentecostés, el Rey Cristianísimo, habiéndose confesado, y comulgado en el Convento de San Francisco, los toca a todos en la frente, puesta la mano en forma de Cruz, pronunciando aquellas palabras: Rex tangit te, Deus sanat te, in nomine Patris, & Filii, & Spiritus sancti. En unos Autores he leído sanat, en otros sanet. Este hecho supuesto, parece no se puede dudar de la virtud en cuestión; pues a tantas [200] experiencias, si éstas no la calificasen, no podría menos de seguirse el desengaño.

5. El argumento es fuerte. ¿Pero qué diremos, si el mismo milita a favor de los Reyes de Inglaterra, en prueba de que tienen virtud, no sólo de curar de los Lamparones, mas también de la Gota Coral? Es cierto, que los Ingleses atribuyen a sus Reyes estas dos gracias gratis datas, aunque discordes en cuanto al origen; queriendo algunos, que venga de San Eduardo: otros, de otro Rey mucho más antiguo: otros, en fin, que obtuvieron este gran privilegio los Reyes de Inglaterra por la intercesión de Josef de Arimatea, quien pretende la Nación Inglesa haya sido su primer Apóstol. Polidoro Virgilio, que no fue inglés, sino italiano, y por esta parte podemos considerarle desapasionado; pero estuvo mucho tiempo en Inglaterra, y por ésta se puede juzgar, que estaba enterado de la verdad, concuerda con los Ingleses en esta prerrogativa de sus Reyes. Con todo, el testimonio de este Autor a nadie debe hacer fuerza; porque sobre no tener la mayor reputación de fidedigno, estaba domiciliado en Inglaterra, donde poseía un Beneficio Eclesiástico: con que es bien verosímil, que por adular a la Nación, y al Rey, escribiese lo que no creía. Más fuerza hace el Venerable Guiberto, Abad de Nogent, que floreció más ha de seiscientos años, y dice, que en su tiempo, así el Rey de Inglaterra, como el de Francia, tocaban a los enfermos de Lamparones. Este Autor era Francés, con que no hay por qué repeler su testimonio.

6. Pero sea así lo que dicen estos Autores; como ambos escribieron antes del Cisma Anglicano, aunque Polidoro muy poco antes, todo lo que puede probar su deposición, es, que los Reyes de Inglaterra gozaron aquella prerrogativa mientras fueron Católicos. Y si los Ingleses hoy no pretendiesen más que esto, acaso merecerían, por lo menos, una condescendencia cortesana. Pero no es así. Aun después del Cisma se abrogan esa gloria; y los Reyes, firmes en mantener el crédito de curanderos, públicamente hacen, como los Reyes de Francia, la ceremonia de tocar a los que [201] padecen Lamparones; y demás de éstos, a los achacosos de Gota Coral. Así lo refiere Juan Doléo, el cual en su Enciclopedia Quirúrgica, lib. 2, cap. 2, exactamente describe el rito, y formalidad con que unos, y otros Reyes proceden en este acto, que a la verdad no se diferencian en la substancia.

7. Puesto lo cual, se echa de ver, que el argumento propuesto arriba, si prueba para los Reyes de Francia, prueba del mismo modo para los de Inglaterra. ¿Cómo, si éstos no tienen la virtud que los Nacionales les atribuyen, las repetidas experiencias de los que pretendiendo curarse con su contacto, quedan, después de lograrle, enfermos como antes, no desengañan a Reyes, y Vasallos? El que hoy no tienen tal virtud, es constante; pues aunque Dios puede comunicar una gracia gratis data a grandes pecadores; y aun a Infieles, es totalmente increíble, que la comunique en circunstancias, en que ella se pueda hacer argumento a favor de su errada creencia. ¿Quién no ve que en esta circunstancia se hallan los Reyes Anglicanos después de su apostasía? Luego todos estamos obligados a buscar solución a aquel argumento.

8. Lo segundo ocurre, para hacer dudosa la virtud de los Reyes de Francia, el que algunos dicen, que muchos que fueron a la Corte de Francia a curarse de los Lamparones por este medio, no lograron la curación. A dos sujetos, naturales de Provincias de España, vecinas a la Francia, oí, que ésta era voz común en aquellas Provincias.

9. Lo tercero, esfuerza la duda la discrepancia que hay entre los mismos Autores Franceses sobre la antigüedad, y origen de esta prerrogativa. Unos la hacen venir desde Clodoveo, como premio de su conversión a la Fe: otros del Rey Roberto, llamado el Devoto: otros, a quienes apoya Mateo de París, del Santo Rey Luis. Pero esto último es incompatible con lo que dice el Abad de Nogent, citado arriba; porque San Luis fue muy posterior a Guiberto; y éste afirma, que ya en su tiempo los Reyes de Francia tocaban los dañados de los Lamparones.

10. Lo cuarto, aun supuesto que los Scrofulosos, tocados [202] por el Rey Cristianísimo, se curen, se puede dudar si logran este beneficio por virtud existente en aquel Príncipe, o por otra causa diversa. En efecto, algunos Autores han querido atribuirlo a otra causa. Juan Doléo, y Juan Jacobo Waldsmit pretenden, que esa cura sea obra de la imaginación, diciendo, que la presencia de un tan gran Rey, y el aparato de la ceremonia, hacen una impresión tan fuerte en el espíritu de los enfermos, que mediante ella, toman otra determinación los humores. Otros discurren, que la mudanza de clima, y el ejercicio de un largo viaje, en los que van de muy lejos, les hacen ese beneficio. Y en fin, no faltan quienes sospechen, que, o antes, o después del contacto del Rey, los médicos les aplican algunos eficaces remedios.

11. Esto último, con la ocasión de impugnar a Guillermo Tookero, Autor Anglicano, afirma el Padre Delrío se practica en Inglaterra. Había Tookero, en tiempo de la Reina Isabela, compuesto un libro, intitulado: Charisma, sive Donum sanationis, cuyo asunto era probar, que aquella Princesa poseía la gracia de curar los Lamparones. En este Autor tan desatinado, que osa afirmar, que los Reyes de Francia sólo tienen la gracia curativa de esta enfermedad por herencia, o participación de los de Inglaterra, como poseedores hoy de las muchas Provincias, que un tiempo dominaron en la Francia los Reyes Anglicanos. Impúgnale con solidez, y energía el Padre Delrío, sobre el asunto principal de la pretendida gracia de la Reina Isabela, deduciendo de su mismo Escrito argumentos eficacísimos en contrario; y añade como de noticia positiva, que a los enfermos, que tocaba la Reina, primero los Médicos les aplicaban ciertos emplastos: con que en caso que uno, u otro sanase, a los Médicos, y no a la Reina, se debería.

12. ¿Podrá conjeturarse, que en Francia pasa lo mismo? Una circunstancia que, según la descripción de Juan Doléo interviene en aquel rito, abre algún resquicio a la sospecha. Los Médicos son los que presentan al Rey los enfermos. ¿No saldrán ya acaso algunos curados de sus manos? [203] ¿Y superficialmente acaso todos? Digo superficialmente porque el desentumecer por algún breve tiempo los Lamparones, creo que es bien fácil a la Medicina. Ni esto es acusar de dolo, o mala fe al Rey Cristianísimo, el cual, aun cuando haya tal maniobra, es cierto que la ignorara. ¿Quién se atreverá a darle la noticia, cuando en ella se le muestra un error suyo, y se le despoja de una imaginada ilustre prerrogativa? Como insigne atentado condenaría la política cortesana esta osadía. En sucediendo que un príncipe falsamente concibe alguna excelencia suya, su engaño se debe reputar enfermedad incurable, no por falta de medicina, sino de Médico.

13. No obstante todo lo dicho, yo me inclino a la opinión común, a quien basta la cualidad de común, para que no nos apartemos de ella, sólo por conjeturas, y sospechas. Cuanto se opone contra la virtud en cuestión, tiene poca, o ninguna fuerza. Confesaré, u daré de barato, que muchos de los que son tocados del Rey Cristianísimo no sanan. Esto puede pender de que no tengan la Fe necesaria, u otra disposición, que sea menester para lograr la cura. Dice Juan Doléo, que el Rey después de tocarlos, los prescribe nueve días de ayuno. Acaso éste será un requisito para la curación; y muchos, no entendiendolo así, no observarán, u observarán mal el ayuno.

14. La discrepancia de opiniones, en cuanto al origen de la gracia, nada prueba. En todas clases de cosas son innumerables los efectos ciertos, y dudosas, e ignoradas las causas. La existencia de tales, o tales familias, es incontestable su origen, y antigüedad, u disputada, o enteramente escondida.

15. Lo que dicen Doléo, y Waldsmit de ser aquellas curas obras de la imaginación, tengo por un notable desbarro. ¿Por ventura los Scrofulosos, o gran parte de ellos, sin parecer ante el Rey de Francia, no padecen en algunas ocasiones grandes conmociones de ánimo? ¿No hacen en su imaginación violentas impresiones algunos objetos, ya terríficos, ya tristes, ya alegres, ya también, tal vez, sólo por [204] inopinados? ¿Cómo no se curan entonces? Ni tiene más verosimilitud el que la mudanza de clima, y ejercicio de caminar sean causa de la sanidad. Si lo fuesen, sanarían también los que de España van a Italia, o a Alemania, o los que de allá vienen acá.

16. Finalmente, el que los Médicos presenten los enfermos al Rey, no funda sospecha de previa curación, porque tiene otra causa evidente, y legítima. Deben pasar primero los enfermos por las manos, y ojos de los Médicos, para que examinen, si los tumores que tienen son Scrofulosos, u de otra especie; y aun también para que vean si hay tales tumores. Es el caso, que el Rey a todos los enfermos, que toca, hace alguna dádiva, y podrían, por lograrla, fingirse Scrofulosos algunos que están muy sanos.

17. Esto es lo que siento en cuanto al hecho. En cuanto al derecho me resta una duda, en la cual hasta ahora a nadie vi tropezar; y es, si la gracia curativa de los Lamparones es como habitual, e inherente a la Corona de Francia, o sólo actualmente comunicada al Rey, cuando llega el caso de curar; lo que puede pender de la fe, que tiene con el uso de la señal de la Cruz, e invocación de la Santísima Trinidad. Y en verdad, que esto segundo me parece más verosímil, y más conforme a la práctica común de la Providencia Divina en las curaciones preternaturales. Basta, para que se logre la curación, el que en los Reyes de Francia sea como hereditaria la persuasión de la eficacia del rito, aunque no lo sea la misma gracia curativa. Esta persuasión, aunque ocasionada de la noticia de las curaciones hechas por los Reyes predecesores, puede tener en cada uno por objeto motivo una confianza sobrenatural en la señal de la Cruz, y en la invocación de la Santísima Trinidad, y por este camino influir en la curación. Que sea de un modo, que de otro, ya ve Vmd. que la curación no puede menos de ser preternatural: con que tengo respondido a una, y otra pregunta.

18. El que los Reyes de Inglaterra, después que se han separado de la Iglesia, curen de esta enfermedad, ni de otra, [205] tengo por patraña heretical. De lo mismo que dice Guillermo Tookero, en comprobación de su virtud, se colige, que todo es impostura.

19. Ahora, por apéndice de mi respuesta, voy a comunicar a Vmd. una noticia, que no sé si me dará albricias por ella. Sepa Vmd. que no falta quien diga que también nuestros Reyes tienen la gracia de curar Lamparones, no por Reyes de Castilla, sino por serlo de Aragón, a cuya Corona está anexa aquella prerrogativa, según afirma Pedro Antonio Beuter, Autor Valenciano, citado por Gaspar de los Reyes, que insinúa dar asenso a ello. ¿Qué le parece a Vmd.? ¿Lo creeremos?

20. Pero esto es nada. Sepa más Vmd. que el mismo Gaspar de los Reyes cita no menos de doce Autores, que afirman, que los Reyes de España gozan de la admirable prerrogativa de expeler los Demonios de los cuerpos de los Energúmenos; y esto sin más diligencia, que ponerse en presencia de ellos: y el mismo Reyes añade, que afirmándolo tantos, y tan graves Autores, se les debe dar entero crédito; sin advertir, que cualquier adulador, que publique alguna fingida excelencia del Príncipe, rara vez deja de tener infinitos que le siguen. Donde hay tantas fingidas Energúmenas, aún serían muchas más, si viesen bien establecida en España esta creencia; pues, como hoy, por vaguear, piden que las lleven a tal, o tal Santuario, entonces clamarían por ir a la Corte; y me persuado a que las más finas Aragonesas más querrían ver la cara del Rey, que la de nuestra Señora del Pilar. Nuestro Señor guarde a Vmd. &c.

Poco ha me dijo D. Juan Delgart, Cirujano Francés, que vivió muchos años en París, y que ahora reside en esta ciudad de Oviedo, que no hace ya el Rey Cristianísimo la ceremonia de tocar a los Scrofulosos, ni en el tiempo, ni en el sitio que señala Juan Doléo, sino en el día de Jueves Santo, y en el Palacio de Versalles. Añadiome, que todos, o casi todos los que van allí a curarse con el contacto de la mano Regia, son Extranjeros; que los Franceses, que adolecen de Lamparones, no buscan para la curación a su Rey, [206] sino a sus Médicos, y Cirujanos. Ocasionada es esta particularidad a varias reflexiones. Es verdad, que para borrar la poco favorable impresión, que dicha circunstancia puede hacer, me aseguró el mismo sujeto haber conocido muchos Scrofulosos, que de algunas Provincias de España, vecinas a la Francia, habían ido a Versalles a curarse, y se habían restituido a sus patrias enteramente convalecidos.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo primero (1742). Texto según la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión), páginas 198-206.}