Filosofía en español 
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Tomo primero Carta XLII

Origen de la fábula en la Historia

1. Señor mío: la estimación que hago de la persona de Vmd. me inclina a hacerla de su Carta. Sin aquélla no sé lo que fuera de ésta; porque el cargo que Vmd. me hace no puede ser más desnudo de todo fundamento. Dame Vmd. en rostro con la máxima, como que yo la haya proferido en el Discurso del Divorcio de la Historia, y la Fábula, de que ninguna ficción del Gentilísimo tuvo origen de la Historia Sagrada, tratando dicha máxima no menos que de poco pía. ¡Ay, Dios mío! Allá va el honor del Sapientísimo, y Religiosísimo Abad Bianchini, de quien es propia esta máxima, pues siguió, y procuró con todas sus fuerzas establecer el Sistema, de que todas las Fábulas Gentílicas se fundaron en la Historia Profana. ¿Pero por qué es poco pía aquella sentencia? Porque quita, dice Vmd. una especie de apoyo a la verdad de la Historia Sagrada. Buena especie de apoyo es ese. Quien no creyere, u dudare de las verdades históricas de la Escritura, a vista de los firmísimos fundamentos en que estriba su autoridad, ¿los creerá por [320] esa débil confirmación subsidiaria? ¿El que las Fábulas Gentílicas traen su origen de aquellas verdades, es, cuando más, opinable, y dudoso. ¿Cómo una prueba dudosa puede firmar en nadie la creencia de lo que se funda en esa prueba? Mas aún cuando eso fuera cierto, de nada serviría; siendo fácil al impío decir, que unas Fábulas fueron hijas de otro, o que se inventaron aquéllas para adornos, y matices de éstas.

2. Mas sea en hora buena poco pía aquella máxima, en ningún modo me intereso en justificarla, pues en ningún modo la he proferido, y así Vmd. muy falsamente me la imputa. Mi asunto en aquel Discurso es impugnar el Sistema que generalmente deriva todas las ficciones Gentílicas de la Historia Sagrada; pero dejando lugar a que algunas de ellas tengan ese origen, como pronuncio claramente al núm. 43; ¿es esto afirmar, que ninguna ficción del Gentilísimo tuvo origen de la Historia Sagrada, como Vmd. me imputa?

3. También impugno, aunque de paso, el Sistema del señor Bianchini, que coloca la maternidad de todas las Fábulas en la Historia Profana; o por mejor decir, quiere que aquéllas sean una representación misteriosa, y enigmática de ésta, cuyo empeño le condujo necesariamente a alusiones tan violentas, y absurdas, y aun acaso más que las que he representado táles en el Sistema, que todo lo reduce a la Historia Sagrada. Pongo por ejemplo: Pretende que toda la Ilíada es una verdadera Historia; pero alegorizada según el gusto Oriental: que en ella Júpiter es un sucesor del gran Conquistador Sesostris, el cual sucesor reinaba en dilatadísimos espacios de tierra al tiempo de la Guerra de Troya; que los Dioses inferiores representan, ya hombres señalados, ya Naciones diferentes; parte de aquellas Deidades son Príncipes tributarios de dicho sucesor de Sesostris, cuya dependencia no les quitaba tomar partido, ya por los Troyanos, ya a favor de los Griegos, según se lo persuadían, o sus intereses, o sus pasiones. La Diosa Juno es la Siria, llamada Blanca, la cual se caracteriza en los blancos [321] brazos de Juno, que pondera Homero. Minerva es la sabia Egipto, Marte es una liga de la Armenia, la Colquida, Tracia, y Tesalia. A este modo discurre en otras Fábulas. A tan extrañas Paradojas conduce tal vez la pasión por los Sistemas de mucha amplitud.

4. Pero aunque no admito el Sistema del señor Bianchini, cuyo complejo es imposible ajustar, sin caer en grandes absurdos, convengo, siguiendo algunos Doctos en la bella Literatura, en que una buena parte de las Fábulas viene a constituir una especie de deformación de la Historia Profana, en que la alteración no es tanta, que no hayan quedado en la copia infiel rasgos bastantes para conocer el original. Señalaré a Vmd. en esta Carta los ejemplos que me fueren ocurriendo.

5. Es sumamente verosímil, que algunos de los Dioses subalternos fueron formados sobre la idea, que quedó en los Pueblos, de algunos personajes insignes; o ya por sus virtudes heroicas, o ya por inventores de algunas Artes muy útiles al mundo. Así dice Plinio en el cap. 1 del lib. 25: At hercule singula quosdam inventa Deorum numero addidere.

6. Saturno, devorando sus hijos, representa, según Mr. Rollin en la Historia de los Cartaginenses, a un Rey de Cartago, que inmoló sus hijos a los Dioses; y concuerda con él en lo substancial Mr. Bonamy en la Historia de la Academia Real de Inscripciones, tom. 7, pág. 29. Pero como se verá abajo, es mucho más probable, que el fabuloso Saturno del Gentilísimo se forjó sobre el verdadero Abrahán de la Escritura.

7. Los Cretenses, que tenían a Júpiter por compatriota suyo, y aun en tiempo de Luciano, según parece por este Autor en el Diálogo de Júpiter Trágico, mostraban su Sepulcro en aquella Isla; pues le juzgaban muerto, sin duda tenían por tradición, que había sido algún hombre insigne, acaso Rey de aquella tierra.

8. En la ficción de la Laguna Stigia, y el Barquero Caron, se mezclaron la Historia Natural, y la Civil. Hay en la Arcadia una Laguna, que no sólo se llamaba Stigia, cuando [322] los Poetas empezaron a hacerla famosa con sus invenciones; mas muchos siglos después conservó este nombre, pues aun en tiempo de Plinio le tenía; y no sé si aun hoy le tiene con alguna alteración. La mortífera calidad de sus aguas dio ocasión a los Poetas para fingir infernales, o colocar en la Región de los muertos, así a la Laguna, como al Río de que se forma. Plinio dice, que su agua bebida, mata al momento, añadiendo de autoridad de Teofrasto, que se engendran en ella unos pequeños Peces, cuya comida también es venenosa. Facultad tan intensamente corrosiva le atribuyen algunos otros Autores antiguos, que no se puede conservar en algún vaso de cualquiera materia que sea, porque todos los roe, y deshace, a excepción del que se forma de la uña del Asno silvestre: (de Caballo simplemente dicen algunos) y los émulos de Aristóteles fingieron, que él reveló este secreto a Antípato, porque pudiese enviar a Babilonia esta agua venenosa, y matar con ella a Alejandro.

9. El sabio Abad Fourmont, que pocos años há (los de 29, y 30) hizo de orden del Rey Cristianísimo un viaje literario en Levante, y examinó con la mayor exactitud toda la Grecia, registró cuidadosamente la Laguna Stigia, después de haber pasado un arroyo, de cuyas aguas se forma. La descripción que hace de ella, es horrible. La agua del arroyo es clara; pero degenera tanto en entrando en la Laguna (alteración, que debe atribuirse a las malas calidades, y materias del suelo, o terreno de ella) que no hay cosa más odiosa a la vista, en toda la naturaleza. Presenta en la superficie una confusa mezcla de los colores más desapacibles, y tediosos. Un moho espeso, del color de orín de cobre, taraceado de negro, sobrenada en ella, moviéndose al arbitrio de los vientos, y formando borbollones, como de betún, y brea. No es menos funesta la actividad de las aguas, que ingrato el aspecto. Los vapores, que se elevan de ellas, marchitan todas las plantas que circundan la Laguna, y todos los Brutos huyen de sus orillas. Una circunstancia, que refiere el Abad Fourmont falsifica lo que dejó escrito Teofrasto, de que sus Peces comidos son venenosos, pues dice, que ningún Pez [323] puede vivir en aquellas aguas; pero esto las deja en tan mala, o acaso peor condición, pues son mortíferas para los mismos Peces.

10. Siendo por tantos capítulos horroroso, y funesto aquel Lago, no hay que extrañar que la fantasía poética hallase en sus circunstancias motivo suficiente para colocarle en la Región del horror, o a la entrada de ella.

11. La Fábula del Barquero Carón, que por la Stigia conducía las almas de los muertos, recibiendo un óbolo (moneda Ateniense, según Nebrija, que valía como seis maravedís nuestros) de cada una por el transporte, fue derivada de una Historia Egipciaca, referida por Diodoro Sículo. Había en Egipto un Lago, donde embarcaban los cadáveres después de embalsamados, para darles sepultura en la opuesta orilla; y había Jueces señalados para examinar el modo de vivir que habían tenido los difuntos, y pronunciar conforme a él, si eran dignos, o indignos de sepultura: ministerio que ejercían con tanta severidad, que a algunos cadáveres Reales se negó este común honor. Añádese a esta Historia, una tradición que el citado Abad Fourmont dice dura aún en aquella parte de Egipto; y es, que hubo un Tirano, Administrador de Rentas de uno de los Faraones, el cual estableció sobre este transporte una especie de tributo, que le produjo grandes riquezas. Ve aquí en el Egipto, y Grecia hallados materiales verdaderos para la Fábula de la Laguna infernal: la Barca conducidora de los muertos al Abismo, y el avaro Barquero Carón.

12. El Río Infernal Lete, o Letéo, cuyas aguas, según la Fábula, son obligados a beber los muertos para perder la memoria de cuanto han visto, o sabido en la Región de los vivos, es también originario de la Africa, como la barca de Carón. Nace este Río cerca de la gran Sirte; y metiéndose debajo de tierra, por donde corre oculto algunas millas, vuelve a la luz cerca de la Ciudad de Berenica; (hoy Bernich, o Bernicho) pero muy engruesado de caudal, por haber recibido muchas aguas en los senos subterráneos: lo que ocasionando la aprehensión de que no es el mismo Río, que [324] antes se había visto sepultarse, dio lugar a la ficción de que sale del Infierno.

13. Tuvo también en la antigüedad el nombre de Lete el Río llamado hoy Limia, que corre por mi País natalicio; y de quien era persuasión común entre los Romanos, que tenía la misma propiedad, que los Poetas atribuían al Río Infernal, de hacer olvidar de todo, no sólo a los que bebían su agua, mas también a los que le vadeaban; en que es incierto, si este error preconcebido en orden al Río Lete de mi tierra, originó la ficción del Río Lete del Infierno; o si estando antes establecida la Fábula del Río Lete del Infierno, y de su propriedad de infundir olvido de todo, sabiendo después, que había un Río del mismo nombre en aquella parte de Galicia, por un transtorno, o mala adjetivación de ideas, que es muy frecuente en el Vulgo, se excitó, y extendió la imaginación, de que el Río Lete de Galicia tenía aquella propiedad.

14. Como quiera, esta opinión estaba tan entablada en el Vulgo de los Romanos, que cuando el Cónsul Décimo Bruto, como le llama Floro, o Aulo Bruto, como le nombra Veleyo Patérculo, que fue el que conquistó a Galicia, y por esta conquista adquirió el renombre de Gallego, hubo de pasar aquel Río, ninguno de sus Soldados, temiendo incurrir aquel general olvido, se atrevió a vadearle hasta que el Cónsul, que no estaba preocupado de aquel vulgar error, pasó a la otra orilla; y llamando a algunos por sus nombres, les dio a conocer, que no padecía el olvido que ellos temían. Formidatum Romanis flumen oblivionis, dice Floro.

15. El cuento de Dédalo, su fuga mediante la invención de las alas, por haber facilitado a Pasifae el abominable comercio con un Toro, reducido a la Historia, no es más que haberse enamorado aquella Reina de un hombre llamado Tauro, el cual, según Plutarco, era uno de los principales Jefes de las Tropas de Minos; haber concurrido Dédalo con uno de los medios ordinarios que se practican en semejantes casos, al logro de sus amores; y en fin, haber huido éste de la cólera de Minos en un Bajel, con Velas (que con [325] bastante propiedad se pueden llamar alas) las cuales, o inventó entonces, apurado el entendimiento del conflicto, o ya tenía formada antes la idea, y entonces la puso en ejecución.

16. Las quiméricas hazañas de Jasón, y robo del Vellocino de Oro, explica históricamente el célebre Samuel Bochart, por medio de la inteligencia que tenía de la lengua Fenicia, descubriendo, que algunas voces equívocas de aquel idioma dieron ocasión a la fábrica de esta portentosa Fábula. La voz Siriaca Gaza, en la lengua Fenicia, significa igualmente un Tesoro, que un Vellocino: la voz Saur, que significa una Muralla, designa también un Toro: y la voz Nachas es común para significar Dragón, y Hierro. Así, en vez de decir que Jasón, rompiendo, o avanzando una Muralla, defendida con gente armada, había robado el Tesoro del Rey de la Colquida, se supuso haber domado los Toros, que respiraban fuego, y el espantoso Dragón, que era guarda del Vellocino, para apoderarse de él. Ni el amor de Medea, y fuga con Jasón, tienen nada de extraordinario, para que Juno, y Minerva interviniesen en esta aventura, bastando para ella una pasión tan natural, acompañada de alguna resolución.

17. Los Centauros, medio hombres, y medio caballos, que hacen un gran papel en la Mitología, no fueron otra cosa, según buenos Autores, que algunos habitadores de Tesalia (en aquella Región colocaron los Poetas a los Centauros, y de ella dicen, que los arrojó Hércules) los cuales inventaron el uso de los Caballos para el ministerio de la Guerra.

18. Las Harpías no fueron otra cosa, (¡quién lo pensara!) que una gran plaga de Langosta, que desoló la Paflagonia, cuando reinaba en ella Fineo. En Moreri, verb. Harpies, se pueden ver las pruebas de esto, que omito, por estar tan vulgarizado el Diccionario Histórico de este Autor.

19. Del mismo modo se pueden explicar cómodamente por la Historia Profana otras muchas partes de la Mitología; como la Fábula de Perseo, la de Belerofonte, la de las [326] Hespéridas, la de las Gorgonas, y otras muchas. Pero no es esta materia de tanta importancia, que pueda mover a detenerme más en ella.

20. Confieso, que también algunas partes de la Historia Mitológica se explican oportunísimamente por la Sagrada, como los mismos que han abrazado el Sistema general de reducir aquélla a ésta, han probado muy bien; aunque esto mismo ha ocasionado su error, discurriendo incongruamente de la parte al todo. No obstante que éste sea un asunto tan batido, un ejemplo sólo propondré, en que se ve una conformidad de muy especial individuación entre una Deidad del Gentilismo, y un Personaje grande de la Escritura. Esta es la copia, que prometí arriba, del Padre de los Creyentes, en el más anciano de los Dioses; de Abrahán, en Saturno. No me debe a mí el Lector este hermoso paralelo, sino al Abad Boisi, Miembro de la Academia Real de Inscripciones, y Bellas Letras, quien le propuso en aquella famosa Junta, y yo le trasladaré aquí con sus mismas voces, como se hallan en el primer Tomo de la Historia de dicha Academia.

21. «Saturno, dice, fue quien, según Poetas, y Historiadores, introdujo la detestable costumbre de sacrificar víctimas humanas. El Saturno de los Paganos es, a juicio de los mejores Críticos, el Abrahán de la Escritura. Pone, al parecer, la cosa fuera de toda duda un fragmento de Sanchoniaton, que trae Eusebio, y es como se sigue: Saturno, que los Fenicios llaman Israel, fue colocado, después de su muerte, en la clase de los Dioses, debajo del nombre del Astro, que aún ahora se llama Saturno. En el tiempo que este príncipe reinaba en Fenicia, tuvo de una Ninfa, llamada Anobrer, un hijo único, que llamó Jeud, voz que aún hoy significa entre los Fenicios, hijo único. Hallándose empeñado su País en una Guerra peligrosa, adornó al hijo con vestiduras, e Insignias Reales, y le sacrificó en un Altar, que él mismo había construido. En otro fragmento del dicho Sanchoniaton se halla, que este mismo Saturno se circuncidó, y obligó a todos los de su [327] Familia a hacer lo mismo. Nicolás Damasceno, Justino, y otros Autores dan Abrahán la cualidad de Rey. Aun la Escritura nota, que hizo alianzas, y trató como igual algunos Reyes, fuera de que los Patriarcas tenían enteramente la autoridad Regia en su Familia. Beroso en Josefo, añade, que Abrahán tenía gran conocimiento de la Astronomía; y Epulemo en Eusebio le hace inventor de la Ciencia de los Caldeos. Nada más es menester para persuadirle a que los Fenicios se moviesen a colocarle entre los Dioses, y entre los Astros. Llamábanle Israel, o ya porque confundieron el Abuelo con el Nieto, o ya porque le dieron el nombre del Pueblo, que se derivó de él. El nombre de Jeud, su hijo único, es el mismo que el de Isaac. Anobret significa, según la advertencia de Bochart, ex gratia concipiens y la aplicación de este nombre a Sara, es manifiesta {Como nada sé de las Lenguas Orientales, ignoro en qué se funda la conformidad, o identidad de uno, y otro nombre}. En fin, por último rasgo de conformidad, Saturno se circuncidó, y obligó a todos sus domésticos a circuncidarse: circunstancia notable, que conviene únicamente a Abrahán». Hasta aquí el citado Autor.

22. Lo mismo que de los dos Sistemas, que reducen todas las ficciones del Paganismo, uno a la Historia Sagrada, otro a la Profana, digo de los demás. En todos, exceptuando uno sólo, hay algo de verdad; todos, en cuanto a la generalidad, son falsos. El Padre Kircher quiso que todas las Fábulas tuviesen su origen en la Lengua, o Escritura Jeroglífica de los Egipcios. Para esto era menester, que todas naciesen en Egipto; lo cual está muy lejos de ser verdad. Pero como aquel Reino hizo en la antigüedad una gran figura en el mundo, y fue especialmente venerado como Metrópoli de las Ciencias, es bien verosímil, que sus misteriosas expresiones, mal entendidas, o nada entendidas del Vulgo, diesen ocasión a algunas narraciones Mitológicas.

23. Bochart pretendió explicarlas todas por los equívocos de la lengua Fenicia, y en algunas lo logró con felicidad, [328] como en el ejemplo, que arriba propusimos de la Fábula del Vellocino de Oro. Pero el sistema general es absurdo, aun cuando no hubiera contra él otra cosa, que la quimera de que haya sido patria de todas las Fábulas la Fenicia, para lo cual era menester, que todas las Historias, que se depravaron con las ficciones, no llegasen a todos los demás Reinos, sino por escritos Fenicios.

24. Los Platónicos imaginaron, que bajo el velo de las Fábulas estuviesen únicamente escondidos documentos, y máximas de la Filosofía Natural. Y algo habrá también de esto; como en lo que dice Homero, que la Aurora es hija del Aire; y lo que otros Poetas la atribuyen de guardar las puertas del Oriente, y abrirlas cada mañana con sus dedos de rosas, enviando delante los zéfiros, para disipar las sombras, se deja ver, que el fondo no es más que lo que todos saben de aquella primera luz del día, antes que el Sol parezca en el Oriente.

25. Otros han querido dar sentido moral, y político a todas las Fábulas, como que sus Autores no hayan tenido otro designio en la invención, que envolver en ellas como en una especie de alegorías, máximas racionales, y útiles a la vida humana. Realmente hay algunas, en cuya fábrica parece no se tuvo otra mira; como en la de Faeton, representar los peligros a que se exponen los que emprehenden asuntos muy superiores a sus fuerzas; y en la de Narciso, las extravagancias, y ridiculeces del amor propio. Pero traer todas las Fábulas a este intento, es una quimera visible.

26. Ultimamente, los infatuados Alquimistas, o por lo menos algunos de ellos, han soñado que las Fábulas de que hablamos, contienen enigmáticamente la doctrina de la Piedra Filosofal; esto es, enseñan en tono misterioso todas las operaciones, con que se arriva al dichoso término de la transmutación de otros metales en oro. Acaso los ocasionó esa necia aprehensión, el hallar en el idioma de su Arte, aplicados a los siete metales en que trabajan, los nombres de siete Deidades principales del Gentilismo, que son los mismos de los siete Planetas; como si la aplicación de estos nombres a los [329] metales no fuese posterior muchos siglos a su imposición sobre Planetas, y Deidades. Los primeros Alquimistas, que los impusieron a los metales, no tuvieron otro motivo, que el mismo que los indujo a usar en todos los materiales, operaciones, y efectos de su Arte, de voces extrañas, dejadas las comunes, y recibidas, ya para esconder sus pretendidos secretos, ya para captar el respeto, y admiración del Vulgo con la misteriosa magnificencia del estilo; coadyuvando a este designio, en cuanto a la aplicación de los nombres de los Planetas a los metales, hallar en el oro, y en la plata cierta representación del color, brillantez, y hermosura del Sol, y la Luna.

27. Este Sistema es, no sólo en el complejo, mas en todas, y cualquiera de sus partes, desnudo de todo fundamento; y que no se debe impugnar sino con el desprecio, como todas las demás producciones de la imaginación de los Alquimistas.

28. Si esta Carta no sirviere, ni para deleite, ni para instrucción de Vmd. como yo lo creo, servirá por lo menos de deprecación, para que me absuelva de la censura que ha fulminado sobre mi discurso del Divorcio de la Historia y la Fábula. Puede bastar para que Vmd. se aquiete, el que si en aquel Discurso debilité entre las dos el vínculo de Matrimonio, en esta Carta establezco entre ellas, por uno de los costados, el vínculo de Parentesco. Nuestro Señor guarde a Vmd. &c.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo primero (1742). Texto según la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión), páginas 319-329.}