Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomo primero Carta XLIV

Maravillas de la Música, y cotejo de la antigua con la moderna

1. Muy señor mío: Antes de salir de la juventud, y aun no sé si antes de entrar en ella, me ocurrió la dificultad que hoy Vmd. me propone, y que según mi corta inteligencia, es bastantemente grave. Parece fuera de toda duda, que la Música de estos tiempos no produce los [236] admirables efectos que se refieren de la de los antiguos, lo que arguye mayor perfección en ésta; haciéndose por otra parte difícil este exceso de perfección en la antigua, no por la razón que Vmd. me propone, sino por otra, que manifestaré abajo.

2. No se ve hoy, que Músico alguno, con el uso de su Arte, o excite, o apague una pasión violenta. Sin embargo uno, y otro efecto hacía la antigua Música, si no nos mienten varios Autores. De dos Músicos, Timoteo, y Antigénides se cuenta, que cuando querían, enfurecían a Alejandro, hasta hacerle tomar las armas, tal vez con riesgo de los circunstantes. De un Trompeta de Mégara, llamado Heródoto, que viendo inútiles los esfuerzos de los Soldados de Demetrio, para mover una máquina bélica de enorme peso hacia las murallas de Argos, que pretendía expugnar, tocando a un tiempo dos Trompetas, les inspiró tal aliento, que, como duplicadas con aquel influjo sus fuerzas, pudieron conducirla. De una célebre Flautista, (pienso que Milesiana) que, tañendo sobre el modo Frigio, enfureció a ciertos hombres, y los apaciguó luego, pasando del modo Frigio al Dórico. Del famoso Músico Terpandro, que con su Lira apagó una sedición encendida entre los Lacedemonios. De Empédocles, que también con la Lira desarmó de su cólera a un joven dispuesto a cometer un parricidio. Omito otros casos de estas dos especies.

3. Si es admirable, que la Música antigua haya encendido, o apagado violentas pasiones, aún lo es más, al parecer, que haya servido a curar varias enfermedades; y tal vez, no sólo de uno, u otro particular, mas aun de todo un Reino; pues Plutarco dice, que Taletas, natural de Creta, con la enérgica dulzura de la Lira, libró de una peste a los Lacedemonios. Y de varios Autores se colige, que antiguamente se usaba de la Música para curar la fiebre, el síncope, la epilepsia, la sordera, la ciática, y la mordedura de víbora.

4. Pero a decir a Vmd. la verdad, estos hechos no se deben pasar sin algo de crítico examen. Lo primero, ninguno [337] de los Autores que testifican aquel gran imperio de la Música sobre las pasiones, habla como testigo de vista, o de experiencia propia. Todos los hechos citados son muy anteriores a los Escritores, de quienes se nos derivó la noticia; con que es verosímil que ésta llegase a ellos mediante algún rumor popular, indigno de toda fe. En materia de maravillas, ya naturales, ya preternaturales, nadie ignora, cuántas Fábulas nos dejaron escritas los Antiguos.

5. Lo segundo, en algunos de aquellos casos no hay por qué tocar a milagro; quiero decir, no hay motivo para encarecerle como prodigio de la Música. Poco impulso era menester para incitar el guerrero ardor de Alejandro. Una chispa sola levanta un grande incendio, si cae en mucha pólvora. Ateneo, que es quien refiere el caso de Heródoto, dice, que éste era hombre de cuerpo agigantado, y de extraordinarísima robustez. Dale tres ulnas y media de estatura, añadiendo, que comía cada día veinte libras de carne, y bebía vino a proporción. Un hombre de tanta robustez usaría de Trompetas mucho mayores que las ordinarias, e inspiraría su aliento por ellas con tanto ímpetu, que, agitando vivísimamente los ánimos, añadiese algunos grados de vigor pasajero a los cuerpos. Para ello no es menester suponer en él alguna especial destreza en el manejo del instrumento, porque esto no pide maña, sino fuerza; y cualquiera que hoy tuviese igual robustez, haría el mismo efecto. Acaso, ni en los otros hechos de irritar, o mitigar la ira, tampoco hay mucho que admirar, porque pudo caer la influencia de la Música sobre espíritus sumamente movibles, cuales vemos algunos, que, como levísimas veletas, a cualquier tenue aura mudan de rumbo. Y acaso algunos Músicos modernos obrarían igual mudanza en las pasiones en sujetos igualmente movibles.

6. Lo tercero las curaciones que se cuentan ejecutadas mediante la Música, juzgo en la mayor, y máxima parte fabulosas. ¿Quién, no digo podrá creer, mas ni aun sufrir, si tiene algo de entendimiento, la quimera de que una Lira desterrase la peste de todo un Reino? Tales cosas como estas [338] nos dejaron escritas los Autores de antaño, para que las creyesen los bobos de ogaño.

7. En orden a la curación de algunas determinadas enfermedades, no será poco conceder a la Música lo que a otros muchísimos remedios muy decantados en los libros, los cuales rarísima vez aprovechan, y con todo conservan el crédito, no tanto por esa rara vez, que sirven, cuanto por las muchas, que, convaleciendo el enfermo a beneficio de la Naturaleza, vanamente se cree, que a la aplicación del remedio se debió la salud. Esto se debe entender, hablando de la Música como remedio específico para tal, o tal enfermedad; pues considerada según el influjo que tiene para alegrar el ánimo, no se duda, que pueda contribuir algo al alivio de muchos enfermos apasionados por ella, como otra cualquiera cosa que les de especial gusto, u delectación. Pero ni para uno, ni para otro efecto hallo motivo de preferir la Música antigua a la moderna, pues ya se vieron casos, en que ésta se experimentó muy benéfica a los dolientes, y quizá no vio la antigüedad alguno, en que brillase tanto la eficacia curativa de la Música, como uno, que sucedió en nuestra edad, y se refiere en la Historia de la Academia Real de las Ciencias del año 1707, el que transcribiré aquí, casi con las mismas voces de su ilustre Autor.

8. Un famoso Músico, gran Compositor, fue atacado de una fiebre, que aumentándose sucesivamente, al día séptimo le hizo caer en un violento delirio, casi sin algún intervalo, acompañado de gritos, llantos, terrores, y perpetua vigilancia. Al tercer día del delirio, uno de aquellos instintos naturales, que se dice hacen buscar a los Brutos enfermos las hierbas que les convienen, le indujo a pedir alguna Música para su diversión. Cantáronsele, acompañadas debidamente con instrumentos, algunas composiciones de Mr. Bernier, célebre Artífice de Música en la Francia. Luego que empezó la armonía, se le serenó el rostro, se pusieron tranquilos los ojos, cesaron enteramente las convulsiones, vertió lágrimas de placer, careció de fiebre, mientras duró la Música; mas cesando ésta, se repitieron la fiebre, y los [339] síntomas. A vista de un suceso tan feliz, y tan imprevisto, se repitió muchas veces el remedio, lográndose siempre la suspensión de la fiebre, y el delirio, mientras duraba la Música. Algunas noches le asistía una parienta suya, a quien hacía cantar, y danzar, siempre con alivio suyo; y aun tal vez sucedió, que no oyendo más Música que un cantarcito vulgar de estos, con que se entretienen los muchachos por las calles, con él sintió algún provecho. En fin, diez días de Música, sin otra añadidura de parte de la Medicina, que una sangría del tobillo, que fue la segunda que recibió en todo el discurso de la enfermedad, le curaron perfectamente.

9. Podrá dudar alguno, si la curación total de este hombre se debió a la Música; y yo confieso que no hay certeza en ello. Pudo deberse la salud a la segunda sangría. Pudo deberse a la Naturaleza. El alivio transitorio que se lograba con la melodía, no tiene conexión fija con la integridad de la cura; como no la tienen aquellos intervalos de mejoría, que en muchas enfermedades presta por sí solo la Naturaleza. La suspensión de los síntomas suele depender de principios que carecen de influjo para la entera extinción del mal. Basta para hacer dudosa aquella conexión, el saberse, que en general no hay ilación de poder lo menos, a poder lo más. Pero aun concedido esto, subsiste en el suceso referido un indubitable, y maravilloso efecto de la Música, acaso mayor que el de la curación total, que es la pronta suspensión de fiebre, y síntomas, lograda tantas veces, cuantas se repitió la Música. Digo, que me parece esto más admirable, que si el remedio sólo obrase la curación total, conduciendo al enfermo paulatinamente, y por grados, en el discurso de muchos días, al recobro de su salud.

10. De este suceso, pues, parece que se podrán servir ventajosamente los que llevan la opinión, de que la Música moderna es más perfecta que la antigua. Lo primero, porque no se produce a favor de la antigua otro del mismo carácter. Lo segundo, porque habiéndose visto que nuestro enfermo, no sólo recibía alivio de los conciertos algo primorosos [340], mas aun de canciones las más imperfectas, y triviales, ya las curaciones atribuidas a la antigua Música, no prueban que ésta fuese muy primorosa.

11. Sea lo que fuere de esta prueba, de cuya fuerza, u debilidad prescindo por ahora; la que Vmd. alega a favor de la Música moderna, no juzgo que tenga alguna eficacia. Dice Vmd. que ahora se cultiva mucho más este Arte, y por hombres de mucho mayor industria, y advertencia, que los Antiguos incultos, y bárbaros en aquellos remotos siglos, en que se colocan los más admirables efectos de la Música. A uno, y otro corresponde, como ilación forzosa, que la Música moderna sea mucho más perfecta que la antigua. Pero yo doy por incierto, y aun por enteramente falso uno, y otro.

12. Para creer que entre los Antiguos era tan cultivada, y aun más que en nuestros tiempos, la Música, bastan dos hechos, que, como de pública notoriedad, refiere Polibio. El primero es, que los Cretenses, y los Lacedemonios, aun en las batallas, no usaban del horrísono clamor de la Trompeta, sino de la melodía de la Flauta, y otros instrumentos músicos. El segundo, que los Arcades, desde la Fundación de su República, observaban como ley inviolable, aplicar a todos sus hijos a la Música, desde la infancia, hasta la edad de treinta años. ¿En qué Reino del mundo hay hoy tanta aplicación a este Arte?

13. La mucha inferioridad de los Antiguos, respecto de los Modernos, en industria, y habilidad, también se supone voluntariamente. Si fuese así, se debiera inferir, que no sólo fueron muy imperfectos en la Música, mas también en todas las demás Artes. Sin embargo se sabe a punto fijo, que hubo entre ellos muchos hombres excelentísimos, a quienes apenas iguala algún Moderno en la Pintura, la Escultura, y la Poesía. De estas dos últimas Artes, subsisten monumentos, que lo persuaden invenciblemente. Y de la primera se infiere por la segunda; porque como discurre bien Vincencio Carducho, en sus Diálogos sobre la Pintura, si fuesen defectuosas las obras de los antiguos Pintores, [341] mamarrachos, como a algunos se les antoja, la inteligencia de los Estatuarios, y perfección de las Estatuas descubrirían los defectos de la Pintura, y desacreditarían por consiguiente a los Artífices, lo que no sucedió, constando por las Historias, que eran apreciadísimas sus obras.

14. Caída, pues, como nada fundada esta prueba, otra bastantemente especiosa alegan los Patronos de la Música moderna; y es que la antigua era muy limitada, así en la modulación, como en las consonancias. Por lo que mira a la modulación, se debe advertir, que antes de Timoteo, famoso Músico, que floreció en tiempo de Filipo de Macedonia, y de quien hablé arriba, no tenía la Lira más que siete cuerdas que hacían precisamente siete voces, o puntos; porque en la Lira antigua no había trastes, ni algún suplemento de ellos para hacer en una misma cuerda alguna progresión de distintas voces. Timoteo añadió dos cuerdas a la Lira, con que la hizo de nueve. Otros dicen, que antes de él tenía nueve, y la añadió hasta once. Aun cuando fuese esto segundo, se queda el instrumento en muy corta extensión respecto de los Modernos. El canto tampoco excedía los términos del instrumento; con que se ve la poca variedad, y amplitud de la antigua modulación.

15. En cuanto a las consonancias, Autores que examinaron prolijamente esta materia, aseguran, que no conocieron otras los antiguos, que la tercera, la octava, y la doble octava; añadiendo, que ignoraron enteramente el concierto, o Música a diferentes voces; y así todos sus acompañamientos, u del instrumento con el canto, u de canto con canto, u de instrumento con instrumento, eran únicamente en Unisonus. ¿Qué primores cabían en una Música tan simple, y tan ceñida? ¿O qué comparación se puede imaginar de aquella con la nuestra, ni para el deleite del oído, ni para satisfacción del entendimiento?

16. He confesado, que esta objeción es especiosa; pero niego que sea concluyente. Lo primero, porque los lugares de Plutarco, y otros Autores, de donde se pretende colegir el Sistema de la antigua Música, están tan complicados, y [342] obscuros, que nada se puede sentar sobre ellos como cierto. Así entre los modernos, que han discurrido sobre este asunto, hay una gran división.

17. Lo segundo, porque no admito que la Música, por ser algo más simple, sea menos deliciosa, o patética. Reconozco que la variedad en ella, como en otras cosas, contribuye al deleite. Pero la variedad debe contenerse dentro de ciertos límites; porque, como todo lo demás, tiene dos extremos viciosos, uno por exceso, otro por defecto. Si la variedad es muy poca, da fastidio. Si excesiva, distrayendo al alma en las muchas partes del objeto, o arrebatándola de una a otra, no le permite aquella como estática suspensión del ánimo, en que consiste lo más intenso del deleite. Yo he visto a infinidad de sujetos recrearse mucho más, oyendo una buena voz, acompañada de una Guitarra rasgueada, que oyendo el concierto de muchas voces, y instrumentos. Ví también alguna vez a una persona de muy buenos talentos verter lágrimas de deleite, y ternura, oyendo tañer una Guitarra punteada; lo que nunca le sucedió, oyendo la sinfonía de varios instrumentos, a que estuvo presente muchas veces.

18. Lo tercero, porque tampoco admito que la Música antigua tuviese la simplicidad que se pretende; antes juzgo, que en lo esencial, era más compuesta, que la moderna. La razón es, porque demás de los géneros Diatónico, y Cromático que tiene nuestra Música, usaba también en la división de la octava del género Enharmónico, que a nosotros nos falta. Este consistía en la introducción de las Dieses, que son intervalos no más que de la cuarta parte de un tono, u de dos comas, y la cuarta parte de otra. Es verdad, que los modernos dan el nombre de Diesi al semitono menor; pero en la antigüedad tenía la significación que he explicado.

19. Esta, como he dicho, es una variedad muy esencial en la Música, a diferencia de aquella, que consiste puramente en discurrir la composición por dos, o tres, o más octavas; y que se puede llamar accidental, por cuanto los [343] puntos de una octava son poco más, que una mera repetición de los correspondientes de otra. Y no sólo juzgo esta variedad esencial en sí misma, mas también en orden a sus efectos, pues necesariamente había de producir más variedad de afectos, y verosímilmente muchos más vivos. De modo, que el género Enharmónico, mezclado con los otros dos, es preciso que hiciese, en cuanto a esto, tanta ventaja al Diatónico, y Cromático mezclados, cuanta el Cromático mezclado con el Diatónico hace a éste, usado simplemente.

He propuesto a Vmd. lo que hay por una parte, y por otra en la competencia musical de antiguos, y modernos. Ya veo, que me preguntará Vmd. ¿en qué quedamos? Y yo sólo respondo, que allá envío los Autos, para que Vmd. dé la sentencia, porque yo estoy indeciso. Nuestro Señor guarde a Vmd. &c.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo primero (1742). Texto según la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión), páginas 335-343.}