Tomo tercero ❦ Carta XXIX
Sobre el libro intitulado: Indice de la Filosofía Moral Cristiano-Política, que compuso el Rmo. P. Antonio Codorniu, de la Compañía de Jesús
1. Muy Señor mío: Al punto que recibí el libro de la Filosofía Moral Cristiano-Política del M. R. P. M. Antonio Codorniu, que este sabio Jesuita se dignó de remitirme, al punto, digo, me apliqué a su lectura, y la continué hasta concluirla, sin interpolarla con otra que la del Breviario, y Misal. Dos impelentes tuve para empezar sin dilación a leer el libro: uno, la noticia, en que estaba bastantemente instruido, de las distinguidas prendas del Autor: otro haberme explicado V. P. su deseo de que yo le manifestase cuanto antes el dictamen que hiciese de la Obra. Pero una vez empezada la lectura, ni uno, ni otro eran necesarios para continuarla. Una hoja leída incitaba a leer otra hoja, un pliego a otro pliego. Cuanto dejaba atrás, forcejeaba sobre mí, obligándome a pasar adelante. Siendo agua dulcísima la que bebía, tenía la propriedad de la salada, de encenderme más la sed, en vez de apagarla.
2. ¿Mas para qué quiere V. P. saber lo que siento de esta Obra? Siento lo mismo que es preciso haya sentido V. P. Hay muchos escritos, que aunque buenos, y muy buenos, no son del gusto de todos, aun limitando la voz todos a lo doctos, y críticos. El paladar del alma (si es lícito usar de esta expresión) es de diferente temperamento, como el del cuerpo en diferentes hombres. Estoy en juicio de que aun en entendimientos de igual perspicacia es diferente el gusto intelectual, así como en hombres de igual sanidad [325] es diferente el corpóreo. Así entre grandes críticos se hallan quienes desprecian Autores que otros alaban, como verá fácilmente quien pueda leer el libro, Censura celebriorum Auctorum de Tomás Pope-Blount. Sin embargo, la paridad de un gusto a otro no es adecuada; porque no hay manjar, por excelente que sea, que agrade a todos los hombres sanos; pero hay Autores, aunque muy pocos, que son celebrados de todos los inteligentes. Así todos convienen en que Homero, y Virgilio fueron nobilísimos Poetas: Demóstenes, y Cicerón Oradores insignes: Livio, y Jenofonte Historiadores admirables.
3. En esta clase me atrevo yo a colocar el libro del Padre Codorniu; digo que en la clase de los que es preciso sean generalmente aprobados: ¿porque qué defecto podrá censurar en él el crítico más desabrido? El asunto es importantísimo: el método de una exacta regularidad: el estilo harmonioso, proprio brillante, enérgico, dulce, natural: todo él abunda de hermosas sentencias, de conceptos agudos: las doctrinas sanísimas, sugeridas de un profundo conocimiento de la Etica cristiana: las razones, con que las prueba, igualmente fuertes que ingeniosas: el modo insinuante con que las propone, al mismo tiempo que las introduce, con suavidad en el entendimiento, las hace abrazar amorosamente de la voluntad. Finalmente, hallo este escrito, por cualquier parte que se mire, tan cabal, que resueltamente desafiaré al hombre más invido, sobre que me señale en él algún defecto probablemente tal.
4. Pero lo más admirable de él es ser en su asunto original. ¿Quién dijera, que en materia de Etica cristiana, sobre que se han escrito millares de libros, y tratados, en que han mostrado su celo, habilidad, y doctrina tantos nobles Ingenios, se nos podría dar hoy cosa, no sólo nueva en los accidentes, mas también en la substancia? Esto, que nadie se atrevería a esperar, ejecuta el Padre Codorniu: conciliar todas las virtudes de la Etica cristiana con las más escrupulosas atenciones de la urbana práctica: componer el cumplimiento de los preceptos del Cielo con el de [326] todas las obligaciones del pundonor mundano: dirigir al que navega a la patria por un mar lleno de escollos, de modo, que evite todos los riesgos: poner en perfecta consonancia las altísimas voces del Evangelio con las humildes de la cartilla política. Empresa nueva, pero utilísima; empresa utilísima, pero muy ardua. Muchos habrán conocido por mayor, y dicho, o escrito, que esa conciliación es posible, y practicable; y la dificultad no está en ese conocimiento vago, o indeterminado; sino en formar una colección de reglas, o arbitrios para dar lugar cómodo, y desembarazado al ejercicio de las virtudes cristianas en todos aquellos lances en que parece se oponen a ese ejercicio las máximas de la mundana nobleza. Esto hace el P. Codorniu, y no sé que lo haya hecho, ni aun tentado con esta especificación otro alguno. El Padre Causino, en su Corte Santa tiró algunas líneas, que en alguna manera parece miraban a este centro; pero realmente la idea, y el rumbo son diferentes.
5. De modo, que el asunto del Padre Codorniu es hacer unos Caballeros del Orden de Cristo, que lo sean más propriamente, que los que en el Reino de Portugal gozan esta honrosa denominación; cuanto excede el ser Caballeros de Cristo por imitación, y por la observancia de su doctrina a serlo por el nombre, y la venera. ¡Proyecto verdaderamente grande, y nobilísimo! Dios quiera que logre plenamente el efecto deseado, y a V. P. guarde muchos años, &c.
6. Me olvidaba de decir a V. P. que también leí con grande complacencia la aprobación, que al libro del Padre Codorniu dio nuestro Hermano el señor Abad del Monasterio de San Pedro de Galligans, que ciertamente está buena buena. Y lo mejor que tiene es, que ninguna parte dio en ella a la adulación; toda la tributó a la justicia. Es verdad, que en elogio de tan bella obra, sobre lo que se debía a la justicia, no sé qué pudiese añadir cosa alguna la adulación. Así el abstenerse de adular al Autor pudo ser virtud, y juntamente necesidad. [327]
7. Y aun se contuvo dentro de más estrechos límites en su aprobación el Rmo. P. M. Mariano Alberich, Ex-Rector, de los dos Colegios, que tiene la Compañía en Cerdellas, y Gerona, y Prefecto de los Estudios de Artes, y Teología del de Barcelona. Digo, que en su aprobación aun se contuvo dentro de más estrechos límites; pues cercenó en la alabanza del Autor mucho de lo que pudiera decir, sin faltar a la verdad; pero con motivo muy proprio de la noble modestia Jesuítica. Fue el Autor discípulo suyo.