Filosofía en español 
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Tomo tercero Carta XXVIII

Del descubrimiento de la circulación de la Sangre, hecho por un Albeitar Español

Rmo. P. M.

1. Amigo, y Señor: Raro es el Fenómeno literario, que V. Rma. me comunica, y no menos curioso, que raro. ¿Qué es posible, que un Albeitar Español haya sido el primer descubridor de la circulación de la Sangre? Parece que no hay que dudar en ello. Escríbeme V. Rma. que un Amigo suyo tiene un libro de Albeitería, su Autor el Albeitar Francisco de la Reina, impreso en Burgos en casa de Felipe de la Junta el año de 1564, y él mismo [315] vió otro semejante en la Biblioteca Regia, que sin embargo es libro raro, y acaso no habrá en España más ejemplares, que los dos expresados. Remíteme, pues, V. Rma. copiado un pasaje del capítulo 94 de dicho libro, tan claro, tan decisivo en orden a la circulación de la sangre, que hace evidente, que el expresado Reina la conoció. Aquella cláusula suya: Por manera, que la sangre anda en torno, y en rueda por todos los miembros, excluye toda duda.

2. Veamos ahora si este hombre fue el primero que penetró este precioso movimiento, de que pende absolutamente la vida animal. El Inglés Guillermo Harveo se levantó con la fama de dicho descubrimiento a los principios, o poco después de los principios del siglo pasado, de modo, que por algún tiempo a nadie vino el pensamiento de que otro le hubiese precedido en el conocimiento de la circulación. Pero la precedencia de nuestro Albeitar, respecto del Médico Inglés, es notoria: imprimióse el libro del Albeitar el año de 1564. Harveo murió el año de 1657 en la edad de ochenta años. Con que estaba impreso el libro del Albeitar algunos años antes que naciese Harveo.

3. No sé si muerto ya Harveo, o antes de su muerte, uno, u otro Médico echaron la especie de que el famoso Servita Pedro Pablo Sarpi, bien conocido por su satírica Historia del Concilio Tridentino, antes que Harveo había descubierto la circulación de la sangre; y esta noticia hizo bastante fortuna en la República Literaria. Este Religioso, según Moreri, nació el año de 1552, doce años antes que se imprimiese, en Burgos el libro del Albeitar la Reina. Nadie soñara, que un niño Veneciano, antes de llegar a la edad de doce años, supiese tanta Anatomía, que por ella pudiese rastrear el movimiento circular de la sangre; porque en efecto el Sarpi, según se dice, por una delicada observación anatómica arribó a este conocimiento. Y sobre ese era menester dar antes de los doce años algún tiempo para que la noticia pudiese venir a España. [316]

4. Otros pensaron hallar la noticia de la circulación en Andrés Cesalpino, famoso Médico Italiano, que fue algo anterior al Servita. No era a la verdad repugnante, supuesto el hallazgo de la circulación por Cesalpino, que de él viniese a España la noticia, antes que nuestro Albeitar escribiese de ella; pues echada la cuenta, el año de 1564, que fue el de la edición de su libro en Burgos, ya Andrés Cesalpino tenía algo más de cuarenta años. Pero esto nada obsta para que a nuestro Albeitar se adjudique la primacía del invento. Lo primero, porque los mismos que atribuyen esta gloria a Cesalpino, ponen por data de su descubrimiento el año de 1593; esto es, veinte y nueve años después de la edición del libro del Albeitar. Lo segundo, porque aun cuando fuese la invención de Cesalpino anterior a la edición de este libro, ¿quién creerá, que ocultándose a todos los Médicos, que entonces había en España, pues ninguno se halla, que toque el punto, sólo a un Albeitar llegase la noticia? Lo tercero, porque el pasaje de Cesalpino, de donde se quiere inferir, que conoció la circulación, necesita de que la buena intención del que le lee ayude mucho la letra para hallar en él lo que pretende.

5. Otros pretendieron deslucir a Harveo, diciendo, que éste adquirió la noticia de la circulación de Fabricio de Acuapendente, célebre Médico, Cirujano, y Anatómico Italiano, Profesor de estas Facultades por espacio de cuarenta años en la Universidad de Padua, donde tuvo por oyente a Harveo. Esto por varias razones se hace totalmente inverisímil. Mas cuando fuese verdad, perjudicaría al Médico Inglés, no al Albeitar Español, que fue no poco anterior a Fabricio.

6. No ignoro, que hubo, y aun hay ahora quienes quisieron decir, que más ha de veinte siglos conoció Hipócrates el movimiento circular de la sangre. Pero ésta fue una mera afectación, hija en parte de la supersticiosa veneración de los Hipocráticos, que quieren que nada haya ignorando su Jefe; y en parte de envidia a la gloria de [317] Harveo. El hecho fue, que luego que Harveo publicó el descubrimiento de la circulación, todos, o casi todos los Médicos de la Europa se echaron sobre él, llenándole de injurias, tratando su invento de ilusión, y gritando contra esa inaudita novedad, como contra una perniciosa herejía Filosófica, y Médica. Harveo probó su novedad con argumentos tan evidentes, que casi todos los Médicos se rindieron a ellos; pero entre éstos algunos, y no pocos, ya por amor de la gloria de Hipócrates, ya por desvanecer la de Harveo, no pudiendo ya negar la verdad de la circulación, negaron, que ésa fuese invento de Harveo, pues ya Hipócrates la había descubierto; para lo cual produjeron dos, o tres lugares de Hipócrates, que exprimiendo a viva fuerza la letra, vanamente quisieron que significasen dicha circulación.

7. En el cuarto Tomo del Teatro Crítico, Discurso 12, pag. 286, en la cita (a) escribí, que en una Observación de las Actas Físico-Médicas de la Academia Leopoldina, copiada en las Memorias de Trevoux del año de 1729, se lee, que el célebre Heister produjo dos pasajes, el primero de un antiguo Escoliador de Eurípides, el segundo de Plutarco, en que formalmente se expresa la circulación de la sangre. Pero remirándolo ahora, hallo, que realmente Heister no dijo, o pretendió tanto; sí sólo, que en uno, y otro pasaje se leen algunos de los principios anatómicos, de donde se puede inferir la circulación, sin que los Autores citados llegasen a conocerla distintamente. Y de Sarpi, y Cesalpino tampoco dicen más que esto los que quisieron hablar a favor suyo, sin faltar enteramente a la verdad.

8. En el mismo Tomo, y Discurso, página 288, en la cita (a) escribí que el Barón de Leibniz en una de sus Cartas, citada en las Memorias de Trevoux del año 1727, afirma como cosa averiguada, que aquel famoso Hereje Antitrinario Miguel Servet fue el verdadero descubridor de la circulación de la sangre. La relación del Barón de Leibniz es como se sigue: Yo tengo tanto mayor compasión [318] de la infeliz suerte de Servet (Calvino le hizo quemar en Ginebra), cuanto su mérito debía ser extraordinario; pues se ha hallado en nuestros días, que tenía un conocimiento de la circulación de la sangre superior a todo lo que se sabía antes de ella. Servet fue algo anterior a Cesalpino. Pero como no nos dice Leibniz hasta qué punto llegó su descubrimiento, es verisímil, que aunque alcanzase algo más que los que le precedieron, no excediese a Cesalpino, o Sarpi, que le subsiguieron. Lo que se puede asegurar es, que no consta, que antes de Harveo algún Médico, o Filósofo haya hablado distintamente de la circulación, con la voz circulación, ni con otra equivalente, a excepción de nuestro Albeitar, que claramente dejó escrito, que la sangre anda en torno, y rueda por todos los miembros. Y en caso que Servet llegase a otro tanto, como este Autor fue Español, dentro de España queda siempre la gloria del descubrimiento de la circulación; y de tal modo queda esa gloria en España por Servet, que en ningún modo perjudica a la particular del Albeitar; pues no pudiendo éste tener noticia del descubrimiento hecho por Servet, que, como asegura el Barón de Leibniz, se ignoró hasta muy poco tiempo ha, sólo en fuerza de un ingenio sagacísimo pudo arribar al proprio conocimiento. No hubo menester tanta sagacidad Harveo, porque halló la ciencia anatómica mucho más adelantada que estaba en tiempo del Albeitar; y sólo por observaciones anatómicas se podría descubrir la circulación.

9. ¿Pero no es cosa admirable, Padre Rmo. que sólo por dos ejemplares del Libro del Albeitar la Reina, que se salvaron de las injurias del tiempo, se haya conservado la memoria de este feliz descubrimiento, y que sólo por el accidente de tener un amigo de V. Rma. uno de estos dos ejemplares, haya llegado a V. Rma. y a mí la noticia? Verdaderamente no hay voces con que ponderar la negligencia, el descuido, y aun la insensibilidad de nuestros Españoles, en orden a todo aquello que puede dar algún lustre al ingenio literario de la Nación; siendo mucho más [319] reprehensible esta negligencia, respecto de los inventos útiles, en todos tiempos tan gloriosos, que los antiguos Gentiles elevaron los Inventores a la esfera de Deidades.

10. Lo más notable en esto es, que los Extranjeros aprecian las riquezas intelectuales, que nosotros despreciamos, y tal vez nos venden como suyo, lo que nosotros olvidamos, y ignoramos, que fue, y es nuestro. Buen ejemplar de esto tenemos en el singular sistema de la nutrición por el suco nerveo, inventado por nuestra famosa Doña Oliva de Sabuco, que olvidado en España, le produjo después, como invento suyo, un Autor Anglicano. Aún mejor es el de nuestro Benedictino Fray Pedro Ponce, inventor de la admirable Arte de enseñar a hablar a los mudos, de que dí noticia en el Tomo cuarto del Teatro, Discurso 14, y que parece después se creía producción de Juan Walis, insigne Profesor de Matemáticas en la Universidad de Oxford. Por lo menos los Autores de las Memorias de Trevoux, en el Tomo tercero del año 1701, página 85, donde hablando de un Tratado, que sobre este Arte dio a luz en Amsterdam el año de 1700 Juan Conrado Amman, Médico Holandés, dicen, que ya antes de éste había escrito del mismo Arte, y hecho hablar algunos mudos dicho Walis, sin memoria de otro alguno, ni en común, ni en particular; tácitamente insinúan, que a éste juzgaban ser el primero en la invención, y en el uso del Arte.

11. ¿Y no pudo suceder con el invento de la circulación, lo que sucedió con el del jugo nerveo, y el del Arte de hablar los mudos; esto es, que Harveo, hallándole en el Libro del Albeitar Español, se le apropriase, como otros dos de su Nación se apropriaron los otros dos inventos Españoles? Que pudo suceder no hay duda, aunque no se podrá sin temeridad afirmar, que sucedió.

12. ¿Y qué queja podemos tener los Españoles de los Extranjeros, porque ellos se aprovechen de lo que nosotros abandonamos? Nosotros no debemos quejarnos, y el mundo debe darles las gracias de que se conserve por su [320] diligencia lo que sin ella se perdería por nuestra desidia. En el lugar citado de las Memorias de Trevoux se lee, que el Inglés Walis, y el Holandés Amman enseñaron a hablar muchos mudos. La invención fue del Benedictino Español, y ese Español también enseñó a hablar a algunos. ¿Pero quién en España se aprovechó, o aprovecha hoy de ese Arte? De ninguno tengo noticia. ¿No es ésta una lamentable incuria de parte nuestra? ¿Y no es aquella en los dos Extranjeros una laudable aplicación de parte suya?

13. Creo que no pocos Libros muy buenos de Autores Españoles se hubieran perdido, si no los hubieran conservado los Extranjeros, que es a cuanto puede llegar nuestra, no diré ya negligencia, sino modorra literaria. Algunos nombra en su Biblioteca Don Nicolás Antonio, de los cuales no tuvo noticia, sino por Autores Extranjeros. No ha mucho tiempo, que leyendo el Tercer Tomo del Espectador Anglicano, en el Discurso 49, hallé citado un Libro, cuyo título es: Examen de Ingenios para las Ciencias, y su Autor Juan Huarte, Médico Español. Por lo que se dice de este Libro el Escritor Inglés hice juicio de la excelencia de la idea, y de la importancia del asunto. Y como no tenía otra noticia anterior de él, fui a buscarla en la Biblioteca de Don Nicolás Antonio, como en efecto la hallé a la página 543 del primer Tomo de la Biblioteca nueva; y allí un amplísimo elogio, que del libro, y del Autor hizo Escasio Mayor (Escritor, según parece, Alemán), que le tradujo en Latín; y traducido, le imprimió el año de 1621. Copiaré aquí parte del elogio, trasladado a nuestro Idioma: Me ha parecido (dice Escasio de nuestro Huarte) con gran exceso el más sutil entre los hombres doctos de nuestro siglo, a quien el Público debe tributar supremas estimaciones, y que entre los Escritores más excelentes, cuantos yo conozco, tiene un gran derecho para ser copiado de todos.

14. Como yo, antes de ver la noticia del Médico Huarte en el Espectador, no había leído, ni oído su nombre, no dejé de extrañar, al ver este gran elogio suyo, que tan tarde llegase a mí la primera noticia de un Autor Español [312] de tanto mérito; y aun esa primera noticia derivada a mí de un Escritor Anglicano. Pero cesó después mi admiración, llegando a reconocer, que este Autor Español, al paso que muy famoso entre los Extranjeros, casi está enteramente olvidado de los Españoles. En el segundo Tomo de la Menagiana de la edición de París del año de 1729, a la página 18, donde en nombre de Mr. Menage son censurados de poco eruditos los Españoles, hay al fin de la página la nota siguiente de letra menuda, puesta por el Adicionador: Mr. Berteud en su viaje dice, que en España no es conocido el Doctor Huarte, ni su Libro del Examen de los Ingenios.

15. ¿Puede llegar a más nuestra desidia? O por mejor decir, puede llegar a más nuestro oprobio, que el que los mismos Extranjeros nos den en el rostro con la desestimación de nuestros más escogidos Autores? Es verdad, que el Censor no nombra más que uno; pero el nombrar este sólo para confirmar la nota de la poca erudición Española, significa mucho; significa, que ése es un Autor insigne, esclarecido, célebre; y significa, que pues los Españoles, siendo suyo, y tan grande, le tienen olvidado, ¿qué concepto se puede hacer de la erudición de los Españoles?

16. De lo que dice Don Nicolás Antonio de las pocas ediciones, que se hicieron de este libro en España, y de las muchas que se hicieron en las Naciones Extranjeras, se colige lo mismo con que nos da en rostro el Adicionador de la Menagiana. Tres ediciones refiere hechas en España, la última el año de 1640, y nueve en los Reinos extraños, la última el año de 1663. Y puede conjeturarse, que después de la edición Española de 1640 no se hizo acá otra, pues a haber alguna más cercana a nuestros tiempos, no estuvieran tan olvidados en España el libro, y el Autor. Como asimismo se puede conjeturar, que haciendo los Extranjeros tanta estimación de uno, y otro, hayan hecho repetidas ediciones sobre la de 1663.

17. De este, y otros ejemplos, que pudiera alegar, se [322] colige cuán injusta es aquella queja, que a cada paso se oye de la vulgaridad Española, de que los Extranjeros, envidiosos de la gloria de nuestra Nación, procuran deprimirla, y obscurecerla cuanto pueden. No hay acusación más ajena de verdad. Protesto, que no tengo noticia de algún Español ilustre, o por las armas, o por las Letras, que no haya visto más elogiado por los Autores Extranjeros, que por nuestros Nacionales: los que procuran deprimir la gloria de los Españoles ilustres son los mismos Españoles: Invidia haeret in vicino. Pero, Padre Reverendísimo, dejo un asunto tan odioso, porque si en él se calentase demasiado la pluma, podría derramar alguna sangre en vez de tinta. Y concluyo, rogando a V. Rma. que si puede agenciarme el libro del Doctor Huarte, en cualquiera de las tres Lenguas, en que esté traducido, Latina, Italiana, o Francesa, me lo procure cuanto antes; pues supongo, que en el Idioma Español, y en España será difícil hallarle. Y en caso que se pueda conseguir, sólo quien, como V. Rma. reside en el centro de España, podrá hacer diligencias eficaces para este hallazgo.

Primera Nota

18. La idea, y asunto del Doctor Huarte en su libro de Examen de Ingenios es, que antes de destinar a los niños, o jóvenes a este, o el otro estudio particular, se investigue su inclinación, y habilidad, para ver en qué facultad podrá aprovechar más. A cada paso se ven genios rudos para una, y agudos para otra. Este, que es inepto para las Letras, es muy apto para las Armas; y aquél, que así para las Armas, como para las Letras es inhábil, es un rayo para la Mercatura. He leído, que el Jesuita Cristóforo Clavio, mostrando al empezar sus estudios un ingenio, u obtuso, o nada penetrante para la Escolástica, un hombre docto de su Compañía, rastreando por algunas señas su capacidad para la Matemática, dispuso que se aplicase a la Geometría, en que salió tan eminente, que fue venerado [323] de todos como el Euclides de su siglo, y uno de los mayores Astrónomos, si no el mayor de su tiempo. Todo el mundo sabe cuánto su insigne pericia Astronómica sirvió a la Iglesia en la reforma del Calendario Gregoriano, cuyo ilustre, y utilísimo servicio nunca hubiera llegado a lograrse, si los Superiores del Padre Clavio se hubiesen obstinado en llevarle por el trillado camino de la literatura ordinaria. A nuestro gran Héroe Hernán Cortés puso su padre al estudio de las Letras; pero él, conociendo que su genio no era para ellas, tomó el rumbo de las Armas. ¡Cuánto hubiera perdido España, si hubiera seguido el primer destino!

19. Es, pues, evidente, que florecía infinito cualquiera República en que se practicase el proyecto del Doctor Huarte de examinar los genios, y inclinaciones de sus individuos, y aplicarlos a aquello a que fuesen más proporcionados. Creo yo bien, que esto nunca llegará a lograrse, porque los padres, que comunísimamente determinan el destino de los hijos, miran a su interés particular, y no al público. ¿Quién hay que no quiera más ver en su familia un Eclesiástico rico, que un gran Soldado? Pero aunque del libro del Doctor Huarte no pueda esperarse la grande reforma, que él pretende, podrá ser muy útil para otros efectos; porque siendo el Autor de un ingenio supremamente sutil, y perspicaz, como consta del elogio, que hace de él Escasio Mayor, se debe creer, que da unas reglas de especialísima delicadeza, para discernir los genios, talentos, e inclinaciones de los sujetos. Y este discernimiento es convenientísimo para todos los que gobiernan Repúblicas, y aun para cualesquiera particulares, &c.

Nota segunda

20. Sé muy bien, que el Expurgatorio manda borrar muchas cláusulas, y expresiones de la edición Castellana del libro de Huarte; pero esto no debe estorbar, que el libro sea apreciable, y tenga cosas buenas. Nuestro Señor guarde a V. Rma. muchos años.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo tercero (1750). Texto según la edición de Madrid 1774 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo tercero (nueva impresión), páginas 314-323.}