Tomo tercero
Dictamen
del Doct. D. Diego Rodríguez de Rivas, Colegial que ha sido en el de los Verdes de la Universidad de Alcalá, Opositor a las Cátedras de Cánones, y Arcediano de la Iglesia Metropolitana de Guatemala
De orden del señor Don Tomás de Najera Salvador, del Orden de Santiago, Capellán de Honor de su Majestad, Inquisidor Ordinario, y Vicario de esta Villa de Madrid, y su Partido, &c. he visto con singular atención el Tomo tercero de Cartas Eruditas, que desea dar al público el muy ilustre, y Rmo. P. M. D. Fr. Benito Jerónimo Feijoo, Maestro General de la Religión de San Benito, del Consejo de su Majestad, &c. y aunque le reconozco digno de los elogios, que logran los antecedentes, aun no me determino a decidir sobre la licencia que pretende, porque no he llegado a descubrir lo que es preciso saber de un libro para permitir su impresión; esto es, el fin a que se dirige {(*) Simplic. Coment. Epict.}: Ut neque vituperemus, neque laudemus facta, cuiusquam, nisi scopo eius cognito, ad quem illa referentur: ex eo enim iudicium est ferendum. Esta noticia, como debe ser la primera en el Censor, es la que regularmente anteponen los Autores en el título de sus Obras; y ésta no hallo yo en este Tomo tercero, ni en los dos antecedentes, en que sólo se leen estas palabras: Cartas Eruditas, y Curiosas, en que por la mayor parte se continúa el designio del Teatro Crítico Universal. [XXXVIII] Noto la voz designio, y buscando el fin que necesito, recurro al título del Teatro, y en él no se ve más que el desengaño de Errores comunes. No parece creíble, que de una Obra como la del Teatro Crítico sea todo el fin sólo el desengaño de errores comunes. Ofensa haría yo al Autor, si me diera por satisfecho de la duda, con sola la declaración literal del título del Teatro; y más cuanto en todos sus Discursos manifiesta, no tanto su erudición grande contra errores comunes, cuanto su celo por la introducción de aquellas Ciencias, a quienes con propiedad llamamos Facultades: quizá por las que dan a los que las cultivan: aquéllas que Agesilao, Rey de los Lacedemonios, creía tan importantes para la instrucción de la juventud: Iis rebus, quibus usuri sint, cum ad virilem aetatem pervenerint. Cotéjense, pues, los errores combatidos en todo el Teatro Crítico con la multitud de doctrinas, al parecer vertidas sin cuidado, o nacidas de los mismos desengaños. Hágase el juicio por el número, o por el peso, y por todos lados se hallará excesivo el deseo de las Ciencias. Este eficaz deseo fue, según presumo, quien empeñó al Autor en declarar la guerra a los errores comunes, considerándolos único tropiezo para su intento, y asegurada su sospecha con el dictamen de Séneca {(*) De Vita Beat. c. I}: Versat nos, & praecipitat traditus per manus error, alienisque perimus exemplis. Fundó bien la esperanza de sus deseos en el desengaño de errores comunes. Sanabimur, dijo el mismo Séneca si modo separemur a coetu; y queriendo ganar horas para lo útil, dio principio a su [XXXIX] Teatro con el desengaño de la multitud de errores, que fomenta la vulgar incredulidad {(a) Nihil ergo magis praestandum est, quam pecorum ritu sequamur antecedentium gregem, pergentes, non qua eundem est, sed qua itur. Atqui nulla res nos maioribus malis implicat, quam quod ad rumorem componimur, optima rati ea, quae magno assensu recepta sunt, quorumque exempla multa sunt; nec ad rationem, sed ad similitudinem vivimus. Senec. ib.} y por hacerlo en breve con todos, hizo contra la Voz del Pueblo su primer discurso, con tan feliz suceso, que aseguró más de la mitad del previo intento, y la ocasión, para destinar desde luego a las Ciencias el campo, que dejaban los errores, plantando en él luego especies de erudición útil a la sociedad, o que sirviesen de antemural contra errores comunes, para que otra vez no se verificase el fatal trastorno, y la ruina. Esta máxima siguió el Autor en todo su Teatro, con tal destreza, que en los más de sus Discursos no se acierta a distinguir cuál intento fue en la ejecución el preferido: y si de ella se hubiera servido el Eminentísimo Señor Cardenal Cisneros, cuando con igual designio al del muy Ilustre Feijoo fundó la Universidad de Alcalá, no tuviera hoy nuestra Nación en que emplear sus deseos, ni el muy ilustre Feijoo que envidiar de Reinos Extranjeros para la comodidad de todos los Españoles: pero como de todas las Cátedras de Ciencias quedaron solamente resguardadas por sus respectivos Supremos Tribunales la Teología Escolástica, y Moral, y la Jurisprudencia Canónica, y Civil: por eso estas solas Facultades pudieron prevalecer, y florecer en toda España tanto como se celebra por las Naciones Extranjeras.
Advertida la importancia del desengaño de errores, resta saber la utilidad de las deseadas Ciencias. [XL] De esta duda nos saca el Autor en una de estas Cartas, asegurándonos, que toda se reduce a dar adelantamiento, y perfección a las Artes liberales, y mecánicas: y aunque a primera vista parezca increíble su dictamen, es preciso convenir en que no dan, ni pueden dar dichas Ciencias mayor utilidad, pues tenemos tan claro, como infalible, testimonio con toda la sabiduría, inteligencia, y ciencia, que infundió Dios a Beseleel: El implevi eum Spiritu Dei, Sapientia, & Intelligentia, & Scientia in omni opere. Véase para qué fue todo este cúmulo de Ciencia: Ad excogitandum quidquid fabrefieri potest ex auro, & argento, & aere, & marmore, & gemmis, & diversitate lignorum. De aquí es preciso inferir, que todo el cuidado del Illmo. Feijoo en el desengaño de errores, y todo su celo por la introducción, y permanencia de las Ciencias, ha sido y es con el fin de dar a la Nación seguros medios de conseguir el adelantamiento, y perfección de las Artes liberales, y mecánicas. Siendo así, no necesito saber más como censor, para afirmar la utilidad de esta Obra, sino para celebrar el acierto de su Autor en la elección de tan oportunos medios, pues son los únicos humanos con que se pueden lograr las Artes liberales, y mecánicas, cuya utilidad no necesita prueba, pues nos es tan notoria, como publicada por las Naciones Extranjeras, que estudiando sólo en adelantarlas, tanto las han pulido, que con ellas ha llegado a perfeccionar las Artes de empobrecernos {(*) Chok. Thes. Polit. lib. 2. cap. 10.}: Ex omnibus autem cogendae pecuniae artibus, vel illa potissima est, quod Princeps eas domi merces habeat, quibus ad se exterorum monetam attrabat. Unde [XLI] laudabili admodum Instituto Galliae Rex Henricus eius nominis IV, artem sericam paucis ab hinc annis in nonnullas suae ditionis Provincias introduxit, cum antea vermiculi in exteris ditionibus alerentur: quo quidem ex commercio, dictu incredibile, quantu commodi, & pecuniae in illas Galliae oras importetur: Sin que por nuestra parte se haya podido evitar, cuando poco, o nada se sabía hacer en España; no por falta de habilidad (de que podemos dar ya buenas pruebas), sino por oculta causa, que nadie pudo excogitar, hasta que el Illmo. Feijoo la llegó a descubrir, haciéndonos ver en los errores comunes el origen, y raíz, de todos nuestros males {(a) Qui palam est adversarius, facile cavendo vitare possis: hoc vero occultum, intestinum, ac domesticum malum, non modo non existit, verumetiam opprimit antequam perspicere, atque explorare potueris. Cic. 1. in. Ver.}; y no satisfecho su celo, y amor a la Patria con sólo señalar los errores nos dio desengaños tan importantes, que en la soberana estimación de nuestro Monarca se calificaron de Utiles, y Eruditos, cuando en premio de tan especial servicio honró su Majestad al Autor con el señalado título de su Consejo {(b) Por cuanto la general aprobación, y aplauso, que han merecido en la República Literaria de Propios, y Extraños las Utiles, y Eruditas Obras de Vos el Maestro Fr. Benito Feijoo, digno Hijo de la Religión Benedictina, mueven mi Real ánimo a hacer manifiesta mi gratitud a tan provechosos trabajos, y al que sea notorio el deseo que me asiste, de que continúen con igual acierto para mayor lustre de mis Vasallos, &c.}; añadiendo a esta honra la de hacer notorio el Real deseo de la continuación de las Obras del Autor {(c) Cicer. de Divinat. lib. 2.}: Nullum munus Reipublicae afferre maius, meliusve Princeps possunt, quam si docere, ac erudire iuventutem curent. Y siendo ésta [XLII] la primera que en cumplimiento del Real orden da al público, con el respetable nombre de su Majestad, y tan antigua la costumbre de no hacer oposición a las Cartas que tienen el nombre del Rey {(a) Ester cap. 8. v. 8.}: Haec enim consuetudo erat, ut Epístolis, quae ex Regis nomine mittebantur, & illius annulo signatae erant, nemo auderet contradiceret. Aunque para la común veneración haga falta en éstas el Real Sello, creo que para el muy particular aprecio de toda la Nación basta sean autorizadas con el signo de tan acreditado Autor, Ministro de su Majestad: Annulos aureos est signum Senatoris. Por todo lo dicho, y no contener cosa, que se oponga a nuestra Santa Fe, buenas costumbres, y Leyes del Reino, soy de dictamen, que se le dé la licencia que pide. Así lo siento. Madrid, y Junio primero de 1750.