Filosofía en español 
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Ilustración apologética Discurso XXI

Uso de la Mágica

1. Habiéndome detenido tanto en el Discurso pasado, es preciso abreviar lo posible en el presente, pues no es obra ésta para detenerme mucho en ella, ni el empeño merece tomarse con tantas veras.

2. Si como el Sr. Mañer escribió sobre la materia de este Discurso trece hojas, hubiera querido escribir mil y trescientas, le fuera muy fácil; porque reduciéndose a trasladar cuentos de hechicerías que se encuentran en varios Autores, especialmente los Demonógrafos, hay ripio para llenar siete u ocho librejos del cuerpo del Anti-Teatro. Si a estos se añaden otros algunos de corrillo, ya se engrosarán un poco más. Eso hace aquí, con la diferencia que hay del más al menos, el Sr. Mañer. Y cierto hace mal, porque se degrada voluntariamente de Crítico, para quedarse en mero copiante. Yo supongo todas esas noticias de Magia que refieren varios Autores, y me hago cargo de ellas, para examinarlas a la luz de la crítica. El Sr. Mañer no hace más que trasladar lo que halló escrito, y todo lo cree, o hace semblante de creerlo, como no se le represente física, o metafísicamente imposible. Esta es la única regla de su crítica; que es lo mismo que decir, que su crítica carece de toda regla. El examinar la posibilidad de las cosas toca al Filósofo. El Crítico debe pasar más adelante, para buscar dentro de lo posible lo verisímil. Buenos estaríamos, si creyésemos todo aquello que no hallamos repugnante. Pocos, y pocas veces mienten tan desatinadamente que caiga la ficción sobre objeto imposible. ¿Qué uso tendría el juicio prudencial, prenda tan estimable en los hombres, si todo lo que a la luz [137] de la Filosofía se halla posible, hubiese de creerse? Aun después de asegurada la posibilidad metafísica o física de una cosa, restan dos pasos muy grandes que andar, antes de asentir a su existencia: el uno el de la posibilidad moral, el otro el de la verisimilitud; y los llamo dos pasos, porque no siempre coinciden en un mismo espacio; pues aunque todo lo moralmente imposible es inverisímil, no todo lo inverisímil es moralmente imposible. Vease esto en el proceder de los Tribunales de Judicatura. Deponen contra el reo tres, o cuatro testigos sobre un delito físicamente posible. Le absolverán sin duda los Jueces, si no obstante la posibilidad física, hallan que es moralmente imposible. Hállanlo moralmente posible: con todo, si a las luces de la prudencia se representa inverisímil, suspenderán la sentencia hasta apurar más la cuestión.

3. No es, pues, del caso, a quien niega un hecho con razones propias del Tribunal de la Crítica responderle con la posibilidad física del hecho (como a cada paso hace el Sr. Mañer); antes es contra toda crítica, y aun contra toda lógica, pues ésta no permite ilación de la posibilidad a la existencia.

4. Reconócese más el defecto de crítica del Sr. Mañer en los Autores que para cosas de Magia cita como Oráculos, Herodoto Filóstrato, Simón Mayolo, el P. Gaspar Schot, y Torreblanca. A Herodoto le colocan los Críticos ras con ras de los Poetas, y algunos llaman Historia Poética la suya. Cicerón, aunque celebra algunas partidas suyas, le afirma la mezcla de innumerables fábulas: Quamquam, & apud Herodotum patrem historiae, & apud Theopompum sint innumerabiles fabulae (de Legibus, lib. 1). De Filóstrato hemos probado (cuanto cabe en la Crítica) que no hay fundamento para creerle en lo que dice de Apolonio; antes hay muchos fundamentos positivos para lo contrario. Pero el Sr. Mañer de nada se hace cargo, sino de su posibilidad a secas. Simón Mayolo compiló cuanto halló escrito sin examen alguno; y nadie le ha leído que no hiciese este juicio. El P. Gaspar Schot es Autor apreciable en todo [138] lo que escribió perteneciente a las Matemáticas, y a la Magia natural. Pero en su Física curiosa sólo atendió a entretener la curiosidad de los lectores, sin más diligencia que la de juntar lo que estaba esparcido en otros libros. Torreblanca no sé por qué se me alega, siendo cierto que poquísimo se halla en él que no haya tomado del P. Delrio, y a éste le he descartado yo por muy crédulo en materia de hechicerías.

5. Así el Sr. Mañer pudo excusar estas alegaciones: como también pudo y debió excusar el cuento que le embocaron en Cádiz, siendo muchacho, del hombre llamado Nam Nam: la visión nocturna de las brujas que gozó en el arroyo de Sanchorquiz; y la historia de los Piaches. El primer cuento no es menester más que leerle para no creerle, porque por cien capítulos se representa inverisímil; y como el Sr. Mañer, aún hoy, después de tantas experiencias, es tan crédulo, ya se ve que lo sería mucho más siendo muchacho, y nadie hallaría dificultad en persuadirle la mal tejida historia de Nam Nam. En la visión de las Brujas ya se ve que se cita a sí mismo, como testigo de vista, y no dudamos de la mucha veracidad del Sr. Mañer; pero como en su Anti-Teatro hace contra mí el oficio de actor, no debe ser admitido para testigo. Lo mismo decimos de los Piaches (flecheros de hierbas), aunque esto no nos dice si lo sabe de vista u de oídas. ¿Pero qué cosa más ridícula que creer que hay en la América unos hombres, que tirando hierbas, aunque sea a distancia de algunas leguas, quitan la vida a sus enemigos, si éstos no se acogen a la protección de otros Piaches que los defiendan? Quien cree esto, ¿qué no creerá? Cierto es, que como los Españoles no tienen Piaches protectores, ya los hubieran destruído del todo aquellos Americanos, sin servirles de nada su artillería, pues alcanza la hierba disparada, antes de llegar a tiro de cañón. Decir que Dios no lo permite, es una solución muy voluntaria. Habiendo de recurrir a la negación de permisión harto más razonable es ponerla un poco más arriba, diciendo, como yo digo, que es increíble que Dios permita en tantas Naciones, y a tantos individuos de ellas (como [139] pretende Mañer), que contraten con su enemigo y nuestro, y usen de sus fuerzas para tantos insultos. Que lo permita una u otra vez rara por sus altísimos juicios, se entiende muy bien. Que dé una rienda tan floja al demonio para nuestro daño, y a los hombres para que usen de su poder, es increíble. Hombres y demonios son dos Repúblicas diversísimas, que la Providencia, juntamente con la naturaleza, han puesto muy distantes; y así, sólo en casos raros, y en virtud de una providencia permisiva muy extraordinaria, se debe discurrir comercio familiar de los individuos de la una con los de la otra.

6. Lo mismo que de los Piaches, digo de los que el Sr. Mañer llama Duros, porque son primos hermanos de aquéllos. Da este nombre a unos Soldados invulnerables, que dice se hallan con más frecuencia entre las Naciones extranjeras, singularmente los Suizos, y otros Pueblos de Alemania, que por más balas que les disparen, caen a sus pies como si dieran en una estatua de metal. Más dura es la noticia que los mismos Duros. Pocos de estos que hubiera en una Nación, conquistarían todo el mundo. ¿Qué brecha habría inaccesible para ellos? ¿Qué escuadrón tan cerrado habría que no rompiesen unos hombres que acometen sobre el seguro de no ser heridos? Esta noticia echa la puja sobre la que nos dio Homero de la invulnerabilidad de Aquiles: porque en fin Aquiles no era tan duro, que no fuese blando por aquella parte por donde entró la flecha de Paris. Pero nuestros durísimos Duros por todas partes están cerrados, no sólo a piedra y lodo, sino a bronce y mármol.

7. En todas las demás noticias que vierte el Sr. Mañer sobre el asunto de Magia, se nota su falta de crítica, u de lectura, u de advertencia. Lo de la Vara Divinatoria, en que hace mucho ahínco, ya habrá visto en mi tercer Tomo, que es un embuste. La venta que hacen los Septentrionales de los vientos, es trampantojo, como afirma Argrimo Jonás, docto Irlandés, testigo de vista, en su Anathome Blefkeniana. El largo cuento que trae al número 21, y sobre que cita al P. Bouchet, puede ser verdadero; pero [140] es mala crítica, y peor lógica, inferir de un hecho sólo, y de un hechicero sólo (pues para este efecto no refiere otro), que hay muchos hechiceros en el Oriente. Alegar las Constituciones Apostólicas para los hechos de Simón Mago, como obra en que no puede ponerse duda de ser de S. Clemente, es demasiada confianza, y mucha falta de noticias para un Crítico: pues muchos hombres doctísimos tienen por tan apócrifa esta obra, y por tan supositicio parto de S. Clemente, como la de las Recognitiones. El Cardenal Belarmino está explicado abiertamente por este sentir (lib. de Script. Ecclsiast. in Sancto Clemente): el célebre Agustiniano Cristiano Lupo cita por el mismo al Papa Gelasio, al Cardenal Baronio, y a otros muchos. Con la advertencia, que citando al Papa Gelasio, añade: Ejusque judicium omnis semper Ecclesia Latina est sequuta (in Schol. ad Can. 2. Trull. Sinod.): lo mismo siente el P. Petavio (in Notis ad Sanct. Epiphan. ad haeresim Audianorum), lo mismo otros innumerables hombres eruditísimos.

8. También es grave inconsideración para un crítico haber llenado dos hojas de citas sobre la especie de Zoroastro, que yo toqué tan de paso, y la cual, que se tome por aquí o por allí, no importa un comino para la cuestión; mayormente cuando esa multitud de citas no quita la duda que yo propuse en orden a Zoroastro. Yo me imagino que la Tertulia octonaria gastó cuatro días en revolver cuantos libros pudo encontrar en la Librería Real, que tratasen de Zoroastro: y en que todo ese tiempo estuvo sonando el nombre de Zoroastro en todos los ángulos de la Biblioteca, batallando los ecos, no sólo unos con otros, mas también con los oídos de todos los circunstantes. ¿Y esto para qué? Para moler al lector con tanta cita sin utilidad alguna, y descalabrarle con la repetición de ese nombre desapacible más de cuarenta veces en el espacio de dos hojas.

9. En el número 22 cita el Sr. Mañer dos tratados de dos Médicos que vio junticos en dos artículos inmediatos de las Memorias de Trevoux (que son las que, juntamente con las Cartas Edificantes, el Diccionario de Moreri, y el [141] de Dombes, le prestan el ripio ordinario) del año de 1717. Y sobre esto también tengo dos o tres advertencias que hacerle, que pertenecen asimismo a la exactitud de un buen Crítico. Las dos primeras tocan a la cita de Monsieur Lange, la tercera a la de George Mekilini. En orden a la primera cita le advierto lo primero, que otra vez vaya más despacio, pues nos remite al artículo 138 de las Memorias de Trevoux de dicho año: Y ni del tratado de Monsieur Lange, ni de su asunto, que es el suceso de la poseída Madalena de Morin, se halla palabra en el artículo 138, sino en el 135. Lo segundo, que debió hacerse cargo de las extravagantes ideas, o mejor diré ilusiones, de aquel Médico, para no darle mucho crédito en lo que afirma de Madalena de Morin, pues un hombre semi-iluso en nada puede hacer mucha fe. Vuelva a leer el citado artículo, y dígame ¿qué juicio hace de aquella unión instrumental de los demonios aéreos a unos cuerpos organizados minutísimos, mediantes los cuales se introducen en los cuerpos humanos, y sin los cuales no pudieran hacer daño alguno a los hombres?

10. En orden a George Mekilini, de cuyo tratado de Incantamentis tratan dichas Memorias de Trevoux en el artículo 136 inmediato, paso el que le cite como si hubiese visto el mismo tratado, pues aquí no hace memoria alguna de las Memorias. Paso también el que le llame Mekilini, llamándole los Autores de las Memorias Merklini. Paso, en fin, que llamándole dichos Autores Merklini, cuando hablan de él en Latín, y en el caso de genitivo, pero Merklin, cuando le nombran en Francés, el Sr. Mañer, hablando de él en Romance, le apellida con el genitivo Latino Merkilini, sólo porque vio en el título del artículo Georgii Abrahami Merklini tractatus, &c. Todo esto importa poco, o nada; y si hubiera de reparar en estas cosillas, pudiera contra un Anti-Teatro estrecho y de pocas hojas, escribir catorce Anti-Mañeres gordos y rollizos. Lo que no pasaré, ni puedo pasar (porque toca a la legalidad en lo substancial) es, que diciendo claritamente los Autores de las Memorias de Trevoux, que de los sesenta casos de hechicerías que [142] refiere el Médico, Merklin, no todos están testimoniados, de modo que no pueda rehusarse el creerlos; el Sr. Mañer dice, que todas sesenta relaciones están testimoniadas con suficiente prueba para su certeza. Propongo los propios términos de uno y otro escrito. Y siendo indubitable que el Sr. Mañer no tuvo otra noticia del tratado de Merklin que la que halló en las Memorias de Trevoux (como se infiere de haber citado junticos dos Médicos, que están también junticos en dichas Memorias, poner por nombre del uno el genitivo Merklini que vio en la frente del artículo, usar de la misma frase testimoniadas, de que usan los Autores de las Memorias; y en fin, saberse que el Sr. Mañer no gusta ni gasta de libros Latinos): digo que no habiendo tenido el Sr. Mañer otra noticia del tratado de Merklin que la que halló en aquellas Memorias, no puede pasarse que haya estampado una proposición derechamente contradictoria a la que se halla en ellas, sólo porque le hacía al caso. El Sr. Mañer dice que todas sesenta relaciones están suficientemente testimoniadas. Y los Autores de las Memorias dicen que no todas están suficientemente testimoniadas.

11. Del mismo modo que el Sr. Mañer a veces halla en los Autores lo contrario de lo mismo que dicen; otras no encuentra, aunque lo lea, aquello que claramente pronuncian. Buen ejemplo hay en el cargo que me hace sobre Enrico Cornelio Agripa, de quien dice, no debí colocarle en aquel catálogo que formó desde el número 11 hasta el 23. Las razones que da son dos, que están de apuesta entre sí sobre cuál es peor. La primera es, que yo no traigo algún prodigio que haya hecho; antes por la serie de su vida le formó una apología, defendiendo el que no fue Mago. ¡Equivocación portentosa! Siendo aquel Catálogo (como claramente explico) de hombres que fueron tenidos por famosos Magos, sin tener nada de Magos, ¿qué razón es decir, que de Agripa defiendo que no fue Mago, para inferir que no debí introducirle en aquel catálogo? Antes no pudiera introducirle, si lo hubiera sido. Agripa fue tenido por Mago insigne, lo que no tiene duda, (Archimago le llama el [143] P. Delrío); yo defiendo que no lo fue verdaderamente: luego por eso mismo tiene cabimiento en un catálogo que se forma de hombres que fueron tenidos por Magos, sin serlo. ¡Raro confundir las cosas por cierto!

12. La segunda razón es la que prueba lo que llevamos dicho, que no ve en los Autores, aunque los lea, aquello que claramente afirman. Dice, que tampoco puedo ponerle en el número de los embusteros, pues le faltaba el fingimiento de que fuese Mago. El que le faltaba el fingimiento, lo supone de confesión mía, o por lo menos de mi silencio. Y es bueno que allí mismo, donde trato de Agripa, al empezar el num. 23 digo: Es verdad que Agripa se alabó de que sabía la Magia. Y en el num. 47 refiero, que Agripa se jactaba de que sabía el gran secreto de comunicar en un momento cualquier noticia a otro que distase muchos centenares de leguas, haciéndole leer por reflexión en la Luna lo mismo que él escribiese con sangre en un espejo: y no sólo dijo que sabía hacerlo, sino que lo había hecho muchas veces. Si esto no es alabarse de Mágico en teórica, y práctica, ¿cuál lo será?

13. En fin, no puedo disimular lo que el Sr. Mañer dice sobre aquella proposición mía: Muchos y graves Autores tienen la generación de los íncubos por fabulosa: a la cual inmediatamente planta el Sr. Mañer este borrón: Júzguenla enhorabuena sus mercedes por lo que quisieren, que la mayor parte de ellos tienen la autoridad en ser discípulos de Lutero. Esta es otra tal como la de Antonio Vandále. ¡Rara fiereza de hombre! ¿Que no pierda ocasión de ensangrentar la pluma, entrándola por la parte más sensible del pecho? Y porque no se dude que viene derechamente al mío aquel golpe, poco más abajo supone aquella opinión como mía, diciendo: Pero cuando concediésemos la improbable opinión de su Reverendísima, &c; siendo así, que yo no afirmo ni me declaro por aquella opinión, ni hago más que referir simplemente, que la llevan muchos y graves Autores. Que la llevan muchos y graves Autores, puede verlo en el P. Delrio, lib. 2. cuest. 15: y en Paulo Zaquías, lib. 7, cuest. [144] Medic. Legal. tit. 1, cuest. 7, en que se debe notar, como cosa de mucho peso, que el mismo Paulo Zaquías, habiendo antes llevado la opinión más común, en este lugar la retracta. Digo que es circunstancia esta de mucho peso: porque un Autor grave, cual lo era Paulo Zaquías, no llega a retractarse, sino en vista de razones sumamente fuertes que le obligan a abandonar la opinión antigua. Y más fuerza hace un Autor, que examinada con gran estudio, y reflexión la causa, da contra sí mismo la sentencia; que cincuenta Autores que sin examen tratan de paso la materia. Lea también el Sr. Mañer a su amado Diccionario de Dombes, verb. Incube, y allí aquella cláusula que empieza: Hay mucha apariencia, que la fábula de los demonios íncubos no tenía otro fundamento, &c., donde los Autores del Diccionario hablan con alguna duda, en orden al fundamento de la fábula; pero suponen, como cosa sentada, que es fábula.

14. Pero sea lo que fuere de esta cuestión, en la cual yo no afirmo, ni niego; ¿a qué propósito es aquello de que la mayor parte de los Autores que la niegan, son discípulos de Lutero? No pienso que el Sr. Mañer los contó, para saber, que son la mayor parte. No es menester nada de eso. Basta tomar las cosas a bulto, cuando hay deseos de flechar una sátira, que llegue a lo más vivo del alma. Pero sean la mayor o la menor parte ¿qué tenemos con eso? ¿La generación de los íncubos pertenece por alguna parte a los dogmas de la Fe? ¿Si se puede o no puede seguir concepción del torpe congreso de los íncubos, no es cuestión que pertenece derechamente a la Física y Medicina, y como tal la disputan muchos Médicos Católicos, arrimándose unos a una parte, y otros a otra? ¿Pues qué importará que convengan muchos discípulos de Lutero con los Católicos que están por la negativa? En cuestiones puramente físicas, ¿quién hasta ahora contó los sufragios, atendiendo a la religión de los Patronos? No hubo Filósofo Moro que no siguiese a Aristóteles, y entre los Católicos hay muchos que no le siguen. ¿Resulta de aquí alguna ignominia a la Doctrina Aristotélica? [145]

15. Bien podría ser que entre los discípulos de Lutero hubiese muchos que negasen posible la generación de los incúbos, pues podía ser motivo para ello el ponerse en el extremo opuesto, y más distante de los que inventaron la fábula de que fue hijo de un incúbo aquel Heresiarca: patraña, que refuta el P. Maimburg en su Historia de Luteranismo, y de quien ríen los Católicos sabios y sinceros. Esto es frecuente en los que se defienden de alguna acusación injusta, que si hallan probabilidad para ello, no sólo niegan la existencia, mas también la posibilidad del hecho que se disputa; porque la negación de la posibilidad pone el entendimiento más distante de dar asenso a la existencia. Como quiera que sea, como la opinión de que aquí se trata no tiene conexión alguna con los dogmas del Luteranismo, el decir que muchos discípulos de Lutero la llevan, sólo puede servir para que el vulgo, que como ya dijimos en el Discurso pasado tiene por herejía cuanto dicen los Herejes, haga mal concepto de todos los que llevan la misma opinión.

16. Sólo nos restan ahora los que el Sr. Mañer llama descuidos, y empiezan al número 25; donde, y hasta el número 27 inclusive, para notarme el primer descuido se mete en lo que no entiende, ni ha estudiado; conviene a saber, si el demonio puede mover todo el globo de la tierra; si de aquí se sigue (como él pretende) que pueda barajar los Orbes Celestes; si un demonio sólo puede tanto como muchos demonios; y para confundirlo todo, equivoca aquella limitación que ha puesto la ordenación divina al poder del demonio, impidiéndole voluntariamente el uso; con el defecto intrínseco y natural de su potencia.

17. Perdone el Sr. Mañer, que yo no he de tomar el trabajo de explicarle ahora todas estas cosas. Baste decirle, que los Teólogos no están uniformes en cuanto al poder natural del demonio. Todos suponen (como es preciso), que nunca hará el demonio lo que Dios tiene decretado que no haga; y así, no sólo no podrá mover el globo de la tierra, pero ni aun una arista, si Dios tiene decretado que no [146] lo haga; pero esto no es por defecto intrínseco de la potencia, sino por la impedición del uso. En cuanto a la extensión que tiene su intrínseca potencia, respecto de las cosas materiales, hay diversas sentencias. Unos restringen su virtud a las cosas sublunares, otros las extienden a las celestes. Y en uno y otro extremo hay nueva división de opiniones, extendiendo unos Autores más que otros aquel poder: de modo, que en cuanto a mover todo el globo de la tierra lo niegan unos, y lo afirman otros. Y lo mismo en cuanto a impedir el movimiento de los Cielos, u darles movimiento contrario. En la sentencia del Eximio Doctor, que la virtud motiva del Angel como finita, se proporciona a la resistencia del móvil (lib. 4 de Angelis, cap. 32), se entiende bien, que dos demonios puedan más que uno, y cuatro más que dos. Si quiere saber más el Sr. Mañer, estúdielo, como hice yo.

18. Pásole el mal uso que hace de los textos de la Escritura: Uno que dice del Anti-Cristo, que hará bajar fuego del Cielo, como si esto fuera lo mismo que obscurecer las luces celestes, que es para lo que le trae. Otro de Job: Non est potestas, quae comparetur ei super terram; el cual así prueba el poder del demonio en el Cielo, como el poder del Turco en la Luna. Ello el mundo en todo anda al revés. Yo que he visto la Biblia muchas veces por adentro, traigo pocos textos de ella; y el Sr. Mañer que sólo la vio por el pergamino, los menudea que es un asombro.

19. Num. 28 nota esta interrogación mía: ¿De qué le sirvió a Nerón darse mucho a la Mágica, si no pudo evitar la conspiración? El motivo de notarla es, que digo más abajo, que el mismo Príncipe abandonó después esta aplicación. Dice, pues, Mañer que es claro que no podía servirle para evitar la conspiración, habiéndola abandonado antes. ¿Pues qué, aunque hubiese abandonado la aplicación o estudio de la Mágica, no podría servirle después lo que había estudiado antes? ¿Es preciso que olvide del todo una facultad el que cesa en el estudio de ella?

20. Número 29 dice, que a ninguno tiene, ni ha tenido [147] el vulgo por Mago, porque él piense y diga que lo es; y reputa por gran descuido mío haber dicho lo contrario. Añade que el vulgo sólo los juzga Magos por lo que les ve hacer, no por lo que les oye decir. No hay verdad alguna tan constante que no lleve su rifirrafe, si cae en las uñas del Sr. Mañer. Nada más ordinario en el vulgo que creerle a uno que sabe, lo que él dice que sabe. Ningún farandulero viene de afuera que para con la plebe, y aun más que la plebe, no sea Médico y Astrólogo, y cuanto él quiere decir que es, sin ser nada. Y ciñéndonos a materia de hechicerías, quién ignora cuánto miedo tienen puesto a los rústicos en varias partes los que se dicen nuberos? ¿Cuánto también aquellos, y aquellas que dicen tienen a su obediencia los lobos? Constando por infinitos ejemplares, que éste no es más que un embuste, de que hacen granjería sacándoles a los labradores algo de moneda y víveres, con el miedo de que fulminen sobre sus mieses las nubes, u despachen contra sus ganados algún destacamento de lobos. Los que por maniáticos o ilusos en esta determinada materia juzgan que realmente son hechiceros, se hacen creer con más facilidad; porque la persuasión propia tiene algo más de fuerza para conciliar la ajena, que la formal mentira; suponiendo (como frecuentemente sucede) que los que ven que no deliran en otra cosa, juzgan que tampoco en ésta deliran. Si son traídos a juicio, hacen la confesión conforme a la ilusión en que están; y éste es el caso, en que no sólo el vulgo asiente a que realmente son hechiceros.

21. En el num. 30 tenemos admirables cosas; y tales, que no se han visto jamás sino en el Anti-Teatro. Había dicho yo al número 65 de mi Discurso, que a la objeción que se hace con el Canon del Concilio Ancirano contra la existencia del vuelo de las brujas, responde latamente Delrio en el lib. 5 de las Disquisiciones Mágicas. Dice a esto el Sr. Mañer, que esto es aprobar la solución del P. Delrio; y hasta aquí dice bien. Pero cuanto dice de aquí abajo es un cúmulo de errores, y algunos son de aquellos de primera clase que bastan para degradar de escritor al hombre de más alto carácter. [148]

22. Empéñase en impugnar la solución del P. Delrio al Canon del Concilio Ancirano, porque ahora es lo mismo que impugnar la mía; y dice lo primero, que el P. Delrio trata este punto en la sección 18 del 5 libro. Primer error; pues es en la sección 16 donde le trata. En la sección 18 no se habla palabra del referido Canon. De Eucharistia morituris praebenda es el título de la sección 18: que para el vuelo de las brujas, de que trata el Canon alegado del Concilio, es muy del caso. Pero ya veo que éste es un error leve, y el hombre más cuidadoso puede equivocarse en el número de una cita; bien es verdad que en el Sr. Mañer se hacen reparables estas equivocaciones, por ser tantas.

23. Dice lo segundo, que la respuesta que da el P. Delrio, es negar que aquel Canon sea del Concilio Ancirano. Este error ya es de los garrafales. En dos partes toca el P. Delrio la cuestión de si es legítimo aquel Canon; la una de paso en el libro 2, cuest. 16; la otra latamente en el libro 5, sección 16: y en una y otra parte se aplica a la sentencia afirmativa clara y expresamente. En este último lugar (que es del que habla el Sr. Mañer), después de proponer las objeciones que hacen otros Autores contra la legitimidad del Canon, inmediatamente prosigue así: His tamen argumentis nondum inducor ut Burchardo, Ivoni, Gratiano, ne dicam tot aliis doctissimis viris contradicam, vel a communi me sententia patiar avelli. Y proponiendo luego las razones que hay a favor del Canon prosigue después: Quare magis vergit animus, ut, donec certiora habeamus, eum (Canonem) Concilio Ancyrano relinquamus.

24. En este segundo error se envuelve otro: pues tratando de la solución que da el P. Delrio al Canon del Concilio, no sólo le imputa la que no da, mas también calla la que realmente da. Pudiera acaso dar dos soluciones el P. Delrio, e impugnar el Sr. Mañer la una, dejando a salvo la otra. Mas en este caso debiera hacer alguna expresión, por donde se conociese que la solución que impugna, no es la única que da el P. Delrio. Pero el Sr. Mañer trata la solución que imputa al P. Delrio, y habla de ella, como de única. [149] Si la solución que da el P. Delrio estuviese comprehendida en pocas líneas, podría acaso escaparse por inatención a alguno, aunque leyese toda aquella sección; pero el caso es que está latísimo en ella, y así es indable la inadvertencia. Con que le sucede aquí al Sr. Mañer lo que no ha mucho le notamos en otra parte; esto es, que ve en los Autores lo que no dicen, y no ve lo que clara y expresamente tratan. Con que esta ocultación de la verdadera solución del P. Delrio es otro error; y van tres.

25. Dice lo tercero, que el Papa Marcelino aprobó el Concilio Ancirano; y añade, que esto se lee en el primer Tomo de los Concilios. Dos errores hay aquí, entrambos de marca mayor: el uno en el hecho, el otro en la cita. En el primer tomo de los Concilios no se lee tal cosa. Y le desafío al Sr. Mañer, a que ni en la Colección del P. Labbé (que es la que usó), ni en otra alguna, muestra tal aprobación del Papa Marcelino; y luego verá la evidencia que tengo de ello. Este es el error en la cita.

26. El error en el hecho es palpable; porque el Papa Marcelino murió antes que se empezase la celebración del Concilio Ancirano. Esto es cosa inconcusa en cuantos escribieron de Historia Eclesiástica. Y hasta ahora no se vio en la Iglesia aprobar un Concilio futuro en profecía. Tres Papas hubo entre Marcelino, y Silvestro Primero, en cuyo tiempo se celebró el Concilio Ancirano, aunque no ocuparon los tres la silla muchos años. A Marcelino sucedió Marcelo Primero: a Marcelo Eusebio: a Eusebio Melquíades; y a Melquíades Silvestro Primero, en cuyo tiempo, como dijimos, se celebró el Concilio de Ancira. ¿Y hubo después acaso otro algún Marcelino que pudiese aprobar aquel Concilio? No, señor; porque aquel Marcelino hasta ahora es el único de su nombre entre los Papas. Van ya cinco errores contados.

27. El error sexto está en que dice, que por orden de Gregorio XIII fue mandado retener el Canon de que hablamos, en el decreto de Graciano. Y añade, que esto no lo niega el P. Delrio en el lib. 2, cuest. 16; que es otro error más. [150] Ni Gregorio XIII mandó retener el referido Canon en el Decreto de Graciano, ni esto lo concede el P. Delrio. Lo que dice éste en el lugar citado es, que se retuvo el Canon en el Decreto de Graciano, corregido por orden de Gregorio XIII: Retentus fuit in decreto Gratiani jussu Gregorii XIII Pont. correcto. ¿Quién no ve que es cosa diversísima retenerse el Canon en el Decreto de Graciano, corregido por orden del Papa, de mandar el Papa que se retuviese el Canon en el Decreto? Y de hecho, sólo lo primero hubo: lo cual no es aprobación aún tacita del Canon. ¿Quiere verlo claro el Sr. Mañer? Pues mire. Corrigióse la Vulgata por orden de Sixto V; y después por orden de Clemente VIII. En esta segunda corrección se purgó la Vulgata de varias cosas que habían quedado en ella, hecha la primera corrección. Pregunto ahora: ¿Aprobó Sixto V, ni aun tácitamente, todo lo que se retuvo en la Vulgata corregida por su orden? Es claro que no; pues a ser así, no se hubieran quitado después muchas cosas como supositicias. Cuenta que van otros dos errores en este parrafillo; con que son siete.

28. El octavo y peor de todos es, que en la solución que da el Canon alegado, le trastorna y vuelve al revés, imputándole a dicho Canon lo contradictorio de lo que en términos expresos y formales afirma. Atención. Lo que responde es, que el Canon del Concilio, bien lejos de negar los vuelos y transmigraciones de las brujas por el aire, afirma que vuelan super quasdam bestias (esto es, el demonio en forma de ellas), & multarum terrarum spatia intempestae noctis silentio pertransire: en donde vemos (añade) ser falso decir, que de aquel Canon consta ser meras ilusiones los vuelos de las brujas, pues expresamente declara lo contrario. Son sus propias palabras, y el Latín inserto es destacado del contexto del Canon.

29. Nunca la mala fe, o falta de legalidad subió a más alto punto que el que se ve en este pasaje. Para cuya evidencia pondré aquí entera la cláusula del Canon de donde destacó aquel poco Latín el Sr. Mañer. Dice así: Illud etiam [151] non est omittendum, quod quaedam sceleratae mulieres, retro post Satanam conversae, doemonum illusionibus, & phantasmatibus seductae, credunt, & profitentur se nocturnis horis cum Diana paganorum Dea, vel cum Herodiae, & innumera multitudine mulierum, equitare super quasdam bestias, & multa terrarum spatia intempestae noctis silentio pertransire, ejusque jussionibus, velut Dominae obedire, & certis noctibus ad eius servitium evocari. Ve aquí claro, como la luz del Mediodía, que el Canon no afirma (como dice el Sr. Mañer), que aquellas mujeres vuelan de noche, y se trasponen a lugares muy distantes, sino que ellas lo creen y dicen así: Credunt & profitentur. Y lo creen engañadas con las ilusiones del demonio, doemonum illusionibus, & phantasmatibus seductae. Decir el Canon que ellas creen que vuelan, ¿es decir que vuelan? Antes implícita, o explícitamente afirma el Canon que no, cuando dice que el creerlo así nace de ilusión del demonio. Y porque no quede alguna duda, prosiguiendo en hablar de estas mismas mujeres (pues no se habla de otras en todo el Canon), afirma, que todo aquello es mero sueño inducido por el demonio. Atiéndase: Siquidem ipse Satanas, qui transfigurant se in Angelum lucis, cum mentem cujusque mulierculae ceperit, & hanc sibi per infidelitatem subjugaverit, illico transformat se in diversarum personarum species, atque similitudines, & mentem, quam captivam tenet, in somnis deludens, modo laeta, modo tristia, modo cognitas, modo incognitas personas ostendens, per devia quaeque deducit. Et cum solus spiritus hoc patitur, infidelis mens haec non in animo, sed in corpore opinatur evenire. Quis enim non in somnis, & nocturnis vissionibus extra se educitur, & multa videt dormiendo, quae non viderat vigilando?

30. Es tal mi asombro al ver en una sola página del Anti-Teatro tantos errores como hemos notado, y algunos de ellos que llegan al supremo punto de ilegalidad y mala fe, que debe permitirme el lector hacer aquí una reflexión para mi desahogo. El Sr. Mañer cita en varias partes del Anti-Teatro muchos libros que no he visto ni puedo ver, [152] porque ni yo los tengo, ni los hay en este País. ¿Deberé creer que son legales aquellas citas? Parece que no; porque habiendo evidenciado tantas veces su falta de legalidad en las citas de los libros que he podido ver, está contra él la presunción de que en los que no puedo ver le sucede lo mismo, y aun mucho más en aquellos que él discurre que por raros no hayan llegado a mis manos: pues hay sin duda muchos en el gran gazofilacio de la Real Biblioteca que no se hallan en las Librerías particulares. Habiendo sido muchísimos los cotejos que en el discurso de esta obra hice de sus citas con los originales, en muy pocos dejé de hallar algún defecto substancial de legalidad. ¿Cómo, en vista de esto, podré evitar la sospecha de que con los Autores de que carezco, se use del mismo fraude, mayormente con aquellos que se discurre no se hallarán en las pobres Librerías de este País? Sobre esta consideración vean los lectores si deben tener una desconfianza general de cuanto hallan alegado contra mí en el Anti-Teatro.

31. No pretendo formar de aquí argumento contra la sinceridad del Sr. Mañer. Antes juzgo que esto mismo es prueba de su candor. Ni es ironía, ni paradoja. Es el caso, que como para la formación del Anti-Teatro tuvo su merced muchos Oficiales (según me ha asegurado sujeto muy fidedigno que pudo saberlo), es natural que hiciese de ellos el uso que en semejantes casos se hace; esto es, les encomendase el juntar materiales, reservando para sí, como artífice principal, ponerlos en orden. Uno, pues, se encargaría de revolver libros sobre tales puntos, otros sobre otros, según la comisión que cada uno tuviese del Sr. Mañer. Habría entre éstos algunos poco hechos al trabajo. La Corte tiene mucho en que divertir la gente. A que añadiéndose, que su nombre no había de parecer en la frente de la obra, tomaron muy sobre peine el escrutinio; con que le acudieron al pobre Caballero de Mañer con unas noticias, u oídas en corrillos, o leídas al vuelo, y puestas al revés en la memoria. Creyólos el Sr. Mañer, y dio aquellas especies a la estampa: esto es propio de hombre cándido y sencillo, [153] que como no sabe engañar a nadie, tampoco presume que nadie le engaña. En caso que no fuese esto (que es sin duda lo más probable), no puedo discurrir otra cosa, sino que su merced tomaba la pluma para escribir cuando tenía la cabeza muy mareada de estudiar; y en este estado es natural que se confundan barajen y trastornen las especies. Uno y otro principio pudo concurrir.

32. En el número último (ya era tiempo de llegar a él) impugna lo que digo de aquella visión nocturna que llaman Hueste, con una experiencia propia, cuando pasaba de Caracas al Puerto de la Guaira, en cuyo tránsito, dice vio aquellas luces nocturnas con tales circunstancias que hacían evidencia de ser una congregación de Brujas. Dije en una parte que las noticias de Indias comúnmente necesitan de confirmación. En otra que el Sr. Mañer, como en su libro hace oficio de actor, no debe ser admitido para testigo. Y en fin, acabo de decir que algunas veces se pondría a escribir, teniendo atolondrados los sesos de revolver muchos libros, en cuya coyuntura podía suceder le pareciese que aun al tiempo mismo que escribía, estaba viendo las Brujas. Escoja el lector de estas tres soluciones la que le parezca más a propósito.


{Benito Jerónimo Feijoo, Ilustración apologética al primero, y segundo tomo del Teatro Crítico (1729). Texto tomado de la edición de Madrid 1777 (por Pantaleón Aznar, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), páginas 136-153.}