Tomo quinto ❦ Discurso segundo
Fisionomía
§. I
1. He visto que algunos discretos, al notar la escasez de voces que padecen aun los idiomas más abundantes, se quejan de que faltan nombres para muchas cosas; pero nunca vi quejarse alguno de que faltan cosas para muchos nombres. Sin embargo, ello sucede así; y esta segunda falta nos debe ser más sensible que la primera. Los nombres de todas las Artes Divinatorias, y aun de otras algunas que no lo son, están ociosos en los Diccionarios por falta de objetos. ¿Qué significa esta voz Astrología? Un arte de pronosticar, o conocer los sucesos futuros por la inspección de los Astros. Gran cosa sería tal arte, si la hubiese; pero la lástima es, que sólo existe en la fantasía de los hombres ilusos. ¿Qué significa esta voz Chrisopeya? Un arte de trasmutar los demás metales en oro. ¡Gran cosa sin duda! ¿Pero dónde está esa señora? Distante de nosotros muchos millones de leguas, pues no salió hasta [33] ahora de los espacios imaginarios. Ya ve el Lector adonde camino.
2. Esta voz Fisionomía significa un arte que enseña a conocer por los lineamentos externos, y color del cuerpo, las disposiciones internas, que sirven a las operaciones del alma. Decimos en la definición del cuerpo; no precisamente del rostro, porque la inspección sola del rostro toca a una parte de la Fisionomía, que se llama Metoposcopía. Así la Fisionomía examina todo el cuerpo; la Metoposcopía solo la cara. Facultad preciosa si la hay: pues le es importantísimo al hombre para todos los usos de la vida civil, conocer el interior de los demás hombres. Pero el mal es, que la cosa falta, y el nombre sobra.
3. Paréceme a mí, que los que de la consideración de las facciones quieren inferir el conocimiento de las almas, invierten el orden de la naturaleza, porque fían los ojos un oficio que toca principalmente a los oídos. Hizo la naturaleza ojos para registrar los cuerpos; los oídos para examinar las almas. A quien quisiere conocer el interior de otro, lo que más importa no es verle, sino oírle. Verdad es, que también este medio es falible, porque no siempre corresponden las palabras a los conceptos; más una atenta observación, por la mayor parte descubrirá el dolo, siendo el trato algo frecuente. Y al fin padecerán muchas veces ilusión los oídos; más nunca, siguiendo las reglas Fisionómicas comunes, alcanzarán la verdad los ojos.
§. II
4. El principal fundamento (omitiendo por ahora otro, que tiene lugar más cómodo en el Discurso siguiente) de los que defienden la Fisionomía como arte verdaderamente conjetural es la observada proporción del cuerpo con el alma, de la materia con la forma. A distintas especies de almas corresponden organizaciones específicamente diversas. Cada especie de animales tiene su particular conformación, no sólo en lo órganos internos, más también en los miembros exteriores; [34] de modo, que la figura es imagen de la substancia, y sello de la naturaleza.
5. De la especie pasan los Fisionomistas al individuo, pretendiendo, que como la diversidad específica y esencial (digámoslo así) de figura arguye diversa substancia y diversas propiedades en la forma; la accidental que hay dentro de cada especie, no sólo en la figura, más también en textura y color debe inferir distintas inclinaciones, pasiones, afectos, y más o menos robustas facultades en cada individuo, salvando la uniformidad esencial de la especie.
6. Supuesto este fundamento del arte, establecen sus reglas generales; esto es, señalan los principios de donde se deben derivar las particulares. Estos principios son cinco. El primero, la analogía en la figura con alguna especie de animales. El segundo, la semejanza con otros hombres, cuyas cualidades se suponen exploradas. El tercero, aquella disposición exterior que inducen algunas pasiones. El cuarto, la representación del temperamento. El quinto, la representación de otro sexo. Por el primer principio se dirá que es animoso aquel hombre cuya figura simbolizare algo con la del León. Por el segundo se dirá que es tímido aquel que en el aspecto se parece a otros hombres, que se sabe son tímidos. Por el tercero, que es mal acondicionado el cejijunto, por que el que está enfadado suele juntar las cejas, arrugando el espacio intermedio. Por el cuarto, que es melancólico el de tez morena y arrugada, porque el humor atrabiliario se supone negro y seco. Por el quinto se dice, que los muy blancos son débiles, y tímidos, porque es color es propio de las mujeres. Basta para explicación de cada regla un ejemplo.
7. Aristóteles, que trató de intento esta materia, propone estos cinco principios, aunque con tanto confusión, que es casi menester un nuevo Arte Fisionómico, para explorar por la superficie de la letra la mente del Autor. Esto puede atribuirse a la impericia del intérprete, que tradujo [35] el libro de Fisionomía de Griego en Latín. Pero la falta de método que reina en toda la obra, hace sospechar que sea parto supuesto a Aristóteles, siendo cierto, que el orden y distribución metódica excedió este Filósofo a todos los demás de la antigüedad.
8. Mas sea, o no de Aristóteles el libro de Fisionomía que anda entre sus Obras, decimos, que los principios señalados son vanos, antojadizos, y desnudos de razón.
§. III
9. Empezando por el primero, ¿quién no ve, por mas que se parezca un hombre al león en la figura, mucho más se parecerá a otro hombre, que es tímido? ¿Cómo, pues, puede preponderar para creerle animoso la semejanza imperfectísima que tiene con un animal robusto y atrevido, sobre otro mucho más perfecta, con un animal cobarde? Mas: Es sin duda, que muchos brutos muy estúpidos son mucho más semejantes al hombre en la figura, que el Elefante: no obstante lo cual, éste se parece mucho más que aquellos al hombre en la facultad perceptiva del alma. ¿Qué diremos del gobierno económico de las hormigas? ¿De la sagaz conducta de las abejas? Estas dos especies de animalillos distan infinito de la figura, textura, y color del hombre: sin embargo de lo cual imitan la industria y gobierno civil del hombre con suma preferencia a otro brutos, cuya traza corporal se acerca mucho más a la nuestra.
10. Juan Bautista Porta, que escribió un grueso libro de Fisionomía, trabajó con tan prolijo cuidado en la aplicación de esta primera regla del Arte, que hizo estampar en su obra las figuras de varios hombres, careadas con otras de algunas especies de brutos; pero tan infelizmente, que este careo más sirve al desengaño que a la persuasión. Porque (pongo por ejemplo) parecen allí la figura de Platón, y la del emperador de Galba, sacadas de antiguos mármoles, cotejadas, y con alguna, aunque diminutísima semejanza, la primera a la de un perro de caza, y la segunda a la del águila. ¿Qué [36] semejanza tuvieron en las cualidades del ánimo, ni Platón con un perro, ni Galba con el águila? Antes bien cuadraría mucho mejor la semejanza del águila a Platón, por lo generosos y elevados vuelos de su ingenio.
§. IV
11. El segundo principio, si sólo pide la imitación de un hombre a otro en una, dos o tres señales, inferirá cualidades opuestas en un mismo individuo: porque (pongo por ejemplo) carne blanda, cutis delicado, y estatura mediana se dan por señales de ingenio, por haberse observado estas tres cosas en algunos hombres ingeniosos; pero del mismo modo serán señales de estupidez, porque se encuentran las mismas en innumerables estúpidos. Pero si pide el complejo de mucho mayor número de señales, digo, que será rarísima la concurrencia de todas ellas en un individuo, y por consiguiente moralmente imposible la observación. Explicareme: El Padre Honorato Niquet, que goza la opinión de haber escrito de Fisonomía con más juicio y exactitud, que todos los que le precedieron, pone catorce señales de buen ingenio, que son: Carne blanda, cutis delgado, mediana estatura, ojos azules, o rojos, color blanco, cabellos medianamente duros, manos largas, dedos largos, aspecto dulce o amoroso, cejas juntas, poca risa, frente abierta, sienes algo cóncavas, la cabeza que tenga figura de mazo. Yo he visto, y tratado muchos hombres ingeniosos; pero en ninguno he encontrado este complejo de señas. ¿Cómo podrá, pues, la observación experimental asegurarnos de que hay alguna verdad en esta materia?
§. V
12. El tercer principio no tiene más fundamento, que un mal considerada analogía. Según la regla, que él prescribe, se deducirá, que el que es encendido de rostro, es verecundo, porque la vergüenza enciende el rostro trayendo a él la sangre. ¿Pero no se ve, que nacen de distinto principio uno y otro incendio? El actual, que [37] excita la vergüenza, viene del movimiento que da a la sangre esta pasión. El habitual y estable proviene, a lo que yo juzgo, de que las venas capilares que discurren por el ámbito del semblante, son anchas, y por consiguiente reciben mayor copia de sangre. Acaso también, porque por ser más delgadas y transparentes sus túnicas, juntamente con el cutis, se hace más visible aquel rojo licor, y se representa el rostro bañado de color sanguíneo.
§. VI
13. El cuarto principio supone dos cosas: la una cierta, pero la otra falsa. La cierta es, que así las inclinaciones y pasiones naturales, como la mayor o menor aptitud de potencias internas y externas dependen en gran parte del temperamento. He dicho en gran parte, por no quitar la que se debe conceder a la organización, entendida ésta como la hemos explicado en otra parte (Tom. I. Disc. XVI. Núm. 82, y 83): lo que supone falso aquel principio, es, que el temperamento individual pueda conocerse por los lineamentos, color, o textura del rostro.
14. Que el temperamento consista más en la mixtión de las cuatro primeras cualidades, como juzgan los Galénicos, que en la combinación de mil millares de cosas, por la mayor parte incógnitas a nosotros, como yo pienso; lo que no tiene duda es, que no hay medio alguno para conocer el temperamento individual de cada hombre con aquella determinación que se requiere para juzgar de su índole, capacidad, afectos, &c. ¿Qué haremos con saber (si aun siquiera eso se puede conocer por el rostro), que este es pituitoso, aquel melancólico, el otro colérico, sanguíneo, &c.? ¿Quién no observa cada día dentro de cualquiera de las nueve clases de temperamento que establecen los Gelénicos, hombres de diversísima índole, y capacidad? Hay sanguíneos (pongo por ejemplo) de excelente ingenio, y sanguíneos muy estúpidos; sanguíneos de bella índole, y sanguíneos de perversas inclinaciones; sanguíneos mansos, y sanguíneos fieros; sanguíneos animosos como leones, y sanguíneos tímidos como ciervos. [38]
15. Aun en lo respectivo precisamente a la medicina es impenetrable el temperamento. ¿Qué Galénico presumirá entender más de temperamento, que el mismo Galeno? Pues Galeno confesó su ignorancia en esta parte, y llegó a decir, que se tendría por otro Apolo, o Esculapio (lo mismo en su intención que tenerse por Deidad) si conociese el temperamento de cada individuo.
§. VII
16. La falsedad del quinto principio se descubre diariamente por la experiencia, pues a cada paso se ven hombres muy blancos, y muy animosos, y valientes. Los habitadores de las regiones septentrionales, que son mucho más blancos que nosotros, son también más fuertes, y más audaces.
§. VIIII
17. Descubierta la vanidad de las reglas generales de la Fisionomía, ocioso es impugnar las particulares; pues éstas se infieren de aquellas, y nunca puede de antecedente falso salir consiguiente verdadero.
§. IX
18. Alegan los fisionómicos a favor de su profesión algunos experimentos decantados en las Historias. Los más famosos son los siguientes: un tal Zopyro, que se jactaba de penetrar por la inspección del semblante todas las cualidades de los sujetos, viendo a Sócrates, a quien nunca había tratado, pronunció que era estúpido, y lascivo. Fue reído de todos los circundantes, que conocían la sabiduría, y continencia de Sócrates. Pero el mismo Sócrates defendía Zopyro, asegurando, que éste realmente había comprendido los vicios que tenía por naturaleza; pero que él había corregido con la razón y el estudio. Refiérelo Cicerón.
19. En el Teatro de la Vida Humana, citando a Aristóteles, se lee, que otro Metopóscopo, llamado Filemón, dijo casi lo mismo de Hipócrates, habiendo visto una pintura [39] suya; y que habiéndose indignado contra él los discípulos de Hipócrates, este absolvió también a Filemón, del mismo modo que Sócrates a Zopyro.
20. Plinio, ponderando la excelencia de Apeles en la pintura, cuenta, que sacaba las imágenes de los rostros tan al vivo, que un profesor de la Metoposcopía por ellas infería los años que habían vivido, o habían de vivir los sujetos representados en ellas.
21. Estando el Sultán Bayaceto resuelto a quitar la vida a Juan, Duque de Borgoña, llamado el Intrépido, a quien había hecho prisionero en la Batalla de Nicópolis, se dice, que un Fisionomista Turco le hizo retroceder de aquella resolución; porque habiendo hecho atenta inspección de su rostro y cuerpo, le aseguró al Sultán, que aquel prisionero había de causar inmensa efusión de sangre, y cruelísimas guerras entre los Cristianos. Cuéntalo. Cuéntalo Ponto Heutero en su Historia de Borgoña. Lo que no tienen duda es, que aquel revoltoso Duque fue Autor, y conservador de unas pertinaces guerras civiles, que bañaron de sangre toda la Francia.
22. Escribe Paulo Jovio, que Antonio Tiberto, natural de Cesena, célebre Fisionomista, pronosticó a Guidón Balneo, muy favorecido de Pandulfo Malatesta, Tirano de Arimino, que un íntimo amigo suyo le había de quitar la vida; y al mismo Pandulfo, que había de ser arrojado de su Patria, y morir en suma miseria. Uno y otro sucedió. Guidón murió a manos del Tirano, y éste murió desterrado, pobrísimo, y abandonado de todo el mundo.
23. Algunos que quiere, que también haya Santos abogados de la Fisionomía, añaden el ejemplo de San Gregorio Nazianzeno; el cual, viendo en Atenas a Juliano Apóstata, y considerando su rostro y cuerpo exclamó: ¡Oh cuánto mal se cría en este Joven al Imperio Romano! Y el de San Carlos Borromeo, que no admitía a su servicio sino gente de buena cara y cuerpo, diciendo, que en cuerpos hermosos habitan también hermosas almas. [40]
§. X
24. Todas estas Historias no hacen fuerza alguna. A la primera digo, que aun suponiendo gratuitamente su verdad, no favorece al Arte Fisionómico; pues Zopyro, diciendo que Sócrates era estúpido, evidentemente erró el fallo. Sócrates, prescindiendo de la sabiduría que pudo adquirir con el estudio, naturalmente era agudísimo y de sublime ingenio; con que el Fisionomista en esta parte desbarró torpemente; y la confesión del filósofo sólo pudo caer, siendo verdadera, sobre la propensión a la incontinencia, la cual a la verdad suele figurarse mayor a los que con más cuidado la reprimen, porque el miedo del enemigo engrandece sus fuerzas en la idea. Así, aunque Sócrates no tuviese más que una inclinación ordinaria a la lascivia, la juzgaría excesiva; y Zopyro la infería, no del rostro, sino del concepto común de que pocos hombres hay, que no reconozcan en sí este enemigo doméstico.
25. He procurado buscar en Aristóteles la especie del Metopóscopo Filemón, y no la hallé. Acaso es esta una de las muchas citas falsas, que hay en los vastos libros del Teatro de la Vida Humana. Doy que sea verdadera. El acierto de Filemón se deberá al acaso. Fácilmente se acreditará Fisionomista con el vulgo cualquiera que se jacte de adivinar las inclinaciones viciosas de los hombres por el rostro; porque, como poquísimos gozan un temperamento tan feliz y tan proporcionado a la virtud, que no sientan los estímulos de algunas pasiones, en poquísimos se errará el fingido escrutinio.
26. La noticia de Plinio tiene malísimo fiador en Apión. Este célebre Gramático fue igualmente célebre embustero, como mostró bien en el Tratado que escribió contra los judíos, todo lleno de mentiras y calumnias. ¿Y qué fe se debe dar a un hombre, el cual publicaba que con la hierba mágica Osirites, había evocado el alma de Homero del Infierno, para preguntarle de qué Patria era? [41] Plinio, que refiere como tal esta mentira de Apión, y hace de ella la irrisión debida, pudo ejecutar lo mismo con la adivinación de los años de vida, por la inspección de las pinturas de Apeles.
27. Ponto Heutero refiere lo del Fisionomista Turco, si afirmarlo, pues sólo dice que algunos lo escribieron; Sunt qui scripsere. Y aunque lo afirmase, ¿qué fe merecería una noticia tan extravagante, que para su comprobación aún sería pocos cien testigos de vista? Doy, que por el semblante pueda conocerse que un hombre es feroz, osado, inquieto, ambicioso, como lo era el Duque Juan. Esto no bastaba para pronosticar los grandes males que había de causar a una parte de la Cristiandad. Estos se ocasionaron de la muerte del Duque de Orleans, ejecutada por el Duque de Borgoña; y el motivo de ella fue celo por el público, o verdadero o aparente, contra la mala administración del Reino, cuyo gobierno tenía en sus manos el Duque de Orleans, como se lee en algunos Autores; o venganza de una injuria personal gravísima, como refieren otros. ¿Pudo, por ventura, el Fisionomista Turco leer en el semblante del Duque Juan, ni que el Duque de Orleans había de manchar, o de palabra o de obra, o con la solicitación o con el efecto, o con la jactancia de haber conseguido lo que no consiguió (que toda esta variedad hay en la narración) el honor del tálamo del Duque de Borgoña?
28. Esta misma reflexión sobra para desvanecer la relación de Paulo Jovio. ¡Qué insensatez! Creer, que el infeliz Guidón descubría en sus facciones la traición que había de cometer con él un amigo suyo. ¿No es demasiadamente harto para la Fisionomía, el permitirle que el hombre traiga estampadas en el rostro sus propias maldades; sino que ha de extender la pretensión a la ridícula quimera de que también ser lean en él las maldades ajenas? Ya en otra parte hemos insinuado la poca fe que merece Paulo Jovio, tratando de las maravillosas [42] predicciones, que este autor a Bartolomé Cocles por medio de la Quiromancia.
29. Lo de que el Nacianceno conociese el perverso ánimo de Juliano por la precisa inspección de los lineamentos del cuerpo, es falso. La verdad es, que le trató muy despacio en Atenas, donde concurrieron los dos a estudiar, y el trato se le dio a conocer en palabras, acciones, y movimientos; que es todo lo que se puede colegir de lo que el mismo Santo Doctor dice sobre este punto en la Oración segunda contra Juliano.
30. El ejemplo de San Carlos Borromeo nada favorece a los Fisionomistas; pues estos no pretenden que un cuerpo bien dispuesto, y un rostro hermoso, sean índices del complejo de virtudes intelectuales, y morales, en que consiste la hermosura del alma; antes para muchas de aquellas proponen tales señales, que no dejará de ser muy feo el hombre en quien concurran. Pongo por ejemplo; según Aristóteles, nariz redonda y obtusa, ojos pequeños y cóncavos, son señales de magnanimidad; cabellos levantados arriba, de mansedumbre, ojos lacrimosos, de misericordia. Según el Padre Niquet, cuerpo pequeño, ojos pequeños, y color macilento, son señales de ingenio; cuello encorvado, de buena cogitativa; color escuálido de ánimo fuerte; grandes orejas de buena memoria. A esta cuenta será ingenioso, magnánimo, misericordioso, manso, fuerte, de buena memoria, y cogitativa, el que fuere corcovado, legañoso, macilento, escuálido, tuviere grandes orejas, los cabellos revueltos arriba, ojos pequeños, y cóncavos, la nariz redonda, y obtusa. Cierto que un hombre tal, será extremadamente hermoso.
31. Puede ser que aquel grande Arzobispo amase la compañía de gente hermosa, por tener siempre delante de los ojos en la belleza de las criaturas un excitativo para elevar la mente a la hermosura del Criador. Mas si el motivo era el que se señala en el argumento, persuádome a que el Santo no atendería tanto aquella parte de la [43] hermosura que consiste en la justa medida y proporción de facciones y miembros, sino la otra que resulta al rostro de las buenas disposiciones del alma, y que como efecto de la hermosura del espíritu la representa. Lo que explicaremos adelante. [44]
{(a) 1. Algunos grandes hombres han sido de sentir, que la hermosura del cuerpo es fiadora de la hermosura del ánimo; como al contrario, un cuerpo disforme infiere una alma mal acondicionada. Así San Ambrosio: Species corporis simulachrum est mentis, figuraque probitatis: San Agustín: Incompositio corporis inaequalitatem indicat mentis. Mas a la verdad, la expresión incompositio corporis, más significa desorden, y falta de gravedad, de modestia en los movimientos, que fealdad. El Abad Panormitano: Rarenter in corpore deforme nobilis formosusque animus residet. El Médico Rasis: Cujus facies deformis, vix petest habere bonos mores. Del mismo dictamen son Tiraquelo, y otros Jurisconsultos, entre los cuales el célebre Jacobo Menochio llegó al extremo de pronunciar ser imposible que hombre totalmente feo sea bueno: Fieri non potest, ut qui omnio difformis est, bonus sit.
2. Lo que suelen decir los vulgares de los que padecen alguna particular deformidad, que están señalados de la Naturaleza o de la mano de Dios, para que los demás hombres se precaucionen de ellos, no es máxima tan privativa del Vulgo, que no la hayan proferido sujetos nada vulgares. Dicen que Aristóteles frecuentemente repetía, que se debía huir de los que la Naturaleza había señalado: Cavendo quos natura notavit. Gerónimo Adamo Bauczeno exprimió lo mismo en estos versos:
Sunt sua signa probis: nam consentire videntur
Et mens, & corpus: sunt quaeque signa malis.
Illos diligito: sed quos natura notavit
Hos fuge: gens foenum cornibus illa gerit.
Y de la Anthologia Griega se tradujo el siguiente Epigrama:
Clauda tibi mens est, ut pes: natura notasque
exterior certas interioris habet.
Vulgarísimo es el Marcial:
Crine ruber, niger ore, brevis pede, lumine luscus,
Rem magnam praestas, Zoile, si bonus es.
3. ¿Pero habrá algo de verdad en esto? Respondo, que sí. Mas es menester proceder con distinción. Si se habla de aquella parcial hermosura o fealdad, que proviene de la buena o mala temperatura del ánimo, en la forma que explicamos en el Discurso sobre el Nuevo Arte Fisionómico, la hermosura o fealdad del cuerpo, [44] como efecto suyo, infiere la hermosura o fealdad del alma. Así un rostro sereno, gesto amable, ojos apacibles, arguyen un genio dulce y tranquilo, sin que esta señal se contrarreste ni poco ni mucho por la fealdad de las facciones; y realmente esta especie de hermosura es la que más atrae y prenda. Por ella, según dice Plutarco, fue Agesilao, Rey de Esparta, aunque de cuerpo pequeño, y nada bien figurado, más amable que los demás hermosos, no sólo en la juventud, más aún en la vejez. Dicitur pusillus fuisse, et specie aspernanda. Caeterum hilaritas ejus, et alacritas omnibus horis, urbanitasque, aliena ab omni, vel vocis, vel vultus morositate, et acerbitate, amabiliorem eum ad senectudem usque praebuit omnibus formosis. Al contrario, un gesto áspero, un modo de mirar torvo, unos movimientos desabridos, aunque por otra parte las facciones sean muy regulares, constituyen una especie de fealdad, que no pronostica favorablemente en orden al interior. Pero es menester irse con mucho tiento en la ilación; porque hay quienes a la primera inspección representan muy diferentemente de lo que significan, tratándolos algo.
4. Si se habla de la hermosura y fealdad, que consisten en la proporción o desproporción de las facciones, color del rostro, &c., digo, que esta no tiene conexión alguna natural con las calidades del ánimo. Es más claro que la luz del medio día, así por razón como por experiencia, que nariz torcida o recta, orejas grandes o pequeñas, labios rubicundos o pálidos, y así todo lo demás, nada infieren en orden aquel temperamento o disposición interna, de que penden las buenas y malas inclinaciones.
5. Pero por accidente puede influir algo, y en efecto influye en algunos, la deformidad del cuerpo en la del ánimo. Hay algunos hombres, que son malos porque son disformes, siendo en ellos la deformidad causa remota ocasional de la malicia. Es importantísima la advertencia, que voy a hacer sobre el asunto. Los que tienen alguna especial deformidad, si no son dotados de una u otra ventajosa prenda, que los haga expectables, son objeto de la irrisión de los demás hombres. Esta experiencia los introduce un género de desafecto y ojeriza hacia ellos, porque es naturalísimo, que un hombre no mire con buenos ojos a quien le insulta y escarnece sobre sus faltas: con que al fin muchos de estos que sueltan la rienda a [45] aquella pasión de desafecto, se hacen dolosos y malévolos hacia los demás hombres, de que resulta cometer con ellos varias acciones injustas y ruines. Tal vez no sólo a los que los mofan, a todos extienden su mal ánimo, por hacer concepto de que todos los miran con deprecio.
6. Esta consideración debe retraernos de hacer irrisión de nadie con el motivo de su fealdad. La justicia y la caridad nos lo prohiben; y sobre pecar contra estas dos virtudes en aquella irrisión, nos hacemos también cómplices de la mala disposición de ánimo que ocasionamos en el sujeto: él tiene justo motivo para quejarse de nosotros; y así a nuestra insolencia debemos imputar cualquiera despique, que intente su enojo. Escribieron algunos (aunque Plinio lo impugna) que habiendo hecho Bubalo, y Antherno, famosos escultores, una efigie del Poeta Hiponax, que era feísimo, por hacer burla de él, y porque todos la hiciesen, el Poeta se vengó, componiendo contra ellos una sátira tan sangrienta, que despechados se ahorcaron. No fue tan culpable el Poeta en valerse de su Arte para la venganza, como los Estatuarios en usar de la suya para la injuria. Merecieron estos el despique, porque aquél no había merecido la ofensa.
7. Cerca de nuestros tiempos tenemos un notable ejemplar de las violentas iras que excita en los sujetos feos la irrisión de su fealdad. Uno de las más ardientes, y eficaces motores de la famosa conspiración contra el Cardenal Richelieu, en que intervinieron el Duque de Bullon, Henrique, Marqués de Cinqmars, gran Caballero de Luis XIII, y Francisco Augusto Tuano, Consejero de Estado, fue un Caballero Francés, llamado Fontralles, hombre de gran sagacidad y osadía. Este, no sólo produjo la última disposición a la empresa, agitando el espíritu fogoso de Cinqmars; mas se cargó de la parte más difícil y arriesgada de ella, que fue venir a la Corte de Madrid, a negociar con el Conde-Duque de Olivares, Primer Ministro a la sazón de esta Monarquía, asistencia de Tropas Españolas para el empeño; como en efecto concluyó con aquel Ministro el Tratado que deseaba, y lo llevó firmado a Francia; bien que, siendo a tiempo descubierto el proyecto por el Cardenal, todo se desvaneció, y el Tuano, Cinqmars perdieron las [46] vidas en el cadalso, salvándose con la fuga el astuto Fontralles. ¿Pero que movió a este hombre a fomentar la conspiración, y tomar a su cuenta los pasos más arriesgados de ella? Aquí entre lo que hace a nuestro propósito. Era Fontralles, sobre corcovado, de muy feas facciones. Complacíase el Cardenal muy de ordinario en burlarse de él, diciéndole varias chanzonetas sobre este asunto. Este fue todo el motivo que hubo de parte de Fontralles, para arriesgar vida y honra, solicitando la venganza.
8. Los feos, que son agudos y prontos en decir, tienen en esta talento un gran socorro para desquitarse de los que zahieren sobre su mala figura. Un donaire picante los venga bastantemente, para quedar sin mucho sentimiento de la burla. Habiendo ido Gellias, Agrigentino, hombre muy feo, pero de excelentes dotes de ánimo, con el asunto de cierta negociación de parte de su Ciudad a la de Centoripo, congregados los de este Pueblo para recibirle, al ver su torpe aspecto se soltaron todos en descompuestas carcajadas. Mas él, muy sobre sí: Centoripinos, les dijo, no tenéis que extrañar mi fealdad, porque es costumbre en Agrigento, cuando se hace legacía a alguna grande y noble Ciudad, elegir para ella algún Varón de gallarda presencia; mas cuando se trata de despachar Legado a un Pueblo ruin y despreciable, se hecha mano de uno de los ciudadanos más feos. ¡Hermoso despique! Es verdad que ese recurso no sirve, o sería muy arriesgado, cuando el insultado es súbdito del que insulta, o de clase muy inferior a la de éste.
9. Verdaderamente juzgo inhumanidad y barbarie hacer de la fealdad asunto para el oprobio; porque es hacer padecer al hombre por lo que en él es inculpable. Y aun, si se nota que se le hiere, no por lo que él hizo, sino por lo que Dios hizo en él, se hallará que en alguna manera se toma por blanco de la irrisión la Deidad.
10. Por lo que hemos dicho de la conexión, o inconexión de la deformidad del cuerpo con la del alma, se puede hacer Crisis de la estimación que tiene entre los Jurisconsultos esta seña, cuando se trata de averiguar el autor de algún delito.}
§. XI
32. Aunque lo que hemos dicho hasta aquí nos persuade bastantemente que es vano y sin fundamento cuanto está escrito de Fisionomía, no tenemos nuestras razones por tan concluyentes que no pueda apelarse [45] de ellas a la observación experimental. Y como yo no la he hecho, ni puedo hacer por mi mismo, pues mis ocupaciones no me permiten gastar el tiempo en eso, me ha parecido poner aquí dividida en distintas Tablas toda la doctrina Fisionómica del Jesuita Honorato Niquet, que [46] como arriba dije, tiene la reputación de haber escrito en esta materia con más acierto que otros, por si algunos Lectores, que están ociosos, quisieren aplicar algunos ratos a la diversión honesta de examinar con su observación, si efectivamente hay alguna correspondencia de los pretendidos signos a los significados. [47]
Tabla primera, en que se ponen los significantes del temperamento
Temperamento | Sanguíneo, o aéreo | Colérico, o ígneo | Flemático, o áqueo | Melancólico o térreo |
Habitud del cuerpo externo | Cutis bellosa, mucha carne y blanda. Agilidad. Incremento veloz. Frecuentes sudores | Dureza, agilidad, flaqueza, cutis negra, cabellos crespos, y retorcidos, cabeza delgada, ojos pequeños, paso acelerado, lengua áspera, poca saliva | Mucha carne, crasicie, mucha saliva, poca sed, mucha mucosidad, canicie temprana, venas, y arterias angostas, cocción tarda | Cuerpo tenue, lampiño, cutis seca y áspera, huesos duros |
Cara | Rosada, roja, amena, hermosa | Algo negra, algo parda, cetrina | Blanca, mujeril, gorda, carnosa | Parda, obscura, negra, plúmbea, abatida |
Voz | Firme, dulce, agraciada | Veloz, precipitada | Sutil, aguda | Humilde, caída, tímida |
Pulso | Fuerte, grande, lleno | Vehemente, frecuente, duro | Tardo, raro, blando | Tardo, pequeño, algo duro |
Sueño | Mucho, y suave | Poco, y con muchas interrupciones | Suave, mucho, fácil | Turbulento |
Sueños | Gustosos, de bailes, caminatas a caballo, vuelos | Turbulentos, de guerra, y de furor | De aguas, y cosas húmedas | Tristes, de muertos |
Cualidades primeras | Calor, humedad | Calor, sequedad | Frialdad, humedad | Frialdad, sequedad |
Virtudes | Mansedumbre, gratitud, afabilidad, urbanidad | Prontitud en obrar, fortaleza, constancia, vigilancia | Mansedumbre, entendimiento quieto, paz en la conversación | Fidelidad, estabilidad, prudencia; pero mayor en la juventud, que en la vejez |
Vicios | Locuacidad, ligereza, infidelidad, mendicidad, inclinación al amor, inconstancia | Iras, pendencias, odios, ambición, jactancia, importunidad, inurbanidad, envidia | Pereza, mucho sueño, lujuria, inurbanidad, envidia | Taciturnidad, avaricia, pertinacia, genio suspicaz |
Ingenio | Volátil, inconstante, inepto para los estudios | Acre, sagaz, veloz | Obtuso, tardo | Profundo, constante, maduro |
Salud | Inconstante | Excelente | Poca | Ninguna |
Vida | Muy Larga | Bastantemente larga | Breve | Brevísima |
Adviértase, que en la Tabla de arriba pueden tomarse recíprocamente como significantes, y significados, así los temperamentos, como las condiciones que ponemos por significantes de ellos.
En la Tabla siguiente están los significados a la izquierda de los significantes. [49]
Tabla segunda, donde se pone lo que significan en particular el cuerpo, y cada parte suya
Cuerpo | Significa |
Grande | Tardo y flojo, si fuere húmedo y frío. Bueno y de larga vida, si fuere cálido y seco |
Muy largo, y craso | Cálido, y húmedo |
Pequeño | Ingenio agudo y prudente, fuerte, atrevido |
Con sequedad | Malo por la precipitación, y confusión |
Con humedad | Buena temperie |
Que crece presto | Cálido, y húmedo |
Las partes inferiores mayores que las superiores | Soñoliento, locuaz, y de corta memoria |
Las partes superiores mayores que las inferiores | Propio del sexo viril, temperamento cálido |
De media estatura | Excelente constitución |
Cabeza | Significa |
Grande con proporción, y macilenta | Excelente entendimiento, pero no sutil. Gran juicio, larga vida |
Grande, desproporcionada, y corpulenta | Soñoliento, ingenio obtuso, flojo, tímido |
Pequeña sin proporción a las demás partes del cuerpo | Celebro cálido y seco, genio indócil, flojo, precipitado; pero prudente y sagaz. Memoria débil. Complexión morbosa |
Pequeña con proporción | Mala, pero no tanto como la grande sin proporción |
Esférica | Ingenio confuso |
Inclinada | Tímido, vergonzoso |
Cóncava por la parte anterior, y posterior | Muy mala |
Con eminencias | Excelente |
Comprimida en las sienes | Juicio débil |
Cabello | Significa |
Blanco | Frío y húmedo |
Negro | Cálido |
Rubio | Iracundo, fuerte, agudo, audaz |
Plano, recto, y sencillo | Canicie temprana, calva muy tarde |
Crespo | Calva temprana, canicie tarda |
Largo | Ágil |
Corto | Perezoso |
Blando | Tímido, pusilánime |
Duro | Fuerte, animoso |
Mucho | Lujurioso |
Mediano, entre duro y blando | Ingenioso |
Cara | Significa |
Grande y larga | Húmedo, flojo, perezoso |
Pequeña | Astuto, pendenciero, presuntuoso |
Macilenta | Ingenioso, ágil, diligente |
Crasa | Perezoso, tímido |
Blanca | Pituitoso, afeminado, libidinoso |
Pálida | Pituitoso, tímido, triste |
Algo negra, con rubor | Turbulento, ingenioso |
Blanca y rubicunda | Bello temperamento, sanguíneo, ingenioso |
Rubicunda con adustión | Genio pendenciero |
Purpúrea | Vergonzoso |
Amarilla, o roja | Colérico, magnánimo, audaz, astuto, inconstante |
Maculosa | Astuto |
Flámmea | Maníaco |
Frente | Significa |
Pequeña, estrecha | Necio, flemático |
Larga, o ancha | Ingenioso, buena imaginativa |
Grande | Perezoso |
Mediana, pero más pequeña que grande | Agudo, ingenioso |
Redonda | Estúpido |
Carnosa, y grande | Estúpido |
Cuadrada | Magnánimo, ingenioso |
Arrugada | Cogitabundo, melancólico |
Despejada | Alegre |
Caída al sobrecejo | Audaz, magnánimo |
Lisa y resplandeciente | Ingenioso |
Tranquila y serena | Adulador |
Prominente | Apto para las Artes |
Extendida | Colérico |
Sienes, Cejas, Pestañas, Niñas de los ojos | Significa. |
Sienes hinchadas y redondas | Corto y confuso ingenio |
Muy cóncavas | Pertinaz, iracundo |
Vellosas | Lujurioso |
Con venas turgentes | Muy iracundo |
Cejas pequeñas | Pusilánime |
Caídas | Triste |
Juntas y densas | Colérico, atrevido |
Divulsas, y extendidas a las sienes | Necio, fatuo |
Arqueadas | Magnánimo |
Rectas | Tímido |
Los párpados entumecidos | Soñoliento |
Sanguíneos y crasos | Inverecundo, ingenio tardo |
Niñas pequeñas | Vista aguda, ingenioso |
Desiguales | Mala señal |
Ojos | Significa. |
Grandes | Perezoso |
Pequeños | Astuto, ingenioso, tímido |
Brillantes, bien proporcionados | Excelente señal |
Lacrimosos | Tímido, melancólico |
Volubles | Ingenioso, audaz, magnánimo, ladrón |
Que menean frecuentemente los párpados | Tímidos |
Que miran con gracia | Afeminado, lujurioso |
Fijos | Cogitabundo |
Prominentes | Estúpido |
Algo deprimidos | Magnánimo |
Muy deprimidos | Manso, humilde |
Rubicundos | Airado, y furioso |
Lucidos, ígneos | Lujurioso |
Saltados | Celebro débil, corta vista |
Cóncavos, retraídos y pequeños | Excelente vista |
Brillantes, secos | Ingenioso |
Blancos | Complexión fría |
Leonados | Ingenioso, audaz |
Amarillos | Ingenioso, colérico |
Azules | Animoso, buena vista |
Narices, y labios | Significa. |
Narices muy abiertas | Iracundo, pero fácilmente placable |
Largas y agudas | Iracundo, contencioso |
Redondas y obtusas | Iracundo, magnánimo |
Pequeñas | Olfato torpe, genio servil, inconstante |
Muy rubicundas | Hidalgo encendido |
Corvas | Magnánimo, u desvergonzado |
Romas | Intemperante, lujurioso |
Densas en la parte superior | Estúpido |
Cóncavas arriba en el cartílago | Lascivo |
Labios rubicundos | Sangre pura |
No rubicundos | Sangre impura |
Abiertos | Cogitabundo |
Crasos | Flojo, perezoso |
El inferior pendiente | Flojo, inhábil |
El superior prominente | Iracundo, contumelioso, maldicente |
Boca, Dientes, Lengua, Barba | Significa. |
Boca grande | Intemperante y audaz |
Pequeña | Tímido, que come poco |
Muy abierta | Estúpido |
Dientes raros, menos de 32 | Vida breve |
Muchos, fuertes, y sólidos | Robustez, vida larga |
Fuertes, agudos, largos | Guloso, fuerte, audaz de grande ira |
Vacilantes | Cabeza enferma |
Lengua sutil, puntiaguda | Sagaz, ingenioso |
Gruesa | Ingenioso rudo |
Larga, ancha, rubicunda | Buenos humores |
Blanca | Humores corrompidos |
Barba aguda, sutil | Audaz, iracundo, ingenioso |
Bipartida | Buen temperamento |
Algo cuadrada | Buena en los hombres |
Algo redonda | Buena en las mujeres |
Voz, y barba tomada por la pilosidad de ella | Significa. |
Voz grave, intensa | Fuerte, magnánimo |
Aguda, y remisa | Pusilánime |
En el principio grave, en el fin aguda | Genio plañidero, calamitoso |
Aguda, blanda, afectada | Afeminado |
Blanda, y débil | Manso |
Aguda y valiente | Comedor |
Barba bien poblada | Humor craso, fuerte, audaz, libidinoso |
Que nace temprano | Muy cálido y húmedo |
Rara | Mucho frío o mucho calor |
Que nace tarde | Lo mismo |
Cuello, Cerviz, Hombros. Clavículas. | Significa |
Cuello carnoso, craso, lleno | Animoso, iracundo |
Tenue y largo | Tímido |
Breve | Voraz |
Lleno, redondo | Lo mismo |
Cerviz vellosa | Liberal |
Breve, angosta | Expuesto a apoplejía |
Muy larga, y crasa | Magnánimo |
Cortica | Genio insidiador |
Larga, y muy delgada | Tímido |
Hombros anchos, grandes, distantes | Fuerte |
Laxos | Flaco, tímido, débil |
Desiguales | Tísico |
Bien sueltos | Robusto, fuerte |
Clavículas ágiles | Sentidos agudos |
Dificultosamente movibles | Insensato, ingenio obtuso |
Espalda, Pecho, Brazos | Significa. |
Espalda grande, ancha | Robustísimo |
Pequeña | Débil |
Vellosa | Melancólico |
Corva | Astuto, fraudulento |
Constituida en mediocridad | Buena |
Pecho ancho, y velloso | Muy cálido |
Grácil | Pusilánime |
Carnoso | Rudo, tímido |
Rubicundo | Ira, mala condición |
Brazos de mucho hueso | Robusto |
Muy largos | Cálido, robusto |
Carnosos | Flojo |
Vellosos | Lascivo |
Manos | Significa. |
Carnosas | Humor copioso |
Duras | Entendimiento, y sentidos obtusos |
Blandas | Vivacidad, agudeza |
Sutiles, largas | Tímido |
Grandes, bien articuladas, nerviosas | Robusto, valiente, de larga vida |
Pequeñas, flacas | Tímido, débil |
Crasas, breves, con pequeños dedos | Ingenio torpe |
Vellosas | Agreste, lujurioso |
Calientes | Intemperie cálida |
Aplanadas, casi sin líneas | Cuerpo débil |
Las líneas de las manos largas y profundas | Buen temperamento, larga vida |
Breves | Vida corta |
Rubicundas | Ardor de hígado, abundancia de sangre, audaz, robusto |
Delgadas interrumpidas | Debilidad |
Costillas, Lomos, Vientre, Piernas, Pies | Significa. |
Costillas grandes, descubiertas | Fuerte |
Pequeñas | Locuaz |
Lomos compactos, y firmes | Fuerte, inclinado a la caza |
Trémulos | Muy lujuriosos |
Vientre ancho, pero no prominente | Fuerte, robusto |
Gordo | Fuerte, y libidinoso |
Velloso | Parlotero, y libidinoso |
Piernas delgadas, y nerviosas | Libidinosos |
Pequeñas | Tímido |
Con las pantorrillas contraídas hacia abajo | Fuerte |
Contraídas arriba, y preñadas | Pusilanimidad |
Pies ágiles | Ingenioso, vivo |
Pequeños | Flojo |
Llanos por abajo | Sagaz |
Grandes | Muy cálido |
En la Tabla siguiente se ponen los significantes a la izquierda de los significados. [58]
Tabla tercera, en que se propone separada la colección de signos de cada significado particular
Cuerpo fuerte, y robusto | Pelos duros. Huesos, y costillas grandes. Los extremos del cuerpo grandes, duros y robustos. Cuello breve, y carnoso. Cerviz erguida, y dura. La parte posterior de la cabeza grande, y elevada. Frente dura, breve, aguda, con cabellos gruesos. Pies grandes, más gruesos que largos. Voz dura. Desigual, complexión colérica. |
Cuerpo débil | Cabeza pequeña sin proporción. Pequeña Espalda. Carne muy blanda. Complexión melancólica |
Vida larga | Dientes sólidos, y muchos. Temperie sanguínea. Estatura mediana. Las líneas de las manos largas, profundas, rubicundas. Gran cuerpo. Hombres encorvados. Pecho ancho. Carne sólida. Color brillante. Incremento tardo. Orejas anchas. Grandes párpados. La inferior parte del ombligo igual a la superior. |
Vida corta | Lengua crasa. Los dientes molares antes de la pubertad. Dientes raros, débiles, y mal ordenados. Las líneas de las manos confusas, o mal distintas. Incremento pronto y poco. La parte inferior del ombligo mayor que la superior. Temperie melancólica |
Buen ingenio | Carne blanda. Cutis sutil. Estatura mediana. Ojos azules, o rojos. Color blanco. Cabellos planos, y medianamente duros. Manos largas. Dedos largos. Aspecto afable. Cejas juntas. Poca risa. Frente despejada. Las sienes algo cóncavas. La cabeza que tenga figura de mazo |
Ingenio malo, y obtuso | Cuello, brazos, costillas, y lomos muy carnosos. Cabeza redonda. La parte posterior de la cabeza cóncava. Frente grande, carnosa. Ojos pálidos. La acción de mirar torpe. Artejos pequeños. Narices obstruidas. Orejas levantadas. Mucha risa. Pequeñas manos. La cabeza, o muy grande, o muy pequeña, sin proporción. Labios crasos. Dedos cortos. Piernas carnosas |
Ánimo fuerte | Barba aguda. Boca grande. Voz canora, grave, lenta, y siempre igual. Figura, o postura recta. Ojos grandes, medianamente abiertos, inmobles. El cabello levantado sobre la frente. La cabeza medianamente comprimida. Frente cuadrada, eminente. extremos del cuerpo robustos, y grandes. Cerviz firme, y no muy carnosa. Pecho ancho, corpulento. Color escuálido |
Ánimo audaz | Boca prominente, o salida afuera. Semblante hórrido. Frente áspera. Cajas arqueadas. Nariz larga. Dientes largos. Cuello breve. Brazos largos. Pecho ancho. Hombre elevados. Aspecto torvo |
Ánimo prudente | Cabeza comprimida a los lados. Frente larga, cuadrada, en el medio algo cóncava. Voz blanda. Pecho ancho. Pelos delgados. Ojos grandes, azules, o leonados, o negros. Orejas algo grandes. Nariz aguileña |
Buena memoria | Las partes superiores menores que las inferiores bien formadas, no gordas, sino vestidas de carne. Carne tenue, y blanda. El colodrillo descubierto. Nariz corva. Dientes no raros. Orejas grandes, con copia de cartílago |
Mala memoria | Las partes superiores mayores que las inferiores, y carnosas. Carne muy seca. Calvicie. Adviértase, que Aristóteles propone inversa la señal primera de buena y mala memoria; pues dice, que las partes superiores mayores que las inferiores, significan buena memoria |
Buena imaginativa, y cogitativa | Frente prominente, larga, y ancha, y modo de mirar fijo, y atento. Respiración no muy frecuente. Cuello inclinado |
Buena vista | Pestañas negras, densas, rectas, párpados grandes, y gruesos, niñas pequeñas, ojos cóncavos, y retraídos adentro |
Corta vista | Cejas torcidas, párpados tenues, y breves, niñas grandes, ojos saltados, mucho sueño |
Buen oído | Las ternillas de las orejas grandes, bien acanaladas, y vellosas |
Buen olfato | Nariz larga, que se acerca a la boca, no muy húmeda, ni muy seca |
Buen gusto | La película de la lengua esponjosa, o bien porosa, blanda, regada siempre de saliva. Temperamento de la lengua cálido, y húmedo |
Buen tacto | Cutis, y carne blanca, nervios vigorosos. El temperamento de estas partes moderadamente caliente, y más seco que el de las demás partes |
Ira | Estatura erguida. Color brillante. Voz grave. Narices bien abiertas. Sienes húmedas con venas patente. Cuello craso. Ser ambidextro. Paso acelerado. Ojos sanguíneos. Dientes largos, desiguales, desordenados. Complexión colérica |
Miedo | El colodrillo cóncavo. Color pálido. Ojos débiles, que pestañean frecuentemente. Pelos blandos. Cuello largo, flaco. Pecho lampiño, carnoso. Voz aguda, trémula. Boca pequeña, redonda. Labios iguales. Manos largas, sutiles. Pies pequeños, poco articulados |
Tristeza | Cara arrugada, ojos caídos. Cejas juntas. Paso tardo. Acción de mirar fija. Respiración no muy frecuente |
Amor | Cara blanca, flaca. Mucho pelo, Sienes vellosas. Frente extendida. Mirar gracioso. Ojos brillantes, bizcos. Nariz ancha. Espalda angosta. Brazos, y manos vellosas. Piernas delgadas, y nerviosas |
Alegría | Frente serena, tranquila, abierta. Cara rosada, amena. Voz parlera, hermosa, dulce. Cuerpo ágil, carne blanda |
Envidia | Frente arrugada, triste. Mirar torcido, caído. Cara triste, pálida. Cutis seca, áspera. Huesos duros |
Audacia | Cuerpo pequeño, cabello rojo, y duro. Cara rubia, o frente rubia cuadrada. Cejas corvas, juntas, arqueadas. Ojos volubles, leonados, o azules. Grande boca. Barba sutil, aguda, bien poblada. Las líneas de las manos rubicundas |
Mansedumbre | Carne blanda, y húmeda. Ojos muchas veces cerrados. Movimiento tardo. Voz tarda en hablar. Cabellos blancos, planos, y rojos |
Vergüenza | Ojos húmedos, no muy abiertos, medianos. Bajar frecuentemente los párpados. Mejillas encendidas. Movimiento moderados. Habla tarda, y sumisa. Cuerpo inclinado. Orejas encendidas, purpúreas |
Templanza | Aliento templado. La boca, ni extendida, ni plana, Sienes lampiñas. Ojos medianos, rojos, o azules. Vientre breve, o apretado |
Fortaleza | Cabello rubio, duro. Cuerpo pequeño. Ojos brillantes, poco deprimidos. Voz grave, e intensa. Barba poblada, Hombros grandes, anchos. Grande, y ancha espalda |
Soberbia | Cejas arqueadas, Boca grande, y prominente. Párpados muy abiertos. Pecho ancho, Paso tardo. Cuello erguido. Hombros vibrados. Ojos saltados, o que saltan |
Lujuria | Color rubio, o que tira a pálido. Sienes vellosas. Clava. Ojos pingües. Cuello grueso. Cara grande. Nariz grande. Vientre pingüe. Los pelos de los párpados que caen. Manos vellosas |
Locuacidad | Barba larga. Dedos largos. Lengua aguda. Ojos que tiran a rubios. El labio superior prominente. Vientre velloso. Nariz aguda en la extremidad |
Pertinacia | Frente alta, cuello firme, breve, inmóvil, craso. Habla veloz. Risa inmoderada. Ojos sanguíneos. Manos breves, carnosas. Dedos cortos |
Impudencia, o desvergüenza | Ojos abiertos, ígneos, rubios. Mirar agudo. Frente circular. Cara redonda, roja. Pecho giboso. Risa alta. Nariz crasa |
[62] Aunque las Tablas propuestas se han insertado aquí por un motivo de equidad, que es dejar al Lector con la facultad de apelar de mis razones a los experimentos; quedo con grande esperanza, de que un serio y atento examen de dichas Tablas, confirmará cuanto llevo ducho arriba de la vanidad del Arte Fisionómico, y podrá el Lector en estado de asentir a la definición, que Mr. de la Chambre dio de la Metoposcopía, parte principalísima de la Fisionomía. La Metoposcopía (decía aquel docto Francés) es un Arte de hacer juicios temerarios.