Filosofía en español 
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Tomo séptimo Discurso cuarto

Las dos Etiopías, y sitio del Paraíso

§. I

1. En el Discurso pasado, núm. 10 notamos, que aunque la voz Chus, que se halla en original Hebreo, fue traducida en la voz Aethiopia por la Vulgata, y [92] los Setenta, realmente aquella voz en varios lugares de la Escritura significa dos Regiones distintas. Que se dé el nombre de Etiópica, o no, a una, y otra, es discrepancia de leve momento; pero importa mucho, como veremos en este Discurso, el no confundirlas.

2. El que en muchos lugares de la Escritura la voz Chus del Hebreo, y la voz Aethiopia de la Vulgata no significan la Región, que hoy tiene este nombre, se puede probar con la mayor evidencia. En el lib. 2. del Paralipomenon, cap. 14 se refiere, que habiendo venido Zara, Rey de los Etíopes, contra los Judíos con un ejército extremamente numeroso, no sólo le derrotaron éstos, sino que le desolaron muchas Ciudades. ¿Cómo podría venir el Rey de la Etiopía, llamada hoy así, a hacer la guerra a los Judíos? Median el Egipto, y otras muchas tierras, que era menester conquistase primero el Rey de Etiopía. ¿Qué motivo podía tener, o qué querella el Rey de la Etiopía, que está al Mediodía [93] Egipto, para venir a hacer la guerra a una gente tan apartada de él? ¿Cómo pudieron los Judíos desolar las Ciudades de aquella Etiopía, si consta del mismo texto, [94] que apenas se apartaron de los confines de Palestina? Luego se habla allí de otra Etiopía distinta, y distante de la Africana, que está al Mediodía de Egipto. Con más expresión consta esto mismo del cap. 21 del mismo lib. donde, describiendo una irrupción de los Filisteos, y Arabes contra los Judíos, dice, que los Arabes son confinantes de los Etíopes: Suscitavit ergo Dominus contra Joram spiritum Philistinorum, & Arabum, qui confines sunt Aethiopibus. La Arabia, por cualquier parte que se mire, dista mucho de la Etiopía Africana. En el lib. 4 de los Reyes, cap. 19, se dice, que estando Sennacherib, Rey de los Asirios, sitiando a Lobna en el Tribu de Judá, supo que Taraca, Rey de los Etíopes, estaba cerca con su ejército para combatirle; lo que tiene la misma dificultad, o imposibilidad que hemos notado sobre el mismo texto del Paralipomenon. Sefora, mujer de Moisés, que en el cap. 12 de los Números es llamada Etiopisa, consta del capítulo 2 del Exodo, que era Madianita; y la tierra de Madian incontestablemente era porción de la Arabia, según los términos, que hoy señalan los Geógrafos a esta Región. Omito otros muchos lugares, especialmente de Isaías, donde es nombrada la Etiopía; y del contexto se colige infaliblemente, que no se habla de la Etiopía Africana. Bien que es muy probable, que en algunos otros lugares de la Escritura la Etiopía, de que se habla, es la que hoy tiene este nombre, como es aquel de Jeremías, cap. 13: Si mutare potest Aethiope pellem suam, &c.

3. Hasta estos últimos tiempos fue advertida de muy pocos esta distinción de Etiopías en la Vulgata, y en los Setenta. O lo que coincide a lo mismo, pocos advirtieron, que la voz Chus, de que usa el original Hebreo, no significa una Región sola, sino distintas en distintos textos. ¿Y qué se siguió de aquí? Hacer sumamente difícil un texto de la Vulgata en una cuestión de gravísima importancia, y resolver dicha cuestión con una incongruidad notable. [95]

§. II

4. En el cap. 2 del Génesis, describiendo el Historiador Sagrado el Paraíso Terreno, dice que regado con una copiosísima fuente, que desde allí se divide en cuatro ríos, de los cuales el primero se llama Fison, el segundo Gehon, el tercero Tigris, el cuarto Eufrates. En cuanto al tercero, y cuarto no ocurre dificultad. Respecto del primero hay alguna. Pero el gran tropiezo está en el segundo. Dice el Sagrado Texto de la Vulgata, que este río circunda toda la tierra de Etiopía: Nomen secundi fluvii Gehon; ipse est qui circumit omnem terram Aethiopiae. Este es el caso, que la voz Aethiopia tomada en este Texto por la que hoy tiene este nombre, ocasionó buscar en ella el río Gehon; y como ocurre la circunstancia de ser el Gehon de un dilatadísimo curso, sin el cual no podría dar vuelta a toda la Etiopía, como expresa el Historiador Sagrado, no hallaron otro a quien fuese adaptable esta circunstancia, que al Nilo. De aquí vino, que todos, o casi todos los Expositores convinieron en que el Río Gehon, de que habla la Escritura, perdido el Nombre que tenía en el tiempo de Moisés, es el mismo que hoy, con el nombre de Nilo, riega la Etiopía. Pero es casi insuperable la dificultad, que se viene a los ojos. La fuente del Nilo, tan conocida de los modernos, como ignorada de los antiguos, dista de las del Eufrates, y el Tigris, que nacen en las Montañas de la Armenia mayor, seiscientas leguas Españolas, poco más, o menos. ¿Cómo, pues, puede tener un origen común con aquellos dos ríos? Cuantos trataron la cuestión del sitio del Paraíso, se hicieron cargo de esta dificultad. ¿Y qué responden? Que el Nilo no nace donde tiene su origen aparente, sino donde nacen el Tigris, y el Eufrates; y caminando por conductos subterráneos el larguísimo tramo que hemos dicho, va a salir a luz dentro del Imperio de los Abisinios.

5. Confieso que no hay en esto imposibilidad alguna física; pero hay una suma inverosimilitud: lo que siempre es un gran tropiezo para el inviolable respeto, que se [96] debe a la infalibilidad de la Escritura Sagrada. Y en este escollo se dio por no haber reparado, que la voz Aethiopiae en la Vulgata, y los Setenta las más veces no significa aquella Región, que hoy generalmente tiene este nombre: sino otra muy distinta, y distante de aquella, la cual no precisa a ir a buscar el Nilo, cuya fuente está tan remota, para completar los cuatro ríos del Paraíso.

6. Lo que me admira más en esta equivocación es, que, aun tragado el inconveniente de tener su fuente el Nilo tan distante de la de los otros ríos del Paraíso no se advirtiese, que no podía verificarse de él lo que la Escritura dice del Gehon. De éste se expresa en el Texto, que da vuelta a toda la tierra de Etiopía: Ipse est, qui circumit omnem terram Aethiopiae. ¿Y esta circunstancia se verifica en el Nilo? Nada menos. Nace el Nilo dentro de la Abisinia, más acá de la Línea, en los doce grados de latitud Septentrional; inmediatamente a su nacimiento retrocede algo a Mediodía; luego con una breve inflexión toma hacia el Norte, y desde allí sigue su curso sin retroceso alguno, caminando siempre al Septentrión, hasta salir de los términos de la Abisinia; de suerte, que todo lo que puede correr por la Abisinia con curso casi derecho, será el espacio de ciento y setenta leguas Españolas. Considérese ahora que la Etiopía, comprehendiendo la alta, y baja, medida desde la parte más Septentrional de la Abisinia (que es la Etiopía alta) hasta la parte más Austral de la baja, que es el Cabo de Buena Esperanza, se extiende cerca de mil leguas Españolas. ¡Qué traza esta de dar el Nilo vuelta a toda la tierra de Etiopía! Aun cuando se quisiese restringir el Sagrado Texto a sola la Etiopía alta, lo que sería muy voluntario, falta muchísimo para su verificación; porque bien lejos de circundar el Nilo toda la Etiopía alta, ni forma arco, o parte de círculo por alguna de sus extremidades, sino que corre muy metido dentro de sus tierras; ni su curso dentro de la Etiopía alta se extiende más que a la tercera parte, cuando más, de la extensión de ella del Septentrión al Mediodía; de [97] suerte, que aun cuando el curso del Nilo por la alta Etiopía se fingiese traslado del diámetro a la circunferencia, no comprehendería, o daría vuelta, sino a la novena parte de ella, o poco más, o menos.

7. Es verdad que los antiguos creyeron más dilatado el curso del Nilo, porque le daban nacimiento más allá de la Línea, en los Montes de la Luna a ocho grados de latitud Austral. Pero ni este error Geográfico disculpa a los Expositores, que entendieron en el Gehon el Nilo; pues ni aun supuesto aquel error, se verificaba que el Nilo circundase toda la Etiopía, ni aun parte de ella, porque los antiguos Geógrafos no le describían dando vuelta a la Etiopía, sino cortándola por medio. Esto es hablando de la alta Etiopía; porque a la baja, aun en sentir de los antiguos, no la tocaba el Nilo en parte alguna. Dividen los Montes de la Luna las dos Etiopías, dejando la baja al Mediodía, y la alta al Septentrión: con que naciendo el Nilo en los Montes de la Luna, y tomando desde allí siempre al Septentrión, es consiguiente, que no tocaría en la baja Etiopía. Así de cualquier modo que se tome, estamos lejísimos de verificarse, que el Nilo dé vuelta a toda la tierra de Etiopía, que es lo que el Sagrado Texto del Génesis nos dice del Gehon.

§. III

8. Es, pues, preciso para salvar la verdad del Sagrado Texto, buscar otro Gehon distinto del Nilo; y otra Etiopía diversa de la Africana. El hallar otra Etiopía es fácil. Algunos lugares de la Escritura la muestran como con el dedo en la Arabia a la orilla del Mar Bermejo. Ya notamos arriba, que Sefora, que en el libro de los Números se llama Etiopisa, era Madianita; y la tierra de Madian, convienen Josefo, Ptolomeo, y San Jerónimo, que estaba en la Arabia al Oriente del Mar Bermejo. En el cap. 3, de Habaccu son nombradas las Regiones de Etiopía, y Madian como una misma: Pro iniquitate vidi tentoria Aethiopiae, turbabuntur pelles terra Madian [98]. En el cap. 28 de Job se nombra el Topacio de Etiopía; y los antiguos, como consta de Plinio, y Estrabón, no conocieron otros Topacios, que los de una Isla del Mar Bermejo, vecina a la Región de que hablamos, que abunda de ellos; y aun de ella, que se llama Topazos tomaron el nombre. Los Reyes de Etiopía, Taraca, y Zara, de quienes en el lib. 4 de los Reyes, y en el segundo del Paralipomenon se dice, que movieron guerra, el primero contra Sennacherib, el segundo contra Judea, por todas las circunstancias de la Historia se colige, que reinaban en una Región contermina a Egipto, y Palestina, y por consiguiente comprehendida en los términos de la Arabia.

9. He visto que algunos modernos atribuyen al famoso Protestante Samuel Bochart el descubrimiento de esta segunda Etiopía en la Escritura. Pero manifiestamente se engañan; porque en San Agustín {(a) Lib. 1 de Mirab. Sacr. Script. cap. 28.} se halla claramente reconocida la Etiopía Arábiga, y probada con el argumento mismo tomado de la mujer de Moisés, de que usa Samuel Bochart, y que hemos propuesto arriba. Y aun por lo que el Santo dice en el lugar citado, parece, que Eusebio le precedió en la misma advertencia. Aún más claro desengaño de que no fue Bochart Autor de este descubrimiento, hallará el Lector leyendo al eruditísimo P. Benito Pereira, Tom. 1, in Gen. lib. 3, donde tratando del río Gehon, trae todas las pruebas, que hemos propuesto arriba, y de que usa Samuel Bochart, a favor de la existencia de la Etiopía Asiática; y este docto Jesuita fue sin controversia anterior a Bochart.

10. Quieren otros modernos, que algunos Autores antiguos profanos hayan conocido esta segunda Etiopía. Citan para ello a Plinio, y Homero. Mas entiendo que padecen equivocación. Es verdad, que Plinio distingue dos Etiopías, una Occidental, otra Oriental, alegando para esta división a Homero. Pero de lo que dice en el lib. 5, [99] cap. 8, consta claramente, que coloca ambas Etiopías en el Africa; y que la división, que hace de ellas en Oriental, y Occidental, es sólo respectiva a partes Oriental, y Occidental de la misma Africa; así ninguna de ellas toca a la Arabia, que según todos los Geógrafos, tanto antiguos, como modernos, es parte del Asia.

11. Alegan también, que Memnon, hijo de la Aurora, llamado así por haber venido de las partes Orientales al socorro de Troya, dicen Hesiodo, y Píndaro, antiguos Poetas Griegos, que era Rey de los Etíopes. Luego conocían estos Autores alguna Etiopía Asiática; porque la Africana no era País Oriental, sino Meridional, respecto de Troya. Pero lo primero, leve fundamento es el que toma del testimonio de Poetas, y Poetas Griegos, sospechosos de todo género de ficciones por la Profesión, y por la Patria. Lo segundo, Plinio lib. 6, cap. 29, hablando con expresión de la Etiópica, que está al Mediodía de Egipto, que es la Austral, y Africana, conocida hoy por este nombre, dice, que en ella reinó Memnon. Y en el lib. 5, cap. 10 pone la Casa Real de Memnon en la misma parte. Asimismo Tácito lib. 2 Annal. refiriendo la expedición de Germánico por aquella Región, en las cosas notables de ella señala la Estatua Marmórea de Memnon, que herida de los rayos del Sol, expiraba un suave sonido. Esta circunstancia comúnmente se tiene por fabulosa; mas nada hay de imposible en ella, siendo factible, que estuviese interiormente organizada de modo, que el aire contenido en su cavidad, enrarecido por el calor del Sol, saliese formando ese sonido.

12. Lo tercero. Si Memnon era Rey de una Etiopía Oriental, respecto de Troya, esta Etiopía, así como no es la Africana, tampoco puede ser la Arábiga; porque el Mar Bermejo, y la Arabia no eran Orientales, sino Meridionales, respecto de Troya. Con que es menester fingir, o suponer otra Etiopía distinta de las dos dichas, situada hacia la India. En efecto no faltan quienes allí conciban la Etiopía donde reinaba Memnon; y lo que es más, San [100] Agustín en el lugar citado arriba pone de opinión de Eusebio el primer origen de los Etíopes en las márgenes del río Indo, de quien tomó su nombre la India Oriental.

13. Con más verosimilitud pudiera colocarse la Etiopía de Memnon en el Chusistan, que llamaban Susiana los antiguos, Provincia de la Persia, y bastantemente Oriental, respecto de Troya. Da para ello fundamento Estrabón, pues dice, que Susa, Capital de la Provincia, y Corte antigua de los Reyes de Persia, fue edificada por Titon, padre de Memnon. Y el nombre de Chusistan, que con tanta naturalidad puede imaginarse derivado de Chus, voz que en la Vulgata se halla siempre vertida en la de Aethiopia, parece, que acaba de allanarlo todo, para que entendamos, que aquella Provincia es la Etiopía, de quien habla la Escritura en la descripción del Paraíso.

14. El mal es, que aun descubiertas dos Etiopías, una cierta, otra dudosa, distintas ambas de la que hoy conserva este nombre, y en quienes se evita el absurdo de colocar el Nilo entre los ríos del Paraíso, estando su fuente distante de las de los otros tres seiscientas leguas, poco más, o menos, queda aún muy difícil encontrar río, cuya fuente esté poco distante de las de los otros, y de quien se verifique, que riega la Etiopía, que es la circunstancia con que caracteriza la Escritura a Gehon; siendo cierto, que ni a la Arabia, ni al Chusistan baña río alguno, que no tenga su origen bastantemente distante, aunque mucho menos que el Nilo, de las fuentes del Tigris, y el Eufrates.

§. IV

15. Reconocida esta dificultad por nuestro gran Expositor D. Agustín Calmet, le pareció preciso, para completar el cuaternion de los ríos del Paraíso, buscar otra Etiopía distinta de las que hemos mencionado, o por mejor decir, otro País, a quien sea adaptable la voz Chus, de que usa el original Hebreo para nombrar la tierra, a quien baña el río Gehon; y creyó hallarle en las vecindades del mar Caspio, en aquel pedazo de tierra, que baña el Arajes. [101]

16. Parece no hay sitio en el mundo, que dé tanto motivo para creer que estuvo en él el Paraíso, como aquel que comprehende las fuentes del Eufrates, y el Tigris. El nacer en él estos dos ríos es una seña tan específica, que ninguna otra puede contrarrestarla; pues estos dos, que hoy retienen los mismos nombres, dice Moisés, que salían del Paraíso. Pero resta hallar otros dos, que son el Fison, y el Gehon. Los más de los antiguos Expositores, viendo que al primero se da por seña en la Escritura bañar un País productivo de oro (Ipse est qui circuit omnem terram Hevilat, ubi nascitur aurum): y al segundo regar la Etiopía (Ipse est qui circumit omnem terram Aethiopiae), pensaron ser el primero el Ganges, que discurre gran parte de la India Oriental, y el segundo (por la razón que hemos dicho) el Nilo. Ya vimos, que la enorme distancia de la fuente del Nilo hace inverosímil, que este sea el Gehon. El mismo inconveniente ocurre en el Ganges para que sea el Fison, por estar también distantísima su fuente, aunque algo menos que la del Nilo. Y no sé cómo no dieron antes con el Indo, que con el Ganges, pues no está, aunque mucho, tan alejado como el Ganges de Eufrates, y el Tigris.

17. El P. Calmet, pues, hallando otros dos ríos, cuyas fuentes no dista mucho de las del Eufrates, y el Tigris, que son el Fasis, y el Arajes; y pareciéndole encontrar felizmente en ellos el Fisón, y el Gehon, se resolvió a colocar en aquel sitio el Paraíso. Nacen, como he dicho, el Arajes, y el Fasis, no muy distantes del Eufrates, y el Tigris; pero siguen curso bastantemente opuesto. El Eufrates, y el Tigris, tomando al Mediodía, aunque el primero con bastante inflexión al Poniente, van a meterse por el Seno Pérsico en el Océano. El Arajes, caminando hacia Oriente, se introduce en el mar Caspio; y el Fasis, tomando hacia el Septentrión, hace después una inflexión al Poniente, que le conduce al mar Negro, o Ponto Euxino.

18. Como no bastaba hallar estos dos ríos, si no se hallasen en ellos las señas que Moisés da del Fison, y del Gehon, que son, correr el primero por un País fértil de [102] oro, y el segundo por la Etiopía, ajustó el P. Calmet al Fasis, y al Arajes respectivamente las dos señas. Corre el Fasis por la Mingrelia, que es la antigua Colchis tan celebrada en la antigüedad por la abundancia de oro; lo que ocasionó la fábula del Vellocino de Oro, por el cual navegó Jasón con los demás Argonautas a aquella tierra: con que ya se encuentra la seña del Fison; y la mucha semejanza que tiene la voz Fison con la de Fasis, ayuda mucho a confirmar la identidad de los dos ríos.

19. No es tan perceptible la seña del Gehon en el Arajes. Con todo se ha de advertir, que según la mente del P. Calmet, para la identidad del Gehon con el Arajes no es menester que éste bañe algún País, que ahora, o en otro tiempo haya tenido el nombre de Etiopía, sí sólo el de Chus; porque éste, y no el de Etiopía, se da en el original Hebreo a la tierra que circunda el Gehon; siendo para el intento accidentalísimo, que la Vulgata, la Versión de los Setenta, y otras substituyesen por la voz Chus la voz Aethiopia. Supuesta esta advertencia, no le falta a nuestro Autor más que probar, que el País que baña el Arajes, se haya llamado Chus en algún tiempo, aunque nunca haya tenido el nombre de Etiopía. Esto lo prueba suponiendo, que Chus es lo mismo que Chut, porque dice suelen los Caldeos transformar la letra Schin de los Hebreos en la letra Tau; por lo cual por Chus dicen Chut. Sienta, pues, que se llamaba Cutha aquella Región que baña el Arajes, y Cutheos los que la habitaban; los cuales de allí fueron trasladados por Salmanasar a Samaria, como consta del libro 4 de los Reyes, capítulo 17. ¿Mas de dónde se infiere (porque en el capítulo alegado no se expresa, ni aun puede colegirse) que Cutha era la tierra que baña el Arajes? Del parentesco que tiene la voz Cutha con Escitia, y Cutheos con Scythas; y de que los Escitas habitaron al principio aquella Región: lo cual prueba nuestro Autor con la autoridad de Heródoto, Justino, y Diodoro Sículo. Añade, que en las vecindades de aquella Región se conservan algunos vestigios del antiguo nombre de ella, [103] como Quitios, Cetheos, las Ciudades Caetatis, Cetemane, Cytano, Cyta, Cetena, &c.

20. Este sistema aunque por su ingeniosidad, y por los grandes créditos de su Autor se ha hecho muy plausible, padece algunas graves dificultades. Lo primero que se ofrece contra él, es, que explica con suma violencia lo que la Escritura dice en orden al río del Paraíso. El Sagrado Texto nombra un río en su origen, que después se divide en cuatro ríos: Et fluvius egrediebatur de loco voluptatis ad irrigandum Paradisum, qui inde dividitur in quatuor capita: nomen uni Phison, &c. En el sistema del P. Calmet no hay un río que se divida en cuatro, sino cuatro ríos desde su origen, con fuentes distintas, y separadas; y tan separadas, que aun según la Tabla Geográfica del Paraíso, inserta en el Diccionario de Calmet para demostración de su sistema, dista la fuente del Fasis cuarenta leguas Españolas, poco más, o menos de la fuente del Tigris. He dicho que aun según aquella Tabla hay toda esta distancia; porque según la Tabla Geográfica de la Asia de Mons. de Fer, ajustada a las Observaciones de la Academia Real de las Ciencias, distan las dos fuentes más de cincuenta leguas Españolas.

21. Lo segundo, según la Tabla Geográfica del P. Calmet, sólo del Eufrates, cuya fuente pone en el centro del Paraíso, se verifica que le riega; las fuentes de los otros tres ríos pone en sus extremidades, especialmente la del Fasis, de modo, que al punto que nace sale del ámbito del Paraíso. ¿Es esto regarle, como dice el Sagrado Texto?

22. Lo tercero, para dar el nombre de Chus al País que baña el Arajes, procede el discurso por ambages de Etimologías, que es un modo de conjeturar sumamente falible, especialmente cuando las Etimologías no son muy naturales. Añado, que es inconveniente multiplicar los significados de la voz Chus de la Escritura de modo, que signifique tres Regiones distintas, y separadas, como quiere el P. Calmet: la Etiopía Africana, la Arabia, o [104] parte de ella, y el País por donde camina al Arajes; porque esto es imponer en algún modo confusión, o falta de claridad a los Escritores Sagrados.

§. V

23. Otro Sistema del sitio del Paraíso, que ha atraído mucho séquito, es el que le coloca en la Mesopotamia en aquella parte donde se juntan en un común canal el Eufrates, y el Tigris. Muchos creen Autor de esta opinión al eruditísimo Prelado Daniel Huet, otros a Samuel Bochart, que precedió a Huet; pero es cierto, que la misma habían llevado antes los PP. Benito Pereira, y Cornelio Alapide en sus Comentarios sobre el Génesis.

24. Para su inteligencia se advierte, que el Tigris, y Eufrates, que nacen en la Armenia mayor, después de correr más de ciento veinte leguas de País se juntan en la Mesopotamia, y volviendo a dividirse entran separados en el Seno Pérsico. Quiere, pues, esta sentencia, que el Paraíso estuviera en aquella parte donde se juntan los dos ríos; y de este modo juzgan los Autores, que la siguen, satisfacer cumplidamente a la letra del Texto, que pone un río dividido en cuatro: porque dicen, que el que se nombra un río, es el agregado del Tigris, y Eufrates, juntos en una misma madre; y los cuatro, en que se divide, los cuatro brazos: dos el Eufrates, y el Tigris, antes de juntarse, y otros dos los mismos Eufrates, y Tigris después de dividirse: de suerte, que con las mismas aguas, que se juntan, y se dividen, y forman sólo dos ríos, así antes de juntarse, como después de dividirse, quieren ajustar los cuatro ríos, en que, según el Sagrado Texto, se esparce el río común, que sale del Paraíso.

25. ¿Pero quién no ve la violencia suma de esta explicación? Esto propiamente (permítaseme esta jocosidad) es ajustar cuatro, con dos de la vela, y de la vela dos. El Texto expresamente dice, que desde el Paraíso el río se divide en cuatro cabezas, qui inde dividitur in quatuor capita. Cuatro principios se llaman en la Versión de los Setenta: [105] Quod inde dividitur in quatuor initia. Con propiedad se dice, que se divide el agregado de los dos ríos, cuando se esparcen a la parte de abajo, o siguiendo en descenso hacia el Océano; mas no hacia la parte de arriba, o siguiendo el ascenso. ¿Cómo puede decirse que se hace allí esta división, si ya vienen divididos desde sus fuentes? Aun permitido que ésta se llame división, no será división en cabezas como las llama el Texto, porque cabeza de un río es su fuente, por ser lo más alto de él; tampoco, por lo mismo, división en principios, voz de que usan los Setenta.

26. Omito la dificultad, que queda pendiente, de no tocar el Tigris, ni el Eufrates, ni juntos, ni divididos, ninguna de las dos Etiopías, o tierra alguna, a quien se pueda adaptar el nombre de Chus. Todas las aguas, de que esta sentencia quiere formar los cuatro brazos, o ríos, paran en el Seno Pérsico, sin bañar parte alguna de la Etiopía Arábiga, y mucho menos de la Africana, que está distantísima de ellos.

§. VI

27. Ocioso es impugnar otras sentencias, que ha habido en orden al sitio del Paraíso, porque son tan extraviadas, y tan visiblemente opuestas a las circunstancias, que expresa el Sagrado Texto, que ya hoy no hallan sectario alguno. Hubo quien colocó el Paraíso en la Luna; quien en la cumbre de un monte vecino a ella, como si hubiese, o pudiese haber en la tierra tal monte: quien debajo del Polo Artico, quien debajo del Antártico, quien en la Isla de Ceilán, quien en Flandes, quien en la Andalucía, quien en todo el globo de la tierra, afirmando, que el Paraíso no era un sitio determinado, sino toda la tierra adornada de una extraordinaria fecundidad, y hermosura, de que fue privada por el pecado de Adán.

28. Así de la extravagancia de estas opiniones, como de las grandes objeciones, que como hemos visto, padecen las dos más plausibles, que hoy hay entre los Expositores [106] del Génesis, colegirá el Lector la gran arduidad de esta controversia; y esto mismo le tendrá en una curiosa expectación de ver lo que siento yo en ella, lo que no quiero ya dilatarle.

§. VII

29. Digo, pues, que lo que juzgo más probable, es que el Paraíso estuvo en el sitio en que le coloca la segunda sentencia, que acabo de impugnar. ¿Mas cómo puedo seguir lo mismo que impugno? Variando las circunstancias, y el modo, de suerte, que no haya cabimiento a las objeciones, que he propuesto. Verá aquí el Lector un arbitrio semejante al que practicó Juanelo con el huevo, y Alejandro con el nudo de Gordio. Suele una ocurrencia feliz vencer dificultades, que se hicieron insuperables a los mayores ingenios. Ya con otro arbitrio semejante dimos corte en otra dificultosísima cuestión, en que (permítaseme decirlo así) habían dado de ojos infinitos hombres eruditísimos.

30. El sitio donde se juntan el Eufrates, y el Tigris es aptísimo para colocar en él el Paraíso, ya por su fertilidad, ya por su situación. De la fertilidad da claro testimonio Quinto Curcio en el lib. 5, donde escribe: Que el suelo, que media entre el Tigris, y el Eufrates, es tan pingüe, que se dice, que es menester retraer los Ganados del pasto, porque no los sufoque la copia de nutrimento; y que la causa de esto es el humor, que de uno, y otro río resuda por las venas de toda la tierra vecina.

31. La situación es la más cómoda; y tanto, que apenas se puede discurrir en otra. Hallamos allí el Tigris, y el Eufrates; lo que hace preciso el Sagrado Texto de la Vulgata, que nombra estos dos ríos como dos miembros de los cuatro en que se divide el río del Paraíso; y los hallamos haciendo los dos, antes de la división, un solo río, lo que también era necesario para salvar la letra del Texto, que nombra un río en singular en el ministerio de regar el Paraíso: Et fluvis egrediebatur de loco voluptatis ad irrigandum Paradisum. Esto no se puede verificar, poniendo el Paraíso más [107] arriba, hacia las fuentes del Tigris, y el Eufrates, pues no hallamos allí un río, que se divide en los dos; siendo cierto, que de fuentes bien distantes salen divididos, y separados, continuando después su curso, aun con mucha mayor separación, hasta que doblándose uno hacia otro, poco a poco, vienen a ajustarse en el sitio de que hablamos.

32. Añádase, que poner el Paraíso donde nacen el Tigris, y el Eufrates, es colocarse en un sitio áspero, destemplado, lo que no conviene a la dulce temperie, y deliciosa amenidad del Paraíso. Nacen estos dos ríos en los altísimos montes de Armenia, donde el suelo necesariamente es muy desigual, y el frío excesivo. Este inconveniente sube mucho de punto en el sistema del P. Calmet (otros le juzgan de Monsieur Relando), el cual pone la fuente del Eufrates en el centro del Paraíso, que es lo mismo que hacer centro del Paraíso uno de los montes más altos del mundo; esto es, el Ararat, donde ciertamente nace el Eufrates, y donde muy probablemente descansó el Arca de Noé. La Escritura dice, que paró sobre los montes de Armenia; y el más alto de la Armenia es el Ararat. Sobre esto quiere el P. Calmet, que el Paraíso comprehenda en su circunferencia las fuentes del Tigris, el Fasis, y el Arajes, que todos nacen en otros elevados montes de la Armenia; con que a buena cuenta todo el Paraíso, a la reserva de uno, u otro estrecho vallecito, vendría a estar en sitio muy áspero, y destemplado.

§. VIII

33. Teniendo el sitio, que hemos señalado, las ventajas expresadas, para el intento, lo que resta es hallar en él otros dos ríos, en que se divida aquel agregado de aguas, y sean brazos suyos, como lo son el Tigris, y el Eufrates. Resta también, que de estos dos ríos uno ciña la Etiopía, otro haga tránsito por alguna tierra productiva de oro. Pero; ¡oh que no se encuentran tales ríos! con que da consigo en tierra el sistema. Este es el argumento único, que hay contra nosotros: argumento, [108] que ha hecho hasta ahora grandísima fuerza, y que bien mirado, ninguna fuerza tiene, sino la que le ha dado la falta de reflexión de los que han tratado esta materia. Con dos preguntas haré manifiesta la futilidad de esta objeción.

34. Pregunto lo primero: ¿Para la verificación del Sagrado Texto es menester que hoy se hallen esos dos ríos? ¿O bastará que los hubiese cuando Moisés escribió su Historia? Pregunto lo segundo: ¿De que hoy no se hallan esos dos ríos, se infiere que no los hubo cuando Dios formó el Paraíso, y cuando Moisés escribió el libro del Génesis?

35. A la primera pregunta es clarísima la respuesta. Moisés habló de presente de los ríos, como estaban en su tiempo, no respectivamente a todos los siglos venideros, como es visible en la letra del Texto. Escribió Historia, no Profecía. A la segunda pregunta, ¿qué Lógico, ni Físico responderá que aquella hilación es buena? Desde Moisés acá pasaron tres mil trescientos años, poco más, o menos, según la más ceñida Cronología. ¿Qué imposibilidad, ni aun qué dificultad, o inverosimilitud hay en que en tan dilatado curso de siglos, algunos ríos dejasen sus antiguos lechos, y se mezclasen con otros? No sólo no hay dificultad alguna en esto, sino que antes sería un gran prodigio, que todos los ríos llevasen hoy su curso por donde lo llevaban ha tres mil años. Atreveréme a decir resueltamente, que no hay alguno en el mundo, que no haya variado poco, o mucho su antigua senda. De muchos lo sabemos con entera certidumbre. Apenas hay alguna gran avenida, en que el Rhin en ciertos parajes no la varíe, arruinando algunas Islas, y formando otras nuevas. En este País el río Nalón ha muchos años que torció el curso junto al Lugar de Olloniego distante legua, y media de esta Ciudad de Oviedo: de modo, que hoy corre apartado más de trescientos pasos del Puente, que antes tenía, y que hoy subsiste; y el mismo, hacia la Pola de la Viana, Pueblo distante de aquí cinco leguas, todos los años sucesivamente va ganando algo de tierra, hacia una orilla, y apartándose de [109] la otra; lo que ha ocasionado no leve pérdida de hacienda a este mi Colegio.

36. Siendo, pues, tan factible, y aun tan fácil, que los ríos, mudando de lecho, mezclen sus aguas con otros, se debe dar por hecho constante, y cierto, que así sucedió al Phisón, y al Gehon. De suerte, que en esta materia, de la imposibilidad se infiere el hecho. La razón es clara. Hoy no vemos tales ríos. Es cierto, que en tiempo de Moisés los había, porque esto consta de su Canónica Historia. Luego es cierto, que desde entonces acá se desaparecieron. ¿Y cómo pudieron desaparecerse? Sólo del modo que hemos dicho: mudando de lecho, y mezclándose con el Tigris, y el Eufrates, o con uno de los dos. Luego efectivamente sucedió así.

37. El modo de hacerse esta traslación es naturalísimo, y facilísimo. Dividióse aquel agregado de aguas en cuatro brazos, o ríos: el Eufrates, el Tigris, el Phison, y el Gehon. Con alguna grandes avenidas pudo acumularse tanta arena, y broza hacia las bocas, o aberturas por donde se daba expediente a las aguas, que formaban estos dos últimos ríos, que las bocas se cerrasen; de que necesariamente se seguiría, que las aguas que fluían por los canales de éstos, se vertiesen por los canales de los dos primeros, o de uno de ellos. Con que dividiéndose un tiempo aquel río, o agregado de aguas en cuatro brazos, hoy sólo se divide en dos.

38. Un ejemplar idéntico de esto tenemos en el Nilo. Dividióse el Nilo un tiempo en siete brazos para desaguarse por otras tantas bocas en el Mediterráneo:

Et septem gemini turbant trepida ostia Nili.

Que cantó Virgilio, con quien están conformes los antiguos Geógrafos. Plinio dice, que se dividía en quince brazos {(a) Lib. 5, cap. 10.}; pero solían nombrarse solos siete por más célebres; el Canópico, el Bolbitino, el Sebennitico, el Fatnitico, [110] el Mendésico, el Tanítico, y el Pelusiaco. El día de hoy sólo se divide en tres brazos naturales, y uno artificial, que sólo lleva agua un mes en todo el año. Si el Nilo, habiéndose un tiempo dividido en quince brazos, hoy sólo se divide en cuatro; ¿qué mucho que el río compuesto del Eufrates, y el Tigris, dividiéndose en otro tiempo en cuatro brazos, hoy sólo se divida en dos? Esto no es dejar las cosas en estado de mera conjetura, sino que es preciso creer, que así sucedió, para conciliar el estado presente de aquellos ríos, que consta por experiencia, con el que tenían en tiempo de Moisés, y que nos consta de la Escritura.

{(a) Lo que en este lugar decimos del número de las bocas del Nilo, es tomado del Diccionario de Moreri. Tomás Cornelio dice, que muchos son del mismo sentir. El P. Sicard, Misionero Jesuita en Egipto, refiere, que hoy subsisten todas siete bocas, y las nombra. Pero en un Mapa hecho en El Cairo el año de 1715, que está incorporado en el Tomo 2 de las nuevas Memorias de Misiones de los PP. de la Compañía de Levante, sólo se hallan notadas cinco, de las cuales la una es artificial, y sólo en un mes del año tiene agua.}

39. Y es de advertir, que en esta materia, no sólo se debe hacer cuenta de las variaciones que induce por accidente la naturaleza, mas también de las que hace de intento el arte. Muchas veces han juntado los hombres ríos, que estaban divididos, ya para hacer uno navegable, ya para otros fines; como también muchas veces han separado ríos, que iban juntos, ya para impedir las inundaciones, ya para procurar el riego a diferentes Países.

§. IX

40. Superada la dificultad de encontrar los cuatro brazos del río del Paraíso, no tiene alguna el que uno de ellos ciñese la Etiopía Arábiga, y otro bañase algún País fértil de minas de oro. La Etiopía Arábiga está tan a mano para este efecto, que el mismo Eufrates, si desde que toca en Bir, Ciudad del Diarbec, o Mesopotamia, no torciese notablemente el curso hacia Oriente, se entraría en la Arabia: con que otro brazo, que hubiese allí algo [111] Occidental, respecto del Eufrates, naturalísimamente se entraría en la Arabia, ciñendo con su curso aquel País, que tuvo nombre de Etiopía, hasta desaguarse hacia la boca del Mar Bermejo.

41. Tampoco hay dificultad en que el otro brazo, que se perdió, confundiéndose, o con el Eufrates, o mucho más verosímilmente con el Tigris, pasase por alguna tierra fértil de oro. Yo, a la verdad, no tengo noticia específica de que hacia aquellos Países haya minas de este metal; mas esto no prohíbe que las haya, o por lo menos que algún tiempo las haya habido.

42. Para cuya inteligencia noto lo primero, que en el mundo hay muchas más minas de oro, que lo que comúnmente se piensa. Esto se colige claramente de los muchos ríos, que conducen arenas, o granos de oro. Sólo en la Francia se cuentan diez entre arroyos, y ríos, donde se hallan estos granos; sin que esto sea cuenta alegre de Poetas, sino observación experimental de Físicos modernos: como puede verse en las Memorias de la Academia Real de las Ciencias del año 1718, pág. 70, no tiene duda, que estos granos vienen de minas, de donde los desprende el ímpetu porfiado de las corrientes.

43. Noto lo segundo, que las más de las minas de oro están sin su uso por varias razones: ya por no poder comprehenderse en qué sitio se hallan; ya por ser tan profundas, que no pueden explorarse sin aventurar inmenso gasto, por una ganancia incierta; ya por estar sepultadas debajo de mucha copia de agua inagotable.

44. Noto lo tercero, que es muy verosímil, que muchas de las minas, que hoy están sin uso, le tuvieron algún tiempo. Esto por varios principios. Ya porque llegaron a profundarse de modo, que el coste de la extracción vino a ser mayor que la utilidad; ya porque la vena en su progreso se fue experimentando más pobre que en el principio, de que resultaba el mismo inconveniente; ya porque dejado su cultivo, o por guerras, o por deserción de los Naturales, o por otro accidente, se perdió después su memoria; [112] ya en fin, porque abandonado por cualquier accidente el uso de las minas en algún tiempo considerable, se perdió en los Naturales la pericia necesaria para la extracción, y purificación del oro.

45. Noto lo cuarto, que es igualmente verosímil, que falten muchas minas, que existieron en algún tiempo, por haberse evacuado enteramente la vena, y agotado juntamente en la tierra el jugo necesario para su formación. No sólo la posibilidad de estas dos cosas es tan notoria, que es ocioso probarla; más aún se puede dar alguna prueba del hecho. En la antigüedad fue celebradísimo el Pactolo, río de la Lidia en la Asia Menor, no sólo en las plumas de los Poetas, mas también en las de Historiadores, y Geógrafos, por la copia de sus arenas de oro. Pero el día de hoy, como afirma Jacob Spon en la Relación de su Viaje de Levante, ni un grano de metal precioso se halla en su corriente. La causa más verosímil (aunque alguna otra se puede discurrir) de esta mutación, es, que el Pactolo haya en la sucesión de tantos siglos roído toda la mina, y juntamente haya faltado en la tierra el jugo para la producción del oro.

46. Es constante, que en algunas Regiones, donde hubo en otro tiempo muchas minas de oro, no parecen ahora, ni muchas, ni pocas. Plinio, y Estrabón celebraron a España como copiosa en estas minas. ¿Dónde están hoy? Que hay algunas es cierto, como consta de los granos de oro, que arrastran el Sil, y el Tajo. Pero son minas profundamente sepultadas, de que no hablan aquellos dos Autores, sino de las que se beneficiaban. Silio Itálico da a entender, que con alguna especialidad, y preferencia a otras Provincias de España, era rica de minas de oro esta de Asturias; pues dice, que era ocupación ordinaria de sus Naturales beneficiarlas.

Astur avarus
Visceribus lacere telluris mergitur imis,
Reddit infelix effoso concolor auro.

¿Qué noticia hay al presente en Asturias, ni qué [113] seña de alguna mina de oro? Jorge Agrícola en el Tratado de Veteribus, & novis metallis, prueba lo mismo de Alemania, y Francia, con la distinción de que en Francia, habiéndolas habido algún tiempo, ninguna hay hoy: en Alemania las hay, pero pocas, respecto de las que en un tiempo hubo.

47. Esta falta de minas en los Países, donde antiguamente las hubo, necesariamente depende de algunos de los capítulos arriba expresados, o de todos distributivamente. Unas realmente se habrán acabado, otras se habrán olvidado, otras habrán quedado en tanta profundidad, que no pudiesen beneficiarse: otras por su pobreza se despreciarán como inútiles. Y últimamente, después de la sucesión de algunos siglos, de casi todas estas se habrá perdido la memoria.

48. De todo lo dicho se infiere necesariamente, que el que en tal, o cual País no se vea hoy alguna mina de oro, no prueba que en tiempos muy antiguos no hubiese copia de ellas, y los Naturales las beneficiasen con gran utilidad suya. Luego aunque hoy no se hallen minas de oro en alguno de los Países vecinos al Tigris, y al Eufrates, no estorba que hubiese muchas, y muy copiosas en tiempo de Moisés; lo que basta para la verificación de que el Fisón, aunque tuviese su curso por tierras donde hoy no se halla un grano de oro, pasaba por un País abundante de este metal.

§. X

49. Este principio sirve igualmente para el desembarazo de otras dos cuestiones, que hasta ahora agitaron no menor conato los Expositores Sagrados, que la del sitio del Paraíso: la primera, qué tierra sea la que en la Escritura se llama Ophir, de donde Salomón condujo por medio de sus naves tanta copia de oro; la segunda, cuál la de Tharsis, de donde traía oro, plata, dientes de elefantes, monas, y pavones. Los Autores, que tratan estas dos cuestiones, tienen por requisito esencial para la decisión, buscar dos Países, el uno de los cuales abunde de oro, y el otro sobre abundar de oro, y plata, críe monas, pavones, [114] y elefantes. Decimos que estas circunstancias son inconducentes para hallar por ellas las Regiones de Tharsis, y Ophir; pues que hoy tal Región produzca aquellos géneros, no infiere que los produjese en tiempo de Salomón, infiere que los produzca ahora. En cuanto a las minas de oro (la misma razón milita en las de plata), ya hemos probado que de unos siglos a otros ha habido gran variedad. En cuanto a la producción de tales, o tales animales en tal, o tal País, tenemos también pruebas específicas de que también en esto ha habido gran variedad. En la Siberia, País Septentrional del Asia, de la dominación del Zar, es constante que hubo en algún siglo gran copia de elefantes; cuya prueba invencible se toma de la prodigiosa copia de dientes de estos brutos, que se halla en aquel País. El pececillo llamado Púrpura, que se cogía en el Mar de Tiro, ha mucho tiempo que no parece en él, ni en algunas de sus cercanías. Así pudieron ser aquellos Países, de donde Salomón traía oro, plata, pavones, monas, y dientes de elefantes, distintos de todos los que hoy producen estos géneros minerales, y animales.

50. Con esta ocasión notaré aquí, que algunos Expositores, por cierta equivocación, han concebido mucho más difícil, que en realidad lo es, la cuestión sobre señalar, qué País se llamaba Tharsis; y de aquí se han movido a inventar opiniones, acaso muy distantes de la verdad. Es el caso, que en el lib. 3 de los Reyes, cap. 10, se dice, que la Flota de Salomón en cada trienio hacía un Viaje a Tharsis: Classis Regis per mare cum classe Hiram semel per tres annos ibat in Tharsis. Este Texto le han entendido muchos como que la Flota tardaba tres años en la ida, y vuelta de este viaje; por lo que consiguientemente discurrieron unos en colocar a Tharsis en la América, otros en hacer aquella navegación sumamente heterogénea, y prolija por varios, y distintísimos Puertos de Europa, Africa, y Asia. Es claro que el Texto no pide entenderse de ese modo. Aunque la Flota fuese, y volviese de Tharsis en dos meses, como en cada tres años no hiciese más de un viaje, queda íntegra, [115] y sana en todo rigor natural la verdad del Texto: como con toda verdad se dice, que un Mercader de este País va una vez cada año a Bilbao, aunque no tarde más que un mes en ida, y vuelta.

§. XI

51. No veo que contra nuestra sentencia pueda oponerse cosa de algún momento; antes juzgo que está perfectamente acorde con el Sagrado Texto de la Vulgata en todas sus circunstancias, sin que en ella se explique ni una palabra con violencia; lo que me parece no se verifica en otra alguna de todas las demás opiniones, que hay sobre esta materia.

52. He dicho que nuestra sentencia está perfectamente acorde con el Sagrado Texto de la Vulgata. En esto está la gran dificultad de la cuestión: porque si se quiere decir (como han dicho muchos Expositores, aun de los más Católicos) que la Vulgata en algunas voces, y aun cláusulas inconducentes para la doctrina de Fe, y costumbres, se aparta de la genuina significación del original Hebreo, es mucho más fácil resolver la cuestión del sitio del Paraíso, y se podrá elegir éste sin estorbo en distintos, y distantes Países. La razón es, porque en el original Hebreo no hay las voces de Tigris, y Eufrates; sino en lugar de Tigris, Chiddechel; y en lugar de Eufrates, Perath. Como hoy ningunos ríos del mundo se apellidan con estos nombres, como ni tampoco con los de Phison, y Gehon, el que no se atare, para la versión de las dos primeras voces, a la Vulgata, podrá escoger para el sitio del Paraíso los cuatro ríos, que le parecieren más cómodos, tengan hoy los nombres que quisieren; y por consiguiente estará a su arbitrio colocar el Paraíso en distintos, y distantes Países. Al contrario estando atados a la Versión Vulgata, nos vemos precisados a poner el Paraíso en sitio donde le bañasen los mismos ríos, que hoy se llaman Tigris, y Eufrates, porque estos mismos nombres tenían cuando se hizo la Versión Vulgata.

53. De discurrir en esta materia con independencia de la [116] Vulgata procedió tanta variedad de opiniones, que colocan el Paraíso en sitios diversísimos, y distantísimos de todo el curso del Eufrates, y el Tigris; libertad que se tomaron algunos Expositores más que de mediana nota. De aquí procedió llevarle unos a la Isla de Ceilán, otros a la Tórrida Zona, otros a Continente distinto del nuestro, &c.

54. No ignoro que muchos doctísimos Teólogos, y Expositores sienten, que la declaración del Concilio Tridentino, ses. 4, cap. 2, en orden a la autenticidad de la Vulgata, sólo fue definitiva en cuanto a que la Vulgata está exenta de todo error in rebus fidei, & morum; pero no de erratas introducidas por incuria en algunas cosas insubstanciales, y leves. Aun algunos de los gravísimos Teólogos, que asistieron al Concilio, explicaron ser de este sentir, como Vega, lib. 5. de Justificat. Cano de Locis, lib. 2, cap. 13, 14, 15: Diego de Paiva in Defensa Vulgatae, lib. 2: Salmerón, Prolegom. 3. Añade Vega, que al Cardenal de Santa Cruz Marcelo Corvino, uno de los Legados, y Presidentes del Concilio, oyó decir, que ésta había sido la mente de los Padres en aquella declaración. Tampoco ignoro que aun después de la Corrección de la Biblia, hecha por Sixto V, posterior al Concilio Tridentino, y la última por Clemente VIII, Varones grandes sienten, que aun hay lugar a más correcciones; bien que en cosas tan insubstanciales, que por justas causas pareció más conveniente dejarlas como estaban. Esto expresó claramente el gran Belarmino en una epístola a Lucas Brugense: Scias velim Biblia Vulgata non esse a nobis accuratissime castigata: multa enim de industria justis de causis pertransivimus, quae correctione indigere ridebantur. Y lo que es más, el mismo Clemente VIII, en la Bula que precede al Prólogo de su edición, significa lo propio por estas palabras: In hac Vulgata editione vissa sunt nonnulla mutanda, quae consulto mutaba non sunt.

55. Añado, que parece que hoy reina en Roma este mismo sentir; lo que colijo, de que habiendo el P. Natal Alejandro en el Siglo IV de su Historia Eclesiástica, disertación [117] 39, art. 5, no sólo afirmado, que en la Vulgata restan aún muchas erratas que corregir (de las cuales especifica un gran número en el artículo siguiente), mas también que parte de ellas vienen no de los Copistas, o Impresores, sino del mismo Intérprete, que tradujo la Sagrada Biblia del Hebreo al Latín; examinando después severamente en Roma toda la Historia Eclesiástica de este Autor los Censores Romanos, que nada indulgentes anduvieron con él, antes le notaron, y borraron innumerables proposiciones, en este punto no tocaron poco, o mucho, antes dejaron aquellos dos artículos totalmente indemnes.

56. Con todo lo dicho no apruebo, ni puedo aprobar la libertad, que algunos se toman para enmendar la Vulgata por el Hebreo, sin urgentísimo motivo; esto es, cuando la Vulgata parece que pugna consigo misma, y según el Texto Hebreo cese la contradicción; con cuya ocasión enmendaron uno, u otro lugar algunos Varones píos, y eruditos. ¿Y qué mucho? Si también hay Texto, que por el motivo de oposición con otro, grandes hombres juzgaron se debía enmendar, no sólo en la Vulgata, mas también en el Hebreo. En el lib. 4 de los Reyes, cap. 8, se dice, que Ochocias era de veintidós dos años cuando empezó a reinar. En el segundo del Paralipomenon, cap. 22, se lee, que era Ochocias de cuarenta y dos años cuando empezó a reinar. Cayetano, Tornielo, Saliano, Spondano, Petavio, Cornelio Alapide, Natal Alejandro, y otros muchos, han juzgado ser estos dos Textos totalmente irreconciliables; por lo cual quieren que se corrija el segundo por el primero. Pero esta antilogía, no sólo se halla en la Vulgata, mas también en el Hebreo. El original Hebreo fue copiado muchas veces, como también la Vulgata; así pudo por inadvertencia de algún Copista introducirse en él esa errata, como por lo mismo se introdujeron muchas en la Vulgata. En las Biblias Siriacas, de que antiguamente usó la Iglesia de Antioquía, y en algunos [118] manuscritos Griegos, está conforme el Texto del Paralipomenon con el de los Reyes.

57. Algunas veces, aunque en el fondo no haya oposición, hay necesidad de explicar las expresiones de la Vulgata por las del Hebreo. Pongo por ejemplo: En el cap. 34 del Exodo hay esta cláusula, hablando de Moisés al bajar del monte Sina: Et ignorabat quod cornata esset facies sua ex consortio sermonis Domini. Y luego inmediatamente: Videntes autem Aaron, & filii Israel cornutam Moysi faciem, &c. En el Hebreo se lee: Non cognovit quod resplenduisset cutis faciei ejus, cum loqueretur cum eo, & vidit Aaron, & omnes filii Israel Moysem, & ecce resplenduit cutis faciei ejus. Es cierto que la expresión de la Vulgata es metáforica, y para los más tan obscura, que la dan un sentido totalmente disono. El Hebreo la declara; y que se deba entender en el Texto lo que directamente exprime el Hebreo, consta también de S. Pablo, epist. 3 ad Corinth. cap. 3, por aquellas palabras: Ita ut non possent intendere filii Israel in faciem Moysi propter gloriam vultus ejus.

58. Como quiera que se hallen algunas voces, o sentencias en la Vulgata no correspondientes a las que tiene el Hebreo, nunca dijera yo, que la falta viene de la ignorancia del Intérprete Traductor (sea S. Jerónimo, u otro Padre más antiguo) sino de los Copistas, o Impresores. Dicen que hay algunas de tal naturaleza, que no pueden proceder de yerro de la Imprenta, ni de inadvertencia del Copista. Vengo en ello. ¿Pero quién quitará que procedan de malicia, infidelidad, o bachillería, y capricho de uno, u otro? Henrico Cristiano Henninio, en una de sus Notas sobre las Epístolas Itinerarias de Jacobo Tolio, dice que en Gonda, Ciudad de Holanda, se imprimió el año de 1479 una Biblia, en cuya frente, y título se puso, que esta edición era corregida, y aumentada. Y porque no se piense, que esta sería una mera equivocación del Impresor, añade, que efectivamente aquella edición introdujo en el Sagrado Texto gran número [119] de fábulas. Nótese el año de la impresión, por que se vea que no todas las corrupciones de esta clase se deben atribuir a los Herejes, pues en aquel tiempo aún toda Holanda era Católica.

59. Pero todo lo dicho, de cualquier modo que se tome, nada indemniza a los que, para colocar el Paraíso en sitios muy distantes del Tigris, y el Eufrates, voluntariamente substituyen a estos ríos otros diversísimos. En el caso presente no hay motivo que precise a desviarse de la Vulgata. Es verdad que el Hebreo significa los dos ríos Tigris, y Eufrates con otras voces; mas esto no induce oposición alguna entre el original, y la Versión. Llamáronse los dos ríos Chiddechel, y Perath, cuando Moisés escribió; mudáronse después estos nombres (lo que es verosímil acaeció a todos los demás del mundo) en los de Tigris, y Eufrates; y hallándolos ya el Intérprete, que tradujo el Génesis del Hebreo al Latín, en la posesión de estos dos nombres, los apellidó con ellos, lo que hizo justísimamente para dar idea menos confusa del sitio del Paraíso. Por otra parte, la senda que he tomado en este Discurso está exenta (si no me engaño) de todos los tropiezos, que hasta ahora se encontraron en el Sagrado Texto de la Vulgata.


{Feijoo, Teatro crítico universal, tomo séptimo (1736). Texto según la edición de Madrid 1778 (por Andrés Ortega, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo séptimo (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas 91-119.}