Tomo séptimo
Aprobación
del R. P. M. Fr. Baltasar Díaz, Abad que ha sido de Santo Domingo de Silos, Maestro General, y Difinidor de la Religión de N. P. S. Benito, y Regente actual de los Estudios del Colegio de Teología de San Vicente de Oviedo
Por mandado de N. Rmo. P. M. Fr. Bernardo Martín, General de la Congregación de S. Benito de España, e Inglaterra, &c. leí una, y dos veces el Tomo VII del Teatro Crítico Universal, que quiere dar a la prensa el P. M. Fr. Benito Jerónimo Feijoo, Maestro General de la misma Congregación, dos veces Abad de este Colegio de San Vicente de Oviedo, Doctor Teólogo, y Catedrático de Santo Tomás, Escritura, y Vísperas de la Universidad de la misma Ciudad, y al presente Jubilado. Digo, que leí una, y dos veces el referido Tomo, porque los escritos de este Autor tienen para mí, y para todos un atractivo tan dulce, y fuerte, que no sólo no fastidia su lectura el gusto, pero ni se sacia el deseo, por más que se repasen con toda atención los Discursos, que con tan delicada pluma, con razones tan urgentes, y apretadas, con tan discreto, como brillante, claro, y elegante estilo ha sacado a luz en beneficio de todos; antes bien, cuanto más se leen estos Discursos, queda el deseo con más vivas ansias de volverlos a leer con más cuidado: especialidad, que dio un Crítico a los versos de San Cipriano {(a) Lil. Girald.}: Quos, si semel legatis, iterum, & saepe legetis.
Mi primera determinación fue cuidar de la censura, sin meterme a Panegirista del Autor, movido de que [XV] siendo tantos los elogios, que en los Tomos antecedentes le han dado con tanta justicia tan doctos Aprobantes, no me han dejado que decir: no porque sienta, que hayan alabado la Obra cuanto merece (que esto lo juzgo imposible), sino porque pusieron los elogios en tanta altura, que mis cortos alcances no llegan: a que se añade el ser tan notoria, y verdadera la gloria de sus escritos, que tiene en sí misma sus creces, sin necesitar para su grandeza ajenas ponderaciones: motivo, que tuvo el Marcial Anglico para negarse a la deuda de un aplauso:
Nobilitare potest nostram tua gloria Musam:
At tibi Musa potest adere nostra nihil.
Y aun más al caso, por parecer más adaptable a nuestro Autor, que a Virgilio, aquello de Macrobio {(a) In Saturnal. lib. 2, cap. 4.}: Haec est Maronis gloria, ut nullius laudibus crescat, nullius vituperationibus minuatur.
Por no faltar, pues, en un todo al común estilo de los Aprobantes, con el exacto conocimiento que tengo del Autor por la lectura de sus libros, y por el mucho trato con su persona, digo, que en éste, como en los Tomos antecedentes, hacen tan patente el lleno de su literatura, con otras muchas prendas muy singulares, que para conocerlo no es menester otra diligencia, y cuidado, que pasar los ojos por los Discursos, sin preocupación, que ciegue en un todo: o por mejor decir, de aquel modo, que dijo Giraldo se había de leer, para saber lo que era Virgilio {(b) Lil. Girald.}: Virgilius amplissimum ubique sui praeconium facit, modo sano judicio, & non corrupto legatur; ubique enim sibi constat, idem Virgilius. [XVI]
Su elocuencia incomparable, y su vasta literatura en todas las facultades, son tan notorias a los que leen sus escritos, y mucho más a los que gozamos de su amena, sabrosa, y dulce conversación, que puedo aplicarle, sin la menor nota de lisonjero, lo que S. Jerónimo dijo del Gran Basilio {(a) In Cathalog. Script. Eccles.}: Vir eloquentium praestantissimus, & omni doctrinae genere summus. Y esto lo posee en tan alto grado, que no se halla diferencia entre su conversación, y escritos. Cualquier especie, que la casualidad trae a la conversación, la apoya, o impugna (según su alta comprehensión le dicta) con tan sólidas razones, con tan bellas, y delicadas reflexiones, y no menos bien fundadas conjeturas, exornándola al mismo tiempo con tanta variedad de especies tan oportunamente traídas, que los que gozamos de su amable compañía, nos lastimamos de que otras ocupaciones no le permitan estar siempre con la pluma en la mano, porque en el tiempo en que escribe uno, pudiera sin mucha fatiga sacar a luz tres, o cuatro Tomos. No hallo más propia expresión de su universal erudición, que aquella con que Drusio ponderó la de San Hilario: Ejus eruditio tanta erat, quanta in hujus mundi regionibus comparari poterat.
Aunque todas las prendas del Autor están reconocidas de todos por muy escogidas, y singulares, lo que a mi ver le hace más plausible, y merecedor de muy superior elogio, es el ser Autor original de muchos de sus asertos, sin echar mano para persuadirlos de ajenos documentos, que es lo que más pondera en Hipócrates el Diario de los Sabios al día veintidós de Febrero, citado por un crítico por estas palabras: Praeclarus [XVII] ille vir eo pluries aestimandus est, quod doctrinam suam sibi soli deberet, & quod ab aliis nihil mutuatus est. Aun en las materias mismas, que han tocado otros, se puede decir con verdad, que es Autor original: porque el rumbo por donde lleva la pluma siempre es nuevo, el método distinto, la claridad superior: y aun en asuntos comunes, como son los que pertenecen a la Etica, y Política, a cada paso le sugiere su perspicaz inventiva singularísimas, y hermosísimas sentencias. Por uno, y otro me parece acertó con elogio digno del Autor un gran Ingenio, celebrado por sus escritos en toda España, y que poco ha pasó a mejor vida {(a) Doct. Martínez.} diciendo: que el Maestro Feijoo en las materias, que ya trataron otros, excede a todos los demás: en las que él sólo trata, se excede a sí mismo. Lo cierto es, que lo de vetustis novitatem dare, nobis, auctoritatem, que dijo Plinio el Mayor, y han dicho otros de nuestro Autor, a ninguno se le adaptó hasta ahora con más propiedad.
Esto, y cuanto yo puedo decir, es muy poco, o nada para un caudal tan abundante, y copioso de todas letras, pues estoy seguro, que el ingenio más delicado sólo le podrá admirar: y así concluyo los elogios del Autor con aquella admiración, que la incomparable sabiduría de Orígenes causó en el gran talento del Cardenal Bona: Rarum sapientiae sydus, & utinam non caducum! Y ya que algún día haya de esconder sus luces este Astro tan raro, se inmortalizará sin duda por su ingenio agudo: premio, que, según el Cordobés, está anexo a esta prenda {(b) In con. ad. Polyb. cap. 32.}: Immortalem esse ex ingenio memoriam. [XVIII]
En cuanto a la censura del Tomo, debo decir, que siendo para mí de tanto deleite, y gusto su lectura, puedo afirmar con Séneca en ocasión semejante {(a) Epist. 45.}: Indulgentiae scio istud esse, non judicii. El habérmele cometido, más ha sido favor para anticiparme el gusto de leerle, que necesidad de mi juicio para aprobarle. Están los Discursos tan bien apoyados, que la mitad de las pruebas bastaran para persuadirlos: y así, si tienen algún defecto, no es otro, que lo mucho que rebosan el ingenio, y erudición del Autor. Nam cum ingenium ejus viri tale sit, ut pene modum humanae conditionis excedat (como dijo Vosio de Ovidio {(b) Instit. Poet. lib. 11, cap. 73.}), si quo peccat, eo peccat, quod magnorum fluminum instar interdum redundet. Con la diferencia, de que el amontonar pruebas en los más que escriben, es molestia muy pesada para los lectores; pero aquí el ingenioso artificio, con que se enlazan, hace que los Discursos más largos parezcan breve compendio de sus asertos. Tienen tanta fuerza las razones, tanta alma las palabras, tanto espíritu, y valentía las expresiones, que aun el más ciego ha de ver, que es cada Discurso de este Tomo como el globo cristalino de Arquímedes, que en parvuleces representa inmensidades. ¡Qué corto se quedó para este caso el Poeta!
Major in exiguo regnabat corpore virtus.
Ha cogido tanto vuelo la fama del Autor, y es tanto el peso de su autoridad en todo el Orbe literario, que aunque algo de lo que escribe no se casase bien con el entendimiento, fuera muy vergonzoso el decirlo, como de Cicerón afirmó Quintiliano {(c) Lib. 10. Inst. Orator.}. Jamin omnibus, quae [XIX] dicit, tanta auctoritas inest. ut dissentire pudeat. No quiero decir, que en este Tomo haya cosa, que haga la menor disonancia a la razón; sino que en caso de hallar algún tropiezo el entendimiento, debiera creer nacía de lesión del propio cerebro, que impedía percibir tan claras, y eficaces razones, con que prueba cualquier asunto; que fue, a mi parecer, lo que quiso dar a entender Quintiliano. No puedo explicar mi sentir con otras palabras, que con aquellas de Erasmo: Ingens labor, mirandum opus, desunt tamen coaequales gratiae. Y aunque no se halle premio correspondiente a Obra tan grande cuando considero las innumerables cartas llenas de elogios, que cada día escriben al Autor los Señores de la mayor nobleza de España: los aplausos que le dan en las conversaciones, y las ansias con que desean tratarle, veo una paga, cual ninguno logró hasta ahora de sus tareas, por lo cual puedo decir al Autor con Casiodoro {(a) 6. Var. 9.}: Quid enim magis cupias, quam si te linguas nobilium laudare cognoscas? Y en fin concluyo, con que este Tomo no contiene cosa que se oponga a la pureza de la Fe, sagrados Cánones, y buenas costumbres; y así soy de sentir se le conceda la licencia que pide, para darlo a la estampa. Así lo juzgo, salvo meliori, &c. S. Vicente de Oviedo, y Febrero 2 de 1736.