Filosofía en español 
Filosofía en español


Adiciones Carta primera

Respuesta a las objeciones que se hicieron al Autor, sobre el Paralelo de Luis XIV, Rey de Francia, y Pedro el Czar, Emperador de la Rusia

1. Muy Señor mío: En la que acabo de recibir de V. S. de 12 del corriente veo un testimonio claro del afecto, que le debo, siendo cierto, que en el celo, con que corrige mis yerros, muestra el deseo, que tiene de mis aciertos.

2. En el Paralelo, que en el tercer Tomo de mis Cartas hice del Rey de Francia Luis XIV con el Czar Pedro Primero de Moscovia, halló V. S. una piedra de escándalo para la Nación Francesa, que de resulta viene a serlo para V. S. por parecerle justa su queja, de que yo haya rebajado, o pretendido rebajar aquel gran Rey de la estimación, que por sus excelsas prendas ha merecido.

3. Protesto a V. S. que siento mucho haber dado que sentir a la Nación Francesa, porque la tributo, y he tributado siempre especialísimo amor, y respeto, no habiendo en mi concepto alguna en el Mundo más acreedora a uno y otro. Más por tanto deseara ver especificados los motivos de la queja, no pudiendo, mientras esos no se me descubren, asentir a que en el Paralelo he ajado, como V. S. me dice, la memoria de su adorado Luis XIV. ¿No he confesado en él, que este Príncipe fue hombre discreto, de juicio sólido, de espíritu constante, bastantemente aplicado al gobierno, de una entereza Regia mezclada con una afabilidad popular, amante de la justicia en cuanto no obstaba, o a su ambición, o a su deleite, [51] estimador del mérito humano, liberal, propenso a que en el Reino floreciesen las Artes, Ciencias, y Comercio? ¿No he confesado también inmediatamente, que estas partidas son suficientes para constituir un buen Rey, y permitido (aunque no afirmado) que sean bastantes para constituir un gran Rey? Hacia lo último del Paralelo ¿no expreso, que no hallo repugnancia en conceder, que fue un excelente Rey, y que mereció el epíteto de Grande? Siendo esto así, no comprehendo, que con justicia se me pueda acusar de que ajo su memoria.

4. Con todo, he representado al Monarca Francés, no sólo inferior, pero muy inferior al Rusiano. Es verdad; pero sin que esa inferioridad le quite ser un Príncipe muy grande: como a la Minerva de Fidias no quitó ser una estatua muy agigantada el ser de mucho menor bulto, que el Coloso de Rodas. Para examinar en qué estatura deja mi Paralelo al Príncipe Francés, es menester medir la que yo concedo al Rusiano. De éste asiento yo, que en un Reinado de 29 años hizo tantas cosas insignes, que si las viésemos ejecutadas en otro gran Imperio por cinco, o seis Reyes en el espacio de siglo, y medio, a todos esos cinco, o seis Reyes aclamaríamos por unos Príncipes de extremada habilidad; por consiguiente muy gloriosos, y muy ilustres.

5. Ahora bien. Supongamos, que yo represento a Luis XIV, de tal modo inferior al Czar Pedro, como si no hubiese ejecutado ni aun la mitad de las cosas insignes que hizo éste; pero éste como no obsta a que hiciese tantas como dos de aquellos cinco, o seis Reyes imaginados, o duplicadas respecto de lo que hizo cualquiera de ellos, siempre le dejo lugar a que fuese un Rey glorioso pues sería Rey glorioso cualquiera de los cinco, o seis, haciendo no más que la mitad de lo que él hizo.

6. Aun permitido que yo haya pintado al Czar mucho mayor de lo que fue, nada obsta esto a la justicia del Paralelo, porque en él no se compara la estatura de Luis XIV, a la del Czar según las dimensiones del [52] original, en caso de ser éste menor, que yo le he imaginado, sino según las de la imagen, que yo formé, aunque erradamente.

7. Pero no pienso yo haber errado el tamaño del Czar Pedro, porque le tomé fielmente la medida por sus muchas, y grandes acciones; y estas muchas, y grandes acciones, sobre haberse hecho notorias a toda la Europa, se hallan testificadas por los mismos Autores Franceses. Bien lejos de haber añadido yo en el Paralelo algo a lo que se halla escrito de él en el elogio histórico de este Príncipe, compuesto por Mr. de Fontenelle, estampado en la Historia de la Academia Real de las Ciencias del año de 1725, y en el Suplemento de Moreri del año de 1735, omití muchas circunstancias individuales, que hicieran más completo su panegírico.

8. Y como se puede notar éste de apasionado, cuando no he disimulado en él alguno de los defectos de aquel Monarca, lo que pudiera hacer imitando el silencio de los Autores del Suplemento, que acabo de citar, o la moderación con que mitiga Mr. de Fontenelle el de la intemperancia, callando enteramente el de la incontinencia. Pero yo por cumplir con la sinceridad, que profeso, manifesté sin disfraz alguno sus vicios, imitando en esto la de Juan Netesuranoi, y otros Escritores Moscovitas que los refieren.

9. Nadie, que haya leído la Historia de la Academia Real de las Ciencias, compuesta por Mr. de Fontenelle, pienso, que me recusará este Autor por el título de que escribió del Czar Pedro, como panegirista, cumpliendo con la obligación, que tenía anexa a su Oficio de Secretario, de elogiar inmediatamente a su fallecimiento a todos los Académicos de aquella sapientísima Sociedad, entre los cuales le era honorario el Czar Pedro. Nadie, digo, de los que han leído aquella Historia pienso, que haga dicha recusación, porque a cuantos la han leído consta la exacta veracidad histórica, que observó siempre este célebre Autor en todos los elogios, que [53] compuso, como asimismo en todo lo demás, que escribió perteneciente a la Historia de la Academia. Ni la cualidad de panegirista es incompatible con la sinceridad de un Escritor. Si lo fuese, habríamos de notar de poco sinceros algunos Santos Doctores, que compusieron varios panegíricos.

10. A la autoridad de Mr. de Fontenelle añadiré la de otro Autor Francés de grande consideración en la materia presente. Este es Mr. Voltaire, escritor de la vida de Carlos Duodécimo, Rey de Suecia. Digo que es de gran consideración en esta materia, porque habiendo constituido por su Héroe aquel irreconciliable enemigo del Czar Pedro, no hay motivo para contemplarle apasionado por el Monarca Rusiano. Este Autor, pues, que reconoce a su Héroe por uno de los mayores, que tuvo el Mundo, y bien claramente expresa, que no le hubo más, o acaso ni igualmente esclarecido de veinte siglos a esta parte, que es lo mismo, que parearle con Alejandro; sin embargo confiesa, que atendido el todo de las prendas de uno, y otro, el Monarca Moscovita fue mayor hombre, que el Sueco; lo que deja a aquél en una elevación incomparable. Al Sueco apellidó, y aún apellida hoy toda la Europa el Alejandro del Norte, porque la comparación del Sueco, y del Macedón se halló naturalísima. Al Moscovita no se le aplicó por elogio el nombre de algún Héroe de la antigüedad, porque no se halló a quien compararle, o no se halló quien fuese comparable con él. Carlos de Suecia fue semejante a Alejandro de Macedonia. A Pedro de la Rusia nadie fue semejante. Y quien pretenda, que éste es un mero hipérbole oratorio, señálenos algún Príncipe, que haya hecho tantas, y tan grandes cosas como él.

11. Cuando el citado Autor llega a referir la famosa batalla de Pultava, habla de los dos Príncipes en términos, que específicamente apoyan la preferencia, que yo concedo al Czar Pedro Primero sobre Luis XIV. El día 8 de Julio, dice, del año de 1709 se dio la batalla [54] decisiva de Pultava entre los dos más célebres Monarcas, que había entonces en el Mundo. Vivía entonces en el Mundo Luis XIV. Luego no eran tan célebre como aquellos dos Monarcas. Instituye luego un Paralelo entre los dos Príncipes contendientes, el cual concluye así. Carlos tenía el título de Invencible, de que en un momento podía ser despojado. Las Naciones habían ya dado a Pedro Alexovitz el nombre de Grande, que una derrota no podía hacérsele perder, porque no dependía de victorias ganadas.

12. Sobre cuyas palabras hago dos reflexiones. La primera, que no la Nación Rusiana, o no sólo ella, sino las Naciones en general, término indefinido, que comprehende sin duda todas las Europeas, dieron a Pedro el nombre de Grande. No fue, a mi parecer, tan general la conspiración de las Naciones a dar el mismo título a Luis XIV. Y aun cuando llegaron a dársele, vino a ser aquella voz no más, que un eco de tantos gritos como primero habían dado los Franceses, tributando aquel renombre a su Monarca. La segunda reflexión cae sobre el tiempo en que se dice, que ya las Naciones habían dado este título al Czar Pedro. El año de 9 de este siglo le hallo ya exornado con él. El año de 96 del antecedente había empezado a reinar por sí solo, pues antes le había tenido atadas las manos la igual autoridad de su hermano primogénito Juan. Según esta cuenta, mucho le sobró al Czar Pedro para merecer al Mundo el renombre de Grande. Reino desde el año de 96 del siglo pasado, hasta el de 25 del presente; esto es, el espacio de 29 años. Antes de llegar a la mitad de esta carrera, esto es, el año de 13 de su Reinado, ya era llamado de las Naciones Pedro el Grande. Todo lo que restó desde este año hasta el fin de su vida se empleó en una sucesión continuada de acciones grandes, no sólo iguales, mas aun superiores a las de los primeros años. Todas estas, pues, le sobran para merecer el renombre de Grande. De aquí resulta, que aun concediendo como de [55] justicia, que Luis XIV se llame Luis el Grande, sobran muchos materiales al mundo para erigir al Czar Pedro una estatua Colosal, muy más agigantada, que la que merece Luis XIV. Y lo que es por mí, desde luego convengo en que el Monarca Francés se apellide Luis el Grande, como el Rusiano se apellide Pedro el Máximo. A Pompeyo no le defraudó del renombre de grande, el que César fuese mayor hombre que él, y el gran Pompeyo se llamó, y llama, aún después que César le venció.

13. Gayot de Pitaval en el tomo 13 de sus Causas célebres, donde escribe la funesta historia de Alejo Petrowitz, hijo de Pedro Primero, después de copiar el citado Paralelo de este Monarca con Carlos, Rey de Suecia, prosigue así: Ve aquí grandes cualidades en uno, y otro, acompañadas de algunos defectos. El Lector determinará a dónde están los mayores defectos, las mayores virtudes. Y lo que le obligará a conceder la ventaja al Czar es, que tiene más juicio que Carlos.

14. Aquí hay dos cosas que considerar; la primera, que Gayot, consintiendo, como en efecto consiente, en el Paralelo, virtualmente asiente al exceso, que de él se infiere a favor del Czar, respecto de Luis XIV. La segunda, que afirmando, que la balanza propende hacia la parte del Czar por la ventaja del juicio, tácitamente confiesa, que en las demás partidas quedan iguales; y no pudiendo negarse, que dando la voz común de la Europa a Carlos el renombre de Alejandro del Norte, en esto mismo le reconoce por uno de los mayores Héroes, que tuvo el Mundo, en cuán incomparable altura queda colocado, el que en todo lo demás es igual a tan grande Héroe, y superior en la soberana prenda del juicio.

15. En este grado de elevación representan los hábiles Autores, que he citado, al Czar Pedro; y siendo tal su elevación, bien puede considerarse el Rey Luis inferior a él, y al mismo tiempo muy grande. La magnitud no se regla por una determinada medida. Lo propio digo del heroísmo. Un gigante, sin dejar de ser gigante, [56] puede ser muy inferior a otro. Ni quita a un Héroe el serlo, el que haya otro mayor. Yo he concebido tan eminente la estatura del Czar Pedro, que debajo de él, caben muchos Príncipes ilustres, aun con muy desigual graduación entre sí mismos. Doy que le haya imaginado mucho mayor, que realmente fue. Este yerro en la medida en ninguna manera es injurioso a Luis XIV, el cual puede ser tan grande, cual le conciben los Franceses más apasionados, y ser menor, que la imagen de Pedro el Grande, que formé en mi idea, aun concediendo, que sea igual, o superior a la verdadera dimensión del original. No pienso, que haya Franceses tan encaprichados de la gloria de su Luis XIV que piensen, que arribó a aquel supremo grado de heroísmo, en que nadie puede ser excedido.

16. ¿Pero habré yo errado la medida, que tomé a la estatura del Czar? Eso no es fácil se me haga creer, si no me hacen creer primero, que son falsos los grandes hechos suyos, en que fundé el Paralelo; y para falsificarlos es preciso, no sólo desmentir a los Historiadores Moscovitas, mas también a algunos muy distinguidos escritores Franceses, v. gr. Mr. de Fontenelle, y los Autores del Suplemento de Moreri citado. Fuera de que la pública fama abona aquellos hechos.

17. Háceme cargo V. S. de que yo para deprimir la gloria de Luis XIV atribuyo cuánto grande se hizo en su Reinado a los excelentes Ministros, que tuvo, como si en ellos no tuviese parte alguna el Monarca. Puede ser que alguna expresión mía diese motivo a V. S. para entenderlo así. Pero ciertamente no fue ése mi pensamiento: porque conozco muy bien, que por buenos que sean los Ministros, poco podrán hacer destituidos enteramente del influjo del Soberano. Estoy en que éste no sólo siempre hace algo, pero siempre hace mucho. Aun cuando no se extienda a más, que conocer la importancia de los buenos servicios, mostrarse reconocido a ellos, y dispuesto a premiarlos, coopera tanto a la continuación de ellos, como [57] los mismos que los ejecutan. Una palabra obligatoria, un gesto apacible, un ademán gracioso duplican y triplican el celo de un buen Ministro, incitándole a obrar según lo último de sus fuerzas, aun a expensas, o con dispendio de la propia vida. Y no se puede negar, que en esta parte importantísima del buen gobierno mostró una superior habilidad Luis XIV. Nadie mejor que él conocía el mérito de los sujetos; nadie mejor que él sabía alentarlos a poner todos sus talentos en ejercicio. Se hacía temer, sin servirse de la amenaza; se hacía amar, sin humillar la grandeza. Nadie mejor que él acertó a componer la afabilidad con la majestad. No pocas veces su buen entendimiento, excitado por su buen natural, le sugería ya en palabras, ya en obras unas expresiones de su estimación, dotadas de una particular gracia, con que obligaba infinito. Daré un ejemplo. Cuando el famoso Conde de Marsilli, despojado con poca, o ninguna razón por el Emperador Leopoldo de todos sus honores Militares, fue a ofrecer su servicio a Luis XIV, y como sujeto aún, bien que voluntariamente, a la ignominia padecida, pareció ante él sin el adorno de la espada: al momento que lo advirtió el Monarca Francés, con una dignación proporcionada a su noble ánimo, desciñéndose el espadín, que traía a la cinta, se le hizo ceñir al Conde. Tiene esta acción en la línea de favor regio todo el brillante de cierta especie de heroismo. ¡Qué incitativo tan valiente para emplear todas sus fuerzas en el servicio de Luis aquel gallardo Bolonés!

18. Así que los Reyes de mil modos pueden influir, y de hecho influyen en las operaciones de sus Ministros, siendo, o tan imposible, o tan extraordinario, que éstos sin ese influjo hagan cosas de alta importancia, que algunos Historiadores tienen por fábula lo que refieren otros de la letárgica inacción de los Reyes de la primera estirpe Francesa, respecto de los triunfos de Carlos Martel, y su hijo Pepino. Parten, pues, los Ministros con los Reyes la gloria de los hechos ilustres; y desde luego [58] confieso, que no es poca la que por esta parte toca a Luis XIV, pero reservando para el Czar Pedro mucho mayor porción de ella, ya porque hizo mucho mayores cosas en su Reino que Luis XIV en el suyo; ya en fin, (y esto es lo principal) porque todo, o casi todo lo hizo por sí mismo, siendo él solo cabeza, y mano, Rey, y Ministro, director, y ejecutor, agente y instrumento. Si algunos Escritores Franceses no quisieren pasar la desigualdad, que constituyó entre los dos Príncipes, no me embarazaré en que hagan las cuentas de otro modo, y más a su gusto; con tal, que no pretendan, que hago injuria a la memoria de Luis XIV, o ajo su grandeza, sólo porque no convengo en que haya sido el más ilustre Príncipe del Mundo.

19. Esto quiere decir, que según la idea, que tengo yo del Czar, era menester que Luis XIV fuese superior a todos los demás Príncipes, que tuvo el Mundo, para ser igual a él. Quien considerare bien los hechos del Czar, hallará, que en la línea, en que él fue grande, ningún Monarca fue mayor, porque nadie hizo más ni aun tanto como él hizo. ¿Con cuánta lentitud pasaron las Ciencias, y las Artes del Egipto a Grecia, y de Grecia a Roma? Pero el Czar en un breve Reinado introdujo todas las útiles en una dilatadísima Monarquía de una gente ignorantísima, que resistía con indecible obstinación su propria enseñanza. ¡Qué valor, qué constancia, qué magnanimidad, qué capacidad, qué fatiga, qué aplicación era menester para esto! Mayormente cuando, si no todo, la mayor parte lo hizo por sí solo.

20. Pero en obsequio de Luis XIV y de sus más ardientes apasionados no disimularé una respuesta, que se me puede dar a esto, y a cuanto escribí en el Paralelo, y es, que el que Luis XIV no haya hecho tantas, y tan grandes cosas como el Czar, en ningún modo prueba, que no fue dotado de iguales, y acaso superiores talentos, y virtudes a la del Monarca Rusiano, porque aquella desigualdad en los hechos pudo depender precisamente de no hallar materia a que aplicarlos. Explícome. Luis XIV entró en la [59] Corona de Francia hallando ya introducidas las Artes, y las Ciencias en aquel Reino, en que no pudo ya introducirlas, sí sólo perficionarlas: y en esta parte no se puede negar, que hizo mucho. Acaso si se hallase a la gente Francesa tan bárbara como el Czar halló la Rusiana, haría otro tanto como éste hizo. Y acaso si el Czar hallase en su Reino las Ciencias, y Artes en el estado en que las halló Luis XIV en el suyo, no haría más que lo que Luis XIV hizo.

21. Valga lo que valiere esta solución, no replicaré contra ella, ni haré el más leve esfuerzo para privar a los idólatras de Luis XIV de la complacencia, que puede ocasionarles tan agradable imaginación. Sólo diré, que la proposición de que Luis XIV, puesto en las circunstancias del Czar, haría otro tanto como él hizo, no tiene más verdad, que la correlativa, que acaso no lo haría.

22. No pienso, que sea menester más, que lo dicho, para no caer en la aprehensión de que mi Paralelo haya ocasionado la menor displicencia a los dos Monarcas Bisnietos de Luis XIV. Son entrambos muy racionales para ofenderse de lo que nada tiene de ofensivo. Supongo que conocen, y aprecian las grandes prendas de su ilustre Bisabuelo. Yo también las conozco, y las publico. Pero como no tengo por justo el concepto de que en la grandeza de acciones el Czar Pedro no le igualase, y aun excediese, les haría yo injuria en atribuirles un dictamen, que no juzgo acertado. Sobre lo cual no tengo que hacer, sino remitirme al Paralelo; pero renovando la protesta hecha de que estoy pronto a corregirle, si por la parte opuesta se me dieren noticias más constantes, que las en que yo fundé el Paralelo.

23. Al cargo que me hace V. S. (cualificándole cargo de conciencia) de haber dicho, que Luis XIV fue incontinente casi de por vida, cuando, hechos los cálculos legítimamente, le sacan a lo menos las dos terceras partes de ella exentas de este vicio, lo cual V. S. explica, señalando por principio de su relajación en esta parte la comunicación con la Valiere, y por término el matrimonio de la [60] Maintenon, convengo en ello; y lo que resulta es, que aquel gran Rey fue incontinente desde la edad de veinte y dos años hasta la de cincuenta y dos, pues de la Historia consta, que a los veinte y dos empezó la comunicación con la Valiere: y de lo que V. S. asienta, que el matrimonio con la Maintenon duró veinte y cinco años, se deduce que contrajo con ella a los cincuenta y dos, pues murió aquel Monarca a los setenta y siete.

24. Ahora, Señor, cuando escribí, que la incontinencia en Luis XIV, fue un vicio casi de por vida, es evidente, que en la voz vida no fue mi intento significar toda lo que en rigor filosófico se llama vida, sí sólo aquel espacio de ella, en que regularmente hay vigor para ejercer la incontinencia; por cuya regla se debe descartar del significado de mi cláusula una gran porción de las dos extremidades de la vida; esto es, la infancia, la puericia, y la edad sexagenaria. De este modo mi expresión sólo comprehende cuarenta y cuatro años de la vida de Luis XIV, esto es, de la edad de diez y seis años hasta la de sesenta, de cuyo número treinta años contados desde los veinte y dos hasta los cincuenta y dos hacen más, que las dos terceras partes. Con que, a mi parecer, no se necesita demasiada benignidad para interpretar mi cláusula de modo, que se le dé un sentido verdadero. Y sea lo que se fuere de la inteligencia, que otros quieren darla, yo protesto, que en este sentido la proferí, no siendo, ni entonces, ni ahora mi ánimo suponer manchada del vicio de la incontinencia la vida de Luis XIV, sino los treinta años expresados; bien que no faltan quienes, retardando más su matrimonio con la Maintenon, alargan a mayor espacio de tiempo su comercio con la Montespar.

25. Por no fatigar la atención de V. S. con una Carta muy larga, reservo para otra parte, y acaso la más importante, de lo que tenía destinado para ésta, asegurando entretanto a V. S. que no siendo inferior a mi sinceridad mi docilidad, si como sincero en el Paralelo de los Monarcas escribí lo que realmente sentía, como dócil estoy pronto a corregirle en [61] todo aquello, que me presenten noticias, y más seguras, que aquellas, que dieron fundamento a mi escrito. Nuestro Señor guarde a V. S. muchos años. Oviedo, y Octubre 28 de 1750. B.L.M. de V. S. &c. Fr. Benito Feijoo.


{Benito Jerónimo Feijoo, Adiciones a las Obras del muy ilustre, y reverendísimo Padre Maestro D. F. Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, Maestro General del Orden de San Benito, del Consejo de S.M. &c., texto tomado de la edición de Madrid 1783 (Por la Real Compañía de Impresores, y Libreros del Reino, en la Imprenta de Don Pedro Marín), páginas 50-61.}