Aristóteles
La Política
Versión de Nicolás Estévanez. Biblioteca de Autores Célebres. Casa Editorial Garnier hermanos, París 1920
Aristóteles, La Política, versión castellana de Nicolás Estévanez. Biblioteca de autores célebres, Casa Editorial Garnier hermanos (Rue des Saints-Pères, 6), París [1920], XII+386 págs. (En pág. 386: «Paris. Imp. Paul Dupont (Cl.) 56.8.1920»; en contracubierta: «Paris. Imp. Marcel Fessou. 10-20». En el lomo figura autor, título y el número «IX».)
El militar, político y escritor Nicolás Estévanez Murphy (Las Palmas de Gran Canaria 1838 - París 1914), afiliado a la masonería, efímero Ministro de la Guerra durante la Primera República Española, exiliado en Lisboa y Londres, radicado luego en París, donde falleció, presunto implicado en el atentado terrorista de Mateo Morral, traductor al español de Séneca, Cicerón, Montesquieu, Diderot, La Bruyère, Augusto Comte y Tolstoi, dispuso esta versión de La Política de Aristóteles, que la casa editorial Garnier hermanos de París publicó en español después de su fallecimiento.
El prólogo firmado por «E.», sin duda del traductor, y que se transcribe de forma íntegra abajo, aunque menciona las vicisitudes sufridas por el texto aristotélico y nombra algunos traductores y comentaristas, no precisa las fuentes y los criterios de la traducción. Nicolás Estévanez ordena los ocho libros de La Política a la manera «moderna» [12378465], como también lo habían hecho Patricio de Azcárate y Antonio Zozaya (ver Versiones de la Política de Aristóteles en español desde 1509). Al inicio de cada libro ofrece un «Argumento analítico» del mismo, y en el índice ofrece un título para cada capítulo (más abajo ofrecemos los «argumentos» y los rótulos de los capítulos de forma conjunta). Cada capítulo lleva numerados los distintos párrafos.
Nicolás Estévanez acompaña su traducción de abundantes e interesantes notas, algunas veces con mención a la fuente: Hoefer, Fabricio, Heyne, Barthélemy Saint-Hilaire, Schneider, Perizonius. En varias de esas anotaciones se refiere a las propias características del texto y a las dificultades de traducción, de donde se puede colegir que Estévanez tuvo delante versiones en griego y en latín de Aristóteles, y traducciones al alemán y al francés (en ningún momento se refiere a ninguna de las cuatro versiones en español que preceden a la suya). Transcribimos algunas de estas notas: «Hay aquí, en el texto griego, un juego de palabras que tenemos por intraducible» (pág. 27), «Si en la traducción no hay claridad, es por confusión en los textos. Hay contradicción, además, en las diferentes ediciones incluyendo las de Schneider y de Susemihl» (pág. 49), «Schneider piensa, lo mismo que Schlosser, que hubo error en las traducciones latinas; ellos creen haber restablecido el texto griego» (pág. 64), «Y las traducciones latinas por demás confusas; la del Aretino parece la mejor, a lo menos en este párrafo» (pág. 68), [al final del libro segundo] «Los dos últimos capítulos de este libro adolecen de precipitación o falta de orden. Puede ser que no sea culpa de Aristóteles, sino por alteraciones introducidas en el texto. Una de las desdichas de los sabios es que tienen traductores; y, como dicen los italianos, traduttore traditore» (pág. 94), «En este párrafo hemos seguido a Schneider, que parece haber restablecido el texto griego alterado en las otras ediciones» (pág. 111), [se refiere al equivalente a Bekker 1280a abajo] «Este párrafo es el más difícil de todo el tratado de La Política; resulta poco menos que indescifrable. Traducirlo palabra por palabra es tarea casi imposible, si se quiere una inteligible traducción. Ha sido necesario desfigurar el texto, haciendo supresiones. Lo mismo en la edición de Leipzig que en todas las conocidas se observan los mismos o parecidos cambios. Por nuestra parte reproducimos fielmente, lo mismo este párrafo que todos los difíciles, de la traducción francesa de Thurot. Hemos creído que debíamos esta explicación al lector, ya que a Aristóteles no podemos dársela» (págs. 117-118), «Parece mejor la traducción de Susemihl...» (pág. 147), «Hay notables diferencias entre las versiones de Sepúlveda, Silburgius, Coringius, &c., y las más modernas de Victorius, Schneider y los demás» (pág. 149), [al final del libro tercero] «Nota. Al cabo de 2.500 años, o poco menos, seguramente no es raro que se haya perdido alguna cosa; lo más sensible es que en lo conservado haya tantas adulteraciones, algunas bien palpables» (pág. 151), «El texto griego es ininteligible, según Didot y Schneider. Nos atenemos a la versión aceptada en la última traducción francesa» (pág. 172), «En este último párrafo, y aun en todo el capítulo, hay algunas diferencias entre las versiones. Aquí se han seguido los textos de Didot, y de Schneider, que son casi iguales» (pág. 185), [1339b abajo] «Todos los traductores latinos dejan aquí una laguna. Los modernos han hecho lo mismo, salvo algunos que la han disimulado con más o menos acierto; de todos modos, la laguna existe. Es una fatalidad que ha perseguido a las obras de Aristóteles, no ya en la pureza del texto, sino en el orden mismo de los asuntos que trata, como se ve en La Política. Agréguese que Platón ha tenido un comentador y que Schneider está lejos de la crítica de Stalbaum» (pág. 219), «Hay algunas diferencias en los textos consultados, ved la edición de Leipzig» (pág. 228), «Conring, Schlosser y Schneider suponen que falta aquí algo...» (pág. 309), &c.
Índice de capítulos y argumento analítico de los libros de La Política de Aristóteles en la versión de Nicolás Estévanez
Libro primero. Objeto y límite de la ciencia política. Elementos de la ciudad. Su fundamento en la familia. Sociedad doméstica: amo y esclavo. Arte de adquirir la riqueza. Aplicación de esta teoría. Sociedad paternal y conyugal. De si puede exigirse la virtud a los que obedecen o solamente a los que mandan.
- Objeto de la política.
- Sociedad doméstica: amo y esclavo.
- Arte de amasar riquezas.
- Aplicación de esta teoría.
Libro segundo. Examen de la República de Platón. Refutación de su sistema sobre la comunidad de bienes. Examen de la doctrina de Platón en el tratado de las leyes. Constitución de Faléas de Calcedonia. Hipodamo de Mileto. Gobierno de los Lacedemonios. Gobierno de los Cretenses. Gobierno de los Cartagineses. Gobierno de los Atenienses. Diferentes legisladores.
- La República de Platón.
- Refutación del comunismo.
- Doctrina de Platón en el tratado de Las Leyes.
- Constitución de Fáleas de Calcedonia.
- Hipodamo de Mileto.
- Gobierno de los Lacedemonios.
- Gobierno de los Cretenses.
- Gobierno de los Cartagineses.
- Gobierno de los Atenienses.
Libro tercero. De la ciudad y del ciudadano. Del ciudadano perfecto. Del ciudadano imperfecto. División de los gobiernos. Índole y nombre de los gobiernos según la diferencia de los ciudadanos y de las leyes. Quien debe mandar. Del bien público. De los ciudadanos eminentes y de los legisladores. Del soberano. Transición al libro siguiente.
- De la ciudad y del ciudadano.
- Del ciudadano perfecto.
- Del ciudadano imperfecto.
- División de los gobiernos.
- Número y naturaleza de los mismos.
- ¿Cuáles deben mandar?
- Del bien público.
- Ciudadanos eminentes y legisladores.
- Del soberano
- Del soberano
- Del soberano
- Transición al libro siguiente
Libro cuarto. De la vida más perfecta. El autor demuestra que la vida más perfecta es la que toma la virtud por guía. La vida más perfecta es la misma para los individuos que para toda la ciudad. Respuesta a ciertas preguntas relativas a la misma idea. De la extensión de la ciudad y del número de ciudadanos. Del terreno más favorable para establecer la ciudad. De las comunicaciones con el mar y de la navegación. Naturaleza o carácter que conviene a los ciudadanos. El establecimiento de una ciudad requiere labradores, artesanos, guerreros, sacerdotes, ricos y jueces. Proporción que todos ellos han de guardar entre sí. Opiniones de los filósofos antiguos en este particular. División del territorio. Labradores. Situación topográfica de la ciudad; sus murallas. Templos y plazas públicas. De las cualidades civiles necesarias al bien de la ciudad. De la educación. De la manera de formar los ciudadanos. Del error de los filósofos que refieren las leyes a las artes de la guerra y no a las de la paz. Preceptos sobre el matrimonio. De la manera de criar y de educar a los niños hasta la edad de siete años.
- De la vida más perfecta.
- Es la misma para los individuos que para toda la ciudad.
- Respuesta a ciertas preguntas.
- De la extensión de la ciudad.
- Del territorio más favorable para establecer una ciudad.
- Carácter que conviene a los ciudadanos.
- Fundación de una ciudad.
- Reglas que deben observarse.
- Opiniones de los antiguos.
- Posición topográfica de la ciudad.
- De las plazas y los templos.
- De las cualidades civiles.
- De la manera de formar los ciudadanos.
- Preceptos sobre el matrimonio.
- De la manera de criar los hijos.
Libro quinto. La educación de los jóvenes debe ser común. Diferencia entre las artes liberales y las artes mecánicas. De las letras, de la gimnástica, de la música y del dibujo. Su utilidad no debe ser el único objeto de la educación. De la gimnástica y de la música.
- De la educación.
- Diferencia entre las artes liberales y las artes mecánicas.
- La utilidad no ha de ser su único objeto.
- a VII De la gimnasia y de la música.
Libro sexto. Teoría general del gobierno modelo. Cuestiones a tratar. De la diversidad de las partes que componen la ciudad. De la democracia. De la oligarquía. De lo que ordinariamente se llama organización política. Manera de formarla. De la tiranía. Cuál es la mejor forma de gobierno. Relaciones de conveniencia que deben existir entro las cualidades de la constitución y las de los ciudadanos. Cuerpos deliberantes. De los magistrados y de las magistraturas. De los jueces y de los juicios.
- Teoría del gobierno modelo.
- Varias cuestiones.
- De la diversidad de las partes de la ciudad.
- De la democracia.
- De la oligarquía.
- Lo que se llama organización política.
- Manera de formarla.
- De la tiranía.
- La mejor forma de gobierno.
- Relaciones de conveniencia entre las cualidades.
- De los cuerpos deliberantes.
- De los magistrados y de las magistraturas.
- De los jueces y de los juicios.
Libro séptimo. De la organización de la democracia. Cuál es la mejor forma. Precaución que el legislador debe tomar para la organización de la democracia. De lo que ha de hacerse para consolidar la oligarquía. De las diversas magistraturas.
- Organización de la democracia.
- ¿Cuál es su mejor forma?
- Precauciones en la organización de la democracia.
- Para consolidar la oligarquía.
- De las diversas magistraturas.
Libro octavo. De las revoluciones y de los cambios ocasionados por sediciones en los Estados republicanos. Causas generales. Nacen de cosas menudas. De las revoluciones en las democracias, las oligarguías y las aristocracias. Medios preventivos para todas. De los peligros a que se halla expuesta la monarquía. Medios de salvarla. De la tiranía. Sistema de Platón sobre las revoluciones, tal como lo expone él mismo en su República.
- De las revoluciones.
- Causas generales.
- Cómo se producen.
- De las revoluciones en las democracias.
- De las revoluciones en las democracias.
- De las revoluciones en las democracias.
- Medios preventivos.
- De los peligros de la monarquía.
- Medios de salvarla. De la tiranía.
- Sistema de Platón acerca de las revoluciones.
[Nicolás Estévanez Murphy]
Prólogo
Aristóteles, llamado «Padre de la Filosofía», es sin duda el más grande de los filósofos antiguos, anteriores y posteriores a él. Nació en una ciudad de Tracia, viajó por Grecia y fue uno de los preceptores de Alejandro. Poseyó todos los conocimientos de su época, en medicina, historia natural, matemáticas, astronomía, economía, literatura, &c. Sobresalió como crítico de insuperable dialéctica, y era un gran psicólogo además de ser teólogo y metafísico. Se han conservado, por fortuna, la mayoría de sus obras, bien que algunas mutiladas o incompletas. Una de ellas es La Política, inserta en este volumen.
Se ha observado que los escritores griegos, si hablan de Aristóteles, no mencionan siquiera su Política. Y ésta, sin embargo, está casi toda consagrada a refutar la República y las Leyes de Platón, de quien tanto dicen los críticos helenos, ya con censura, ya con alabanza. [VIII] ¿Cómo explicarse este silencio de los contemporáneos de Aristóteles?
Alguien ha supuesto que la Política era una recopilación de las lecciones, un texto de enseñanza, recogido por los discípulos, sin que el maestro hubiera pensado nunca hacer de tales apuntes un libro destinado a la publicidad. Y la hipótesis no es inverosímil, pues contiene la obra numerosas frases más propias de una lección verbal que de un tratado escrito. Pero hay otro supuesto: el de que Aristóteles, como dice Estrabón, le dejara sus libros a Teofrasto, su alumno predilecto, quien más tarde legó su biblioteca a Neleo su discípulo; y como éste emigró, acabaría por perderse aquel tesoro de sabiduría. Lo cierto es que los manuscritos de Aristóteles y de Teofrasto, carcomidos por la humedad y los insectos, fueron desenterrados al cabo de dos siglos por un tal Apelicón, natural de Teos, que los hizo transportar a Atenas. Apelicón era «más bibliófilo que filósofo», dice Estrabón, y sus libros permanecieron sin duda sepultados en una biblioteca sin que fueran apenas conocidos. Más adelante los adquirió el tirano Sila, quien los llevó a Roma para aumentar su propia biblioteca.
En Roma fue donde se conocieron las obras de Aristóteles; de ellas habla Cicerón, sin citar para nada La Política.
Volvió a caer en el olvido el gran filósofo [IX] griego, hasta que en la Edad Media se le tradujo al latín. Guillermo de Moerbecke, muerto en 1281, fue su primer traductor; mal traductor, porque era un clérigo natural de Brabante que apenas conocía la lengua griega.
Los primeros comentadores de Aristóteles, singularmente de La Política, fueron Santo Tomás de Aquino y Alberto el Grande. Entre los Escolásticos, la autoridad de Aristóteles era considerada tan infalible en todo lo que llamamos hoy ciencias morales y políticas, como la Biblia en materia religiosa. Además de La Política, se tradujeron y comentaron diferentes libros de Aristóteles en los siglos XIV, XV y XVI. Uno de los traductores, y de La Política precisamente, fue Leonardo Bruni de Arezzo (el Aretino); su traducción, en mucho mejor latín que el de Guillermo Moerbecke, tuvo un éxito grande. Y grande por consiguiente fue desde entonces el número de los conocedores y admiradores del gran filósofo griego, entre otros el célebre autor de El Príncipe. El tipo de príncipe inmortalizado por Nicolás Maquiavelo, es casi una copia del tirano que Aristóteles nos pinta. Y no fue Maquiavelo el último de sus imitadores. Los hubo en todas partes.
Los traductores modernos, posteriores a Sepúlveda, son incontables. Se tradujeron y se comentaron todas las obras del maestro. [X] Los Enciclopedistas del siglo XVIII bebieron en sus libros; y le tomó por modelo Augusto Comte, el filósofo positivista del siglo XIX. Merecen recordarse entre sus modernos traductores: Schneider, Goettling, Oncken, Spengel, Stahr, Susemihl y otros, en Alemania; Congreve (discípulo de Comte), Eaton y sir Grant, en Inglaterra; Millon, Thurot, Barthélemy de Saint-Hilaire y Bastien, en Francia; Madwig en Dinamarca; Mateo Ricci en Italia; &c., &c.
Una de las cosas que más sorprenden y admiran en Aristóteles es que, al cabo de veinticuatro siglos, parezcan sus juicios emitidos hoy. Cuestiones que todavía se discuten, problemas de perfecta actualidad, fueron estudiados por el inmortal filósofo y a menudo resueltos en el sentido que los resuelven hoy los sociólogos más avanzados. La edificación de barrios exclusivamente para obreros, esa idea antisocial que aun en nuestros días tiene partidarios, ya él la desechaba por peligrosa para la paz pública; de las guerras, del ejército, de las monedas y de la enseñanza, expone juicios que si fueron entonces acertados igualmente lo son en nuestros días; combate la tiranía en todas sus formas, dando a entender que toda autoridad supone tiranía. Al hablar de la monarquía templada, se diría que presintió la monarquía constitucional moderna, en la que todo es ficción. Combate la democracia, pero hace lo mismo con la aristocracia; era lo [XI] que llamamos un mesócrata; hoy no lo sería.
Historiadores antiguos y modernos, empezando por los griegos mismos, han enaltecido a Esparta considerándola superior a Atenas. Los poetas a su vez han forjado una leyenda espartana. Y la leyenda, que es para algunos complemento de la historia y para otros su más cruel enemigo, ha sido con relación a Esparta deshecha por Aristóteles. El padre de la filosofía no era ateniense ni espartano; pero aunque súbdito del rey de Macedonia, vivió entre los atenienses y los conocía. Fue admirador de aquella democracia, a pesar de sus defectos y de sus revoluciones; donde Platón sólo veía una demagogia disolvente, vio Aristóteles el alentar de un pueblo amigo de las artes y de la libertad. Jenofonte era entusiasta de Esparta; Aristóteles consideraba que era un pueblo inútil para la ciencia, la paz, el progreso y la civilización. Plantel de soldados, sí; pero de aquel semillero, barbarie organizada, se forjó una leyenda para combatir, por el contraste, la llamada corrupción de Atenas. Les sobraban a los atenienses abominables vicios, es verdad: pero de ellos han aprendido los hombres y los pueblos menos vicios que virtudes. De los espartanos, ¿qué hemos aprendido? Aquellos hombres no sabían más que morir y matar; ejemplo digno de ser imitado [XII] cuando se lucha por la libertad y por la independencia, pero ellos peleaban en defensa de una tiranía.
E.