Filosofía en español 
Filosofía en español

cubierta del libro Aristóteles de Estagira

Politeia. La Política

Versión de Manuel Briceño Jáuregui S. J. Instituto Caro y Cuervo, Bogotá 1989

Aristóteles de Estagira, Politeia (La Política), prólogo, versión directa del original griego y notas por Manuel Briceño Jáuregui S. J. Estudio preliminar e introducciones por Ignacio Restrepo Abondano. Presentación de Alfonso Borrero S. J. Instituto Caro y Cuervo (Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, nº 84), Bogotá 1989, 685 págs.

Una nueva versión, se dirá, de la Política de Aristóteles en español, tras las realizadas por un anonimo civil cortesano en 1509, un «profesor de letras humanas y filosofía» como Pedro Simón Abril en 1584, un abogado liberal como Patricio de Azcárate en 1874, un filokrausista como Antonio Zozaya en 1885, un ex militar masón como Nicolás Estévanez en 1920, profesores, filósofos y filólogos como Francisco Gallach en 1933, Julián Marías en 1951, Natividad Massanés en 1954, Antonio Gómez Robledo en 1963, Francisco de P. Samaranch en 1964, Julio Pallí Bonet en 1974, Carlos García Gual y Aurelio Pérez Jiménez en 1977. Una nueva versión, en efecto, pero que reune además dos características: es la segunda versión en español dispuesta en América (tras la de Antonio Gómez Robledo en 1963, para la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana), pero sobre todo es la primera versión en español de la Política de Aristóteles realizada por un sacerdote jesuita, Manuel Briceño Jáuregui, y auspiciada por una católica y pontificia universidad cristiana. En efecto, la presentación de esta edición corre a cargo de otro padre jesuita, Alfonso Borrero Cabal S. J., y el traductor reconoce al terminar su prólogo: «No podemos terminar este Prólogo sin añadir una palabra de agradecimiento al R. P. Alfonso Borrero, S. J., quien, siendo Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Javeriana, nos propuso –al comentarista y al traductor– su idea de realizar la presente obra. Él fue quien nos animó, y con su característico optimismo, su simpatía y penetración universitaria, nos sostuvo para comenzar y acabar empresa tan difícil como la que por fin podemos presentar a los estudiosos de habla hispana. Para él nuestra gratitud, y que todo sea ad maiorem Dei gloriam. Manuel Briceño Jáuregui, S. J. Pontificia Universidad Javeriana, 1979.» (pág. 62.) [Obsérvense los diez años transcurridos desde que el traductor dató su prólogo hasta que apareció publicado el libro, en 1989: «Se terminó de imprimir esta obra el día 3 de junio de 1989, en la Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo, en Yerbabuena. Laus Deo.»]

Manuel Briceño Jáuregui nació en Cúcuta (capital de Norte de Santander, Colombia) en 1917, y falleció en Madrid, víctima de un ataque al corazón, el miércoles 28 de octubre de 1992, mientras asistía, como Director que era de la Academia Colombiana de la Lengua, a las conmemoraciones del V Centenario de la Gramática de Nebrija (primera gramática de una lengua moderna, publicada, como es bien sabido, semanas antes del Descubrimiento, cuando la lengua, terminada su expansión peninsular y vuelto ya Boabdil al África, gozaba de potencia suficiente como para imperar otro continente, como luego se supo). Rogelio Echavarría, en Quién es quién en la poesía colombiana, ofrece la siguiente reseña biográfica: «Manuel Briceño Jáuregui (Cúcuta 1917; Madrid, España, 1992). Eminente jesuita, graduado en humanidades en la Universidad de Oxford (Inglaterra), profesor y prefecto de estudios de humanidades en las Provincias de la Compañía de Jesús en Colombia y autor, entre otras, de una de las obras más formidables de la docencia clásica, El genio literario griego. El padre Briceño murió en olor de santidad, de castidad y de casticidad en Madrid, cuando asistía, como presidente de la colombiana, al congreso de las Academias de la Lengua que conmemoraban el V Centenario de la Gramática de Nebrija. Como poeta, el padre Briceño escribió siempre íntimas efusiones familiares y religiosas, y en 1977 publicó un libro con sus Estampas pueblerinas, 150 sonetos de sonriente costumbrismo. También tradujo obras de poetas griegos, como Seféris, y al latín la Epopeya de la Espiga de Aurelio Martínez Mutis.» Quizá la aportación más importante realizada por el jesuita Manuel Briceño a la lengua, en general, fue su cruzada para sustituir los anglicismos en la terminología del fútbol por términos castellanizados. Convocó a los principales periodistas colombianos para que colaboraran en la traducción y adaptación al español de la terminología inglesa del fútbol, cuya pronunciación, adaptada a los acentos andinos y caribeños, ningún anglosajón reconocería, y logró que en crónicas y transmisiones utilizaran los nuevos términos. En 1985 pudo Briceño estudiar el éxito de su iniciativa: «en más de 370 expresiones o términos populares con que nuestros locutores colombianos transmiten los partidos de fútbol, sólo aparecen pocas voces inglesas: cinco o seis» («El lenguaje del fútbol en la radio colombiana», Primera reunión de Academias de la Lengua Española sobre el lenguaje y los medios de comunicación, Madrid 1987, págs. 117-122). Manuel Briceño Jáuregui, S. J., mantiene en Colombia un reconocido prestigio: «Casa de la Cultura Manuel Briceño Jáuregui», en Chinacota; la «Biblioteca Manuel Briceño Jáuregui», del Comité Olímpico Colombiano; el «Edificio Manuel Briceño Jáuregui», de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, &c.

Es natural que una edición «católica» de la Política de Aristóteles no pudiese limitarse a ofrecer una «versión directa del original griego» (aunque este «original griego» sea la versión oxoniense de Sir David Ross), y que, además del Prólogo y las abundantes notas del traductor a su versión, deba ofrecer suficientes y pormenorizadas interpretaciones y comentarios. Esta tarea fue realizada por Ignacio Restrepo Abondano, quien firma su «Estudio preliminar» (págs. 65-96) en 1980, también en la Pontificia Universidad Javeriana, y ofrece amplias introducciones a cada uno de los ocho libros (uniendo los correspondientes al séptimo y octavo en uno solo). En la edición de la obra Ignacio Restrepo Abondano figura como «Diplomé en Études Politiques, Institut d'Études Politiques, París», y en 2005 figura como «Abogado y filósofo. Diplomé en Etudes Politiques. Director de la Especialización en Estudios Políticos y del Centro de Investigaciones 'Civilizar', de la Universidad Sergio Arboleda», en las páginas de la Universidad Sergio Arboleda, una universidad privada colombiana nacida en los noventa [uno de sus fundadores, el político conservador Álvaro Gómez Hurtado, fue asesinado en 1995, cuando salía de una de las sedes de esa Universidad].

Como no tiene sentido en esta noticia bibliográfica entrar en disputas hermenéutico interpretativas, sirva advertir que la traducción de Manuel Briceño Jáuregui S. J. es una traducción del griego al español que se queda «a medias», pues decide dejar sin traducir algunos términos difíciles y esenciales: sin ir más lejos, polis y polietia. Bien es verdad que quien fuera director de la Academia Colombiana de la Lengua lo hace proponiendo que la lengua española se atreva sin más a aceptar, como propias, palabras como polis y polietia (que así dejarían de escribirse en cursiva), trasladando por tanto la dificultad en determinar acepciones quizá a la asamblea de Academias Nacionales de la Lengua, que entre todas cuidan de limpiar, fijar y dar esplendor al español, hablado cada vez por más millones de hombres en ambos hemisferios. Pero nada mejor que leer directamente las atinadas razones que ofrece Manuel Briceño en el apartado b) Vocabulario de su Prólogo (páginas 39-45):

«Retornando a las versiones españolas, y sean cuales fueren las dificultades, ello es que no hay traducción que convenza plenamente. Sin que hayamos nosotros pretendido llenar ese vacío. Otra ha sido la intención: un propósito más modesto, como vamos a explicar.
Traducir a Aristóteles es difícil y es lento. Impone, al igual que su lectura en romance, un esfuerzo para asegurar el acercamiento a sus ideas. Un obstáculo, empero, es el calor local y el colorido temporal, la constante referencia a personas, hechos e instituciones cuya memoria se perdió siglos ha, o ya no es familiar para nosotros.
Poner en contacto directo a nuestros contemporáneos con Aristóteles, esto es, dar a las páginas traducidas del viejo maestro todo el trato que facilite, en el castellano de hoy, el acceso y la asimilación, es ardua empresa. Para ello debe rejuvenecerse, o reconstruirse o inventarse parte del vocabulario, que responda lo más posible al del original, que tenga resonancia idéntica de términos políticos y jurídicos propios, que reanimen el fuego dormido de un pensamiento inmortal. Por eso nosotros conservaremos muchos términos del pasado, como los empleó Aristóteles, con la aclaración indispensable en notas de pie de página.
Hemos tratado de innovar en alguna forma, llegando tal vez más adentro, al emplear un lenguaje desconocido a veces, pero usado ya con contornos definidos por el Estagirita. Al traducir para gente de nuestro tiempo una obra maestra de trasfondo netamente helénico, creemos que es justo conservar algo siquiera de su viejo sabor y colorido. El pensamiento de Aristóteles es netamente griego, habla de su mundo griego, lo describe, lo critica, cita anécdotas de entonces, emplea el lenguaje que viven sus discípulos y lectores, trata de una forma de vida social, de organizaciones y regímenes que corresponden a una sociedad de tipo definido, como de hecho se da en las circunstancias que él palpa a su alrededor. Y como él insiste en sus puntos de vista, luego hemos de entenderlo desde ahí, desde ese tipo de sociedad de donde reflexiona, desde el modo de vida que condiciona sus ideas.
El vocabulario que emplea el sabio está cargado de voces creadas ya, a las cuales fija un sentido determinado, palabras que ocurren a cada paso, que en el campo político son de uso corriente en Grecia.
Pero, ¿cómo expresar con vocablos castellanos –sin dar un rodeo en la traducción o sin recortar el significado– ideas tan precisas como polis, file, fratría, bule, buleuta, autarquía, sofrosine, polifilia, oligantropía, sineco, epeco, taxiarca, trierarca, hiloro, anancofagia, catarsis, péctide, atimia, próxeno, xenelasia, aulética, sinecismo, eunomía, coregia, lampadarquia, demótico, potagógides, otacusta, ponerófilo, sinemereuta, pambasileia, hetaira, politofílaques, penestes, sisitia, esimneta, hiparca, locagio, e infinidad de términos más? Es el Filósofo quien emplea el nombre técnico en su lengua propia. Muchas voces, que creemos equivalentes, han pasado al español con significación moderna. Sin embargo, los vocablos del maestro, precisos en su mundo, a menudo son intraducibles, si queremos decir lo que él dijo. Nuestra moderación no es exactamente sofrosine, ni organización tribal es una file, ni un vecino es un sineco, ni una detective es una potagógide. Esta voz última, por ejemplo, indica una mujer que hoy llamamos detective. Pero en griego es, literalmente, «la que lleva noticias, la que anda cazando nuevas para provecho de otros, agente provocadora de los tiranos». Esto en un ambiente democrático heleno. Todos esos términos tienen una connotación definida que no la dan voces modernas simplemente.
De manera que a ideas precisas hay que darles nombres precisos, así sean vetustos y para nosotros nuevos por el trasfondo. Sunt enim rebus novis nova ponenda nomina... (10. Cic., De nat. deor. 1, 44: «A las cosas nuevas hay que darles nombres nuevos.» El mismo Cicerón añade en otro lugar (De Fin. 3, 1, 3): nobis, quibus etiam verba parienda sunt imponendaque nova rebus novis nomina, para justificar los neologismos que emplea en latín a fin de expresar las ideas correspondientes que halla en el original griego. Por otra parte, muchos términos que en nuestra versión podrían algunos tachar de neologismos, ya figuran en el Diccionario de la Real Academia Española (como lo haremos notar oportunamente). No sabemos por qué los rehuyen ciertos traductores. Si la Política es una ciencia nueva, ¿por qué no ha de tener derecho a una terminología propia, así sean neologismos –bien formados, desde luego–, y a los viejos tecnicismos que emplea el sabio de Estagira? (Para la forma Politeia, y no Politía o Politeya, cfr. 'paideia', 'paranoia'.)
Podríamos enumerar cantidad de «tecnicismos» aplicados otrora por el Estagirita a la ciencia política, de uso común en su mundo contemporáneo. ¿Por qué no introducirlos de una vez en nuestra lengua, si el griego es una de las fuentes limpias, enriquecedoras del español?
Examinemos la palabra polis. Aristóteles no habla sino de polis 'ciudad' (πολις); jamás habla de «estado», «ciudad-estado». Esta voz latina (status), en el sentido actual entró tardíamente en nuestro idioma (siglo XVI), por influjo quizá del francés (état), o del italiano (stato), en particular, de Maquiavelo. En Aristóteles, polis no corresponde a la idea de pueblo, aldea, municipio, ciudad, sino, más exactamente, a la que hoy se tiene de «estado», que en Atenas es más vasta que la capital, pues abarca el territorio agrícola, los campos aledaños, el Ática misma dividida en fincas y villorrios.
Polis es, por lo tanto, expresión del fenómeno geográfico y del político: es el lugar donde palpita la ciudad y es, también, la población sumisa a su soberanía absoluta (11. M. Defourny, Aristote, Étude sur la politique, París, 1932, págs. 466-467). Polis es una comunidad compuesta de gobernantes y gobernados, un todo compuesto de partes (12. Pol. I, 2, 1253a; VII, 8, 1322a), no una mezcla cuyos componentes forman una entidad nueva; es una síntesis (13. Ibid., III, 1276b), una unión de elementos simples que subsisten como tales en el interior del compuesto. Siendo un todo, la polis se compone de elementos disparejos (14. Ibid., II, 2, 1261a), de los cuales los unos mandan y los otros obedecen (15. Ibid., I, 6, 1254a); sus partes, es decir, los individuos, están –con relación a ella– como las partes de cualquier todo frente a ese todo (16. Ibid., I, 2, 1253a).
Por eso (17. Jean Aubonnet, Aristote, Politique, Paris, Les Belles Lettres, 1968, t. I, pág. 105 n. 2), nunca traducimos «ciudad», ni «ciudad-estado», como se lee a veces. Decimos simplemente polis, que es como dice Aristóteles.
Otro ejemplo: politeia, en la traducción nuestra, preferimos dejarla en la forma original. En las versiones corrientes, incluso en la de Julián Marías y en la de Gómez Robledo, es traducida por constitución, régimen, configuración del régimen establecido, república (!), &c. Mas para el mismo Aristóteles, politeia es el derecho de la polis a participar en la vida política o, para emplear sus palabras, «politeia es la ordenación de las magistraturas de una polis, en especial de las más altas entre todas» (18. 1278b). Y añade: «El politeuma de una polis es [la] suprema [autoridad] dondequiera, y politeuma [o sea, el cuerpo cívico que disfruta de los derechos políticos] es, en suma, la politeia. Digo, por ejemplo, en las democracias el pueblo es soberano, en las oligarquías, por el contrario, la minoría: decimos entonces que la politeia de éstas es diferente.» Luego explica: «Politeia y politeuma significan lo mismo: politeuma es lo soberano de la polis, y necesariamente soberano es uno o pocos, o la mayoría. Cuando uno o pocos o los más gobiernan por el bien común, rectas son esas politeias lógicamente...» (19. 1279a).
En otro lugar aclara aún más (20. 1289a), diciendo que «politeia es la organización de oficios en la polis, [la cual fija] cómo se distribuyen, cuál es el elemento [soberano] de la politeia, y cuál es el fin de cada comunidad». Ese derecho de participación se concretiza en las formas particulares de organización de la polis. Por eso agrega: «Hemos distinguido tres politeias justas: monarquía, aristocracia, politeia.» Pero la politeia determina a la vez la competencia de los poderes deliberativo, judicial y ejecutivo, y al mismo tiempo define en quién reside la soberanía de la polis.
El término politeia tiene alcances muy altos. El fin de la polis es la felicidad de los ciudadanos. Lo cual puede lograrse de diversas maneras: de ahí las distintas formas de organización política. De ahí también que Aristóteles deba determinar cuántas variedades hay de politeias (21. 1289b). Hasta llegar a una definición concreta (22. 1290a): «Politeia es [...] una organización de oficios que todos se distribuyen según el poder de los que participan, o según cierta igualdad, digo, por ejemplo, de pobres y de ricos, o común a ambos. En consecuencia, debe haber tantas politeias cuantas organizaciones, según hay superioridades y desigualdades en todas partes.» Y, todavía, en otro pasaje (23. 1292a) afirma que «la ley debe gobernar sobre todos (en general), en los detalles los oficiales [públicos]: y esto es lo que se considera politeia». Añadiendo después (24. 1293a), que las oligarquías «otorgan al propietario de bienes su participación [en el gobierno] y, por ser mayoría los participantes del politeuma, necesariamente las soberanas son las leyes, no los hombres». En una palabra: «politeia es, en cierta manera, vida de la polis.»
Y politeia, en su sentido general, no es solamente una organización jerarquizada de las diferentes magistraturas, sino también un estilo de vida correspondiente a un ideal particular (orden moral); en su sentido particular, politeia designa el conjunto de los ciudadanos –el cuerpo cívico–, como politeuma indica la constitución moderada o mixta que, por falta de otro término, Aristóteles llama politeia (25. 1295b. Cfr. J. Aubonnet, op. cit., t. I, pág. 134 n. 6).
En resumen: politeuma es el cuerpo de personas que disfrutan de plenos derechos cívicos bajo la politeia, y ésta –en el vocabulario del Estagirita– significa: a) el cuerpo de ciudadanos, b) la constitución, c) toda la estructura de la polis. De modo que ésta, cualquiera que sea su régimen, se apoya en la existencia de la ciudadanía y en la manera como se distribuyen los oficios. Es decir, que el tipo de politeia depende del número y calidad de los ciudadanos. La palabra politeia refleja la unidad (no sólo la suma) de ellos, el cuerpo vivo compuesto de gobernantes y gobernados, y la vida política que es y debe ser la vida y naturaleza de los ciudadanos.
Como se ve, el Filósofo emplea la palabra en diversos sentidos. Los fundamentos son, uno genérico y otro especifico. El primero hace referencia a la «organización política», y así lo hemos traducido; el segundo, a una forma de organización política «particular» o temperada, por ser la mezcla de dos sistemas (democracia y aristocracia). En otros casos, la palabra politeia presenta matices más sutiles, y entonces hemos tratado de aclarar el sentido en nota especial.
Ahora bien, conociendo la insistencia del autor –usa el término politeia más de quinientas veces– en los diversos matices típicamente helénicos de esta palabra, ¿cómo atrevernos a traducirlo por algo tan ajeno al pensamiento aristotélico como república, estado, gobierno (simplemente), constitución, régimen, &c., sin traicionar el original? Por eso, dados estos sentidos específicos, decimos que optamos por conservar la palabra griega πολιτεια, con todo lo que significa según cada contexto.
En sana lógica debiéramos decir también polites (πολιτης) en vez de ciudadano, porque no es exactamente lo mismo para los griegos que para nosotros. Polites, en efecto, es el que participa de los αρχαι y de los tribunales y asambleas populares, y se identifica con el hombre político, o sea, con el que retiene permanentemente las responsabilidades del gobierno. Por consiguiente, expresa mucho más de lo que para nosotros significa la simple palabra ciudadano (cfr. Polit. 1275a, 22-24; 1275b, 17-21; 1278a, 35-37). Pero no hemos empleado ese término por no hacernos demasiado singulares. Basten los neologismos más necesarios.
Esta es la primera novedad de nuestra versión y, en parte, la razón de numerosas notas.»

Índice General de Politeia (La Política) de Aristóteles, en la versión de Manuel Briceño Jáuregui S. J., con introducciones de Ignacio Restrepo Abondano

Presentación, por Alfonso Borrero, S. J., 15

  1. La educación superior, 15
  2. Propósito de esta presentación, 17
  3. Fuentes del concepto de la educación, 19
  4. Calidades de lo humano superior, 20
  5. El hombre superior, 21
  6. Aristóteles: alma y educación, 22
  1. Pasiones, potencias, hábitos y virtudes, 23
  2. Teoría educativa y el término medio, 24
  3. Educar para lo superior, 25
  4. La educación por los hábitos, 26

Aristóteles: política, educación y ciencia, 28

  1. 'Polis', 'politeuma' y 'politeia', 28
  2. 'Politeia' y felicidad. Educación y 'politeia', 28

Educación superior, ciencia y sabiduría, 32

  1. Ciencia y sabiduría en Aristóteles, 32
  2. Interdisciplinariedad y educación para lo superior, 35

Prólogo del traductor, por Manuel Briceño Jáuregui, S. J.

I. La traducción, 37

  1. Versiones españolas, 37
  2. Vocabulario, 39
  3. Orden de los libros, 45
  4. Estudio preliminar y las introducciones, 50
  5. La grafía, 51

II. Los manuscritos de la 'politeia', 53

Estudio preliminar, El conocimiento político en Aristóteles, por Ignacio Restrepo

  1. Aristóteles: el observador del fenómeno político: los modelos descriptivos, 68
  2. Aristóteles, el filósofo político, 78
  3. Los elementos antropológicos, éticos y metafísicos de la 'politeia' de Aristóteles, 83
  1. El modelo antropológico, 83
  2. El modelo ético, 87
  3. Principios metafísicos de la «Política». Conclusiones, 93

Libro primero. Introducción al libro primero

I. Sinopsis, 99

  1. ¿Qué es la 'polis' y qué fin persigue? (caps. 1 y 2), 99
  2. La familia y la administración doméstica (cap. 3), 99
  3. La propiedad (caps. 8 a 11), 100
  4. Relaciones familiares, 101

II. Elementos analíticos, 103

  1. Principios metafísicos, 104
  2. Los principios éticos, 105
  3. Los principios de antropología, 106
  4. Los principios políticos. 1) Principios políticos generales. 2) Principios políticos particulares. Elementos políticos. Elementos de economía política. La crematística, 109

III. La metodología. Interpretación del libro I, 111

  1. La concepción de la comunidad política, 112
  2. 'Lo político' en Aristóteles, 113
  3. La economía, 121
  4. La metodología, 126

Libro I [Versión y notas], 131

Libro segundo. Introducción al libro segundo

I. Sinopsis, 165

  1. La primera «politeia» analizada es la de Platón, 165
  2. La «politeia» propuesta por Fáleas de Calcedonia, 167
  3. La «politeia» de Hipódamo de Mileto, 168
  4. La «politeia» de los lacedemonios, 169
  5. La «politeia» de Creta, 170
  6. La «politeia» de los cartagineses, 170
  7. Recuento de los autores de las diversas «politeias», 171

II. Elementos analíticos, 171

  1. Carácter del libro II, 171
  2. Exégesis del discurso aristotélico. La mejor «politeia». Elementos que introduce Aristóteles, 172
  3. Metodología 180

III. Análisis del libro II, 180

  1. La «politeia», 180
  2. «Politeia» y ley, 186
  3. La «politeia» como centro de análisis, 186
  4. La propiedad: naturaleza e implicaciones. 1. Naturaleza de la propiedad. 2. Motivos: a) Para la privada. b) Para la común. 3. Cómo se pueden coordinar ambas clases de propiedades. 4. Extensión de la propiedad privada. Abarca los medios de Producción. 5. Implicaciones, 189
  5. E) El libro II y la ciencia política, 192

Libro II [Versión y notas], 194

Libro tercero. Introducción al libro tercero

I. Sinopsis, 251

  1. Condición del ciudadano, 251
  2. Unidad e identidad de la «polis», 252
  3. La virtud del ciudadano, 252
  4. Relación entre «polis» y ciudadano, 253
  5. Cuántas clases de «politeia» hay, 254
  6. De la justicia en el gobierno, 255
  7. Examen de la monarquía, 258
  8. Relación entre condiciones políticas y de gobierno, 260
  9. Síntesis, 260

II. Elementos analíticos, 261

  1. Principios metafísicos, 261
  2. Principios de ética, 261
  3. Principios de antropología, 261
  4. Principios políticos generales, 262
  5. Principios políticos particulares. A) El ciudadano y la virtud. B) Las diversas «politeias», 264

III. Metodología, 270

IV. Interpretación del libro III, 271

  1. La caracterización del libro III. a) Su definición. b) La virtud ciudadana, 271
  2. Las diversas «politeias». Los criterios, 275.
  3. El gobierno justo. A) Noción de justicia política. B) Qué categorías es justo que gobierne. C) El gobierno y la ley, 279

Libro III [Versión y notas], 285

Libro cuarto. Introducción al libro cuarto

I. Sinopsis, 335

  1. Estudio de las «politeias», 335
  2. Continuación del mismo estudio, 335
  3. Nueva división de las «politeias», 336
  4. La aristocracia y la «politeia», 337
  5. La tiranía, 337
  6. La mejor de las «politeias», 338
  7. Participación como criterio de la «politeia», 338

II. Elementos analíticos, 340

  1. Principios de ética, 340
  2. Principios de política general, 340
  3. Principios de política particular. A) Correctas: la aristocracia, la Politeia. B) Desviadas: la democracia, la oligarquía, la tiranía; de un gobierno de clase media, 344

III. Metodología, 350

IV. Interpretación del libro IV, 351

  1. De la sociología política en el libro IV, 351
  2. De la democracia en el libro IV, 356
  3. La «politeia», 361

Libro IV [Versión y notas], 364

Libro quinto. Introducción al libro quinto

I. Sinopsis, 411

  1. Maneras de establecer el análisis de las revoluciones, 411
  2. Las revoluciones desde el punto de vista de las «politeias», 411
  3. Formas de preservar las «politeias», 412
  4. Ruina y preservación de la monarquía y la tiranía, 413
  5. Censuras finales, 415

II. Elementos analíticos, 415

  1. Principio de política general, 415
  2. Principios políticos particulares. Democracia. Oligarquía. Democracia y oligarquía. Aristocracia. Politeias. Monarquía. Tiranía, 419

III. Metodología, 427

IV. Interpretación del libro V, 432

  1. El concepto de «revolución» y sus especies, 432
  2. El estilo revolucionario, 438
  3. Cómo se preservan las «politeias» establecidas, 440
  4. Aristóteles y Maquiavelo, 444

Libro V [Versión y notas], 449

Libro sexto. Introducción al libro sexto. Carácter general

I. Sinopsis, 513

  1. La introducción, 513
  2. El análisis de la democracia, 513
  3. El análisis de las oligarquías, 515
  4. Las magistraturas necesarias en la «polis», 516

II. Elementos analíticos, 517

  1. Principios generales de política, 517
  2. Principios particulares de política. Democracias. Oligarquías. Magistraturas, 518

III. Metodología, 523

IV. Interpretación del libro VI, 525

  1. La democracia en este libro, 525
  2. La oligarquía, 529

Libro VI [Versión y notas], 534

Introducción a los libros séptimo y octavo. Carácter general

I. Sinopsis del libro VII, 557

  1. La introducción, 557
  2. Las condiciones físicas para una «polis», 558
  3. La raza para una «polis» ideal, 559
  4. Las condiciones necesarias, 559
  5. Los elementos fundamentales de la «polis», 560
  6. El fin del individuo y de la «politeia», 561
  7. La legislación sobre procreación y educación, 561

II. Sinopsis del libro VIII, 562

III. Elementos analíticos, 563

  1. Principios metafísicos, 563
  2. Principios de ética, 564
  3. Principios de antropología, 568
  4. Principios generales de política, 569
  5. Principios particulares de política. A) Funciones del legislador. B) Formas de gobierno. C) Finalidad del poder. D) Elementos necesarios de la polis. E) Elementos táctico-políticos de la «polis». F) Economía política. G) Educación política, 570
  6. Otros principios, 575

IV. Metodología, 576

V. Interpretación de los libros VII y VIII, 577

  1. Ética y política. A) La felicidad. B) Felicidad y política. C) La virtud. D) Virtud y felicidad. E) Virtud y política, 577
  2. El modelo ideal, 581
  3. La educación y la política, 585
  4. La autarquía 589

Libro VII [Versión y notas], 594

Libro VIII [Versión y notas], 641

Bibliografía

  1. Autores griegos, 663
  2. Autores latinos, 664
  3. Autores modernos, 665

Índices

  1. Nombres propios tratados en notas, 671
  2. Palabras explicadas en notas, 675
  3. Índice general, 679