Filosofía en español 
Filosofía en español

cubierta del libro Aristóteles & pseudo-Aristóteles

Política. Los económicos

Ediciones Orbis, Barcelona 1985, 2 vols.

Se publican aquí reunidas la Política de Aristóteles y Los económicos del pseudo-Aristóteles, como números 49 y 50 de la colección Biblioteca de Política, Economía y Sociología, de Ediciones Orbis, Barcelona 1985, 2 vols. De hecho la edición de la Política es una reproducción facsimilar de la publicada por la misma editorial y el mismo año formando los volúmenes 99 y 100 de su colección Historia del pensamiento. El primer volumen de esta edición (223 págs., ISBN 84-7634-369-8) reproduce exactamente el correspondiente de la otra colección; mientras que el segundo (247 págs., ISBN 84-7634-368-X), además de modificar la paginación de los libros 5-8 de la Política respecto de la otra colección (aquí de las páginas 7 a 153; allí de las páginas 5 a 151), añade Los económicos en traducción, introducción y notas de Antonio Alegre Gorri (autor también de la Introducción a la Política en la edición aquí reproducida). Figura Virgilio Ortega como director de la colección y al final del segundo tomo el siguiente colofón: «Este libro se terminó de imprimir en los talleres de Printer, industria gráfica sa de Sant Vicenç dels Horts, el día 26 del mes de Noviembre de 1985.» Sobre la versión de la Política remitimos a lo dicho sobre la edición reproducida, fijándonos aquí algo más en lo que se refiere a Los económicos.

Antonio Alegre Gorri («profesor de Historia de la Filosofía en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona») organiza en siete apartados la «Introducción» (págs. 159-174) que antecede a su traducción anotada de Los económicos (págs. 177-239). El primero («1. Aristóteles. Reflexiones de propileos. Obras de Aristóteles») ofrece un breve panorama sobre las obras conservadas de Aristóteles y la organización de ese corpus.

En el segundo apartado («2. Aristóteles científico. Filosofía política») deriva el profesor de Barcelona hacia curiosas referencias del momento (incluso ofrece esas páginas como homenaje póstumo a Manuel Sacristán Luzón, fallecido el 27 de agosto de 1985) que tiene su interés reproducir, con toda su ideología, indistinciones, confusiones y anacronismos, sin más comentario:

«Aristóteles pensaba que la episteme (ciencia) consistía en organizar los materiales empíricos de acuerdo con algunas ineluctables leyes o principios máximamente generales y necesarios, como por ejemplo los que se refieren al ser y a la teoría de la causalidad. La tarea del filósofo consiste en el hallazgo de esos principios o leyes y en la reflexión sobre ellos, siendo tarea del científico la aportación de datos. Aristóteles creía que el máximo desideratum consistía en que filosofía y ciencia caminasen de consuno y exigía la trabazón armónica de ambas.
No podía ser de otra manera, pues así se comportaba la práctica filosófico-científica de los griegos. Por ejemplo, la Academia de Platón no era sino el ingente esfuerzo de reflexión compartida entre poderosas mentes y personalidades esclarecidas que aportaban conocimientos diversos: matemáticas, geometría, física, filosofía, política, literatura, urbanismo, arquitectura, medicina, etcétera, y los diálogos de Platón son el reflejo escrito-dialogado de esos encuentros. La Academia era un magno instituto interdisciplinar.{1} Algo que no se ha repetido jamás, a pesar de que cada vez somos más conscientes de la necesidad de que así se debería articular el verdadero saber. No es, pues, retórica la afirmación de que mucho tenemos que aprender de los griegos.
Aristóteles pretendió hacer lo mismo en el Liceo, siendo él el mentor y guía espiritual del mismo. El Liceo era una verdadera Universidad, en el genuino sentido, no burocrático-clasista, de la palabra.
A una verdadera Universidad no le es ajeno ningún campo del saber. Por tal razón, el Liceo se ocupó de todas las ramas de la ciencia entonces conocidas. Una de ellas, obviamente, la política. La teoría política aristotélica se entreteje, siempre y necesariamente, con sus concepciones éticas y metafísicas: el individuo es un organismo que despliega su esencialidad en la comunidad política, que es su fin, en la que, con su solidaria actuación, logrará la felicidad. Teleología, causa, efecto, acto, potencia, son términos propiamente filosóficos que subyacen y explican la última frase que hemos escrito. (...)
 
{1} Algo así pretendió el filósofo español Manuel Sacristán, quien, en 1968, escribió un folleto, muy contestado por cierto, y cuyas teorías nadie quiso llevar a la práctica, titulado Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores, en el que se proponía la supresión de las Facultades de Filosofía y su sustitución por un Instituto al que se accedería desde otras facultades superiores. Desde estas páginas rendimos homenaje a Manuel Sacristán, comprometido filósofo, que acaba de morir.» (págs. 160-161.)

Los restantes apartados de la «Introducción» de Antonio Alegre Gorri se dedican propiamente a Los económicos: problemas que plantean, libro por libro, textos en griego (Bekker) y en latín (Rose) seguidos para la traducción, bibliografía y, como apartado séptimo y último, el que lleva título tan curioso como el siguiente: «7. Los económicos en el Estado español...»

«Al no ser una obra específicamente filosófica, no se ha traducido tanto como las otras de Aristóteles en las lenguas del Estado español. (...) Nosotros conocemos en castellano las siguientes traducciones: (...) En vista de la precaria situación respecto a las traducciones de Los económicos a nuestros idiomas ibéricos, nos ha parecido importante y útil hacer una nueva traducción con notas, como la que aquí ofrecemos.» (pág. 173.)

Es bien sabido que por aquellos años, en entornos progres, catalanistas y secesionistas, máxime escribiendo desde Barcelona, se procuraba no pronunciar el nombre de «España» prefiriendo la fórmula «Estado español» (olvidando, por cierto, que tal fórmula fue introducida precisamente por los primeros ideólogos del franquismo para evitar la delicada cuestión, tras la Guerra Civil, de si España era república o reino... sin rey). Pero resulta que la suerte de Los económicos en el Estado español se reduce, «como curiosidad» a la versión latina publicada en Zaragoza en 1478 y la «traducción al castellano, anónima, publicada en Zaragoza, en 1509», más la versión de Francisco Gallach Palés (1932), «una traducción muy irregular», y la de Francisco de Paula Samaranch (1967), «poco fiable». ¿Alcanzaría con el tiempo este progre introductor a darse cuenta de que, además de reconocer de hecho (quizá sin buscarlo) la existencia de un «Estado español» en el siglo XV, deja en muy mal lugar a todas esas otras «lenguas del Estado español» a las que alude, reconociendo (quizá sin buscarlo) la superior potencia histórica del español o castellano, aún más cuando amplía el referente y desborda el «Estado español», a todos «nuestros idiomas ibéricos»?

«Cuando la estábamos preparando, Gredos publicó la estupenda traducción de Manuela García Valdés: Pseudo-Aristóteles, Económicos (Madrid: Gredos, 1984); en el mismo volumen (nº 70) traduce también M. García Valdés la Constitución de los atenienses; ambas traducciones van acompañadas de introducciones y notas críticas de gran valor.» (pág. 173.)

De hecho varias de las notas de la versión de Antonio Alegre se refieren a otras traducciones, en particular a la francesa de Julio Tricot y a la española de Manuela García Valdés, a la que aplaude unas veces y de la que discrepa en otras (y prefiere verter έξνη como 'pueblos' y no como 'naciones', «pues nación es un término de la modernidad, desconocido para los griegos», pág. 186, &c.).