Filosofía en español 
Filosofía en español

cubierta del libro José Vasconcelos

Orientaciones del pensamiento en Méjico

Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) 1922, 49 páginas

Este opúsculo impreso en 1922, que constituye la primera entrega de la tercera serie (conferencias) de las recién renovadas publicaciones de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba de la Argentina, guarda el texto de la conferencia que José Vasconcelos ofreció en el salón de actos de esa Universidad el día 5 de Octubre de 1922, así como la presentación que del conferenciante realizó el Rector de la Universidad (cuyo nombre particular no se hace figurar en la publicación, aunque en esas fechas se correspondía con la persona del médico Eliseo Soaje). El texto de esta conferencia de Vasconcelos no fue recogido en las antologías y ediciones posteriores de las obras del autor, por lo que no ha sido muy conocido. En diciembre de 2010 quedó dispuesto en el Proyecto Filosofía en español este texto de Vasconcelos, «Orientaciones del pensamiento en Méjico», junto con la presentación del Rector: «José Vasconcelos». (El texto de Vasconcelos ha sido también publicado recientemente, a principios de 2010, en el número 9 de la revista Pensares y quehaceres, por el doctor Raúl Trejo Villalobos, quien amablemente nos ha facilitado una copia digital del original del opúsculo completo.)

Excmo. Sr. D. José Vasconcelos, Ministro de Instrucción Pública, de Méjico, que asistió a las fiestas del Centenario del Brasil como Embajador Extraordinario de su país. La Esfera, Madrid, 28 octubre 1922 Vasconcelos, que ya había sido rector de la Universidad Nacional de México (1920-1921), era entonces ministro (Secretario de Educación Pública, 1921-1924) del gobierno del presidente Álvaro Obregón. En agosto de 1922 viajó, como Embajador especial de México, a las conmemoraciones del Centenario de la Independencia del Brasil, visitando después Uruguay, la Argentina, Chile, y de nuevo Buenos Aires. Las «Notas de viaje a la América del Sur», que forman parte del libro La raza cósmica (Agencia Mundial de Librería, Madrid 1925) se refieren a este viaje como embajador, en cuyo curso pronunció en la Universidad de Córdoba, el 5 de octubre de 1922, la conferencia «Orientaciones del pensamiento en Méjico», en la que presenta con suma claridad a los jóvenes revolucionarios universitarios cordobeses que habían protagonizado la reforma universitaria de 1918, y desde la plataforma del «españolismo mejicano» en la que se asienta, cómo deberían articular las «naciones hispanoamericanas o iberoamericanas», enmarcadas en la «raza española» y conformantes de la «raza ibero-americana», el «ideal latino-americano» que traerá la «unión hispano-americana», a pesar de las fragmentaciones nacionalistas promovidas malevolamente por la «raza anglo-sajona» y Europa («y al decir Europa incluyo a los Estados Unidos, hablo de todo lo que no es la raza ibero americana») y del localismo estrecho del «provincionalismo», &c.

«Nuestra primera salida de Buenos Aires fue con dirección a Córdoba. Junto con la Universidad de la Plata, se distingue la Universidad de Córdoba por su hispanoamericanismo ferviente. Desgraciadamente, ibamos tan limitados de tiempo que no pudimos hacer un alto formal en Rosario, ni menos dirigirnos a Santa Fe. Salimos una tarde por el ferrocarril central argentino en un magnífico carro especial que el Protocolo tuvo la gentileza de concedernos. […] Uno de los primeros sitios que visitamos fue el edificio de la Universidad, de arquitectura típicamente latinoamericana, con patios de doble arquería y columnas de piedra; el renacimiento español que florece en el Perú, en Ecuador y en México, en todos los sitios que pobló España. Las iglesias de Córdoba son magníficas, y, como la mayor parte de las nuestras, construídas en el calumniado y mal comprendido pero suntuoso y poético estilo churrigueresco. […]
El ambiente de Córdoba es una mezcla de coloniaje y de modernidad; colonial, por sus viejas construcciones; flamante, por sus calles y hoteles y tráfico; ultramoderno, por el espíritu de sus habitantes. Apenas se ha conversado media hora con los periodistas, con los estudiantes o los profesores, y en seguida se da uno cuenta de que está en esos lugares en que se crea el pensamiento contemporáneo. El vigor, el talento, la rectitud moral, la idealidad de aquella juventud compensan de la inercia que prevalece en otras partes de nuestra América. Después de haber permanecido unos días en Córdoba, se obtiene confianza en el porvenir de la raza.
Córdoba es uno de los centros principales de ese célebre movimiento universitario estudiantil que se ha ido propagando por toda la América meridional y llega ya hasta Cuba. En lo fundamental consiste, a mi entender, en la exigencia de que los catedráticos sean idóneos y la doctrina que enseñan exacta y libre. Ha sido un movimiento de renovación de las ideas y de los métodos de la enseñanza, de eliminación de profesores incompetentes o atrasados en doctrina. La juventud ha hecho la revolución de las ideas exigiendo el retiro, mediante jubilación, es claro, de los profesores atrasados en ideas. […] Los procedimientos de que se valieron los jóvenes fueron la huelga, la discusión, la protesta inteligente, la confederación de Facultades y de Universidades para la acción común. En la Argentina y el Uruguay, países libres, el movimiento se impuso rápidamente, casi sin hacer víctimas; en los países vecinos, hubo expulsiones de alumnos, clausura temporal de cursos y aun persecuciones individuales contra los jefes de la protesta. En casi todas las Universidades argentinas y en el Uruguay encontramos estudiantes desterrados por sus Gobiernos o expulsados de sus colegios que iban a terminar sus cursos en el seno cariñoso de la universidad emancipada… Estos perseguidos se han ido convirtiendo en lazos vivos de unión de las juventudes hispanoamericanas. Quizá ellos sean los autores de la gran fraternidad efectiva del futuro.
La revolución estudiantil, como la llaman los muchachos, ha tenido, desde luego, el benéfico efecto de crear vínculos entre los centros universitarios principales del continente. Al mismo tiempo, los claustros han cobrado vida, las cátedras están mejor servidas y la juventud se ha adiestrado en los secretos de la manera de obrar colectiva, preparación que ha de servirle para la acción social del mañana. Del movimiento libertario han salido propósitos de mejoramiento social y conceptos continentales que colocan a la juventud argentina, junto con la uruguaya y la chilena, en un puesto de avanzada y de esperanza. […] También nos dieron un almuerzo los profesores, encabezados por el rector, que estuvo particularmente afable con nosotros, un rector joven, muy inteligente, culto y estimable.
La tarde del último día de nuestra estancia se eligió para que yo diera una conferencia. Cuando uno anda recibiendo impresiones nuevas, no se está en las mejores condiciones para hablar de cosas distantes; por otra parte, no tenía yo tiempo de escribirla, y recitar frases sin preparación es algo que no está en mis capacidades; sin embargo, me sentía tan a gusto en aquel medio, nos rodeaba tal ambiente de benevolencia, que acepté el peligroso encargo. Había llegado por aquellos días a Córdoba un célebre profesor europeo, en jira por Sudamérica, y acababa de sustentar una conferencia muy docta sobre la moral fundada en la ciencia; la ciencia de los positivistas. Entonces se me ocurrió hablar de la moral que reniega de la ciencia en el instante en que la ciencia la lleva a conclusiones inhumanas, como, por ejemplo, la selección fundada en el aniquilamiento de los débiles o el capitalismo que explota a los desvalidos. En contraposición de esta moral científica, me propuse alabar la moral socialista, que vuelve a apoyarse en Cristo para proclamar la igualdad de todos los hombres, ante la justicia y ante la dicha; aunque los índices cefálicos sigan quitando el sueño a los antropólogos.
Mis odios científicos se desbordaron; me burlé del darwinismo spenceriano, juzgándolo como una moral zoológica, que debe ser superada mediante las dotes de la conciencia y la revelación cristiana. Expliqué cómo toda la educación pública de México había sido reorganizada conforme a la tesis de la igualdad del indio y el blanco, y en consciente oposición de la doctrina contraria que ciertos países profesan como parte de la campaña del imperialismo para la conquista de los mercados. A los muchachos les pareció bien mi tesis, me aplaudieron, y más tarde publicaron un folleto con las notas de mi deshilvanado discurso.
Después de la conferencia salimos a la calle, estudiantes y profesores. A pie, entre gritos, risas y aplausos atravesamos la población, nos congregamos otra vez en los andenes de la estación del ferrocarril y dejamos Córdoba entre un coro de efusivos adioses.» (José Vasconcelos, «Notas de viaje a la América del Sur», en La raza cósmica, Agencia Mundial de Librería, páginas 173, 174, 175 y 179-180.)