Filosofía en español 
Filosofía en español

cubierta del libro Mauricio Karl

Técnica del Komintern en España

Tip. “Gráfica Corporativa”, teléfono 1881. Badajoz 1937, 237 páginas. [En el lomo: 1938. Contraportada: 5 pesetas.]

Mauricio Karl (1896-1982) firma este su cuarto libro en «España, abril, 1937» (pág. 233), es decir, diez meses después de comenzada la guerra civil, por los días en los que Francisco Franco, como Jefe del Estado, dispuso la integración en una sola entidad política de Falange Española y Requetés. En su portada se dice publicado en Badajoz en 1937, pero en el lomo figura impreso el año 1938 como fecha. (El 20 de enero de 1938, en el periódico Imperio, de Toledo, aparece una crónica que el autor dice haber enviado desde Lisboa.) Como atrio a su prólogo reproduce el autor uno de los artículos que Álvaro Alcalá Galiano (asesinado en Paracuellos en noviembre de 1936), uno de los principales defensores del activismo anticomunista de Mauricio Karl desde 1932, le había dedicado en el diario ABC de Madrid.

 

Índice

Ofrenda [5]

Prólogo, 7

La República, premisa indeclinable para el triunfo del Comunismo en España, 19

El partido comunista español y su papel en la Revolución, 23

La coyuntura española era adversa al triunfo del Comunismo, 27

El «clima» republicano favorece el desarrollo de la flora revolucionaria, 31

Los creadores del hambre, 33

Octubre, prólogo sangriento y vergonzoso de la tragedia actual, 43

El cómplice engañado, 49

El VII Congreso de la Internacional Comunista y la Revolución española, 53

El triunfo del Frente Popular, 59

La organización de la derrota, 63

Esencias del Frente Popular, 71

Las malas artes del Frente Popular, 75

Los trágicos y contados días del Gobierno del Frente Popular, 79

La preparación revolucionaria, 83

Debilidades e incógnitas de la organización revolucionaria, 93

Factores internacionales decisivos, 99

El ingenio comunista 101

La provocación. El asesinato de Calvo Sotelo, 105

Éxito de la provocación, 109

Balance de fuerzas, 113

Errores fatales, 117

Fallan las matemáticas, 121

La mentira masónica, arma decisiva, 125

El honor. El patriotismo. El valor… ¿Nada?, 133

La deslealtad de Rusia con sus mismos aliados, 145

La ayuda rusa imprime un nuevo aspecto a la lucha, 149

La técnica del Terror, 153

La desnacionalización de los masones y comunistas de España, 161

Guerra para la guerra, 197

Final, 231

Índice [235-236]

Obras del mismo autor [237]

Ofrenda

A los que murieron por
salvar a España y al mundo.
el autor

Prólogo

Un defensor de la patria

Hace poco, un grupo de escritores, adjudicándose la exclusiva para ser los altavoces de los discutidísimos libros de Mauricio Karl, proponía que se le tributara a este último un homenaje por la trascendencia política y social de su obra. A nadie le extrañará que, sin figurar yo en el aludido cortejo literario, aplauda sinceramente esta recompensa. Porque desde que apareció el primer volumen sobre el Comunismo en España, fui de los primeros en señalar al público la importancia de sus revelaciones y datos.

¿Quién era este Mauricio Karl?, me preguntaban muchos lectores espoleados por la curiosidad del misterioso seudónimo. A mí, la verdad, me interesaba poco quién fuera el autor, pero lo que me constaba al leerle es que se trataba de un escritor patriota dispuesto a arriesgar su vida al servicio de España. Y esta impresión no hizo sino afirmarse en mi ánimo cuando se publicó el segundo volumen, El Enemigo (marxismo, anarquismo, masonería), en el cual, con una audacia sin precedente en el campo de nuestra literatura política, se desenmascaraban [8] a los tenebrosos instrumentos de la Antipatria, sus agentes y sus turbias maniobras. A mi juicio, la aparición de una obra así, en España, tenía la novedad reveladora que tuvo en Francia a fines del siglo XIX La France Juive, del gran polemista Eduard Drumont. ¿Se daría cuenta de ello el público español? Hicimos lo posible porque así fuera, algunas plumas independientes en la Prensa nacional. Y en efecto, así fue; se agotaron en poco tiempo varias ediciones de El Enemigo, sin que los prohombres y los conspiradores, acusados por el autor a plena luz, se atrevieran a llevar a éste a los Tribunales. Era sin duda demasiado arriesgado el que Mauricio Karl sacara otros datos inéditos de su terrible archivo secreto. Y ahora, al salir de esta famosa trilogía, Asesinos de España, cumplo también un deber de ciudadano señalándoselo al vasto público de ABC y advirtiéndoles: ¡Atención! Porque Asesinos de España –que debe y puede leer todo el mundo, aun sin haber leído los libros anteriores– no es sólo la más formidable acta de acusación contra la Internacional revolucionaria que pretende esclavizar nuestro país. Es, además, la historia de sus tenebrosos planes desde el ocaso de la Monarquía hasta la salvaje explosión de Asturias, fiel reproducción en grande de la inolvidable «semana sangrienta» de Barcelona en 1909. Después de haber terminado el emocionante libro Asesinos de España, declaro que su publicación es un acto no ya de valor cívico, sino de verdadero heroísmo, pues Mauricio Karl se expone a la implacable venganza del enemigo, capaz de eliminar y suprimir a sus más poderosos adversarios. Él mismo sabe de eso [9] lo que nadie, y buena prueba de ello es su tono de firme convicción al volver a insistir en estas páginas sobre la «oportuna muerte» del general Primo de Rivera en París. ¡Folletín!, exclamarán de seguro los incrédulos. Allá ellos; pero ¿no les extraña que el «folletín» no haya sido desmentido públicamente por quien podía hacerlo?

Otro reparo que he oído ponerle al último libro de Mauricio Karl, es que toda la primera parte de Asesinos de España está dedicada a la interpretación masónica de la Historia de España, y parece innecesaria para entrar en los temas de palpitante actualidad. Pero, a mi juicio, es un acierto del autor el remontarse a los orígenes históricos de los peligros que amenazan a España y que no datan de ayer, sino de todo el siglo XIX. Es todavía demasiado crecido el número de españoles que ignoran la influencia de las logias en la guerra de la independencia de América, en cuyas revoluciones de tipo «liberal» y «laico» y hasta en la pérdida de las últimas colonias, que por un alarde de cinismo la Prensa, al servicio del enemigo (marxismo, anarquismo y masonería… y también separatismo, incautos católicos vascos), atribuye sólo a torpezas de la Monarquía. Por eso ha hecho muy bien Mauricio Karl en levantar la tapa de la cloaca y en echar nueva luz sobre los hombres que en la sombra manejaban los destinos de España mientras otros figurones parecían gobernar. ¡Cómo se aclara todo al asomarse uno entre bastidores y qué ingenuamente engañosas resultan las versiones oficiales de la Historia! Los que hayan analizado las múltiples causas de la caída de la Monarquía desde 1909, el [10] «caso» Ferrer y la campaña antipatriótica del «¡Maura, no!» (primer avance arrollador del enemigo durante el reinado de Alfonso XIII), podrán convencerse, leyendo Asesinos de España, de que la maniobra sigue en pie frente a este régimen. No otra cosa significa la explosión revolucionaria de octubre del 34, que es un nuevo episodio para los magnos proyectos destructores del judaísmo internacional y de sus satélites, destinados a esclavizarnos bajo el superestado de Israel, cuyas agencias principales son Moscú y Ginebra. Tampoco se anda Mauricio Karl con paños calientes para señalar a los que él considera los instrumentos cómplices o ciegos de la antipatria. Véanse si no los títulos de algunos capítulos: «Echevarrieta, masón 100 por 100»; «El Lenin español, Largo Caballero»; «Ramón González Peña… y sus ocho millones», «Yo acuso a Manuel Azaña», «La Embajada masónica que vino a España», etcétera, &c. Estas muestras y otras varias que no puedo siquiera comentar aquí, les explicará a ustedes muchas cosas ocurridas antes de octubre, en octubre y después de octubre, en las alta esferas políticas y militares. En cuanto a la impresionante organización de los sindicatos obreros marxistas y revolucionarios, cuyos nombres y cifras publica el autor, confiemos que la táctica cedista logrará disolverlos a tiempo con la lectura de encíclicas pontificias o sermones de algún buen predicador. No obstante, el autor se muestra menos optimista y cree que únicamente el despertar de las fuerzas nacionales y antirrevolucionarias podrá detener a tiempo el desastre que nos amenaza si hallan el brazo justiciero para barrer al enemigo del solar patrio. [11]

¿Nos servirá de experiencia? A juzgar por los síntomas parece dudoso. Leyendo esta obra de Mauricio Karl se ve cómo el enemigo ha venido infiltrándose durante muchos años en las altas esferas sociales. La revolución latente tuvo, durante el último reinado, sus agentes y sus cómplices bien situados estratégicamente para cercar la fortaleza real. Hoy deben pesarle a alguien las inmerecidas atenciones de entonces con supuestos «amigos» como Horacio Echevarrieta y el doctor Marañón, cuyos papeles resaltan, respectivamente, en los pactos humillantes con Abd-el-Krim y en la jornada memorable del 14 de abril. Pero como la tontería humana no tiene límites, vemos a esta misma sociedad hundida tener todavía mayores deferencias con quienes más ayudaron a hundirla.

Con razón se ha dicho que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra.

Alvaro Alcalá Galiano.

[13]

Honda emoción he sentido al colocar esas palabras sinceramente amigas en el atrio de este cuarto libro mío.

Son palabras de un muerto. Vengó en él nuestro Enemigo a cuantos escritores le hirieron con la pluma. Certeramente elegida la víctima propiciatoria, porque Alcalá Galiano era uno de los que con más acierto esgrimía contra él su prosa de acero.

Cayó el caballero y cayó el amigo. Sobre las oraciones mías, que compartirá con tantos seres queridos, le hago un juramento que ha de serle grato en la Mansión Eterna, donde Dios le ha recogido: júrote seguir luchando hasta la muerte contra el Enemigo.

¡Que no me falte tu aliento de Mártir, como a ti no te faltará mí rezo!

* * *

Nunca pedí el «aval» de una firma prestigiosa para dar crédito a la mía desconocida y anónima, sin solvencia en la «bolsa» de los valores políticos y literarios. Y no es que me faltasen verdaderos próceres de las letras como amigos. No solicité prólogo de ellos porque sentía una repugnancia insoslayable a compartir con nadie responsabilidades absolutamente mías. Además, no quería vincular mi libertad a personas y partidos, ni con el dulce lazo de la gratitud, sabiendo yo lo inflexible de mi camino.

Tengo el criterio de que un prólogo, en determinados escritos; establece una consustancialidad política entre patrocinador y patrocinado. Y si he de ser sincero, en aquellos años de mis libros, ¡de qué pocos podía sentirme solidario!… ¿de quién estaría seguro de no tener que discrepar en muy próximo día?… La política ha movido su veleta como loca.

Sólo dos firmas hubiera podido aceptar sin temor; bien seguro de su inmutabilidad. Una hipotética que representara al Ejército, tal como es y yo lo he definido: España en actitud militar; pero esa firma no existía entonces.

También hubiera deseado la del Verbo de la Falange, por ser [14] España en actitud de España; pero la firma del Ausente, que su amistad me hubiera concedido, mi delicadeza me impedía solicitarla. Él era Primo de Rivera, y yo tenía que descubrir la ignota corona del Martirio en la frente de su padre. No quería que mis palabras henchidas de justicias y verdades llevaran la más ligera sombra de gratitudes obligadas. La figura gigantesca del digno padre de tan grandes hijos, más ingente cada día, pues su Victoria marroquí nos salva, debía ser reivindicada, en el instante en que sus asesinos triunfaban, por una voz, humilde, pero desinteresada cual ninguna.

Y he aquí el motivo de que mis obras nacieran huérfanas de prólogo.

Hoy pongo a guisa de tal las palabras de uno de nuestros mártires. Quiero simbolizar así la identidad eterna y absoluta de mi futura obra: ¡Será fiel a los muertos!

* * *

Pocas palabras más, absolutamente necesarias, porque son de recuerdo.

Decía Mauricio Karl:

En 1931… «Un movimiento que no triunfe por sorpresa y haga batallar unas con otras las fuerzas armadas del Estado. En estas circunstancias formarían las fuerzas revolucionarias –anarquistas y comunistas– en el mismo frente que las del actual régimen para luchar contra la reacción; pero vencida ésta, el Gobierno sería aplastado por sus aliados circunstanciales.»

He aquí el triunfo del Comunismo.

En mayo de 1934… «Asturias: Puede asegurarse que de esta provincia se adueñarán el primer día los revolucionarios.»

En julio de 1935… «Hacia la próxima Revolución»…

«Portela ha logrado ORGANIZAR LA DERROTA DEL ESTADO desde dentro del mismo Estado. No era otra la misión sinuosa, cauta y enmascarada, que le encomendó el poder a quien obedece y a quien representa en el Gobierno: la Masonería.»

«Y así triunfará el Comunismo sí se cumple la orden masónica y se entrega a Portela el Gobierno de la Nación.»

«Pero ¿cómo es eso? ¿Podéis dormir? ¿No se turba vuestro [15] sueño? ¿No sentís el ramalazo crudo de la realidad? Pero… ¿no la veis durante vuestro sueño en pesadilla horrible?
 ¡Ahí está, pujante, arrolladora, con el fusil de las cobardías y el cuchillo negro de los rencores! Blasfemando, sucia y desgreñada, como en los días de octubre… Delante de todos, atrevida y loca. Audaz y fuerte. Prende las hogueras y destruye la vida; la fábrica, el taller, la Universidad. Arden calles enteras…
 Los hombres caen asesinados y las madres se mueren de pena. Cayó tu hermana y tu hijo. Tu amigo y tu maestro.
 ¡Las bestias apocalípticas se han cebado en la sangre de los hermanos! Toda la furia, todo el horror, todo el espanto de los fieros instintos, ensombrece la luz del cielo, la luz del buen vivir.
 Te violarán la esposa, matarán a tu padre, secuestrarán a tu hija.
 Te quitarán tu pan y tu vestido. Te asesinarán por la espalda, y otra vez Europa se levantará horrorizada a mirar cómo desaparece España del rango de la Civilización.»

Yo no sé si esto es verdad o lo he soñado… tú dirás, querido lector.

No era un escritor profesional quien escribía. Si tomé la pluma en el año de desgracia de 1931, no fue en busca de unas pesetas o de fama. Ni dinero podían darme los libros en un país donde las celebridades vendían tres mil ejemplares, ni aplausos a quien tenía que ocultarse tras el seudónimo. Además, si se me quiere conceder que debía conocer un poco al Enemigo que atacaba, por muy optimistas que fueran mis cálculos, el riesgo era demasiado grande. Saberse condenado a muerte en cuanto pusiera la palabra «Masonería» en una cuartilla, muerte que vendría por tan diversos caminos… ¡era demasiado!; porque la muerte no tiene compensaciones de esa índole.

¿Sentirse un poco profeta?… ¡pobre vanidad!… y además, absurdo, porque ser profeta en mi tierra…

Yo no lo quise ser, y pedí siempre a Dios que apartara de mí ese inmenso cáliz de amargura.

Porque ya había leído a Papini, mi dilecto Papini, y él me decía…

«El Profeta es el que ve, con el corazón turbado pero con ojo limpio, el mal que reina hoy, el castigo que vendrá mañana, el reino feliz que sucederá al castigo y a la penitencia. [16]
 Voz molesta, voz inoportuna e insistente; odiado por los grandes, mal visto por la chusma, no siempre comprendido tampoco por los discípulos. Como hiena que siente de lejos el hedor de la carroña, como cuervo que grazna siempre el mismo verso, como lobo que aúlla de hambre en los montes, el Profeta, cuando recorre los caminos de Israel, va seguido por la sospecha y la maldición.
 Como todos aquellos que dicen con voz fuerte la verdad, que turban la tranquilidad de los durmientes y rompen la vil paz de los amos, es arrojado como un leproso y perseguido como enemigo. Los Reyes lo toleran apenas, los sacerdotes le hostilizan, los ricos lo detestan.
 Elías tiene que huir ante las iras de Jezabel, que condena a muerte a los Profetas; Amós es desterrado por Amasias, sacerdote de Betel, fuera de Israel; Urias es muerto por orden del rey Joaquín; Isaías es muerto por orden de Manasés; Zacarías es degollado entre el templo y el altar; Jonás es arrojado al mar; y está dispuesta la espada que decapitará a Juan y la cruz de la que penderá Jesús.
 El Profeta es un Acusador, pero los hombres no se confiesan culpables; es un Intercesor, pero los ciegos no quieren que el iluminado les alargue la mano; es un Anunciador, pero los sordos, no oyen sus promesas; es un Salvador, pero los moribundos putrefactos se gozan en su podredumbre y rehúsan el ser salvados. Con todo, la palabra de los Profetas será la que dará perpetuo testimonio en favor del pueblo que los extermina, pero que es capaz de engendrarlos; y la muerte de un Profeta, que será más que todos los Profetas, bastará para expiar todos los delitos de todos los demás pueblos que hozan en el cieno de la tierra».

¡Algo abrumador! Demasiado para unas pobres espaldas humanas; sólo un soplo divino sería capaz de hacer desear tan descomunal carga.

Yo no quise ser «profeta» porque sé que no merezco el premio de su fatal martirio.

¿Que acerté? Sí, por desgracia; pero nada tiene de profético ni extrahumano. El «secreto» se reduce a que tuve la suerte de ver algo en apariencia intrascendente. Sea un ejemplo: Frente a una ecuación algebraica, los que no saben álgebra, sólo operan con los números grandes; desprecian los pequeños, los diminutos exponentes… y claro, se hacen un embrollo. [17]

Algo por el estilo ha sucedido a muchos con la Revolución española. Miraron, contaron y midieron masas, organizaciones y hombres… y les pasó desapercibido su «exponente». Cuando yo me atrevía en 1931 a vaticinar el triunfo del Comunismo en España, muy bien sabía que sus cifras eran ridículas –800 militantes, menos que condes y marqueses–, y sin embargo, no era loco ni agorero al ver en el menguado Comunismo un peligro inmediato y formidable… ¡Era que yo leía el «exponente»! Y ese famoso «exponente» era el «internacional», Rusia, el Komintern, potenciando hasta el infinito a ese exiguo puñado de miserables. Y con la Masonería pasa igualmente; lo importante es saber apreciar su «potencia» internacional, el mandato y el empuje que le llega de allá lejos invisible, soterrado, pero formidable.

Saber valorar el «exponente» en Masonería y Comunismo, y luego, ya apreciada su potencia… multiplicarla por la ignorancia y la estupidez ambiente. Y así, exactamente, obtenía el resultado: el peligro para España.

En este libro, dedicado principalmente al extranjero, intento una visión general del «hecho español», señalando la «técnica» del Komintern y la Masonería para asesinar a España. Del futuro… ya hablaré.

Me he ganado el asesinato por derecho propio; no he dejado de hacer nada contra la Masonería para merecerlo, y cuando Dios ha querido que aún viva, es que todavía debo servir en algo a España.

Sigamos hasta siempre en centinela erguida frente a la Masonería. Es el eterno peligro de España.

Y por ella merece la pena vivir y morir.

el autor.

Obras del mismo autor

El Comunismo en España
(Cuatro ediciones, la última notablemente aumentada.)

El Enemigo: Marxismo, Anarquismo, Masonería
(Cuatro ediciones.)

Asesinos de España: Marxismo, Anarquismo, Masonería
(Segunda parte de «El Enemigo».)

Asesinos de España
(Compendio de los tres libros anteriores. Edición de 100.000 ejemplares, distribuida gratuitamente al Ejército, Guardia civil y Cuerpos de Seguridad y Asalto en 1936, antes del glorioso Movimiento.)

Técnica del Komintern en España

En preparación

Azaña
(Ensayo biográfico y psicosexual del monstruo.)

gbs