Filosofía en español 
Filosofía en español

cubierta del libro M. F. Alvar

La gran obra internacional de la Sociedad de las Naciones

Palabras de D. Salvador de Madariaga

[ cubierta de Mauricio Amster Cats ]

J. M. Yagües, Editor. Madrid 1936, 120×190 mm, 184 páginas.

[cubierta] “M. F. Alvar | La gran obra de la Sociedad de Naciones | Palabras de D. Salvador de Madariaga” (firma la cubierta: “Mauricio Amster”). [lomo] “M. F. Alvar | La gran obra internacional de la Sociedad de las Naciones | J. M. Yagües | Editor | Madrid”. [1] “La gran obra internacional de la Sociedad de las Naciones”. [2] Obras del mismo autor. [3] “M. F. Alvar | La gran obra internacional de la Sociedad de las Naciones | Palabras de D. Salvador de Madariaga | J. M. Yagües, Editor | Madrid”. [4] “Talleres gráficos Marsiega. Avda. Menéndez Pelayo, 12. Madrid.” [5-9] “Palabras de don Salvador de Madariaga“. [11-13] “Justificación preliminar“. [15-182] texto. [183] Tabla de materias. [184] “Terminóse de imprimir este libro el día 22 de febrero de 1936, en los talleres gráficos ‘Marsiega’, de Madrid, Menéndez Pelayo, 12.” [contracubierta] “Precio cuatro pesetas. Impreso en España.”

Manuel Fernández Álvarez (1897-1936), periodista, maestro nacional e ingeniero electricista por la Escuela Técnica de Cinematografía de París (en junio de 1932 aparece su novedoso, completo y minucioso manual Técnica cinematográfica moderna, J. M. Yagües - Editor, Madrid, 551 páginas, y en septiembre de 1932 recibe una pensión para ampliar estudios de cinematografía en el extranjero durante un año), es enviado, como redactor del periódico Heraldo de Madrid, a cubrir distintos acontecimientos en el extranjero.

«Si quiere comprender el grave momento internacional lea La gran obra de la Sociedad de Naciones. El Pacto, los Tratados vigentes, el sistema de seguridad colectiva, &c. Por M. F. Alvar. En venta en todas las librerías y en J. M. Yagües, Barquillo, 3.» (Heraldo de Madrid, martes, 10 de marzo de 1936, pág. 10.)

Manuel Fernández Álvarez«Un libro de Alvar: La actualidad internacional de España. Con la tinta fresca todavía y cuando aún no ha sido expuesto en los anaqueles de las librerías, llega a mis manos la última obra de Manuel Alvar La actualidad internacional de España. La intimidad que me une a Manolo Alvar, el valor positivo, que, reconozco y admiro, en su intensa labor de periodista especializado en asuntos internacionales y el sugestivo tema de su nuevo libro, obligáronme a la lectura de éste. No he gastado el tiempo en balde. El libro de Alvar me ha enseñado muchas cosas que yo desconocía. Y hago esta declaración sinceramente, sin que a ella me muevan la camaradería y esa obligación que se tiene por inexcusable entre los que componemos la cofradía del periodismo. Manuel Alvar es ya firma cuajada en el mundillo de los periodistas internacionales. Sus crónicas de Moscú, de Ginebra, de París, &c., aparecidas en HERALDO DE MADRID y otros periódicos y revistas le han dado carta consagratoria, avalada por ilustres personalidades de la política de todo el Mundo. Manuel Alvar ha sido el único periodista español que consiguió interviuvar a Lenin, con el que sostuvo una conversación de dos horas y que reprodujo la Prensa de veinte países. Ha interviuvado a Kropotkine, Kalinin, Trotski, Vorochilow, Yugorow, Litvinoff, Bujarin, Benés, Massaryck, Titulesco, Kemal Ataturk, Condylis, Gomboes, Goering, Herriot, Daladier, Boncour... Es el autor del primer reportaje hecho por un periodista europeo sobre la revolución rusa, que mereció la traducción a siete idiomas y fué publicado en veinte países, allá en el año 1920, cuando todavía era para el mundo civilizado un enigma amedrentador el “ensayo” comunista... Alvar es el autor, en fin, diremos –pues de todos es conocida su intensa y extensa labor informativa y reporteril–, como corresponsal en Alemania de HERALDO y “El Liberal”, en la cual resalta las crónicas sobre los campos de concentración alemanes –el primero que trató esta cuestión– su vibrante trabajo acerca del proceso Dimitroff y de varios artículos alrededor de la antirrevolución austríaca que sugirieron un comentario exaltado al ilustre D. Roberto Castrovido... Y últimamente las oportunas crónicas sobre la consulta inglesa de ayuda mutua en el Mediterráneo que determinaron la nota de España. El libro recién aparecido de Manuel Alvar tenía que ser, pues, interesante. Tenía que serlo y lo es. […] Cree Manuel Alvar que este primer ensayo de internacionalismo gubernamental y sus resultados positivos constituyen la negación rotunda del nacionalismo totalitario y exclusivista. […] El libro de Manolo Alvar divulga todo lo que es y lo que puede ser la S.D.N. Ningún libro tan a propósito, pues, para ser dado a las masas y para ser leído a la juventud que se forma en los centros de enseñanza.– Criado y Romero.» (Heraldo de Madrid, miércoles, 11 de marzo de 1936, págs. 16 y 2.)


Tabla de materias

I
¿Qué es la Sociedad de las Naciones?, 15
Fines de la Sociedad de las Naciones, 19
Régimen de mandatos y minorías, 31
Tratados y acuerdos políticos, 43
Discordias políticas, 51

II
La organización de la Sociedad de las Naciones, 64
Tribunal Permanente de Justicia Internacional, 77
La Organización Internacional del Trabajo, 80

III
La gran obra técnica de la Sociedad de las Naciones, 91
La cooperación intelectual internacional, 109

IV
Análisis del conflicto italo-etíope, 116
Antecedentes del desacuerdo, 116
Iniciación y desarrollo del conflicto, 123
Aplicación de los preceptos del Pacto, 133
Situación actual, 140

V
El nuevo Palacio de las Naciones, 159
Texto del Pacto, 166

[M. F. Alvar, La gran obra internacional de la Sociedad de las Naciones, Madrid 1936, página 183.]

Palabras de don Salvador de Madariaga *

Estamos todavía en la convalecencia de una guerra en que millones de cristianos se dedicaron durante miles de días a cometer millones de asesinatos. Y no quedan aquí las cosas, pues el asesinato, aun por millones, cuando se comete como tal asesinato y por asesinos, lleva dentro de su carne podrida un corazón asqueado de sí, una simiente de arrepentimiento y una flor de esperanza. Pero los millones de asesinatos de la guerra se cometieron, no como asesinatos ni por asesinos, sino como acciones heroicas por la flor de la humanidad. Los impulsos más nobles del corazón, los métodos más perfectos y los principios más altos de la inteligencia se pusieron humildemente a su servicio y, por una trágica inversión de su ser esencial, hemos visto a la humanidad echar las perlas más puras de su espíritu a los más inmundos puercos de su carne. Aquel caos pasó, pero ha dejado una estela de caos en el mundo.

Mientras las naciones aplastaban a los hombres, resucitaba el género humano. El antiguo ideal de una Cristiandad unificada volvió a nosotros ampliado y rejuvenecido. Ya no limitado a Europa ni a la fe cristiana, brillaba por vez primera con toda su universalidad intrínseca que los espíritus esclavos del dogma no habían podido inspirarle en otras épocas. Nació un ser viviente, porque venía lleno de espíritu, y este espíritu había flotado durante siglos sobre los campos de batalla de Europa esperando su hora. Tuvo que esperar hasta que la materia estuviese en disposición de recibirle. Su universalidad intrínseca requería un mundo apto a la universalidad, y este mundo universal no era posible hasta que la ingeniosidad de los hombres hubiera provisto los medios necesarios para que la persona y la inteligencia del hombre viajasen con mayor libertad que en el pasado: más libres de los frenos materiales contra el movimiento, más libres de los obstáculos dogmáticos contra el pensamiento. Y observemos que el principio del nuevo Pacto es universal. Su virtud no queda destruida, ni quizá debilitada por el hecho de que algunas naciones se hayan negado a someterse a la ley. La Sociedad de los Naciones, como asociación de Gobiernos, no es todavía universal; la Sociedad de las Naciones, como principio y símbolo de la conciencia unificada del género humano, es un hecho y, por consiguiente, es universal. Los principios éticos que forman la base del Pacto son ya demasiado fuertes para que nación alguna pueda abjurar de ellos. Pueden faltar a ellos, pero también faltan a ellos en modo más o menos grave miembros oficiales de la Sociedad. La violación de uno o más de los diez mandamientos no hace que un cristiano deje de serlo; es más, los viola precisamente porque es cristiano, aunque mal cristiano{1}.

Hay en todo el Pacto una unidad esencial, cuyo origen es la organización jurídica que lo concibió. Pero hay una unidad aun más importante y más profunda: la del espíritu que la ha inspirado. En mi opinión, hemos cometido el error grave de buscar el desarrollo del Pacto en el exterior, de provocar un follaje espléndido de interpretaciones, que muchas veces constituían atenuaciones, gastando la savia del Pacto en el aspecto exterior y en posibles prolongaciones, en vez de limitar estrictamente estos textos, a fin de que la savia siga el curso del tronco hasta llegar a la profundidad de la tierra y de la conciencia de los hombres y de las naciones. Con reforzar la vitalidad del Pacto en la conciencia de los pueblos, y no con debilitarlo por un follaje de interpretaciones que obscurecen su luz, lograremos poner fin a la guerra y afianzar la paz.

Sería útil tal vez volver otra vez al Pacto mismo, aunque no fuese más que con un pequeño convenio de un solo artículo, que estableciera que las Altas partes contratantes están de acuerdo para reconocer que el Pacto quiere decir lo que dice. Pero lo dice, y exige actuar en consecuencia.

Un primer ejemplo que se ofrece de la gravedad de este fenómeno es el de la comparación de los resultados obtenidos por el Pacto de la Sociedad de las Naciones y del Pacto de París, con los que eran de esperar de esta tan fecunda combinación. Me limitaré a decir –y no creo que haya nadie que lo niegue– que la combinación del Pacto de la Sociedad de las Naciones con el Pacto de París para los miembros de la Sociedad de las Naciones implica que la neutralidad ha muerto.

Ya no existe la neutralidad.

Ahora bien, si ya no hay neutralidad, ¿por qué pensamos aún en ella y por qué buscamos una definición de las leyes de la guerra para defender la ley de los neutrales? […]

Hemos puesto la guerra fuera de la ley. ¿Por qué estudiar entonces las leyes de la guerra? Hemos matado la neutralidad. ¿Por qué estudiar entonces las leyes de los neutrales? Es como si buscásemos las leyes de lo ilegal para definir los derechos de gentes que no existen. Pero, se dirá, existen Estados que no son miembros de la Sociedad de las Naciones. De acuerdo; aquí la dificultad es grande; pero creo que tenemos todo interés en esclarecerla y definirla. […]

Sé bien que suele alegarse que la garantía de la neutralidad es la garantía del «statu quo»; pero debo confesar que nunca he comprendido muy bien este argumento. ¿Qué se quiere decir con esto? ¿Quiere decirse que no se debe garantizar el «statu quo» para dejar la posibilidad de una guerra, a fin de cambiarlo? En este caso, nadie podría estar aquí de acuerdo con este argumento, porque la guerra no puede ser legítima ni aun para cambiar el «statu quo».

¿Quiere decirse que por haber desarmado ya no podrá cambiarse el «statu quo»? Pero el «statu quo» no es permanente. Ningún «statu quo» es permanente. La vida no respetará jamás las fronteras erizadas de ametralladoras, ni los pactos amontonados en escritos de papel sellado. La vida reclamará sus derechos. Tenemos aquí el derecho y el deber de poner nuestra confianza en los hombres de Estado y en las naciones más directamente interesadas, para esperar que, el día y la hora en que pueda cambiarse el «statu quo» con utilidad para Europa y el mundo entero por medios pacíficos, así se hará. Pero, en todo caso, sea esto cierto o no, es absolutamente inadmisible que nos digan que el «statu quo» pueda o deba cambiarse por la guerra.

La guerra es en adelante imposible para los países civilizados. Este argumento, por lo tanto, debe ser excluido de nuestras discusiones.

Si lo menciono, sin embargo, es porque me parece que el Pacto de la Sociedad de las Naciones, siendo precisamente en su fondo, en Derecho Internacional, profundamente revolucionario, es reaccionario en su vocabulario. Ha progresado tanto en sus ideas, que ha alcanzado y rebasado la forma de que disponía para expresarlas. Tanto es así, que encontramos en el Pacto frases y palabras ya fósiles o en desuso, como esas formas pasadas e inútiles que arrastra la biología, como la pezuña del caballo o la espada del académico.

Es el caso del artículo 16, por ejemplo, donde se dice que «el Estado que infringe el Pacto comete un acto de guerra contra los miembros de la Sociedad de las Naciones». ¡No! No comete un acto de guerra, porque la guerra se parece al duelo. Y el duelo sólo puede tener lugar entre gente honrada, y el Estado que infringe el Pacto deja de ser comparable a un hombre honrado. La Sociedad de las Naciones debe emprender un estudio serio para saber si un Estado que infringe el Pacto puede conservar los derechos del beligerante. Es éste un problema concreto de Derecho Internacional nuevo, que sería útil que estudiase la Sociedad de las Naciones. En lo que me atañe, me parece ilícito que un país que ha violado y roto sus compromisos pueda reclamar derechos de beligerante. Debemos, a mi parecer, orientar nuestra labor hacia la creación de un Derecho Internacional nuevo, que exige la revolución llevada a cabo en las normas internacionales por el Pacto de la Sociedad de las Naciones. […]

Los unos dicen que la Sociedad de las Naciones fracasa porque no se limita a su papel, que debiera ser técnico, humanitario y social, dejando la política a la vieja diplomacia. Los otros dicen que la Sociedad de las Naciones fracasa porque pierde el tiempo ocupándose en cuestiones secundarias, técnicas, humanitarias y sociales, y deja de lado su verdadera labor, que es la política.

Pues bien, señores, nosotros creemos que la Sociedad de las Naciones debe ocuparse de todo; y así como creemos que no hay que limitar su actividad, sea a las cuestiones políticas, sea a las cuestiones humanitarias, técnicas y sociales, sino extenderla a todas las formas de vida de la humanidad organizada, así creemos que es un error querer confinarla en tal o cual Continente, y que es por necesidad universal. La Sociedad de las Naciones debe, pues, ocuparse de todo y en todo lugar.

——

* De un discurso y una conferencia pronunciados ante la Asamblea de la S. D. N. y Unión Internacional de Estudiantes.

{1} De entonces acá no han faltado casos en que puede discutirse si ha habido violación del Pacto por tal o cual nación; pero subsistente el hecho de que aun las naciones cuya conducta se pone así en entredicho, mantienen su adhesión oficial a los principios del Pacto.

[M. F. Alvar, La gran obra internacional de la Sociedad de las Naciones, Madrid 1936, páginas 5-9.]

Justificación preliminar

En mis últimos viajes profesionales a Ginebra, las charlas sostenidas con D. Salvador de Madariaga, presidente de la Delegación española, me sugirieron la recopilación contenida en estas páginas: el examen de las finalidades, organización y obra de la Sociedad de las Naciones –precursora de la Sociedad de los Pueblos–, nuevo mecanismo de la paz del Mundo. Y un análisis del aspecto diplomático del conflicto italo-etíope y sus repercusiones en la política internacional de España.

Para ello me he servido ampliamente de la documentación puesta en mis manos por D. José Plá y D. Javier Bueno, que actúan brillantemente en la Sección de Información de la S. D. N. y en la O. I. T., respectivamente.

No será necesario advertir que nos ocuparemos de la S. D. N. no como de una organización definitiva, sino como de una institución indispensable para eliminar los numerosos peligros que amenazan la paz universal y para facilitar las múltiples y complejas relaciones de los pueblos.

Este primer ensayo de internacionalismo gubernamental y sus resultados positivos, constituyen la negación rotunda del nacionalismo totalitario y exclusivista. Patentiza con hechos elocuentes la interdependencia política y económica de todas las naciones. Incluso las no adheridas se ven obligadas a colaborar directamente con la S. D. N. o en diversos organismos anejos.

La Sociedad de las Naciones, en el conflicto italo-abisinio, se ha revelado capaz de afrontar las situaciones más delicadas. Gracias a su actuación, conciliante y enérgica a la vez para lograr el respeto de los principios del Pacto, hemos podido hacer la economía de una guerra gravísima. La institución ginebrina saldrá consolidada de tan difícil prueba y veremos cómo en lo sucesivo no se impondrá a los Estados débiles la ley de los poderosos. Los perpetuos enemigos de la paz, los que sueñan con realizar sus ambiciones por medio de las armas, habrán de tener presente que un nuevo y decisivo factor interviene en las contiendas internacionales.

Es por instinto de conservación que las naciones se agrupan en torno de la S. D. N. Si prosperase el principio de la ruptura unilateral de los compromisos libremente contraídos, si de nuevo se impusiese la concepción germánica del “chiffon de papier” , no habría seguridad ni siquiera para los grandes países, siempre a merced de una acción emprendida por una coalición más poderosa o audaz. La solidaridad internacional con Etiopía representa la prima del seguro que hemos concertado a fin de preservarnos contra la agresión de las naciones fuertes. Al suscribir el Pacto renunciamos al principio caduco de la neutralidad para incorporarnos al nuevo sistema de la paz, para asociarnos a las decisiones comunes adoptadas en Ginebra. Hoy día, ni siquiera Suiza puede conservar su posición ancestral de Estado neutro. La paz, indivisible, y la seguridad colectiva, su corolario inevitable, están centradas en el “Convenant” y completadas por los pactos regionales.

La política exterior de todas las naciones, grandes o pequeñas, Miembros de la Liga, se asienta sobre el principio de renunciación a la guerra y en la acción colectiva para el mantenimiento de la paz.

¿Existe alguna de entre ellas susceptible de considerar que sus intereses no están basados en la asistencia que la acción colectiva habría de asegurarle en caso de agresión?

La moral internacional de hoy se traduce en esta frase: “Imposibilidad de violar impunemente el Pacto.” Ese es el verdadero concepto de la seguridad colectiva, condición esencial de la paz, en la cual participa España.

Nuestra línea internacional se halla inexorablemente señalada en el Pacto. Lo demás es ganas de perder el tiempo, le pretender engañar a las masas ingenuas o de justificar las conciencias vacilantes. Aceptemos gallardamente las responsabilidades.

Hace falta que la Sociedad de las Naciones sea divulgada entre las masas, que su estudio se inscriba en los programas escolares al lado de las instituciones fundamentales de la actividad nacional.

A esa finalidad pretendemos contribuir con este trabajo.

M. F. Alvar.

[M. F. Alvar, La gran obra internacional de la Sociedad de las Naciones, Madrid 1936, páginas 11-13.]

¿Qué es la Sociedad de Naciones?

Nacimiento de la Sociedad de las Naciones

El 8 de enero de 1918 el presidente Wilson, en un mensaje famoso, formuló los “14 puntos” que sirvieron de base para la elaboración de la paz mundial.

En el punto 14 está el germen de la futura Sociedad de las Naciones:

“… A base de pactos específicos debe constituirse una Asociación general de naciones, a fin de crear garantías mutuas para la independencia política y la integridad territorial de todos los Estados, sean grandes o pequeños.”

Un año después, el 25 de enero de 1919, la Conferencia de la Paz decidió la organización de una sociedad de naciones, y el 27 se nombró una comisión para preparar un proyecto de pacto.

El 28 de abril de 1919, ese proyecto fue adoptado por la Conferencia de la Paz a la unanimidad y a propuesta del presidente Wilson.

Mapa mundi de la S. D. N.
mapa página 17

Estados afiliados

Constituían la Sociedad de las Naciones el 10 de enero, fecha de entrada en vigor del Tratado de Paz de Versalles y del Pacto de la S. D. N.:

África del Sur, Argentina, Australia, Bélgica, Bolivia, Canadá, Checoeslovaquia, Chile, España, Francia, Inglaterra, Guatemala, India, Italia, Nueva Zelanda, Paraguay, Irán, Polonia, Siam y Uruguay.

Luego se adhirieron desde el 12 de enero hasta el 17 de diciembre de 1920, fecha de la primera Asamblea: Venezuela, Brasil, Colombia, Grecia, Noruega, Cuba, Dinamarca, Suiza, Holanda, Perú, Suecia, Salvador, Japón, Portugal, Yugoeslavia, Haití, Liberia, China, Rumania, Honduras, Nicaragua y Panamá y Méjico.

Austria, Bulgaria, Costa Rica, Finlandia, Luxemburgo y Albania se asociaron a finales del mismo año. Estonia, Letonia y Lituania en 1921. Hungría en 1922. Irlanda y ETIOPIA en 1923. República Dominicana en 1924. Alemania el 8 de setiembre de 1926. Méjico en 1931. Turquía e Irak en 1932. Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Afganistán y Ecuador en 1934.

Dimisiones y ausencias

El Brasil se retiró el 13 de julio de 1928.

El Japón lo hizo el 27 de marzo de 1935.

Costa Rica dejó de pagar el 1 de enero de 1927.

Alemania hizo definitiva su retirada el 14 de octubre de 1935.

Dimisionaron, pero volvieron a reintegrarse a la S. D. N. Méjico, Argentina y España.

Colombia declaró que su adhesión no significaba “ipso facto” el reconocimiento de la República de Panamá. Suiza hizo una declaración aceptando los deberes de solidaridad y el Consejo reconoció su neutralidad perpetua y la garantía de inviolabilidad de su territorio.

Los Estados Unidos no ratificaron ninguno le los tratados en que se incluye el Pacto de la Sociedad de las Naciones y no forman parte de ella. Sin embargo, mantienen relaciones, oficiosas y envían “observadores” cuando se tratan asuntos importantes. En 1934 ingresaron en la Oficina Internacional del Trabajo.

También están fuera de la Sociedad de las Naciones: Andorra, San Marino, Mónaco, Liechtenstein, La Ciudad del Vaticano, Islandia, Dantzig, Hedjaz, Egipto, Yemén y Filipinas.

Pertenecen a la S. D. N. 58 Estados, con una superficie de 80 millones de kilómetros cuadrados y 1.500 millones de habitantes.

Los Estados ausentes representan 360 millones de habitantes y una extensión territorial de 27 millones de kilómetros cuadrados, aproximadamente.

[M. F. Alvar, La gran obra internacional de la Sociedad de las Naciones, Madrid 1936, páginas 15-18.]

La cooperación intelectual internacional

¿Cómo está organizada?

Forman la Organización los siguientes organismos:

Comisión Internacional de Cooperación intelectual.

Diversos Comités (Artes y letras, consultivo para la enseñanza de la Sociedad de las Naciones, de directores de enseñanza superior, de peritos bibliotecarios y archiveros).

Las Instituciones especiales:

Instituto Internacional de Cooperación intelectual.

Instituto Internacional de Cinematografía.

Instituto Internacional para la Unificación del Derecho privado.

Las Comisiones nacionales de cooperación intelectual existen en 40 países.

Finalidad

La Organización de la cooperación intelectual tiene como finalidad fundamental el desarrollo de la colaboración de los pueblos en todos los dominios del espíritu, para asegurar la salvaguardia de la paz por medio de la cordialidad internacional.

Resumiremos los varios aspectos de su actividad:

Estudio científico de las relaciones internacionales, conferencias anuales con esta finalidad.

Conversaciones y cambio, de correspondencia, a las cuales son invitados los especialistas de diferentes ramas de investigación científica o de producción artística. Hasta ahora se ha tratado del porvenir de la cultura y del espíritu europeo, las artes contemporáneas y la realidad, el arte y el Estado.

Publicación de la bibliografía de las traducciones hechas en diferentes lenguas.

Colección iberoamericana de las obras clásicas traducidas al francés.

Estudio de las artes populares y del lugar que ocupan o deberían ocupar en el asueto de los obreros. Protección del patrimonio artístico de diversos Estados, repatriación de las obras de arte sustraídas a los fondos artísticos nacionales.

Fomento de la enseñanza en sus grados elemental y medio con vistas a un mejor conocimiento de los demás países y de los problemas internacionales. Establecimiento de contacto entre los directores de los Museos pedagógicos y de instrucción primaria para estudiar problemas comunes. Reuniones anuales de directores de la instrucción superior para la organización de Institutos de investigación y universidades. Revisión de manuales escolares con el fin de suprimir toda inexactitud o comentarios injustos para otros países. Enlace de las asociaciones internacionales de estudiantes para facilitar los canjes universitarios e intercambio de juventud escolar. Radiodifusión escolar.

Colaboración entre los Museos y colecciones científicas, coordinación de ciertas terminologías técnicas de bibliotecas y archivos.

Protección adecuada de los inventores e investigadores científicos, de los derechos de autor, de la propiedad artística y literaria en todas sus formas. La música y la poesía desde el punto de vista internacional.

Reorganización de la instrucción pública en China, envío de misiones con ese objeto.

Enseñanza a la juventud de las finalidades de la Sociedad de las Naciones y de las relaciones internacionales en general.

Estudio desde el punto de vista nacional e internacional de los grandes medios modernos de difusión: prensa, radiodifusión, cinematografía.

Asimismo acordó, en 1935, contribuir a la realización de la colección etnográfica e histórica sobre los orígenes de la civilización americana, cuya publicación había pedido el Delegado de la República Argentina.

El Comité ejecutivo de la Comisión Internacional de Cooperación intelectual de la Sociedad de las Naciones, en el período comprendido entre las reuniones vigila la realización de las decisiones y el progreso de los trabajos.

Los Institutos especiales

El Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, fundado por el Gobierno francés en 1926, constituye el órgano ejecutivo de la Organización de cooperación intelectual, se ocupa de temas literarios, científicos, artísticos, de los derechos intelectuales y de la enseñanza. Su programa de trabajo es trazado por la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual.

Los recursos financieros del Instituto provienen de subvenciones de los Estados, principalmente del Gobierno francés, donativos de particulares e instituciones de carácter privado.

Sus funcionarios proceden de varios países; 45 Estados mantienen delegados en ese Instituto.

Todos los años su Consejo de Administración presenta una Memoria sobre sus actividades al Consejo de la Sociedad de las Naciones, al Gobierno francés y a todos los Miembros de la Sociedad.

Instituto Internacional del Cinematógrafo Educativo, creado por el Gobierno italiano en 1928, a fin de fomentar la producción de películas docentes y su difusión y canje, y ocuparse de cuantos problemas se relacionen con la utilización del cine como agente de cultura y educación, se halla a disposición de la Sociedad de las Naciones.

Los recursos del Instituto proceden especialmente de la subvención acordada por el Estado italiano. Anualmente envía un informe sobre su actividad al Consejo de la Sociedad de las Naciones. A éste incumbe el nombrar los 11 vocales del Consejo de Administración del Instituto; de los tres Miembros de la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual, uno de ellos obligatoriamente italiano debe ocupar el puesto de presidente.

En 1933 concertó un convenio con objeto de permitir la circulación internacional de películas docentes, que servirá para darlas a conocer y facilitar su transporte y proyección en los establecimientos de enseñanza y cinematográficos. El Instituto publicará y distribuirá por todos los países un catálogo de tales películas.

En 1934 organizó un Congreso internacional del cinematógrafo, de enseñanza y de educación.

Instituto Internacional para la Unificación del Derecho Privado, fundado por el Gobierno italiano en 1926, para estudiar los medios de armonizar y coordinar el Derecho privado entre los Estados, para preparar gradualmente la adopción por éstos de una legislación uniforme.

Actúa bajo la dirección de la Sociedad de las Naciones, en relación con los trabajos de la Comisión Intelectual, Oficina Internacional del Trabajo y de los organismos técnicos de la Sociedad.

Oficinas Internacionales

En virtud del artículo 24, se hallan colocadas bajo la autoridad de la Sociedad de las Naciones, seis Oficinas internacionales:

La Comisión Internacional de Navegación Aérea.

La Oficina Hidrográfica Internacional.

La Oficina Internacional para la intervención del comercio de bebidas espirituosas en África.

La Oficina Internacional de Información y Estudio para la ayuda a los extranjeros.

La Oficina Nansen, para los refugiados.

La Oficina Internacional de exposiciones.

Según el artículo 25, la Cruz Roja Internacional y la Unión Internacional de Socorros, están bajo la protección de la Sociedad de las Naciones.

Comunicaciones en tiempo de crisis

La Asamblea de 1925 confirmó que los Estados Miembros de la Sociedad tienen la obligación de facilitar, por cuantos medios estén a su alcance, las comunicaciones en todas sus formas con la Sociedad, en tiempo de crisis, cuestión ésta que, como se comprenderá, reviste la más alta importancia política.

Como consecuencia de las negociaciones entabladas por el Secretario general con los Estados Miembros de la Sociedad, un gran número de ellos se ha mostrado dispuesto a otorgar facilidades a los vehículos automóviles y aeronaves que efectúen transportes importantes para el funcionamiento de la Sociedad.

La estación Radio-Naciones, explotada en tiempo normal por la Sociedad Radio-Suiza, pasará sin demora, en tiempo de crisis, bajo la gestión exclusiva de la Sociedad de las Naciones. En tal caso, ésta tomará posesión del conjunto de la instalación, incluso la transmisora de ondas largas perteneciente en la actualidad a la Sociedad Radio-Suiza. Durante el período de crisis, el personal de la estación quedará a la disposición del Secretario general y será considerado como de la Sociedad de las Naciones. Gracias a "Radio Naciones", los Gobiernos han podido conocer inmediatamente los textos del conflicto italo-etíope.

Las comunicaciones telefónicas hállanse aseguradas con todos los países de Europa, salvo Albania; además, es posible comunicar con 29 países extraeuropeos.

[M. F. Alvar, La gran obra internacional de la Sociedad de las Naciones, Madrid 1936, páginas 109-115.]

Obras del mismo autor

Técnica cinematográfica moderna (500 páginas, 200 grabados y fotoplanas). Editor, J. M. Yagües. Pesetas, 30.

Escrita en francés: Nicolás Romanoff.

Próximamente:
Cinematografía educativa.

En preparación:
Turquía de hoy.
La gran revolución de la técnica.
Diplomacia podrida, vergüenza de la República.

[M. F. Alvar, La gran obra internacional de la Sociedad de las Naciones, Madrid 1936, página 2.]

gbs