Filosofía en español 
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Filosofía de la Eucaristía

por Juan Vázquez de Mella

EUGENIO SUBIRANA, Editor pontificio
Puertaferrisa, 14 – BARCELONA – 1928

Imprimatur. Barcinone, 1 Decembris 1927.
JOSEPH, Episcopus Barcinonensis.
  De mandato Excmi. Dni. Episcopi,
Dr. Franciscus M.ª Ortega de la Lorena,
  Secretarius Cancellarius.

Es propiedad
Copyright 1928 by
Eugenio Subirana
29990

 

Índice

Prólogo, del P. Miguélez (Escorial, 18 de junio de 1927), 7

Declaración del Autor, 13

La aprobación y felicitación del Cardenal Primado, Arzobispo de Toledo, 15

I. Investigación filosófica sobre la substancia

El cambio y la ley de permanencia, 17

Aplicación de la ley de permanencia y del hecho del cambio. – Las tres teorías de la substancia, 19

El número de las substancias, 23

El ser sobresubstancial. – Nueva prueba de la existencia de Dios, 26

El origen de las substancias. La creación, 28

II. Consecuencias de la creación

Dominio del Creador sobre las substancias. – Relaciones de las substancias entre sí y con los accidentes, 31

Inherencia de los accidentes. – Teoría dinámica del accidente. – La separación de los accidentes, 34

Si puede existir la substancia desnuda de accidentes, 37

III. La conversión de las substancias

Análisis de la conversión. – Las conversiones naturales y sus leyes, 43

Si es posible la conversión sobrenatural. – Diferencias de las naturales. – Hipótesis falsas, 46

Tres axiomas teológicos que sirven de norma a la conversión sobrenatural, 50

La conversión total y la teoría hilomórfica, 53

IV. El dogma

Exposición de Santo Tomás. – Su método y su doctrina, 59

Diferencias entre las dos conversiones, 63

Explicación de las locuciones corrientes, 64

En la conversión sobrenatural no queda nada de la substancia inferior, 66

El dogma formulado en el Concilio de Trento. – Un trilema. – La doble sustitución, 68

Transubstanciación, explicaciones y consecuencias del concepto, 72

Relación entre los accidentes separados y el Cuerpo de Cristo, 77

V. Relaciones sobrenaturales de la naturaleza humana con el Verbo

Fundamento de nuevos prodigios, 81

La primacía universal de Cristo en la teología positiva, 89

La ubicuidad relativa y participada, 92

Las imágenes que la reflejan como un efecto supramaterial que prueba la espiritualidad del alma, demuestran la multilocación, 95

Relaciones que ignoramos, pero que deben existir entre la esencia de la materia y la omnisciencia de Dios, 101

Pruebas generales
Prueba filosófica

Las síntesis humanas y la síntesis divina, 111

La Eucaristía síntesis suprema, 116

Prueba filosófico-teológica

La Eucaristía como fin del universo. – El único culto digno de Dios, 119

La síntesis eucarística y el valor del sacrificio, 123

Prueba psicológica

La Eucaristía en nosotros. – El hecho psicológico y su causa, 129

Prueba histórica

La Eucaristía en la historia. – La Comunión pagana, 135

La institución de la Eucaristía. – Las nuevas pruebas de la creencia en el hecho y la demostración histórica, 142
 

Epilogo, 156

A Cristo sacramentado, 157

Notas

La causa, el accidente y las categorías, 159

La conversión sobrenatural, 163

Milagros eucarísticos, 164

El fin de la Encarnación y la Dogmática de Santo Tomás, 165
 

Índice, 169

Del mismo autor, 173

Prólogo

Muchos prelados insignes y teólogos eminentes que han visto antes que yo este jugoso libro del Sr. Mella, Filosofía de la Eucaristía, hubieran aceptado gustosos cualquier indicación de su autor para prologarle, convencidos de que no sólo no hay nada en él que contravenga en lo más mínimo al dogma y a la moral, sino que debe cuanto antes publicarse, por ser utilísimo y provechoso para todos, así católicos, como protestantes y disidentes de nuestras adorables creencias. Pero el Sr. Mella, sin saber por qué, se ha obstinado amigablemente en que sea yo el prologuista, y es preciso complacerle. ¡Genialidades de los grandes hombres que se hacen más pequeños por el cariño, cuanto mayores son por el talento!

Y ahora me alegro de la ocurrencia, porque me da motivo para manifestar algunas cosillas que, de otro modo, quedarían sepultadas en lo más hondo del tintero.

Sea la primera, el decir que este libro es fiel cumplimiento de una promesa hecha por el autor en el Sanatorio, un día memorable para él y para cuantos le amamos de verdad. Acababan de hacerle una grave operación quirúrgica los eminentísimos y a la vez bondadosísimos y simpatiquísimos doctores militares Gómez Ulla y Herrer, con el éxito más satisfactorio que podía esperarse, y más en un diabético, pareciendo a todos sorprendente y admirable dicho resultado.

Después de administrarle la Sagrada Comunión (que recibió con íntimo recogimiento), quise exhortarle a dar gracias a Jesucristo, no sólo por el acierto que había puesto en el pulso y bisturí de los médicos, sino también por los beneficios inmensos que en toda su vida y a manos llenas le había prodigado, aun en medio de sus muchas amarguras y tribulaciones. ¡En buena hora lo hice! El exhortado más bien fuí yo. Su lengua rompió en un himno tan elocuente como ardoroso de alabanza y adoración, que jamás olvidaré. No hablaba él, sino Jesucristo en él. Sólo me atreví a suplicarle que, al regresar a su casa, y salvo, fuese poniendo por escrito aquellas ideas que a mí entonces me parecían nuevas por venir envueltas entre relámpagos de Thabor, que no otro sino el mismo Jesucristo le había, sin duda, inspirado y continuaría inspirándole en sucesivas comuniones, a las cuales le animé. Me lo prometió, y quiero recordar que casi me lo juró, impelido por mi desconfianza y recelo de que cumpliese tal promesa, por lo alcanzado que anda siempre de tiempo y quietud, tan necesarios para el trabajo intelectual.

Don Juan Vázquez de Mella ha cumplido, pues, su palabra, promesa, juramento o lo que fuese. Hasta su salud parece haber mejorado en ciento, y más con el régimen y trabajo metódicos. La verdad es que este nuevo régimen... de vida, le ha dado más vida y vigor que el antiguo. Sépanlo las incontables personas que tanto se han interesado por su salud, desde el Rey abajo, en todas las clases sociales; porque España, hoy por hoy, no tiene más que un Mella que, con el poeta y Zorrilla, pudiera muy bien repetir:

Cristiano y español, con fe y sin miedo
Canto mi Religión, mi Patria canto.

Y si antes cantó, de la manera que todos sabemos, a esa Patria y a esa Religión de sus amores, ahora canta de un modo especialísimo al que es cifra, compendio y resumen divino de la única Religión y verdadera Patria, al Rey inmortal de los siglos, Jesucristo Sacramentado; sin el cual nada puede explicarse satisfactoriamente en los cielos ni en la tierra.

Y lo canta, repito, de un modo especial; a la manera española, con las galas y arreos de la elocuencia castellana, en que es Mella maestro consumado, llevando por escolta real (sin el menor tropiezo en los términos teológicos) todas las ciencias conocidas y hoy más en boga, para que, abrazadas en perfecta síntesis armónica, rindan el tributo de su adoración a Jesucristo, soberano autor de las ciencias y de las artes. Deus scientiarum Dominus est.

Desde el momento en que Mella puso más en práctica la frase del rey David: Gustad y ved cuán suave es el Señor, parece que se le han dilatado inmensamente los horizontes de su inteligencia soberana. Primero gustad y después ved (dijo el Profeta), y no a la inversa. Porque Jesucristo no rechaza desdeñoso la sabiduría humilde, sino la curiosidad orgullosa, malsana y sin amor, en investigar y analizar el cómo del misterio, que siempre permanecerá envuelto en nieblas inaccesibles y en divinos resplandores. Mella se ha acercado más y más a Jesucristo, primero gustándole con amor y, luego de gustarle, viéndole más de cerca con la razón y la fe, comprendiendo que el amor lo explica todo, aun lo que antes parecía más oscuro. De ahí que en este libro ha podido entrever y como adivinar los providenciales designios de Dios en orden a la creación: Todo por el hombre y para el hombre, glorificado en Jesucristo.

Finalmente, barrunto que este libro sea el primero de una serie de otros y otros que le seguirán (pues para muchos tiene tela cortada), si sus numerosos amigos acaban de percatarse de que, a un hombre de las extraordinarias facultades de D. Juan Vázquez de Mella, no es lícito robarle el tiempo y el reposo con estériles visitas y encargos engorrosos, so pena de proporcionarle de antemano un taquígrafo que hábilmente vaya recogiendo las joyas y perlas que caen desgranadas de su amenísima, tan solicitada y siempre instructiva, conversación.

P. MIGUÉLEZ

Escorial, 18 de junio de 1927.

[páginas 7-12.]

Declaración del autor

Al ofrecer, como un humilde tributo, este escrito al grandioso Congreso Eucarístico de Chicago, que puede comunicar vida celeste a esta sociedad enferma, me creo obligado a hacer estas declaraciones: Este trabajo formaba parte incompleta de un libro que se titulará Filosofía de la Teología, dirigido principalmente a los que dudan y a los que no creen. Aunque la obra está adelantada, me apresuré a terminar esta sección, en muy pocos días, titulándola Filosofía de la Eucaristía. Suprimí notas y citas que no fuesen necesarias, para que la lectura sea más fácil y para evitar toda sombra de polémica, pues su fin es esencialmente apologético. No quiero dividir, sino unir, y en ninguna parte suenan peor las disputas de los fieles que al pie del altar, donde la oración no debe dejarles sitio.

Y aunque doctos teólogos le han aprobado y cuenta con la censura de un religioso eminente, hago mías, con la más rendida sumisión, estas palabras del gran poeta y escritor D. Francisco de Quevedo, puestas como una profesión de fe en uno de sus libros:

«Lo que se leyere en este libro que no sea conforme cree y enseña la Santa Iglesia de Roma, sola y verdadera iglesia, confieso por error, y desde luego, conociendo mi ignorancia, lo retracto; y protesto que todo lo he escrito con pureza de ánimo, para que aproveche y no escandalice; y si alguno lo entendiere de otra manera, tenga la culpa su malicia y no mi intención».

Quiero, además, declarar que las razones aducidas en el libro no son una demostración puramente filosófica del misterio, sino congruencias o armonías, que la razón, ilustrada por la fe, descubre a posteriori, y que las expresiones que pudieran interpretarse por necesidad y, por lo tanto, como opuestas a la libertad divina en orden a los misterios de la Encarnación y la Eucaristía, deben entenderse en el sentido de suma conveniencia.

[páginas 13-14.]

La aprobación y felicitación del Cardenal Primado Arzobispo de Toledo

Un ejemplar impreso en maquinilla le fue entregado al Eminentísimo Cardenal Reig el mismo día de su salida al frente de la delegación española para Nueva York. El trabajo fue leído por los Prelados que viajaban en el Aquitania.

Al llegar a Nueva York, el Cardenal Primado se apresuró a escribir al Sr. Vázquez de Mella una carta cariñosísima, de la que nos atrevemos a reproducir este párrafo por la autoridad del Purpurado y el afecto y la modestia que revelaba en el insigne Prelado que, al imprimirse estas páginas, acaba de arrebatarnos la muerte.

«Dios le pagará, dice, mi querido D. Juan, la gloria que a Él y a España ha de dar con su excelente trabajo, que en el Congreso daremos a conocer en cuantas ocasiones se ofrezcan o se procuren. La mayor representación de España en el Congreso será su trabajo».

Las múltiples manifestaciones y ceremonias de la memorable Asamblea no permitieron leer más que un fragmento; pero en la sección española-americana, donde se le dio a conocer más extensamente, un ilustre Prelado de Colombia propuso que se hiciera una edición para todas las repúblicas hispano-americanas, cosa que hasta ahora no se hizo por dificultades editoriales.

Nos consta que el Sr. Mella, por la premura del tiempo (dos capítulos los escribía la víspera de mandar el trabajo), no añadió un estudio sobre los Autos Sacramentales para hacer del libro una introducción filosófica y teológica a esa gloriosa y popular tradición española.

[páginas 15-16.]

Del mismo autor

En prensa:

Discursos parlamentarios. Tres abultados tomos en 4.°, 30 ptas. Tomo suelto, 12 ptas.

Apologética. Conferencias filosófico-teológicas, inéditas o agotadas, seguidas de un nuevo y extenso estudio sobre San Agustín.

A continuación saldrán otras obras filosóficas del autor, cuya preparación está muy adelantada.

Próximos a publicarse:

El regionalismo nacional y el nacionalismo regional. Discursos doctrinales sobre el regionalismo, pronunciados en Oviedo, Covadonga, Santiago y Betanzos. Este último no se ha publicado hasta ahora.

La síntesis de la sociología cristiana y el trabajo “integral”. Conferencia pronunciada en el Teatro del Centro. Se publicará seguida de una exposición ampliada del sistema.

[página 173.]

manuscrito

Juan Vázquez de Mella (1861-1928) firma y fecha, justo un mes antes de morirse, esta dedicatoria autógrafa en el ejemplar de Filosofía de la Eucaristía que fue del general Severiano Martínez Anido (1862-1938), hoy conservado en la biblioteca de la Fundación Gustavo Bueno:

«A mi ilustre amigo el general D. I. Martínez Anido va dedicado este ensayo filosófico sobre el más profundo y elevado de los misterios, deseándole muchos años de ventura para que continúe siendo el sostén del orden social en España. Su affo amigo y admirador, Juan V.z de Mella, Enero 26 - 1928.»

En la página 17 del libro hay pegada una esquelita que dice: «En este libro no hay erratas de importancia, salvo una negación que sobra en la sexta línea de la página 18, donde debe decir: todo cambio supone algo que cambia y, por lo tanto, que permanezca.» En el mencionado ejemplar esa negación sobrante de la página 18 está tachada por el autor con la misma tinta de su dedicatoria; y además también sustituye de su mano dos palabras impresas: en la página 103 parece que ‘objetiva’ sustituye a ‘eléctrica’, y en la página 159 ‘género’ sustituye a ‘genio’.

El agustino P. Miguélez (Manuel Fraile Miguélez 1864-1928), que firma su Prólogo en El Escorial, 18 junio 1927, se murió tres meses después que Vázquez de Mella.

El XXVIII Congreso Eucarístico Internacional se celebró en Chicago del 20 al 24 de junio de 1926, y el Cardenal Primado Arzobispo de Toledo, Enrique Reig Casanova, a quien se entregaron unas pruebas de este texto de Vázquez de Mella el mismo día en que partía en el Aquitania, al frente de la delegación española, rumbo a Nueva York y tal congreso, se murió el 25 de agosto de 1927.

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