Filosofía en español 
Filosofía en español

Ante el fallecimiento de

Leonardo Polo Barrena

Madrid 1 febrero 1926 / Pamplona 9 febrero 2013


El sábado 9 de febrero de 2013 falleció en Pamplona, a los 87 años de edad, el filósofo español Leonardo Polo, numerario del Opus Dei y catedrático de la Universidad de Navarra (1954-1997). Se da la circunstancia de que, un día después, falleció en Barcelona el filósofo Eugenio Trías: «Parece que fue Polo quien inventó la filosofía del límite mental, y que Trías es uno de los que ha logrado ser iluminado por este descubrimiento» (Ana Azanza, 30 abril 2011). «–P. En el Opus encontró, además, un maestro. –R. Sí, digo que Leonardo Polo ha sido el único maestro que he tenido. En mi gremio tal vez sorprenda. Pero es así.» (Entrevista de Arcadi Espada a Eugenio Trías, El País, 19 febrero 2003).

  1. Fallece a los 87 años Leonardo Polo, catedrático de la UN
  2. Fallece el filósofo Leonardo Polo, ABC
  3. Fallece Leonardo Polo, amigo y maestro, Juan José García-Noblejas
  4. El señor D. Leonardo Polo Barrena
  5. Maestro de filósofos, Ángel Luis González
  6. Leonardo Polo, in memoriam, Juanjo Romero
  7. Maestro de filósofos, Ángel Luis González García
  8. Caffarena, Polo, Trías, Federico Ysart
  9. Fallece Leonardo Polo, Doctor Honoris Causa de la UDEP
  10. Esencia y existencia, Ramón Pi
  11. Leonardo Polo, Pavel Ramírez
  12. Leonardo Polo, teoría y práctica, Blanca Castilla de Cortázar

Leonardo Polo

Fallece a los 87 años Leonardo Polo, catedrático de la UN

Diario de Navarra, Pamplona, sábado 9 de febrero de 2013, 15:04

El profesor y filósofo de la Universidad de Navarra Leonardo Polo Barrena ha fallecido este sábado a los 87 años de edad. Catedrático de Historia de la Filosofía de la Universidad de Navarra desde 1954 hasta 1997, fue el primer profesor del departamento de Filosofía. Está considerado como uno de los filósofos españoles más relevantes de nuestro tiempo. Nació en Madrid el día 1 de febrero de 1926.

En 1954 se incorporó a la Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra para enseñar Derecho Natural y, dos años más tarde, entró a formar parte de la entonces recién estrenada Facultad de Filosofía y Letras. Durante los cursos 1966-68 ocupó su cátedra en la Universidad de Granada.

Además su labor docente se amplió a distintas universidades iberoamericanas como la Panamericana de México, la de Piura en Perú y la de La Sabana en Bogotá, entre otras, a las que acudió aprovechando los periodos estivales en Navarra.

Su obra se condensa en 44 libros entre los que destacan algunos como Teoría del conocimiento, Evidencia y realidad en Descartes; El acceso al ser; Hegel y el posthegelianismo; Nietzsche como pensador de dualidades; Persona y Libertad; La libertad y sus ámbitos; El conocimiento del universo físico; los dos tomos de Antropología trascendental o Lecciones de ética, su última obra. También publicó 29 capítulos en libros y 58 artículos científicos.Asimismo, se han publicado más de 200 trabajos y una treintena de tesis doctorales sobre su pensamiento. En este sentido, su obra ha protagonizado tres congresos internacionales y numerosos estudios con más de veinte libros que analizan sus enseñanzas.

Fruto de su trabajo y contribución al desarrollo, proyección y prestigio de Navarra, Leonardo Polo era distinguido en marzo de 2008 por el Gobierno autonómico con la Cruz de Carlos III el Noble.

Como agradecimiento a su labor y trabajo con los alumnos, en Málaga se ha constituido el Instituto de estudios filosóficos Leonardo Polo para promover los estudios sobre su filosofía y que además edita la revista Miscelánea Poliana.


Fallece el filósofo Leonardo Polo,
catedrático de la Universidad de Navarra

ABC, Madrid, sábado 9 de febrero de 2013, 16:30

EFE. El catedrático de la Universidad de Navarra Leonardo Polo Barrena, considerado uno de los filósofos españoles más relevantes de la actualidad, ha fallecido hoy a los 87 años de edad.

Polo, nacido en Madrid el 1 de febrero de 1926, se incorporó en 1954 a la Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra para enseñar Derecho Natural y, dos años más tarde, entró a formar parte de la entonces recién estrenada Facultad de Filosofía y Letras.

Durante los cursos 1966 a 1968 ocupó su cátedra en la Universidad de Granada, ha informado el centro académico en un comunicado.

Además, su labor docente se amplió a distintas universidades iberoamericanas como la Panamericana de México, la de Piura en Perú y la de La Sabana en Bogotá, entre otras, a las que acudió aprovechando los periodos estivales en Navarra.

Su obra se condensa en 44 libros entre los que destacan algunos como Teoría del conocimiento, Evidencia y realidad en Descartes; El acceso al ser; Hegel y el posthegelianismo; Nietzsche como pensador de dualidades; Persona y Libertad; La libertad y sus ámbitos; El conocimiento del universo físico; los dos tomos de Antropología trascendental o Lecciones de ética, su última obra.

También publicó 29 capítulos en libros y 58 artículos científicos.

Se han publicado más de 200 trabajos y una treintena de tesis doctorales sobre su pensamiento, y su obra ha protagonizado tres congresos internacionales y numerosos estudios con más de veinte libros que analizan sus enseñanzas.

Fruto de su trabajo y contribución al desarrollo, proyección y prestigio de Navarra, Polo fue distinguido en marzo de 2008 por el Gobierno foral con la Cruz de Carlos III el Noble.

Como agradecimiento a su labor y trabajo con los alumnos, en Málaga se ha constituido el Instituto de estudios filosóficos Leonardo Polo y además se edita la revista Miscelánea Poliana.

En la Universidad de Navarra también se publica periódicamente la revista Studia Poliana, cuya edición depende del departamento de Filosofía.


Juan José García-Noblejas

Fallece Leonardo Polo, amigo y maestro

scriptor.org, 9 de febrero de 2013

Recibo en México la dolorosa noticia del fallecimiento de Leonardo Polo, amigo y maestro.

Son muchas cosas las que debo a Leonardo Polo, como académico y como persona. Sólo recuerdo ahora mismo el deslumbramiento y la apertura de horizontes intelectuales que supuso ser alumno suyo, recién llegado a la Universidad de Navarra, a comienzos del curso 1964-65. Desde entonces ha pasado suficiente tiempo casi continuado de amistad para recordar aquel comienzo.

Porque fue un deslumbramiento y una apertura de horizontes que, siguendo los pasos del viejo Platón, ha continuado hasta ahora en lecturas, conversaciones y seminarios universitarios; deslumbramiento y apertura que supongo continuará en el futuro con nuevas lecturas de inéditos.

Lo que son las cosas: hace dos días recordaba esto mismo con ocasión de un seminario de profesores en la Universidad Panamericana, y mencionaba aquello de la Carta VII de Platón a su amigo Dionisio, el tirano de Siracusa:

«sólo cuando penosamente se ha frotado unas palabras con otras, nombres, definiciones, percepciones de la vista, impresiones de los sentidos, cuando se ha discutido en discusiones amables, en las que la envidia o el interés no dicta ni las preguntas ni las respuestas, sólo entonces alumbra sobre el objeto estudiado la luz de la sabiduría y de la inteligencia, con toda la intensidad que pueden soportar las fuerzas humanas» (344 b-c).

En esta amistad de diálogos recuerdo ahora al maestro. Seguro de que la luz de la sabiduría y de la inteligencia ya no le deslumbrará de igual modo, ahora que estará gozando de un nuevo diálogo, mucho más allá de cualquier límite posible de pensar, en el Amor de Dios.

Descansa en paz.


El señor D. Leonardo Polo Barrena

Pamplona, 10 de febrero de 2013

Esquela de Leonardo Polo


Ángel Luis González

Maestro de filósofos

Diario de Navarra, Pamplona, 10 de febrero de 2013, pág. 65

El pensamiento filosófico del profesor Polo es una de las mayores y más profundas empresas intelectuales que ha habido en la segunda mitad del siglo XX. Así, de múltiples maneras, lo ponen de manifiesto los congresos celebrados sobre su pensamiento, las revistas científicas sobre su filosofía, los numerosos libros y artículos en revistas especializadas, y 30 tesis doctorales y trabajos de investigación sobre su obra científica.

Don Leonardo era un gran universitario. En primer lugar, porque dedicó toda su vida a la Universidad. Catedrático de Historia de la Filosofia de la Universidad de Granada, en la que estuvo dos años; el resto de su tiempo, desde el lejano 1954, desempeñó su fecundo trabajo en Pamplona. Impartió lecciones de casi todas las asignaturas filosóficas de los diferentes planes de estudio; muy pocas personas –sólo los verdaderos maestros– son capaces de tener esa visión global de los problemas filosóficos que les permite explicar, y de modo brillante, más de una asignatura. Los miles de alumnos que le han escuchado son testigos, quizá en algunos casos recuperados del estupor inicial, de sus planteamientos novedosos, de la profundidad de sus explicaciones, nunca triviales.

Como los grandes maestros, Don Leonardo nunca era repetitivo en la exposición de los temas, lo cual siempre fue motivo de admiración en los colegas y discípulos. Los profesionales de la filosofía nunca le agradeceremos suficientemente sus continuas propuestas de no empequeñecerse, no conformarse con un pensamiento crepuscular, de no desertar de la filosofía, de hacer una filosofia no acartonada, sino flexible y viva; y que debe realizarse siempre en diálogo, por cuanto el objeto –la verdad– no es exclusivo ni propiedad privada de nadie. Persona entrañable y de gran sentido del humor, pertenecía al Opus Dei desde sus años de juventud.

Ángel Luis González es catedrático y profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de Navarra.


Juanjo Romero

Leonardo Polo, in memoriam

Fallece Leonardo Polo, uno de los grandes filósofos españoles.

infocatolica.com blogs, 10 de febrero de 2013, 8:08 pm

Me entero por JJ Noblejas que anteayer murió Leonardo Polo. Él lo llama amigo y maestro: ¡qué suerte!. Yo sólo puedo decir maestro. Traté con él únicamente un par de veces, pero sus libros siempre hablan con su voz.

Recién comenzaba yo estudios de ingeniería, el profesor Polo me abrió otros horizontes. De sus libros, su pensamiento, su modo de afrontar las preguntas me quedo con el optimismo, la esperanza y el buen humor.

Como conferenciante era un caos, lo reconoce –reconocía– él. Porque sus conferencias eran como el profesor Noblejas le define: diálogo. Se ponía a hablar, parecía que no había hilo, que saltaba de un lugar a otro, y cuando terminaba descubrías el esqueleto.

Os dejo un trozo que demuestra lo que he dicho. Es de una conferencia sobre la diferencia entre el hombre y el animal, en 1992. Acaba de darle un repaso a los animales próximos al ser humano, al trascendental significado de la mano, del lenguaje y va a entrar en la inteligencia, la sociabilidad y la moralidad, y como puente entre ambos establece maravillosamente dos aspectos del hombre: la sonrisa y el don-gratitud:

«Para tener lenguaje, y Aristóteles lo pone de manifiesto, hace falta tener una boca peculiar, una boca para poder articular de una determinada manera, hacen falta tener unos labios finos. Los belfos del animal le permiten resoplidos, los labios humanos como son finos sirven para emitir sonidos labiales que son los primeros, mamá, papá, y esto tiene que ver con la familia. Sin labios humanos eso no se puede hacer. Pero como los labios humanos son ligeros el esfuerzo de moverlos es pequeño y por eso el hombre puede sonreír y es además lo primero que hace un niño.
Un niño que no controla ningún movimiento, como decía un viejo general gallego que escribió un libro de discursos y entre ellos escribió una arenga a su nieto que estaba en la cuna y decía: cuando contemplo embelesado las mil y mil graciosas circunvoluciones que con tus bracitos infantiles describes en mil insospechadas direcciones…pues eso, porque el niño no tiene control de sus brazos. Pero lo primero que controla son los labios. La sonrisa de un niño pequeño es increíble. Abortar es matar una sonrisa. Permítanme esto que es más que retórica, es matar a un ser que puede sonreír. Eso que embelesaba al viejo general, los movimientos incontrolados de su nieto, pues a mí cuando me acerco a una cuna lo que me gusta es ver cómo sonríen, es algo asombroso.
Se podría hacer una metafísica de la sonrisa o una ontología de la sonrisa. A veces no sabe sonreír, pero es mala señal. El hombre de labios caído, el hombre encapotado como decía Santa Teresa, no sabe quien es, no sabe que es hombre. El hombre está hecho también para sonreír. En la sonrisa se expresan muchas cosas de una manera más o menos potencial; pero fenomenológicamente en la sonrisa está la gratitud, el reconocimiento placentero del otro, está la expresión de la felicidad interna.
No es casualidad que los otros animales no sonrían. Desde luego no pueden, ¿cómo va a sonreír una vaca? Todo eso, la gratitud, nos introduce en un tema que ya se descubre a través de la sonrisa: que el hombre es una persona, porque ¿qué es una persona? Un ser capaz de gracia. Gratitud y gracia están enteramente vinculados. Es un ser capaz de darse, de acogida.
El darse y la acogida son correlativos. La manera de dar más propiamente humana es acoger y el hombre puede acoger porque tiene una intimidad. Un ser con intimidad es un persona. Pero puede también lanzarse, destinarse, hacer que su aceptación de lo otro sea simplemente un alegrarse de que el otro exista. Me sonrío de que existas. El símbolo puro de la alegría es la sonrisa, por eso en las vírgenes del gótico, sobre todo del gótico francés y también del norte de España, aparece de vez en cuando una virgen sonriente. Es una sonrisa mucho más potente que la sonrisa que aparece en algunas esculturas preclásicas.
La aceptación tiene que ver con la paternidad y la con la maternidad. ¿Qué es un padre y una madre? Unos aceptadores. ¿Y cómo paga el hijo esa aceptación? Sonriendo. ¿Es un pago suficiente? Yo creo que sí. Hay una figura bíblica que ratifica esto. Isaac, el hijo de Sara que era estéril y a la que Dios en su ancianidad le dijo que tendría un hijo. Isaac significa sonrisa en hebreo. La alegría de la acogida y la de la destinación, la alegría del tener que ver con otro y actuar a favor de ese otro, eso son notas definitorias de la persona humana.»

RIP, maestro. Cuenta con mis oraciones, gratitud y sonrisa.


Ángel Luis González García

Maestro de filósofos

ABC, Madrid, lunes 11 de febrero de 2013, pág. 62

El catedrático Leonardo Polo Barrena, de la Universidad de Navarra, ha fallecido el día 9 a la edad de 87 años. El pensamiento filosófico del profesor Polo es una de las mayores y más profundas empresas intelectuales que ha habido en la segunda mitad del siglo XX. Así, de múltiples maneras, lo ponen de manifiesto los congresos celebrados sobre su pensamiento, las revistas científicas sobre su filosofía, los numerosos libros y artículos en revistas especializadas, y 30 tesis doctorales sobre su obra científica.

Don Leonardo era un gran universitario. En primer lugar, porque dedicó toda su vida a la Universidad. Catedrático de Historia de la Filosofía de la Universidad de Granada, en la que estuvo dos años; el resto de su tiempo, desde el lejano 1954, desempeñó su fecundo trabajo en Pamplona. A la Facultad de Derecho se incorporó para explicar Derecho Natural, y dos años más tarde, cuando se erigió la Facultad de Filosofía y Letras, fue el primer profesor de Fundamentos de Filosofía e Historia de los sistemas filosóficos; ininterrumpidamente desde 1956, profesor de Filosofía; también impartió varios años docencia en la Facultad de Comunicación, en el IESE y en el Instituto de Empresa y Humanismo; y muchos veranos en universidades de Perú, México, Chile y Colombia.

Impartió lecciones de casi todas las asignaturas filosóficas de los diferentes planes de estudio; muy pocas personas –sólo los verdaderos maestros– son capaces de tener esa visión global de los problemas filosóficos que les permite explicar, y de modo brillante, más de una asignatura. Los miles de alumnos que le han escuchado son testigos, quizá en algunos casos recuperados del estupor inicial, de sus planteamientos novedosos, de la profundidad de sus explicaciones. nunca triviales.

Como los grandes maestros, don Leonardo nunca era repetitivo en la exposición de los temas, lo cual siempre fue motivo de admiración en los colegas y discípulos. Los profesionales de la filosofía nunca le agradeceremos suficientemente sus continuas propuestas de no empequeñecerse, no conformarse con su pensamiento crepuscular, de no desertar de la filosofía, de hacer una filosofía no acartonada, sino flexible y viva; y que debe realizarse siempre en diálogo, por cuanto el objeto –la verdad– no es excusivo ni propiedad privada de nadie.

Persona entrañable y con gran sentido del humor, pertenecía al Opus Dei desde sus años de juventud.

Ángel Luis González García. Catedrático de la Universidad de Navarra.


Federico Ysart

Caffarena, Polo, Trías

ABC blogs, Madrid, 11 de febrero de 2013

Muy malas noticias, las pérdidas de tres pensadores nacionales de nivel superior, excepcional. Las muertes de Caffarena, Polo y Trías son hechos que pesarán más en la historia de nuestro país que la hojarasca revuelta cada día a través de los medios. El legado que dejan, escrito o vívido entre sus amigos y seguidores, palia en parte los efectos de la pérdida. Sólo en parte, porque el paso que han dado más allá de nuestros límites nos impide ya abrir de su mano nuevas aventuras del pensamiento.

Cada uno a su modo, los tres son hombres comprometidos con el dialogo, con el respeto que nace del convencimiento de que desentrañar la verdad, o la realidad, o la vida es demasiado afán para acometerlo en solitario. Que las cuestiones realmente importantes, como los diamantes, tienen demasiadas facetas como para ser transparentes, tantas como puntos de vista posibles.

Los tres comenzaron a beber de las mismas fuentes originarias, el tomismo aristotélico, pero cada cual tomó pronto otras aguas. El jesuita Gómez Caffarena pone a conversar a Tomás de Aquino con Kant, crea el Instituto Fe y Secularidad y escribe su última obra sobre "El enigma y el Misterio". Leonardo Polo, del Opus Dei, un año joven que Caffarena, dejó el derecho por la filosofía y cuajó sus teorías sobre el conocimiento viajando desde el de Aquino hasta Descartes, Kant, Hegel y Nietzsche.

Eugenio Trías, setenta años cortados por un enfisema pulmonar, pasó del mundo aristotélico tomista a Platón primero, para embeberse enseguida en la filosofía alemana, desde Kant, Heidegger, y Nietzsche hasta la Escuela de Frankfurt, y los existencialistas como Kierkegaard. Construye parte de su obra contraponiendo la razón a lo meta racional, a las sombras de la propia razón. Y hace del límite el rosebud, de su pensamiento. El límite como algo más que el final; más que un paredón, la puerta abierta a otra razón desconocida, la que pudo traspasar en la tarde del domingo 10 de febrero porque el hombre no puede ser sólo un ser creado para morir, que dijo Heidegger.

Trías miró desde las alturas la política y dos bellas artes. Primero la música, asunto de sus dos últimas obras publicadas, y luego el cine. Temió que su capacidad auditiva se fuese deteriorando hasta perder los matices musicales y se volcó en el cine, antigua afición desde sus años universitarios. Y precisamente del cine, sus aventuras y extravíos nos ha dejado su última obra escrita, aún en manos de la editorial.

Hemos perdido demasiado en sólo una semana.


Elena Belletich Ruiz

Fallece Leonardo Polo, Doctor Honoris Causa de la UDEP

Leonardo Polo Barrena, catalogado “uno de los filósofos más relevantes de nuestro tiempo”, falleció a los 87 años, el sábado 9 de febrero en España.

udep.edu.pe Universidad de Piura, 11 febrero 2013

Leonardo Polo

Leonardo Polo Barrena, catalogado “uno de los filósofos más relevantes de nuestro tiempo”, catedrático de Historia de la Filosofía de la Universidad de Navarra (1954-1997); profesor visitante de la Universidad de Piura desde 1983, doctor Honoris Causa por esta Universidad (1994), ha fallecido a los 87 años, el sábado 9 de febrero en España.

Don Leonardo Polo fue profesor visitante de la UDEP desde 1983, en las facultades de Humanidades y Comunicación; formando generaciones de personas de las distintas profesiones.

En setiembre del 1994, la Universidad le concede el grado de Doctor Honoris Causa en mérito a sus estudios y trabajos, su compromiso con la ciencia y el saber y por su dedicación y esfuerzo profesional. Asimismo, distinguió su valioso aporte a la humanidad en los campos científico-tecnológicos, humanísticos y por sus contribuciones al fortalecimiento de la Universidad de Piura durante sus primeros 25 años. Durante la ceremonia, el rector de entonces Antonio Mabres afirmó que el doctor Polo es considerado para la Universidad de Piura un “trasmisor eminente del genuino espíritu universitario”.

En aquel año, durante su investidura, el Dr. Polo mencionó los motivos que los trajeron a la UDEP: “el deseo de contribuir a que la incorporación de doctores se lleve a cabo siguiendo también el modo ordinario de alcanzar el grado, es decir, instaurando en la Universidad el tercer ciclo de estudios. La línea netamente progresiva, ascendente…; contribución pequeña, sin duda, y esporádica, además, debido a la duración de mis estancias cada año, pero integrable en el estilo de esta universidad, fruto de una decisión audaz tenazmente mantenida…” Junto a ello, buscó también “formar discípulos, o sea, a constituir equipos de trabajo. De esta manera se contribuye al progreso del saber y, por consiguiente, a la elevación del nivel de la Universidad”. Ambos propósitos los cumplió con creces.

Sobre él y su pensamiento filosófico se han escrito más de 200 trabajos y, al menos, una treintena de tesis doctorales, como la de la doctora Genara Castillo, docente de la UDEP, “La unidad de la vida humana (Aristóteles y Leonardo Polo)”. El Dr. Polo ha dirigido varios estudios filosóficos de profesores de esta Universidad como el realizado por la doctora Luz González Umeres, quien al igual que la doctora Castillo, es socia fundadora del Instituto de Estudios Filosóficos “Leonardo Polo”, Málaga, España y miembro del Consejo Editor de la Revista “Studia Poliana” de la Universidad de Navarra.

Una de sus exalumnas, actual docente de esta Universidad, Genara Castillo, expresa: “Haber conocido a un Maestro que ha hecho vida su filosofía es un gran reto, nos ha dejado el listón muy alto; pero confío en la fecundidad de su filosofía, que está muy engarzada en lo natural y en lo sobrenatural. Es admirable la cantidad de discípulos que tiene en todo el mundo, he leído mensajes desde Notre Dame en Estados Unidos hasta Kenia en África”.

Sus aportes y su pensamiento (impregnado ya en el mundo) se amplió a distintas universidades iberoamericanas como la Panamericana de México, la de Piura en Perú y la de La Sabana en Bogotá, entre otras, con lo que cumpliría el deseo del Fundador del Opus Dei, San Josemaría, quien “concretamente en 1954, me dijo, pensando en las futuras universidades por crear en América: ‘tú, acabarás, yendo a ellas’, había comentado del Dr. Polo.

Su obra se condensa en 44 libros entre los que destacan algunos como Teoría del conocimiento, Evidencia y realidad en Descartes; El acceso al ser; Hegel y el posthegelianismo; Nietzsche como pensador de dualidades; Persona y Libertad; La libertad y sus ámbitos; El conocimiento del universo físico; los dos tomos de Antropología trascendental o Lecciones de ética, su última obra. También publicó 29 capítulos en libros y 58 artículos científicos.

En el 2011, publicó “La esencia del hombre” en el que recogió dos seminarios y dos cursos impartidos en la UDEP. El primero, impartido en el PAD, sobre La antropología griega, cristiana y moderna, recoge un Seminario de Antropología. El otro, La esencia humana dictado a los docentes de la Universidad de Piura en 1995. Incluye además otros dos textos, una conferencia y un curso doctoral que el maestro Polo ofreció en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra.


Ramón Pi

Esencia y existencia

Trías y Polo fueron dos pensadores originales, de humildad intelectual.

intereconomia.com La columna de Ramón Pi, 12 febrero 2013

El sábado murió en Pamplona el filósofo Leonardo Polo, a los 87 años recién cumplidos. Un día después moría en Barcelona Eugenio Trías, también filósofo y discípulo durante un tiempo de Polo, de quien captó por primera vez la noción del límite del pensamiento humano, que le daría notoriedad entre los estudiosos de la filosofía; de hecho, no pocos comentaristas de su fallecimiento han jugado con el concepto de límite al recordar su trayectoria intelectual.

Si se me permite una simplificación casi esquelética que tenga cabida en estas pocas líneas, diré que el trabajo de todo filósofo reside en bucear en el ser de lo cognoscible, de lo susceptible de ser conocido por el homo cogitans. A partir de Descartes, le metafísica va dejando paso a la teoría del conocimiento: ya no se preguntan tanto los filósofos qué son las cosas como de qué modo llegamos a conocerlas. Hijos de su tiempo, Polo y Trías discurren (cada uno por su lado) por los caminos gnoseológicos, se interrogan por la capacidad del conocimiento humano para aprehender el ser, y recalan en la pregunta por el existir; y ahí se enfrentan al Ser por antonomasia, que ha de ser el Ser-que-Existe, y del que Polo llega a afirmar que es impensable, dado que el pensamiento tiene límites. Trías, por su parte, reflexiona brillantemente sobre las manifestaciones del Ser, y profundiza en la Belleza –sus pensamientos sobre la música son notables, y no se le escapa una particular devoción por el buen cine– y, naturalmente, en la religión.

Trías, y antes que él, Polo, son dos pensadores originales; de más difícil comprensión el mayor, más asequible para los no especialistas el más joven, constituyen dos ejemplos de eso que resulta hoy tan escaso como es la humildad intelectual. Y mueren haciéndose las preguntas profundas, antiguas y tan razonables: después de morir, ¿ocurre algo? Y si es así, ¿de qué naturaleza es ese algo? Y, más precisamente, ¿tiene que ver ese algo con lo que ocurrió antes de la muerte?


Pavel Ramírez

Leonardo Polo

El Mundo, Madrid, miércoles 13 de febrero de 2013, pág. 20

A caballo entre el humanismo y el existencialismo –e influido por clásicos como Hegel y contemporáneos como Ortega–, Leonardo Polo desarrolló su pensamiento durante más de medio siglo hasta convertirse en uno de los filósofos más reconocidos en la actualidad. Su extensa obra se condensa en 44 libros, entre los que destacan El acceso al ser, Hegel y el posthegelianismo y El conocimiento del universo físico; así como en cátedras impartidas en la Universidad de Navarra –de 1954 a 1966–, en la de Granada –de 1966 al 68– y en algunas instituciones foráneas como la Panamericana de México, la de Piura en Perú y la de La Sabana en Bogotá, a las que acudía en períodos estivales.

Más allá de los innumerables estudios sobre el pensamiento de otros autores, la filosofía de Polo se centra en un primer principio metafísico: la existencia del límite mental humano –que radica en el pensamiento objetivador–, el cual puede traspasarse para afrontar los grandes temas filosóficos. Al hacerlo, el hombre accede al ser extramental y abandona su naturaleza lógica, la cual no es más que una expresión de su subjetividad. La realidad objetiva es, pues, inaccesible dentro de dicho límite y sólo cognoscible traspasándolo. Esta idea cimentará todo el desarrollo de su obra.

Nacido en el seno de una familia pudiente, recibió educación en el selecto Liceo Francés. Su padre, teniente de alcalde de la capital durante la II República, se vio obligado a trasladarse a Albacete cuando estalló la Guerra Civil y, a su conclusión, a exiliarse a Sudamérica. Sin embargo, Leonardo regresó a Madrid, donde continuaría el Bachillerato en el Instituto Cardenal Cisneros. A los 15 años se interesó por la Filosofía Fundamental de Balmes, de la que extrajo la importancia de los primeros principios en Filosofía. Paralelamente, e influido por la lectura de sus obras, Polo asistió a un curso impartido por Xavier Zubiri y a otro de Ortega sobre la figura de Arnold J. Toynbee.

Al terminar el Bachillerato en 1945, decidió estudiar Derecho presionado por su familia, que deseaba que se incorporase al bufete de su tío. Sin embargo, cuatro años más tarde, desechó el trabajo y comenzó el doctorado, tras el cual se dedicó a la investigación. En este período de reflexión se empapó del pensamiento de Leibniz, Spinoza, Kant, Hegel o Heidegger y se matriculó en Filosofía y Letras. Y, en 1950 concebiría el citado límite mental humano. Tenía 24 años.

Tras pasar un par de años en Roma con una beca para investigar sobre filosofía del Derecho –gracias a la cual entró en contacto con juristas de la talla de Del Vecchio y Capograssi–, comenzó a impartir Derecho Natural en la Universidad de Navarra. Paralelamente, continuó sus estudios de Filosofía en la Universidad Central de Madrid y, posteriormente, se graduaría en la de Barcelona. En 1961 se doctoró en la Ciudad Condal con una tesis sobre Descartes.

Leonardo Polo Barrena, filósofo, nació el 1 de febrero de 1926 en Madrid y falleció el 9 de febrero de 2013 en Pamplona


Blanca Castilla de Cortázar

Leonardo Polo, teoría y práctica

La Gaceta de Intereconomía, Madrid, sábado 16 de febrero de 2013

Oí hablar de D. Leonardo cuando estudiaba en Vitoria primero de Filosofía y Letras. Desde bien pequeña me gustaba la filosofía, pero tenía mis dudas sobre si escoger o no esa especialidad. Una de sus alumnas me relató con entusiasmo aquel verano de 1969 su versión sobre la filosofía que sabía D. Leonardo y la armonía entre razón y fe que emanaba de su pensamiento. Eso disipó mis dudas, a él se lo debo.

Recuerdo bien las clases –pocas, por diversos avatares de la vida– que le escuché. Asistían no sólo sus alumnos sino los de otras carreras y también afamados profesores: recuerdo a D. Josemaría Martínez Doral, en la última fila, sentado sobre la mesa, con cara pensativa mientras balanceaba las piernas.

D. Leonardo llegó a la filosofía desde una formación jurídica. Quizá eso contribuyó a que no se perdiera en su erudición, que no era poca. Se contaba que, colaborando con D. Álvaro D’Ors en la organización de la biblioteca de Humanidades, ante algún problema comentó no sin cierto humor: “¿Y para qué queremos tantos libros? Yo ya me los he leído todos”.

Una vaca pensada

Como a otros pensadores del siglo XX, le preocupaba el formalismo en el que había derivado la filosofía desde la tardía escolástica. Lo cierto es que consiguió ir a la raíz del problema y cuando en la década de los 60 algunos neotomistas redescubren la piedra clave del pensamiento de Tomás de Aquino, la distinción esse-essentia, intuye un método de acceso al ser. ¡Cuántas veces repitió que “una vaca pensada no da leche”, o que “el yo pensado no piensa”!, rebatiendo idealismos y enseñando la importancia de abandonar el límite mental para llegar a la realidad, al ámbito propio del ser.

Cuando acabé los estudios seguían corriendo de boca en boca sus enseñanzas: “¿Sabes lo que ha dicho D. Leonardo en un curso de doctorado sobre el orden predicamental y en otro sobre el orden transcendental? Ha dicho que el cosmos tiene un solo acto de ser y que el de cada hombre es superior al del cosmos, porque es libre”. Aquellas breves afirmaciones iban abriendo grandes horizontes. Estaba acometiendo la tarea de ampliar la ontología desarrollada por la metafísica clásica, para poder pensar al ser humano, que es distinto, de otro nivel decía, que el del cosmos, donde la unidad es monolítica y el ser jerarquizado, y no da cabida a una la pluralidad de iguales, aunque sean irrepetibles. Y fue desarrollando una antropología enraizada en el ser personal, que por eso denominó antropología transcendental, aportación que a medida que sea conocida –vio la luz en 1999– facilitará el diálogo con la filosofía moderna, que planteó sin lograr resolver cuestiones neurálgicas como la radicalidad de la libertad, y hoy desarrolladas de un modo dislocado permean las capas sociales generando complejidad y multitud de disfunciones.

Durante años, asistí anualmente a unas jornadas de filosofía en las que, aunque D. Leonardo no fuera ponente, estaba allí escuchando y por las tardes intervenía en debate con otros profesores. Me acompañaban estudiantes de Filosofía de otras universidades y después de comer invitábamos a D. Leonardo al Faustino para preguntarle dudas. Él nunca escatimaba el tiempo. Para que no le faltara la voz le ofrecían caramelos y decía: “De uno en uno, como los actos del conocimiento”. Al acabar comentaban: “en mi facultad nadie enseña estas cosas”.

Bajo llave

En uno de estos encuentros pude agradecerle lo bien que lo había pasado cuando entendía o al menos vislumbraba cosas al escucharle. Me contestó: “Señorita, es que conocer es una fiesta”. Se me ocurrió comentarle que había tenido una gran desgracia en mis estudios: no haber podido asistir casi a sus clases. Y comentó: “¿Usted cree que eso es una desgracia?”. Lo cierto es que el futuro colmó en parte esa laguna, pues tuve ocasión de participar con él en diversos proyectos de investigación en los que hubo tiempo para preguntar, para oírle discrepar con Tomás de Aquino, al que profesaba gran respeto: “Interpretar el entendimiento agente como una potencia es muy forzado”, decir que “el alma separada no es persona resulta muy fuerte”, “la relación no siempre es un accidente, en antropología hay relaciones constitutivas”.

Hubo tiempo también para exponerle tesis con las que de entrada discrepaba, aunque su talente era siempre abierto: “Lo cierto es que sobre eso no he pensado”, y verle cambiar de opinión: “Si es eso lo que Ud. quiere decir, todas las pegas que he puesto hasta ahora ceden”. Al pedirle ayuda decía: “A mí ya no me da tiempo: tengo suficiente con acabar lo que he empezado”. Recibí de él un reconocimiento inmerecido, cuando le pedí que me dedicara su Antropología y escribió: “Para…, filósofa y amiga”.

Sus alumnos también fuimos testigos de un mudo sufrimiento, el de la incomprensión. En las clases, oralmente comunicaba bien, pero quizá porque al escribir era oscuro, la mayor parte de sus colegas no le entendían y siempre fue respetuoso con críticas que recibió, fuertes algunas, que le llevaron a guardar bajo llave sus principales escritos. Una vez en la que una alumna intentaba olisquear entre sus inéditos D. Leonardo la detuvo: “Alto, señorita: esos papeles contienen dinamita”. Ese no lograr hacerse entender le hizo mella, aunque lo intentaba sobrevolar diciendo: “A mí no me importa que no me entiendan”, “yo no quiero tener discípulos”, o “todo éxito en esta vida es prematuro”.

Con respecto a las relaciones entre razón y fe, tenía claro que los mayores logros de la filosofía se habían conseguido en las épocas en el que la fe era la inspiración de aquella. En sus enseñanzas se traslucían datos de fe que, sin confundirse con la filosofía, se notaba que eran los retos de su esfuerzo intelectual. A algunos les parecía que esa actitud le convertía en un pensador ex-temporeo, inadecuado para dialogar con una filosofía secularizada. Alguno comentaba: “Es que no se le puede sacar de casa”. Pero él no se dejó intimidar por esas apreciaciones y siguió su camino.

Un líder

Puedo intuir su alegría cuando, tras acceder al Pontificado Juan Pablo II, conoció su pensamiento antropológico centrado en la persona y en la donación, ejes de su propio pensamiento. Si alguien tuvo alguna vez sospecha sobre el acierto de sus tesis, aquello disipaba cualquier duda y, como él mismo confiesa: a partir de 1983 cesó la presión exterior y tuvo pista libre para divulgar su pensamiento. Un pensamiento que sirve de lazo entre la tradición y la Edad Moderna y que ayuda a fundamentar la Teología del Cuerpo del Papa Wojtyla. Una antropología que responde a la demanda de los expertos en esa obra, como el cardenal Scola, que afirman que para entender a Juan Pablo II se requiere una nueva ontología adecuada a la antropología.

Otra importante ayuda le llegó inesperadamente, esta vez de sus alumnos: cuando a Mª José Franquet se le ocurrió transcribir por la noche sus clases y entregárselas para que las corrigiera. Al comprobar el éxito del invento, otros empezaron a hacer lo mismo. Aquello fue su salvación. A partir de aquel momento ya no escribía, tachaba, sólo necesitaba precisar el lenguaje oral y para gozo de muchos empezaron a abundar libros de Polo que se entendían.

Justamente hace dos semanas asistí a un seminario en el que se hablaba de una de sus últimas obras: Filosofía y economía, Eunsa, 2012. Oí a un joven empresario alicantino exponer las perspectivas que le había abierto ese libro y lo bien que le hubiera venido haber leído eso antes, pues hubiera podido evitar ciertos errores.

Está claro que los filósofos no son líderes en vida: unas veces porque su genialidad no está al alcance de sus contemporáneos o, simplemente, porque necesitan toda una vida para terminar de elaborarlo y de hacerlo comprensible. Lo cierto es que en D. Leonardo hay un líder ya reconocido, como lo manifiesta que existan más de 200 obras analizando su pensamiento. Y ya, cuando ha pasado a la otra vida, su éxito será maduro, sin efectos colaterales. Estamos al principio, como si dijéramos, al comienzo de la divulgación de un pensamiento no sólo lúcido en la teoría sino también con importantes aplicaciones prácticas. Polo hace realidad lo que difunde Alejandro Llano: “No hay nada más práctico que una buena teoría”.

(*) Dra. en Filosofía y Teología. Antigua alumna de la Universidad de Navarra. Miembro de Número de la Real Academia de Doctores de España.