Filosofía en español 
Filosofía en español

Ante el fallecimiento de

Carlos París Amador

Bilbao 17 julio 1925 / Madrid 31 enero 2014


El viernes 31 de enero de 2014 murió en Madrid, tras breve enfermedad respiratoria, el filósofo español Carlos París, presidente del Ateneo de Madrid. → Carlos París en el proyecto Filosofía en español

  1. Fallece a los 88 años el presidente del Ateneo de Madrid
  2. Muere el filósofo Carlos París, presidente del Ateneo de Madrid
  3. Carlos París, un gigante del pensamiento · Lidia Falcón
  4. Un filósofo contra la indignidad · Ignasi Riera
  5. El ciudadano Carlos París · Luis García Montero
  6. Fallece Carlos París, presidente del Ateneo de Madrid · Arancha Moreno
  7. Fallece Carlos París, pensador marxista y presidente… · Rafael Fraguas
  8. Cayo Lara muestra su “consternación” por la muerte de Carlos París
  9. Figura esencial institucionalización filosofía académica · Pablo Huerga
  10. El filósofo y ateneísta Carlos París fallece en Madrid · Javier Neira
  11. Elocuencia y pasión intelectual · Linda Gould Levine
  12. Carlos París. Pensamiento y compromiso · Ángel Vivas
  13. En recuerdo de Carlos París · Francisco José Martínez
  14. La filosofía como grito contra la injusticia · Juan José Tamayo
  15. Carlos París: in memoriam · Pedro López Arriba
  16. El pionero de la filosofía feminista · Lidia Falcón
  17. Ateneo de Madrid. In Memoriam Carlos París

Fallece en Madrid a los 88 años el filósofo y presidente del Ateneo de Madrid, don Carlos París

ateneodemadrid.com · Madrid, viernes 31 de enero de 2014

Carlos París Carlos París (Bilbao 1925 - Madrid 2014). Filósofo, escritor, columnista y presidente del Ateneo de Madrid.
La capilla ardiente se instalará en el Salón de Actos del Ateneo de Madrid el domingo 2 desde las 11.00 horas hasta las 20.00 horas y el lunes 3 desde las 11.00 horas hasta las 20.00 horas. Las exequias se realizarán el día 3 a las 18.00 horas.
Presidente del Ateneo de Madrid, entre 1997 y 2001, fue reelegido en 2009 y 2011, y de nuevo obtuvo la confianza de los ateneístas para renovar su mandato, por quinta vez, el pasado mes de mayo de 2013. Como Segismundo Moret, cuyo centenario de su muerte se conmemoró el pasado año, D. Carlos París ha muerto ejerciendo la Presidencia de la Docta Casa, en la que ha realizado una magnífica labor en estos últimos años, que tan difíciles han sido por causa de la crisis económica general.

Su dilatada carrera académica comenzó al ganar la Cátedra de Filosofía de la Universidad de Santiago, en 1951, y continuó en la Universidad de Valencia, culminando en la Universidad Autónoma de Madrid, en la que creó el Departamento de Filosofía, en 1968, luego transformada en Facultad de la que fue el primer Decano, y en la que continuó como Profesor Emérito tras su jubilación, en 1992. En ese mismo año se celebró en Madrid un Congreso Internacional sobre su pensamiento y su obra.

Creador del Departamento de Filosofía de la Ciencia en el CSIC, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valencia y Profesor Invitado en la Universidad nacional Autónoma de México, ha presidido la Sociedad Española de Filosofía y la Asociación Rubén Darío de Amistad Hispano-Nicaraguense.

Autor de numerosos libros de creación filosófica traducidos a varios idiomas, entre cuyos títulos se pueden señalar: Física y Filosofía, Unamuno- Estructura de su mundo intelectual, Crítica de la Civilización Nuclear, Fantasía y Razón: Odiseo, Don Quijote y Fausto, Memorias sobre medio siglo: de la Contrarreforma a Internet, y recientemente, en 2012, Ética Radical. También ha sido autor de obras de ficción entre las que destacan Bajo constelaciones burlonas y el libro de relatos La máquina speculatrix. En el momento de su muerte estaba preparando un volumen recopilatorio con sus Discursos de Apertura del Curso en el Ateneo de Madrid.

Descanse en paz.


Muere el filósofo Carlos París, presidente del Ateneo de Madrid

Como catedrático de Filosofía, luchador antifranquista (perteneció al Comité Central del PCE) y escritor se caracterizó por el compromiso con la justicia y la igualdad. Su última obra, 'Ética radical' va por la cuarta edición y ha sido adoptado como una guía para los movimientos sociales y los indignados

publico.es · Madrid, viernes 31 de enero de 2014 18:53 ampliado 22:50

El filósofo, escritor y presidente del Ateneo de Madrid, Carlos París, ha fallecido este viernes en Madrid a los 88 años debido a una bronconeumonía, tras haber sido ingresado repentinamente en un hospital hace escasos días. Permaneció activo en su inquebrantable compromiso hasta el pasado día 22, cuando participó en una reunión de la Junta de Gobierno del Ateneo.

Nacido en Bilbao en 1925, se inicia en la docencia tras obtener por oposición una plaza como profesor adjunto a la cátedra de Fundamentos de Filosofía en la Universidad de Santiago. Fue allí donde comienza su pasión por los nexos entre la Filosofía, la Ciencia y la Técnica. Ámbito en el que destacaría por su labor investigadora junto a los filósofos Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio y José María Valverde.

En 1968, con la creación de la Universidad Autónoma de Madrid, se traslada a la capital donde fundará y dirigirá el Departamento de Filosofía hasta su jubilación en 1992. Su contribución será clave al frente del departamento, allí modernizará los estudios y actualizará la investigación filosófica en España, anclada en el pasado tras años de oscurantismo.

Con la llegada de la democracia, el filósofo será elegido Decano de la Facultad de Filosofía y Letras y ejerció cargos de relevancia como los de presidente de la Sociedad Española de Filosofía y de la Asociación Rubén Darío de Amistad Hispano-Nicaragüense. De firmes convicciones sociales y políticas –perteneció al Comité Central del PCE–, París siempre se caracterizó por su búsqueda de la verdad, una búsqueda que entendió siempre inseparable de la lucha por la justicia y la igualdad. En sus numerosos artículos como columnista de Público, se puede apreciar el compromiso que siempre mantuvo para con los valores de izquierda. Su última publicación como ensayista, Ética radical, ha alcanzado la cuarta edición y ha sido adoptado como una guía para los movimientos sociales y los indignados.

Escribió muchas otras obras de creación filosófica y literaria, traducidos a varios idiomas, como Física y Filosofía, Unamuno- Estructura de su mundo intelectual, Crítica de la Civilización Nuclear, Fantasía y Razón: Odiseo, Don Quijote y Fausto, o Memorias sobre medio siglo: de la Contrarreforma a Internet. Casado con la escritora y abogada Lidia Falcón, era también doctor honoris causa por la Universidad de Valencia.

Su inquebrantable defensa de la cultura le hizo volcarse de lleno en el desarrollo del Ateneo de Madrid como lugar principal en la difusión del Pensamiento, la Ciencia, las Artes y las Letras. Al frente de la Docta Casa, de la que era presidente desde 2009 –cargo que ya había ocupado entre 1997 y 2001–, contribuyó a su viabilidad económica en una época de estrecheces después de que Las Cortes denegaran una subvención de 300.000 euros.

“La búsqueda de la verdad resulta inseparable de la pugna por la justicia y por la igualdad. Son estos los ideales que quisiera estimular desde el Ateneo”, había señalado el intelectual vasco, que siempre fue muy crítico con el poder establecido.


Lidia Falcón

Carlos París, un gigante del pensamiento

publico.es · Madrid, viernes 31 de enero de 2014

Carlos París ha sido un gigante del pensamiento. Hubo una generación que construyó las escuelas y los hospitales, las carreteras y los puertos de España, que a mediados del siglo XX fue la que sacó al país del atraso estructural que padecía hacía siglos, y hubo una generación de gigantes del pensamiento y de la ciencia que construyó el proyecto de país que debería haber sido en el siglo XX, si los enemigos del progreso y de la humanidad no lo hubieran arrasado. Carlos París pertenece a ella.

Su obra filosófica permanece como la más original y creadora de la filosofía de un siglo en España. Y para demostrar esto no hay más que ir a la biblioteca.

Desde la más temprana juventud –Carlos París gana las oposiciones a profesor adjunto de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense a los 22 años, y la cátedra de la Universidad de Santiago de Compostela a los 25– su magisterio, sus libros, sus conferencias, sus colaboraciones en prensa, van desarrollando el análisis y la comprensión de los fundamentales problemas humanos y sociales.

Desde su tesis doctoral Física y filosofía que entra en un terreno muy poco explorado en la filosofía española, en aquellos siniestros y oscurantistas años cuarenta y cincuenta, abre la investigación y la comprensión a la Filosofía de la Ciencia, una disciplina de la que en las cátedras regidas por la casta eclesiástica del franquismo no se tenía más que desprecio, regido el pensamiento por la escolástica medieval.

Desde ese comienzo, Hombre y Naturaleza, Ciencia, conocimiento ser, Mundo Técnico y Existencia Auténtica, El animal cultural van abriendo los caminos de comprensión y análisis de la antropología filosófica, a la vez que en Crítica de la Civilización Nuclear hace un retrato perfecto de la sociedad de nuestro tiempo, y prevé lúcidamente la corrupción profunda de una civilización que asienta su poderío en la explotación económica, en el armamento militar y en la depredación del planeta.

Su obra Unamuno, estructura de su mundo intelectual, supera en profundidad y originalidad todos los otros trabajos que sobre el filósofo vasco se han publicado. A la vez, su preocupación por construir una Universidad que abarcara todos los aspectos del saber humano, que abriera sus puertas y sus mentes a los mejores científicos y pensadores, que formara alumnos apasionados por aprender que correspondieran al placer que él sentía por enseñar, le llevaron a trabajar profusamente sobre los problemas de aquella institución a la que tanto ha amado y a la que ha entregado una importante parte de su vida. La Universidad española actual: posibilidades y frustraciones es el mejor análisis de ella, que de no haber topado con los espíritus ruines que la han gobernado y la gobiernan, hubiera sido la guía de ministros y rectores, ignorantes y mezquinos, y hubiera podido salvarla en vez hundirla en la mediocridad y la insignificancia que hoy padece.

A la labor divulgativa y pedagógica también dedicó tiempo y sabiduría con los textos Lucha de Clases y un Tratado de Filosofía para enseñanza media.

Al mismo tiempo, y todo al mismo tiempo, porque a pesar de ser un hombre minucioso y pausado supo llenar su vida de una obra enorme y de una actividad incesante, su compromiso personal con el avance de la humanidad le llevó a invertir su tiempo y energías en las luchas antifranquistas en los años más duros del enfrentamiento universitario con la dictadura. Desde el 60 hasta el 68, en la Universidad de Valencia, donde su postura inflexible y sin componendas ni claudicaciones le llevaron a ser el referente de la cátedra en el claustro de profesores, frente a tantos otros oportunistas y aprovechados.

Y será en la Universidad Autónoma de Madrid –que él contribuye a crear y donde constituye el Departamento de Filosofía, en los años setenta– donde lidere la oposición al régimen franquista desde la cátedra que él creó, lo que le convirtió en enemigo directo del ministro franquista Julio Rodríguez, que le cerró el Departamento de Filosofía en el año 1973.

Pese a ello, fue elegido presidente de la Sociedad Española de Filosofía.

Comenzado el periodo democrático, fue inmediatamente elegido decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Y el Partido Comunista le presentó como candidato al Congreso y al Senado, donde fue el más votado de su lista.

Después, se le otorgó el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Valencia, en 1991.

Nombrado catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, fue invitado a numerosas universidades estadounidenses a dictar conferencias y cursos sobre los temas filosóficos que él había desvelado y también sobre su profundo ensayo sobre Don Quijote, Odiseo y Fausto.

En el terreno de la narrativa, publicó una novela, Bajo constelaciones burlonas, deliciosa y satírica crónica de los años cincuenta en España, y La máquina speculatrix, cuatro relatos sarcásticos geniales.

Ética Radical es su último ensayo, publicado en 2012, del que en un año se han vendido cuatro ediciones y en el que con la lucidez y certeza que le caracterizan hace un análisis con escalpelo de todos los problemas actuales que aquejan a nuestro país y a nuestro planeta.

A punto de publicarse se halla su último trabajo: la recopilación de las conferencias que ha dictado en el Ateneo en los últimos años, con el título de La Época de la Mentira, que aparecerá en marzo en la editorial Tecnos.

Son innumerables sus artículos filosóficos o de divulgación social, y lascolaboraciones periodísticas, que trataron de todos los temas fundamentales de nuestro existir y desarrollo humano.

Carlos París solo ha existido uno, y acabamos de perderlo. No será posible compensar este vacío en mucho tiempo.


Ignasi Riera

Un filósofo contra la indignidad

publico.es · Madrid, viernes 31 de enero de 2014

El presidente del Ateneo de Madrid, entre los años 1997-2001 y 2009-2014, nació en Bilbao (1925) y ha dedicado su vida profesional a la universidad española en tiempos nada benignos. Alguien que accede a una Cátedra de Filosofía en 1950 en Santiago de Compostela, y pasa a ejercer como catedrático en Valencia en 1960, para incorporarse en la década de todas las décadas a la recién creada Universidad Autónoma de Madrid en la que se jubilará en los años 90, no puede escribir la crónica de un caos en términos asépticos, atemporales. No lo ha hecho: todo lo contrario.

Carlos París, el que más sabe acerca de la Filosofía de la Ciencia, no ha crecido únicamente en sabiduría, erudición y experiencia sino también en capacidad crítica, que me atrevo a calificar de revolucionaria. Si el calificativo de engagé, tan en boga en los años del Mayo Francés del 68, de Marcuse o de los efectos de la guerra del Vietnam, se hacía cuesta arriba practicarlo en una España franquista, que tenía que asistir aún a las ejecuciones de Julián Grimau, de Salvador Puig Antich, de Txiqui y demás compañeros…, a muchas historias de libertades cercenadas, de cárceles, de torturas, de censuras, de humillaciones, Carlos París no se aplicó los versos del poeta: la suya no fue una ‘descansada vida / la del que huye del mundanal ruido / y sigue la escondida senda / por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido’. ¿Fue la excepción? No lo sé. Y sí que fue un sabio vivo y activo, con más capacidad de prospectiva que otros. Si sabemos que es difícil escribir poesía lírica después del Holocausto, es indigno filosofar sobre las musarañas tras el uso perverso de la ciencia y de la técnica para crear armamentos letales al servicio de causas infames.

La tesis doctoral de Carlos París –que dudaba, al entrar en la Universidad, entre ciencias (especialmente Física) y Filosofía– resulta premonitoria: Física y filosofía. El problema de relación entre ciencia física y filosofía de la naturaleza. Pasó “de la filosofía de la ciencia a una teoría crítica de la cultura actual”. Expresión que leo en un monográfico de referencias obligada, que le dedicó, en 1987, Anthropos, revista de documentación científica de la cultura. La coherencia llevó a Carlos París a convertirse en personaje público, siempre a favor de las (inmensas) minorías que creen todavía en horizontes transformadores, revolucionarios. No lo ocultó jamás. Más aún: profundizó en aspectos básicos de la lucha a favor de la emancipación de mujeres (y de hombres). En Vindicación feminista, en un monográfico dedicado a Lidia Falcón, Carlos París explica cómo el trabajo de dirección de las elaboraciones teóricas de la activísima referente del feminismo dentro y fuera de España le llevó a entender mejor lo referente a la Razón feminista, eje, en adelante, insoslayable de su pensamiento.

La muerte de Carlos París es un episodio trágico. Pero no un final. Ha marcado caminos y nos ha dado razones para no banalizar los ejes de su pensamiento. Que él descanse en paz, no nos debe dejar a nosotros descansar ni en paz ni inermes. Nos ha convertido en hijos menores, anónimos, de su fuego.


Luis García Montero

El ciudadano Carlos París

publico.es · Madrid, viernes 31 de enero de 2014, 21:29

Conocí a Carlos París en unas jornadas de debate que la Fundación de Estudios Marxistas organizó en la Universidad de Granada a finales de los años 80. Carlos era una autoridad académica, el catedrático que había fundado el Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma, el decano que había simbolizado la defensa de la democracia social en los años de la Transición y el autor de libros como La universidad española actual (1974), Crítica de la razón nuclear (1984) y Tecnología y violencia (1985), que yo había leído con mucho interés en mi formación académica y humana. Es decir, Carlos era un maestro buscado.

Su conversación respondió enseguida a la imagen que me había hecho de él a través de sus ensayos. Carlos París encarnaba el vivo ejemplo no ya de un intelectual comprometido, sino de que el saber y el rigor universitario son inseparable de una larga y siempre renovada historia de emancipación humana. No era un tecnócrata de lo suyo, sino un ciudadano dedicado a la filosofía, a la meditación sobre la realidad, al magisterio. Los variados y ricos matices de su figura no significaban simples coincidencias afortunadas para mí, sino una identidad única. El pensador riguroso caminaba de forma inseparable con el ciudadano que había luchado contra la dictadura en el ámbito del Partido Comunista. Y aquello que había aprendido en los libros no se podía apartar de lo que le habían enseñado sus camaradas más modestos en los años de militancia y en los suburbios de la ciudad.

Al pensar en Carlos acude con frecuencia la palabra ciudadano en toda su extensión. Se ilumina un tejido de derechos y de responsabilidades sociales. No resulta extraño que en sus dos periodos de presidente en el Ateneo de Madrid, su saber estar y su saber ser (porque todo requiere su saber), hayan representado de forma tan ajustada el espíritu de la institución y sus tradiciones de cultura republicana. El respeto a las formas y el conocimiento del ayer sirvieron en su personalidad para pensar con elegancia en la palabra hoy y con decisión en el día de mañana.

Esta manera de ser intelectual y ciudadano explica el eco que ha logrado su último libro, Ética radical (Tecnos, 2012), del que acaba de aparecer la tercera edición. Las épocas de crisis necesitan meditaciones lentas, profundas, sedimentadas, en vez de alternativas coyunturales decididas a moverse en la superficie. Carlos llevaba muchos años trabajando sobre las relaciones de la ciencia, la tecnología y la historia, y también sobre un concepto de cultura más amplio que el relacionado con las disciplinas tradicionales. A la hora de abordar una respuesta ética a la corrupción y al neoliberalismo devorador, no pudo contentarse con una llamada a la conciencia individual. Y a la hora de enfrentarse la crisis, no se quedó en la búsqueda de una receta económica. En el viaje de ida y vuelta entre los seres humanos y la realidad, los asuntos sólo llegan a plantearse con lucidez teniendo en cuenta el sistema que los produce, la cultura en la que nacen.

La labor del filósofo Carlos París no se limitaba a admirar y comprender la realidad, sino que pretendía participar en su transformación. La conciencia individual es un ejercicio de pensamiento solitario y sin resultados cuando se aparta de una interpelación colectiva ante la cultura social. Más que denunciar a las personas corruptas o más que llamar a la decencia individual, es necesario elaborar una realidad decente. La ética radical de Carlos París buscaba las claves para sustituir el egoísmo y el canibalismo neoliberal por un altruismo mucho más justo y más eficaz a la hora de organizar la sociedad.

Sus palabras y su punto de vista han sido muy fértiles en un momento en el que los cambios tecnológicos dominan el horizonte cultural. A las relaciones de la filosofía y la ciencia le había dedicado sus primeros estudios. Ese saber, madurado con el tiempo, le llevó a iluminar las implicaciones de la técnica con la ética. El abismo abierto entre el desarrollo científico y la miseria del mundo exige hoy una nueva perspectiva de pensamiento, la búsqueda de un nuevo pacto para que lo tecnológico vuelva a descubrir sus raíces humanas y el humanismo no aparezca como adorno erudito, sino como compromiso con la realidad.

Podemos hablar de herencia. Perdemos un maestro, un ciudadano, un calor de amistad en el camino de muchas causas. Pero, más allá del tópico, nos quedan sus libros. El debate que ha centrado los últimos años de Carlos París es la cuestión de nuestro futuro.


Arancha Moreno

Fallece Carlos París, presidente del Ateneo de Madrid

A los 88 años. Filósofo, columnista y escritor, llevaba al frente de la institución cultural desde mayo de 2009.

La Gaceta · intereconomia.es · Madrid, viernes 31 de enero de 2014

Carlos París

El filósofo y escritor Carlos París, presidente del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, ha fallecido este viernes debido a una bronconeumonía a los 88 años. París (1925, Bilbao) se encontraba al frente del Ateneo desde mayo de 2009, año en el que fue reelegido en el puesto, que ya había ocupado con anterioridad, entre 1997 y 2001.

Catedrático de Filosofía, en 1968 fundó el Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, y lo dirigió hasta su jubilación en 1992. Su labor contribuyó a la renovación de los estudios y la investigación filosófica en España, tarea sólo interrumpida durante la dictadura, en el que el departamento fue temporalmente clausurado.

En la etapa democrática, fue elegido Decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Tras su jubilación en el 92, fue nombrado profesor emérito, y ese mismo año se realizó en Madrid un Congreso Internacional dedicado a su obra.

París situó sus primeras reflexiones en la llamada filosofía de la ciencia. Fundó, junto a los filósofos Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio y José María Valverde, la tertulia 'Universidad Libre de Gambrinus' y la revista Theoria, que logró una notable distribución fuera de las fronteras españolas. También formaron el Departamento de Filosofía de la Ciencia en el CSIC. Después prolongó su trabajo a la Filosofía de la Técnica, en la que defendió la importancia de la técnica en la realización humana, como reflejó en la ‘Crítica de la civilización nuclear’.

El filósofo aviador

Su pasión por volar le llevó a convertirse en el único filósofo con el título de aviador. No satisfecho con subir a las alturas, también se adentró en las profundidades, dedicándose un verano entero a trabajar en las minas de carbón de Barruelo de Santillán (Palencia).

Viudo en primeras nupcias de Juanita Hernández, que murió a los 27 años, París volvió a casarse con Emy Bouza, que fue una de las víctimas del incendio del Hotel Corona de Aragón, ocurrido en Zaragoza en 1979. Después volvió a emparejarse con la letrada laboralista, activista política y escritora Lidia Falcón.

Contribución literaria

Al margen de su labor filosófica, París se distinguió por su contribución literaria, publicando títulos como Bajo constelaciones burlonas, una descripción de la España de la posguerra, y el libro de relatos La máquina speculatrix. Cuatro sarcasmos sobre el mundo actual, obra en la que ironizó sobre los disparates de la sociedad. En su ensayo Fantasía y razón. Don Quijote, Odiseo y Fausto plasmó su visión personal de Don Quijote, comparada con las de Odiseo y Fausto.

También escribió Memorias sobre medio siglo. De la Contrarreforma a Internet, obra en la que utilizó su trayectoria personal para ofrecer la evolución de la sociedad española desde la dictadura de Franco hasta la democracia. Además colaboró en obras colectivas nacionales e internacionales.

Nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valencia en 1991, Carlos París era colaborador habitual en revistas filosóficas y científicas, e impartía cursos, conferencias y seminarios en universidades de todo el mundo.


Rafael Fraguas

Fallece Carlos París, pensador marxista y presidente del Ateneo de Madrid

El pasado verano inició su cuarto mandato al frente de la entidad cultural más veterana de la ciudad, muy afectada por la crisis.

El País · elpais.es · Madrid, viernes 31 de enero de 2014, 21:25

Carlos París, en octubre de 1997, cuando fue elegido por primera vez presidente del Ateneo (fragmento) / MORGANA VARGAS LLOSA

El pensador Carlos París (Bilbao, 1925) ha muerto hoy viernes 31 de enero en una clínica madrileña, aquejado de una neumonía. En su cuarto mandato por elección, presidía el Ateneo Artístico, Científico y Literario de Madrid, la institución cultural más veterana de la ciudad y una de las decanas de España. En la sede de la calle del Prado 21, será colocado un pliego de firmas para rubricar las condolencias y este domingo quedará instalada su capilla ardiente.

De natural observador y talante reflexivo, caracterizado según sus allegados por una singular serenidad introspectiva, Carlos París supo simultanear tal atributo con actitudes batalladoras, aventureras y literarias propulsadas por un vigoroso impulso hacia el saber, señaladamente el filosófico. Tal empuje, según manifestaba recientemente a este diario con una sonrisa, “comenzó cuando, siendo niño en Valladolid, en el colegio de religiosos donde estudiaba, me encomendaron escribir una redacción; el sacerdote comentó lo escrito por un compañero de quien dijo que su redacción era la de un poeta y de la mía aseguró que se trataba más bien la de un filósofo”. Y añadía: “A partir de entonces, comenzaron a llamarme así, “el filósofo”; aquel apodo orientó mi afición por las cosas del conocimiento”. Carlos París se definía a sí mismo como “un animal teórico para el que la filosofía es, ha sido y será el ejercicio más puro del pensamiento”.

Una tríada de jóvenes pensadores

Nacido en Bilbao en una familia con tres hijas mayores y un varón, su padre fue empleado del Banco Hispano Americano -“que nunca se hizo rico”, apuntaba- y su madre, una mujer con valores religiosos muy enraizados. Alumno de distintos colegios religiosos de La Rioja y Valladolid, cuando contaba apenas con 16 años, la muerte de su padre la acarreó una crisis existencial con derivaciones religiosas. La guerra civil la pasó en Valladolid y al finalizar la contienda, ya en Madrid, comenzó la carrera de Filosofía y Letras. Desde el arranque de sus estudios universitarios trabó amistad con dos personas desde entonces muy vinculadas a su vida: Miguel Sánchez Ferlosio, hijo del efímero ministro de Franco, Rafael Sánchez-Mazas –éste se sentó en el Gabinete apenas unas horas- y con Francisco Pérez Navarro. Fruto de aquella amistad fue el trueque mutuo de saberes y sensibilidades entre unos y otros ya que Miguel se orientaba hacia los estudios de la Lógica Formal, Navarro hacia los de las Ciencias empíricas y Carlos París hacia la Filosofía, aunque él simultaneó su vocación filosófica con un interés permanente por las cuestiones científico-técnicas, lo cual le encaminaría hacia la Filosofía de la Ciencia y, más adelante, hacia la Filosofía Moral y la Ecología.

Era la época de la difusión de la teoría de la relatividad y de las leyes de la termodinámica, del surgimiento de la microfísica, de un aluvión de conocimientos científicos que encandilaron la imaginación creadora de los tres jóvenes pensadores. Con Sánchez Ferlosio, Carlos París dirigiría en 1953 la revista “Theoría”. De sus maestros recordó sobre todo a Santiago Montero Alonso, por su empuje intelectual, y a un sacerdote, el padre Mindán, a quien definía como “persona propiciadora, que volcaba su sabiduría y su afecto sobre sus alumnos”. Sin embargo, París tildaba los estudios de Filosofía bajo el franquismo como “desastrosos”. Y matizaba: “Era el reino de la Escolástica”, se lamentaba a propósito del sesgo dogmático con el que se impartían tales disciplinas desde las cátedras franquistas. En Madrid Carlos París culminó pronto sus estudios y obtuvo por oposición una plaza como adjunto a la cátedra de Fundamentos de Filosofía en la Universidad de Santiago de Compostela.

Aviador en Santiago, minero en Palencia

Allí, su pasión por la ciencia y la técnica le hizo pergeñar la idea de hacerse aviador, propósito que consiguió que en el aeropuerto de Santiago de Compostela, donde obtuvo su carnet de piloto civil: en una pared de su casa de la madrileña calle de Magdalena, una caricatura suya en la que aparece subido a una avioneta azul recuerda aquella pequeña gesta del que ha sido, con certeza, el único filósofo español con el título de aviador. Bajo aquel impulso experimentador, decidió consagrar un verano completo al trabajo en las minas de hulla de la localidad norteña de Barruelo de Santillán, donde entró en contacto directo con las condiciones de trabajo que escarnecían la vida de los mineros bajo el régimen franquista, cuya toma de conciencia estallaría en el comienzo de la década de 1960 con potentes movimientos huelguísticos, duramente reprimidos por la policía y seguidos de gravosos juicios.

Compromiso marxista

Ya a través de sus estudios, Carlos París había comenzado a madurar las convicciones sociales y políticas que, desde entonces, en clave marxista, mantendría hasta su muerte. Durante algunos años formó parte del Comité Central del Partido Comunista de España, donde se desempeñó en tareas de dirección de la lucha cultural y del trabajo intelectual.

“Permaneció entregado a una causa siempre fiel a sus ideales comunistas, que nunca negó y defendió en las peores circunstancias”, dice de él el pensador José Luis Abellán, catedrático de Historia del Pensamiento Español, que asegura hallarse muy afectado y que le precedió en la presidencia del Ateneo de Madrid. “Ha sido un hombre muy inteligente y leal: en él coexistía, junto a sus poderosas convicciones políticas marxistas, una vocación crítica y un sustrato humanístico que, en el desarrollo de algunos de sus escritos, entraban en contradicción con alguna de aquellas”, señala Abellán.

Los departamentos de Filosofía de las universidades de Valencia y, por fin, la Autónoma de Madrid, donde llegaría también a impartir clases a alumnos de la Facultad de Económicas de la Universidad Autónoma, establecida en su origen en un palacete del Retiro de Madrid, serían sus consecutivos destinos.

Casado con una mujer que murió a los 27 años de manera repentina, Carlos París volvió a casarse con Emy Bouza, con la que aseguraba haber sido muy feliz. Pero la tragedia volvió a cebarse con él: Emy fue una de las víctimas del incendio del Hotel Corona de Aragón, acaecido en Zaragoza en 1982. La emoción surgía en su semblante cuando evocaba la ternura con la que sus cuatro hijos le envolvieron para mitigar su dolor. “Cuando ya pensaba que mi vida afectiva había terminado, conocí a Lidia Falcón, me enamoré de ella y vivimos juntos desde hace más de veinte años” comentaba risueño. Falcón, letrada, escritora y periodista, es una de las líderes políticas feministas de mayor nombradía en España, donde fue pionera en la defensa activa, en la calle y en los foros, de los derechos de las mujeres.

Carlos París, crítico comprometido contra la carrera nuclear, el belicismo y el imperialismo, amigo de Nicaragua y de los países del Tercer Mundo, ha desarrollado su pensamiento en numerosos libros y ensayos, también en la novela, caracterizados todos ellos, en su diversidad, por una “búsqueda incesante de respuestas a las grandes preguntas sobre el ser humano, su entorno social y su destino”, afirmaba. Fruto prioritario de su atención fueron las herramientas naturales, tecnológicas y científicas de las cuales la Humanidad se ha dotado para organizar la vida y todas sus construcciones teóricas se vieron signadas por un involucramiento profundo en la lucha por la verdad, que su práctica vital le permitieron comprobar que, según afirmaba, “resultan inseparable del combate por la justicia y la igualdad: son estos los ideales que quisiera contribuir a estimular desde el Ateneo de Madrid”, señalaba al iniciar su ahora truncado por la muerte cuarto mandato, rubricado con su discurso inaugural, en octubre de 2013, titulado “En la época de la mentira”, recuerda Francisco del Barrio, presidente de la Asociación Ágora y Secretario Tercero del Ateneo madrileño.

La dirección interina del Ateneo será asumida por el Vicepresidente primero, Pedro López Arriba, letrado de la Seguridad Social, hasta una nueva e inmediata convocatoria electoral.


Cayo Lara muestra su “consternación” por la muerte de Carlos París, un “profundo hombre de izquierdas, serio y cabal”

telecinco.es · Madrid, viernes 31 de enero de 2014, 21:01

Europa Press. Madrid. El coordinador federal de IU, Cayo Lara, ha mostrado su “consternación" y la de su partido por el fallecimiento del filósofo y presidente del Ateneo de Madrid, Carlos París, al que ha definido como un “profundo hombre de izquierdas, serio y cabal”.

En un comunicado, Lara ha trasladado su pésame a la familia, compañeros y amigos de París, del que ha destacado su “compromiso palpable” con el pensamiento, la igualdad y la justicia, con una “energía y un convencimiento admirables” a sus 88 años.

“Carlos París supo modernizar los estudios de Filosofía en una etapa tan oscura como la dictadura franquista. Su pensamiento y su obra contribuyeron en buena medida a superar unos años especialmente duros y trágicos para quienes compartían con él inquietudes e ilusiones”, ha señalado el responsable de IU.

Asimismo, Lara ha subrayado la “fortaleza” del filósofo, que trasladó a la lucha para mantener el Ateneo de Madrid como “una isla de libertad y pluralidad cada vez más rodeada de enemigos". “Un lugar donde siempre nos hemos sentido como en casa”, ha apostillado.

El coordinador federal de IU ha reconocido su admiración por cómo París supo “ver, analizar y conectar perfectamente" con las nuevas formas de hacer política, así como con el asociacionismo y con unos movimientos sociales que el filósofo veía como la forma de “continuar una lucha” en la que “no escatimó esfuerzos”.


Pablo Huerga Melcón

Carlos París: Una figura esencial en la institucionalización de la filosofía académica en España

mundoobrero.es · Madrid, viernes 31 de enero de 2014

Hoy, 31 de enero de 2014, ha muerto en Madrid el filósofo Carlos París. Con la premura de las nuevas tecnologías de la comunicación que tanto estudió, nos ha llegado a Gijón la triste noticia. Tenía 88 años. Para nosotros, su muerte va dejando constancia de la herencia de una generación de hombres y mujeres que fraguaron la España moderna con su trabajo y esfuerzo. Nacida toda ella en el seno de la Edad de Plata (ese período maravilloso, sorprendente, poco estudiado y menos conocido que se cerró en falso en pleno proceso de transformación con el advenimiento de la Guerra Civil), su generación padeció la guerra y le tocó, después, reconstruir España sobre las ruinas de la historia.

Carlos París contribuyó a esta labor con su trabajo de catedrático de Filosofía en las universidades de Santiago de Compostela, Valencia y en la Universidad Autónoma de Madrid, y es una figura esencial para la historia de la institucionalización de la filosofía académica en la España moderna, como fundador del Departamento de filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, como Decano de la Facultad de Filosofía, así como por su faceta de Presidente de la Sociedad Española de Filosofía, o de Director del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma, en donde surgió también un grupo de investigadores inquietos “por la renovación de nuestros sistemas educativos”. Es especialmente importante, en este sentido, su libro La Universidad española actual: Posibilidades y frustraciones, en donde pretende contribuir al “empeño de una Universidad libre, abierta a todas las fuerzas creadoras de España, digna de nuestro pueblo. En la segura esperanza de su realización”.

Su obra sólida y extensa, construida desde la atención más precisa y actualizada a los problemas de la ontología moderna derivados de las nuevas teorías de la física, se dirigió hacia la Filosofía de la ciencia, y de la técnica, a la Antropología filosófica e, irremediablemente, a la Filosofía política y a la Ética, sin olvidar el tema de España, tan cuidadosamente estudiado en su trabajo sobre Unamuno y particularmente en su interesantísimo libro Fantasía y razón moderna, Don Quijote, Odiseo y Fausto, sobre todo en lo que se refiere a su lúcido y sorprendente análisis de El Quijote. Cultivó la filosofía con devoción y respeto, sin demasiadas pretensiones de sistema o de escuela, sino guiada por una seria preocupación política constante, su compromiso con la causa de una España que nunca acaba de imponerse definitivamente, de la España del carbón y del acero, del trabajo y de la idea, y utilizando claramente, y con mucho sentido común, el materialismo histórico como metodología y herramienta de construcción para sus análisis filosóficos más diversos, en el contexto de la lucha política y de su compromiso con el Partido Comunista de España.

Sin duda, además de la lectura –conmovedora, clara, sincera– de sus Memorias de medio siglo (una primera parte que temo no se habrá completado), su último libro, Ética radical (2012), adquiere el aspecto de un cierre biográfico a una obra robusta y generosa, estrechamente ligada a los problemas del presente, cercana a la política y al compromiso. Merece ser este libro –que ya va por la cuarta edición– una guía para la acción política de las fuerzas que pretenden la construcción de una nueva España “digna de nuestro pueblo”. Y merece serlo porque es una obra filosófica que invita a la acción política y que define el camino de lo posible con claridad. Desde su filosofía crítica de la técnica constata el abismo entre la utopía tecnológica ya realizada y la atávica política actual, y establece los principios materialistas que dan sentido a la lucha política en el presente histórico, canalizándola hacia el horizonte de la socialización de los medios de producción y de comunicación, frente a la fantasía del liberalismo democrático capitalista que ya no engaña a nadie y que queda totalmente desmontada a lo largo de toda la obra.

En maestros como Carlos París reside la memoria de una España que aspira a salir de una vez de esta camisa de fuerza que nos imponen sistemáticamente el fanatismo atávico de los nacionalismos oligárquicos y oligofrénicos, y el afán de lucro de los arribistas que han medrado a la sombra de la raída democracia actual y que conforman los partidos políticos hegemónicos, y la casta aristocrática que los algodona. La memoria de su trabajo filosófico, sus enseñanzas, sus análisis, sus ideas, los secretos –deliciosos– que quedan guardados en sus obras deben ser estudiados por los españoles del futuro, para que integren su existencia en el contexto de la historia política española, para que comprendan mejor su lugar en el mundo y su función política como personas.


El filósofo y ateneísta Carlos París fallece en Madrid a los 88 años de edad

Catedrático y ex dirigente del PCE, era uno de los grandes pensadores de la generación de Bueno.

La Nueva España · Oviedo, sábado 1 de febrero de 2014, página 51.

Carlos París

Oviedo, J. N. [Javier Neira]. El filósofo, escritor y presidente del Ateneo de Madrid, Carlos París, falleció ayer en Madrid a los 88 años de edad debido a una bronconeumonía. París nació en Bilbao en 1925 y permaneció activo hasta el pasado día 22, cuando participó en una reunión de la junta de gobierno del Ateneo, que pasa por una situación delicada. Era uno de los pensadores más destacados de la generación del filósofo asturiano Gustavo Bueno, con el que mantuvo una larga relación de encuentros y desencuentros.

Carlos París era catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y ocupaba la presidencia del Ateneo desde 1997, tras haber renovado su mandato tres veces. Fue miembro del comité central del PCE, primer decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid en la etapa democrática y ejerció cargos de relevancia, como los de presidente de la Sociedad Española de Filosofía y de la Asociación Rubén Darío de Amistad Hispano-Nicaragüense.

Escribió numerosos libros de creación filosófica y literaria, traducidos a varios idiomas, como "Física y filosofía", "Unamuno. Estructura de su mundo intelectual", "Crítica de la civilización nuclear", "Fantasía y razón: Odiseo", "Don Quijote y Fausto", y "Memorias sobre medio siglo: de la Contrarreforma a internet".

Casado con la escritora y abogada Lidia Falcón, era doctor honoris causa por la Universidad de Valencia.

El actual curso académico del Ateneo de Madrid lo abrió con un análisis del papel de la mentira en el mundo actual. Aseguró que la civilización occidental está asentada en el engaño y que la ONU, la OTAN y la UE son una gran mentira, ya que no persiguen los fines que anuncian y sí la defensa de los intereses de los más poderosos.


Linda Gould Levine

Elocuencia y pasión intelectual

publico.es · Madrid, sábado 1 de febrero de 2014, 18:38 act 18:56

Desde estas orillas de Estados Unidos que apasionaron tanto a Carlos París y Lidia Falcón, escribo unas palabras de tributo a un querido amigo cuya compañía y conversación me dieron horas y horas de placer infinito a lo largo de casi 30 años de amistad. Conversar con Carlos París era como asistir a una sesión insólita de profunda meditación filosófica y fascinante representación teatral.

Me acuerdo que una vez le pregunté por su interpretación del famoso baciyelmo cervantino. En vez de darme la respuesta canónica sobre el perspectivismo cervantino, me regaló una versión totalmente diferente basada en un recuerdo de su adolescencia. Me explicó, con todo lujo de detalles y gestos dramáticos, que en aquel entonces, había dos bandos: los que decían “bacía no” y los que decían “yelmo sí”. “Bacía no, yelmo sí”, decía Carlos, o más bien representaba Carlos con tanto ánimo y capacidad teatral que desde entonces cada vez que converso con mis estudiantes sobre la gran invención “baciyélmica” de Cervantes que es nada menos que su Quijote, me viene a la mente la imagen deliciosa de Carlos París, con una sonrisa traviesa en la cara y un recuerdo tierno en el alma presentando la interpretación más original de esta dicotomía que jamás hubiera oído.

Al mismo tiempo, si cenando una noche con él y mirándole dudar un segundo ante las dos bolas de helado –vainilla y chocolate– que tenía delante, se te ocurriera, como efectivamente se le ocurrió a mi hijo Andrew, preguntarle por su vacilación, te encontrabas de repente no con una explicación animada de otros dos bandos de su adolescencia –los hipotéticos “vainilla sí”, “chocolate no”– sino más bien con una reflexión bien pausada y filosófica sobre la dificultad de escoger entre dos posibilidades tan atrayentes. Filosofía de la vida disfrazada como filosofía del postre, diría yo. Difícil escoger, entonces, entre dos caminos igualmente dulces, por más que su querida compañera Lidia Falcón le rogara que comiera antes de que el helado se convirtiera en un charco de reflexiones filosóficas.

El profundo sentido de la condición humana, matizado con una auto ironía que nunca fallaba, era algo que Carlos llevaba adentro y que compartía en las conferencias inolvidables que dictaba a los estudiantes en mi universidad las numerosas veces que le invitamos a Montclair State. Me acuerdo que la última vez que habló, en octubre de 2012, se presentó ante una clase de estudiantes de posgrado y les dijo que era tan viejo como Matusalem, comentario que por supuesto les hizo reír. Pero luego, en una imitación brillante y muy carlosparisiana del juego cervantino de desautorización y autorización, caminó por el aula con un ánimo y vigor físico tan juveniles que de repente el conferenciante Matusalem se convirtió en versión filosófica de Rafa Nadal. Y eso solo fue el comienzo.

Brillante en su análisis de los valores éticos y heroicos de don Quijote que terminaron en el hundimiento de la supuesta utopía tecnológica actual que ha llegado a ser una fuerza de opresión, Carlos deslumbraba con su elocuencia, claridad, pasión intelectual, conocimientos vastísimos, interpretaciones tan matizadas y respeto por el público. Y si expresaba sus ideas y teorías en aulas, conferencias, congresos y sus penetrantes libros de ensayo que son su legado al pensamiento crítico español, ¡cómo sabía darles otra vuelta y transformarlas en los relatos burlones, desmitificadores e imaginativos de La máquina speculatriz que tanto me deleitaban!

Pero más allá de las palabras, estas palabras tan elocuentes y medidas que lo definían, queda el tremendo calor humano de Carlos París, su profunda preocupación por el prójimo y su sentido original y poético de la vida como aventura y la importancia de experimentarla. ¿A quién más se le ocurriría declarar después de una leve caída y con la rodilla sangrando, “No me pasa nada. ¡Qué gran aventura esta caída!”? Amigo querido y ser humano sin par, Carlos París, te extraño desde estas orillas y pienso que tú llevarás siempre en mi memoria el yelmo, sí, la bacía, no.

Linda Gould Levine. Hispanista y feminista, catedrática en la Universidad Montclair de Nueva Jersey y doctora por Harvard.


Ángel Vivas

Carlos París. Pensamiento y compromiso

El Mundo · Madrid, domingo 2 de febrero de 2014, página 24

Filósofo, catedrático y escritor de izquierdas, era presidente del Ateneo de Madrid desde 1997

El profesor Carlos París, fallecido este pasado viernes, tuvo siempre una marcada vocación universitaria. Él mismo afirmó en alguna ocasión que la universidad el eje perenne de su vida, y quien fuera su rector en la Autónoma de Madrid, Pedro Martínez Montávez, lo consideraba un adalid y un ejemplo en la defensa de una universidad renovadora, crítica (y autocrítica), racionalizada desde el impulso de la pasión y equilibrada en las imprescindibles tareas de docencia e investigación. «Animal eminentemente teórico», como también se definía, Carlos París pensaba, como el reverso indisoluble de la misma moneda, que «el pensamiento limpio lleva inevitablemente al compromiso». Sobre esos dos raíles discurrió su larga y fructífera vida.

Genuino niño de la guerra, cronológicamente (los primeros tiros sonaron la tarde del 17 de julio en que él cumplía 11 años), sus años de formación y hasta la primera madurez estuvieron marcados por las circunstancias del país en que le tocó vivir. Es decir, el mundo de su adolescencia era todavía, en la España de los primeros años cuarenta, el de la Contrarreforma, como él lo llamó en su libro Memorias sobre medio siglo. En aquel momento, como señaló Antonio García Santesmases en la presentación del libro, ya no quedaba nada de la herencia de Ortega. Carlos París y sus coetáneos, gente como Miguel Sánchez Mazas, José María Valverde, Manuel Sacristán o Gustavo Bueno, no encontraron a mano –pese a toda la vegetación que se quisiera ver en aquel páramo– a los imprescindibles maestros.

Tuvieron que buscarlos por su cuenta, tanteando, encontrando su propio camino a partir de unos orígenes familiares conservadores, cuando no puramente fascistas, y en un entorno en el que se podía hablar tranquilamente de ciencia católica. La ventaja de una situación como aquella, como dijera también García Santesmases, es que la intemperie intelectual le curte a uno y la larga búsqueda le procura amigos.

En todo caso, Carlos París pudo tener que buscarse los maestros, pero no necesitó preguntarse mucho por una vocación que fue clara desde muy pronto. Naturalmente inclinado al pensamiento, más en su vertiente reflexiva que experimental (un profesor del colegio le calificó de «filósofo» a raíz de un trabajo de clase, y el apodo se le quedó ya entre sus compañeros adolescentes), se decidió por estudiar Filosofía, pese al atractivo que también ejercía sobre él la ciencia, concretamente la Física.

Lo que se enseñaba en la facultad a la que llegó el joven París, según contó él mismo, era «el más ramplón y culinario sentido común», una enseñanza a la que calificar de escolástica era hacerle un favor. Aunque no faltaran honrosas excepciones, como las del sacerdote Mindán Manero (que fuera amigo de la infancia de Buñuel y compañero de seminario de Escrivá de Balaguer, y quizá congenió más y se entendió mejor con el primero que con el segundo) y Santiago Montero Díaz, que, unos años después sería expulsado de la universidad –aunque no definitivamente, como ellos– junto con Aranguren, Tierno Galván y García Calvo.

Años de búsqueda y aprendizaje, de amistades y relaciones, París hace amistad con Miguel Sánchez-Mazas, estudiante de Matemáticas que refuerza su interés por las ciencias, conoce al inquieto padre Llanos, funda con otros amigos la llamada Universidad Libre de Gambrinus (tertulia establecida en el café madrileño de ese nombre) y participa como subdirector en la revista Theoria. Convencido de la imposibilidad de filosofar al margen de la ciencia, hizo su tesis doctoral sobre Física y filosofía, abriendo un camino que no dejaría de seguir en adelante. El libro que recogía dicha tesis doctoral llevó prólogo del matemático Julio Rey Pastor.

Con 25 años gana una cátedra de la Universidad de Santiago de Compostela. En 1900 se traslada a la Universidad de Valencia, donde, a la sazón, el único catedrático de filosofía era otro cura, el padre Todolí, que todas las mañanas celebraba misa en la facultad y hacía que sus ayudantes de cátedra lo fueran también de la misa, bien tocando el órgano, bien llevando los vasos litúrgicos.

Con todo, París, que siempre combinó un talante sereno con la sangre jacobina, tuvo una verdadera amistad con el buen padre, y éste le ayudó cada vez que, progresivamente comprometido contra el franquismo, Carlos París tuvo problemas académicos o directamente políticos. En 1968 se traslada a la recién creada Universidad Autónoma de Madrid, donde funda y dirige un fecundo Departamento de Filosofía y también colabora en la creación del Instituto de Ciencias de la Educación, que dirigió hasta su destitución por el pintoresco ministro Julio Rodríguez en los años finales del franquismo.

Para entonces, Carlos París, que a la influencia unamuniana suma la de Marx, está cercano al Partido Comunista, en cuyas listas electorales se presentaría con la llegada de la democracia y a cuyo comité central perteneció durante años. Verso suelto, como buen filósofo, se mostró crítico con el derrotero que tomó la Transición. Se veía a sí mismo en una tercera vía, alejada tanto de los reformistas herederos del franquismo como de los opositores satisfechos con aquel derrotero. Dicha tercera vía era, en su expresión, la de quienes vivieron un sueño distinto para España, un sueño de izquierdas que fue derrotado entonces.

En 1997, se presentó a las elecciones del Ateneo de Madrid, cuya presidencia –no exenta de críticas por parte de los opositores (algo que parece ir en el ADN de la histórica institución)– ostentó desde entonces. Si el pensamiento y la acción (política y universitaria) fueron los dos raíles sobre los que discurrió su trayectoria vital, lo científico-tecnológico y una antropología que ve al hombre como animal cultural (título de uno de sus libros de madurez, en cuyas páginas iniciales afirmaba: «No podemos pensar lo humano sólo en sus actuales términos, en su mezquina manifestación actual») son dos grandes pilares de su pensamiento.

Además de El animal cultural y de su citada tesis doctoral, otros títulos de sus libros son elocuentes acerca de sus preocupaciones: Unamuno. Estructura de su mundo intelectual, Filosofía, ciencia, sociedad; La Universidad española actual: posibilidades y frustraciones; Crítica de la civilización nuclear; Fantasía y Razón: Odiseo, Don Quijote y Fausto. Su último libro, de 2012, fue Ética Radical y en los próximos meses aparecerá la recopilación de sus conferencias en el Ateneo con el título de Época de la Mentira.

Carlos París Amador, filósofo y escritor, nació en Bilbao el 17 de julio de 1925 y falleció en Madrid el 31 de enero de 2014.


Francisco José Martínez

En recuerdo de Carlos París: filósofo y comunista

mundoobrero.es · Madrid, domingo 2 de febrero de 2014

La figura de Carlos París ha destacado en numerosos ámbitos: filósofo original y profundo, maestro de muchas generaciones, ciudadano comprometido, participativo y solidario, universitario ejemplar, comunista consecuente… París fue uno de los primeros que en la todavía dura España de los cincuenta organizó un seminario público sobre la obra de Marx. De igual manera, desde el principio articuló en su pensamiento un marxismo de corte ético y humanista con una preocupación por la ciencia y la técnica, no sólo en sus aspectos epistemológicos sino también en su impacto vital y social. Nuestro autor integró la reflexión sobra la ciencia y la tecnología en una reflexión más general que articulaba una filosofía de la naturaleza con una antropología filosófica centrada en el análisis de la idea de cultura. Una cultura entendida como “la totalidad compleja que comprende desde las prácticas y materiales tecnoeconómicos hasta las representaciones del mundo, los códigos morales y las realizaciones expresivas, pasando por los procesos de comunicación, las formas de organización y las pautas reproductoras, en un tejido de relaciones internas”. De igual manera, fue unos de los primeros pensadores españoles que reflexionó sobre la importancia de los nacientes movimientos sociales, especialmente el feminismo, el pacifismo y el ecologismo, movimientos a los que también contribuyó como participante activo.

Filósofo vital, su afabilidad, su carácter abierto y su profundo sentido de la amistad hacía de él un intelectual asequible que nunca regateó su esfuerzo para apoyar todas las iniciativas públicas que promovieran la lucha contra la explotación del hombre y la lucha por la igualdad y la dignidad de los individuos. De origen falangista y cristiano en su juventud, colaboró con el Padre Llanos y fue a la mina durante un tiempo para compartir el trabajo y la vida de los mineros. Durante sus últimos años este compromiso activo se concretó en su actuación como Presidente del Ateneo de Madrid que ha sabido gobernar de forma democrática y eficaz en estos tiempos de penurias económicas y de crisis política. Su dirección de la veterana institución político-cultural madrileña se basaba en la convicción de que la lucha por el saber tenía que ir acompañada de la lucha por la justicia y la igualdad, cosa que a veces olvidan nuestros intelectuales burocratizados y tecnocráticos.

Como profesor universitario fue catedrático muy joven y desarrolló su actividad docente e investigadora en las Universidades de Santiago, Valencia y en la Autónoma de Madrid, en cuya fundación participó, siendo Director del Departamento de Filosofia en sus orígenes. Departamento en el que recogió lo mejor de todas las tendencias vivas de la joven filosofía española de la época: marxismo, filosofía analítica y de la ciencia, lógica, antropología, estética, &c. La labor de este Departamento mítico fue seminal en el despegue de la filosofia española de la escolástica hasta entonces dominante en dicha filosofía. Como profesor y maestro Carlos París renuncio a hacer escuela, si se entiende por eso una estructura jerárquica piramidal en la que un cacique, proveedor de dádivas y prebendas, se ve rodeado de una corte de aduladores clónicos. Fue un maestro respetuoso con sus alumnos a los que no explotaba ni exigía obediencia incondicional. Su generosidad en este ámbito ha sido proverbial, al dar juego a todo el que pudo sin exigir nada a cambio.

En la política París colaboró activamente con el Partido Comunista de cuyo Comité Central formó parte y en cuyas listas se presentó en varias ocasiones. Como político activo Carlos París puso su actividad y su esfuerzo al servicio del Partido y nunca se aprovechó de esta contribución. Su figura nos recuerda los momentos estelares de un Partido que llegó a contar en sus filas y en su dirección con lo más granado de la intelectualidad y de las fuerzas vivas del país, recuerdo tanto más entristecedor en un momento en el que las direcciones de los partidos políticos, incluido el nuestro, se muestran copadas por políticos profesionales, miembros del aparato y sin casi representantes de la sociedad civil.

Carlos se esforzó en los últimos tiempos en la construcción de una ética radical capaz de enfrentarse a los abismos de nuestra civilización actual. Una ética situada en un contexto cultural e histórico determinado y no intemporal, contexto entendido no como el resultado de un determinismo ciego sino como el producto de una serie de elecciones humanas basadas en valores. Esta ética articula los aspectos individuales y colectivos en una ética de la responsabilidad ecológica y social, atenta a las necesidades de nuestra compleja civilización tecnológica y globalizada, cada vez más desigual y depredadora del medio ambiente.

En una de sus últimas columnas dedicada a ‘Los nuevos indignados’ Carlos París fustigaba nuestra sociedad dominada por la mentira, la desigualdad y la injusticia y alentaba el surgimiento de esa protesta ciudadana plural y transversal que se rebelaba contra el mercantilismo que asfixia la vida y las esperanzas de la gran mayoría de la población, protesta que tendría que articularse en un movimiento de resistencia organizado a nivel europeo capaz de estructurar a las capas populares en su conjunto.

El mejor homenaje que podríamos hacer a la memoria de Carlos París seria contribuir todos en la medida de nuestras fuerzas a la articulación de este amplio frente popular unitario en el que se superen las reticencias y falta de generosidad de los partidos dominantes y el sectarismo y el antiinstitucionalismo de los movimientos sociales y ciudadanos de base. Solo la consolidación de este proyecto, tan necesario como difícil, podrá alumbrar una chispa de esperanza en el cielo oscuro y tenebroso de nuestro momento actual.

Francisco José Martínez. Catedrático de Filosofia de la UNED y Coordinador de la Sección de Pensamiento de la Fundación de Investigaciones Marxistas.


Juan José Tamayo

Carlos París: la filosofía como grito contra la injusticia

elpais.com · Madrid, lunes 3 de febrero de 2014, 22:13

Su pensamiento brota de la admiración hacia los luchadores por la libertad y la hermandad

Maestro, amigo y colega. Estas tres palabras resumen mi relación con Carlos París durante más de treinta años. Comenzó a finales de la década de los setenta del siglo pasado en que inicié mis estudios de filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid. Allí seguí sus clases de Antropología Cultural en la licenciatura, sus lecciones sobre la Técnica en Ortega y Gasset y Heidegger en los cursos de doctorado y, bajo su dirección, hice la tesis doctoral sobre la filosofía utópica de la religión en el pensador alemán Ernst Bloch. Recuerdo que cuando le propuse el tema de la tesis me comentó: “Perfecto. Coincide con mi actitud vital, ya que soy un creyente con esperanza pero sin fe”. Yo le recordé entonces la afirmación de Bloch: “La razón no puede florecer sin esperanza. La esperanza no puede hablar sin razón”. Desde entonces razón y esperanza han sido las claves intelectuales de nuestra sintonía.

Mi relación con Carlos París se ha mantenido viva y activa hasta el final. El año pasado me invitó a intervenir, junto con Jacob Muñoz, en la presentación de la segunda edición de su libro Ética radical. Los abismos de la actual civilización, que es una de las más lúcidas y creativas contribuciones a la ética porque cuestiona los límites y ocultamientos de las éticas tradicionales, dilata el horizonte de la filosofía moral y las responsabilidades humanas a otros campos no separables de lo humano, como la ciencia, la técnica y la naturaleza, e incorpora la crítica del capitalismo y de la política liberal. El libro completa la trilogía iniciada con Crítica de la civilización nuclear y continuada con El animal cultural. Biología y cultura en la realidad humana (1994), tres obras mayores de la filosofía española y latinoamericana del siglo XX y principios del siglo XXI.

En un texto antológico de Ética radical describe así lo que para él es la reflexión filosófica: “La filosofía que profeso parte del grito, del lamento, de la encrespada protesta ante la injusticia del mundo que vivimos. Si Aristóteles afirmaba que la Filosofía nace de la admiración, yo diría que también mi filosofar parte de la admiración, pero no solo de la que suscita la contemplación de los cielos, sino de la que brota ante el heroísmo de tantos hombres y mujeres que, incansables, dieron su vida, luchando por el reino de la libertad y la hermandad universales. Y el pensamiento que se levanta, a partir del grito y de la admiración no quiere reducirse a contemplar el mundo, sino que aspira a contribuir a su radical transformación”.

La vida de Carlos París fue un ejemplo de esa manera de entender la filosofía. En ella se dan cita teoría y práctica, militancia política y reflexión filosófica, creación literaria y pensamiento crítico, interpretación y transformación, conforme a la tesis 11º de Marx sobre Feuerbach: “Hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”. Tomando prestada la segunda parte del título de uno de sus libros más emblemáticos, su vida bien puede definirse como “existencia auténtica”, bajo la guía del altruismo que él entiende como “el refuerzo mutuo entre el yo y el otro, en una sinergia en que ambos se potencian”.

Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones en la Universidad Carlos III de Madrid.


Pedro López Arriba

Carlos París: in memoriam

Intervención durante las exequias de Carlos París, corpore insepulto, en el Ateneo de Madrid, la tarde del lunes 3 de febrero de 2014

ateneodemadrid.com · Madrid, lunes 3 de febrero de 2014

Hace casi 70 años, en 1945, D. Carlos París ingresó como socio en el Ateneo de Madrid. En 1997 fue elegido Presidente de esta Institución por primera vez. Posteriormente, volvió a ser reelegido en otras cuatro ocasiones, habiendo resultado electo para un total de cinco mandatos, el último de ellos tristemente truncado por la muerte el pasado viernes 31 de enero de 2014.

En todos sus mandatos afrontó graves problemas y dificilísimas situaciones económicas. A todo ello le supo dar solución. Este último año de 2013, el Ateneo ha conseguido, por fin, salir de pérdidas, y eso es importante. Como importante fue su perseverante dedicación a conseguir que la mayoría social de la entidad se uniese en el esfuerzo de hacer posible y viable que el Ateneo fuera esa institución principal de referencia para toda la cultura española, consagrada como ninguna a la difusión de la ciencia, del pensamiento, de las letras y las artes, que ordena que sea el Artículo 2º de nuestro Reglamento.

Pero a lo que más esfuerzos dedicó en sus cinco mandatos fue a lograr que el Ateneo continuase siendo percibido como el más importante punto de reunión de los hombres instruidos de España, que contribuye a facilitar la mutua comunicación y el intercambio de ideas en libertad, para que esas ideas puedan transmitirse y propagarse por toda la sociedad, como así lo estableció la Orden de 16 de noviembre de 1835 que creó esta Docta Casa.

D. Carlos París falleció el pasado día 31 de enero, justo el día en el que se cumplía el 130º aniversario de la inauguración de éste edificio, en el que se encuentra la actual sede del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid.

Estamos reunidos, hoy, aquí, en el Salón de Actos del Ateneo, salón principal de esta Casa, en el que tantas veces presidió las sesiones de la Junta General, o las aperturas del Curso del Ateneo, o importantes actos culturales. Y lo hacemos para darle un último adiós.

Ocupa hoy, pues, por última vez, el lugar de honor que le otorgamos los ateneístas en las cinco ocasiones en que le elegimos Presidente. Lugar de honor que muy pocos han merecido nunca ocupar tanto como él.

En los casi 180 años de la historia del Ateneo, tan sólo dos hombres, Moret y Cánovas, superaron los cinco mandatos presidenciales. Pero ninguno de ellos alcanza la antigüedad de D. Carlos París. Años de una vida entregada al afán de hacer posible que el Ateneo viviera cada día. Años en los que, como simple socio, o como Presidente de la institución, aportó el tiempo de su vida al encomiable esfuerzo de hacer posible que el Ateneo pudiera vivir. Y lo hizo hasta su último aliento.

Por eso hoy, ante la tan dilatada como admirable trayectoria ateneísta de D. Carlos París, el mejor homenaje que le podemos dedicar es el de tomar como referencia ese tan alto ejemplo ateneísta y que nos comprometamos, como él lo hizo, y ojalá que con tan satisfactorios resultados, a la noble tarea siempre inacabada de hacer posible la pervivencia de esta Docta Casa.

Por eso hoy, ante el cuerpo de nuestro Presidente, presente por última vez en este Salón de Actos, os pido que nos unamos en el solemne compromiso de realizar todos los esfuerzos necesarios para continuar la tarea a la que él se dedicó con tanta devoción y esfuerzo durante casi 70 años, para decir, como en un juramento:

Que no habrá dificultad u obstáculo de ninguna clase que los ateneístas no seamos capaces de vencer, por adversas que puedan parecer las circunstancias; que no habrá discordia o polémica capaz de enfrentarnos y de apartarnos de nuestra dedicación a hacer posible la vida de esta noble entidad; y que el Ateneo de Madrid perdurará para siempre.

Que así sea.


Lidia Falcón

El pionero de la filosofía feminista

Intervención durante las exequias de Carlos París, corpore insepulto, en el Ateneo de Madrid, la tarde del lunes 3 de febrero de 2014

elmundo.es · Madrid, viernes 7 de febrero de 2014

A través de los numerosos obituarios que se han escrito en homenaje a Carlos París hemos podido conocer parte de la obra y la vida de quien ha sido un gigante del pensamiento, un maestro, un escritor, un deportista arriesgado y un hombre solidario con todas las causas de los desfavorecidos de la tierra.

Pero yo, hoy, les voy a contar por qué me enamoré de Carlos París. Me trasladé de Madrid a Barcelona, donde había vivido casi toda mi vida, en febrero de 1986. Comenzaba la campaña contra la OTAN, y mi compromiso por la neutralidad de nuestro país que debía haber mantenido siempre me llevó a participar en ella, a través de la Plataforma contra la OTAN. Más tarde, concluida la campaña, las fuerzas políticas, asociaciones y movimientos de izquierda que habían participado se reunieron en la que fue la Asamblea constituyente de Izquierda Unida. La presidencia que ostentaba el escritor Antonio Gala, leyó el Manifiesto o Tesis Programáticas de lo que debería ser la nueva organización política. Todos los problemas sociales estaban allí descritos: el trabajo en las diversas ramas productivas, las libertades ciudadanas, el reparto de la riqueza, la depredación del medio ambiente, las reclamaciones de los homosexuales, la protección de los animales. Todos, menos los de la mujer.

Ramón Tamames hizo unas precisiones formales, académicas, que no fueron más allá de añadir títulos y epígrafes, y se dio la palabra a la asamblea. Yo estaba en la última fila porque cuando llegué, muy puntual, la sala se hallaba ya abarrotada, de tal modo que me era imposible ver a los que se sentaban cerca del estrado. Y antes de que hubiera podido intentar intervenir para manifestar mi disgusto por el tan flagrante olvido de la injusta situación de la mitad de la población española, la primera mano que se levantó en la primera fila y la primera voz, masculina, dijo “Esta plataforma no trata en ningún apartado del problema de la mujer”. Era la primera vez, y sigue siéndolo, en que un hombre –sea filósofo, sociólogo, político o campesino– es el primero que interpela a la presidencia en un acto público reprochándole el olvido de la situación de la mujer.

Pero aquel día no pude localizar a Carlos París entre la aglomeración de los asistentes, porque se había ido inmediatamente. No le encontré hasta dos años más tarde. Y cuando nos encontramos por primera vez en mi casa, una de las primeras cuestiones que me planteó era qué opinaba de la condición femenina, de la situación de la mujer, del lesbianismo. Con sorpresa, le pregunté por qué él se preocupaba de esos temas que tanto los dirigentes políticos como los profesores habían dejado absolutamente en la responsabilidad de las activistas feministas, y me respondió, como dándolo por evidente, que no hay ningún tema al que pueda estar ajena la filosofía, y si se trata de los sufrimientos de la mitad de la humanidad mucho menos.

Porque Carlos París fue más que un filósofo de la ciencia, más que un antropólogo filosófico, más que un investigador social, más que un dirigente político. Carlos París fue un pensador feminista y esa condición no se recuerda ni se remarca, porque ni siquiera se conoce que significa. Ser pensador feminista no es solo apoyar la libertad de reproducción y condenar el maltrato a la mujer. Ser filósofo feminista significa comprender el mundo en su totalidad, abarcado en la compleja multifaceta de la existencia de dos sexos en la humanidad. El feminismo llega a la escena pública para incluir a las mujeres en las revoluciones que los hombres habían realizado hasta aquel momento sin contar con ellas.

Nosotras aportamos a los análisis económicos y políticos que habían hecho anarquistas, socialistas y comunistas las mil inquietudes e incógnitas que afectan a las cuestiones más profundas del ser humano: el amor, la sexualidad, la amistad, la ética feminista, las relaciones materna/paterno filiales de la reproducción, el respeto a las capacidades femeninas, su inclusión en pie de igualdad en la economía, en la política, en la cultura, en el trabajo de cuidado de los demás seres humanos.

El feminismo analiza, observa y elabora aquellas pulsiones y emociones que forman parte de nuestra estructura humana, como también de la animal, de la forma en que Carlos París nos enseñó en su gran obra El animal cultural, y a cuya elaboración dedicó Carlos infinitas horas de su tiempo, de su saber, de su investigación.

Mucho antes de que él y yo nos encontráramos París ya había afirmado y publicado que la mujer era una clase social. De habernos juntado el destino antes hubiese sido para mí un apoyo fundamental en la polémica que desencadené cuando publiqué La razón feminista.

Él escribe en su libro Lucha de Clases que la situación de la mujer en la producción la convierte en una clase social. Él consiguió que dictáramos en el Departamento de Filosofía de la Autónoma un curso sobre Historia del pensamiento feminista, que tuvo un enorme éxito aunque no pudo continuarse.

En Ciencia, Tecnología, y Transformación Social, dedica un capítulo a Feminismo y filosofía de la reproducción, donde dice:

“Son diversos los fenómenos que hoy plantean un verdadero desafío al pensamiento revolucionario. En primer lugar, el enorme espectáculo histórico de la opresión y la explotación de la mujer. Y es aquí donde la problemática que los movimientos feministas suscitan nos ofrece excelentes posibilidades. En el tema de la mujer, en efecto, se entrecruzan los aspectos más vivos en que la situación actual desafía al marxismo histórico y le fuerza a una reflexión creativa. Podemos decir que el tema de la mujer, la problemática más honda suscitada por los movimientos feministas, constituye una verdadera prueba de fuego para contrastar la auténtica eficacia revolucionaria de la teoría y la práctica marxista, sus capacidades de pensar y crear una sociedad liberada de las relaciones de dominación.”

Pero no era solo teoría lo que él defendía. Él, que era un hombre nacido en el primer cuarto del siglo pasado, educado en la más tradicional cultura patriarcal, al que de niño su padre sacaba de la cocina cuando iba a ver cómo cocinaba su madre, diciendo que eso no era cosa de hombres, que disfrutó del amor y la protección de dos primeras esposas, buenas, enamoradas y fieles, dedicadas a cuidarle, fue capaz, más tarde, ya en la madurez de la vida, de hacer el esfuerzo de aceptar su responsabilidad de las tareas domésticas y la responsabilidad de la dirección del hogar. Y lo hizo por propia convicción, porque si algo caracteriza a Carlos París, si algo le califica, es su absoluta coherencia entre sus ideales y su conducta. Jamás traicionó sus ideas. Como Cyrano de Bergerac no hizo nunca una visita en vez de escribir un poema. Su honradez personal, su honradez intelectual en la búsqueda de la verdad, su ignorancia de toda doblez, traición, falsedad, su compresión hacia todos los desvalidos, las mujeres, los niños, los ancianos, los enfermos, las razas de color, los pueblos bombardeados y masacrados, le llevó a salir en su defensa por todos los caminos del pensamiento y la política.

Y así nos manifestamos contra la Guerra del Golfo, contra la agresión de Nicaragua, contra la Guerra de Irak, contra el bombardeo de Libia, contra todas las injusticias y masacres que perpetran los imperialismos del mundo, se produzcan donde produzcan, y en la calle, codo a codo, éramos mucho más que dos.

Carlos París ha sido en definitiva un hombre bueno, y, lo que únicamente yo puedo saber, es que ha sido también el mejor amante que pueda imaginarse. No habrá otro Carlos París, y le hemos perdido.


In Memoriam Carlos París

ateneodemadrid.com · Madrid, martes 4 de febrero de 2014

Emotiva despedida a Carlos París, filósofo y presidente del Ateneo de Madrid. El Salón de Actos del Ateneo de Madrid se llenó el lunes 3 de febrero para despedir a Carlos París, en un acto en el que ateneístas, familiares y compañeros de viaje, glosaron la vida de un hombre que para todos fue consecuente con su compromiso ético contra la injusticia y por la libertad.

In Memoriam Carlos París

Tras la calidez musical del dúo de violín y violonchelo de los jóvenes hermanos Fraguas, el vicepresidente del Ateneo, Pedro López Arriba, recordó la incansable dedicación de París al frente de la Institución, primero como socio desde 1945 y después como presidente durante cinco mandatos “en los que tuvo que afrontar graves problemas a los que supo dar solución en el esfuerzo por hacer del Ateneo un punto de reunión y de intercambio de ideas en libertad”.

De la Universidad se escucharon las palabras del profesor Mínguez (Universidad de Valencia) que subrayó la impronta que París dejó en la Universidad y cómo mantuvo su conciencia crítica, social y política, y su solidaridad frente a la represión franquista. Para el profesor Antonio Ferraz (Universidad de Valencia) “Carlos París supo hacer de la Universidad un espacio de libertad para el docente”.

El ex rector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa, definió a París “como un profesor universitario que superó las fronteras de su conocimiento y tuvo un gran compromiso intelectual”. “Ahora –dijo– nos sentimos huérfanos, como cuando nos dejaron nuestros padres académicos como Aranguren, Tierno Galván o Agustín García Calvo. Carlos París representaba el compromiso social en un tiempo de mentiras, como el título de su libro póstumo”.

Para Ángel Gabilondo, catedrático y ex Ministro de Educación, Carlos París fue “un piloto del pensamiento, que entendió la Universidad como cultura, como espacio abierto y plural”. Gabilondo, ateneísta desde su juventud estudiando en la Biblioteca del Ateneo, subrayó su compromiso con la histórica Institución: “Estamos aquí por afecto, por convicciones, como ateneístas. Los ateneístas no tienen remedio, creen en la palabra, en el pensamiento, en el disentir para avanzar, en todo lo indispensable para que la sociedad sea distinta”. Según Gabilondo “París era un hombre inclasificable, singular y de los que no hay. Esperemos –concluyó– que dure la incomodidad, esa insatisfacción profunda de Carlos París, porque trabajando desde ella, podemos lograr un mundo distinto y mejor”.

El teólogo Juan José Tamayo recordó “al maestro, amigo y compañero” que “le enseñó a filosofar”. “Nuestra relación giraba –recordó– en torno a la razón y la esperanza y la definición de la filosofía como grito contra la injusticia, reivindicación que queda plasmada en su libro Ética Radical”. El también teólogo Benjamín Forcano, resaltó su faceta de hombre riguroso, honesto y exquisito en el trato y en el respeto.

El líder de Izquierda Abierta Gaspar Llamazares, resaltó su carácter político y su actividad como miembro del Comité Central del PCE. “Nuestros encuentros –dijo– iban de la política a los presupuestos por la crítica situación del Ateneo”. Concluyó que “el filósofo vasco aplicaba la política a los problemas concretos, por eso hoy cuando cunde el pesimismo, recordamos su compromiso y responsabilidad”.

Para Angel Aragonés, representante de la Plataforma por la Cultura, “Carlos París ha dejado la semilla para las nuevas generaciones que necesitan su ética radical, el título de su libro que aplicó en su vida”.

Carlos Enrique Bayo, director de publico.es, destacó “su calidad humana, su optimismo, su empatía con sus interlocutores, su generosidad y su sencillez”. “Su naturaleza altruista se reafirmaba a medida que crecía la época de la mentira”.

Su hija Inés París, directora de cine, quiso destacar con pequeñas anécdotas el gran sentido del humor de su padre, “un hombre cariñoso, contradictorio y ensimismado en su mundo, al que le encantaba contar historias”.

Por último su esposa, Lidia Falcón, abogada, y escritora, entre lágrimas, recordó su primer encuentro con Carlos París en un acto en el inicio de lo que luego sería Izquierda Unida y cómo le llamó la atención su interés por los problemas de la mujer en una época plagada de pensamientos machistas. Para Lidia Falcón “Carlos París fue un pensador feminista, un hombre de absoluta coherencia entre sus ideales y su conducta”.

A las 8 de la noche y sobre las notas del himno obrero La Internacional un público emocionado se puso en pie para dar el último adiós a Carlos París.

Descanse en paz

Pedro López Arriba, in Memoriam Carlos París
In Memoriam Carlos París · Ateneo de Madrid, 3 de febrero de 2014
Pedro López Arriba, Vicepresidente primero del Ateneo.