Filosofía en español 
Filosofía en español

Sobre la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid

Ante el anuncio de reunificación de la Facultad de Filosofía y Letras

España, junio-julio 2016


La Facultad de Filosofía y Letras de la Ciudad Universitaria en 1943 En junio de 1843 el general Espartero crea en Madrid una Facultad completa de Filosofía, “igual en consideraciones y grados a las conocidas con el nombre de mayores [Teología, Derecho, Medicina], e iguales también a los sueldos de los catedráticos de estas los de los catedráticos de la facultad de filosofía”; resuelve que tenga catedráticos de Matemáticas, Física, Química, Mineralogía, Geología, Botánica, Zoología, Mecánica racional, Astronomía y hasta de Metafísica e Historia de la filosofía; y nombra a quienes van a ser catedráticos de esa Facultad de Filosofía. En septiembre de 1857 la Ley de Instrucción pública del ministro Claudio Moyano divide la Facultad de Filosofía en dos: la Facultad de Filosofía y Letras, contradistinta de la Facultad de Ciencias exactas, físicas y naturales. El rótulo Facultad de Filosofía y Letras tiene más de siglo y medio de solera y mantiene su vigor por toda la Hispanidad, desde la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en México a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en Argentina.

En 1927, mandaba el general Primo de Rivera, se diseña para la Universidad de Madrid, en su condición de Universidad Central de España (desde 1845 hasta 1953 sólo ella podía conferir el Grado de Doctor entre las universidades de la Nación), una Ciudad Universitaria, dándose en enero de 1933 la primera clase en el nuevo Pabellón de Filosofía y Letras de esa Ciudad Universitaria. La Universidad de Madrid superó la guerra y hasta se sobrepuso cuando dejó de ser universidad central, pero tras perder su monopolio provinciano (la Universidad Autónoma de Madrid arranca en 1968) sufre profunda crisis identitaria, y en 1970 inicia campaña para apropiarse de nombre ajeno y travestirse rebautizada de Complutense. También en el tardofranquismo las Facultades de Filosofía y Letras fueron conociendo divisiones: Geografía e Historia, Filología, Filosofía y Ciencias de la Educación. Y a medida que psicólogos y pedagogos se fueron emancipando, quedaron solas algunas Facultades de Filosofía (en la Universidad Complutense sucedió en 1991, en la Universidad de Oviedo en 1994, &c.). Para racionalizar recursos y embridar tan desmadrados atomismos particularistas, en los últimos años se han ido produciendo fusiones de facultades y departamentos. En 2011, por ejemplo, la Universidad de Oviedo reunió sus tres facultades de Filosofía, Filología y Geografía e Historia en una redescubierta Facultad de Filosofía y Letras. Y en 2016 los rectores de la Universidad Complutense proponen refundir dieciséis de sus facultades en siete…

Lo curioso es que algunos han presentado tal reordenación como si supusiese una extirpación radical de la “Facultad de Filosofía”, su cierre, y de resultas hasta la misma desaparición de “la Filosofía”. Y en sus reivindicaciones gremiales en defensa de la “Facultad de Filosofía” se han servido de argumentos tan estúpidos, que cabe sospechar si añorasen se les disolviera de verdad, no ya por ahorro sino por mera salud pública. Así, una autodenominada Plataforma de Departamentos para la Reestructuración de la UCM declara que «la medida deja sin existencia académica a facultades legendarias como la de Filosofía, donde pensadores como Ortega, María Zambrano, Aranguren o Zubiri ejercieron la docencia y la conciencia crítica, con enorme impacto internacional», olvidando que nunca ejercieron en ninguna Facultad de Filosofía, sino en la Facultad de Filosofía y Letras. Pero más grave aún es que, por unanimidad, la Junta de Facultad de Filosofía de 1 de junio de 2016, argumente así la continuidad de un departamento: «el Departamento de Filosofía del Derecho, Moral y Política II (Ética y Sociología), especializado en la docencia e investigación de Filosofía Moral y Política y que atiende a una tradición académica intrínseca a la Facultad de Filosofía, como muestra el que haya sido desempeñada por destacados catedráticos como Manuel García Morente y José Luis López Aranguren»…, pues bien, Manuel García Morente y José Luis López Aranguren nunca fueron catedráticos de ninguna “Facultad de Filosofía” sino de la Facultad de Filosofía y Letras y, por supuesto, tampoco formaron parte de ese Departamento ni de ningún otro, pues los Departamentos, como unidades estructurales universitarias, no fueron creados en España hasta 1965 (BOE 17 julio, Ley 83/1965), meses después del apartamiento de la cátedra de Aranguren (que Morente ya se había muerto veintitantos años antes).

Ofrecemos una selección de noticias, escritos, resoluciones, acuerdos, quejas, declaraciones y comentarios suscitados por este asunto, como testimonio interesante del estado de cosas gremial filosófico en la España del verano de 2016.

  1. Acuerdos de la Junta de Facultad de Filosofía · 1 junio 2016
  2. La Complutense reduce facultades: Filosofía... dejará de tener entidad propia · eldiario.es, 14 junio 2016
  3. Nota de Prensa de la Asamblea de la Facultad de Filosofía · 15 junio 2016
  4. Carlos Fernández Liria, Por qué debemos conservar la Facultad de Filosofía · eldiario.es, 16 junio 2016
  5. José Luis Villacañas, Sobre la modernización de la universidad · Levante, 21 junio 2016
  6. Rodrigo Amirola, La universidad en la encrucijada · instituto25m.info, 21 junio 2016
  7. Acuerdos de la Junta de Facultad de Filosofía · 22 junio 2016
  8. Decanos y decanas, Carta abierta al Rector de la Universidad Complutense de Madrid · 27 junio 2016
  9. José Luis Villacañas, ¿La Complutense se mueve? · publico.es, 29 junio 2016
  10. Fernando Savater & alii, ¿Por qué sobra la Filosofía? · El País, 1 julio 2016
  11. Ana Delgado, La Universidad desahucia a Platón · elespanol.com, 4 julio 2016
  12. Tecnócratas atentan contra la filosofía y las humanidades · La Jornada, México, 5 julio 2016
  13. Carlos Andradas, A favor de la Filosofía · El País, 7 julio 2016
  14. Antonio Benítez Lopez, Réplica a Andradas · ibercampus.es, 8 julio 2016
  15. José Sánchez Tortosa, Filosofía contra la barbarie · El Mundo, 8 julio 2016
  16. Adela Cortina, Filosofía imprescindible · El País, 8 julio 2016
  17. Gabriel Albiac, Filosofar sin Facultades · ABC, 12 julio 2016
  18. Javier Gomá, La misión de la universidad: formar profesionales y ciudadanos · El País, 12 julio 2016

Universidad Complutense · Madrid · Facultad de Filosofía

[ Acuerdos de la Junta de Facultad de Filosofía ]

Madrid, 2 de junio de 2016

La Junta de la Facultad de Filosofía, en su sesión extraordinaria del 1 de junio de 2016, en relación con el plan de Reestructuración de Departamentos de la UCM que ha sido presentado por el Vicerrectorado de Planificación y Evaluación Institucional, aprueba por unanimidad lo que sigue:

1. La Facultad de Filosofía comparte la convicción de que la UCM necesita cambios en sus estructuras y, de hecho, ha emprendido desde hace tiempo una reestructuración de sus departamentos que reduce su número y los constituye como unidades mayores, atendiendo siempre a criterios docentes, investigadores y profesionales. Una de estas propuestas ha sido ya aprobada por el Consejo de Gobierno de la UCM y una segunda obra en poder del Vicerrector de Planificación y Evaluación Institucional.

2. La Junta de Facultad quiere expresar su rechazo a la propuesta de Reestructuración de Departamentos presentada por el Vicerrectorado de Planificación y Evaluación Institucional. Este rechazo se fundamenta, entre otras razones, en nuestra disconformidad con el concepto de universidad que inspira dicha propuesta, y con el objetivo y los criterios que, a partir de tal concepto, establece para diseñar la nueva estructura. La Junta entiende que una de las consecuencias de este diseño de grandes departamentos es que el profesorado de distintas especializaciones científicas y académicas deberá asumir docencia en materias y disciplinas ajenas a su perfil, con la consiguiente devaluación de la calidad de los estudios, fundamentalmente de grado. La Junta estima indeseable la desvinculación de docencia e investigación en la concepción del profesor universitario que esta propuesta implica, y cree, además, que dificultará la carrera profesional del personal docente e investigador.

3. Por las mismas razones expresadas en el punto anterior, la Junta de Facultad se opone a la propuesta presentada por el Vicerrectorado de que el Departamento de Filosofía del Derecho, Moral y Política II (Ética y Sociología), especializado en la docencia e investigación de Filosofía Moral y Política y que atiende a una tradición académica intrínseca a la Facultad de Filosofía, como muestra el que haya sido desempeñada por destacados catedráticos como Manuel García Morente y José Luis López Aranguren, se integre en un hipotético departamento que reuniría diversas y heterogéneas disciplinas jurídicas de la Facultad de Derecho, lo que esta Junta considera un error científico y académico fundamental. Por ese motivo, la Junta de Facultad apoya decididamente el acuerdo del Departamento de Filosofía del Derecho, Moral y Política II (Ética y Sociología), de 12 de mayo de 2016, en el sentido de que sus profesores permanezcan integrados en los departamentos de la Facultad de Filosofía.

4. Por último, la Junta de Facultad apoya la propuesta, presentada al Vicerrector de Planificación y Evaluación Institucional por el Decano y los Directores de Departamento de esta Facultad, de una reestructuración de sus departamentos encaminada a constituir dos nuevos departamentos, uno de carácter sistemático y otro de carácter histórico, en los que se integrarían las otras áreas filosóficas tradicionalmente intrínsecas a la Facultad.

Esta declaración de la Junta será remitida al Sr. Rector de la UCM.


Nota de Prensa de la Asamblea de la Facultad de Filosofía

Madrid, 15 de junio de 2016

Hoy, día 15 de junio de 2016, se ha celebrado en el Paraninfo de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid una asamblea con carácter de urgencia, formada por aproximadamente 250 personas, entre estudiantes, profesores y Personal de Administración y Servicios, con la finalidad de debatir y compartir impresiones acerca del plan de “Reestructuración de Departamentos” de la UCM.

Visto el revuelo causado y el rechazo general a la propuesta que, desde hace días, dominaba en la Facultad, el Vicerrector de Estudiantes, Julio Contreras, solicitó asistir a dicha asamblea. Una vez allí transmitió la información relativa al plan de reestructuración y respondió a las preguntas planteadas por los asistentes.

Todas las intervenciones por parte del alumnado y el profesorado manifestaron un absoluto rechazo al plan de reestructuración, haciendo especial hincapié en la particularidad de una disciplina como la Filosofía y la absoluta incoherencia de un plan que pretende diluirla en la facultad de Filología. Se manifestó también el vacío jurídico que recorre todo el documento, la ausencia de un verdadero análisis y una memoria económica (pues el único texto compartido con la comunidad académica es una presentación en power point), así como el secretismo del proceso y la falta de comunicación real con el conjunto de la comunidad universitaria. Además, los criterios que justifican la reestructuración son totalmente caprichosos y aleatorios, en la medida en que la relación alumnos–profesores que se asignan a cada facultad no es equilibrada. En este sentido, y teniendo en cuenta que el criterio no es económico ni académico, parecería que este plan es la antesala a la futura Ley de Universidades de la Comunidad de Madrid impulsada por Cristina Cifuentes.

Asimismo, se puso de relevancia la merma en la calidad de la docencia y la investigación que este plan supone a todos los niveles: perjudica aquellas líneas de investigación que no respondan a los criterios de eficiencia económica establecidos, favorece la inclusión de agentes externos a los intereses académicos y no tiene en cuenta la especialización disciplinar en la asignación de la docencia de las asignaturas.

Se trata de un plan que, además de no contemplar la enorme cantidad de personal en situación precaria a la hora de establecer los criterios de reordenación por facultades, pasa por alto la enorme cantidad de contratos de profesores (asociados, interinos etc.) y Personal de Administración y Servicios que no serán renovados, lo que destruirá decenas de puestos de trabajo.

Por último, se puso de manifiesto la particularidad disciplinar de una facultad como la de Filosofía, cuya área de investigación y docencia no comparte ningún criterio con la facultad de Filología. Nadie está en contra de reorganizar y mejorar la Universidad, sino de hacerlo en base a criterios arbitrarios y en el marco de un proceso y una comunicación opaca e interesada (basta tener en mente el calendario de implantación de dicha reestructuración, que se inicia en julio y culmina en octubre, dejando en el medio aquellos meses con ninguna actividad universitaria), de espaldas a los alumnos, los profesores y el personal de administración y servicios.

Tras manifestar unánimemente el absoluto rechazo al plan, y a pesar de que el calendario de su implantación ya se ha establecido, el Vicerrector se comprometió a negociar con el conjunto de la comunidad universitaria. De parte de los estudiantes y los profesores se convocó una concentración en la plaza de Callao, el jueves 16 de junio a las 19.00H, así como una nueva asamblea para acordar nuevas movilizaciones y jornadas de debate el próximo lunes a las 11.00H en el Paraninfo de la Facultad de Filosofía UCM.

Teléfonos de contacto: 617665*** (Iker Jauregui); 608120*** (Sara Gancedo); 658897*** (Manuel Montilla)


[ Daniel Sánchez Caballero ]

La Complutense quiere reducir el número de facultades de 26 a 17: Filosofía y otras ocho dejarán de tener entidad propia

eldiario.es · Madrid, 14 de junio de 2016

“Guerra” –según los profesores– en la Complutense. Los decanos, algunos al menos, tampoco están muy contentos. El plan de reestructuración de la universidad que propone la dirección está levantando ampollas.

La dirección de la universidad más grande de España se ha propuesto realizar una remodelación completa de sus facultades y departamentos a base de reducir la estructura y se ha encontrado la oposición frontal de buena parte de la comunidad educativa.

La última propuesta del equipo del rector, Carlos Andradas, incluye eliminar varias facultades, entre ellas las de Filosofía, Estadística o Enfermería, que pasarían a integrarse en otras (Filología, Matemáticas o Medicina, en estos casos). El plan lanzado por la UCM pretende dejar diez facultades intactas, las de mayor tamaño, y fusionar las otras 16 que tiene la universidad para dejarlas en siete. La fusión de facultades y departamentos no tendrá consecuencias sobre las titulaciones, que seguirán existiendo como hasta ahora, pero eso no ha evitado que se haya armado un gran revuelo en la universidad.

Las nuevas facultades serán, si sale adelante el plan: Ciencias Económicas, Empresariales, Comercio y Turismo; Ciencias de la Información y Documentación; Medicina y Ciencias de la Salud (con Enfermería, Odontología y Óptica); Ciencias Matemáticas y Estudios Estadísticos; Filología y Filosofía; Ciencias Biológicas y Geológicas; Ciencias Políticas, Sociología y Trabajo Social. Estas nuevas siete facultades se unen a las otras diez ya existentes: Psicología; Derecho; Informática; Educación; Bellas Artes; Veterinaria; Farmacia; Ciencias Químicas; Ciencias Físicas y Geografía e Historia.

La remodelación que pretende el rectorado se completaría con una reducción de un 60% el número de departamentos, pasando de los 185 actuales a 74. Esta reestructuración se haría fusionando departamentos similares (Periodismo I, Periodismo II, Periodismo III y Periodismo IV se unirían en uno más grande que los englobe a todos, por ejemplo), aunque los que rechazan el plan sostienen que no en todos los casos se agruparán departamentos con relación entre sí.

El vicerrector de Planificación y responsable del diseño de este plan, Juan Tejada, explica que la remodelación responde al objetivo de “fortalecer la universidad en sus estructuras fundamentales, que son los departamentos y facultades, para recuperar y crecer en docencia e investigación”. Además, el vicerrector recuerda que la UCM tiene “unas estructuras de hace 40 años con unos planteamientos que compartimentan el conocimiento de manera excesiva”. Tejada insiste en que de momento es solo una propuesta, susceptible de ser modificada, que se ha realizado a la comunidad universitaria para que realicen sus aportaciones.

Esta no parece haberse tomado el proyecto demasiado bien. Muchos profesores que se oponen, de todas las facultades, se han agrupado en la Plataforma de Departamentos para la Reestructuración de la UCM para plantar cara a la dirección. No les gustaba la primera propuesta sobre los departamentos, y que ahora se plantee la desaparición de facultades “históricas” –dicen– no ha ayudado a acercar posturas.

Rafael Valeriano Orden, decano de la Facultad de Filosofía, una de los afectadas, ha explicado a este diario que cree que la propuesta es “lamentable”. “Supone no entender la especificidad de los estudios de Filosofía, que tienen una antigüedad y una tradición que se remontan a la fundación de la universidad, en el siglo XVI”, argumenta. “Los motivos nunca son de tipo académico o científico, sino de ahorro”, asegura, y explica que han puesto sobre la mesa medidas de ahorro que no supondrían tener que eliminar las facultades. Todos los decanos de las facultades afectadas coinciden en rechazar el plan, según él. “Hay un profundo malestar en general con toda la remodelación”, afirma.

Los profesores coinciden en la apreciación del decano. “Se vende como un plan de eficiencia académica, pero en realidad es un plan de eficiencia laboral”, asegura Eva Aladro, profesora en Periodismo y portavoz de la plataforma. Aladro habla del ahorro económico como motivador, de un “ERE encubierto” y sostiene que “crear departamentos de 80 o 100 profesores es una barbaridad. No se puede organizar tanta gente, está estudiado por la sociología”, expone.

Desde el rectorado, Tejada descarta que el ahorro esté detrás de la reestructuración. “Esto produce una liberación de recursos, no un ahorro”, matiza, “que permite hacer más cosas en docencia e investigación. Se nos dice que no hacemos énfasis en este tema de liberación de recursos, pero eso es porque es una cuestión académica”, afirma. Aladro rebate: “El rector habla de un ahorro de tres millones de euros anuales, que es una buena cantidad. Pero en los altísimos cargos de gestión y administración hay muchas personas, unos 120 o 150, algunas de las cuales ganan 100.000 euros al año. Y eso no se toca”, asegura.

Tejada asegura en cualquier caso que de momento todo es solo una propuesta. Que están escuchando a las partes y que ni siquiera hay un borrador de reestructuración definitivo. “Esto no es una empresa, no hay una estructura vertical que permita hacer esto”, afirma.


[ Carlos Fernández Liria ]

Por qué debemos conservar la Facultad de Filosofía

eldiario.es (Tribuna abierta) · Madrid, 16 de junio de 2016

La mano invisible de los tiempos que corren no perdona a la Filosofía. Los planes del ministro Wert, que ya han empezado a hacerse realidad, han herido de muerte la enseñanza de la Filosofía en la secundaria y el bachillerato. Las Facultades de Filosofía hemos perdido así, la principal salida profesional de nuestra carrera, dejando a nuestros profesores de secundaria en la tesitura de tener que conformarse con explicar valores éticos (normalmente, además, en inglés) a niños que no desean sacar sobresaliente en religión. Pese a este desastre, la matrícula (de precio disparatado, como todas) en la Facultad de Filosofía de la UCM, se ha mantenido estos años, porque, aunque parezca imposible, sigue habiendo muchos alumnos que estudian por amor al saber, intentando investigar las razones por las que el ser humano, en muchas ocasiones, es capaz de poner por encima de la vida aquello por lo que merece la pena estar vivo, algo que en filosofía se suele llamar dignidad (y se suele contraponer a precio). Este milagro tan improbable y contra natura se produce todos los días en nuestra Facultad, y debería ser reverenciado con respeto y admiración.

Todo lo contrario de lo que ha decidido, por el momento (porque aún hay tiempo para cambiar de opinión) el rectorado de la Universidad Complutense de Madrid, que ha propuesto integrar (o disolver) la Facultad de Filosofía como un departamento de una Macrofacultad más amplia. Se trata de una idea perversa increíblemente inoportuna, con la que un equipo de gobierno pretendidamente progresista da continuidad a la barbarie neoliberal de la LOMCE de Wert, suprimiendo la Facultad de Filosofía en el momento en que esta materia está siendo más maltratada en la enseñanza secundaria. Si esta conjunción de fatalidades ha salido por casualidad, hay que decir que ni la Santa Inquisición lo habría ideado mejor.

Todo esto, se nos ha dicho desde el rectorado, tiene que ver con un plan de reestructuración de centros que no busca otra cosa que volver más “eficiente” la administración de la UCM. Supongamos que es cierto (lo que podría discutirse en otros artículos). Si es así, hay que pedir al rector Carlos Andradas que rectifique de inmediato, porque la Facultad de Filosofía no sólo no es ineficiente sino que, desde mi punto de vista, ha sido la Facultad más eficiente de todas. Otra cosa es que, con ciertos baremos mercantilistas, no se quiera o no se pueda contabilizar esta eficiencia que, en verdad, hay que considerar sorprendente, gigantesca e inesperada.

Porque, en efecto, hace ya mucho tiempo que, en los Proyectos de Investigación y, en general, en las evaluaciones externas de la Universidad, se valora la eficiencia midiendo lo que se llama “transferencia a la sociedad”. Pues bien, no creo que ninguna Facultad o Escuela, por muchas patentes que haya registrado, pueda compararse ni por asomo a lo que ha representado, desde el año 2000 (el año del Informe Bricall), la Facultad de Filosofía en orden a transferencia de productos a la sociedad. Para empezar, el protagonismo de las Facultades de Filosofía (y en especial en la UCM) en la lucha contra Bolonia, fue, durante diez años, absoluto. Allí se encerraron los alumnos y alumnas en año 2000, durante noches y noches en las que tradujeron y estudiaron las ponencias sobre educación de la OMC que inspiraban el Informe Bricall, produciendo innumerables documentos explicativos que luego llegaron a la sociedad y levantaron la voz de alarma. Allí se encerraron los estudiantes, con el apoyo del decano Juan Manuel Navarro Cordón, durante todos los años de lucha contra el Plan Bolonia, para organizar lo que fueron movilizaciones sociales de millares y millares de ciudadanos en todo el país. Allí nació Profesores por el Conocimiento, un colectivo que logró poner de acuerdo a decenas de Juntas de Facultad en la lucha contra la mercantilización de la Universidad. Allí se celebraron gran parte de los debates con el rector Carlos Berzosa, con los entonces aún vicerrectores José Carrillo y Carlos Andradas, y con el que entonces fuera presidente de la Conferencia de Rectores, el que luego sería el ministro Ángel Gabilondo. ¿Es todo esto poca “transferencia a la sociedad”, poca “eficiencia”? ¿La movilización de centenares de miles de ciudadanos en la lucha y la reflexión sobre la Universidad no ha de ser contabilizada en la evaluación de la eficiencia de las Facultades? ¿O es que -tal y como, también, por cierto, la Facultad de Filosofía no paró de denunciar- ya sólo se consideran eficientes las patentes de interés para las empresas privadas que esperan montar sus plantillas de trabajo con becarios a los que, dicho sea de paso, paga el Estado, es decir, la sociedad civil? ¿ La ANECA no tendría que pensar un poco sobre este asunto? La Universidad no sólo transfiere a la sociedad patentes jugosas desde un punto de vista mercantil. También transfiere reflexión, crítica y pensamiento.

Por otra parte, me parece difícil negar que desde la Facultad de Filosofía (y de Políticas, por supuesto) se ha hecho a la sociedad una transferencia que va a cambiar (que ya ha cambiado) la sociedad española más que todas las patentes que se puedan apilar en el resto del campus universitario. Podemos es un partido que puede llegar a gobernar este país, o al menos, quedar como primera fuerza de la oposición. Si cuento cuántos exalumnos míos de Filosofía hay en estos momentos ocupando cargos políticos o cargos internos en Podemos, me salen una docena de diputados y medio centenar de cargos, increíblemente jóvenes, muchos de los cuales se inciaron políticamente en la lucha contra Bolonia y en Juventud sin Futuro (sin ir más lejos, Luis Alegre, profesor de la Facultad de Filosofía de la UCM, es el Secretario General de Podemos en la CAM). ¿Todo esto no debe ser considerado “eficiente”? ¿Debe ser considerado o no “transferencia a la sociedad”? ¿Podríamos patentar la manera en la que se ha dado una patada en el tablero político de este país y se ha cambiado por completo la manera de hacer política? ¿Hay una patente que pueda explicar por qué ahora Pedro Sánchez va en mangas de camisa y por qué hasta en el PP se adoptan modales de perroflauta? Escuché una vez que existía una patente de gran interés empresarial, en el campo de la cirugía estética, para teñir de rosa los anos oscuros (a imitación de lo que se lleva últimamente en las películas porno). ¿Esto debe ser considerado eficaz en la transferencia de conocimientos a la sociedad en comparación con cambiar el mapa político de este país? ¿O es que es al revés, que la UCM castiga a su Facultad de Filosofía por lo excesivamente eficiente que ha sido en estas dos últimas décadas? ¿Es una venganza o un escarmiento?

La Facultad de Filosofía tiene un cometido imprescindible en la ciudad universitaria: recordar en todo momento a los “estudios superiores” lo que significa que un estudio sea un estudio superior. Es decir, explicar, en suma, lo que significa la palabra teoría, la palabra 'verdad', la palabra 'justicia' o la palabra 'belleza'. Recordar en todo momento que, como decía Humboldt, en los estudios secundarios, los profesores se deben a los alumnos (y así debe ser). Pero que, en los estudios superiores, profesores y alumnos se deben, ambos dos, a la ciencia, y en definitiva, a la verdad. Y eso por encima de cualquier consideración mercantil. Si perdemos esa referencia a la verdad, la justicia o la belleza, destruimos, sencillamente, la brújula de lo que debe ser una Universidad. Y es una locura emprender un proceso de reformas sin brújula. Porque todos sabemos demasiado bien (desde el año 2000) hacia donde nos lleva la corriente.

Carlos Fernández Liria es profesor de Filosofía en la UCM. Es autor del libro El Plan Bolonia. Su último libro publicado es En defensa del populismo.


[ José Luis Villacañas Berlanga ]

Sobre la modernización de la universidad

Levante · Valencia, 21 de junio de 2016

Un rector ideal de Universidad haría una cosa ante todo. Llamaría uno a uno a todos los directores de Departamentos y a los directores de Proyectos de la Universidad y les preguntaría qué tendrían que hacer para convertirse en referentes indiscutibles entre las Universidades del mundo. Desde luego, exigiría una respuesta a esta pregunta: ¿en qué podría objetivamente especializarse tu Departamento o tu Proyecto para ser conocido entre los estudiantes e investigadores de tu materia en todo el mundo? No pararía hasta identificar su potencial, intensificar una línea de investigación de alto interés científico, social, económico, cultural, en la que fuera posible alcanzar un nivel de excelencia internacional reconocible. Eso haría. La ciencia hoy es especialización. Dado el carácter global de todo rendimiento, si un Departamento es de los primeros en su especialidad, será eficiente, tendrá estudiantes, proyectos financiados, doctorandos, profesores invitados, becarios. En estos encuentros, un rector ideal reconocería a sus profesores y sabría de sus problemas de primera mano. Contrastadas esas conversaciones con el saber del expediente que obra en todo Rectorado, se apreciarían las potencialidades y las limitaciones de los Departamentos y grupos, su viabilidad o su inviabilidad, así como los caminos posibles de transformación.

El Rector de la Complutense, que con toda legitimidad quiere cambiar su institución, debería haber comenzado por ahí. Los referentes de la UCM son la UNAM de México o la UB de Barcelona. Como estas Universidades, la UCM debería situarse entre las primeras productoras de ciencia del mundo hispánico (que atiende las exigencias científicas de 500 millones de habitantes) y entre las cien primeras del mundo. Pero en verdad, la Complutense se va descolgando de todas ellas, sin duda porque no recibe el apoyo de una política de Estado (la Generalitat Catalana tiene algo parecido), pero sobre todo porque no ha sido capaz de renovarse y transformarse a su debido tiempo. El nuevo Rectorado de Carlos Andradas había sembrado esperanzas de una verdadera reforma, y muchos sabíamos que era la última oportunidad de impulsarla. Había expectación y esperanza.

Sin embargo, el Plan de Reestructuración que ha presentado el equipo rectoral de Andradas no ha partido de esa premisa necesaria: reconocer a sus profesores y profesionales, los aliados inevitables en cualquier transformación universitaria. Su comportamiento ha sido el inverso. Recluido en la discreción y la negociación secreta, ha presentado un Plan de ingeniería, basado no en el elemento humano, sino en puros números y fórmulas. Carente de espíritu universitario, ese Plan no traza un modelo de la Complutense ideal. Diseña una política de grandes Departamentos y de Centros gigantes, lo que implicará una reestructuración de todo el personal de administración y servicios (sin decirlo), y desde luego sacudirá todas las estructuras universitarias de representación y de poder. Lo que se derivará de ahí es una incógnita y en el mejor de los casos implicará años de desconcierto, transición y adaptación. Solo algo es claro: de llevarse a cabo, el Rectorado tendrá las manos más libres para una intervención en contenidos docentes, planes de estudios, grados y títulos. Con seguridad, este Proyecto no implicará una transformación desde abajo, capaz de canalizar la libertad, el entusiasmo y las aspiraciones de la población universitaria. Es como un corsé que removerá todos los cuerpos, y que obligará a casi todos ellos a ajustarse a un esqueleto extraño e impuesto.

Si el Rector Andradas hubiera partido de lo que un rector ideal hubiera hecho, de esas entrevistas habría salido un mapa de las especialidades docentes e investigadoras de las que una gran Universidad, como la UCM, no debería prescindir, si aspirara a pronunciar una palabra importante sobre las grandes cuestiones científicas del presente. De esas entrevistas habrían salido los compromisos evaluables en docencia e investigación, las agendas de implementación y evaluación, las exigencias de financiación, los criterios de autocorrección, los observatorios de seguimiento, los criterios de eficiencia, los modos de discriminar resultados, de reconocerlos y compensarlos. En suma, si Andradas hubiera sido por un momento un rector ideal, nos habría ofrecido un plan desde abajo, desde el reconocimiento de los profesores, Departamentos y Centros, y de ese diálogo habría brotado una idea de la UCM capaz de canalizar el trabajo de sus profesionales, de sus estudiantes y de atender a la sociedad a la que sirve.

Con seguridad, en muchas de esas conversaciones se habría llegado a intercambio de opiniones sobre la masa crítica ideal que requiere un Departamento y una Facultad para ser eficientes en proyectos de investigación y docencia. Con ello se podrían ofrecer evidencias sobre las formas más adecuadas y naturales de alcanzar esas masas críticas y los procesos para lograrlo. También se podría llegar a conclusiones compartidas acerca de los Centros y Departamentos que no pueden cumplir ese plan ideal y sus necesarios procesos de integración, pero no presionados por números externos y mágicos, sino asentados en las posibilidades concretas y reales desde criterios de investigación y docencia.

Por ejemplo, si yo hubiera sido llamado por ese rector ideal, mi conversación habría sido de este tenor. Le hubiera dicho que la Facultad de Filosofía de la Complutense, con más de mil alumnos, puede atender con eficiencia el Grado de Filosofía, que es atractivo para unos 200 jóvenes por año (ya con nota de corte en la matrícula); que la Facultad se comprometería a mantener los dobles grados de Derecho y de Ciencia Política, y a aumentarlos con otros posibles de Periodismo, Historia o Filología hispánica, por lo menos. Los dobles grados son muy competitivos desde el punto de vista formativo, profesional y docente, y ofrecen un valor curricular interesante a los estudiantes que los cursan. Desde luego, la Facultad se comprometería a hacer de nuestro Programa de Doctorado quizá el más importante de Filosofía en español (tiene casi 200 tesis matriculadas); y de nuestros Másteres, ofertas capaces de atraer a público internacional en pensamiento contemporáneo, pensamiento español y latinoamericano, filosofía política, y en psicoanálisis. Que la Facultad aumentaría sus compromisos hasta identificar al menos tres grupos de investigación con proyección internacional sobre historia de la filosofía e historia intelectual; sobre pensamiento contemporáneo continental (italiano, francés y alemán), y sobre epistemología y filosofía de la ciencia. Pero también reconocería la necesidad no solo de investigación puntera, sino de intervención social, de extensión universitaria, de alta divulgación, de atención a las exigencias ilustradas de una opinión pública y de diálogo con las demandas sociales. Compromisos tangibles, verificables, alcanzables, sometidos a criterios de eficiencia compartidos y de financiación equitativa.

Con todas esas entrevistas, se podría disponer de un concepto material de Universidad. Sin ese concepto no hay reforma posible. Implica identificar las necesidades sociales y las demandas del presente, no los caprichos de los investigadores, y promover lo que en todo caso la Universidad debe atender, así como definir los criterios de eficiencia para atenderlo. Sin duda, entre la Universidad Complutense actual y ese modelo ideal hay un gran camino, pero con flexibilidad y libertad, con apoyos y con diálogo, se puede comenzar a recorrer. Pero el Rector Andradas ha hecho el camino inverso. Ha configurado un esqueleto rígido, basado en fórmulas cuyas razones desconocemos, cuyas consecuencias ignoramos, cuyos efectos tememos, cuyas incertidumbres sopesamos. En todo caso, ese armazón nos viene dado desde fuera, sin nuestra intervención y al margen de la vida universitaria real.

Desde luego, el Rector Andradas asegura que este plan es sólo el inicio, que debe dar paso a negociación y colaboración, que está abierto a flexibilizaciones y matices. No lo dudamos. Sin embargo, apreciamos que ya parte de un error de planteamiento político, pues surge de una comprensión del poder universitario más gerencial que cooperativo, más directivo que deliberativo. Olvida que para mover la inteligencia y el entusiasmo de los universitarios, estos tienen que participar con su razón y voluntad, pues la Universidad no es una institución de poder y obediencia, sino de libertad y de conocimiento. Así que, en algún momento, el Rector Andradas, si quiere sacar su plan adelante, tendrá que comportarse como el rector ideal. Pero en ese caso, ¿por qué no ha empezado por ahí? Y si ya es tarde para eso, ¿cuál es el siguiente paso en ese diálogo que se nos anuncia? ¿Qué compromisos verificables puede adquirir sobre él? ¿Y sobre qué evidencias compartidas puede girar esa conversación?


[ Rodrigo Amirola González ]

La universidad en la encrucijada

instituto25m.info · Madrid, 21 de junio de 2016

En medio de la campaña de “la segunda vuelta”, en estos tiempos acelerados, he conseguido sacar unas horas por la tarde y volver a la Facultad de Filosofía de la Complutense, la facultad en la que me formé académica y políticamente. Allí aprendí casi todo. Me he reencontrado con profesores y alumnos, con los que me enfrenté en el pasado al enorme proceso de descomposición de la universidad pública, que aún hoy sigue en marcha . Ese proceso de descomposición consiste en la colonización de la universidad por parte de los intereses económicos y la introducción de criterios de mercados en un ámbito que debiera, en buena medida, quedar protegido de ellos. Nos hemos vuelto a encontrar en un nuevo episodio de esa larga serie de acontecimientos, aunque ya en una situación política y social bien diferente. De aquella lejana huelga a la japonesa en primer año de licenciatura a este junio de 2016, han ocurrido demasiadas cosas en la universidad, pero, sobre todo, fuera de ella.

Primero, los hechos del nuevo capítulo en cuestión. Se ha convocado una asamblea de facultad para informar a la comunidad universitaria de la “propuesta” del rectorado de reestructuración de la universidad, debatir posibles escenarios y plantear una respuesta organizada. Ese plan del actual rectorado, dirigido por Carlos Andradas, pretende reducir los actuales 185 departamentos en un 60% y las 26 facultades existentes en 17 en aras de la eficiencia económica en la Universidad pública y, en último extremo, en la sociedad, se entiende. El vicerrector de estudiantes, Julio Contreras, ha tenido el valor de acudir a la asamblea a tratar de explicar la propuesta del rectorado y dar su particular punto de vista.

A pesar de su mejor voluntad, las explicaciones han sido completamente insuficientes por diferentes motivos. En primer lugar, no ha sido capaz de hacer entender la jugada maestra del rectorado de dar a conocer un plan con repercusiones tan grandes – en términos de imprevisibilidad – en pleno período de exámenes, matriculaciones y a las puertas del verano. No era, desde luego, la mejor idea de fomentar el diálogo y un debate razonado dentro de la comunidad educativa. Y siempre lanzan sospechas sobre uno mismo estas casualidades del calendario. En segundo lugar, tampoco ha dado una sola razón por la cual el plan de organización pretendidamente “eficiente”, presentado en un triste power point sin memoria jurídica, ni económica, era un “buen plan”. Más allá de la sugerencia banal de que era posible encontrar una unidad con mayor grado de funcionalidad en la universidad que la facultad y tratar de dibujar insatisfactoriamente la oposición a la propuesta como una panda de inmovilistas y autocomplacientes con la actual universidad pública en ruinas, no se podían rastrear más argumentos.

Sin embargo, ha dicho una frase, después de recordar su recorrido desde 2008 en defensa de la universidad pública, con la que estoy completamente de acuerdo y que, creo, merece la pena destacar: “la defensa de la universidad pública es poliédrica, se hace desde diferentes lugares”. Es un buen punto de partida el hecho de compartir una convicción fundamental: por supuesto, la Universidad pública se defiende desde sus instituciones, desde las aulas, desde las calles y desde el Estado. Dicho así, no se entiende por qué el equipo rectoral no ha decidido abrir un debate entre los diferentes agentes de la comunidad universitaria y plantarse juntos ante la Comunidad de Madrid, presidida por Cristina Cifuentes, que le debe dinero a la Universidad Complutense como han establecido los tribunales y la mantiene en unas condiciones de infrafinanciación, que sólo la dejan elegir entre el mal y el mal menor. Quizás, en 2008, el argumento de Contreras de hacer lo que se pueda en este momento, plegándose a la eficiencia económica como un tótem de nuestra tribu, tenía más peso y eco social. A estas alturas de 2016, cuando quedan menos de dos semanas para unas elecciones decisivas, en las que se dirime una encrucijada histórica, el rectorado debería dedicarse a poner la cuestión universitaria en el foco mediático alineado con la comunidad educativa.

Por último y sin dejar de decir que es un orgullo haber estudiado, aprendido y militado tanto en esa facultad, creo que es importante una cosa más. La filosofía es una disciplina única, que creo que debe ser conservada por ser un bien en sí mismo, y nuestra facultad es un reducto a conservar, donde se imparte este saber de segundo grado, pero no es lo único, ni lo más importante en juego. La Complutense, una vez más, puede servir de laboratorio para unas “reformas” que posteriormente se extiendan a otros lugares de nuestro país. Lo que está en juego es la dirección de esas reformas. Éstas pueden profundizar la descomposición de la universidad pública y herir de muerte a una disciplina como la filosofía, que no puede plegarse, como muchas otras realidades de la civilización, a un criterio puramente abstracto como es el de eficiencia económica. O pueden reforzar el carácter público de la universidad así como su calidad y convertirla en un pilar de una sociedad, que respete la ciencia, la filosofía, sus saberes históricos y no renuncie a competir en términos de conocimiento. Pongamos la cuestión universitaria en el primer plano mediático, convirtámoslo en un tema decisivo del panorama político español, utilizando la campaña electoral, organicemos a los y las estudiantes junto al profesorado precario de las diferentes facultades para empujar a la comunidad educativa a su defensa. Planteemos una reforma para dar solución a la cuestión universitaria y pueda estar a la altura del nuevo país que viene. No es cuestión de una asamblea de facultad por muy numerosa que sea, es cuestión de un país.


Universidad Complutense · Madrid · La Junta de la Facultad de Filosofía

[ Acuerdos de la Junta de Facultad de Filosofía ]

Madrid, 23 de junio de 2016

La Junta de la Facultad de Filosofía, en su sesión ordinaria del día 22 de junio de 2016, en relación con el borrador del plan de Reestructuración de Centros de la UCM que ha sido presentado por el Vicerrectorado de Planificación y Evaluación Institucional, aprueba por unanimidad lo que sigue:

1. Ratificamos íntegramente el contenido de nuestro escrito de fecha 02 de junio de 2016, en cuanto a que compartimos la convicción de que son necesarios cambios estructurales en la UCM. De hecho, como es de conocimiento público, nuestra Facultad ha emprendido una reestructuración de sus Departamentos que reduce su número y los constituye como unidades mayores, atendiendo siempre a criterios docentes, investigadores y profesionales. Una de estas propuestas ha sido ya aprobada por el Consejo de Gobierno de la UCM y una segunda obra en poder del Vicerrector de Planificación y Evaluación Institucional.

2. La Junta de Facultad manifiesta también su radical rechazo a la propuesta de reestructuración de Centros presentada por el Vicerrectorado de Planificación y Evaluación Institucional por las siguientes razones:

a) Porque pretende la desaparición de la actual Facultad de Filosofía, y con ello también la de la Facultad de Filología, para formar un nuevo centro de Filosofía y Filología, todo ello en función de una serie de criterios numéricos que constituyen una comprensión extraordinariamente reduccionista de la singularidad de los estudios filosóficos así como también filológicos. Declaramos, en tal sentido, que el Vicerrectorado desconoce que la filología y la filosofía representan campos de conocimiento independientes y sin convergencias sustantivas. La propuesta de fusión, por ende, parece justificarse en un extraño principio de ósmosis espacial que derivaría del hecho de que ambas Facultades compartimos dos edificios. Supone, además, un evidente retroceso a un modelo organizativo anterior a 1975, completamente superado por los desarrollos contemporáneos de ambas disciplinas.

b) Además, mostramos nuestra indignación frente a la arbitrariedad de los criterios cuantitativos esgrimidos por la propuesta del Vicerrectorado, lo cual queda de manifiesto en el hecho de que el plan no incluya otros muchos parámetros como la correlación entre los datos ECTS matriculados y el número de profesores de un centro, aspecto en que puede apreciarse una asimetría importante entre centros que no es valorada ni resuelta. También consideramos sorprendente que en un diseño que supuestamente quiere fortalecer las perspectivas de la investigación universitaria, no se considere como un criterio de viabilidad de una Facultad la matricula en doctorado, en lo que esta Facultad tiene una producción importante y con carácter internacional.

c) Asimismo, denunciamos la exclusión en la propuesta del Vicerrectorado de una serie de criterios cualitativos que justifican la existencia de la Facultad de Filosofía como, por ejemplo, su significativo posicionamiento internacional, lo que la convierte en uno de los principales centros de estudio de filosofía en el mundo hispanohablante y en una referencia fundamental para la visibilidad social y cultural de un área de conocimiento que ha sido particularmente agredida en los últimos años por una concepción instrumental y mercantil de la educación.

d) Nos oponemos también a esta propuesta por la absoluta ausencia de un proceso democrático de discusión sobre la misma en que se establezcan con claridad los procedimientos de deliberación, los mecanismos de participación de todos los miembros de la comunidad universitaria y los plazos. En contra de esta forma de proceder, el Rectorado ha optado por un modelo verticalista, elaborando un documento que no solamente ofrece un diagnóstico de la situación de las estructuras de la Universidad discutible sino que también se apresura a la hora de imponer las conclusiones que deberíamos extraer y las medidas concretas a adoptar.

e) Los documentos presentados por el Vicerrectorado de Planificación e Innovación Institucional con la propuesta de reestructuración de centros y de departamentos no se encuentran a la altura de la trascendencia de un proceso como el que se pretende porque evidencia una notable falta de exhaustividad y seriedad. Tales documentos exigen como mínimo la elaboración de una memoria económica, un informe jurídico que fije el marco legal que se requiere para dar cabida a los cambios que se pretenden introducir, una memoria académica que justifique las convergencias que se proponen, un calendario de actuaciones consensuado con la comunidad universitaria y un documento matriz en que se ofrezca la mayor cantidad de datos posibles sobre la realidad objetiva pasada, actual y futura de cada uno los centros de la UCM.

f) Asimismo, rechazamos la estrategia comunicativa con la que el Rectorado ha acompañado la presentación de su propuesta porque erosiona gravemente la imagen de la UCM y, particularmente, de nuestra Facultad. Lamentamos expresiones del Sr. Rector como, por ejemplo, el atribuir el rechazo de la propuesta del Vicerrectorado a la reticencia de algunos a «abandonar la zona de confort en la que vivimos» (Cadena SER, 14/06/2016). Nos parece que este tipo de opiniones ofenden y lesionan el rigor y sacrificio personal y profesional con que profesores y PAS de la UCM tratamos de llevar adelante nuestro compromiso, en el caso de los que formamos esta Facultad, con el saber filosófico y la aportación en enseñanza e investigación que hacemos al desarrollo mismo de nuestra Facultad y de la UCM. Además, se trata de apreciaciones que contribuyen a promover un relato crítico de nuestra institución por parte de los adversarios de la Universidad Pública y, muy en concreto, de la UCM, como se comprueba en no pocos artículos de prensa publicados en estas dos semanas.

g) La antedicha estrategia comunicativa ha resultado también muy inoportuna puesto que introduce confusión y una percepción de incertidumbre institucional precisamente en el momento en que los estudiantes de selectividad comienzan a tomar decisiones sobre sus futuros estudios y que ha afectado de modo fehaciente en los que aspiran a cursar estudios en nuestra Facultad. El mero hecho de que el Rectorado se haya visto obligado a aclarar una y otra vez ante los medios que la desaparición de una Facultad no supone el cierre de una titulación así como tampoco un ERE encubierto, es una prueba irrefutable del daño que se ha producido a la imagen corporativa de la UCM.

h) Por último, rechazamos el punto contenido en la propuesta del Vicerrectorado que afecta directamente a la organización del PAS que trabaja y da servicio directo a las Facultades. La idea de constituir áreas de gestión o clústeres que integren el trabajo administrativo, desvinculados de los centros, perturba seriamente la articulación necesaria entre las tareas de administración y servicios y los requerimientos académicos, único modelo que ha garantizado una gestión eficiente y de calidad.

3. En atención a todo lo anterior, solicitamos al Rectorado que retire el actual borrador de reestructuración de centros así como el de departamentos, procediendo a elaborar un documento base, riguroso y exhaustivo, que sea verdaderamente consensuado con los miembros que constituyen nuestra Universidad. Dicho documento debería sentar los principios básicos para iniciar un proceso de reestructuración liderado por cada una de las Facultades de la UCM y sus departamentos.

4. Finalmente, reiteramos nuestra decidida y acreditada voluntad de contribuir a una reestructuración científica y académicamente razonable de las actuales estructuras universitarias y nos brindamos a un diálogo con todas las instancias de la UCM implicadas en ello con el fin de alcanzar tal propósito.

La Junta acuerda enviar este escrito al Rector y proceder a dar máxima difusión al mismo.


[ los decanos y decanas abajo firmantes ]

Carta abierta al Rector de la Universidad Complutense de Madrid, Prof. D. Carlos Andradas

Madrid, 27 de junio de 2016

Estimado Rector:

Ante las propuestas presentadas recientemente para abordar una reestructuración de Centros y de Departamentos en la Universidad Complutense de Madrid, los decanos y decanas abajo firmantes deseamos trasladarle algunas consideraciones con el propósito de contribuir positivamente a dicho proceso y reconducir la situación actual.

Somos conscientes de que es conveniente abordar una revisión del funcionamiento de esta Universidad y de sus estructuras dirigida a mejorar la gestión administrativa, la calidad de la docencia y la actividad investigadora. A estos objetivos, sin duda, debe dedicarse el futuro Plan Director. Sin embargo, en nuestra opinión, la actual propuesta no permitirá alcanzar tales metas e incluso podría contribuir a un mayor deterioro de las mismas.

Entendiendo que es el momento de abordar algunas de las directrices planteadas en el borrador presentado desde el Vicerrectorado de Planificación y Evaluación Institucional, le transmitimos las siguientes consideraciones de carácter general:

1. La mayor parte de los problemas que se pretenden resolver no se solucionarían. Constituye un error que mediante una reestructuración de los centros se esté pretendiendo desarrollar una optimización de la gestión administrativa. Se trata de cuestiones diferentes. La propuesta presentada plantea como objetivo crear grandes estructuras en todos los ámbitos (Departamentos, Facultades y Campus), y esto, a nuestro entender, no supone per se una garantía de mayor eficiencia, tampoco asegura mejor calidad docente e investigadora, y, sobre todo, no logra el pretendido equilibrio y homogeneidad entre Facultades.

2. Asimismo, una reestructuración de Centros y Departamentos de este tenor no parece que facilite, en modo alguno, mejorar la atención al estudiante. El modelo de grandes facultades o departamentos es contrario a los principios de una educación superior moderna basada en una docencia personalizada y cercana. Tampoco puede contribuir necesariamente a una mejora de la investigación, otro de los pretendidos objetivos de la propuesta dada a conocer.

3. Se pretende fundamentalmente modificar estructuras administrativas y de gestión, afectando para ello a otras estructuras, como las de los Centros, que tienen una índole muy diferente. No resulta adecuado vincular soluciones planteadas para resolver problemas de gestión con la desaparición de entidades académicas que tienen un importante carácter de identificación para todos los colectivos universitarios, especialmente para los estudiantes.

4. Recordamos que las Facultades constituyen una estructura académica con una identidad y una proyección, tanto dentro como fuera de la Universidad, muy diferente a cualquier otra presente en la misma. Las Facultades han sido las responsables de las propuestas y de la gestión de las titulaciones y lo seguirán siendo en el futuro. Aunque no exista una voluntad en este sentido, cualquier reestructuración que les afecte (y más si es de esta envergadura) repercutirá a corto o medio plazo directamente en la proyección y visibilidad de los estudios ofertados.

5. Una disminución en el número de Facultades, todas ellas singulares y muchas de ellas identificadas, además, con emergentes campos científicos, constituye una decisión de carácter irreversible para nuestra Universidad. Esto supondría un enorme retroceso en el proceso de consolidación de varias disciplinas y en la capacidad de liderazgo que nuestra institución debe asumir para estar en la vanguardia del conocimiento.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, creemos que es necesario abrir un proceso participativo de estudio que permita desarrollar una propuesta más acorde con el sentir y las necesidades de la Universidad Complutense y que, sobre todo, posibilite establecer un debate sereno y fructífero. Debe evitarse una situación como la actual, en nada deseable o beneficiosa para la Universidad, funcionamiento interno o su imagen social.

Como sabe, siempre hemos estado en la mayor disposición para tratar sobre estas cuestiones, como estamos seguros de que lo está el equipo rectoral que encabeza. Reciba un cordial saludo.

José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, Decano de la Facultad de Ciencias de la Documentación.
Lorena Ortega Menor, Decana de la Facultad de Ciencias Geológicas.
Mª Concepción García Gómez, Decana de la Facultad de Comercio y Turismo.
Enrique Pacheco del Cerro, Decano de la Facultad de Enfermería, Fisioterapia y Podología.
Carmen Nieto Zayas, Decana de la Facultad de Estudios Estadísticos.
Rafael Valeriano Orden Jiménez, Decano Facultad de Filosofía.
José Carlos de la Macorra García, Decano de la Facultad de Odontología.
Mª Isabel Sánchez Pérez, Decana de la Facultad de Óptica y Optometría.
Fernando de Lucas y Murillo de la Cueva, Decano de la Facultad de Trabajo Social.

[ José Luis Villacañas Berlanga ]

¿La Complutense se mueve?

Publico.es (Dominio Público) · Madrid, 29 de junio de 2016

Recién llegado a la Complutense, me preguntaban mis amigos qué me parecía mi nueva Universidad. Solía decir que la UCM era algo así como un gran mamut, pero no sabríamos si estaba muerto o congelado hasta que alguien lo deshelara. Nada más oírles hablar, comprendí que los anteriores rectores, Berzosa o Carrillo, no tenían calor suficiente para poner en movimiento un cuerpo que llevaba entumecido desde el inicio de la glaciación Villapalos. Voté a Andradas, desde luego. Le tenía simpatía y gratitud. Él era vicerrector cuando llegué a Madrid y facilitó mi incorporación. Si quedaba algo de vida en el Leviatán de la UCM, ya no se podía esperar más a reanimarlo. O ahora o nunca. Eso estaba en la mente de todos. Era nuestra última oportunidad. Así que esperamos con expectación que el equipo de Andradas pensara bien sus propuestas de reforma. Se lo exigíamos. La reserva y la discreción de todos estos meses era una buena señal.

Quiero que se me entienda bien. Yo tenía dudas de si la UCM era un cuerpo muerto o congelado. Pero quiero proclamar que, en régimen de simbiosis, como el musgo sobre la piedra, crecían por doquier pequeños organismos, grupos de investigación, profesores individuales, revistas, iniciativas culturales y científicas, plataformas de transferencias sociales de la ciencia, actividades todas ellas inspiradas en la responsabilidad, la vocación y el sentido profesional. Muchos de esos buenos profesionales, en conversaciones particulares, expresaban su sentimiento de desolación y abandono, su desamparo ante la multitud de actividades que tenían que realizar, su carencia de apoyo administrativo para desplegar proyectos de investigación nacionales y europeos, su sobrecarga de trabajo, su imposibilidad de aplicar normativas sobre reducción de créditos docentes. Todas las opiniones coincidían: los recursos disponibles eran muy escasos y su administración, sesgada y parcial, empeoraba las cosas. La mejor parte de la UCM esperaba que el nuevo Rectorado supiera discriminar. Y los tuviera en cuenta.

No ha sido así. El resultado de estos meses de trabajo, el llamado Plan de Reestructuración de Centros, es decepcionante desde el punto de vista universitario. El principio básico de este Plan es forjar centros más grandes para que sean más homogéneos entre sí. Su preocupación central es que las distancias entre el centro más grande y el más pequeño no sean tan amplias como ahora. Así que el principio del Plan es que el cuerpo de mamut de la UCM se divida en pequeños elefantes de la India. ¿Por qué se acoge este principio? Sencillamente porque las grandes facultades reciben pocos recursos en comparación con las pequeñas. Por ejemplo, Derecho tiene un presupuesto de un millón de euros. Filosofía, unos 300.000 euros. Sin embargo, Derecho tiene más del triple de profesorado que Filosofía y casi siete veces más alumnado. Lo mismo podríamos decir de Medicina, Económicas o Periodismo. Así que, es verdad, la situación es injusta para los grandes centros.

Sin embargo, el Plan del Rectorado, en lugar de proclamar que Derecho, Medicina o Periodismo están mal financiadas y de reclamar ante las autoridades de la Comunidad Autónoma que siete mil alumnos no pueden ser atendidos con apenas 120 euros por alumno y año, decide eliminar a los centros pequeños, porque no comparten el espíritu de gigantismo de la UCM. Pero el gigantismo en la Universidad es un problema, no una solución. La magnitud de ciertos centros es un obstáculo para la calidad de la docencia e investigación. Carece de sentido que, para mejorar algo su ratio de financiación y su personal de administración, se eliminen centros pequeños que son eficientes en el cumplimiento de sus tareas y sus funciones. Y ese es el problema de este Plan: no propone ningún criterio de eficiencia, de buena gestión de recursos, de evaluación de la tarea docente e investigadora, ni adelanta criterios de cómo todo eso podría mejorar, ni del seguimiento de la futura racionalización y su autocorrección. Así que puede destruir centros eficientes, sin aportar recursos suficientes para hacer eficientes a los grandes.

Un ejemplo: la Facultad de Filosofía ocupa el sexto lugar de toda la UCM por sexenios por profesor permanente, por delante de Medicina, Matemáticas, Derecho y Periodismo. Es lógico que sea así, porque su tamaño es muy eficiente. Otro criterio, que el informe del Rector esconde de forma poco ejemplar, es que Filosofía atiende 699 créditos docentes por cada profesor de jornada completa, muy por encima de las facultades de Química, Física, Biológicas, Veterinaria, Medicina, Matemáticas, Farmacia, Geológicas, e incluso Económicas. Así que, si medimos eficiencia conjunta en investigación y de docencia, una facultad pequeña como Filosofía quedaría en los primeros lugares de la UCM. De la misma manera, muchos de los centros que se quieren hacer desaparecer tienen una eficiencia docente muy por encima de otros que permanecen. Es el caso de Enfermería, Trabajo Social y Comercio y Turismo.

Sin embargo, el Plan no quiere saber nada de eficiencia, sino de tamaño. Y esto es muy decepcionante. Y para ello utiliza tres magnitudes y evita cuidadosamente los criterios de eficiencia en docencia e investigación. Esas tres magnitudes son: el número de créditos matriculados, el número de sexenios y el número de profesores permanentes. Y esto resulta falaz. Un buen plan de racionalización, como lo haría cualquier empresario responsable, podría decir: la medida ideal de créditos matriculados impartidos por profesor debería ser “X”, y el número de sexenios ideal por profesor debería ser “Y”. La financiación ideal por crédito impartido y por sexenio conquistado debería ser “W” o “Z”. Esto propondría un criterio de justicia basado en la igualdad. Fuera el centro grande o pequeño estaría financiado de manera justa. Sobre esto se podría decidir que los centros no eficientes deberían mejorar, y si no lo hacen desaparecer. Esto nos ofrecería unas reglas de juego claras y sencillas. Pero en la realidad no se ha operado así.

Sin embargo, el Plan presentado abandona todo ideal. Se asume como bueno el intenso deterioro que la Universidad ha sufrido en la última década. En estos años se ha perdido alrededor del 20% de la plantilla. Sin embargo, centros como la Facultad de Filosofía ha aumentado ligeramente el número de alumnos. A pesar de eso, el Plan no menciona una palabra que sugiera que el Rectorado quiera recuperar lo perdido. Pero no solo eso. Aunque se reconoce que un centro como Filosofía tiene el equivalente de 71 profesores de tiempo completo, para definir el tamaño que deben tener los centros se cuenta solo los 50 profesores permanentes. Todo el mundo sabe que el Estado apenas ha permitido que un profesor sea permanente en los últimos 10 años. Esto es: los más de 20 profesores permanentes perdidos se han sustituido por Profesores Asociados a tiempo parcial, pero el Plan no los computa en absoluto. Como si no existieran. Contando así, la Facultad no cumple ese criterio: tiene más sexenios de los necesarios y los créditos de matrícula de alumnos. Por supuesto tampoco se cuentan los alumnos de Doctorado ni se computan las Tesis en créditos, lo que es una barbaridad. Pero al no cumplir un criterio de magnitud, debe desaparecer. Es evidente que Filosofía no es la única que padece este agravio. La injusticia de no sacar plazas permanentes desde hace una década y de reemplazar esas plazas con Asociados a tiempo parcial precarios, se eterniza ahora en tanto que no se les computa para nada para definir el tamaño de la Facultad. Ahora esta se hace desaparecer como el último acto de una continua, paulatina e insidiosa destrucción.

A estas alturas de la argumentación la cuestión no es preguntarse por qué esos números y esa forma de contar (pues resulta evidente que se ha usado como línea roja los números que cumple la Facultad de Matemáticas –la del Rector y del Vicerrector- como criterio de salvación y de condenación). La cuestión es por qué se proponen unos criterios numéricos que no hacen referencia a la eficiencia en docencia e investigación, sino al puro tamaño. Eso es afincar en un espíritu formalista, mecanicista, externo, que no puede inspirar un auténtico espíritu universitario. Y eso, que los centros sean homogéneos en tamaño, es tener una idea de Universidad más bien propia de arquitectos o de proyectistas platónicos, pero no estar interesado por las funciones básicas de la vida universitaria. Pues las ventajas presupuestarias que tendrán los centros grandes con ese Plan (las migajas que recibirán por ello) no están en absoluto claro que sean superiores a los costes que implicará la supresión de centros que son eficientes desde un punto de vista docente e investigador.

Concluyo. El Plan se pretende justificar porque se conseguirá mejoras en la administración y en la gestión, en la docencia y la investigación. Pero en realidad no da criterios de lo que esto implica, ni ofrece evidencias de quién los cumple o no, ni refleja una idea de una Universidad mejor, ni nos da ánimos a los que venimos manteniendo esa Universidad con voluntarismo y esfuerzo. En realidad, no nos propone el Plan de la Complutense ideal, sino que meramente propone una intervención de albañilería sobre la Universidad herida que nos ha dejado una administración hostil. Lo más triste que se me ocurre decir es que, suponiendo que este plan se llevase a cabo, a pesar de no haber captado la voluntad de los profesionales y de los alumnos, nada habría cambiado verdaderamente para bien en la Complutense. Un mamut habría parido unos cuantos elefantes pequeños, y las pocas formas de vida ligera, versátil, flexible, eficiente y aventurera que crecían en su seno, casi como guerrilleras, serán arrancadas de una forma externa y sin criterio, destruyendo buena parte de su esforzado trabajo pegado al terreno, para ser engullidas como migajas por un monstruo que pronto volverá a su hibernación. En lugar de canalizar y aumentar el entusiasmo que haya en la Complutense, y de ofrecerle soluciones flexibles e innovadoras según sus proyectos, y en lugar de luchar con coraje para aumentar recursos y administrarlos mejor, el Rectorado lanza sobre nosotros una estructura de hormigón, quizá válida para sostener un cuerpo gigantesco, pero sin dotarlo de la menor sabiduría política y de espíritu universitario. Y esto es decepcionante.

José Luis Villacañas. Director de Departamento de Historia de la Filosofía. Facultad de Filosofía. Universidad Complutense de Madrid.


[ Fernando Savater · José Luis Pardo & alii ]

¿Por qué sobra la Filosofía?

El rectorado de la Complutense prepara un plan de reorganización de sus centros que supone el cierre de la facultad donde se enseña a Platón, Kant y Nietzsche. Hace falta ofrecer una explicación que no sea solo contable

El País (Tribuna) · Madrid, 1 de julio de 2016

Los profesores de la Universidad Complutense de Madrid se han enterado por los periódicos del plan que el rectorado de esa institución prepara para la reorganización de sus centros. Lo esperaban con interés, porque las universidades públicas están muy necesitadas de atención, como en general todo nuestro sistema educativo. La mala noticia es que, descontando la cansina muletilla retórica de la “calidad docente e investigadora”, el plan no contiene más que números. Los números son importantes. Las facultades superiores son también centros de gestión, y la gestión es en buena medida cosa de números. Pero en cuestión de números los supuestos beneficios del proyecto no están mínimamente cuantificados (no hay memoria económica, aunque se anuncia un ahorro que no llega al 1% del presupuesto de la universidad), sino ocultos por otra muletilla, la del “dinamismo y la flexibilidad”, inconcreta e insuficiente para justificar el destrozo académico que dichos números esconden.

La finalidad de la universidad no es la gestión, sino la enseñanza y la investigación. Y en este punto no todo se puede reducir a números. Aunque en todas las facultades podamos contar personal, estudiantes, asignaturas y titulaciones, el conocimiento científico implica una diferencia cualitativa irreductible entre la economía y la termodinámica, entre el arameo y el derecho romano o entre la fonética y la química, aunque sus horas de enseñanza se cuenten en créditos y las de investigación en plazos cuantitativamente homogéneos. Y aquí es donde el plan sí tiene grandes ambiciones. Tras años de cháchara sofística acerca de la búsqueda de la excelencia en la investigación, y de su necesaria vinculación con la docencia para garantizar la calidad de esta última, el nuevo plan dibuja unas facultades y departamentos convertidos en cajones de sastre donde los profesores no se reunirán por la especificidad de sus investigaciones o por su cualificación en un área de conocimiento, sino por sedicentes “afinidades académicas” que convierten por decreto sus especialidades en “homogéneas” y que nada tienen que ver con las articulaciones teóricas del saber científico. En la enseñanza secundaria recordarán este sistema: el de las “asignaturas afines”, que obliga a un profesor de Latín a explicar Ética o a uno de Geografía a impartir Historia del Arte. Porque en realidad se trata de convertir las universidades en centros de enseñanza secundaria y de someterlas al proceso de degradación profesional que se ha llevado a cabo en este sector, a fuerza de descualificar los perfiles académicos de las titulaciones, los docentes y los estudiantes, quienes después de todo tendrán que incorporarse a un mercado laboral que considera la cualificación científica y la formación humanística como un obstáculo para la empleabilidad.

Así que no es extraño que una de las principales propuestas de este plan sea la desaparición de la Facultad de Filosofía, una materia que ya desde hace años sufre el acoso de las autoridades educativas del país, que prácticamente la han desterrado de la enseñanza secundaria, principal destino profesional de los graduados en las Facultades de Filosofía. También en este caso se aducen números. Unos números muy poco convincentes, porque no es en absoluto cierto que la Facultad de Filosofía de la UCM haya perdido alumnos en los últimos 10 años, y porque algunos de esos números son muy parecidos a los de otras facultades que sin embargo se salvarán de esta poda, pero que en cualquier caso no dejan de ser solamente números. Desde luego, la Filosofía no es más importante que la Geología, la Odontología o el Turismo (otros de los estudios que pierden también su autonomía según este plan); puede que lo sea mucho menos en determinados aspectos, pero no vale escudarse solamente en los números para hacerla desaparecer como en un espectáculo de prestidigitación. Hay que tener al menos la valentía de dar una explicación que no sea solamente contable y ofrecer algún argumento acerca de por qué se ha decidido marginar del sistema educativo español estos estudios, aducir, en fin, alguna razón académica para la clausura de una facultad que, aunque no pueda competir en tamaño con la de Ciencias Económicas y Empresariales, es un centro de referencia internacional de la producción de filosofía en una lengua con 500 millones de hablantes. Puede que haya motivos de peso para considerar que la filosofía es un estorbo grave para el “dinamismo y la flexibilidad” que repiten como un mantra quienes diseñan estos planes, pero si no se explicitan esos motivos terminaremos pensando que la molestia que les produce una facultad tan pequeña e insignificante obedece a razones públicamente inconfesables.

De acuerdo con el proyecto que hemos conocido, Filosofía se convertiría en un departamento de una Facultad de Filología ampliada. Lo cual resulta, desde el punto de vista académico, una propuesta enteramente arbitraria: ¿por qué la filosofía es más afín a la lingüística que a la matemática, a la historia o a la sociología, más aún cuando la Facultad de Filosofía de la UCM imparte actualmente un doble grado con la Facultad de Derecho y otro con la de Ciencias Políticas? No se puede esgrimir como precedente la gloriosa Facultad de Filosofía y Letras de la Segunda República, que integraba en una común cultura humanística especialidades hoy metódicamente muy separadas, y a la vez mantener la escisión completa de la no menos vieja y gloriosa Facultad de Ciencias de la UCM, que se disolvió en especialidades cuya autonomía de facultades independientes el mencionado plan deja intacta, sin que sepamos por qué, aunque se pueda sospechar el interés particular que obra en el trasfondo. Mientras las supuestas ganancias no se cuantifican ni se concretan, las pérdidas son ya muy claras: de acuerdo con los vientos dominantes, un departamento minoritario de Filosofía en el seno de una facultad ajena carecerá de toda posibilidad de planificación propia, de acceso a los recursos necesarios y de esa visibilidad pública que una materia amenazada requiere para su simple supervivencia. El nuevo plan es para la filosofía, a la que solo en la universidad le dejan ya un lugar, un golpe letal.

Es cierto que, como se insiste desde el rectorado, se trata únicamente de un borrador que ha de someterse a debate y discusión. Esperemos, por tanto, que llegado ese momento podamos todos argumentar y tengamos la obligación de hacerlo no solamente con razones cuantitativas sino también con conciencia de la responsabilidad que la universidad pública tiene en el sistema educativo de un país democrático. De este sentido de la institución ha hecho gala siempre el actual rector de la Universidad Complutense, a él apelamos hoy.

Firman este artículo con Fernando Savater y José Luis Pardo, Manuel Cruz, Juan Manuel Navarro Cordón, Ramón Rodríguez García y José Luis Villacañas Berlanga, todos filósofos.


[ Ana Delgado Barragán ]

La Universidad desahucia a Platón

La Universidad Complutense de Madrid plantea cerrar su Facultad de Filosofía, con el objetivo de aligerar las estructuras administrativas. El Decano alerta de la perdida de nivel docente y de investigación.

elespanol.com · Madrid, 4 de julio de 2016

Si levanta la vista y ve sombras, busque, indague, descubra. Si aprecia un detalle, por pequeño que sea, que le cree un atisbo de duda, dude. Si duda, usted está vivo. Esto enseñaba Platón cuando hablaba de la alegoría de la Caverna y cuando planteaba a sus alumnos la diferencia entre el mundo sensible (el de los sentidos) y el mundo de las ideas (alcanzable a través de la razón). Ahora, en pleno siglo XXI no hay tiempo para la duda, y se premia lo que es rentable a corto plazo por lo que requiere tiempo y paciencia. La Caverna hoy no tendría sitio para nacer, ya que la Filosofía ha ido desapareciendo del día a día hasta convertirse en algo casi residual.

La LOMCE quitó la filosofía de secundaria y bachillerato. De las tres asignaturas obligatorias que cursaban los escolares: Filosofía, Ética e Historia de la Filosofía, solo la primera será obligatoria. Las restantes dependen de las competencias autonómicas e incluso de la propia elección de los alumnos. Alumnos de 14, 15 o 16 años.

Sin embargo, la Filosofía parecía a salvo. La Universidad, centro de sabiduría y conocimiento, salvarguardaba la ciencia madre. Hasta ahora. La Complutense de Madrid estudia la posible desaparición de su facultad de Filosofía. El órgano máximo de la Universidad, el Rectorado, presentó el pasado 13 de junio una propuesta de reordenación de sus facultades. Con la restructuración los 185 departamentos de la Universidad se reducirían en un 60% y las 26 facultades se quedarían en 17.

Además de la facultad de Filosofía también desparecería la de Filología y nacería una que englobaría las dos áreas de conocimiento. El vicerector de Planificación y Evaluación Institucional de la Complutense, Juan Tejada, afirma que con este cambio “se busca una mejor sinergia entre Filología y Filosofía que ya comparten edificios, pero tienen servicios duplicados. De este modo al aligerar o disminuir de las cargas de gestión, disponer de más profesorado y más personal administrativo”. Tejada asegura que el “gobierno de carácter académico seguirá en manos de los filósofos pero con una estructura aligerada”.

Sin embargo, el decano de la Facultad de Filosofía, Rafael Orden, asegura que el plan “tiene en cuenta criterios espaciales y económicos, en lugar de pensar en los criterios científicos”. Tejada y Orden coinciden en la necesidad de una reforma de la Universidad, pero difieren en el objeto de la misma. Para el máximo representante de los filósofos la reforma alude a dos razones: “la primera la eficacia, es decir, el ahorro. El proyecto pretende crear megaunidades administrativas (los llamados campus), si no están bien diseñados se corre el riesgo de que se desvincule al personal de la gestión de los centros. Hay una segunda razón, al crear unidades más grandes se permite un mayor intercambio entre investigadores. Pero esto no se consigue porque se mezclan áreas científicas heterogéneas”.

El Vicerector y el Decano creen que la propuesta, que actualmente está en fase de relaboración y debate, no afectará a los alumnos. Pero, Orden avisa que “los planes de estudio no se merman a corto plazo pero no sabemos lo que pasará después”. La incertidumbre crece entre el personal de la Facultad pero también entre los alumnos.

Maite Lecue, alumna de Filosofía y parte de la asociación de estudiantes de filosofía La Caverna, afirma que la situación es inestable. Además, opina que hay un “gran problema de comunicación” ya que “se presentó la propuesta a final de curso, cuando estábamos de exámenes, nos quedaba poco tiempo para irnos de vacaciones y, por tanto, no podíamos hacer nada”. El Decano sostiene que “la mayor preocupación de los estudiantes es la posición en la que queda la Filosofía en el futuro en la sociedad y en el sistema educativo”.

Es decir, su futuro ya que conforme los planes de educación avanzan, la enseñanza de la Filosofía se reduce y, por tanto, también el número de profesores necesarios, la mayor salida profesional para los estudiantes de Filosofía. Más allá de los profesores, la posibilidad de que un alumno de bachillerato estudie Filosofía también disminuye, ya que no habrá tratado la materia en su educación básica. Para el Decano de Filosofía, la intención del plan “es convertir las facultades en centros que gestionan solo grados y convertirlos así en bachilleratos superiores. De este modo, se disocian los estudios de grado de la investigación y restringen la investigación al ámbito de los másteres y doctorados. Por lo que se empobrece el grado”.

El plan se centra en ámbitos administrativos y pretende buscar una mayor rentabilidad y eficacia de los recursos, pero Orden reclama la necesidad de “tener presente la rentabilidad académica y científica”. Además, el Decano señala que “esperamos que los cambios en los centros vengan con cambios profundos en los servicios centrales y en el Rectorado. No se puede transmitir imagen de ineficiencia en unas facultades dejando al margen otros servicios”.

El vicerector señala que “hay grados más atractivos para los alumnos que otros”. La filosofía es un área de conocimiento que no es tan demandada como otras. Sin embargo, en el caso de la Facultad de la Complutense desde 2005 el número de alumnos es constante e incluso se ha aumentado el número de alumnos con la nueva oferta de los dobles grados (Filosofía con Derecho y con Ciencias Políticas).

Cuando uno de los prisioneros salía de la Caverna y veía el mundo exterior, volvía a por sus compañeros pero estos lo llamaban loco, aunque hubiera descubierto el mundo de las ideas, al que solo se accede a través de la razón. O lo que es lo mismo: la Filosofía. En la Caverna abundan hoy los prisioneros, las cadenas que los atan y los separan de la realidad se han transformado en papeleo y burocracia. Los números se han convertido en el argumento que evitan que los locos salgan y vean el mundo exterior, aunque los prisioneros sigan sin creerlos.


Tecnócratas atentan contra la filosofía y las humanidades

La Jornada (El Correo Ilustrado) · Ciudad de México, 5 de julio de 2016

Algo muy preocupante ocurre en España en el campo docente de la filosofía. Primero, a pesar de la oposición de todas las asociaciones, facultades e institutos agrupados en la red española en la materia, el actual gobierno decidió eliminar materias filosóficas de la educación media y ahora la rectoría de la Universidad Complutense de Madrid ha anunciado una reorganización pretendidamente administrativa que acabaría con la Facultad de Filosofía de la universidad.

Esta intención ha sido denunciada por profesores encabezados por Fernando Savater, José Luis Pardo, Jose Luis Villacañas y Manuel Cruz en un artículo publicado en El País el 1º de julio, que ha tenido difusión casi inmediata en muchas partes del mundo.

Recordemos que en nuestro país el gobierno de Felipe Calderón eliminó las disciplinas filosóficas del cuadro básico de la educación media superior en 2008 y, tras la enérgica protesta de las comunidades filosófica, científica y literaria, encabezadas por el Observatorio Filosófico de México, se pudo revertir esta absurda e incluso salvaje medida.

Sin embargo, hay una tendencia internacional tecnocrática y mercantilista que no cesa de actuar y pretende excluir de la educación el pensamiento reflexivo y crítico que ha caracterizado siempre a la filosofía en particular y a las humanidades en general. Por ello protestamos contra dicho proyecto que afecta la investigación y la docencia de la Facultad de Filosofía y, en último análisis, a la formación básica de los estudiantes. Además, este hecho debe alertar a la comunidad filosófica mexicana sobre lo que, olvidando la historia, pudiera ocurrírsele a nuestros gobernantes.

Gabriel Vargas Lozano, José Alfredo Torres, Eduardo Sarmiento (Observatorio Filosófico de México), Gustavo Leyva (UAM-I), Jesús Rodríguez Zepeda Coordinador General de la maestría y el doctorado en humanidades de la UAM-I; Roberto Hernández Oramas (Coapehum); Guillermo Jorge Silva Martínez (Círculo Mexicano de profesores de filosofía); María del Carmen García (BUAP);Virginia Sánchez Rivera (CCH-Vallejo,UNAM); Raúl Berdejo (asesor en el Senado de la República); Lucía Agraz y Estefanía Agraz Rubín (Observatorio Filosófico de Morelos); Ramón Espinoza (UAG-Guerrero), Célida Godina Herrera (Fundación Atenea, Puebla); Jesús Roberto Santander (BUAP).


[ Carlos Andradas Heranz ]

A favor de la Filosofía

No debemos confundir la disciplina con la organización administrativa

El País (Tribuna) · Madrid, 7 de julio de 2016

No, la Filosofía no sobra. La respuesta a la pregunta que hacen Fernando Savater, José Luis Pardo y otros insignes filósofos en EL PAÍS del viernes 1 de julio, es clara y contundente: necesitamos la Filosofía. Creo que el “más Platón y menos Prozac”, el “pensar antes de hablar” son hoy, donde la inmediatez, el vértigo de la velocidad y los titulares marcan nuestros ritmos, más importantes que nunca. No hay oscuros propósitos para acabar con la Filosofía en la Complutense, una disciplina, metodológicamente diferenciada y con el mismo estatuto científico que otras y, desde luego, no menos importante que ellas.

El Plan de Reestructuración de la Complutense habla de otra cosa y así como no conviene confundir el contenido con el continente, ni la calidad de un objeto con la del envoltorio que lo contiene, no debemos confundir una disciplina con la organización administrativa y académica de la Universidad. Algo no hemos conseguido explicar adecuadamente cuando tan ilustres y respetados pensadores piensan que la Filosofía puede verse amenazada, y les agradezco la oportunidad de intentar arrojar un poco de luz sobre el asunto.

Coincido plenamente en que el objetivo fundamental de la Universidad es la enseñanza y la investigación. Por eso sorprende la extraordinaria atención que se presta a la estructura externa, al “envoltorio”. Las preguntas importantes son: ¿Dónde están hoy los mejores filósofos de nuestro país y del mundo? ¿Qué podemos hacer para traerlos a la Complutense? Algunos de los firmantes del artículo del 1 de Julio conocen bien mi preocupación, y mis iniciativas, en torno a estas cuestiones. ¿Cómo mejoramos la investigación en Filosofía en la UCM? ¿La estructura que tenemos nos ayuda a ello?

La Filosofía existe en casi todas las Universidades del mundo, pero en muchas de ellas no hay una Facultad de Filosofía. En Harvard existe un Departamento de Filosofía en la Faculty of Arts and Sciences (exactamente igual que ocurre con Matemáticas, por cierto). Lo mismo ocurre en Stanford, donde el departamento de Filosofía se encuadra en la School of Arts and Humanities, o en Berkeley. Cambridge y Oxford sustituyen el departamento por la Facultad de Filosofía, encuadrada en la Escuela de Artes y Humanidades. En la Sorbona, la Filosofía constituye una UFR (Unidad de Formación e Investigación) que sustituye a la Facultad y al Departamento. En La Sapienza (Roma) existe una Facultad de Filosofía y Letras integrada por ocho departamentos, uno de los cuales es el de Filosofía. También en la Humboldt (Berlín), el departamento de Filosofía es uno de los que integran la Facultad de Artes y Humanidades I. Como se va viendo, los modos de organización son diversos, pero prácticamente todos tienen una cosa en común: la Filosofía constituye una única estructura (normalmente llamada departamento) que suele encuadrarse en una estructura más amplia, en forma de Facultad o Escuela de Artes y Humanidades.

En nuestra propuesta, en lo referente a Filosofía, el cambio que planteamos es tan “revolucionario” que podría pasar desapercibido para cualquier alumno o profesor. Ninguna titulación se ve alterada, los planes de estudio siguen siendo los mismos, los alumnos van a cursar las mismas asignaturas, en las mismas aulas, con los mismos profesores, que van a seguir en sus mismos despachos. Lo que proponemos es crear una Facultad de Filología y Filosofía (o viceversa, u otro nombre) que aúne las actuales Facultades de Filosofía y Filología. Parece un juego de palabras pero no lo es. No se trata, por tanto, de cerrar la Facultad de Filosofía para transformarla en un Departamento de Filosofía dentro de una Facultad de Filología.

Pero, efectivamente, el cambio supone transformaciones organizacionales importantes: una única Junta de Facultad, reducción de cargos académicos y una estructura organizativa única de varios servicios, ahora duplicados, a pocos metros unos de otros. Lo cual permitirá dedicar recursos administrativos y docentes a necesidades ahora sin atender, o hacer una gestión más racional de los espacios, evitando que aulas o laboratorios por estar asignados a una facultad o departamento puedan estar sin utilizar al 100%, mientras que en otros existen necesidades.

Los números sirven para medir e introducir indicadores que ayuden a una mejor organización y, de paso, a una distribución más equitativa del trabajo y los recursos. Se nos achaca que la propuesta de reestructuración supone un ahorro de apenas un 1% del presupuesto de la Universidad y que aún no hay una memoria económica exhaustiva. La habrá. Pero ese “apenas” 1% de ahorro son 5 millones de euros. Nada menos que el coste de 100 catedráticos de Universidad. O de 200 contratos pre o posdoctorales. Recursos que podremos reinvertir en docencia e investigación y que ahora se van en gastos de administración y organigrama.

Pero volvamos al ámbito académico, que es, sin duda, lo más importante. La preocupación natural, que comparto, es cómo compaginar el hecho de vivir en estructuras más amplias, con que la toma de decisiones, la planificación de lo relativo a la Filosofía, sea hecha, esencialmente, por los filósofos. Contamos con ello, está contemplado en la propuesta y será objeto de desarrollo. Es cuestión de definir claramente cómo y quién tiene las competencias para las decisiones pertinentes.

Por supuesto que no se pretende que los especialistas en ética impartan literatura, o los filólogos ingleses den clases de italiano. A nadie se le ocurriría. Pero, eso no significa que áreas afines no puedan convivir en una misma estructura departamental que, entre otras cosas, incite al diálogo. La configuración de muchos de los grados, másteres y doctorados actuales podría haber presentado una estructura más transversal, interdepartamental e internacional, que mejoraría aún más la calidad de los estudios. Mi experiencia es que la excesiva compartimentación en que vivimos (heredera de las obsoletas áreas de conocimiento y de nuestra historia anterior) resta capacidad de atracción de talento externo, reproduce esferas y escuelas de pensamiento a veces poco abiertas y desatiende las necesidades que surgen en los temas que caen en la frontera de dos departamentos y, por lo tanto, en ninguno. Por ejemplo, todos defendemos la importancia de la Historia de las Matemáticas en la formación de los estudiantes y, en sí misma, como objeto de investigación. Pero, ningún departamento va a “sacrificar” una de las plazas de su área para dotar una plaza en Historia. Seguramente, la situación cambiaría si hubiera un único departamento de Matemáticas. Imagino que otro tanto ocurrirá en otras disciplinas donde surgirán nuevos ámbitos derivados de las nuevas tecnologías, del vuelo de los drones o del derecho de los mercados financieros, por ejemplo, con ramificaciones en varias áreas pero que no caen plenamente en ninguna y terminan no existiendo.

Termino como empecé. Todo mi aprecio, valoración y defensa de la Filosofía. Pero estamos hablando de otra cosa: de diseñar cómo organizarnos académica y administrativamente. Queremos hacerlo con el máximo sentido institucional y escuchando a la comunidad universitaria. Sin excluir ninguna posibilidad ni siquiera la de avanzar hacia una única Facultad de Ciencias, otra de Humanidades, etc. si pareciera más conveniente. De momento el debate está sobre la mesa y, en particular, se habla de las enseñanzas de Filosofía en la Complutense, en la que hay magníficos filósofos. Por eso, animo a todos los estudiantes interesados en la Filosofía a matricularse en la UCM. Como ven, dinamismo y dialéctica no le faltan.

Carlos Andradas es rector de la Universidad Complutense.


[ Antonio Benítez López ]

Una réplica a Andradas que apoya la Plataforma para la Reestructuración de la Complutense

Antonio Benítez López, Catedratico de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad Complutense, ha escrito esta réplica al artículo publicado en El País por el Rector Andradas diciendo apoyar a la Filosofía y al tiempo defender la desaparición de la Facultad por la que pasaron grandes filósofos, al considerar tal hecho un mero cambio administrativo. Este artículo es apoyado por la Plataforma para la Reestructuración de la Complutense y no ha sido publicado en dicho periódico.

ibercampus.es · Madrid, 8 de julio de 2016

Y el Rector Andradas habló:

“Coincido plenamente en que el objetivo fundamental de la Universidad es la enseñanza y la investigación. Por eso sorprende la extraordinaria atención que se presta a la estructura externa, al “envoltorio”. Las preguntas importantes son: ¿Dónde están hoy los mejores filósofos de nuestro país y del mundo? ¿Qué podemos hacer para traerlos a la Complutense? Algunos de los firmantes del artículo del 1 de Julio conocen bien mi preocupación, y mis iniciativas, en torno a estas cuestiones. ¿Cómo mejoramos la investigación en Filosofía en la UCM? ¿La estructura que tenemos nos ayuda a ello? (tercer párrafo del artículo de el País de 7 de julio de 2016, San Fermín)

¡Ay señor Rector, me ha dado Vd. donde más me duele! ¡Ha reconocido Vd., por fin, que la Universidad –la Complutense como cualquier otra– es una institución social creada para formar nuevos doctores –enseñanza lo llama Vd.– y desarrollar la investigación. Y como, en este caso, no ha añadido Vd. ningún otro colgajo con que pudiéramos envolver esos dos músculos, entiendo, se ha de entender que una Universidad o es eso o es nada.

Así desembocamos en el cuarto párrafo donde Vd. dice:

La Filosofía existe en casi todas las Universidades del mundo, pero en muchas de ellas no hay una Facultad de Filosofía. En Harvard existe un Departamento de Filosofía en la Faculty of Arts and Sciences (exactamente igual que ocurre con Matemáticas, por cierto). Lo mismo ocurre en Stanford, donde el departamento de Filosofía se encuadra en la School of Arts and Humanities, o en Berkeley. Cambridge y Oxford sustituyen el departamento por la Facultad de Filosofía, encuadrada en la Escuela de Artes y Humanidades. En la Sorbona, la Filosofía constituye una UFR (Unidad de Formación e Investigación) que sustituye a la Facultad y al Departamento. En La Sapienza (Roma) existe una Facultad de Filosofía y Letras integrada por ocho departamentos, uno de los cuales es el de Filosofía. También en la Humboldt (Berlín), el departamento de Filosofía es uno de los que integran la Facultad de Artes y Humanidades I.

Así que la filosofía existe porque existen estructuras (Facultades o Departamentos) dentro de una institución (Universidad). ¿No será que la filosofía existe porque hay unos hombres que la hacen, dentro o fuera de esas estructuras institucionales?

Alguien diría que en ese su cuarto párrafo hay una forma de pensar por analogía, consistente en lo siguiente: aspiramos a hacer de la Complutense una Universidad digna, de mayor calidad que la que tiene, comparable a Universidades de tanto prestigio como Harvard, Stanford y Berkeley, Cambridge y Oxford, la Sorbona, etc. Dado que en la mayoría de ellas la estructura institucional en que se encuadra la Filosofía es el departamento, para alcanzar aquel fin –repito, “digna, de mayor calidad que la que tiene”–, es necesario que los estudios complutenses de filosofía formen un departamento. Así lo dice Vd.:

la Filosofía constituye una única estructura (normalmente llamada departamento) que suele encuadrarse en una estructura más amplia, en forma de Facultad o Escuela de Artes y Humanidades.

No es que yo sea un entusiasta del pensamiento por analogía, no, es que no lo reconozco en su cuarto párrafo. Lo que yo leo es: la mayoría de las Universidades de mayor prestigio en la actualidad (dos puntos y enumeración) tienen departamentos de filosofía. Quien no esté de acuerdo con que hemos de modernizar y regenerar nuestra querida Complutense, es… (póngase en los puntos suspensivos la descalificación que más guste).

Hasta aquí sigue Vd. manteniendo una parla en román paladino, en el que brilla por su ausencia cualquier giro del que quepa decir con mínimo rigor que es pensamiento, una de las distintas formas de elaborar pensamiento.

Quizá el quinto párrafo nos permita corregir este error mío de apreciación:

En nuestra propuesta, en lo referente a Filosofía, el cambio que planteamos es tan “revolucionario” que podría pasar desapercibido para cualquier alumno o profesor. Ninguna titulación se ve alterada, los planes de estudio siguen siendo los mismos, los alumnos van a cursar las mismas asignaturas, en las mismas aulas, con los mismos profesores, que van a seguir en sus mismos despachos. Lo que proponemos es crear una Facultad de Filología y Filosofía (o viceversa, u otro nombre) que aúne las actuales Facultades de Filosofía y Filología. Parece un juego de palabras pero no lo es. No se trata, por tanto, de cerrar la Facultad de Filosofía para transformarla en un Departamento de Filosofía dentro de una Facultad de Filología.

Supongamos, en el más precioso subjuntivo que seamos capaces de construir, que todo lo que encierra “ninguna titulación… en sus mismos despachos” está asegurado. Entonces ¿qué? La propuesta es hacer una nueva Facultad en la que se reúnan las actuales de Filología y Filosofía –por orden alfabético–. Y ¿por qué? La pregunta por el porqué, cuando de acciones humanas se trata, Sr. Rector tiene dos significados: la pregunta por el Weil-Motiv, aquello que ha de darse antes o, como mucho a la vez, que lo que produce, pero que tiene carácter constitutivo de lo anterior, y la pregunta por el para qué o Um-zu-Motiv, y que solo un curso de acciones bien realizadas producirá. ¿Podría contestar a estas dos preguntas? ¿Qué existe ya que nos obliga a cambiar? ¿Para qué quiere Vd. que cambiemos?

Pero, efectivamente, el cambio supone transformaciones organizacionales importantes: una única Junta de Facultad, reducción de cargos académicos y una estructura organizativa única de varios servicios, ahora duplicados, a pocos metros unos de otros. Lo cual permitirá dedicar recursos administrativos y docentes a necesidades ahora sin atender, o hacer una gestión más racional de los espacios, evitando que aulas o laboratorios por estar asignados a una facultad o departamento puedan estar sin utilizar al 100%, mientras que en otros existen necesidades.

En este sexto párrafo, aun que me temo que como el médico de Molière, declara Vd. el para qué: reducción de cargos académicos; servicios administrativos reunidos; recursos docentes (supongo, profesores) dedicados a necesidades sin atender (¿clases, asignaturas que no se dan?, puesto que habla Vd. de “docentes”); recursos administrativos (supongo, personal de administración) a necesidades sin atender (¡un ejemplo, uno solo, por favor!); uso racional de los espacios.

El siguiente párrafo es estupefaciente. Reconoce Vd. en él que no ha hecho, que no ha mandado hacer, que no tiene una memoria económica –lo de exhaustiva, señor Rector, sobra: o lo es o no lo es–. Y no la tiene ni para la propuesta de reforma del número de Departamentos –recuerdo a todos: hay 185 y según la propuesta Andradas-Tejada han de quedarse en 72– ni para la propuesta de reducción de Facultades. Señor Rector a eso se llama conducta descuidada, negligente.

Los números sirven para medir e introducir indicadores que ayuden a una mejor organización y, de paso, a una distribución más equitativa del trabajo y los recursos. Se nos achaca que la propuesta de reestructuración supone un ahorro de apenas un 1% del presupuesto de la Universidad y que aún no hay una memoria económica exhaustiva. La habrá. Pero ese “apenas” 1% de ahorro son 5 millones de euros. Nada menos que el coste de 100 catedráticos de Universidad. O de 200 contratos pre o posdoctorales. Recursos que podremos reinvertir en docencia e investigación y que ahora se van en gastos de administración y organigrama.

Que Vd. no tiene idea de qué cantidades se habla queda claro en la cita que hace de mis admirados colegas, quienes en su artículo de el País de 1 de julio del 2016 cifran en un 1% del presupuesto anual de la Complutense el ahorro económico de la reforma de centros. Tampoco sé de dónde lo sacaron ellos. He escrito y publicado y lo he dicho en Junta de Facultad que la reforma de Departamentos, la reducción de 185 a 72 Departamentos supondría 1.789.969,72 euros anuales, lo que respecto al presupuesto de ingresos de 518 millones (año 2015) significa 0,3454%. Los cálculos están hechos bajo estos supuestos:

¿Por qué he tomado como referencia un Profesor Asociado y no el importe de los créditos que corresponde a un Catedrático o Profesor Titular o a cualquier otra figura que pudiera desempeñar esos cargos? En mi Departamento, a 30 de septiembre próximo, se jubilarán un Catedrático y un Profesor Titular de Universidad. ¿Con qué dotación se les va a sustituir? Con un contrato de Profesor Asociado de 3+3. Con uno. ¿Hay que decir más?

Afirma Vd., señor Rector, que los 5 millones de euros son el coste de 100 Catedráticos de Universidad. Señor Rector, me irrita Vd. La opinión pública no sabe que la nómina de un profesor universitario numerario está hecha así:

  1. Sueldo base
  2. Trienios
  3. Complemento de destino
  4. Complemento específico general
  5. Complemento por evaluaciones docentes
  6. Complemento por sexenios
  7. Complemento de la Comunidad (o adicional)
  8. Cargo académico

Los ítems 2, 5, 6 y 7 varían, lógicamente, de un profesor a otro. Y el 8 puede no existir.

Así que cuando Vd. afirma que son 100, supongo que estará haciendo un promedio, promedio que puede variar de año en año. No se disculpe con la dialéctica y la necesidad de ahorrar espacio al editor y fatiga al lector. No tiene disculpa su falta de rigor.

Me quedan por comentar dos párrafos más de su artículo. Uno es sencillo y fácil de comentar, dice así:

La preocupación natural, que comparto, es cómo compaginar el hecho de vivir en estructuras más amplias, con que la toma de decisiones, la planificación de lo relativo a la Filosofía, sea hecha, esencialmente, por los filósofos.

Podría haber sido Vd. menos general, menos vago en su expresión, haber descendido al detalle con que hace propaganda «Ninguna titulación se ve alterada, los planes de estudio siguen siendo los mismos, los alumnos van a cursar las mismas asignaturas, en las mismas aulas, con los mismos profesores, que van a seguir en sus mismos despachos». No soy muy ducho en materia legal, pero los artículos esenciales que hacen referencia a Planes de Estudio, su elaboración y programación, en los Estatutos son: 4.e), 13.5, 48.11, 56.j, 158.1–4 y 159.1. A mí me parecen fundamentales el 158 y el 159.

Es muy difícil que el único Departamento de Filosofía pudiera tener la responsabilidad sobre las actuales titulaciones adscritas a la Facultad de Filosofía a tenor de lo que esos artículos dicen. No lo dice Vd., pero habría que someter a los Estatutos a un corta y pega de enjundia y sustancia.

Acabo señor Rector, porque todo en la vida se acaba –salvo que uno sea discípulo de Quevedo y esté convencido de que al menos amar es algo que se puede hacer más allá de la muerte: «Polvo serán, mas polvo enamorado»–, ya que ha reclamado una cátedra de Historia de las Matemáticas, recordándole la historia de unos de los grandes matemáticos del siglo veinte: David Hilbert. Hilbert enseñó en la Universidad de Königsberg y en la Universidad de Göttingen, probablemente el mejor centro de enseñanza e investigación matemáticas hasta la segunda guerra mundial. Hilbert atrajo a personalidades como Gödel, Weyl, Einstein, entre otras. Pregúntese cómo era aquella universidad, qué entendían aquéllos hombres por estudiar, formarse, enseñar, investigar en una institución social llamada Universidad. Esto mismo le estaban reclamando mis colegas.

Señor Rector, por favor, dimita. Antonio Benítez Madrid, 7 de julio 2016.


[ José Sánchez Tortosa ]

Filosofía contra la barbarie

El Mundo (Educación) · Madrid, 8 de julio de 2016

Vivimos las cenizas frías de la Ilustración, aún en periodo post-traumático tras el estruendo aniquilador de su muerte en las guerras mundiales, donde sus ilusiones se revelaron humo. Los sistemas de enseñanza gestionan ese vacío y se acomodan, como mucho, a las necesidades inmediatas y aparentes de la actualidad mediática y tecnológica. Esa urgencia no se somete a la paciencia del concepto propia del conocimiento, pero asume ciertas concesiones, pues no es de buen tono prohibir la Filosofía (el Latín, la Literatura...). La enseñanza de la Filosofía en la ESO y Bachillerato es una herencia católica del sistema franquista que la democracia postmoderna no se atreve a barrer. A cambio, ha recurrido a un modo más eficaz para acabar con ella (y con los rudimentos del saber en general) manteniéndola en los planes de estudios para no armar mucho ruido ni provocar escándalos molestos. Sin embargo, un sistema esclavo del subjetivismo y del relativismo más banal, por su dependencia del paradigma psico-pedagógico, inhabilita la posibilidad de un pensamiento racional consistente, elitista pero al alcance de cualquiera, capaz de crítica implacable e incesante (nunca complaciente) contra los mitos y las confusiones que nos anegan. El estudio de la Filosofía es condición necesaria (pero no suficiente) para mantenerse a duras penas por encima de la barbarie. Cursar cuatro horas a la semana de esa asignatura no garantiza ningún éxito. Carecer de ella como base y posibilidad del pensar racional civilizado garantiza el fracaso. De nada vale su inclusión obligatoria en los planes de estudios si los mecanismos del sistema condenan a la inercia por faltar las exigencias objetivas sin las cuales no hay conocimiento posible de ninguna asignatura ni ascenso social para los menos favorecidos. No veo más salida digna de sociedades civilizadas que la construcción de un sistema de enseñanza concebido desde un enfoque filosófico, no gremial, sino estructural, que ofrezca una visión global de la enseñanza y de su organización en función de las condiciones históricas concretas del Estado y contando con la demás disciplinas teóricas. Las incertidumbres políticas del momento son, al mismo tiempo, una oportunidad para afrontar el reto de construir un sistema exigente y sólido de enseñanza que frene, siquiera mínimamente, el estercolero intelectual y, por extensión, económico, profesional, técnico y político que nos ahoga. Pero los indicios nos obligan al pesimismo.

José Sánchez Tortosa es profesor de Filosofía en un instituto de Madrid y autor de El profesor en la trinchera.


[ Adela Cortina ]

Filosofía imprescindible

Responder con altura humana a los desafíos de nuestro tiempo sigue exigiendo contar con un bagaje como el que proporciona la filosofía

El País (Tribuna) · Madrid, 8 de julio de 2016

Nuestras sociedades son sumamente contradictorias en lo que hace a la enseñanza de la filosofía y de esa parte esencial suya que es la ética.

En la ESO la ética se ha reducido a una materia de escuálidos “Valores Éticos”, alternativa a la religión por más señas, con lo que se abona la falsa convicción de que hay una moral para ateos y otra para creyentes. Cuando lo cierto es que todos deberían compartir la misma ética cívica. En el Bachillerato la Historia de la Filosofía, que en un tiempo fue obligatoria, se pierde entre una maraña de optativas. Y en las universidades, las Humanidades, entre ellas la Filosofía, se devalúan con la coartada de que no parecen engrosar el PIB de los países.

Y, sin embargo, responder con altura humana a los desafíos de nuestro tiempo sigue exigiendo contar con un bagaje como el que proporciona muy especialmente la filosofía. Para muestra, algunos botones.

Se repite hasta la saciedad que la falta de ética es una de las causas de las crisis económica y política, se insiste en la perversidad de la corrupción, en la falta de responsabilidad de los líderes, que ponen su ego frente al bien común, se habla de la importancia de las emociones en la vida pública y de que no pueden llevarnos, sin embargo, a olvidar los argumentos. Catástrofes como la victoria del Brexit en el referéndum británico nos instan a construir una mejor Europa, fiel a su compromiso con los derechos económicos y sociales de las personas, leal a las exigencias de la hospitalidad con quienes no tienen más alternativa que la desesperación y la muerte. Seguimos creyendo que el camino para construir democracias auténticas es una ciudadanía lúcida y madura, capaz de reflexión, crítica y argumentación, convencida del valor de la autonomía y de que sólo puede conquistarse desde la solidaridad. Nombramos comités de bioética en distintos niveles y, salvo honrosas excepciones, ninguno de sus miembros se ha formado en ética. Criticamos las consecuencias nefastas del capitalismo financiero y abjuramos verbalmente de la pobreza y la desigualdad.

Y si nuestras convicciones son éstas, ¿no es una contradicción flagrante abandonar en las aulas aquellos saberes que, codo a codo con los demás, cobran su sentido de potenciar la reflexión y la crítica, la argumentación frente al fundamentalismo y los dogmatismos, la deliberación y la apuesta por los mejores valores?


[ Gabriel Albiac Lópiz ]

Filosofar sin Facultades

«La desaparición de las Facultades de Filosofía en nuestras Universidades está siendo presentada como una tragedia. No lo entiendo. Si hay un espacio bajo el cual la filosofía necesariamente se asfixia, es el del cobijo institucional, que la trueca en servidumbre»

ABC (La tercera) · Madrid, martes 12 de julio de 2016

«¿Quieres, Cebes, que te haga una exposición de mi segunda singladura?», interpela Sócrates al interlocutor que se pregunta sobre cuál sea esa disciplina a la que el maestro viene llamando «filosofía». La propuesta de Sócrates es, como siempre, irónica. «Segunda singladura» habla la jerga de los marineros. Dice el trance más difícil para un navegante. Ése en el cual el viento cesa y cede a una plúmbea calma chicha. Las velas se le truecan en estorbo. Y, al cabo de una espera muerta, no queda otra salvación que el remo: esto es, la recia confrontación de cada hombre con un entorno del cual ya nada espera. La amistad engañosa del viento se extinguió. Y sólo de la fuerza propia puede el navegante aguardar el arribo a puerto.

Es la más testaruda de las metáforas platónicas que dan nombre y leyenda a eso que hasta hoy seguimos llamando filosofía: la doble vuelta de tuerca que, de la red de respuestas con que el primer trayecto del saber, el de las ciencias, querría dar sosiego a los hombres, revierte a una huidiza telaraña de nuevas preguntas que arruinan cualquier certeza. Así, sin límite ni desenlace, la filosofía no es, claro está, disciplina científica. Nunca. Las ciencias operan conclusiones: enunciados que pueden –deben– abrir camino en el acumulativo curso de sus hallazgos. La filosofía está en el momento de la interrogación. Sólo. Como puesta en cuestión de cada resultado. Y así, a diferencia del continuum que las ciencias van construyendo en el tiempo, no hay en filosofía ni construcción ni avance. Ni historia propia, en rigor. Sólo la voladura de las convenidas certezas, que su mirada obliga a saber ilusorias. «¿No vuelan acaso por los aires todos los encantos ante la glacial mirada de la filosofía?», se pregunta la hechicera Lamia en el poema de John Keats.

Pura negatividad, o más bien pura suspensión del juicio, no posee la filosofía lugar en el calmo territorio de las instituciones. Su actitud es perversa, improductiva. Lo que es lo mismo, libre. Aristóteles: «El que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia… Es, pues, evidente que no buscamos la filosofía por ninguna otra utilidad, sino que la consideramos como el único saber libre. Por eso también su posesión podría con justicia ser considerada impropia del hombre. Pues la naturaleza humana es esclava en muchos aspectos». Y se remite el estagirita a la autoridad del legendario Simónides. «Sólo un dios puede tener tal privilegio». No somos dioses. Y, así, filosofía es paradoja.

La desaparición de las Facultades de Filosofía en nuestras Universidades está siendo presentada como una tragedia. No lo entiendo. Si hay un espacio bajo el cual la filosofía necesariamente se asfixia, es el del cobijo institucional, que la trueca en servidumbre. Servidumbre a la institución, a la sociedad, a la corrección respetable de lo político. Mientras que el filósofo es –es sólo– el artesano fiel de lo irrespetuoso, de lo incorrecto, de lo políticamente imperdonable. En las movedizas líneas fronterizas donde asienta sus interrogaciones, cualquier tentación edificante hace de él un payaso.

La filosofía destruye. Sólo. La seriedad, ante todo. De los presuntuosos. Platón: «Los jardines de las letras, los sembrará y escribirá el filósofo por pura diversión». Es el «hermosísimo entretenimiento del hombre capaz de jugar con los discursos». Nada más triste, advierte su Sócrates, que la solemnidad de quienes se toman a sí mismos en serio. «En cambio, quien considera que en los discursos escritos sobre cualquier materia hay necesariamente gran parte de juego, y que jamás discurso alguno valió mucho la pena de ser escrito o de ser pronunciado…, ese hombre es muy probable que sea tal como tú y yo, en nuestras plegarias, pediríamos llegar a ser»: filósofo.

Un profesor es un profesor. Un filósofo es un filósofo. En los contadísimos casos en los que ambas funciones coexistan sobre el soporte de un mismo sujeto, éste debe distinguirlos en sí escrupulosamente. Un profesor enseña; y, si lo es de filosofía, dota del instrumental técnico para que sus aprendices sepan leer. Un filósofo no enseña. Nada. Es, como Sócrates dice de sí, estéril. «Desenseña», en todo caso, lo mal aprendido. Ningún Estado aceptará pagar un sueldo de funcionario por eso.

El más bello de los debates intelectuales españoles del último medio siglo lo desplegaron dos filósofos que eran también dos eminencias académicas: Manuel Sacristán y Gustavo Bueno. El primero, proponía suprimir la «mercancía licenciado en filosofía» –ese «especialista de la no especialización», ironizaba él–, en favor de un Instituto al cual accediesen sólo quienes ya poseyeran un saber académico homologable. Sus palabras de entonces siguen resultando hoy igual de lúcidas y escépticas: «Los sistemas filosóficos son pseudoteorías, construcciones al servicio de motivaciones no-teoréticas, insusceptibles de contrastación científica». Con argumentos no menos sabios, proponía Bueno dar a esas Facultades la tarea de una epistemología materialista. Algo para lo cual poco dotaba la anorexia científica de sus profesionales. Da igual por cuál de ambos envites apostara uno. Era altísima academia y yo la añoro.

¿Es necesaria una «Facultad de Filosofía» para que la filosofía no se pierda? Lo dudo. No había «Facultad de Filosofía» cuando Ortega, Zambrano, Morente o Gaos. La había de «Filosofía y Letras». Funcionó. Y puede que el proyecto de unir ahora, en una misma Facultad, Filosofía con Filología sea lo único sensato: sin el artesanado filológico de sus procedimientos, del filósofo queda poco más que una prolija charlatanería.

En el año 1825, F. W. J. Schelling interpelaba a sus alumnos en Erlangen: «La inscripción que vio Dante en la puerta del infierno debería figurar a la entrada de la filosofía: Abandonad toda esperanza los que aquí entréis. Quien quiera filosofar ha de renunciar a toda esperanza, a todo deseo, a toda lamentación, no debe querer nada, ni saber nada, ha de sentirse solo y pobre, darlo todo para ganarlo todo. No es cosa fácil: es penoso separarse, por así decir, de la última orilla». Abandonad toda esperanza. Y sed, sólo entonces, libres. Es la inútil segunda singladura, a la cual Platón llamó filosofía. Sin Facultades.

Gabriel Albiac es filósofo.


[ Javier Gomá Lanzón ]

La misión de la universidad: formar profesionales y ciudadanos

La filosofía es la vía privilegiada para tomar conciencia de la dignidad. Y la universidad debe formar no solo profesionales, sino ciudadanos con dignidad

El País (Tribuna) · Madrid, 12 de julio de 2016

La cultura es, entre otras cosas menos importantes, aquello que nos despierta al sentimiento de nuestra propia dignidad. Y la filosofía es el momento de máxima conciencia de la cultura. De modo que la filosofía constituye la vía privilegiada para tomar conciencia de esa dignidad que todos sentimos pero que, sin la filosofía, raramente logramos aprehender.

La Universidad ha de formar profesionales competentes. Un desajuste excesivo entre la demanda del mercado y las cualificaciones de los graduados universitarios haría de esta institución, como a veces ha ocurrido, una máquina de fabricar parados. Un profesional competente es alguien que, habiendo aprendido las reglas de un arte o de un oficio, es capaz de producir una mercancía (un bien o una prestación) que el mercado necesita o valora y por la que está dispuesto a pagar un precio. De manera que la Universidad debe formar profesionales que se ganan la vida produciendo mercancías a las que la sociedad pone precio.

Pero, paralelamente a esto, la Universidad ha de formar ciudadanos, una condición que no tiene precio sino dignidad. La Universidad es, pues, el lugar en el que el ciudadano adquiere una mejor comprensión, a través del conocimiento reglado, del valor incondicional de su dignidad no sujeta a precio. Precio y dignidad no son el par de un antagonismo insuperable pero mantienen una tensión eterna no susceptible de conciliación definitiva. Porque cabe definir la dignidad como aquello que, en general, estorba y en particular estorba a la circulación de mercancía y a la velocidad de los negocios. De modo que el estudiante ha de salir de la Universidad con competencia para desempeñar una profesión remunerada en el mercado y al mismo tiempo más consciente que antes de un valor íntimo a su persona que se resiste a la racionalidad del mercado y que incluso se halla en un estado de potencial conflicto con él.

Como corolario de lo anterior, la organización interna y administrativa de Universidad debe acomodarse a esa doble educación del estudiante: la de profesional y la de ciudadano. Pero, de elegir una de las dos, prevalece la de ciudadano, por lo mismo que la dignidad está antes y por encima del precio. La filosofía, vía privilegiada para tomar conciencia de ese valor superior, debería colocarse en el pináculo del sistema de saberes académicos.

Otra cuestión es si la filosofía coincide siempre o no con la Facultad de Filosofía. Y otra más, si la filosofía ha sabido o no definir propiamente la dignidad. Ocasión habrá de hablar de ello pronto.