Filosofía en español 
Filosofía en español

Ante el fallecimiento de

Gonzalo Puente Ojea

Cienfuegos 21 julio 1924 / Guecho 10 enero 2017


El martes 10 de enero de 2017 murió en Guecho el ensayisya y embajador español Gonzalo Puente Ojea. → Gonzalo Puente Ojea en el proyecto Filosofía en español.

  1. Francisco Delgado, Ha muerto Gonzalo Puente Ojea, Presidente de Honor de Europa Laica
  2. Francisco José Fernández de la Cigoña, Ha muerto Gonzalo Puente Ojea
  3. Antonio Piñero, Tras la muerte de Gonzalo Puente Ojea
  4. Juan G. Bedoya, Gonzalo Puente Ojea, intelectual ateo y exembajador en el Vaticano
  5. Miguel Ángel López Muñoz, Gonzalo Puente Ojea, In Memóriam
  6. Fernando Palmero, Gonzalo Puente Ojea. Elogio del ateísmo
  7. Escuela de Filosofía de Oviedo, Homenaje a Gonzalo Puente Ojea

Francisco Delgado

Ha muerto Gonzalo Puente Ojea, Presidente de Honor de Europa Laica

laicismo.org · Madrid, martes 10 de enero de 2017

Gonzalo Puente Ojea, diplomático y ensayista, presidente de Honor de Europa Laica, ha fallecido de muerte natural en la madrugada del 10 de enero de 2017 en su casa de Getxo, a los 92 años de edad.

Había nacido el 21 de julio de 1924, en Cienfuegos (Cuba), pero de familia gallega. Ha sido testigo excepcional de la vida política española del siglo XX y parte del XXI.

El desempeño de distintos puestos y destinos diplomáticos le ha permitido conocer a los principales personajes que llevaron adelante la transición política española. Ha sido autor de más de 25 libros y de diversidad de ensayos y artículos sobre el hecho religioso, ateísmo, laicismo, libertad de conciencia, antropología y política. Entre otras muchas responsabilidades públicas, fue durante un breve periodo embajador de España ante la Santa Sede (1985-1987).

Sus restos serán incinerados el día 11, a las 10:30 en el cementerio de Derio (Vizcaya). En fechas posteriores, aun sin determinar, sus cenizas serán trasladadas a Madrid para ser enterradas en la tumba familiar en el Cementerio de la Almudena, donde también se encuentran las de su compañera Pilar.

Posiblemente será el momento de hacerle una despedida civil, de acuerdo con sus creencias y, posiblemente, se organice algún homenaje póstumo, como continuación del que hiciéramos el 31 de enero de 2015.

El pensamiento laicista de Gonzalo Puente Ojea, entre otros, inspiró la fundación de Europa Laica y sus trabajos y reflexiones han formado de nuestra teoría política.

A modo de recuerdo agradecido y de semblanza de urgencia, de uno de sus últimos trabajos, La Cruz y la Corona (ed. Txalaparta, 2012):

La «transición a la democracia»... consistió en una versión continuista de la ideología monárquica, caracterizada por un pacto de concordia y reparto entre los dos poderes universales, la Cruz y la Corona, y basado en la teología política cristiana. La misma que impidió la modernización del Estado, al tiempo que las naciones europeas ilustradas, abrían sus puertas a la exigencia de las libertades, de la ciencia, de la razón y de la crítica urgente de valores obsoletos. Esa que sigue gozando hoy aquí de exorbitantes privilegios.

(En próximas fechas, se publicarán diferentes semblanzas como recuerdo a una persona muy lúcida, que entendió con una enorme clarividencia el proyecto laicista y republicano, para la construcción del Estado y cómo y por qué defender radicalmente el Derecho a la libertad de pensamiento y de conciencia. De las cuales nos iremos haciendo eco).

Francisco Delgado. (Presidente), en nombre de la junta directiva y de las socias y socios de Europa Laica.


Francisco José Fernández de la Cigoña

Ha muerto Gonzalo Puente Ojea

La cigüeña de la torre. infovaticana.com · Madrid, miércoles 11 de enero de 2017

A los 92 años. Supongo que en la más absoluta indiferencia de los españoles que seguramente ya en el 99,9% ignoraban quien era.

Sin embargo tuvo un cierto protagonismo hace ya bastantes años como figura del laicismo más radical contra la religión católica. Ignoro los motivos que le llevaron a eso. Fue un diplomático, pienso que no muy relevante pero tampoco recuerdo su curriculum y me importa tan poco que no pienso averiguarlo, seguramente en los últimos tiempos de Franco disidente moderado, hasta que es muy posible que por ganas de meterle el dedo en el ojo al Vaticano le nombró Felipe González embajador ante la Santa Sede. Me parece recordar que un laicista entonces radical y militante estaba encantado con la representación. Una situación familiar sobrevenida, sigo creyendo recordar pero tampoco me fío mucho del recuerdo, supuso quejas de la Iglesia y le removieron. Con enorme indignación suya. Vuelvo a repetir que mi memoria ya no es la que fue y además siempre me interesó poquísimo su persona. Y exagero el poquísimo.

Luego, la nada. Desapareció. Hoy me entero de que ha fallecido. Ha comprobado ya sin duda si estaba acertado o no en sus convicciones.

Uno le ha encomendado a la misericordia de Dios. No por jorobarle sino por su bien.

Murió Puente Ojea. Para la inmensa mayoría de los españoles ya nadie.


Antonio Piñero

Tras la muerte de Gonzalo Puente Ojea

Cristianismo e historia. Blog sobre la cristiandad de tendencias21.net · Madrid, miércoles 11 de enero de 2017

Día tristísimo para mí ayer, cuando un muy buen amigo, y de Gonzalo Puente (quien, si no me equivoco, los siguientes que iba a cumplir eran 92), me comunicó “que se había ido” quien durante años ha sido para mí un referente intelectual. Creo que se ha ido vencido por una profunda tristeza y sin ánimo de vivir, tras la muerte de su mujer, Pilar Lasa, y las demoledoras consecuencias que le trajo.

Ciertamente la carrera profesional de Gonzalo Puente Ojea se desarrolló en el ámbito del derecho y la diplomacia, hasta llegar al grado máximo de su carrera “Embajador de España”, función, cargo y honor que, una vez conseguido, es de por vida. Pero su impacto en el ámbito intelectual en el mundo de lengua hispana fue por otros derroteros distintos a los meramente diplomáticos y políticos (fue Subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores con Fernando Morán y Embajador de España ante la Santa Sede). Voy a obviar otros detalles biográficos que pueden encontrarse en diversos lugares en Internet, y explicaré el porqué de mi admiración personal y científico –en terrenos de la historia, sociología, filosofía, orígenes de la religión, Jesús de Nazaret y orígenes del cristianismo– hacia él.

En primer lugar por su inmensa honestidad intelectual. Fue en su juventud un fervoroso “Propagandista” de los fundados por el Cardenal Herrera Oria. Pero cuando le llegó la edad de una más profunda reflexión, se planteó decididamente las bases de sus creencias religiosas. Buscó y buscó. Leyó ávidamente todo lo que pudo, y creyó encontrar la clave de su vivir en dos direcciones: profundizar en el sentido de la historia leyendo no solo bibliografía meramente histórica, sino ante todo filosofía, y profundizar en los orígenes de la religión y en concreto de la suya, el cristianismo. Las dos direcciones le proporcionaron una base sólida para interpretar muchas y variadas facetas del hombre occidental.

Quedó convencido Gonzalo Puente que la mejor herramienta para comprender la historia era el materialismo dialéctico, siguiendo la estela de Marx y de Engels. Pero no fue nunca un fanático en su aplicación exclusivista. Y para entender la religión, creyó encontrar un venero seguro en la filología-teología alemana de principios del siglo XX, en la estela de R. Bultmann y su entorno. Y cuando creyó que podía explicar a las gentes su interpretación de la historia del cristianismo primitivo y de su ética y política, escribió en 1973 o 1974 –cuando aún vivía Franco y la libertad intelectual podía costar cara– un libro impactante: “Ideología e Historia. El cristianismo como fenómeno ideológico”, y luego “El fenómeno estoico” (no sé si es este su título exacto).

Sobre todo el primer libro de esos dos me impactó soberanamente, pues –aunque conocía bastante bien esa teología alemana por haber hecho gran parte de mi tesis doctoral en Heidelberg, bajo la sensata dirección de Hans Freiherr von Campenhausen (y en Madrid, bajo la brillantísima égida de Luid Gil)– el libro me pareció iluminador cuando vi que toda esa teología se aplicaba, ante la gente atónita, a esclarecer ante el público en lengua hispana la figura de Jesús y del primitivo cristianismo. Y aquí viene lo de la honestidad intelectual: dado el momento en el que se publicó el libro fue un acto de valentía enorme, que le costó muchos disgustos (y también no pocas alegrías de gente que lo valoraron justamente). Desde que leí “Ideología e Historia”, mi vida intelectual cambió, porque se fortalecieron enormemente los puntos de vista que yo solo y tanteando en la oscuridad me había ido formando lentamente. Fue como un libro de cabecera que me robusteció. Luego leí todos los libros de Gonzalo.

Y, en segundo lugar, tenía un enorme respeto por Gonzalo, por la sensatez, la profundidad de su análisis, por el ansia de aprender y de profundizar en todo lo que tocaba intelectualmente, por la pausa con la que leía y anotaba, por su capacidad de asimilación, por el orden y claridad de sus ideas y por la capacidad dialéctica, límpida, para discutir esas ideas laboriosamente conseguidas entre los que pretendíamos ser sus pares, sin conseguirlo, y abordar otros problemas intelectuales en torno a la política, la sociología y la historia reciente de España.

Así que siempre consideré a Gonzalo Puente un pionero, el arriesgado primero, el que abría senda, el que portaba la luz que abría el camino en la niebla, el que en serio roturó el campo aún en barbecho del análisis crítico de la religión, de los evangelios, de la figura de Pablo, el dotado de una capacidad de análisis independiente, noble, valiente, a veces arriesgado, que reconocía con sinceridad cuáles eran sus fuentes, que no aceptaba ningún argumento sin profundizarlo y debatirlo… y el que exponía sus conclusiones pese a la posible estigmatización que la manifestación de su libertad le iba a ocasionar.

Por estas y otras razones parecidas he estimado muy profundamente a Gonzalo Puente Ojea como uno de mis más brillantes maestros intelectuales que he tenido. He disentido de él en diversas perspectivas, pero siempre con respeto a sus argumentaciones. Esa disensión también me iluminó…, aún más. Abrió un camino que, para mí, aún no está del todo explorado. He olvidado sus defectillos, que todos tenemos, o defectazos, y ahora me quedo con el recuerdo de lo bueno. Y como dice Sebastián Vázquez, editor ilustre de libros que han abierto también caminos en campos de la historia, de las religiones, de la gnosis, de la afición por la egiptología: “Con la muerte de Gonzalo Puente hemos perdido uno de los pocos que eran de verdad de pensamiento independiente en España en materia de religión. Tan pocos que cabían todos en un taxi”. Ha quedado un hueco en ese vehículo y es una gran tristeza.

Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid. www.antoniopinero.com


Juan G. Bedoya

Gonzalo Puente Ojea, intelectual ateo y exembajador en el Vaticano

elpais.com · Madrid, miércoles 11 de enero de 2017

Creyente en sus años mozos, agnóstico y ateo más tarde, intelectual de fuste con una treintena de obras publicadas, siempre inconformista, el diplomático Gonzalo Puente Ojea solía acudir a una cita de Chesterton en Por qué soy católico para ilustrar cómo, entre ignorar las derrotas o exagerarlas, está el talento de arrancar victorias de los fracasos. Fue la historia de la ejecución, por sedicioso, del nazareno Jesús a manos de Poncio Pilato, instigado por los líderes judíos del momento. Chesterton sostenía que sin aquel ascenso al monte Calvario no habría habido cristianismo. También Puente Ojea creyó poder convertir en victoria su estrepitosa derrota cuando cayó en desgracia en el Ministerio de Asuntos Exteriores, del que había sido subsecretario con Fernando Morán en el primer Gobierno de Felipe González, cuando el Vaticano le retiró el plácet de embajador por divorciarse y volverse a casar por lo civil.

La jerarquía católica se empeñó, con furia poco cristiana, en una campaña que destrozó la reputación incluso profesional de Puente Ojea, retirado de Roma de mala manera. Quien lo sentenció en agosto de 1987 fue el ministro Francisco Fernández Ordóñez. La polémica fue tan extravagante que Fernando Savater, otro ilustre laicista, la resumió entonces para EL PAÍS en un artículo titulado Embajador en el infierno.

Puente Ojea falleció en la madrugada del martes pasado en su casa de Getxo (Vizcaya) a los 92 años de edad. Sus restos fueron incinerados en el cementerio de Derio y en fechas posteriores, aún sin determinar, las cenizas serán trasladadas a Madrid para ser enterradas en la tumba familiar en el cementerio de la Almudena, donde reposan las de su compañera Pilar. Europa Laica, la organización de la que era presidente de honor, le prepara una despedida civil, de acuerdo con sus creencias, y un homenaje póstumo.

Nacido en Cienfuegos (Cuba) en 1924 –su padre era allí cónsul general–, Puente Ojea ha sido un referente fundamental en el difícil camino de España hacia la laicidad y la secularización. Nunca renunció a sus ideas, y ello le cortó muchas alas en la carrera diplomática, enfeudada con el franquismo e invadida por excombatientes y falangistas. Según sus datos, de los 444 diplomáticos que había en 1960, 113 entraron mediante exámenes patrióticos. En aquel ambiente, Puente Ojea era un faro para los nuevos.

Sería una lástima centrar este obituario en los sucesos que acabaron con su carrera política, aunque resulta imprescindible para comprobar cómo el Estado español se humilla muchas veces, sin decoro, ante el poder religioso, que sigue siendo fáctico (como solía decirse durante el franquismo nacionalcatólico). Puente Ojea se sobrepuso con creces a aquellos sucesos completando una obra ensayística enciclopédica, que había iniciado en la década de los cincuenta del pasado siglo con títulos como Problemática del catolicismo actual (1954). En 1974 publicó Ideología e Historia. La formación del cristianismo como fenómeno ideológico. Otras obras suyas son Elogio del ateísmo (1995), El mito del alma (2000) o La religión ¡vaya timo! (2009), en la colección ¡Vaya timo!, de la editorial Laetoli. También publicó una compleja antología de escritos breves, que tituló de manera inequívoca La Cruz y la Corona. Las dos hipotecas de la Historia de España. Fue su testamento intelectual, el grito del pensador que no está dispuesto a inhibirse ante el deber moral de denunciar las falsedades y corrupciones de la cacareada democracia española.

Proceso de divorcio

Pero es ineludible volver al incidente diplomático que protagonizó en 1987, en el que el Vaticano torció el brazo de mala manera al Gobierno socialista. Roma había acogido con gran disgusto el nombramiento de un diplomático por primera vez inmune a los halagos clericales, pero no se atrevió a rechazarlo por la abrumadora mayoría parlamentaria con que contaba el ejecutivo de Felipe González. Cuando se hizo público que el embajador había iniciado un proceso de divorcio, los círculos más reaccionarios creyeron que había llegado la hora del desquite. Puente Ojea reunió en un libro los documentos del caso. “Sobre mi persona y las circunstancias de mi cese se han acumulado, con el mayor desorden de la mente y con una delirante incoherencia narrativa, toda suerte de falsedades, disparates y difamaciones”, escribió.

El resumen es que el Vaticano juzgaba (y sigue juzgando) el divorcio desde la moral sexual, en un ambiente, por cierto, en el que dicha moral en el clero, incluida la curia romana, arroja hasta un 70% de sacerdotes con relaciones sexuales de carácter o eventual o estable. Puente Ojea se lo dijo así, sin tapujos, al sustituto de la Secretaría de Estado, con quien logró entrevistarse antes de volver a España: “Si el embajador de España fuese un hombre de vida licenciosa, pero celoso practicante y católico a machamartillo, todo quedaría condonado y sigilosamente arreglado, como ha sucedido en otros casos. Si fueran expulsados de la curia todos los que conculcan en secreto los tabúes sexuales, su personal se quedaría diezmado”. Y el representante del Vaticano le contestó: “Haga usted lo mismo”.


Miguel Ángel López Muñoz

Gonzalo Puente Ojea, In Memóriam

laicismo.org · lunes 16 de enero de 2017

El martes, 10 de enero de 2017, la libertad de conciencia y la irreligiosidad han perdido a su más insigne valedor: el ensayista y diplomático español Gonzalo Puente Ojea.

Con la amenaza constante de la purga profesional, desde la Carrera diplomática y allá por los años cincuenta, fue defensor y modelo para la democracia en España, crítico del Opus o de las teorías crepusculares de las ideologías, fue capaz de defender el tiranicidio de Juan de Mariana en su destino de Mendoza (Argentina), comprobó de primera mano la falta de calidad moral y política del futuro Rey de España en su destino de Atenas, impulsó el hispanismo francés desde su destino en París, contribuyó a la democratización del cuerpo diplomático desde la Subsecretaría del Ministerio de Asuntos Exteriores en el primer gobierno de Felipe González y fue cesado de su Embajada en la Santa Sede en el segundo gobierno de González, en una humillación del Estado español ante las presiones clericales.

Su ejemplo profesional sólo queda a la zaga de su brillantez intelectual, tan honrada y generosa como silenciada. En una reflexión constante y rigurosa sobre los sistemas ideológicos que fagocitan cualquier forma de libertad y cualquier atisbo de ilustración, Gonzalo Puente Ojea descubrió la lógica de la organización clerical cristiana, no en sus acciones como el respetable anticlericalismo, sino en el corazón mismo de su doctrina, Pablo de Tarso, una lógica de plasticidad ideológica, con un doble discurso siempre legitimador de ambiciones varias y adaptable a los poderes que les correspondiesen. Así se recoge en su obra: Ideología e Historia. La formación del cristianismo como fenómeno ideológico (1974). Eso fue a principios de los setenta, cuando algunos comenzaban ya a hablar de secularizaciones fallidas y mucho antes de que surgiesen los apologetas de las revanchas de Dios, a medio camino entre una cristiandad renovada y una postmodernidad demasiado moderna para reparar en religiones. Curado de esos espantos redentores, Puente Ojea había transitado ya por su particular camino de Damasco, el materialismo, un materialismo histórico en su núcleo y monista en su fundamento, abierto a la pluralidad epistemológica. Fue desde el materialismo monista desde donde dio el paso más allá de la cuestión de Jesús o la cuestión de Dios. El alma espiritual era el eje de toda religiosidad y, por tanto, el mero ateísmo debía ser superado por la irreligiosidad, tal y como explica en Elogio del ateísmo (1995), Ateísmo y religiosidad (1997), El mito del alma (2000), Vivir en la realidad (2007), La religión, ¡vaya timo! (2009), Crítica antropológica de la religión (2012) o Ideologías religiosas (2013). Precisamente la irreligiosidad se funda teóricamente y se proyecta en la praxis mediante el laicismo. “Sin su dimensión teórica fuerte, la práctica del laicismo sería ciega, y el laicismo sin un práctica fuerte y estricta, resultaría paralítico”, nos recordaba Puente Ojea desde su obra La Cruz y la Corona. Las dos hipotecas de la historia de España (2011). Fue el laicismo el primer damnificado de la llamada “transición a la democracia” española, cuyos acuerdos con la Santa Sede preconstitucionales y una Constitución contradictoria y sin proceso constituyente, dinamitan un Estado laico en el que la igualdad de todas las conciencias, sin discriminación de ningún tipo, sea efectivo. El laicismo español padece del proceso de desmemoria inyectado a la sociedad por una política del consenso demasiado ocupada en ambiciones personales y protegida por una intelectualidad orgánica y erigida en campeona de las libertades, como la Iglesia en la que se formó.

Justo lo que le faltó siempre a Gonzalo Puente Ojea, ambición personal. Eso le evitó la tentación de venderse y le permitió ejercer una disidencia ejemplar, convenientemente silenciada por la oficialidad de nuestra España democrática y sólo rota por compañeros de viaje desde el activismo y desde el mundo académico.

Desde el agradecimiento, el afecto y la admiración, al defensor de los valores republicanos, al crítico de la ignominia y las ideologías religiosas, al español sin España, al querido y estimado amigo: Gonzalo Puente Ojea, maestro siempre.

Miguel Ángel López Muñoz. Profesor de Filosofía y autor del libro Gonzalo Puente Ojea y la libertad de conciencia.


Fernando Palmero

Gonzalo Puente Ojea. Elogio del ateísmo

elmundo.es · Madrid, domingo 22 de enero de 2017

“Probablemente, muchos me identificarán como un vehemente enemigo de la Iglesia y de la religión. Pero esa palabra no sería la adecuada. Podría decirse que soy un contradictor, o tal vez un adversario, de toda alienación religiosa, y aún mucho más de la institucionalización de esta alineación en forma de iglesias, sectas o asociaciones”. No eran estas palabras de Puente Ojea, fallecido en la madrugada del pasado día 10 a la edad de 92 años, ni una disculpa ni una petición de tregua. Su amplia obra ensayística y académica es un prodigio intelectual concebido para la batalla ideológica y política. Hasta el final. Hasta el último de sus grandes libros, mediáticamente silenciado, La Cruz y la Corona (Txalaparta, 2011), en el que trazó la genealogía de lo que denominaba “ideología monárquica”, una histórica alianza de poder entre la Iglesia y la Monarquía que en España, le gustaba recordar, es la causante de un atraso político, económico e intelectual que alcanza hasta nuestros días.

La “ideología monárquica”, resumía en una de sus últimas entrevistas, es “una voluntad de concordia entre el poder religioso y el poder político, de manera que, de la mano ambos, uno administra los cuerpos y otro administra las almas; bueno, las supuestas almas, que no son más que una invención de una época remota (...) Cuando por primera vez, Constantino el Grande decide, con esa voluntad de concordia, repartir el poder entre la Iglesia y el Estado, asumiendo éste la dogmática religiosa como forma única de entender el individuo y el mundo, nace algo inédito en el desarrollo de la religiosidad en el ser humano: una religión que impone una dogmática, que es la forma más violenta de destruir la mente del ser humano, y que al mismo tiempo se constituye como organización jerárquica que arranca desde el papado, pasa por los obispos y llega hasta el último cura. Esa red, esa malla, que San Pablo definió místicamente y mistéricamente como el Corpus Christi, deja de ser una entidad mística y se trasforma en una red de dominio universal acompañada de su propio código jurídico y de sus sanciones, algunas de las cuales incluían la pena de muerte”.

Pero hasta La Cruz y la Corona, Puente Ojea realizó, en paralelo a su carrera diplomática, un periplo intelectual que le llevó desde un cristianismo bienintencionado hasta el ateísmo más rigurosamente científico. “Me imaginaba confusamente”, reconoce en Apuntes para una autobiografía (Elogio del ateísmo, Siglo XXI, 2007), “que podría haber una forma libre, decente y auténtica de ser cristiano; y que sería posible un catolicismo progresista y democrático”. Eran los años en los que frecuentó la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP) y los ambientes en los que había germinado el Opus Dei, organización contra la que publicó en 1957 un duro ensayo en Cuadernos, la revista que editaba Julián Gorkin desde el exilio en París. En él, Puente Ojea denunciaba las intenciones del “grupo Opus” de instaurar un “catolicismo de Estado” y de defender “con el mayor descaro, el conjunto de intereses de los grupos financieros y de la alta burocracia enriquecida al amparo de la política franquista”.

Inicia a partir de entonces un distanciamiento con el cristianismo del que no habrá ya retorno. “Hacia 1970”, confesó, “me consideré en condiciones de diseñar una explicación global del cristianismo en cuanto ideología, aplicándole las categorías instrumentales del materialismo histórico (...) Me pareció que este desvelamiento de la génesis y despliegue de la ideología cristiana (...) sería mi personal contribución a la destrucción del régimen totalitario nacional-católico”.

El resultado fue una obra considerada ya clásica, como demuestran su ocho ediciones desde 1974, y que para ser publicada tuvo que sortear la censura. Finalmente, Siglo XXI decidió dividirla en dos volúmenes, con los títulos de Ideología e Historia. La formación del cristianismo como fenómeno ideológico e Ideología e Historia. El fenómeno estoico en la sociedad antigua, lo cual no impidió que fuera recibida con un profundo desagrado tanto por la Iglesia como por los grupos políticos que estaban preparando la Transición, a los que Puente Ojea acusaba de plegarse a los intereses particulares de una institución que había pasado de apoyar la Cruzada franquista y rendirle homenaje al Caudillo bajo palio, a la estética de los curas rojos.

Años más tarde denunciaría cómo los Acuerdos de enero de 1979 “estaban listos cuando la Ponencia Constitucional inició sus trabajos, siendo así preconstitucionales por sus fechas e inconstitucionales por sus contenidos, pese a su sanción legislativa, el día 3 de enero de 1979, sin tiempo para negociarlos, apenas siete días después de haber entrado en vigor la Constitución, el día 27 de diciembre de 1978, violando así de modo flagrante y escandaloso el propio texto constitucional”.

Tras aquel texto de 1974, su obra se fue completando con títulos como Fe cristiana, Iglesia, poder (Siglo XXI, 1991); El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la Historia (Siglo XXI, 1992); El mito de Cristo: evidencia de una falsedad (Siglo XXI, 2000); La existencia histórica de Jesús. Las fuentes cristianas y su contexto judío (Siglo XXI, 2008); o La religión ¡vaya timo! (Laetoli, 2009) por citar sólo algunos.

Colaborador habitual en tertulias radiofónicas, desde las páginas de este periódico, donde colaboró prolíficamente en los años 90, defendió siempre sus convicciones laicas y su republicanismo con el mismo rigor y seriedad intelectual que lo hizo a través de toda su obra de pensamiento.

Gonzalo Puente Ojea, diplomático y ensayista, nació en Cienfuegos (Cuba) el 21 de julio de 1924 y murió en Guetxo (Vizcaya) el 10 de enero de 2017.


Escuela de Filosofía de Oviedo

Homenaje a Gonzalo Puente Ojea

Oviedo, 6 febrero 2017

Vídeo del Homenaje a Gonzalo Puente Ojea (1924-2017) (2 h 58 m)

Oviedo, lunes 6 de febrero de 2017