Teodoro de Almeida Recreación filosófica o diálogo sobre la filosofía natural

Tarde nona

Expónense las principales dificultades que los peripatéticos ofrecen contra los modernos

Primera parte
Trátase del argumento que se deduce de los accidentes Eucarísticos

§. I. Explícase cuáles sean los accidentes que quedan en la Eucaristía, y cómo quedan | §. II. Averíguase si es segura y sana la explicación que queda dada de los accidentes de la Eucaristía, o si por el contrario es casi de fe que quedan los accidentes de los peripatéticos. | §. III. Examínase si de algunas proposiciones condenadas se puede sacar argumento que pruebe que quedan en el sacramento los accidentes peripatéticos.

 
§. I.

Explícase cuáles sean
los accidentes que quedan en la Eucaristía, y cómo quedan

Eugenio

Ahí llega nuestro amigo el doctor: me alegro mucho que venga tan temprano.

Teodosio

Vamos a esperarle a la puerta: tratémosle hoy con mas cortesía, porque tiene que enfadarse mucho conmigo... Seáis bien venido, Silvio: aquí os estoy esperando: quien espera en el campo bien muestra que no tiene miedo.

Silvio

Ni yo tampoco le tengo, pues vengo a buscar el enemigo. Sentémonos, pues.

Teodosio

Antes que entremos a disputar es preciso que sepamos las armas con que pretendéis pelear. Si fueren dicterios, injurias y nombres afrentosos, que son las principales armas de que se valen algunos peripatéticos de nuestros tiempos, ya desde aquí me doy por convencido, pues con semejantes armas más injuriosa me será la victoria que la huida.

Silvio

No: no esperéis eso de mí; pues ni es razón perturbar la buena armonía con que hemos tratado, ni hallo precisas estas armas; y no puedo disculpar a algunos peripatéticos que dicen mil injurias a los modernos; bien que el amor a la verdad todo lo disculpa.

Eugenio

Yo me persuado que eso, cuando mucho, será particularmente por desahogar la pasión o por gracejo.

Teodosio

Eso vos lo juzgaréis. Ellos llegan a escribir en papeles latinos y aún vulgares, que nosotros somos herejes o casi herejes. En las oraciones públicas el asunto principal es declamar contra los modernos, exhortando vivamente a los portugueses para que a sangre y fuego extingan esta peste. Dijéronme que hasta en los sermones de cuaresma y adviento (en que se recomienda al pueblo cristiano la doctrina más importante para la salvación) entre los consejos del Evangelio se había persuadido este odio a los modernos; y esto no en las aldeas sino en ciudades populosas, lo que no puedo creer. Silvio os puede dar buenas confirmaciones de lo que digo.

Silvio

Yo tengo una sátira impresa, en que a la verdad hay expresiones indignas hasta de referirse aquí en la conversación de hombres serios. Mas si me dais licencia referiré algunas de que me acuerdo. En una parte dice que los modernos son unos insolentes, que lo que dicen es desafuero, atrevimiento, injuria, escándalo, locura, delirio y despropósito increíble. Pues lo que se dice del autor de unos libritos de Filosofía moderna{1} aún es mucho peor. Mándanle que coja los libros, y que los envíe a una tienda para envolver drogas: otro le da sentencia más favorable; ordena que remita sus libros a la escuela para que los muchachos aprendan a leer. En otra parte gritan aquí del Rey contra él: en fin trata a este pobre moderno tan indignamente que me dio lástima. Yo bien veo que hablo contra los de mi escuela; pero he de decir lo que entiendo; y aún callo lo peor, pues yo mismo me avergüenzo de referir estas cosas que hallé en un papel intitulado Palidonia.

Eugenio

Yo no acabo de admirarme: acaso ese autor habría provocado a los peripatéticos con alguna injuria.

Teodosio

Por ningún modo: ¿no me habéis oído estas tardes? Pues lo que ese autor dice y lo que me habéis oído todo es lo mismo. Pero esto no dudo que se haya dicho por gracia y chiste; principalmente porque conozco al autor de esta sátira, y sé que él, como todos los demás de quien he hecho mención, según su carácter, sólo por gracejo podían decir esto, y lo demás que Silvio calla; mas esto no quiere decir nada, como nosotros no usemos de estas armas: los contrarios pueden valerse de las que quisieren.

Eugenio

No pensé que llegase a tanto la pasión. Siga cada cual su camino sin ir a insultar a quien va por el otro.

Teodosio

Aún no reparasteis en una circunstancia muy notable. Ellos dicen que nuestro sistema es falso, y nosotros herejes o casi herejes: nosotros nos defendemos probando que no es así; con esto se enfadan de tal manera, que llegan a proferir lo que habéis oído. Parecíame, pues, que si en algunos era disculpable el salir fuera de sí, era en los modernos, por verse injustamente afrentados; ¡pero en los otros a quien no hacemos más injuria que dejar de seguir sus pisadas...! Es cosa que tiene poca disculpa.

Silvio

Como se persuaden que vuestro sistema es contra la fe, el celo de la honra de Dios les obliga a declamar contra vosotros.

Teodosio

De eso mismo me admiro que se persuadan seriamente, viendo a quien incluyen y envuelven en esa censura. Si es verdad lo que dicen, en ese desgraciado número de los que ellos llaman herejes entra primeramente nuestro beatísimo papa Benedicto XIV, como protector y fautor de herejes, pues mandó leer esta Filosofía en su universidad de Bolonia, y aun en la misma de Roma. También queda por esta censura condenado el papa Inocencio XI, que por dos breves suyos aprueba y alaba mucho un excelente libro del obispo Bossuet, en que enseña esta doctrina, y particularmente el punto de los accidentes eucarísticos, en el cual dicen que somos herejes.{2} Por tanto, mi amigo Silvio, si nosotros somos herejes nos acompañan los sumos pontífices, y de camino van también comprendidos en esa terrible condenación muchos cardenales, obispos y teólogos que alabaron y aprobaron dicho libro, además de otros cardenales y obispos que en sus obras siguen el sistema moderno. Allá van también inclusas en esa terrible censura muchas religiones enteras o casi enteras, como os he dicho el primer día, en Italia, en Francia, en España y en Portugal, además de muchos autores aun religiosos, y de las principales religiones. Ni quedan libres de la censura los rectísimos tribunales del santo oficio de Roma, España y Portugal, permitiendo salir libros con esta doctrina, que vuestros peripatéticos llaman casi herética; y lo que más es, permitiendo defenderla continuamente en conclusiones impresas con licencia de este santo tribunal (que nuestros libros no son los papeles que se imprimen sin ella). Y finalmente, también quedan condenados muchos peripatéticos, que desapasionadamente dicen que nuestra opinión no debe ser censurada. Y lo que más admira, mi amigo Eugenio, es que no pueden alegar ignorancia de que los sumos pontífices tienen prohibido severamente que se censuren las opiniones que se controvierten entre católicos. Mandó esto Inocencio XI por un decreto suyo{3}, después de haber leído, aprobado y alabado el libro de Bossuet de que he hablado. Además de este pontífice Clemente XI declaró por otro breve suyo{4} que las opiniones que se defendían a la vista del pontífice romano quedaban libres de toda censura; lo mismo volvió a determinar Clemente XII.{5}

Eugenio

¡Y todo eso se atropella para inquietar a unos hombres que no ofenda a nadie!

Silvio

Mirad, Eugenio: si hemos de dar a cada uno lo que es suyo ellos tienen algún fundamento.

Eugenio

¿Pues puede haber fundamento para que yo censure una opinión que dos papas prohíben bajo graves penas que nadie censure; y además de eso permiten públicamente, y alaban y mandan positivamente enseñar en la Iglesia de Dios? Esto ya, Silvio...

Teodosio

Sosegaos, Eugenio, no os alteréis: no os dé cuidado que algún día (y no ha de tardar muchos años) esos mismos peripatéticos se han de avergonzar de lo que ahora llegan a decir, que por eso se conservan y guardan todos estos papeles impresos, con el fin de que aparezcan algún día con el nombre de sus autores cuando fuere tiempo. ¿Queréis ahora oír una respuesta que a esa admiración vuestra dio un religioso portugués, igualmente ilustre por su sangre, letras y dignidad, que fue peripatético, y aún hoy vive?

Eugenio

¿Y qué respondió?

Teodosio

Respondió ciertamente con discreción: El que pierde tiene licencia para rasgar los naipes, y tomar cuantos enfados y rabietas quisiere.

Eugenio

Dijo bien; esa respuesta se parece a la que dio cierto juez al rey D. Pedro. Había dado sentencia contra un hombre, el cual en despique se fue a su casa y le ultrajó de palabra: el juez que gastaba buen humor sufrió con la mayor mansedumbre; y preguntado por el rey de la causa de su paciencia respondió: Señor: nosotros allá en el tribunal cuando decimos muera muerte natural, no añadimos, y no perneará cuando estuviere en la horca. Una vez que dí sentencia contra el hombre, era natural que pernease.

Silvio

¡No estuvo mala la salida!

Teodosio

Mas en esto se va gastando el tiempo: pasemos al punto: exponed, Silvio, todas las dificultades que tenéis contra nosotros.

Silvio

La primera dificultad es la que toqué en la primera tarde en que nos juntamos, y es la de los accidentes eucarísticos. Nosotros hemos de decir de los accidentes de pan y de vino lo mismo que dijimos de los accidentes de las otras cosas; esto, pues, se embaraza fuertemente con la fe, y a la verdad yo no sé cómo vosotros los modernos podéis sosegar las conciencias, porque vosotros decís que los accidentes de cualquier cosa no son entidades realmente distintas de ella, sino que sólo consisten en unas ciertas disposiciones o modos de la materia; y si esto es así, síguese que los accidentes de pan no se pueden separar del pan, pues no son entidades realmente distintas de él. Esto bien veis que es contra lo que nos enseña la fe, pues dice que en la Eucaristía permanecen los accidentes de pan y vino, sin que allí quede la sustancia de ninguno de ellos. Veamos, pues, cómo desatáis este nudo.

Teodosio

Bien fácilmente: vos decís que en la Eucaristía quedan los accidentes de pan y vino. Pues lo mismo digo yo, y no obstante soy moderno.

Silvio

¿Pues qué, Teodosio, admitís con Lutero que en el sacramento queda pan?

Teodosio

Por ningún modo; pero sin quedar pan explicamos bellamente cómo queda el color, el olor, el peso, la figura y los demás accidentes de pan. Decidme, Eugenio, ¿en qué consisten los colores en el sistema de los modernos?

Eugenio

Los colores consisten en la luz modificada de varios modos.

Teodosio

Decidme más, Eugenio: ¿esa luz modificada, en la cual dicen los modernos que consisten los colores, en sí qué es?

Eugenio

Es una sustancia muy sutil, a que los modernos llaman unos materia etérea, y otros dicen que es la misma sustancia que el fuego.

Teodosio

Luego, doctor mío, el color del pan consiste en la sustancia de la luz modificada de un cierto modo por la superficie del pan. Decidme ahora: ¿halláis que es imposible que destruyéndose el pan conserve Dios la luz que de él reflecta, y que la conserve modificada de la misma suerte que estaba cuando había pan?

Silvio

Imposibilidad no la hallo, dificultad sí, porque sin milagro no puede la luz, ahora que no hay pan quedar con la misma modificación que tenía cuando había pan.

Teodosio

También yo estoy en eso mismo, y confieso que sin milagro no puede suceder, pero la Iglesia nos enseña que en el sacramento suceden muchos milagros. Uno de ellos decimos nosotros que consiste en eso mismo: faltando el pan, y puesto en su lugar el cuerpo de Jesucristo, la luz no había de tomar la modificación que toma en el pan; pero Dios para probar nuestra fe hace que en la luz no haya mudanza alguna, antes bien que se conserve de la misma suerte que si aún hubiese allí pan: ¿acaso negáis que Dios puede hacer esto?

Silvio

No lo niego.

Teodosio

Bien está; luego en nuestro sistema puede sin pan quedar el color de pan. Decidme más, Eugenio, ¿en qué consiste el olor en el sistema de los modernos?

Eugenio

Consiste en un vapor tenue, a que llaman efluvios, el cual saliendo del cuerpo odorífero se esparce por el aire circunvecino.

Teodosio

Pregunto más: ¿y esos efluvios qué son en sí verdaderamente?

Eugenio

Son sustancia, y no tienen otra diferencia del humo que sale del pan caliente, más que en ser un vapor o humo mucho más sutil.

Teodosio

Decidme aún: ¿y esa sustancia o esos efluvios son verdaderamente pan?

Eugenio

Por ningún modo: fueron pan antes que saliesen de él; pero ahora ya no tienen la naturaleza de pan sino la de humo; así como las partículas de humo que salen del pan caliente, antes que saliesen constituían el mismo pan; pero después que salen, verdaderamente no tienen la naturaleza de pan: ni habrá quien diga que el humo que sale del pan caliente es pan: lo mismo sucede con las partículas del olor o con los efluvios: antes de evaporarse constituían el pan; pero después que se evaporan ya no constituyen el pan, ni son pan.

Teodosio

Decidme ahora, Silvio: ¿y no podrá Dios hacer por milagro que faltando el pan se conserven en el aire circunvecino los mismos efluvios que habían salido del pan cuando allí lo había?

Silvio

¿Quién lo duda?

Teodosio

Pues si Dios hiciere esto, queda en la Eucaristía el olor de pan sin haber pan: aquí tenéis ya claramente como en nuestro sistema queda el mismo olor en la Eucaristía.

Silvio

Poco a poco, que eso no puede ser: los concilios dicen que se destruye toda la sustancia de pan; luego también se destruyen esos efluvios, porque siempre son la misma materia, aunque tenga otra combinación; de lo contrario si toda la materia de pan quedase en el sacramento junto con el Señor, aunque con otra disposición, también habíais de decir que se verificaban los concilios.

Teodosio

Decidme: ¿si un sacerdote consagrare un pan caliente y humeando, se convertiría también en cuerpo de Cristo el humo que está esparcido por el aire?

Silvio

Eso no.

Teodosio

Bien. ¿Pues qué ya no escrupulizáis en decir que queda el humo, no teniendo él otra materia sino la que anteriormente fue de pan?

Silvio

No, porque las palabras de la consagración sólo convierten en cuerpo de Cristo aquello sobre que caen, y sólo caen sobre la materia que actualmente es pan cuando ellas se profieren, y entonces ya el humo no es pan.

Teodosio

Decís muy bien; pues otro tanto digo yo de los efluvios, porque ellos son un humo más sutil que ya había salido del pan.

Silvio

Bien está; pero decidme, ¿cuando se lleva el Santísimo a los enfermos van por el aire esos mismos efluvios, o produce Dios otros de nuevo?

Teodosio

Pregunto yo también: ¿si el pan caliente y humeando después de consagrado le mudasen de un lugar a otro, iría el mismo humo o produciría Dios otro? Decid lo que quisiereis, porque lo que dijereis del humo digo yo de los efluvios, que son un humo mucho más tenue.

Silvio

Enhorabuena. Vamos adelante: continuad con lo que ibais diciendo.

Teodosio

Veamos ahora cómo experimentamos en la división de la hostia el mismo sonido, tanto antes como después de la consagración. ¿Se os acuerda, Eugenio, en qué consiste el sonido en el sistema de los modernos?

Eugenio

Vos dijísteis, que el sonido consistía en el movimiento vibratorio del aire procedido del cuerpo que causa ese sonido.

Teodosio

Paréceme, pues, que ni implica hacer Dios por milagro que cuando se divide la hostia se mueva el aire con un movimiento semejante a aquel que tendría si se dividiese el pan. Y si Dios hiciese esto por milagro, bien veis que hemos de oír el mismo sonido que oiríamos si se dividiese el pan verdadero: he aquí cómo quedan en el Sacramento el mismo color, el mismo olor y el mismo sonido que había en el pan, sin que quede el pan.

Silvio

Bien; luego ya tenemos accidentes realmente distintos y separables de toda sustancia.

Teodosio

Estáis equivocado, Silvio; de lo que queda dicho sólo se infiere que hay accidentes realmente distintos del pan; esto es así, porque ni el aire movido ni la luz modificada, ni los efluvios de pan, se puede decir con verdad que sean pan; pero como estos accidentes son en sí sustanciales, no se infiere que se den accidentes realmente distintos de toda sustancia, que es el sistema de los peripatéticos.

Silvio

Y los demás accidentes que hasta aquí habéis dicho que son modos de la materia, y que consisten en figuras y modificaciones, en contexturas y movimientos &c., ¿cómo pueden quedar?

Teodosio

Esos accidentes también quedan, pero no del mismo modo: vamos al sabor. El sabor hemos dicho que consistía en las partículas del manjar, figuradas de un cierto modo capaz de mover nuestro paladar; y como en el Sacramento no queda pan, tampoco pueden quedar las partículas de él que sirven para mover el paladar; pero queda el mismo sabor virtualmente, esto es, en cuanto a los efectos. De dos modos puede permanecer una cosa, o formalmente la misma o sólo virtualmente: pongamos un ejemplo; si en una balanza pusiéramos una libra de plomo, y después sacáremos este peso, y pusiéremos en su lugar dos medias libras, decimos que queda el mismo peso virtualmente, porque las dos medias libras hacen el mismo efecto que hacía la libra entera; y si sacáremos las dos medias libras, y cargáremos con la mano en la balanza de la misma suerte que cargaba el plomo, también debemos decir que queda el mismo peso virtualmente, porque siempre queda el mismo efecto; por semejante modo hemos de discurrir acerca del sabor: no quedan las partículas de pan que movían la lengua; pero mueve Dios por sí mismo la lengua del mismo modo que la moverían las partículas de pan si allí estuviesen; y esto es quedar el mismo sabor virtualmente, porque queda el mismo efecto. De la gravedad decimos también que queda virtualmente la misma, en cuanto Dios mueve hacia abajo la mano que sustenta el Sacramento, de la misma suerte que la movería el pan con su peso si allí estuviese verdaderamente.

Silvio

¿Y cómo decís vos que queda la misma figura en el Sacramento?

Teodosio

Si tomáreis la figura meramente por el espacio que ocupa el cuerpo, digo que queda la misma figura formalmente, porque el cuerpo de Cristo ocupa todo y sólo el espacio que ocupaba el pan. Pero si tomáis la figura por la extensión y disposición de las partes, decimos que queda la misma figura del pan sólo virtualmente. De dos modos conocemos nosotros la figura de cualquier cuerpo, o por el tacto o por la vista, y estos dos sentidos experimentan en el Sacramento la misma figura que experimentaban en el pan: primeramente como la luz reflecte del mismo lugar de que reflectía cuando había pan, experimentan los ojos la misma figura que entonces experimentaban: lo mismo sucede al sentido del tacto; los dedos percibían la figura del pan cuando le había, por la resistencia que encontraban en aquel espacio circular que ocupaba el pan, al mismo tiempo que podían pasar libremente por el otro espacio; lo mismo les sucede ahora cuando no hay pan: impide Dios por su omnipotencia que los dedos pasen por aquel lugar en que antes estaba el pan, permitiéndoles paso libre por el aire inmediato, y como los dedos experimentan la misma resistencia en todo aquel espacio redondo en que antes la experimentaban cuando había pan, nos parece que está aún allí el pan, y de esta suerte experimenta el sentido del tacto el mismo efecto que hacía la figura de pan cuando la había; y esto es quedar la misma figura virtualmente.

Silvio

¿Y qué decís vos de la cantidad?

Teodosio

Digo lo mismo que de la figura: como la cantidad consiste en la magnitud o pequeñez de cualquier cosa, explicado el modo como queda la figura de pan, se infiere claramente el modo con que queda su cantidad.

Silvio

Tengo hecho concepto del modo con que explicáis los accidentes que quedan en el Sacramento; pero no puedo sosegar mi conciencia, porque no quedan verdaderamente el mismo peso, el mismo sabor &c., sino sólo virtualmente; y esto por más vueltas que le deis no es conforme ni a la experiencia ni a la fe.

Teodosio

En cuanto a la experiencia no puede haber la menor duda; porque si Dios hace los mismos efectos en nuestros sentidos que hacían estos accidentes mientras había pan, síguese que no hemos de tener señal alguna por donde conozcan nuestros sentidos que allí no está verdaderamente el pan: si los hombres con algunos vidrios o pinturas nos engañan, de suerte que nuestros sentidos no perciben la más mínima diferencia del objeto fingido al verdadero; ¿por qué no podrá Dios imitar de tal suerte los efectos que en nuestros sentidos hacía el pan, con tanta propiedad y semejanza, que de ningún modo puedan conocer que allí no hay pan por más exámenes y reflexiones que hagamos?

Silvio

Mas ¿qué me decís de la fe, que nos enseña que quedan los mismos accidentes?

Teodosio

Digo lo mismo que dicen muchos de los peripatéticos{6}, que siguen que la cantidad y la gravedad del pan no son entidades realmente distintas de él, y por consiguiente dicen que sólo quedan en el Sacramento virtualmente. Lo que ellos dicen de la cantidad y gravedad sin embarazarse con la fe, también nosotros lo podemos decir de estos y algunos otros accidentes; porque tan de fe es que queden unos como otros, y tan hereje es quien niega dos, como quien niega seis o siete.

Silvio

Bien sé que muchos peripatéticos así lo dicen; pero yo no sigo eso ni lo puedo seguir, atendiendo a lo que dicen los concilios, pues afirman que quedan las mismas especies. Aquí, Teodosio, hay conversión; luego ha de haber alguna cosa común a ambos estados que hubiese antes y haya ahora. Esto pues no se puede entender ni verificar de las especies que explicáis; porque primeramente las especies que quedan no pueden consistir en las sensaciones o impresiones de los sentidos, porque estas hacen que el objeto se sienta, pero no que sea sensible; y las especies que quedan en el Sacramento son las que le hacen sensible. Además, estas especies no pueden consistir en la omnipotencia de Dios capaz de hacer estos efectos, ni en la potencia humana capaz de percibirlos; porque eso siempre lo hay, aun cuando el pan se convierte en gusanos v. g., y no hay duda que entonces no quedan las especies de pan. Además de que de noche...

Teodosio

Vamos despacio, dejadme responder a eso, y luego añadiréis lo que quisiereis. Las especies que quedan en el Sacramento no consisten todas en la misma cosa; las especies que hacen el Sacramento sensible a la vista, al olfato y a los oídos, consisten en el mismo color, olor y sonido; y son la misma luz, los mismos efluvios, el mismo aire movido que había o habría antes de la consagración: las especies, que hacen sensible el Sacramento con la gravedad del pan, consisten en la acción de Dios que actualmente gravita o carga en los mismos cuerpos inferiores, de la misma suerte que cargaría el pan verdadero si allí le hubiese; del mismo modo las especies que hacen sensible el Sacramento con la figura de pan consisten en la acción de Dios, que actualmente impide al aire y demás cuerpos circunvecinos, para que no entren en aquel lugar que antes ocupaba el pan: las especies finalmente que le hacen sensible con el sabor de pan, con su dureza, &c., consisten en la omnipotencia de Dios, pronta y determinada para hacer las mismas impresiones en el tacto y paladar que haría el pan si allí le hubiese. De suerte que las especies que hacen el Sacramento sensible no consisten en las sensaciones actuales, ni en la omnipotencia meramente capaz de obrar como vos decís, sino que unas consisten en la misma, luz, efluvios, &c., otras en la acción de Dios actualmente obrando, otras en la omnipotencia de Dios determinada a hacer las mismas impresiones que haría el pan.

Silvio

Bien está: luego a lo menos esas especies que consisten en la omnipotencia, u obrando o determinada a obrar, no son las mismas que había en el pan; pues el sabor en el pan no se distingue de él, y en el Sacramento es la omnipotencia; luego no son las mismas especies, pues son cosas de diversa especie.

Teodosio

Concedo que esas especies no son las mismas realmente, pero son las mismas virtualmente, y en cuanto a los efectos que pueden percibir los sentidos, que es únicamente a lo que se debe atender. Vaya un ejemplo: si un platero estuviere pesando plata y le quitasen de la balanza una libra de plomo y pusiesen en su lugar otra de latón son cosas de diversa especie. Lo mismo digo en nuestro caso, lo que Dios intenta aquí es hacer que el cuerpo de Cristo sea sensible debajo de la apariencia de pan, de suerte que no haya señal alguna por donde naturalmente conozcamos que allí no hay pan; esto pues sucede tanto cuando hay pan como cuando no le hay, supliendo Dios del modo que dije los efectos que naturalmente haría el pan: por eso decimos que queda el mismo peso, sabor, &c., porque en cuanto a los sentidos es el mismo: tanto importa ser la sensación causada por el pan verdadero como por Dios, así como dijimos de los pesos.{7}

Silvio

Mas de noche cuando el sacramento está cerrado o reservado el sagrario es cierto que es sensible, y conforme a vuestra doctrina no quedan esas especies, pues entonces nada obra Dios en los sentidos. ¡Veis que caéis miserablemente!

Teodosio

De noche estando el sacramento reservado en el sagrario es tan sensible como lo es el pan verdadero cerrado en una arca, porque hay los mismos efectos. El pan cerrado en el arca hace que esté actualmente llena de los efluvios que de él salen; esto mismo sucede en el sagrario: el pan cerrado en el arca carga actualmente en los cuerpos inferiores; esto también lo hace el sacramento en el sagrario: el pan en el arca impide que el aire y los panes superiores entren en el lugar que él ocupa: lo propio hace el sacramento. El pan cerrado no mueve actualmente el paladar ni el tacto; mas están las cosas dispuestas de tal suerte, que a cualquier hora que la lengua o las manos tocasen el pan hallen un cierto sabor y dureza, &c.: lo mismo sucede en el sacramento; y lo mismo digo del color, &c. He aquí como de noche quedan en el sacramento las especies que le hacen sensible. En una palabra, los accidentes que son realmente distintos del pan, como el color, el olor, &c., estos quedan los mismos en la realidad; pero los que son modificaciones de la materia del pan, estos quedan virtualmente los mismos, haciendo la Omnipotencia todos aquellos efectos que haría el pan si allí estuviese sin diferencia alguna; advirtiendo que Dios sólo hace estos efectos cuando el pan los haría si le hubiese; y mientras no los hace, está la Omnipotencia preparada y determinada a obrarlos, así como en el pan verdadero en semejantes circunstancias están las cosas dispuestas y preparadas para hacer esos efectos; y cuando los efectos son los mismos sin diferencia, dícese absolutamente que queda la misma cosa virtualmente, como en el ejemplo del peso. Ahora supongo que no negáis que Dios sepa y pueda muy bien imitar todos los efectos que en nuestros sentidos haría el pan, tan propiamente que no percibamos diferencia alguna.

Silvio

No digo que Dios no pueda hacer eso; mas no ha de hacerlo, porque sería engañarnos con ilusiones, como hacen los hechiceros y mágicos.

Teodosio

Dios no nos engaña: nosotros somos los que nos engañamos, que nos fiamos en nuestros sentidos más de lo que debemos.

Silvio

Pero Dios con el milagro que hace, moviendo nuestros sentidos de la misma suerte que los movería el pan, da ocasión a ese engaño.

Teodosio

Esa dificultad tenéis también contra vos, porque queden los accidentes como quedaren, si allí no queda sustancia de pan, como es cierto, ya Dios con ese milagro da ocasión a nuestro engaño, porque si juzgáremos por los sentidos, no sólo hemos de decir que hay allí el color de pan v. g., sino también la sustancia de pan; y bien veis que en esto no nos engañamos.

Silvio

Ese engaño ya procede de nosotros, porque los sentidos sólo nos persuaden que hay allí accidentes de pan; y si de aquí inferimos que hay también la sustancia de pan, ahí está el engaño.

Teodosio

Otro tanto respondemos los modernos: también los sentidos solamente nos persuaden que hay allí alguna cosa que hace en ellos las mismas impresiones que acostumbra hacer el pan; y en esto no hay duda: ahora si de aquí inferimos que ese objeto que hace las mismas impresiones que suele hacer el pan, es verdaderamente pan; ahí es donde está el engaño; pero de este nosotros somos los que tenemos la culpa. Bien veo que Dios con el milagro ocasiona este nuestro engaño, así como le ocasiona en vuestro sistema; pero esto no es indecente a Dios: de lo contrario diremos que son indecentes a Dios los modos con que se ha manifestado a sí y a los ángeles, usando de estas inmutaciones en nuestros sentidos, como usaba todas las veces que aparecía con alguna especie corporal y sensible, sin haber allí cuerpo sensible. Cuando Abraham y Tobías veían y trataban a los ángeles, cuando Dios aparecía a nuestros primeros padres en el paraíso, a Moisés, a Ezequiel y a los demás profetas, y a S. Juan Evangelista en la isla de Patmos &c., y cuando el Espíritu Santo apareció en el Jordán en forma de paloma, no es creíble que siempre produjese para el efecto de la aparición los cuerpos verdaderos, de quien eran las semejanzas y especies con que se revestía para que los hombres le viesen, como sienten S. Juan Crisóstomo y S. Ambrosio con la opinión más común de los padres, hablando particularmente de la aparición del Jordán. Aquí tenemos ocasionado por Dios el mismo engaño, sin ser esto indecente a Dios. Aun el mismo Cristo cuando apareció a los discípulos de Emaús en forma de peregrino, y a la Magdalena en la de hortelano, ocultándose milagrosamente con representaciones extrañas, ocasionó el engaño de los discípulos. Mas Dios en esto siempre tiene algún fin, y esta que parece ilusión siempre se ordena significar y dar a conocer alguna verdad, como dice muy bien Santo Tomás{8}, hablando expresamente de las apariciones de Jesucristo en la hostia bajo la especie de niño o de varón llagado, porque esta representación se forma para dar a conocer la existencia del verdadero cuerpo de Cristo que está presente, y alega a S. Agustín que dice{9} que cuando la ficción o inmutación de nuestros sentidos se ordena para significar alguna verdad, no hay en ello mentira, sino una figura de la verdad. Esto supuesto, Dios nuestro Señor se oculta debajo de la semejanza de pan, para significar que él es el pan celestial y sobresustancial de nuestra alma, como muchas veces lo dice en el evangelio. Además de que otra razón me ocurre, que me parece no deja lugar a la instancia.

Silvio

¿Qué razón es?

Teodosio

Qué importa que Dios se disfrace con la representación de pan, si él nos está diciendo que no nos persuadamos de esa representación; pues lo que se oculta debajo de la semejanza de pan no es pan, sino su verdadero cuerpo. Quiero usar de una comparación: supongamos que un príncipe andaba con traje ajeno, tan bien disfrazado que todos absolutamente se engañasen; pero que había declarado a su consorte que quien se ocultaba debajo de aquel traje o máscara era verdaderamente su real persona, aunque no lo pareciese; si no obstante este aviso se equivocase su esposa, a sí se debía atribuir el engaño, y no al príncipe.

Silvio

Claro está.

Teodosio

Pues estos son los términos que Cristo usa con su Iglesia, dice que lo que a nosotros nos parece pan es verdaderamente su cuerpo; por lo que si nosotros nos engañaremos, en esto ya la culpa es nuestra, y no se debe atribuir este engaño a Dios por ningún modo, principalmente cuando el disfrazarse tanto es para probar nuestra fe, y ver si damos crédito a su palabra, y a lo que él nos certifica, aunque los sentidos nos persuadan lo contrario. Pero en el caso que estas respuestas no os agraden, buscad otras, pues la dificultad está igualmente contra vos, como ya dije.

Eugenio

Dijisteis bien, que esa respuesta no dejaba lugar a instancia alguna, porque ahí no hay que replicar.

Silvio

Mas a ser eso así no sería el sacramento un milagro tan estupendo como siente la Iglesia, pues cualquier ángel o bueno o malo podría hacer semejantes impresiones en nuestros sentidos.

Teodosio

Cualquier ángel puede hacer esas impresiones en los sentidos; pero de ahí no se infiere que el sacramento no es milagro: cualquier ángel puede hacer muchas cosas que son milagros. Sostener un hombre en el aire sin caer, mover un gran peñasco de uno a otro lugar, son cosas que la Iglesia cuenta por milagros, y no habéis de negar que cualquier ángel pueda naturalmente hacer estas obras y otras semejantes.

Silvio

Sí; pero nunca sería el sacramento un milagro tan estupendo y extraordinario, si esa conservación de las especies cupiese en cualquier ángel.

Teodosio

Advertid, Silvio, que lo que hace el milagro del sacramento tan estupendo no es el que parezca pan sin serlo, pues eso ha sucedido mil veces en milagros bien ordinarios que la Iglesia no encarece tanto. ¿Cuántas veces parecieron rosas lo que era dinero o pan que iba para los pobres? Lo que hace singularmente estupendo el milagro del sacramento, además de otras, son estas circunstancias: primera, estar allí Cristo presente: segunda, estar en cada partícula de la hostia por mínima que sea: tercera, la presencia del cuerpo de Cristo en muchísimos lugares a un tiempo: cuarta, la obediencia a cuatro palabras de un hombre, y a veces muy pecador: quinta, la permanencia y frecuencia de este milagro, que no sucede una vez u otra, sino todas cuantas veces quisieren los hombres: estas circunstancias como otras muchas no caben en la virtud de todos los ángeles juntos. Por tanto aun en nuestra doctrina queda siendo el sacramento un milagro muy estupendo. Con que bien podéis sosegar vuestros escrúpulos.

Silvio

No será fácil.

Teodosio

¿Pues qué, no os mostré ya que conforme a nuestro sistema también quedaban los accidentes del sacramento?

Silvio

¿Mas qué accidentes? Unos accidentes que no son más que cuatro invenciones ideadas por algunos extranjeros idiotas en la materia.

Teodosio

Mucho debéis, pues, a Dios por no haberos hecho extranjero. Vamos al caso: ¿por ventura juzgáis que es de fe el que queden los accidentes peripatéticos según vuestra escuela?

Silvio

Si no es de fe será poco menos: yo tengo por tan cierta mi opinión, como la que dice que los ángeles son espíritus, y la vuestra no digo que es herejía clara, como algunos dicen; pero asiento que a lo menos es errónea, mal sonante, y que sabe a herejía. No os escandalicéis, que yo no digo esto, ni sale de mí: dícenlo grandes hombres, y que ahora modernamente han escrito contra esta doctrina.

Teodosio

¿Y no habéis leído lo que escribieron los hombres chiquitos contra esos otros hombres grandes? Vamos, pues, acá a la librería: tal vez será preciso abrir algunos libros para examinar este punto.

Silvio

Vamos enhorabuena, que para todo vengo preparado.

 
§. II.

Averíguase si es segura y sana la explicación que queda dada de los accidentes de la Eucaristía, o si por el contrario es casi de fe que quedan los accidentes de los peripatéticos

Eugenio

Antes que entréis en disputa permitidme ver si he comprendido toda la cuestión. Vos ambos concordáis en que en el sacramento quedan los accidentes de pan, los peripatéticos dicen que quedan allí según su escuela; y los modernos que quedan del modo que explicó Teodosio. Decís vos ahora, Silvio, que de lo que enseña la fe se infiere claramente, que quedan en el sacramento los accidentes peripatéticos. ¿Es esto, o me equivoqué?

Silvio

Eso es.

Teodosio

Resta ahora dar la razón ¿por qué decís que es casi de fe el que queden los accidentes peripatéticos y no los nuestros; acaso consta de la Escritura?

Silvio

De la Escritura no, pero es tradición antiquísima, recibida universalmente por la Iglesia y santos padres, definida repetidas veces en los concilios y por los sumos pontífices.

Teodosio

Despacio, que tenemos ahí mucho que decir. Primeramente si este punto constase por tradición apostólica no hay duda que sería de fe; pero eso es lo que yo niego, ni vos lo podréis probar, sin que mostréis esta cuestión en los santos padres antiguos, que recibieron los dogmas de la fe de los apóstoles o de sus discípulos sucesivamente; porque sólo en el testimonio de estos consiste la tradición, que es regla de fe. Algunos santos que escribieron en estos últimos siglos hablan, sí, de accidentes; pero vos no habéis de decir que del testimonio de estos santos, que distaron del tiempo de los apóstoles más de mil años, se puede inferir tradición apostólica; de lo contrario será regla de fe y tradición todo cuanto dijere santo Tomás u otros santos de estos siglos.

Silvio

Eso no; porque lo digan ellos meramente no es tradición, mas si ellos dijeren lo que siempre se creyó y enseñó en la Iglesia, sí.

Teodosio

Concuerdo en eso; pero a buen seguro que no lo habéis de mostrar. En los primeros cinco o seis siglos de la Iglesia, en que como más inmediatos a los tiempos de los apóstoles, había de estar más viva y fresca la noticia de las verdades por ellos comunicadas, no aparece un santo padre que hable una sola palabra de accidentes, hablando innumerables de este sacrosanto misterio: las palabras de que usan son imagen, representación, figura, semejanza, apariencia &c.; pero de accidentes de pan y vino en el sacramento no me mostraréis uno solo de estos antiguos que hable una palabra. Aquí tenéis en el estante los principales, leedlos, si queréis, pues los tengo registrados para este y otros encuentros semejantes: así se explica san Juan Crisóstomo, san Cirilo, el Cicerón eclesiástico, mi grande san Cipriano, san Macario, san Dionisio Areopagita, san Ambrosio, san Edmundo, Pedro Celense y otros. No podemos pues decir que algunos santos que escribieron desde el siglo XI a esta parte, recibiesen esta doctrina de la permanencia de esos accidentes de los doctores antiguos de la Iglesia. Y no constando la revelación de esta verdad por los testimonios de los padres, ¿por dónde ha de constar? Este es el argumento que usa san Ireneo,{10} refutando las pretendidas tradiciones que los herejes alegaban, convenciéndoles de falsas por no haber noticia de ellas en los obispos católicos, a quienes sucesivamente con el encargo de las almas de los fieles se habían comunicado desde los apóstoles las verdades reveladas por Dios a su Iglesia.

Silvio

¿Y para qué son necesarios testimonios de padres donde están las decisiones de sus concilios? ¿No sabéis que este punto está declarado en los concilios Lateranense, Florentino, Tridentino &c.?

Teodosio

Hablemos de ellos con ellos a la vista, que siempre esto es mejor. He aquí están sobre la mesa registrados. Leedlos, y veréis que ni palabra hablan de accidentes. La vista hace fe: aquí tenéis el Lateranense IV en el lugar en que trata del sacramento, leedle.{11}

Silvio

Lo he leído. ¿Veis que expresamente dice que el cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo está verdaderamente debajo de las especies de pan y vino?

Teodosio

¿Y habla ahí de accidentes?

Silvio

Habla de especies, que es lo mismo.

Teodosio

Luego responderé a eso: vamos al Florentino: aquí está, leed:{12} ¿veis que no habla de accidentes, y que solamente dice que todo Cristo se contiene debajo de la especie de pan, y todo debajo de la especie de vino?

Silvio

Así es, mas todo significa lo mismo.

Teodosio

Luego veremos eso: veamos ahora el Tridentino, que de los tres es el más moderno: aquí está la sesión 13 que es la que viene al caso; tenemos varios lugares, el primero es este,{13} donde dice solamente que Cristo está debajo de la especie de estas cosas sensibles, que son el pan y el vino; y en el canon II usa también de la misma palabra especies: vedlo, que es breve{14}; y de la misma palabra especies usa en todos los demás lugares, y ni una sola habla de accidentes.

Silvio

Poco importa que no use de esa palabra, porque la palabra especies significa los accidentes.

Teodosio

Quisiera que me probaseis eso; pero me parece que no lo podréis hacer: esta palabra o la habéis de tomar como buen latino, o como buen filósofo, o como buen teólogo. Como buen latino no podéis decir que la palabra especies significa accidentes, por lo menos yo que averigüé el punto de propósito no hallé diccionario alguno que le diese esta significación; la significación que le hallo es de figura, imagen, representación, semejanza, apariencia &c., y no encontré que significase accidentes.

Silvio

¿Tenéis vos aquí el diccionario de Facciolati? Leedle, y veréis que la palabra especies también significa accidentes.{15}

Teodosio

Ya lo he leído; dice lo mismo que yo decía: dice que significa la figura, la semejanza, el rostro, la imagen, y que se deriva del verbo specio, que significa ver; y que la razón por que se deriva es, porque especie propiamente es lo que se ve en alguna cosa: en esto concuerdo yo, y añado, porque en cualquier cosa veo su figura, su representación, &c., de suerte que (reparad bien) o haya en el objeto verdaderos accidentes de pan o no los haya, si hay representación, figura y semejanza de pan, veo pan; esto es, mis ojos me dicen que hay pan; por eso hay accidentes de pan. Luego quien dice que especies significa lo que se ve, no dice que significa los accidente del objeto, pero sí que significa figura, representación, imagen &c., o esta representación se haga con accidentes verdaderos o con apariencia de ellos solamente.

Silvio

Eso, Teodosio, aún tenía mucho que averiguar; pero yo no estoy para gastar tiempo en esas menudencias: vamos adelante, y reparad que nunca concluís nada; porque nosotros los filósofos no nos obligamos a usar de las palabras en el rigor de la latinidad: bien sabéis que tenemos libertad, no sólo para inventar nuevas voces, sino también para darlas nueva significación.

Teodosio

Bien está; pero yo aun digo más, y es, que como buenos filósofos no debemos por especies tomar los accidentes intrínsecos como los que admitís los peripatéticos. Porque ningún filósofo jamás fuera de esta cuestión entendió por especies los accidentes peripatéticos, al mismo tiempo que hablan de especies innumerables veces; pues lo que todos generalmente entienden por especies, fuera de esta cuestión, como sabéis, es la representación de cualquier objeto, o lo que nos representa el objeto a los sentidos; por eso a unas (permitidme explicar esto más, para que Eugenio me entienda) llaman especies visuales, porque nos representan el objeto a los ojos: a otras llaman auditivas, porque nos lo representan a los oídos &c.; pero estas especies en la sentencia de los peripatéticos no son los accidentes intrínsecos, de que es la cuestión, y de que quieren hacer argumento contra nosotros; porque estos accidentes intrínsecos de pan están intrínsecamente unidos al pan, y naturalmente no se separan de él; pero las especies del pan naturalmente se separan de él, y vienen de él a nuestros sentidos; y así dicen ellos que percibimos el pan que está lejos de nosotros, en cuanto de él vienen sus especies, y entrando por nuestros sentidos nos le dan a conocer. De donde se infiere, que los mismos peripatéticos fuera de esta cuestión nunca entienden por especies sus accidentes. ¿No es así, Silvio?

Silvio

No; porque las especies también significan razones abstractas, como cuando decimos que el hombre es animal de otra especie que la del bruto.

Teodosio

¿A qué viene eso al caso? ¿Ahí significan accidentes por ventura?

Silvio

Aquí no; pero a veces significan los accidentes que visten cualquier cosa.

Teodosio

Fuera de esta cuestión no he hallado eso que decís, hablando del modo común con que los filósofos hablan.

Silvio

Sea enhorabuena en las demás cuestiones: no quiero pararme ahora en eso; pero en esta siempre entendieron por especies de pan los accidentes de pan; porque este fue siempre el sentido de los teólogos, a quienes propiamente pertenece este punto.

Teodosio

Luego responderé a eso; pero de camino ya tenemos, que procediendo como buenos latinos o como meramente filósofos, no hemos de entender por especies de pan sus accidentes: pasemos ahora adelante a ver que ni le hemos de dar esa significación como buenos teólogos. Los teólogos deben tomar las palabras en la significación en que se hallan en la sagrada Escritura, tomada en el sentido natural y en la misma significación en que la acostumbran tomar los padres cuando usan de ella. En la Escritura pues varias veces se halla esta palabra species, y se toma por los teólogos en la significación de apariencia, imagen, semejanza &c. que es su significación, y no por accidentes intrínsecos o peripatéticos; en el cap. 3 de san Lucas se dice que el Espíritu Santo apareció en el Jordán con la especie de paloma; y en esto no se quiere decir que unió a sí los accidentes intrínsecos de la paloma, sino que apareció con la semejanza y representación de paloma. En el cap. 9 de lo Números cuando se dice que cubría el tabernáculo de noche una especie de fuego, lo que se entiende es que había una representación de fuego; y no es preciso decir que estaban allí los accidentes intrínsecos de fuego. En el Exodo cap. 24 se habla de la especie de la gloria de Dios cuando dio la ley a Moisés, y se dice que la especie de la gloria de Dios era como fuego ardiendo: aquí bien se ve que especie significa imagen y representación; ni la gloria de Dios tiene accidentes intrínsecos que aquí se puedan significar por la palabra species. Lo mismo se observa en los demás lugares. Esto es por lo que toca a la Escritura, pues respecto a los padres ya queda demostrado, como no solo absolutamente, sino determinadamente a las especies eucarísticas no dan el nombre de accidentes, y sí solamente el de imagen, figura, representación &c. Ya sabéis de que padres hablo; y por consiguiente tenemos que aun procediendo como buenos teólogos no debemos tomar la palabra species, que se halla en los concilios, por accidentes intrínsecos de pan, sino por su significado natural, que es apariencia y semejanza de pan.

Silvio

Mirad, Teodosio, que en la Escritura muchas veces species significa otra cosa, que no es figura, representación &c., v. g. cuando dice: Specie tua, et pulchritudine tua. Speciem mulieris alienae multi admirati &c.

Teodosio

Yo bien sé de quién son esas instancias tan fuera del caso: no podían ser vuestras. Así es que muchas veces species significa el rostro o su hermosura o diformidad; ¿mas a qué viene eso al caso? Es bien claro que los concilios por la palabra especies no quisieron significar el rostro del pan ni su hermosura; luego si los concilios se acomodan a la significación de la Escritura, sólo quieren por especie significar imagen, representación &c. Además de que una cosa he observado en los concilios cuando hablan de este punto, y es, que regularmente cuando hablan de pan sólo dicen especie, y lo mismo cuando hablan solo del vino; pero hablando de ambos juntos dicen especies, y aun de este modo a veces dicen especie.{16} Señal infalible de que hablan de la semejanza, representación &c.; de lo contrario no hace buen sentido decir que Cristo se oculta debajo del accidente de pan y vino, pues tanto el pan como el vino tienen muchos y muy diversos accidentes. Por el contrario, dándose la palabra especie la inteligencia de semejanza hace un sentido muy propio y natural.

Silvio

Todo eso es inútil, porque los teólogos comúnmente en las escuelas toman especies por accidentes cuando hablan en esta materia; y como los padres de los concilios que hicieron las definiciones eran teólogos, habían de tomar esta palabra species en el mismo sentido en que la tomaban en las escuelas.

Eugenio

Aguda instancia en verdad.

Teodosio

Oid pues. Los padres de un concilio cuando entran a definir cualquier punto, si le hallan ya definido por otros concilios precedentes siempre usan de las palabras y términos de que ellos usaron, y usan de ellas en el mismo sentido, pues lo contrario sería cosa indigna de la gravedad de aquellos padres, esto es, que afectasen usar de las mismas palabras de los concilios precedentes, dándoles mentalmente otra significación, excepto cuando es preciso a causa de nuevas herejías usar de palabras nuevas; y como los concilios de que habláis usan del mismo término y palabra species, hemos de asentar que el sentido en que la tomaron los padres del primer concilio, que es el Lateranense, ese mismo fue también el sentido en que usaron de la palabra species los padres del segundo concilio, que es el Florentino, y consiguientemente los del Tridentino, que es el tercero, por la propia razón: en cuyo supuesto, y averiguado el sentido del concilio Lateranense, está averiguado el de todos tres.

Silvio

No hay duda.

Teodosio

El concilio Lateranense fue celebrado en 1215: es de notar que los concilios cuando definen de nuevo algún punto que aún no se ha tratado en concilios anteriores, escudriñan la Escritura y los padres primitivos, y usan de la doctrina y palabras que hallaron en ellos y en su mismo sentido, y ya visteis que los padres primitivos hablando de este punto usaban de las palabras imagen, semejanza, representación &c.; y por consiguiente por la palabra species quiso el concilio significar esta representación o semejanza.

Silvio

Eso estaba muy bien si esos teólogos y padres que asistieron al concilio no supiesen el sentido de las escuelas: los tales padres es creíble que fuesen peripatéticos, así habían de tomar por especies accidentes.

Teodosio

Amigo Silvio, los concilios cuando hallan un punto en la Escritura y en los padres primitivos que bebieron las verdades del evangelio, de los apóstoles y sus discípulos, se adhieren a la Escritura y padres, y no a las escuelas. Mas aun en el caso que los padres del concilio fuesen peripatéticos, y en las escuelas entendiesen por especies los accidentes, no quedaba definido que en el sacramente había accidentes. También los teólogos del concilio Tridentino por la mayor parte serían tomistas, los cuales en las escuelas por gracia eficaz entienden sus predeterminaciones físicas o solamente morales, o por lo menos gracia independiente de la previsión del consentimiento para ser eficaz (porque esta doctrina, cuyo autor fue Molina, apareció veinte y tres años después de cerrado el concilio), y con todo de aquí no se infiere que en las definiciones del concilio acerca de la gracia eficaz quedaron definidas las predeterminaciones o gracia eficaz independientemente de la previsión del consentimiento, porque los padres prescindieron de esa cuestión. Otro tanto se debe decir en nuestro caso. Pero a la verdad estamos en otros términos aún más favorables. Porque los padres del concilio Lateranense no fueron peripatéticos. En el tiempo del concilio Lateranense IV aun no se había introducido en la Iglesia la escuela peripatética, antes bien era comúnmente rechazada y prohibida la Filosofía de Aristóteles, y especialmente su física y metafísica; tanto que en un concilio provincial celebrado en París en el año de 1210, cinco años antes de abrirse el concilio Lateranense, fueron quemados los libros de Aristóteles, y prohibida su lectura con pena de excomunión.

Silvio

Eso parece incoherencia. Si la Filosofía de Aristóteles fue prohibida, luego ya estaba introducida. Esto es claro.

Teodosio

Y bien claro: oid, pues. Cuando una doctrina que suena mal se comienza a publicar, a veces se prohíbe para que no se introduzca; ni todas las doctrinas se prohíben después de introducidas; también se prohíben algunas que luego que nacen, o, aunque nacidas mucho antes, cuando se quieren introducir en las escuelas. Además de que aunque la Filosofía de Aristóteles por aquellos tiempos hubiese estado introducida, las repetidas prohibiciones de los papas y concilios la desterraron de la Iglesia, principalmente por los tiempos del concilio, porque además de esa prohibición que dije hubo otra en el mismo año de 1215 en que se abrió el concilio Lateranense; después de eso en otro concilio confirmado por el cardenal del título de S. Esteban, legado del papa, fueron absolutamente prohibidas la física y metafísica de Aristóteles, y sólo permitida la lección de su lógica: estas prohibiciones continuaron y reforzaron aún después del concilio, porque en 1231, trece años después de cerrado el concilio Lateranense, prohibió Gregorio IX la física y metafísica de Aristóteles hasta que se corrigiesen. Después por los años de 1249 Santo Tomás y el B. Alberto Magno escribieron sobre Aristóteles por mandado del papa, como dice el Campanela, y entonces fue cuando empezó a tener séquito en las escuelas de la Iglesia la doctrina peripatética; hasta que en 1366, ciento y cuarenta y ocho después de cerrado el concilio Lateranense, los cardenales del título de S. Mauricio y S. Martín, comisarios diputados por Urbano V para reformar la universidad de París, permitieron absolutamente la lectura de los libros de Aristóteles, cuya permisión aprobó después Nicolao V.{17} Ved ahora si los padres que celebraron el concilio Lateranense podían ser peripatéticos.

Silvio

Una sola duda tengo contra eso, y es, que S. Agustín fue peripatético, y vivió mucho antes del concilio Lateranense.

Teodosio

Los padres de los primeros siglos o todos o por la mayor parte eran platónicos{18}: de S. Agustín y S. Basilio lo dice expresamente Santo Tomás.{19}

Silvio

Dado que fuesen platónicos no consta que Platón no siguiese esos mismos accidentes peripatéticos, antes se colige que los siguió, pues no se halla disertación alguna de Aristóteles contra Platón en este punto.

Teodosio

Y si apareciese aquí el mismo Platón, y explicase los accidentes como los modernos lo hacen, y no como vos lo explicáis ¿qué diréis a ello?

Silvio

Estoy cierto que no hay de aparecer.

Teodosio

Pues he aquí tenéis las obras de Platón{20}: leed si queréis su Timeo, que aquí le tengo registrado, y veréis que explica los accidentes como un moderno. Y en esto no le impugnó Aristóteles, porque Aristóteles nunca admitió ni soñó admitir los accidentes distintos de los peripatéticas, sobre lo cual no quiero disputar, porque no viene al caso, sino después que leáis y respondáis a los excelentes libros del padre Juan Bautista, de la congregación del Oratorio, en que largamente prueba ese punto de propósito.

Silvio

Para qué hemos de estar con dudas en una cosa patente. Si leyéremos las obras de los santos padres, hallaremos que admitían accidentes distintos de la sustancia; ¿qué importa ahora que no fuesen peripatéticos?

Teodosio

Para mayor seguridad veamos eso. Vengan todos esos textos.

Silvio

Quiere Dios que estamos en la librería... Leed a S. Basilio{21} en este lugar, mientras os registro a San Agustín,{22} a San Isidoro{23}, a San Gregorio Niseno{24}, que son de los que por ahora me acuerdo... Ahí los tenéis abiertos sobre la mesa. Leed, y ved lo que habéis de responder.

Teodosio

Ya he leído; pero todo lo que ellos dicen lo digo yo que soy moderno. Reparad, ya le enseñé a Eugenio que los accidentes absolutos eran unos modos de la materia que en sí no eran sustancia, ni tenían entidad ni eran cuerpo; también le dije que la blancura de la pared v. g. no era la esencia de la pared, y que se distinguía de ella o real o modalmente, según hablásemos, o del color actual o del radical, pues esto es lo que dicen las autoridades que me hicisteis leer, y nada más.

Silvio

Lo cierto es que no es fácil entenderos; sois como las culebras, que dais mil vueltas para no dejaros coger.

Teodosio

Sí, señor, todo cuanto quisiereis; mas vamos al punto principal. Habéis visto que los padres primitivos no fueron peripatéticos; y en el caso que algunos después del siglo XI hablen de accidentes, bien sabéis que estos no son los que hacen regla a que se arrimen y adhieran los padres de los concilios; pues sólo en los primitivos, en quienes está más fresca la tradición, es donde suelen buscar no sólo la doctrina sino también palabras y el sentido de ellas para explicarla. De donde se infiere, y me parece que con alguna evidencia, que los padres de los concilios no quisieron significar por la palabra especies los accidentes peripatéticos, como decíais, sino únicamente la semejanza, imagen &c., que es su significación natural. Mas como este punto es el que ocasiona más inquietud a los peripatéticos (tened paciencia, Eugenio), permitidme decir algo más sobre él.

Eugenio

Sabed que estoy sumamente gustoso y atento; porque todo lo que aquí dijereis me puede ser preciso para varios encuentros que podré tener.

Teodosio

Continuando pues el hilo del discurso, digo, Silvio, que aun en el caso que los concilios por especies entendiesen accidentes, no era de fe el que quedasen los accidentes: no os asustéis, porque yo no digo ni he de decir nada, sino lo que dijeren los doctores comúnmente recibidos y venerados aun por los peripatéticos. Es doctrina muy común de los doctores que los padres de cualquier concilio sólo hacen regla de fe en aquellos puntos que tratan de propósito, y no en aquellos que sólo tocan de paso. Aquí tenéis el libro verdaderamente de oro de Melchor Cano, cuya autoridad en este punto es grande: leed este lugar que está registrado.{25}

Silvio

Así es, bien claro está.

Teodosio

Pues yo supongo que él sería peripatético. Ahí tenéis el Tournelli que dice lo mismo.{26}

Silvio

Lo doy por leído, a fin de que no gastemos tiempo.

Teodosio

Para que no quedéis con la menor duda en este punto oid una de las razones en que se funda Melchor Cano. La cuestión de la espiritualidad de los ángeles, dice él, aún no está definida, ni este punto es de fe, y no obstante en el mismo concilio Lateranense se dice expresamente que son espirituales{27}; pero como no trató este punto de propósito, no quedó definida como de fe la espiritualidad de los ángeles, aunque sea una cosa cierta, como notó santo Tomás escribiendo de propósito sobre este texto. Además de eso la opinión de que ha sido autor san Agustín, que dice que el mundo fue criado todo en un instante, y explica metafóricamente la distinción de los días de que se habla en el Génesis, no es herética; y el mismo santo Tomás, tratando de esta cuestión, dice que la disputa de modo que la opinión de san Agustín no padezca detrimento alguno; y sin embargo en este mismo lugar del concilio Lateranense se expone lo contrario, porque dice que primeramente fueron criados los ángeles y el mundo, después el hombre, lo que no podía ser, si todo fuese criado en un instante. Pero como el concilio no trató este punto de propósito, no quedó de fe como juzgan los doctores con santo Tomás, aunque el concilio claramente insinúe la opinión común.

Silvio

Ese punto bien sabéis que no es de mi profesión; pero supuesto eso, ¿qué inferís de ahí?

Teodosio

Infiero que como el que quedasen los accidentes en la Eucaristía no era el punto que se trataba de propósito en estos concilios, aunque hablasen de accidentes, no quedaba este punto de fe.

Silvio

¿Y por dónde os consta que no se trató este punto de propósito?

Teodosio

Porque ni los albigenses ni el impío Almarico, contra quien se hizo la profesión de la fe en el concilio Lateranense, negaban que los accidentes quedasen en el Sacramento, y los padres sólo trataron de propósito los puntos que conducían contra estos herejes: todo lo demás fue tocado de paso o fue supuesto; y como dice el doctísimo Cano, obiter, et in transcursu praeter institutum praecipuum. Lo mismo se debe decir del Florentino, porque lo que expone en esta materia es que todo Cristo se oculta bajo de la especie de pan, y todo debajo de la especie de vino, y no dice más palabra sobre este punto; pues sigue hablando de la materia, forma y ministros de la Eucaristía, y de la infusión del agua en el cáliz, que es de lo que allí se trata de propósito. Además que si todo lo que se dice en aquel párrafo fuera de lo que principalmente se trata, tiene fuerza de definición, queda definido, que son genuinas dos epístolas que allí se citan, una del papa Alejandro y otra del papa Julio, y no obstante es hoy cosa sentada entre todos o casi todos los críticos modernos, que tanto estas dos como las demás de la colección de Isidoro Mercator son apócrifas: también es digno de notarse que las palabras del concilio Florentino que hablan en este punto de las especies eucarísticas no son del concilio Florentino general; porque los padres griegos se ausentaron en el mes de julio para sus tierras, y el decreto a los armenios, en donde se hallan las dichas palabras, fue dado en el mes de diciembre, como se puede ver en las actas del mismo concilio. Finalmente, lo propio se debe decir del Tridentino, porque en los lugares que poco ha leísteis lo que el concilio trata de propósito, es la transubstanciación del pan y vino en el cuerpo y sangre de Cristo, de suerte que esté allí verdadero Cristo, y no esté sustancia alguna de pan, porque esto es lo que solamente negaban lo herejes; y ni los luteranos, ni los zuinglistas, ni algún otro hereje contra quien se celebró el concilio, negaron jamás que en el Sacramento quedaban estas especies de pan; por tanto, en orden a la permanencia de las especies habló el concilio más como quien lo suponía que como quien lo definía, porque nadie lo negaba.

Silvio

Bien está: quiero ya concederos todo cuanto quisiereis acerca de esos concilios; aún tenemos nuevas armas, cuyo golpe no podréis evitar por ningún modo. La primera es el concilio Coloniense celebrado en 1536.{28} Este concilio dice manifiestamente que las especies sacramentales no son otra cosa que accidentes sin sujeto. Quisiera yo ver ahora cómo respondéis a esto. (No sé qué tiene esto de verdad, Eugenio, que siempre prevalece.)

Eugenio

Hasta el fin no digo nada.

Teodosio

Primeramente, Silvio, yo venero ese concilio, mas nada hace al caso: nosotros cuestionamos si es o no de fe o casi de fe el que queden los accidentes: ¿para qué me alegáis un concilio que no es regla de fe? Los concilios provinciales si no están aprobados por el papa no son regla de fe, como es evidente; tanto, que el doctísimo Belarmino{29} extiende esta resolución aun a los concilios generales, que no son determinadamente aprobados por el Papa, de cuyo dictamen son todos los italianos y españoles, o casi todos; con que siendo este concilio meramente provincial, y no constando que fuese aprobado por el sumo pontífice o algún legado suyo, como puede verse en Spondano{30}, no es ni puede ser regla de fe.

Silvio

Pero siempre tiene grande autoridad.

Teodosio

No lo dudo; mas tiene tanta autoridad como aquellos en que se prohibió la filosofía de Aristóteles. Pero aun prescindiendo de esto, y suponiendo que ese concilio fuese general y aprobado por el papa, no convence por la doctrina que queda explicada; porque si leyereis ese capítulo del concilio Coloniense, veréis que todo su intento es persuadir a los fieles que se contenten con la comunión del cuerpo de Cristo debajo de una sola especie; y para sosegarlos de la queja que podían tener, les hacen ver que no pierden nada comulgando solo en una especie, por cuanto lo que allí hay es sustancia de Cristo, a quien reciben enteramente; y las especies no son más que unos accidentes sin sustancia: en esta parte se valieron de la explicación de los peripatéticos,, que por aquellos años de 1536 era la más común; pero las razones de que usan los padres para mover a los fieles a la pronta observancia de cualquier precepto, no por eso son artículos de fe; además de que en la opinión de los modernos aún los fieles tenían menos razón para quejarse de comulgar sólo en una especie. Por tanto, bien veis que de esto por principio ninguno se puede hacer argumento contra nosotros. Vamos a otra dificultad, pues supongo que aún tendréis algunas sobre el punto.

 
§. III.

Examínase si de algunas proposiciones condenadas se puede sacar argumento que pruebe que quedan en el sacramento los accidentes peripatéticos

Silvio

Aún tengo dos dificultades sustanciales: si respondiereis a ellas doy la cuestión por acabada. Una es la segunda proposición de Wiklef, condenada en el concilio de Constanza, que fue el XVII concilio general: decía el hereje: los accidentes de pan no quedan sin sujeto en el sacramento: el concilio condenó esta proposición, y quedó definido como de fe lo contrario, conviene a saber, que los accidentes de pan quedan en el sacramento sin sujeto; luego es de fe que quedan. Esta dificultad no puede tener buena respuesta, por más que se la hayan discurrido.

Teodosio

Respondo que no hay duda que se condenó esa proposición; pero de ahí no se infiere nada contra nosotros: vamos por partes. Cuando se condena alguna proposición no se atiende meramente a lo material de las palabras, sino principalmente al sentido de ellas, y por consiguiente para que sepamos el sentido en que la profirió el hereje, porque sólo en ese queda condenada; y si alguno profiere la misma proposición, pero en sentido diferente u opuesto, no quedará condenada la proposición en este otro sentido.

Silvio

Hasta ahí es ciertísimo.

Teodosio

Bien estamos. Pues, Silvio, habéis de saber que Wiklef nunca negó ni dudó que quedasen los accidentes, sólo negó que quedasen sin sujeto. él decía que en el sacramento quedaba el pan, como consta de otra proposición suya también condenada: ¿y os parece a vos que diciendo que en el sacramento quedaba pan había de decir que no quedaban los accidentes de pan que se están viendo con los ojos?

Silvio

En la cabeza de un hereje no hay despropósito que no quepa.

Teodosio

No lo dudo; pero mirad: el discurso de Wiklef era este: En el sacramento quedan los accidentes de pan (esto lo suponía como cosa cierta): los accidentes de pan no quedan sin sujeto (esta es la proposición condenada); luego en el sacramento queda sustancia de pan, que era su punto. Notad ahora: el hereje decía que quedaba todo en el sacramento, sustancia de pan y accidentes; y por eso asentaba que no quedaban los accidentes sin sustancia. Si los modernos dicen que no quedan accidentes (supongamos eso), dicen que tampoco queda sustancia de pan; y en este sentido niegan que queden accidentes sin sustancia, por cuanto ni accidentes ni sustancia de pan quedan en el sacramento: ved ahora si el sentido que tienen o de que usan los modernos es el mismo o diferente del de Wiklef. él decía que quedaba todo, y los modernos que no queda nada. Pregunto ahora: ¿tiene esto el mismo sentido?

Silvio

Todo eso es una mera conjetura fundada en el aire por los modernos para huir de esta censura, que cae directamente sobre ellos. No ha muchos días que vi esta cuestión, y por lo que he leído asiento como cosa cierta que Wiklef negó los accidentes, y os mostraré quién dice esto mismo si lo quisiereis ver.{31}

Teodosio

Aparezca, pues, Wiklef, y diga cuál fue el sentido de su proposición, y cuál su doctrina. Aquí tenéis el infernal libro de sus diálogos, que es rarísimo, y no sé si hallaréis otro en todo Portugal. Vamos al libro cuarto, que es el que trata de la Eucaristía: leed estas palabras con atención.{32}

Silvio

Ya lo he leído.

Teodosio

¿Y qué, Wiklef niega los accidentes, o asienta que quedan? ¿Hace o no el argumento que yo os decía?

Silvio

No hay duda que Wiklef dice eso, porque sus palabras bien claras están; y me admiro mucho; porque pocos días ha que un peripatético, fiado en unas autoridades de Waldense, me aseguró que Wiklef no decía tal cosa, y que ese lugar que citaba un moderno era supuesto.

Teodosio

Pues id ahora a desengañarle, y decidle que lo habéis leído, y si quiere verlo que vaya al hospicio de nuestra señora de las Necesidades, y que pida este libro de Wiklef, porque de allá me le prestaron; y advertirle que para negarse una autoridad que se cita, que es lo mismo que decir al autor en público que miente, es necesario más cautela y mayor averiguación.

Silvio

Enhorabuena: ya veo que Wiklef no negó los accidentes.

Teodosio

Luego el sentido de Wiklef en aquella proposición, Los accidentes no quedan sin sujeto, viene a ser que quedan accidentes y sujeto, y cuando los modernos dicen que los accidentes no quedan sin sujeto, sólo quieren decir, que ni quedan accidentes ni sujeto: he aquí tenéis cómo el sentido de los modernos no sólo es diverso, sino opuesto al del hereje; y siendo opuesto bien veis (no obstante toda vuestra pasión) que condenada la proposición en el sentido de Wiklef, no queda condenada en el sentido de los modernos.

Silvio

Visto eso, lo que los padres quisieron condenar en esta proposición fue solamente que quedase en el sacramento sujeto de los accidentes.

Teodosio

Así es ni más ni menos.

Silvio

Pues eso ya estaba condenado en otra proposición de Wiklef.

Teodosio

No lo dudo; más también esta proposición era herética, y como tal debía ser condenada: contenía sí la misma herejía, pero por diverso modo: una decía simplemente que quedaba pan, y la otra que los accidentes quedaban con sujeto, el cual había de ser el mismo pan; y hasta esta diferencia para que la segunda proposición fuese especialmente condenada.

Silvio

Eso ya es una falsedad intolerable; porque los padres del concilio llamaron herética a la primera proposición, y a la segunda, que es esa de la cuestión llamáronla falsa, errónea, y sapiens haeresim, esto es, que sabía a herejía; y es cosa evidentísima que si ambas proposiciones envolviesen el mismo error, siendo la primera formalmente herética, también lo había de ser la segunda. Desengañaos, que a esto no se responde.

Teodosio

Así será; mas id contando las respuestas. Primera un error cuando está claro es herejía formal; pero cuando está envuelto o incluso en alguna proposición, de donde con probabilidad se infiere, dícese que la tal proposición sabe a herejía. En la primera proposición decía el hereje claramente que había pan: esto es herejía formal: en la segunda que los accidentes que se veían no estaban sin sujeto, y que aquí va escondido el mismo error, porque este sujeto de los accidentes o es el aire, y esto es error, o el cuerpo de Cristo, y también es error, o el pan, y esto es herejía. Este es el discurso que hicieron los padres del Concilio cuando condenaron la segunda proposición.

Silvio

¡Es buen adivinar! ¿Y de dónde consta que fue ese el discurso que ellos hicieron?

Teodosio

Consta, porque ellos lo dicen: supongo que podían saberlo. Leed la censura y condenación de la tal proposición, y la razón que dan para ella, y de camino veréis que los padres conocían muy bien que el hereje admitía en el sacramento los accidentes. Aquí la tenéis en la colección de los concilios{33}: leedla, y preparaos, que aún tengo más que decir.

Silvio

La he leído: así es. Decid todo lo que se os ofreciere.

Teodosio

Los padres del concilio así como llamaron herética a la primera proposición, también llamaron herética a la segunda: no es preciso ir muy lejos: en las actas de este concilio debajo o poco después de las palabras que leísteis se llama a la segunda proposición herética: acabad de leer el lugar que dije. Más: en la censura más difusa que los mismos padres dieron a las mismas proposiciones, veréis que a esta segunda la llaman absolutamente herética.{34} Aún más: leed hacia delante, y veréis que los padres del concilio reconocen en la segunda proposición el error de la primera, y dicen que se opone directamente a la transubstanciación, que es dogma de fe.{35} Y si queréis aún tenemos más que decir, y mucho más: el concilio Londinense, celebrado en 1382 aún en vida de Wiklef, condena la segunda proposición como herética.{36} Y el concilio Cantuariense, celebrado en 1396, de las dos proposiciones hace una sola, juzgando que contienen el mismo error.{37} Y de aquí queda respondido a quien dijere que en la segunda proposición se condenó la inseparabilidad de los accidentes, pues lo contrario dicen expresamente los padres del mismo concilio, como os mostré; y así en esta proposición no se condenó sino la existencia del pan que Wiklef decía estaba junta con los accidentes. Paréceme que está bastantemente respondido a vuestro argumento, y que queda bien patente que en el concilio Constanciense no se determinó por modo alguno la existencia de los accidentes peripatéticos, como queríais, y que de la condenación de Wiklef ningún argumento se puede formar contra nosotros.

Eugenio

Basta, Teodosio, que esa verdad no puede estar más manifiesta.

Teodosio

Sí, basta; pero aún puede estar más clara la verdad. Vamos a consultar al cardenal Pedro Aliaco o de Ailli, que presidió en la tercera sesión del concilio de Constanza, y dirigió toda la condenación de Wiklef, y él nos dirá si en ese concilio se determinó alguna cosa contra los modernos: podemos confiar en su testimonio, además de otras razones, porque era peripatético. Venid, pues, acá, Silvio, leed aquí este lugar{38}, y verterlo luego en nuestro idioma para que Eugenio lo entienda.

Silvio

Dice, que el que queden los accidentes en la Eucaristía ni es evidente ni expreso en la Escritura, ni determinado por la Iglesia, que es una opinión probable comúnmente recibida en la escuela peripatética; mas que si alguno dijere lo contrario, no se ha de condenar como hereje. Pero esto, Teodosio, no vale nada.

Teodosio

¿Cómo nada?

Silvio

No, porque el cardenal escribió estas obras algunos veinte y un años antes del concilio, y así no podía ya hablar del concilio de Constanza.

Teodosio

Id, pues, oyendo. Aun supuesto eso, si en el concilio de Constanza se determinó que quedaban accidentes, siendo este negocio dirigido principalmente por el cardenal, forzosamente se había de acordar de lo que él había escrito en contrario, diciendo que quien negase que quedaban accidentes no decía nada contra la determinación de la Iglesia ni era hereje; y así acabado el concilio debía enmendar lo que había escrito. De lo contrario los wiklefitas quedarían muy contentos viendo en el cardenal expresamente defendida de la censura de herejía su segunda proposición.

Eugenio

Tal vez estarían ya impresas las obras.

Teodosio

No lo estaban; porque la primera vez que se imprimieron las obras de este cardenal fue en 1490.{39} Además de que en aquel tiempo aún no había en Europa este maravilloso invento de la imprenta, el cual empezó poco antes de 1450, y el concilio se cerró en 1418.

Silvio

No estaba impresa, pero estaba ya escrita, y el buen viejo hallándose ya en una edad decrépita y lleno de negocios, no tuvo tiempo para enmendarla.

Teodosio

Primeramente la edad no era tan decrépita como suponéis. El cardenal cuando se acabó el concilio tenía 68 años de edad, y vivió hasta la de 75.{40} Por lo que mira a los negocios ningunos podía tener el cardenal más importantes que los de la Iglesia, a la cual era muy útil la retractación de lo que había escrito; así como el dejar de hacerlo muy conveniente a los herejes como dije. Además de que vos no reparáis en una circunstancia muy notable: siendo el cardenal peripatético, como vos, viendo que con esta enmienda arruinaba de una vez a los modernos, ¿os parece que dejaría de hacerlo, si él juzgase que había que enmendar? Y en cuanto al tiempo parecíame que en el espacio de siete años bastante había para hacer lo que ocuparía, cuando más un cuarto de hora. Reparad ahora: si el cardenal no enmendó lo que había dicho, es claro que estaba y se afirmaba en lo mismo. Además, si los herejes no se valieron de las obras del cardenal, que ya en aquel tiempo eran vulgares, es señal de que ningún auxilio tenían en ellas; y es cierto, que si en la segunda proposición de Wiklef se determinó que quedaban los accidentes como queréis, tenían los herejes un grande argumento en lo que había dicho, y no enmendaba el cardenal; conviene a saber, que quien dijese que no quedaban esos accidentes no debía ser reputado por hereje. Luego si el cardenal da nuestra doctrina por sana, no tenéis que argumentar con la definición del concilio de Constanza.

Eugenio

Confieso que cuando oí la respuesta de Silvio me pareció que había concluido; mas ahora veo que no se responde a la instancia.

Teodosio

Aún tenemos más que decir, tened paciencia, id oyendo. La condenación que el concilio de Constanza dio a las proposiciones de Wiklef, fue en cuanto a la sustancia la misma que solemnemente se había dado a las mismas proposiciones en otros concilios anteriores, como son el concilio Londinense en 1382 y el Cantuariense en 1396, el de Oxonia en 1408, el Romano en el tiempo de Juan XXIII en 1413, y el mismo año otro en Londres: algunos de estos concilios fueron antes que escribiese el cardenal.{41} Pregunto ahora: ¿o de las condenaciones de estos concilios se prueba que quedan los accidentes, o no? Si se prueba, luego el cardenal cuando después de ellas dijo que no había determinación de la Iglesia acerca de quedar los accidentes peripatéticos que él seguía, no supo lo que dijo; y es de admirar que en el espacio de cuarenta y tres años que mediaron desde el primer concilio, en que fue condenada la proposición de Wiklef, hasta la muerte del cardenal, no conociese este su error, siendo un hombre tan docto, y que tanto trabajó contra Wiklef; y si dijereis que estas condenaciones no determinan que quedan los accidentes, tampoco se prueba de la condenación del Constanciense, que es la misma sustancialmente; pues la Iglesia no muda del concepto que una vez hizo solemnemente de la misma proposición.

Silvio

Así será; pero el cardenal dice que la doctrina de la Iglesia favorece más a la doctrina de los peripatéticos.{42}

Teodosio

Así es; pero juntamente advierte que esa opinión ni es evidente ni expresa en la Escritura, ni determinada por la Iglesia; y que era una opinión probable comúnmente recibida por los peripatéticos: ved como siendo peripatético no le cegó la pasión para dejar de confesar que su opinión no estaba determinada por la Iglesia, sino que era sólo probable.

Silvio

Enhorabuena, vamos adelante, que aún tenemos más argumentos.

Teodosio

Esperad, que aún me resta que decir acerca de este, si Eugenio no está ya desazonado porque gastamos mucho tiempo.

Eugenio

No tengáis ese recelo, pues la tarde es grande, ahora serán las cinco, y la noche es del tamaño que nosotros la quisiéremos hacer.

Teodosio

Si vos, Silvio, y los peripatéticos halláis que de la condenación de la proposición de Wiklef se infiere que es de fe su contradictoria, habéis de dar por bueno un argumento que hace el célebre protestante Jurieu contra la inmutabilidad del Verbo. Yo lo resumiré en dos palabras: podréis si quisiereis verlo en el Bossuet.{43} Decían los arrianos estas tres proposiciones: Hubo un tiempo en que el Hijo de Dios no existía: segunda, él no existía antes que naciese: tercera, él fue sacado de la nada: dijeron los padres del concilio Niceno anatema a quien profiere estas proposiciones; dice ahora el protestante Jurieu: los padres del concilio condenaron la segunda proposición arriana; luego la opuesta es católica, y por consiguiente el Hijo de Dios existía antes de nacer (es de notar que aquí se hablaba del nacimiento del Hijo en cuanto Dios); y de aquí infería el protestante dos nacimientos en el Verbo Eterno, de donde argumentaba contra la inmutabilidad del Verbo. Esto supuesto, ningún católico ha de hallar que es bueno este modo de argüir del protestante; pues el modo con que infería ciegamente de estar condenada una proposición, que su opuesta era católica, es el mismo con que vos de la condenación de la proposición de Wiklef sacáis la contradictoria como de fe. Cuando una proposición es simple, y sólo tiene un sentido obvio, condenada ella se infiere como de fe la contradictoria; mas cuando una proposición es complexa o puede tener varios sentidos, no se condena en todos juntamente: así es preciso saber cuál fue el sentido en que fue condenada, para inferir la contradictoria de esa proposición en ese solo sentido; y muchas veces la contradictoria de la proposición en el sentido en que fue condenada, no es la que a la primera vista parece ser contradictoria de la proposición absolutamente. Perdonad, Eugenio, que hablo a Silvio en los términos propios de las aulas.

Silvio

Enhorabuena: ese argumento del Jurieu no es acá de mis estudios: vamos a la última dificultad, que es una proposición de Juan Hus, hereje, que fue condenado con Wiklef en el concilio de Constanza: decía que no había determinación alguna de la Iglesia de que quedasen los accidentes sin sujeto. Esta proposición fue condenada por herética en la sesión XV. Ved ahora lo que habéis de responder a esto.

Teodosio

Esa proposición tiene la misma respuesta que la de Wiklef. Juan Hus no quería probar que no quedaban los accidentes; porque él decía expresamente, que quedaban con sujeto{44}; sólo quería que ellos no quedasen sin sujeto y sustancia de pan; y por eso no decía que no había determinación de la Iglesia de que quedasen los accidentes: que si dijese esto sólo no sería condenado, así como no lo fue el cardenal Aliaco, que dijo lo mismo{45}; pero dijo que no había determinación de que quedasen los accidentes sin sujeto, en lo cual erró; porque siendo cierto que quedan, ha determinado la Iglesia muchas veces que no tienen sujeto. He aquí lo que basta para responder a esa dificultad. Esto es en el caso que Juan Hus hubiese dicho esa proposición, y fuese condenada en el concilio; pues si he de decir la verdad no fue condenada en él, porque entre treinta proposiciones de Juan Hus, y cuarenta y cinco de Wiklef, que fueron condenadas en este concilio, no se halla esta. Además de que de las actas del mismo concilio consta que en la sesión XV, en que decíais que fue condenada esa proposición de Juan Hus, no asistió el pontífice romano ni por sí ni por sus legados, como tampoco en la sesión VIII, y en estas dos sesiones fueron condenadas unas doscientas y sesenta proposiciones de Wiklef, que refiere el Du-Plessis: de donde se infiere, que en esas sesiones no se estableció regla alguna de fe, por no haber en ellas asistencia o autoridad del sumo pontífice; y por esta causa dan los teólogos comúnmente por nulos los cánones que se establecieron en el mismo concilio acerca de la sujeción del papa al concilio universal. Y esta respuesta es general para todas las otras proposiciones de Wiklef, que no se encierran en las cuarenta y cinco condenadas por Martino V.

Silvio

¿Pues qué? ¿Los peripatéticos levantan esas proposiciones de su cabeza?

Teodosio

Diré. El principio de toda la equivocación en estas proposiciones está en que el promotor fiscal ofreció al concilio un catálogo muy grande de proposiciones de estos herejes, condenadas por la universidad de Oxonia, poniéndolas las censuras que le parecía; pero bien sabéis que ni el promotor fiscal ni universidad alguna tiene autoridad para hacer regla de fe; y así como por el concilio fueron condenadas cuarenta y cinco proposiciones de Wiklef, y treinta de Juan Hus, todas las demás que no se comprenden en estas no se puede decir que fueron condenadas en este concilio como heréticas; y aun las cuarenta y cinco de la bula de Martino V de tal suerte fueron condenadas, que sobre ninguna directamente cae la censura de herética; porque todas fueron condenadas a un tiempo, y la censura que se las puso fue que algunas eran heréticas, otras erróneas; otras ofensivas a los oídos píos, &c. Ved ahora como de la condenación de estas cuarenta y cinco proposiciones se puede inferir que la de que tratamos u otra alguna semejante fue determinadamente condenada por herética.

Silvio

Enhorabuena: doime por satisfecho de esta dificultad: vamos a otra materia.

Teodosio

Dejadme hacer un epílogo para Eugenio. Los modernos, Eugenio, dicen que en la Eucaristía quedan los accidentes del modo que os expliqué, lo cual es cosa asentada; mas el que quieran probar con los concilios y condenaciones de herejes que quedan los accidentes peripatéticos, y que nuestra doctrina es errónea, y sabe a herejía, es mucha preocupación y pasión. Ultimamente, advierto que es doctrina del padre Sanguens{46}, que se funda en la de san Gregorio{47}, que siendo cierto el que queden las especies de pan (prescindiendo de sistema especial), sin embargo no es de fe; y así, conformé a esta doctrina, si alguno dijese que en el sacramento no quedaban los accidentes de modo alguno, esto es, que la hostia no tenía color de pan, ni sabía a pan, &c., más presto le llevarían al hospital como ciego o loco, que a la inquisición como hereje; y todos los argumentos que os pusieren, además de los que quedan tocados, sabed que no vienen al caso, porque si fueren concilios generales o que hagan regla de fe, sólo determinan lo que queda determinado por estos de que hemos hablado: si son condenaciones de proposiciones tienen la misma respuesta que las pasadas; y a no ser así tened por cierto que hay alguna equivocación, porque este punto ha sido visto muy despacio, y examinado por hombres doctos y timoratos. Y vos, Silvio, si después que nos apartemos tuviéreis alguna dificultad más, o si quisiereis ver esta cuestión tratada con toda exactitud, leed los excelentes libros del padre Juan Bautista, leed el Sanguens en su tratado Accidentia profligata, leed el Nájera, leed el Fortunato de Brijia de la edición de 1745, y aun mejor la de 1749, leed los libros del Barbadiño del Nuevo método, y los excelentes papeles que salieron en su defensa, y hallaréis gran parte de lo que tengo dicho, y aun mucho más, con que quedaréis enteramente satisfecho, así como muchos que no estaban menos fuertes, a los cuales ya hoy no embaraza esta dificultad. Y si la encontraseis de nuevo en los accidentes espirituales del alma o sus actos, tened el trabajo de leer los libros que tenemos de teología y metafísica sobre este punto, y hallaréis dos sistemas diversos, ambos buenos, pues no estoy ahora con paciencia para explicaros ni teología ni metafísica, ni la ocasión permite eso. Ahora vamos hasta el jardín, porque la tarde ha refrescado ya, y ha sido bastantemente fastidiosa a causa de tanta contienda.

Eugenio

Para mí ha sido aún más divertida que las anteriores, porque gusto increíblemente de todo lo que me da instrucción, principalmente cuando veo que esto me puede servir en muchas ocasiones. Vamos ahora al paseo; pero no dejemos la materia de la conversación.

Silvio

No vengo en eso: ahora demos treguas al entendimiento, porque las cabezas no son de hierro: descansemos un poco, y después entraremos a disputar sobre la otra dificultad que no es menor.

Teodosio

Disponed de mí en todo como os agradare. Vamos por esta calle, que ahora está muy olorosa a causa de las muchas flores que la visten.

Notas

{1} La Recreación filosófica.

{2} En la exposición de la doctrina católica contra los protestantes, pág. 180 de la edición de París de 1750. El primer breve dice: Libellus de catholicae fidei expositione à fraternitate tua compositus, nob sque oblatus, ea doctrina eaque methodo conscriptus est, ut... extorquere possit etiam ab invitis, catholicae veritatis confessionem. Itaque non solum à nobis commendari, sed ab omnibus legi atque in pretio haberi menetur &c., dado en 4 de enero de 1679. El segundo dice: Et quidem libenti animo confirmamus uberes laudes, quas tibi de praeclaro opere merito tribuimus. Dado en 12 de julio de 1679. Están en el principio de este libro de la edición citada.

{3} Dado en 2 de marzo de 1679.

{4} Dado en 8 de setiembre de 1718, y empieza: Pastoralis officii &c.

{5} En un breve dado en 2 de octubre de 1733, y empieza: Apostolicae providentiae officio.

{6} Arriaga en la física fol. 414, y en la metafísica fol. 625, y otros muchos.

{7} Todos los argumentos de Silvio se desvanecen diciendo, que cuando dijera el concilio remanentibus accidentibus no canonizaba la Filosofía de Aristóteles: su resolución es cierta en todas las Filosofías, porque el sentido es que respecto de todos los sentidos duran las apariencias de pan, de tal modo que la fe nos diga que en la hostia consagrada no hay pan: el concilio no define lo que no intenta definir, y solamente tuvo intención de definir que aunque parece que hay pan no le hay. Creado que la hostia consagrada no es pan como parece, sino que es el cuerpo de Jesucristo. Pues tan grande milagro de la Omnipotencia es conservar las apariencias respecto de todos los sentidos sin objeto, como mantenerse los accidentes sin sujeto. El misterio se llama también sacramento, porque se ha de respetar, no comprender.

{8} Parte 3, q. 77, a n. 8.

{9} L. d. q. evang. Quod cum fictio nostra refertur ad aliquam significationem, non est mendacium, sed figura veritatis.

{10} Lib.3, advers. haeres. cap. 3.

{11} Cap. Firmiter de Summa Trinitate: Cujus Corpus et Sanguis in Sacramento altaris sub speciebus panis, et vini vera iter continetur, transubstantiatis pane in corpus, et vino in sanguinem potestate divina.

{12} Panis in Corpus Christi, et substantia vini in sanguinem convertuntur; ita tamen quod totus Christus contineatur sub specie panis, et totus sub specie vini.

{13} Sess. XIII, in decret. de Euchar. cap. 1. Principio docet sancta Synodus, et aperte, ac simpliciter profitetur in almo Sanctae Eucharistiae Sacramento, post panis et vini consecrationem Dominum nostrum Jesum Christum verum Deum, atque hominem vere, realiter, ac substantialiter sub specie illarum rerum sensibilium contineri, &c.

{14} Si quis dixerit, in Sacrosancto Eucharistiae Sacramento remanere substantiam panis, et vini una cum Corpore, et Sanguine Domini nostri Jesu Christi, negaveritque mirabilem illam, ac singularem conversionem totius subtantiae panis in corpus, et totius substantiae vini in sanguinem, manentibus dumtaxat speciebus panis, et vini... anathema sit.

{15} Species rei alicujus forma, effigies, facies, imago, a specio, quod notat videre, cernere: nam proprie species est id, quod in aligua re cernitur.)

{16} Trid. sess. XIII, cap. I. Sub specie illarum rerum sensibilium contineri.

{17} Du-Plessis Collect. Jud. de Nov. Err. tomo 1 ad an. 1210. Du-Boulay, Histor. Univ. París, tomo 3, ad an. 1215. Martene Thesaur. anecdot., tomo 4, pág. 166.

{18} Theologi veteres omnes, qui et sacrosancte fidei fecerunt fundamenta, et Ecclesiam ante extruxerunt, D. Dionysius, Justinus, Clemens Alexandrinus, Origenes, Cyrilus, Basilius, Eusebius, Theodoretus, Arnobius, Lactantius, Augustinus, Ambrosius, aliique plerigue omnes, quia scirent paucis mutatis platonicos facile cristianos fieri posse (Augustini verbis utor). Platonem ejusque sectatores hosce philosophos religuis omnibus antetulerunt. Francisco Patricio en la dedicatoria de su Filosofía al papa Gregorio XIV de la edición de 1591.

{19} D. Thom. 2 Sent. dist. 14 a. 2. Basilius enim et Augustinus sequuntur in Philosophicis, quae ad fidem non spectant, opiniones Platonis.

{20} Platón en el Timeo, pág. 1067, explica el calor por el movimiento de partículas ígneas de figura acuminosa: pág. 1068, explica el frío por el estilo de los modernos: pág. 1071, trata de los olores como los modernos, y allí mismo da una explicación de los colores muy semejante a la de Newton, y también explica la diafanidad por los poros: a la consonancia de los sonidos da una explicación que alguna semejanza tiene con la nuestra, y nunca encontré en él explicación de accidentes en el sentido de los peripatéticos. Se halla en las obras de Platón impresas en Francfort en el año de 1602, siendo intérprete Marsilio Ficino.

{21} In Hexam. hom. 6. Primun enim res omnes compositae sic a nobis dividi solent in ipsam essentiam susceptricem, et in eam quae ipsi accidit qualitatem. Ut igitur diversa sunt haec natura, albedo inguam, et corpus dealbatus &c. Dice que todo cuanto hay en este mundo es sustancia o calidad de la sustancia; y lo mismo dicen los modernos; pero esta calidad dicen ellos que es el modo de la sustancia: dice más el santo, que la blancura se distingue del cuerpo blanco, y lo mismo decimos nosotros, porque el color de la pared, si es el color actual como es la luz, ha de ser distinto de la pared; y si habláremos del color radical, también se distingue modalmente de la pared, como se ha dicho en su lugar.

{22} Aug. de Trin. lib. 7, cap, 1. Candor corporis non est essentia, quoniam ipsum corpus essentia est, et ille ejus qualitas. Dice que la blancura del cuerpo no es su esencia; y en esto concuerdan los modernos, tanto, que explican como puede el mismo cuerpo conservando la misma esencia y la misma materia mudar de color, pág. 100.

{23} Isid. C. de Cat. Illa vero accidentia, quae in subsistente, atque subjecto sunt, substantiae non sunt, quia non subsistunt. Dice que los accidentes no son sustancia. Esto es cosa cierta entre los modernos; porque los accidentes modales, que son los que absolutamente se llaman accidentes, son unos modos de la sustancia, los cuales en sí no tienen entidad; por eso la distinción que hay entre ellos y la sustancia no es real como se dijo, tomo 1.

{24} Gregor. Nis. de Hom. opific. cap. 24. Corpus non est quod colore, forma, soliditate, spatio, gravitate, attributis caeteris praeditum non est; sicut et haec singula corpus non sunt. Dice que ni la figura, ni la solidez, ni el espacio, peso o color son cuerpos. Esto mismo dicen los modernos, pues los accidentes modales, que son los absolutamente accidentes, son modos de la materia, y los modos no son sustancia ni cuerpo.

{25} De locis Theologic. lib. 5, cap. 5, q. 4. Porro autem quae in Conciliorum, vel Pontificum decretis, vel explicandi gratia inducuntur, vel ut objectioni respondeatur, vel etiam obiter, et in transcursu, praeter institutum praecipuum, de quo erat potissimun controversia, ea non pertinent ad Fidem, hoc est, non sunt Catholicae Fidei judicia.

{26} De Angel. q.2, art. 1, in fin. Porro... hoc non cesetur a Conciliis definitum, quod in eis dicitur non ex intentione definiendi, sed magis vel supponendo, vel obiter, et quasi per transennam asserendo.

{27} Ab initio temporis utramque de nihilo condidit creaturam spiritualem, et corporalem, angelicam videlicet, et mundanam, ac deinde humanam.

{28} Part. 7, cap. 15. Quid enim panis, vinique species aliud sunt post consecrationem, quam species Sacramentales, et accidentia sine subjecto.

{29} De Conc. tomo 2, lib. 2, cap. 19 y 11.

{30} Tomo 2, in ann. 1556.

{31} Convers. fam., pág. 486.

{32} Placet quod fidem de Deo, tam accurate, et recenter respicis, ideo expedit parum procedere secumdum quod rationis istius materiae exigunt, ut veritas fidei plus clarescat. Supponendum ergo quid inter omnes sensus extrinsecos, quod Deus dat homini, tactus et gustus sunt in suis judiciis magis certi, sed illos sensus haeresis ista confunderet sine causa, foret ergo antichristianum sacramentum quod istud faceret; nam quoad tactum de sacramento patet experimento certo, quod haereticus non negabit, quia iste panis sacratus, dum fuerit pistus noviter, dispariter frangitur, ut patet de frangibilitate, et sono in comparatione ad panem antiquum, et specialiter in aura humida tenaciter adhaerentem. Sed talia accidentia, durities, molities, frangibilitas et tenacitas nec possunt per se esse, nec in aliis accidentibus subjectari: ergo relinquitur quod sit subjectum aliquod ut panis, vel aliquid haec subjectans: dum enim hoc sacramentum maneat idem continue, nunc est durum, nunc molle, nunc frangibile, nun tenax. Patet philosophis quod praeter qualitates quatuor oportet dare subjectum aliquod, quod in illis taliter transmutatur, quia aliter oporteret negare distinctionem talium accidentium, vel quod in tali transmutatione sacramentum novum continue est creatum; quod si primum detur, tunc nullum accidens distinguitur a materiali substantia, et cum manent accidentia illa, forent materialis substantia sicut primo. Similiter in sacramento calicis quoad sensum gustus est eadem consideratio, cum potest contingere, quod vinum existens in principio dulce, et sapidum, per conservarionem in aere diuturman foret acrum, et omnino insipidum. Et quantum nos gustu vel ratione possumus judicare, oportet dare aliquod subjectum quod in illis qualitatibus transmutatur. Quantitas enim, ut profunditas, vel superficies non recipit denominationes hujusmodi qualitatum, cum tunc in omni corpore habente longitudinem, et profunditatem foret quantitas taliter informata. Oportet ergo praeter quantitatem dare subjectum quod per qualitates hujusmondi alteretur. Wiklef Dial. libro 4, cap. 5, fol. 107 de la edición de 1525.

{33} Lab. Col. Conc., tom. 6, col. 846. Hoc est falsum, erroneum et sapiens haeresim universaliter intellectum, quia si talis quantitas, quae fuit quantitas panis, non manet sine subjecto... erit tunc vel in corpore Christi, vel in pane, vel in utroque, vel in aere circumstanti. Non primum, quia corpus Christi non est quantum tali quantitate... non secundum, quia tunc panis iste non esset conversus in Christi corpus..., quod est haereticum. Nec tertium, nulla enim substantia remanet in sacramento, nisi corpus Christi. Non quartum, quia aer circumstans est locus illius quantis... Patet etiam haeresis istius conclusionis, quia qui aliter sentit de sacramentis Ecclesiae quam Romana Ecclesia haereticus est &c.

{34} Tom. 16, Conc. Lab., col. 874. Illi primi tres articuli de quadraginta quinque sunt haeretici.

{35} Allí mismo col. 875. Secundus articulus est directe contra transubstantiationem praedictam in principio expositum.

{36} Natal. Alex. secul. 14, 6 de la edición de Luca de 1734, tomo 8, pág. 121.

{37} Natal. Alex. en el lugar cit., pág. 122.

{38} Sent. 13, q. 6, art 3. Modo quod accidentia panis manent ibi, hoc infertur ex hoc, quod praesupponitur, quod substantia panis transubstantiatur, et accidentia panis sunt alia ab ejus substantia: istud tamen se undum non est evidens, nec in Scriptura expressum, nec ab Ecclesia determinatum, sed est unum probabile receptum communiter ab illis, qui sequuntur communem Philosophiam peripateticam; sed si aliquis esset qui diceret oppositum hujus, non esset propter hoc tamquam haereticus habendus.

{39} Du-Pin. 1. part. Hist. contr. Eccl. 15, saecul. edit. 2, fol. 217, Guilh. Cave. Hist. liter. saecul. Wiklev.

{40} Cave en el lugar citado.

{41} Langlet. du-Fresnoi Tablet. Chronolog.

{42} Quarta, et communio opinio, et cui favet magis doctrina Ecclesiae est quod in Sacramento, accidentia, quae fuerunt panis, remanent sine subjecto... et hanc teneo.

{43} Hist. des Var. tomo 4, part.1, art. 7, fol. 68.

{44} Lab. tom. 16. Conc. Col. 254. Manere panem post consecrationem sicut ante, quia vides albedinem, rotunditatem, saporem panis et fraturam audis.

{45} Quod accidentia panis maneant ibi... non est evidens... nec ab Ecclesia determinatum.

{46} Accid. proflig., q. 3, art. 1, n. 126, pág. 152.

{47} Profecto liquet quod fides illarum rerum argumentum est, quae apparere non possunt: quae enim apparent, jam fidem non habent, sed agnitionem. San Gregor. hom. 26 sobre las palabras del apóstol. Est autem fides sperandarum substantia rerum, argumentum non apparentium.


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Teodoro de Almeida • Recreación filosófica
Madrid 1792, 2ª, tomo 2, páginas 282-355.