Teodoro de Almeida Recreación filosófica o diálogo sobre la filosofía natural

Tarde vigésimasegunda

De los brutos en común

§. I. Demuéstrase que el alma de los brutos no es espiritual. | §. II. Que el alma de los brutos debe ser pura materia. | §. III. De la sensibilidad de los brutos. | §. IV. De la memoria de los brutos y su racionalidad. | §. V. De la formación de los brutos en común, y en primer lugar de los ovíparos. | §. VI. De la formación de los animales vivíparos.

 
§. I.

Demuéstrase que el alma de los brutos no es espiritual

Teodosio

Bien descuidado os hallamos ahora, amigo Silvio. ¿Qué haceis a estas horas en el jardín?

Silvio

Andaba paseándome y buscando en el calor del sol remedio contra el frío, que hoy me ha incomodado bastante.

Eugenio

Pues aprovechémonos todos de la misma comodidad, y juntamente podremos lograr el gusto de vuestra conversación.

Silvio

Querréis decir el gusto de la conversación de Teodosio y de vuestra propia instrucción, en que tenéis puesto todo vuestro entendimiento. Tenéis razón, y así no es justo que yo os lo difiera. ¿Qué materia, pues, tenéis, Teodosio, destinada para la conversación de esta tarde?

Teodosio

El buen orden pide que después de haber tratado del hombre tratemos de los brutos, y en último lugar de las plantas.

Silvio

Todo lo tenemos delante de los ojos: en el jardín las plantas y pájaros, en los campos de enfrente los animales, que los pastores al son de las dulces flautas llevan a pacer la fresca yerba. Yo en esa materia creo que poco tendré que decir, pues de lo que pertenece al alma de los brutos, ya hemos hablado bastante.

Eugenio

Pero ahora que el largo tiempo que pasó puede haber entibiado ya el calor de alguna pasión con que entonces hayáis hablado, quisiera que con sinceridad de amigo nos dijeseis el concepto que formas de la opinión de Teodosio.

Silvio

En verdad que no sabré resolverme a formar juicio decisivo. Nunca me incliné a ella, y ahora menos que nunca, después que los días pasados leí la opinión de algunos modernos, que conceden alma espiritual a los brutos. Esta opinión me agrada mucho más que la de los peripatéticos, y más que la de Teodosio. Pero no puedo fijarme en ninguna de ellas como en cosa cierta.

Eugenio

Si esos autores son católicos, soy de vuestra opinión; y aquí veréis que quien de ordinario me lleva a seguir las opiniones de Teodosio, no tanto es la pasión como la inclinación de mi entendimiento a esa parte.

Teodosio

Autores hay católicos y muy doctos que siguen aquella sentencia.

Silvio

Dicen que el alma de los brutos, dado que sea espiritual, es de un orden muy inferior a la nuestra, pues es mortal, no goza de libertad, y por eso es incapaz de merecimiento, y de ser ordenada a un fin sobrenatural; y de este modo en nada se opone esta opinión a nuestra fe.

Eugenio

¿Y qué decís a esto, Teodosio? A mí me agrada mucho.

Teodosio

Para formar juicio de ella medité conmigo bastante tiempo, y quisiera que vos también hicierais lo mismo antes de aprobarla o reprobarla. Vamos por partes, y sentemos algunas proposiciones sobre que debe rodar nuestro discurso. La primera: El fin para que estos filósofos admiten alma espiritual en los brutos es para que ella sea quien gobierne, dirija y coordine todas sus acciones. Creo que en esta proposición concordáis vos y todos los que siguen esta sentencia.

Silvio

Sin duda: por cuanto si el alma de los brutos no ha de gobernar y disponer sus acciones, ¿de qué sirve el que sea espiritual?

Teodosio

Si alguno quisiere decir que Dios imprime en esa alma espiritual cierta inclinación para que en estas circunstancias obre así, y en otras del modo contrario, sin que el alma sea señora de determinar esta acción o aquella, bien excusado es el que sea espiritual; pues eso lo hace Dios con la materia, así como el relojero con las ruedas de su reloj. Ya tiempo hace que advertí yo una cosa de que ahora es preciso hacer mención. Dos cosas hay en las acciones de los brutos así como en los movimientos de cualquier máquina; es, a saber, movimientos, y proporción o coordinación de movimientos. Los movimientos del reloj tienen un principio, que es el peso o el muelle real; pero la proporción de los movimientos entre sí, y su coordinación tienen por principio al relojero; por lo cual conviene distinguir principio que mueve, y principio que coordina. En los brutos, en los cuales vemos acciones bien coordinadas, necesariamente ha de haber principio que mueva, y principio que coordine y proporcione unas cosas con otras. Nadie duda que el alma de los brutos es el principio que mueve y causa las acciones del bruto: toda la duda, pues, recae sobre si esa misma alma coordina y dispone las acciones. Los que sienten que el alma es pura materia dicen que no puede coordinar movimientos, y que toda la causa coordinante (permítaseme esta palabra) está en Dios. Pero los que pretenden que el alma de los brutos es espiritual conforme a lo establecido, es para que por su nobleza pueda coordinar las acciones del bruto: de otra manera, si sólo ha de ser principio que mueva, muy bien podría ser pura materia. De aquí deduzco yo otra proposición: Si el alma de los brutos es espiritual, debe ser capaz de dirigir y coordinar todas las acciones del bruto.

Silvio

Bien podéis estar sin escrúpulo, que a mí me parece que todos deben concederla.

Teodosio

Luego debemos dar a esa alma todo lo que fuere preciso para coordinar las acciones que vemos en los brutos.

Silvio

Concedo.

Teodosio

Ahora, pues, para que el alma coordine las acciones de los brutos son indispensablemente necesarias muchas cosas. Pongamos un ejemplo bastante vulgar; el perro castigado una vez con una vara, si después le amenazan con ella huye. Ahora digo yo: si el alma del perro es la que le determina a esta huída, conviene primero que se acuerde de los golpes pasados, segundo del dolor que sintió, tercero que conozca el peligro de llevar nuevos golpes, cuarto el dolor futuro que se le ha de seguir, quinto la proporción y utilidad que tiene para evitar ese daño el huir de aquel lugar. Si el alma del perro ignorase cualquiera de estas cinco cosas, es imposible que haga huir al perro el ver la vara levantada. En estas acciones son semejantes los hombres y los brutos guardada la debida proporción; y es imposible que un hombre huya del peligro presente por el daño que ya experimentó sin que se acuerde del pasado, y conozca el futuro, y la proporción o utilidad del medio que escoge para evitarlo.

Eugenio

Estas cosas, Silvio, me parecen indubitables.

Silvio

Séanlo enhorabuena, que yo no lo niego.

Teodosio

Luego el alma del bruto tiene inteligencia y percepción de lo presente que ve, de lo pasado que experimentó, de lo futuro que teme, y de la conexión de los medios que escoge con el fin que procura. Estas cuatro cosas son indispensables, y sin ellas no puede disponer que el perro huya para que no le sacudan.

Silvio

Sea muy enhorabuena: por eso es espiritual; pero de un orden muy inferior a la nuestra.

Teodosio

Vamos a ese punto: mas ya tenemos que el alma de los brutos necesariamente debe tener inteligencia con que conocer lo presente, lo pasado, lo venidero, y la proporción de los medios con los fines.

Silvio

No puedo negarlo.

Teodosio

También me habéis de conceder que nosotros discurriendo sobre esta materia nos debemos gobernar por las acciones que vemos en los brutos; pues no hay mejor principio para discurrir sobre la naturaleza de la causa, que observar los efectos que proceden de ella; luego si las acciones de los brutos proceden de su alma, ningún camino puede haber más derecho para conducirnos al verdadero conocimiento de la naturaleza y cualidades de esta alma que observar las acciones que proceden de ella.

Silvio

Nadie duda eso.

Teodosio

Ahora examinemos las acciones de los brutos, y por ellas veremos si su alma es de inferior inteligencia a la nuestra. Comparemos acciones con acciones, y de ahí podremos comparar causa con causa, y alma con alma. Observad un pescador pescando con red, y una araña cazando moscas en su tela: mirad la presteza con que apenas siente la mosca enredada, a fin de que no le rompa la red y huya, acude a enredarla con otros hilos, embarazándole las alas, los pies y la cabeza, de suerte que la deja inmóvil. Decid: ¿quién os causa más admiración, el pescador tejiendo la red, o la araña formando la tela sin instrumento alguno, ni más material que aquel betún que echa de sí, como un día de estos os mostraré? Comparemos un hombre paleando el trigo en el granero con la hormiga que desocupa el suyo después de un tiempo lluvioso, y saca el trigo al sol, y asimismo la tierra del granero, para que uno y otro se enjuguen, y el trigo no entallezca, y se le haga de este modo inútil para el sustento. Decidme con ingenuidad si esta acción del hombre prueba que su alma conoce el daño pasado, el riesgo presente del gorgojo, y el daño futuro si esos insectos llegan a criarse en el trigo, y la utilidad de palearlo para evitar ese daño: ¿quién no dirá que el alma de la hormiga conoce también el peligro presente, el daño que la amenaza si el trigo entalleciere, el hambre que ha de padecer, la proporción de ponerlo al sol con su conservación, la utilidad de secar también la tierra del granero para que su humedad no se comunique al trigo? ¿Quién habrá que gobernándose por las acciones conceda más discurso a este hombre que a la hormiga? Aún no para aquí: comparemos a un maestro de obras fabricando un palacio bien ideado con una golondrina haciendo el nido, o con una abeja labrando su panal. Ellas no tienen nivel ni plomada, ni regla ni compás, y no obstante todos los panales salen tan bien distribuidos, y cada uno de ellos tan perfectamente formado, que jamás podrían manos humanas aún con el socorro de muchos instrumentos formarlos de aquella manera. Lo mismo digo de los nidos de las aves. Poned de un lado al más sabio arquitecto; y negadle todos los instrumentos del arte, dándole solamente libertad en los pies, y un pico como el de las aves, o una tenaza como la de las abejas, y decidle que os forme un nido o un panal de cera: no le deis tampoco los materiales, e imponedle el trabajo de ir a buscarlos y conducirlos desde bastante lejos. ¿Podría en mucho tiempo formarlo?

Silvio

Ciertamente que no.

Teodosio

Luego comparando acciones con acciones, y viendo las obras de las aves, a las cuales jamás salen los nidos estrechos, ni demasiado anchos, viendo la sagacidad con que los forran para defender del frío a los polluelos que les han de nacer, y se resguardan de las lluvias y de los vientos; viendo la industria con que a falta de otros materiales proporcionados arrancan de su propio pecho las plumas más suaves, con que vistiendo el nido preparen la cuna a sus hijuelos; quién, viendo estas acciones, y comparándolas con los edificios de los hombres, que consumen tiempo, instrumentos y muchos años de estudio para formarlos perfectos; ¿quién, vuelvo a decir, comparando obras con obras, y juzgando por ellas de la inteligencia de quien las dirige, dará la preferencia a los hombres?

Eugenio

Añadid una circunstancia que acabáis de tocar, esto es, los años de estudio.

Teodosio

Decís bien. Una golondrina en su primera cría forma su nido tan perfecto como en la última. Ella no vio cómo sus padres le prepararon la cuna, ellas no hablan, no tienen escuelas, ni libros, ni maestros para aprender. Poned ahora de la otra parte a los hombres, y quitadles toda la enseñanza que se dan unos a otros hablando, quitadles también el uso de los libros, quitadles la experiencia propia, quitadles los instrumentos del arte, y mandadles hacer unas casas o habitaciones tan idóneas para sus fines, como los pájaros las hacen acomodadas a los suyos: ¿las harían?

Silvio

Esos hombres así habían de ser rudísimos: no harían cosa con acierto.

Teodosio

Pues para que sea adecuada la comparación entre los hombres y los brutos, sólo estos hombres así deben entrar en cotejo, porque los brutos no hablan, ni leen, ni tienen escuelas, ni instrumentos del arte, ni experiencia en las primeras ocasiones. Comparad ahora obras con obras, acciones con acciones, y juzgando por ellas de la perfección del alma que las dirige, mirad a quién dais la preferencia.

Eugenio

Ese argumento me hace mucha fuerza.

Teodosio

Esta preferencia de los brutos a los hombres se manifiesta en todo: comparad un niño de un año con un pollo de ocho días, y observad cuál de los dos tiene más industria para huir de los peligros. Comparad una pequeña zorra con un hombre del campo cuando ambos se ven perseguidos de sus enemigos, y ved cuál sabe evadirse mejor de la persecución que padece. Haced comparación entre los monos de la América y los tapuyas; y juzgando sólo por las acciones, en suposición de que ellas nacen y proceden del alma de cada uno, decid cuál de ellos tiene mayor conocimiento de los daños venideros, mayor memoria de los pasados, más clara inteligencia para conocer los medios proporcionados a evitar los riesgos, y conservar la especie. Senténciese sin pasión esta causa, y creo que nadie votará contra los brutos una vez sentadas estas dos proposiciones, que ya hemos dado por ciertas y constantes: primera, que todas las acciones de los brutos proceden y son gobernadas y dirigidas por su alma: segunda, que por las acciones que vemos es por donde hemos de hacer idea de la inteligencia, discurso y nobleza del alma que las coordina. Yo cuando quiero comparar la inteligencia, el discurso y la nobleza del alma de dos hombres, no hallo medio más seguro que cotejar las acciones del uno con las del otro; y si en uno hallo que percibe los daños futuros desde más lejos, que descubre la proporción oculta de los medios con los fines, y que en sus empresas siempre consigue lo que intenta, valiéndose de medios que no ocurrían a otro, asiento que este hombre tiene juicio más fino, pues percibe las concesiones que otros no ven, y divisa a lo lejos los riesgos que otros no alcanzan: en esto y sólo en esto está la delicadeza del discurso. ¿Quién puede ahora negar, comparando las acciones que llevo referidas de los hombres y los brutos; quién puede negar, digo, que los brutos muchas veces divisan los peligros desde más lejos, y que descubren en los medios la proporción que los hombres no percibían? Luego si el alma de los brutos es quien dirige sus acciones, y nosotros hemos de gobernarnos por ellas, mayor juicio, más clara inteligencia, más seguro discurso se debe conceder a los brutos que a los hombres, a lo menos hablando de aquellos hombres que tuvieren tan poca instrucción de maestros, libros y consejos como la que tienen los brutos.

Silvio

Pero no todas las acciones de los brutos son tan astutas y bien reguladas como esas de que habláis.

Teodosio

Ninguna hay que no sea bastante proporcionada a los fines que se intentan, al contrario de lo que vemos en los hombres muchas veces; pero aunque no todas prueben tanta sagacidad y astucia, a mi me basta que haya una sola que exceda a las de los hombres, para probar que no puede esa alma ser inferior a la nuestra. Un hombre que una sola vez arrojó la barra mucho más lejos que los otros, prueba que tiene más fuerza que ellos: del mismo modo el alma que en una ocasión llega a penetrar lo que otros no perciben, que descubre lo que otros no ven, que alcanza aquello a que otros no llegan, no es inferior en inteligencia y discurso; y en ese bruto y en esa acción sola que confesáis excede a las de los hombres formo mi dificultad para probar que a lo menos una alma de bruto es igual o superior en inteligencia a la nuestra, si ella es quien dirige y gobierna las acciones que vemos en ellos.

Silvio

Yo no puedo acomodarme a esos términos de que usáis, inteligencia, juicio, discurso, ni puedo concederlos a los brutos, aunque les de alma espiritual.

Teodosio

Y yo no sé cómo les podéis negar todo eso si me concedéis que su alma es la que dirige y coordina todas sus acciones. Decidme, ¿por dónde concedéis a un hombre discurso, inteligencia y juicio, negándole todo eso a un fatuo e insensato de nacimiento?

Silvio

Por las obras que uno y otro hacen me gobierno para dar al uno lo que niego al otro.

Teodosio

¿Y negaríais el juicio y discurso a un hombre tan astuto como la zorra, tan sagaz como los monos, tan dócil como los caballos y perros, tan industrioso como las abejas? Si hubiese un hombre que con tan poco aparato de instrumentos y sin instrucción alguna hiciese las acciones que hacen estos brutos, ¿diríais que tal hombre era fatuo, que no alcanzaba la conexión y proporción que tenían los medios con los fines?

Silvio

Por cierto que no podría decir tal cosa, antes tendría a ese hombre por uno de los más ingeniosos, y dotado de un alma muy especial. Sé que hablo contra mí; pero no puedo negar lo que conozco que es verdad.

Teodosio

Luego, ¿cómo pueden negar juicio, discurso e inteligencia a los brutos los que les dan alma espiritual, y conceden que ella es quien gobierna, dirige y coordina sus acciones? Dejadme formar en pocas palabras un discurso, que será como epílogo de lo que hasta aquí llevo dicho. Tantead bien el peso de cada proposición de por sí, y decidme si tiene la fuerza que yo imagino en ella. Obras admirables y constantemente industriosas no pueden ser hijas del acaso; de otra suerte no tendremos que responder a los ateístas, los cuales dicen que el acaso fue causa del universo. Las acciones y obras de los brutos son constantemente admirables e ingeniosas; luego no pueden ser hijas del acaso, y piden causa de donde esa ingeniosa industria proceda. Luego es cierto que la causa que las dirige y dispone conoce la conexión de unas cosas con otras, y percibe los daños venideros a lo lejos para precaverlos (porque a no percibir estos daños, y a no conocer la conexión y proporción de unas cosas con otras, obraría con acierto por ciego acaso, siendo este constante, lo cual es imposible). Pero nosotros no llegamos a conocer desde lejos los daños venideros que a veces conocen los brutos, ni la proporción de los medios de que ellos se valen con los fines que intentan. Luego si su alma dirige sus acciones, no puede tener menor inteligencia de los futuros, ni menor conocimiento de conexiones que la de los hombres; y si hemos de gobernarnos por sus acciones, no podemos darles alma de inteligencia inferior a la de los rústicos.

Silvio

Hallo bastante fuerza en este argumento; pero quiero examinarlo despacio acá entre mí.

Teodosio

Examinad también este otro que voy a añadir. Si nosotros hemos de admitir en los brutos alma capaz de gobernar todos sus movimientos, no sólo les hemos de conceder alma espiritual y discursiva como la nuestra, sino que también ha de ser libre, capaz de premio y de castigo, que es el otro absurdo en que caerán los que presumen dar al alma de los brutos el gobierno de sus acciones. Ved aquí el fundamento sobre que discurro. Suele probarse la libertad del hombre contra los herejes que la impugnan con la práctica que hay en todas las repúblicas cultas de premiar las acciones buenas, y castigar las malas: señal infalible de que los hombres con el temor del castigo pueden dejar de obrar mal, y con la esperanza del premio pueden obrar bien, lo cual requiere libertad, porque en vano se impone premio o castigo a acción que es necesaria o imposible. Ahora, pues, si el alma de los brutos es señora de sus acciones, este mismo argumento prueba que gozan de libertad, pues muy bien sabéis que se les castiga cuando hacen alguna cosa de que queremos que se enmienden, y por otra parte se les premia cuando hacen alguna acción en que deseamos que perseveren. Por consiguiente si el bruto tiene en sí alma que gobierna y dirige sus acciones, se mueve con el conocimiento de premio y castigo, y por eso se abstiene de una acción temiendo el castigo, y ejecuta otra con esperanza del premio; y eso es tener libertad y también mérito, pues el mérito no depende sino de abrazar con libertad una acción buena. Paréceme, pues, que ninguno tendrá la resolución y arrojo de atribuir a los brutos alma espiritual discursiva con inteligencia bastante aguda y libertad capaz de merecimiento.

Silvio

Eso no de ningún modo.

Teodosio

Pues en tal caso no tiene el bruto en sí alma capaz de dirigir y gobernar eternamente sus acciones, y así es superflua y excusada alma espiritual. Fuera de que (y este es otro argumento para mí muy fuerte) yo no sé cómo los que siguen vuestros principios pueden negar que esa alma espiritual haya de ser inmortal por su naturaleza, así como lo es la del hombre. Ved, Eugenio, en qué inconvenientes caen por la fuerza de un discurso infalible aquellos que presumen dar a los brutos alma capaz de dirigir y gobernar todos sus movimientos: se ven precisados a concederles alma espiritual, libre y capaz de mérito y de culpa, con discurso e inteligencia igual o mayor que la nuestra, e inmortal, que es lo peor.

Silvio

¿Y cómo probáis que si el alma del bruto fuese espiritual había de ser inmortal?

Teodosio

De este modo: nuestra alma decimos que es inmortal, no porque Dios no la pueda destruir, sino porque en todo el cúmulo de entes criados no hay fuerzas que le puedan quitar el ser: no es como el cuerpo que cualquier criatura le puede destruir, y por eso es mortal. Con que si el alma de los brutos fuere tal que no hay en toda la colección de criaturas fuerza que la destruya, resulta como nuestra alma, inmortal por su naturaleza. Esto supuesto, de dos modos se puede destruir una cosa, o desbaratándola como quien desbarata un reloj, arrojando cada rueda a diversa parte, o reduciendo esa cosa a nada. De este segundo modo sólo Dios puede destruir, porque así como sólo él puede vencer la suma distancia que hay entre la nada y el ser, haciendo que una cosa pase de la nada al ser que tiene cuando la cría, de la misma suerte sólo él puede hacerla pasar del ser a la nada aniquilándola. Esto es cierto entre todos. Ahora bien, del primer modo pueden unas criaturas destruir a otras: así se destruye el hombre, quedando el cuerpo en una parte y el alma en otra: así se destruye un edificio esparciéndose las piezas que lo componían &c.; y aún las cosas que se queman verdaderamente se disuelven, separándose las partículas elementales que las componían, como ya os dije en otro tiempo; y tened cuidado, Eugenio, de no confundir lo que es desaparecer, como por ejemplo el humo o la llama, con lo que es no existir en este mundo en parte alguna, o reducirse a nada; porque el humo o la pólvora desaparecen cuando de tal suerte se disipan sus partes, que no se ven.

Eugenio

Habéis hecho bien en prevenírmelo.

Teodosio

Advertid también que este modo de destruir no es verdaderamente quitar el ser, en rigor no es más que separar lo que estaba junto; y esta es la gran diferencia que hay del brazo de Dios al de las criaturas, que Dios destruye quitando el ser, las criaturas destruyen separando una cosa de otra, como se ve destruyendo un reloj. Pero de este modo no se pueden destruir aquellas cosas que no constan de partes, como nuestra alma, que es espiritual y simple, y no consta de partes distintas; por cuya razón no se puede descomponer como las cosas materiales, separándose partes de partes; sólo puede deshacerse pereciendo toda enteramente, y esto es aniquilarse, lo cual sólo Dios puede hacer (bien que nunca lo hará obrando sin milagro, porque no destruye criatura alguna de las que produjo). Esto sea dicho de paso, que no es del presente instituto, pero sirve de argumento para el asunto que tratamos. Ahora, pues, el concilio Lateranense V en la sesión 8, si no me engaño, manda a los profesores de Filosofía, que enseñen doctrinas acomodadas para responder a los argumentos que los que niegan la inmortalidad de nuestra alma forman contra ella. Pero yo no sé qué respuesta les ha de dar quien admitiere alma espiritual e inmortal en los brutos, porque la inmortalidad en nuestra alma por razón natural sólo se puede probar, a mi entender, por su espiritualidad; y siendo la de los brutos también espiritual, y enteramente libre de materia, resulta por semejante argumento inmortal, por cuanto ninguna criatura tiene poder para destruir un ser espiritual, el cual no puede deshacerse por separación de las partes a causa de que no las tiene: y de este modo, o hemos de conceder alma inmortal a los brutos, o decir que no hay argumento para probar por la razón natural la inmortalidad de nuestra alma, que son dos absurdos horrendos; y sólo podemos evadirnos de ellos (según lo que alcanzo) negando la espiritualidad del alma de los brutos.

Silvio

Disputar sobre esa razón que tocáis pertenece a la metafísica; mas si el alma de los brutos fuese espiritual y constase de muchas partes espirituales, bien podría perecer separándose una de otra, y de este modo sería mortal sin aniquilarse.

Teodosio

Ni aún de ese modo se sale de la dificultad: esas partes del alma del bruto habían de ser inmortales, porque cada una de ellas era simple: ¿qué importa, pues, que se diga que el alma de los brutos es mortal, si muerta ella o desbaratada quedan muchas almas espirituales e inmortales? En cada una de estas partes del alma del bruto hago yo el mismo argumento que en el alma toda; y para evitar un absurdo es preciso admitir muchos. Fuera de que esas partes del alma por lo menos una había de ser inteligente, porque así como de muchos ciegos juntos no puede resultar un congreso que vea, ni de muchos insensatos una junta que discurra bien; de la misma suerte de muchas partes totalmente privadas de percepción e inteligencia no puede resultar alma inteligente. Esto de percibir no proviene de unión o conjunción, así como nace la comunicación del movimiento de unas partes a otras, en lo cual está todo el mecanismo de la sensación corpórea de los animales con que algunos podrían equivocarse: luego si ninguna de las partes de por sí percibe, tampoco todas juntas pueden percibir; y por consiguiente por lo menos una parte de esa alma del bruto debe ser inteligente; y siendo, como queda probado, simple e inmortal, tenemos la misma dificultad en casa. Además de que las causas corpóreas no tenían fuerza para separar entre sí las partes espirituales de esta alma; porque ¿cómo ha de separar el cuerpo entre sí dos cosas que son puros espíritus? Con que por este discurso segura estaba el alma de los brutos de que la destruyesen.

Silvio

Puede decirse que por ley establecida de Dios de tal suerte estaba atada esta alma a las diversas partes del cuerpo, que separados los miembros del cuerpo unos de otros, se separasen también entre sí las partes de que consta el alma, y así quedaría ella deshecha del mismo modo que el cuerpo.

Teodosio

Todo os lo concederé; pero queda en pie la dificultad: ¿y dónde guardáis esos pedazos del alma, siendo cada uno de ellos espiritual, simple, inmortal e inteligente? ¿Y para qué fin los guardáis? Los miembros del bruto despedazados sabéis muy bien dónde quedan, y para qué fin; pero del alma espiritual que les dais no sé qué queréis hacer; sólo pueden servir para alguna trasmigración beluina. Pero dejemos ya este punto. Allá podréis meditar a solas y despacio sobre estos argumentos.

Eugenio

Bastante probado queda que no puede ser espiritual el alma de los brutos. Pero creed, Teodosio, que a primera vista me agradaba mucho esta opinión.

Teodosio

Quiero de paso referiros otra muy extravagante, a la que asintieron algunos ingenios traviesos, los cuales dijeron que las almas de los brutos eran demonios.

Silvio

No he oído en mi vida despropósito más digno de risa.

Teodosio

Pues ahora os diré el discurso que formaban: las almas de los brutos no son pura materia (como quieren los cartesianos) por las razones que el vulgo alega: tampoco son materiales, sin constar de materia, por las razones que en otra ocasión os dije. Luego son espirituales, no de la especie de las nuestras; luego son ángeles, pues no nos consta que haya otra clase de espíritus sino almas de hombres o ángeles; y como es cosa impropia decir que los ángeles buenos son el alma de los brutos, no resta sino que lo sean demonios o ángeles malos.

Eugenio

Ved aquí lo que se sigue de raciocinios fundados en principios falsos que se tienen por verdaderos.

Silvio

Semejantes opiniones sólo se impugnan bien con una carcajada, y con no hablar sobre ellas siquiera una palabra.

Teodosio

Pues si así lo queréis, estoy contento; y quede sentado que el alma de los brutos no es espiritual, que es el punto que por ahora tratábamos.

 
§. II.

Que el alma de los brutos debe ser pura materia

Eugenio

Quien os oyese discurrir sobre el asunto presente, exagerando la sagacidad y astucia de las acciones de los brutos, no se podría persuadir a que les habíais de negar el alma espiritual.

Silvio

Y mucho menos se creería que les había de dar por alma un poco de materia, que es totalmente incapaz de conocimiento ni dirección de operaciones. Si por lo menos, ya que material, fuese un alma distinta de la materia, menos dura sería vuestra sentencia.

Teodosio

Si yo no hubiese tratado ya largamente este punto con vosotros mismos en otra ocasión, mucho tenía que decir; no obstante tocaré de paso algunas cosas de las más principales. Yo de los tres que aquí estamos soy el mayor elogiador de las astucias de los brutos, y del juicio que aparece en sus acciones; y por eso mismo (reparad), por eso mismo les atribuyo una alma que sea pura materia; porque este discurso que formo a mí me hace gran fuerza, y creo que se la hará a todos los que quieran juzgar sin pasión en esta materia.

Silvio

¿Y qué discurso es?

Teodosio

Todos convienen como poco ha he dicho, en que es imposible que por puro acaso salgan las cosas perfectamente coordinadas y dispuestas con hermosa proporción y armonía, principalmente siendo una armonía constante. Con este argumento se prueba contra los ateístas la existencia de Dios, por cuanto si no hubiese una sabiduría suprema que gobernase y dispusiese toda esta fábrica del universo, era imposible que un mero acaso y una tumultuaria disposición de la materia hiciese este mundo tan hermoso como lo vemos. Ahora bien, de aquí pruebo yo que las acciones de los brutos tan bien dispuestas entre sí, y con tan admirable proporción entre sus fines y los medios para conseguirlos, es totalmente imposible que se hagan por acaso y sin una causa inteligente que coordine y proporcione medios con fines y unas acciones con otras, de suerte que resulte una larga serie de movimientos conducentes y proporcionados. Esta causa o es propia del bruto, y parte que le constituye, o es cosa ajena y distinta de él. Si dijeren lo primero, se sigue que hasta la más vil sabandija tiene una alma, que, como llevo dicho, es espiritual y capaz de conocer todas esas proporciones con las utilidades futuras, y todos esos daños venideros que tira a evitar &c., lo cual no puede decirse, como queda probado: luego la causa sabia e inteligente que dispone toda esta armonía de operaciones es cosa distinta del bruto; al modo que la causa inteligente que dispone y arregla los movimientos del reloj es cosa distinta de él, porque es el relojero. Siendo así que la causa a quien se atribuye la bella armonía con que las acciones de bruto están dispuestas, es muy ajena del mismo bruto, es superfluo dar a este no sólo alma espiritual, más ni aún esa alma material distinta de toda la materia que quieren poner los peripatéticos; pues ella ciertamente no hace efecto alguno que no pueda ser producido por un poco de materia; a saber, los espíritus animales. Porque para salir los movimientos arreglados y bien dispuestos basta una causa inteligente que los dirija, y otra que mueva la materia; del mismo modo que en el reloj solamente hay dos causas de sus movimientos, una dentro de él, que mueve las ruedas, y son las pesas o el muelle; otra fuera, la cual arregla los movimientos, y es el relojero. Luego también en el bruto para que sus movimientos salgan bien regulados bastará una causa propia e interna que mueva los miembros, y esta sea pura materia; otra distinta y ajena que los ordene, y esta es el supremo Artífice, el cual de tal suerte formó la gran máquina del cuerpo animal, que sus movimientos saliesen bien arreglados, de la manera que ya os expliqué largamente en otra ocasión (I. Tom. II, tarde IX.).

Eugenio

Ese vuestro discurso a la verdad me convence a pesar de la natural repugnancia que siento en convenir con vos a causa de la idea que habitualmente formamos de que siendo nuestras obras semejantes a las de los brutos, también lo serán de algún modo las causas de ellas; pero me veo apretado de tan grandes dificultades, que no tengo otro remedio sino seguir vuestra sentencia, porque o he de decir que las obras sagacísimas de los brutos son hechas por acaso sin haber causa sabia que las gobierne, y este es un absurdo, o he de afirmar que esta causa sabia, inteligente, discursiva, y también inmortal y libre, es parte del bruto, lo cual también es absurdo; o en fin de confesar que es cosa distinta de él, y así basta que el bruto tenga en sí una causa, que mueva los miembros conforme a la disposición de la suprema causa que ordenó sus movimientos en la construcción de esta máquina del cuerpo del animal; y esto es lo que vos decís. ¿Qué os parece, Silvio?

Silvio

Ya he dicho en otra ocasión lo que me parecía de esta sentencia: ¿para qué queréis renovar ahora la cuestión? Remítome a lo que entonces dije, y Teodosio por su parte hace lo mismo.

Teodosio

Es así, porque no gusto de repetir una cosa muchas veces: pasemos a otros puntos.

 
§. III.

De la sensibilidad de los brutos

Eugenio

Lo que más dificultad causa por lo común a quien oye vuestra sentencia es lo que toca a la sensación, porque diciendo que toda la industria de los brutos no procede de principio intrínseco, y que su alma es mera materia, parece que no puede sentir.

Teodosio

Ya os dije lo que hay en este punto, y lo resumo en pocas palabras. En nosotros hay dos sustancias, alma y cuerpo: ambas obran cuando sentimos: en el cuerpo hay primeramente el movimiento en el órgano externo, v. g. el tacto; después se sigue el trasfundirse y comunicarse el movimiento hasta el cerebro, y causar su impresión en el sentido común o imaginativa (ahora ya veréis estas cosas con otra luz después que hemos tratado de la anatomía y de los sentidos del hombre); pero como nuestra alma está ligada con el cuerpo mientras vivimos, por ley divina, o de otro cualquier modo (conforme a diversas sentencias), a esta impresión del cerebro se sigue un acto espiritual del alma, con que ella percibe el mismo objeto que está acá fuera, y le excitó la impresión en el sentido externo, y después en el cerebro. Todo esto pasa en nosotros cuando percibimos un golpe, o cualquier tocamiento, o el objeto de otros sentidos, y en esto no debe haber controversia. Por tanto, cualquier acto de sensación en nosotros necesariamente consta de dos actos, uno que pertenece a los sentidos externos e internos, otro que corresponde al alma, y este es espiritual, y con él percibe nuestra alma, y es sabedora de lo que pasa en los sentidos externos; ni jamás podrá el alma, que es espiritual, sentir o tener noticia del objeto que toca en el sentido externo sino por acto suyo espiritual. Esto es certísimo, si no me engaño. El alma espiritual no puede conocer nada sin tener acto espiritual con que conocer; y como la sensación es acto con que el alma conoce el objeto, debe ser acto espiritual.

Silvio

No tengo duda alguna.

Teodosio

Bien está. Sentado esto, es imposible que donde no hubiere alma espiritual haya sensación semejante a la nuestra, pues, como ya he dicho, nuestra sensación es acto espiritual de nuestra alma; y como no podemos decir que en los brutos hay alma espiritual, según lo que dejo probado, se sigue que ni vosotros ni filósofo alguno puede decir que la sensación de los brutos es semejante a la nuestra.

Silvio

No decimos que es semejante del todo sino casi semejante.

Teodosio

Yo no sé como una cosa espiritual pueda ser casi semejante a otra que no lo es. Nuestra sensación confesáis que es acto espiritual del alma, y en los brutos confesáis que no es ni puede ser espiritual; luego sólo pueden ser tan semejantes entre sí las dos sensaciones como lo son el espíritu y una piedra, u otra cualquiera cosa que no sea espiritual.

Eugenio

¿Pero cómo es esta sensación de los brutos?

Teodosio

Voy a decíroslo: en nosotros, como ya os he dicho, cuando percibimos algún objeto, no sólo tiene el alma un acto suyo con que percibe, sino que también en los órganos del cuerpo hay movimientos con que el objeto externo se hace presente en el cerebro, y causa su impresión en él. Todo esto que hay en nosotros tocante al movimiento de los órganos del cuerpo lo hay también en los brutos, porque como sus sentidos externos tienen sustancialmente la misma estructura que los nuestros, y como los nervios que van a su cerebro no se diferencian mucho de los nuestros, se sigue que el objeto externo ha de hacer semejante imagen e impresión tanto en nuestros ojos como en los de un bruto, y que esta del mismo modo se ha de comunicar al cerebro de un bruto que al nuestro. Ved aquí lo que es la sensación del bruto: es como la nuestra, a excepción del acto del alma, que es lo principal.

Eugenio

Pero los efectos de una y otra son los mismos.

Teodosio

No hay duda que los movimientos de los miembros que suelen nacer de la sensación tienen mucha semejanza en nosotros y en los brutos; pero de aquí no se sigue que la sensación es semejante en un todo, pues muchas veces de causas bastante diversas nacen efectos parecidos. De hambre y de hartura se puede morir, sin que podamos argüir que siendo semejantes los efectos de la muerte, que son frialdad, corrupción &c., también fue semejante su causa. El supremo Autor del universo, a cuya providencia pertenecía hacer que el bruto conservase su vida, dispuso que sin intervención del alma espiritual que en nosotros hay, luego e inmediatamente de las impresiones del cerebro que procedieron de los sentidos externos naciesen los movimientos de los miembros, semejantes a los que en nosotros se ejecutan por mandado del alma. Séame lícito usar de una comparación. En una casa bien gobernada acostumbra el dueño de ella a estar en su gabinete, y tener criados que le van a dar parte de quién viene, y conforme a esta noticia prescribe a sus domésticos lo que han de hacer. Del mismo modo sucede en esta casa del cuerpo humano: el alma que lo gobierna reside en el cerebro: los espíritus animales que están en los sentidos externos sirven como de pajes a nuestra alma, llevándole aviso de quien llega a la puerta de su casa, que son los mismos sentidos, a donde los objetos en cierto modo llaman para hacer la impresión (permítaseme este modo de hablar en una conversación de amigos). Con el aviso que el alma recibe de la llegada de los objetos a los sentidos externos, determina el movimiento de los miembros que es conveniente, los cuales yo comparo a los oficiales de esta noble casa, a quienes toca ejecutar las órdenes y determinaciones que la señora, esto es el alma, juzga ser más convenientes en este o en aquel caso. Esto supuesto, podemos explicar del modo que la materia lo permite cómo en los brutos, sin haber alma inteligente, pueden los movimientos de los miembros corresponder a las impresiones de los sentidos, y de una manera muy semejante a la que sucede en nosotros; por cuanto Dios podía disponer de tal suerte la organización de su cerebro, que después de esta impresión en los ojos, por ejemplo, se siga aquel mismo movimiento en los miembros que el alma racional mandaría hacer si allí la hubiese. Si no os desagrada la comparación usaré otra vez de ella.

Eugenio

Yo hallo en ella mucha luz para la inteligencia que busco.

Teodosio

Bien sabéis que el dueño de la casa si al salir a la calle deja en ella quien pueda resolver lo que fuere preciso en las varias ocurrencias, no dispone nada, ni ordena que llegando a la puerta este o aquel hombre se haga ésto o aquéllo; pero si en casa no queda persona capaz de estas determinaciones, él mismo manda que si llegare este hombre se haga esto, y si viniere el otro se ejecute otra cosa &c.; de suerte que sin determinación nueva de allí a muchas horas apenas llega tal persona se sigue tal efecto, el mismo que se seguiría si estuviese presente el dueño de la casa. Vamos ahora a la aplicación. En la casa del cuerpo humano, como Dios cuando le formó dejaba dentro de ella alma inteligente, capaz de determinar movimientos convenientes conforme a la diversa ocurrencia de los objetos que hiciesen impresión en los sentidos, no determinó ni dispuso de tal manera sus órganos, que a esta impresión se siguiese determinadamente este movimiento, a aquella otro diverso, porque allá dentro había alma inteligente que sabía lo que convenía, la cual podía disponer esos movimientos. Pero en el bruto al formarlo como vio que dentro de él no había causa que bastase para conocer las ocurrencias y los peligros, ni capaz de determinar los movimientos convenientes a las circunstancias, determinólos él, y dispuso que a esta impresión de los sentidos se siguiese este movimiento, v.g. el de huir, a otra diversa impresión se siguiese luego otro movimiento diverso &c., que son aquellos mismos que en estos casos mandaría hacer una alma muy ingeniosa e inteligente si la hubiese.

Eugenio

De ese modo se entiende bien cómo dos brutos sin alma espiritual ejecutan algunas acciones mucho más astutas y sagaces que nosotros teniéndola, y es que Dios, viendo que ellos no podían determinar cosa alguna con acierto, determinó por sí las acciones que debían corresponder a las sensaciones.

Teodosio

Digo que las determinó, no con precepto, como lo hacemos nosotros cuando salimos de nuestras cosas, sino disponiendo de tal suerte la máquina del cuerpo del bruto, que a esta impresión hecha en el sentido externo por el objeto corresponda mecánicamente esta acción determinada, que es la que conviene.

Silvio

Esas cosas dichas y explicadas así son muy claras, y parecen muy conformes a razón; pero prácticamente tomara yo que me explicaseis por qué el perro cuando ve la perdiz se para hasta que llega el cazador, y otras cosas semejantes a esta.

Teodosio

Si me concedéis que este discurso, hablando en general, es bueno, no pretendo más, porque no es posible, ni tampoco preciso, explicar cómo se mueven los espíritus animales, y qué fibras se excitan, o cómo se hace el paso a los nervios para el movimiento de los miembros &c. Pongamos un ejemplo: si un rústico os dijese que en la torre de una iglesia siempre había gente, dando por razón el ver que continuamente se movía la mano del reloj, y que a ciertos tiempos daban diversas campanadas según el tiempo iba corriendo, y a determinadas horas tocaban minuetes muy ajustados y a compás, le dirías que de noche no había gente dentro de la torre; pero que todos esos movimientos estaban dispuestos en la fábrica del reloj. Y si él os pidiese que le explicaseis prácticamente qué hierros se movían para dar las dos y después las tres, y para tocar un minuete muy ajustado, como también la razón de otros efectos en particular, creo que no os juzgaríais obligado a explicarle por menor la causa de tales efectos, pues no sois relojero, ni tal vez sabéis la fábrica del reloj; y con todo eso ningún hombre de juicio os podría instar diciendo que pues no sabíais explicar cada efecto en particular, no podíais decir que ellos procedían meramente de la organización del reloj sin que dentro de él hubiese persona que los dirigiese. ¿Podéis negar esto?

Silvio

No.

Teodosio

Pues en nuestro caso la respuesta es muy semejante. Yo sé por las razones que he ponderado que todas las acciones bien reguladas que hay en el bruto son dirigidas por una causa inteligente, y que esta no está dentro del bruto como forma: de aquí infiero que está fuera, y dentro de él sólo hay principio de movimiento y tal disposición de órganos, que a una impresión de objetos externos corresponda una acción, y a otro objeto otra. Pero como yo no veo la máquina por dentro, no sé en particular el movimiento de fibras que es preciso para este o aquel efecto en estas o en aquellas circunstancias. Tengo respondido a vuestra réplica. Concluyendo ahora el discurso que formábamos, digo que no es argumento tan fuerte como os parecía, para probar que la sensación en los brutos es semejante a la nuestra el ver que nacen de ella acciones muy semejantes a las nuestras.

Eugenio

Yo confieso que hallaba en él una gran fuerza; pero ahora se me desvaneció totalmente. ¿Qué decís, Silvio?

Silvio

No niego que absolutamente puede ser lo que Teodosio dice; pero es un modo de discurrir violento: el entendimiento se inclina más naturalmente a la opinión vulgar.

Teodosio

¿Y cómo puede naturalmente inclinarse supuesto lo que queda dicho? ¿Por ventura no sentáis como cosa cierta que nuestra sensación es un acto espiritual del alma excitado por movimientos de los sentidos y del cerebro?

Silvio

Tengo eso por cierto.

Teodosio

¿Admitís acaso en el bruto alma que sea espiritual?

Silvio

De ningún modo, supuestas vuestras razones.

Teodosio

Luego ¿cómo puede ser natural el discurso de quien dice que la sensación en los brutos es semejante a la nuestra? Pero no quiero repetir lo que ya dije: seguid lo que os pareciere más natural, que yo tengo expuesto mi pensamiento.

Eugenio

En conclusión, ¿qué me decís de la sensación de los brutos?

Teodosio

Digo que si hablamos de la sensación que nosotros tenemos completamente, no es ni puede ser semejante a la de ellos; pero si hablamos de la sensación incompleta, que sólo se forma en los órganos de los sentidos corpóreos, digo que su sensación es en un todo parecida a la nuestra. Ellos ven como nosotros, oyen como nosotros &c., y en muchos es más perfecta la sensación, porque los órganos de los sentidos externos son más delicados. Por tanto es preciso para apurar esta cuestión de la sensación de los brutos saber primero qué es lo que entendéis por esta palabra sentir: si entendéis una percepción de los objetos (semejante a la que nosotros tenemos) mediante el órgano del sentido externo, digo que es cierto y certísimo que el bruto no siente ni puede sentir así. Pero si por esta palabra sentir entendéis solamente lo que pasa en nuestros órganos de los ojos, oídos &c., y en el cerebro cuando ocurren sus objetos propios de los sentidos, y están a la debida distancia; entonces digo que también es cierto y certísimo que los brutos sienten, y sienten como nosotros; porque la fábrica de los órganos sustancialmente es la misma, y se ha de hacer semejante impresión en ellos, y semejante comunicación hasta el cerebro. De este modo se concuerdan las sentencias de los modernos que parecen opuestas. Los que dicen que los brutos no sienten, por esta palabra sentir entienden una percepción del alma que conoce el objeto mediante la impresión en el órgano del sentido externo; y como los brutos no tienen alma capaz de percepción no sienten. Mas los que dicen que los brutos sienten, por esta palabra sentir entienden el hacerse presente el objeto exterior al principio del movimiento que hay dentro del animal, mediando la impresión del sentido externo; y esto igualmente lo hay en los hombres y en los brutos, y de este modo igualmente es verdad el decir de unos y otros que sienten; porque el principio del movimiento en nosotros es el alma espiritual, y en los brutos lo son los espíritus animales, los cuales, así como el alma, residen en el cerebro, y allí se les comunica la impresión que el objeto hace en la retina de los ojos, tanto en los brutos como en los hombres; y lo mismo digo de los otros sentidos. Ved aquí lo que os puedo decir sobre la sensación de los brutos, y me parece que en esto se resumen todos los discursos, todas las opiniones, y todo lo demás fuera de esto, como lo de instinto, discurso material, alma sensitiva, y otros muchos términos, creo yo que son voces que al parecer dicen alguna cosa, y si queremos explicarlas clara y distintamente vemos que no dicen nada. Así que no obligo a nadie a que concuerde conmigo, sólo digo claramente lo que entiendo. Vamos adelante.

Eugenio

Pues pasemos ahora a su memoria y a su racionalidad.

 
§. IV.

De la memoria de los brutos y su racionalidad

Teodosio

Para formar concepto de la memoria de los brutos es menester saber que en el hombre hay memoria material, que es uno como depósito o almacén de los vestigios e impresiones que se comunicaron desde los sentidos externos, y además hay memoria formal o actual, o por otro nombre una recordación de ese tal objeto, la cual es un acto espiritual del alma con que percibe y conoce de nuevo aquel objeto de que se acuerda. Por ejemplo: estuve en París, y sé muy bien cómo es el hospital de los inválidos v.g.; pero cuando me hablan de negocio o de otra cuestión de física no me acuerdo de tal hospital, ni de París, ni de otra cosa, sino de la cuestión en que estoy empeñado y embebido. En este caso tengo memoria material de París y del hospital, porque si me hablan de él, luego me acuerdo; lo que no me sucedería si hablasen de algún edificio célebre de Turquía, de que nunca tuve noticia por la vista ni por lectura. Pero mientras estoy distraído en aquella cuestión de física no tengo memoria actual de París. Mas he aquí que me hablasteis de ella, o que encuentro a un amigo a quien traté allá; ya entonces no sólo tengo memoria material, sino también memoria formal o recuerdo. Esto supuesto, queda claro que cuando un hombre se acuerda de lo pasado, tiene un acto espiritual del alma excitado por el impulso que los espíritus animales hacen en los vestigios o huellas del cerebro o de la memoria material. En el bruto no hay ni puede haber acto espiritual; pero hay todo lo que el hombre tiene de memoria material, y los vestigios se conservan del mismo modo, y también del mismo modo tropiezan los espíritus animales con los vestigios antiguos: la diferencia sólo está en que en el hombre cuando los espíritus dan en los vestigios, excitan al alma para un nuevo acto espiritual de percepción o recuerdo, y a causa de esta percepción el alma libremente dispone diversos movimientos que conducen a varios fines. Pero en los brutos apenas se excitan los vestigios se siguen aquellos movimientos de los miembros, que el autor de estas máquinas vio que eran convenientes. Por lo cual en lo que toca a las impresiones y vestigios del cerebro en que consiste nuestra memoria, y a los movimientos que nacen de renovarse estos vestigios, ninguna diferencia hay entre la memoria del hombre y la del bruto; pero en lo que mira a la percepción del alma claro es que la hay y grande.

Eugenio

Ese discurso se conforma con la razón y con la experiencia.

Silvio

Según los principios establecidos parece corriente. ¿Mas qué me decís de su imaginación y fantasía?

Teodosio

Si llamamos imaginación la virtud de pintar los objetos ausentes, como nosotros lo hacemos en la ociosidad cuando nos representamos jardines y bosques muy distantes, tengo por cierto que se debe conceder a los brutos una imaginación muy parecida a la nuestra; porque como la sustancia del cerebro en ellos es tan capaz como en nosotros de recibir los vestigios de los objetos que vienen por los nervios de los sentidos externos, y como por otra parte los espíritus animales, dando en ellos hacen impresión semejante a la que causan en los hombres, es manifiesto que se puede pintar en el cerebro del bruto la imagen del objeto ausente, así como se representa en el nuestro. No hay más diferencia que la de que nosotros libremente formamos esta pintura, y los brutos no tienen libertad para eso. De aquí se infiere que los brutos durmiendo puede ser que sueñen como los hombres, tropezando los espíritus animales con los vestigios del mismo modo que en nosotros sucede.

Eugenio

Los perros cuando duermen muchas veces dan señales de estar soñando bastante parecidas a las que nosotros exteriormente solemos dar cuando soñamos.

Teodosio

No rehusaré conceder que sueñan, pues tienen una imaginación muy semejante a la nuestra. Pero por lo que mira a la fantasía tiene más dificultad la respuesta, si entendemos por fantasía una facultad de componer y forjar dentro de la cabeza pinturas de objetos que nunca existieron, juntando o separando cosas que nunca estuvieron juntas o separadas. Pongamos por ejemplo un hombre con cabeza de águila, o un diamante del tamaño de esta casa &c., en nosotros sucede esto juntando el alma de un modo maravilloso los vestigios que están separados, o separando diversas partes de un mismo vestigio; pero los brutos no sé yo si juntan ni si separan estas imágenes, porque las obras que ellos hacen no me parece que necesitan de eso, ni nosotros tenemos fundamento que nos obligue a concederles esta virtud.

Silvio

Todo eso lo explicamos nosotros por nuestras especies impresas; pero estas doctrinas no pertenecen a la física sino a la animástica, y son puntos muy delicados.

Eugenio

Pues siendo así, no son para mi corta capacidad; ¿pero qué concepto debo yo formar, Teodosio, de la virtud discursiva de los brutos? ¿He de negársela o concedérsela? Ya sospecho lo que me podréis decir; pero quiero oír vuestro parecer claramente.

Teodosio

Ya os he dicho que en los brutos no había alma espiritual; y no habiéndola, es para mí imposible que en ellos haya discurso. Daré la razón: no puede haber discurso sin que haya alguna conexión o enlace y parentesco entre dos objetos para que podamos inferir el uno del otro: por eso decimos con el discurso: por las ventanas de este edificio sale mucho humo, luego dentro hay un incendio, porque tiene gran conexión el humo con el fuego; y no discurriríamos bien si dijéramos: sale humo por las ventanas, luego en Turquía hubo hambre, porque no hay conexión ni parentesco entre estas dos cosas.

Silvio

No os canséis en probar eso, porque es doctrina constante y asentada.

Teodosio

También es cierto que aunque haya conexión entre dos objetos, si nosotros no la percibimos es imposible que discurramos sobre ellos; porque el no haber conexión y no conocerla nosotros viene a ser una misma cosa.

Silvio

También convengo en eso y sin escrúpulo.

Teodosio

Añado ahora que la conexión entre dos objetos no se puede percibir por ningún sentido externo, porque los ojos sólo perciben lo que es luz o tiene color, los oídos sólo perciben el sonido &c., y como la conexión no tiene color, ni sonido, ni sabor &c., no pueden percibirla los sentidos exteriores, y por consiguiente ni el alma del bruto tampoco, porque esta no tiene noticia sino de lo que le entra por los sentidos externos en el sistema que hasta aquí os he explicado; ni en el de Silvio tampoco lo podrá percibir, porque la conexión (como dicen los peripatéticos) es cosa espiritual, y bien veis vos que un alma que no fuere espiritual no puede percibir un objeto que lo es; y siendo esto así, no puede el alma de los brutos percibir la conexión entre dos objetos; y no percibiéndola ¿quién podrá persuadirse a que ellos pueden discurrir? particularmente cuando la conexión fuere entre una cosa presente y otra futura, la cual no se ve ni se vio, como cuando el perro huye del golpe que le pueden dar, cuando la hormiga precave el daño que puede seguírsele de entallecerse el trigo &c. Añadid que los hombres conocen los futuros por la semejanza con alguna cosa pasada: teme el muchacho los golpes en circunstancias semejantes a aquellas en que ya los experimentó; pero el bruto muchas veces teme y huye del daño que no experimentó jamás. El pollo de gallina que teniendo pocos días de vida corre por todas partes, aunque vea a los patos saltar en la laguna, no por eso salta él, sin embargo de no tener aún experiencia del daño que de echarse en el agua podía seguírsele: ¿y quién negará al pollo discurso en este caso sin negarlo a los demás brutos en otros semejantes? Mas si se lo concedemos es preciso confesar que conoce la conexión que hay entre el agua y la muerte, siendo así que no experimentó aún ni uno ni otro. Y aquí tenemos una alma que no siendo espiritual conoce futuros condicionados y conexiones entre ellos, que según la doctrina de los peripatéticos es objeto espiritual, lo que parece imposible.

Silvio

Nosotros no decimos que los brutos no conocen las conexiones por lo mismo que ellas son objetos espirituales.

Teodosio

Pues de esa manera es manifiesto que los brutos no pueden discurrir de ningún modo, porque todo discurso requiere esencialmente conocer la conexión que hay entre dos objetos.

Eugenio

Pero los apasionados por el discurso de los brutos, sean o no sean peripatéticos, dirán que conocen esas conexiones.

Teodosio

Digo que es imposible que un alma material conozca una cosa que no cabe en los sentidos externos. Os ruego, Eugenio, que os desnudéis de todo el concepto que tenéis formado, y mirando atentamente a lo que voy a decir, dejaos llevar de la fuerza de este discurso. Si un niño que tiene alma espiritual no conoce la conexión que hay entre el jugar con una navaja, y el dolor que ha de seguírsele si se hiciere; si un hombre que discurre muchas veces no advierte la conexión entre dos objetos, que tal vez la tienen bastante notable, y por eso cae en los peligros, ¿cómo queréis que un pollo que pocos días hace que salió del cascarón, sin experiencia alguna, perciba la conexión del objeto presente con los daños venideros? v.g. la conexión entre el agua del charco y la muerte, o el frío, o cualquier otro daño que se le puede seguir, al mismo tiempo que los patos que andaban juntos con él saltan en el agua, y no dan señal de que reciben molestia, antes la dan de que les sirve de regalo. ¿Cómo puede un alma material contra la experiencia advertir la conexión entre objetos que nunca experimentó, cuando ni el niño con alma espiritual, y a veces ni el hombre hecho conoce otras conexiones? Fuera de que el alma material, ya que no sea materia, siempre es del mismo orden y de la misma esfera que la materia; luego si a la materia no se le da, ni se le puede dar este conocimiento, ¿cómo se le ha de conceder al alma material? Pero este argumento ya lo toqué en otro tiempo.

Eugenio

Bien me acuerdo.

Teodosio

Otra razón se me ocurre ahora, Silvio, contra esos que quieren dar discurso a los brutos con alma material. Este discurso ha de ser forzosamente capaz de gobernar las acciones que le indican y le están inculcando. Pues ved ahora: si decimos que una alma puramente material puede conocer las conexiones precisas para dirigir acciones sumamente arregladas como las que vemos en los brutos, ¿qué habremos de responder a los herejes que dijeren que en el hombre no hay alma espiritual ni inmortal, sino sólo material como en los brutos?

Silvio

Lo mismo que habréis de responderles si ellos dijeren que nuestra alma es pura materia, y que nosotros somos unas máquinas como los brutos.

Teodosio

Habéis instado bien; pero oíd mi respuesta, y veremos si podrán valerse de ella los defensores del discurso de los brutos. Yo pruebo que en el hombre hay alma espiritual, porque sé que discurro y que gobierno mis acciones: sé que percibo la conexión que hay entre un objeto nocivo y el daño que me puede causar, entre otro objeto útil y el bien que de él me puede resultar: sé que busco este objeto, porque conozco su utilidad, y porque quiero, y que huyo del otro, porque quiero, y porque percibo que es nocivo, lo cual no puede caber en alma que no sea espiritual. Por tanto, estoy seguro de que no soy pura máquina, en la cual todos los movimientos arreglados son dirigidos por otro: sé que yo los gobierno, y por lo que veo en los demás hombres, por los argumentos que ellos me ponen disputando conmigo, por las respuestas que me dan, por la entera semejanza que conmigo tienen, hago juicio que son como yo, y que conocen la razón de lo que hacen y de lo que dicen, y por consiguiente que tienen un alma espiritual como la mía. Ved aquí cómo he de responder a quien me dijere que los hombres son puras máquinas como los brutos. Pero veamos ahora cómo respondéis vos, o los que defienden el discurso de los brutos, al argumento que contra ellos formo: ellos dicen que el bruto discurre para obrar con acierto, que conoce la razón de lo que hace, y por qué lo hace, los daños que tira a evitar, y los medios que pueden tener proporción con ello, y lo que muchas veces puede acontecer para en adelante si no aplicaren estas o aquellas cautelas. Todo esto es precisamente necesario si ellos gobiernan sus acciones, y sin embargo tienen alma material que muere con ellos. Luego, ¿qué más fundamento halláis para decir que tenéis en vos mismo una alma espiritual, inmortal &c.?

Silvio

Responderé que yo sé que tengo alma espiritual porque conozco las conexiones de los objetos.

Teodosio

También los brutos las conocen en la opinión de los que dicen que discurren.

Silvio

No: que yo sé que las conozco de un modo perfecto.

Teodosio

También de ese modo perfecto las conocen ellos. Mirad: vos conocéis las conexiones del modo que es preciso para evitar con los medios que ponéis los daños futuros que sobrevendrían; de suerte que si os faltase el conocimiento que ahora tenéis, ya no gobernaríais bien vuestras acciones. Luego si los brutos dirigen sus acciones, precaviendo con los remedios presentes los daños futuros tan astutamente como vos, es cierto y certísimo que tienen el conocimiento de las conexiones que es preciso para eso, y por consiguiente que si para ese movimiento y discurso basta un alma material, también bastará en vos. En una palabra, vos por vuestra experiencia sólo sabéis que conocéis los objetos y las razones porque obráis; por ella no sabéis otra cosa en lo que toca a vuestro discurso. De ahí podéis inferir y bien que vuestra alma es espiritual; mas entonces os veis obligado a una de dos cosas, o a negar que los brutos tienen conocimiento de las conexiones y de las razones que hay entre una acción y su fin, y negar que discurren, o concederles alma espiritual como en vos, lo cual ya queda impugnado.

Silvio

Sea lo que fuere, que yo no soy de los más apasionados por el discurso de los brutos: los que siguen esa opinión que se defiendan.

Teodosio

Ahora se me ocurre otro argumento, que persuade bastante que los brutos no tienen propiamente discurso, ni son ellos los que conocen la conexión que hay entre sus acciones bien reguladas. Todos los brutos, por más sagaces y astutos que sean, en aquellas acciones propias de su especie no muestran sagacidad alguna fuera de ellas: ninguna avispa labró jamás un panal de cera como las abejas, siendo así que también son sumamente industriosas: ningún pájaro fabricó hasta ahora nido diverso de los de su especie, y semejante a los de la ajena: cada especie tiene su modo particular de procurarse el sustento, y ninguna usa de otro. De suerte que aquellas conveniencias y utilidades que son manifiestas a todas las hormigas son ocultas a todos los demás insectos que no hacen graneros como ellas: las conveniencias y utilidades que son patentes a cualquier zorra, son ocultas a los otros animales que no obran como ellas. Pues ahora si los brutos tuviesen discurso propio y alma que conociese las conexiones, los daños futuros y la utilidad de los medios, parece imposible que esa alma tan perspicaz no previese las utilidades y daños que prevé cualquier bruto de otra especie, mayormente cuando los daños, las conexiones y utilidades son de un mismo género. ¿Creeríais fácilmente, Eugenio, que había hombres que veían piedras, y no podían ver metales aunque los tuviesen delante de los ojos?

Eugenio

Parece imposible.

Teodosio

Luego también lo debe parecer que las almas de los brutos sean inteligentes y capaces de percibir cuantas utilidades y conexiones hay en las obras de su especie, y no adviertan nada de las utilidades que perciben de los otros brutos, siendo los objetos, las conexiones y utilidades de la misma naturaleza y bastante semejantes. Pero poniendo el gobierno de las acciones del bruto en el discurso del Artífice supremo todo se compone y todo se entiende, porque esas máquinas no tienen ruedas sino para tales determinados efectos. Aún más: nosotros vemos que por poca habilidad que un hombre tenga, su propia experiencia le hace perfeccionar sus obras. ¿Qué comparación tienen los garrapatos que al principio hace un muchacho con la letra perfecta que forma después? Lo mismo se ve en cualquier arte. Por el contrario, los brutos nada adelantan con los años ni con la experiencia en aquellas obras que hacen por inclinación de su naturaleza (dejo aparte las que ejecutan por enseñanza de los hombres). Un enjambre de abejas nuevo hace los panales tan perfectos como las abejas viejas: los nidos de las aves nuevas en nada ceden a los de las antiguas. Aún no para aquí: después de tantos siglos como pasaron desde la creación del mundo nada han adelantado los brutos, siendo así que los hombres cada día adelantan. Luego, ¿dónde está el ingenio de los brutos? Dónde su entendimiento y discurso, el cual (si nos hemos de guiar por las acciones) debe admitirse mucho más perfecto que el de los hombres, como arriba queda dicho? Esta gran diferencia entre los hombres y los brutos persuade que su modo de obrar no es por los mismos trámites que el nuestro. El bruto apenas nace es tan sagaz, tan docto y tan juicioso como los brutos viejos que tienen una larga experiencia: los brutos de hoy son tan perfectos como lo fueron los primeros del mundo, y como lo serán los últimos al fin de los siglos. Los hombres no son así, luego no es el propio juicio y discurso de los brutos quien dirige sus acciones así como en el hombre, por más parecidas que sean a las nuestras. Pero de esta materia bastante he hablado: pasemos a otra.

Eugenio

En conclusión, Teodosio, ¿en qué quedamos sobre el discurso de los brutos?

Teodosio

En que todo su discurso está dividido (dejadme decirlo así) en dos partes: una está en ellos, otra en Dios: en los brutos está el discurso por lo que toca a los movimientos regulados con buena proporción: en Dios está el discurso por lo que mira a la coordinación de esos mismos movimientos, porque su sabiduría es quien penetra las conexiones precisas para arreglar la máquina, de suerte que los movimientos salgan bien proporcionados con los fines que Dios intentó. Bien así como el discurso que aparece en los relojes y otras máquinas humanas está parte en el artífice que le armó, y parte en las ruedas que ejecutan los movimientos. Y doy por concluida esta materia, que bastante nos hemos detenido en ella. Vamos a otro punto sustancial que hay hablando de los brutos en común.

 
§. V.

De la formación de los brutos en común,
y en primer lugar de los ovíparos

Silvio

¿Y a dónde dirigís ahora la conversación?

Teodosio

A explicar los admirables arcanos que el autor de la naturaleza depositó en la formación de los brutos. En dos clases, Eugenio, podemos distribuir todos los animales. En la primera juntemos todos los ovíparos, esto es, todos los que nacen de las madres encerrados y escondidos dentro de huevos, como son todas las aves: en la segunda clase coloquemos todos los vivíparos, como son los perros, los gatos y el hombre &c., porque cuando nacen ya vienen vivos y semejantes a los padres que los engendraron. En cuanto a los ovíparos no hay cosa más común que el nacimiento de los pollos de la gallina; pero si bien lo examinamos, pocas cosas hallaremos más admirables en toda la naturaleza.

Eugenio

Ya me ha enseñado la experiencia que en las cosas más triviales, y que cada día pasan por nuestras manos, depositó Dios los más admirables secretos de su sabiduría.

Teodosio

Lo que dijere de los pollos de gallina entiéndase dicho de todos los hijuelos de las aves, porque todos nacen de huevos como ellos, habiendo siempre alguna diferencia en sus especies. Pero vamos al punto. En el huevo fecundado aún antes que la gallina lo empolle, ya tenemos un pollo entero y formado, mas reducido a un espacio increíblemente pequeño. Ya sabéis que en el huevo hay dos cosas, que son la yema y la clara: la yema está casi en el medio, y la clara alrededor de ella: sepáranse por una telilla muy delgada. La clara verdaderamente es de dos clases: la que está más cerca de la yema es más espesa, y tiene su separación por medio de una telilla que la distingue de la otra parte más fluida. Síguese otra tela que rodea la clara, y viste interiormente la cáscara del huevo. Estas observaciones las debemos en gran parte al gran Marcelo Malpighio (I. Tract. de ovo incubato.), y también a Willughbi (2. Ornithol. lib. 1, cap. 3.). Además de esto hay unos ligamentos que unen o atan la yema a las dos extremidades del huevo, y la hacen estar sensiblemente en el medio. A su tiempo os diré el pasmoso artificio de estos ligamentos. Es de advertir que antes que la gallina ponga el huevo tiene en el ovario unos como racimos de uvas, cuyos granos son las yemas pequeñísimas que van creciendo sucesivamente, y al mismo paso van entrando en el útero de la gallina, donde se revisten de la clara y de la cáscara con que aparecen acá fuera. Después conoceréis mejor los fines del autor de la naturaleza en esta fábrica. Ahora habéis de saber que en la superficie de la yema siempre hay una como mota blanca, que llaman galladura. En esta hay a veces gran diferencia, porque si la gallina puso el huevo antes que el gallo la fecundase, la galladura vista y examinada con el microscopio contiene todos los órganos y miembros del pollo; pero tan pegados, encogidos y confusos, que todavía no aparece allí forma de pollo que se conozca. Mas cuando el huevo fue fecundado por el gallo, aquellos mismos órganos tienen aptitud para recibir un espíritu vital con que se desenvuelven y mueven de manera que el corazón comienza a palpitar, y el pollo recibe por el canal umbilical algún nutrimiento de la sustancia del huevo. Pero para esto es preciso mayor calor que lo fomente y ponga en buena disposición todas las partes del huevo, para que se muevan y nutran los delicadísimos miembros del pollo.

Silvio

Eso es para lo que la gallina los empolla, poniéndose de continuo sobre ellos, para comunicar su calor a los hijuelos encerrados en la más estrecha cárcel que se vio jamás.

Eugenio

Ya he oído yo decir (no sé si fue a vos, Teodosio), que también se sacaban los huevos sin que la gallina los empollase.

Teodosio

Algún día era una especie de maravilla lo que se decía de los egipcios, que hacían salir los pollos de los huevos sin intervención de gallina que los empollase, para lo cual tenían unos hornos que de una vez sacaban treinta mil pollos. Esto mismo se había hecho por curiosidad en Polonia y Toscana en corto número. Pero Mr. Reaumur (1. Art. de faire éclorre, tom. 2.) nos dio un método formal para sacar los huevos sin dependencia de las gallinas u otras aves que los empollen, unas veces en hornos, o por mejor decir en estufas sobre los hornos de los panaderos y pasteleros, en los cuales encarga que se conserve continuamente un mismo grado de calor (que es el 3 2 de su termómetro): otras veces en unos toneles enterrados en estiércol, dentro de los cuales se meten cestas con huevos unas sobre otras con algún intermedio, mas teniendo el cuidado de conservar siempre un mismo grado de calor, que es el de la gallina a los huevos que empolla.

Eugenio

¿Y qué arbitrio da para mantener siempre el calor en un mismo grado, ya sea en los hornos, ya en el estiércol?

Teodosio

Se aumenta trayendo estiércol nuevo, o cerrando más la estufa, y le disminuye dando más entrada al aire libre en las estufas o en los toneles, para lo cual prescribe todas las cautelas precisas. Y con efecto hizo practicar en varias comunidades religiosas este trabajo, que es impertinente, consiguiendo en el buen suceso bastante recompensa de él.

Silvio

¿Y cómo cría los pollos sin madre después de salir del cascarón?

Teodosio

A todo da providencia en el segundo tomo del arte que escribió sobre este asunto. Yo os lo prestaré, que es digno de leerse; pero ahora vamos a nuestro caso. Para que la gallina empolle los huevos es preciso que esté clueca sobre ellos muchos días consecutivos, a fin de hacerlos salir con su calor natural. Ahora conoceréis la sabiduría del Criador en dar a la yema los dos ligamentos que he dicho que la sujetan a las dos extremidades del huevo. Estos ligamentos no prenden la yema por el medio, sino un poco por el costado, de suerte que la línea que pasa de un ligamento a otro no atraviesa por el centro de la yema, sino que cuadra más a una parte que a otra; y de aquí proviene que puesto el huevo a la larga de cualquier modo que le volváis siempre queda hacia arriba una misma porción de yema, porque la otra, que es la mayor, siempre se vuelve hacia abajo por razón de su peso, y en esta parte que está vuelta hacia arriba es donde cuadra la galladura: dispuesto todo esto por el Autor de la naturaleza con el fin de que la galladura esté más cerca del cuerpo de la gallina cuando empolle el huevo, y así reciba mayor calor.

Eugenio

Ciertamente me pasmo cuando considero la exactitud, prolijidad y atención con que Dios (a nuestro modo de entender) estuvo cuidando y disponiendo cosas de que nosotros no hacemos caso. A la verdad la sabiduría de Dios es igualmente admirable en las cosas pequeñas que en las grandes. Pero no interrumpamos el hilo del discurso que llevabais.

Teodosio

Legando, pues, el tiempo en que la gallina entra a empollar los huevos, con su calor empiezan a ponerse en mayor movimiento los miembros del pollo, y a desenvolverse y a crecer. El modo con que se observa fácilmente el progreso del pollo dentro del cascarón es este: pónense a empollar muchos huevos a un tiempo, y sucesivamente se van sacando y rompiendo: uno a las dos o tres horas de haber estado debajo de la gallina, otro a las ocho o nueve , otro un día después &c., y a proporción del tiempo se ven o con la simple vista o con microscopio los órganos cada vez más desembarazados o desenvueltos. Os mostraré en una estampa el pollo en diversos días de la incubación (estampa I; fig. 1,2,3).

Silvio

¡Qué figura tan disforme, y cuán diferente de la que vemos después que sale a la luz!

Eugenio

Mi dificultad es esta: ¿de dónde se nutre y cómo puede crecer sin alimento?

Teodosio

Al principio se sustenta de la clara del huevo, y después que tiene los órganos más robustos se nutre de la yema, la cual le sustenta por algún tiempo después que sale del cascarón, mientras no puede buscar otro alimento; porque cuando rompe el cascarón trae el buche lleno de yema, que es la provisión que la naturaleza de dio para el tiempo de la hambre.

Eugenio

Y no es menos de admirar el que ellos mismos rompan el cascarón cuando llega el tiempo de salir a la luz: ellos por dentro con su pico y la madre con el suyo por la parte de afuera quebrantan aquella estrecha cárcel en que estaban encerrados. Pero antes que se me olvide quiero que me digáis a qué causa puede atribuirse el que no salgan pollos de algunos huevos, que se pusieron a empollar al mismo tiempo que otros.

Teodosio

Muchas causas puede haber para eso: la primera es que si el huevo no fue fecundado por el gallo es estéril, y no basta el calor para desplegar los miembros del pollo: la segunda puede ser el haberse revuelto íntimamente todo el huevo. Si lo bazucaron y sacudieron mucho antes de ponerlo a empollar, rotos tal vez los ligamentos y las comunicaciones de la galladura con la clara que ha de ser su primer sustento, se imposibilita el efecto.

Silvio

También a veces por ser los huevos demasiado añejos no sirven para empollarse.

Teodosio

En el huevo hay una porción de clara muy líquida, que llaman leche, la cual se evapora con el tiempo, y disipada esta, se imposibilita o se dificulta el aumento y progreso del pollo. Pero Mr. Reaumur nos enseña el modo de poder fomentarse y producir pollos, que es impidiendo la evaporación de esta parte más líquida de la clara. Esto se consigue dándole tres manos de barniz común o un baño de cera derretida lo menos caliente que se pueda, o untándolos con sebo de carnero; advirtiendo que el demasiado calor de la cera derretida puede perjudicar a la galladura; pero es menester saber que habiendo de ponerse a empollar estos huevos añejos, se les ha de quitar el barniz u otra cualquier capa que tengan, no sólo para que reciban mayor calor, sino también para que no se impida alguna evaporación que sea para el efecto.

Eugenio

Creo que ya me habéis dicho tiempos pasados que por este medio se conservaban los huevos buenos hasta para comer sin diferencia alguna de los frescos.

Teodosio

Sí os lo dije, y es así; y también con esta industria se puede transportar de un país a otro muy distante huevos de pájaros extranjeros, y hacerlos empollar por las gallinas, las cuales son de tan buena condición, que con igual cuidado sacan los huevos extraños que los suyos, y crían hijos ajenos con tanto amor como los propios.

Eugenio

Cosa es esa que me causaba mucha admiración; pero ahora con lo que queda dicho conozco que el pollo en realidad es hijo de la gallina, cuyo era el huevo de que nació, y no de la que la empolló e hizo aparecer en el mundo. Y de este modo nunca se verifica que animal de una especie tenga madre de otra diferente.

Teodosio

Así como los pollos de gallina que se sacan artificialmente no tienen por madre al horno, ni a otra causa cualquiera que los haya ayudado a nacer con el calor, del mismo modo tampoco los partos tienen por madre a la gallina que empolló los huevos de donde ellos salieron, sino al pato que los puso. ¿Y a vos, Silvio, os ocurre alguna duda en toda esta doctrina?

Silvio

Ella no concuerda mucho con la que me enseñaron, y yo tenía por cierta; pero como me decís que esas cosas se observan con el microscopio, no debo porfiar contra testigos de vista.

Teodosio

Vamos ahora a los vivíparos, en los cuales está la mayor dificultad, porque de todos los ovíparos se debe decir a proporción lo que hemos dicho de la gallina.

 
§. VI.

De la formación de los animales vivíparos

Eugenio

Todos los animales que nacen y aparecen acá fuera sin haber estado encerrados en huevo (como sucede a las aves) si no me engaño se llaman vivíparos.

Teodosio

Así es. En esta materia iremos más de paso, porque así lo piden las circunstancias, remitiendo los lectores a los libros donde se trata con más profundidad. Lo primero, es cierto y certísimo que todos los animales nacen y proceden de alguna especie de huevo o rudimento, en que se contienen delineados, o por mejor decir, ya formados en volumen muy pequeño todos sus órganos, por lo menos los principales. Estamos precisados a juzgarlo así, aun hablando de los insectos, de que luego trataré más largamente, porque es totalmente imposible que la admirable fábrica de órganos que vemos en el cuerpo de cualquier animal provenga del acaso o de la materia que se junte tumultuariamente, como luego lo demostraré al tratar de los insectos; luego necesariamente proceden todos los animales de algún bosquejo, embrión o diseño, en que sus órganos y partes estén envueltas, al modo que lo están en el huevo los órganos y partes de que el pollo consta. Ni la fábrica de los animales vivíparos, en cuyo número entra el hombre, que tiene una tan maravillosa estructura, como ya habéis visto, es ni menos admirable ni menos prodigiosa que la de las aves; luego si el Autor del universo no fió del acaso la formación del cuerpo de una ave, sino que antes quiso que todas ellas naciesen de algún bosquejo o diseño que ya tuviese formado sus órganos, lo mismo debemos creer que sucede en los animales vivíparos. Hasta aquí es cierto.

Eugenio

A lo menos la razón persuade que así debe ser.

Teodosio

Ahora bien, toda la duda entre los modernos es en dónde está este rudimento o embrión del cuerpo del animal que se ha de formar. La primera sentencia que así como en los animales ovíparos la gallina tiene en sí estos rudimentos, que después el gallo fecunda, así también acontece en los animales vivíparos. La segunda opinión dice que por el contrario en el padre es donde están estos tales rudimentos, los cuales se comunican al otro progenitor donde se despliegan o desenvuelven (I. Hartsoeker, Leeuwenoek, Andri, Valisneri, Bourguet.). La tercera sentencia, que es del grande Mr. Buffon, atribuye estos rudimentos a ambos progenitores; y en suma esta es su doctrina, que por ser nueva e ingeniosa la quiero extractar aquí. Supone lo primero que del sustento que tomamos no se puede nutrir ni aumentar una parte orgánica, v.g. la lengua, sin que las partes del alimento se le hagan semejantes, pasando tal vez por algún molde en que adquieran esta semejanza. Supone también que las partes que habían de nutrir la lengua o cualquier otra parte orgánica, después que esta llega, o cuando está cerca de llegar a su ordinario tamaño, como ya no se emplean en dar incremento, estando de sobra, y tomando otro camino, se juntan en algún lugar en donde se depositan. Esto sucede en ambos progenitores por una razón misma. Tienen además estas partes orgánicas que sobraron, y se destinaban para nutrir los ojos, la lengua &c., especial virtud para atraer las unas a las otras que les son semejantes, tanto las que se derivan del padre como de la madre; y juntándose semejantes a semejantes se forma la parte orgánica del hijo, el cual por eso unas veces se parece al padre y otras a la madre, por cuanto de ambos procedió el diseño de sus órganos. Las circunstancias más menudas de esta opinión la hacen por un lado más verosímil, y por otro más dificultoso: véase en su autor, que le hago injuria en truncarla tanto como es preciso para el caso presente. Ved aquí las opiniones que en esta materia hay entre los modernos.

Silvio

¿Y qué partido de esos tres tomáis?

Teodosio

Ninguno, porque conozco que ninguno da en el punto de la verdad enteramente, y los veo rodeados de tantas espinas y dificultades, que no puedo abrazar ninguno de ellos. Ver que los hijos a veces se parecen a los padres en el genio, en la voz, en el semblante, en la nariz y en la estatura; ver que de hombre blanco y de mujer negra nace un mulato, persuade eficacísimamente que no estaba formado de antemano en la madre el diseño de todos sus miembros, como lo dice la primera sentencia: además de que apenas se dice que Malpighio vio una u otra vez en las vacas estos rudimentos, que le pareció que lo eran, no constándome que se volvieran a ver si se repitiesen las experiencias.

Silvio

Pero ese mismo argumento de semejanza prueba que no está en el padre ese tal diseño, porque a veces también se parecen los hijos a las madres.

Teodosio

Decís muy bien, y por esa razón no me conformo con la segunda sentencia del modo que la explican sus autores; unas no por eso juzguéis la tercera como su autor la expone. Además de otras razones me persuado a que no puede ser verdadera, porque aún dado todo lo que quiere suponer de las partes que se asemejan a las que habían de nutrir, y que sobrando de ese empleo se depositen y junten algunas con las del otro progenitor, y tengan esa virtud de atraerse, como él quiere; dado todo esto, digo, se seguiría que de las partes que habían de nutrir las arterias del padre y de la madre se junta y atrae mutuamente una gran porción, de la cual saldrá una masa arterial; ¿pero quién ha de ordenar, repartir y separar toda esa masa para hacer la ramificación de arterias que hay en el cuerpo humano? ¿quién ha de unir estas arterias en sus lugares competentes, ajustar las válvulas &c.? Lo mismo digo de las demás partes orgánicas. Pero no precipito mi sentencia, ni quiero apurar más este punto: quien quisiere averiguarlo fundamentalmente lea los autores que lo tratan. Sobre la formación de los insectos más hay que decir; pero hoy ya es tarde para que entremos a controvertir este punto: mañana trataremos largamente de los insectos, y os pasmareis de las maravillas de Dios escondidas en esas viles sabandijas de la tierra. Vamos a dar un paseo, pues corre un fresco agradable, y me recrea mucho la vista de los frutales de vuestra huerta.

Silvio

Sea como os agradare: ya que me haceis esta honra, no quiero que os sea penosa.

Eugenio

Vamos al paseo, Silvio, y ya espero con ansia la conversación de mañana, porque con la luz que los dos me dais va mi alma descubriendo unas como nuevas regiones en el país de la verdad, y llenándose de gozo con la noticia de que aún me restan otras que descubrir. Al mismo tiempo no acabo de compadecerme de mi antigua ceguera, viviendo cercado por todas partes de las luces que las criaturas nos están dando; pero me sirve de consuelo el ver que ya mi mal no es tan grande como lo ha sido.

Teodosio

Si volvemos los ojos del entendimiento a las criaturas que nos rodean, todas nos llenan de luz para el conocimiento de la verdad; y la razón de estar ella desconocida por tanto tiempo es, porque muchos (y yo fui algún día uno de ellos) no vuelven los ojos abiertos a examinar las criaturas, antes los vuelven a sus imaginaciones y fantasía; casa oscura, a la cual el que mirare nada verá, y si acaso ve algo más es sueño e ilusión que objeto verdadero. Pero dejemos esto, y vamos a leer la gaceta de Holanda, que me entregaron en el camino cuando venía a vuestra casa.

Silvio

Vamos, que hoy se esperan noticias de mucha importancia.


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Teodoro de Almeida • Recreación filosófica
Madrid 1786, tomo 5, páginas 1-64.