Obras de Aristóteles Moral a Nicómaco 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Patricio de Azcárate

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Moral a Nicómaco · libro décimo, capítulo IV

Continuación de la teoría del placer

Cada uno de nuestros sentidos{197} sólo está en acto con relación al objeto que él puede sentir; y el sentido, para obrar completamente, debe estar en buen estado con relación al más excelente de todos los objetos que pueden caer bajo este sentido particular. A mi parecer, esta es la mejor definición que se puede dar del acto completo. Y poco importa, por lo demás, que se diga que es el sentido mismo el que obra, o el ser en el cual este sentido está colocado. En todas las circunstancias, el mejor acto es el del ser que mejor dispuesto está con relación al más perfecto de los objetos que están sometidos a este acto [276] especial. Y este acto no sólo es el acto más completo, sino que es también el más agradable; porque en toda especie de sensación puede haber placer, así como le hay igualmente en el pensamiento y en la simple contemplación. La sensación más completa es la más agradable; y la más completa es la del ser que está bien dispuesto, lo repito, con relación a la mejor de todas las cosas que son accesibles a esta sensación. El placer acaba el acto y le completa; pero no le completa de la misma manera que le completan el objeto sensible y la sensación cuando ambos están en buen estado, ni más ni menos que la salud y el médico no son de igual modo causas de que nos conservemos sanos. Que hay placer en toda especie de sensación, es cosa que se comprende sin dificultad; porque se dice ordinariamente, que se tiene placer en ver tal o cual cosa o en oír tal o cual otra; y es evidente que allí donde el placer es más grande, allí también la sensación es más viva y obra sobre un objeto de su género especial. Siempre que el ser sentido y el ser que siente se encuentren en estas condiciones, habrá placer, puesto que habrá a la vez lo que debe producirle y lo que debe experimentarle. Si el placer completa el acto, no es como podría hacerlo una cualidad que existiese en el acto con anterioridad, sino que es más bien como un fin que viene a unirse a lo demás, a la manera que la flor de la juventud se une a la edad feliz por ella animada. Mientras el objeto sensible o el objeto de la inteligencia subsiste siendo todo lo que debe ser, y por otra parte el ser que le percibe o que le comprende subsiste igualmente en buen estado, el placer se producirá en el acto; porque permaneciendo el ser que es pasivo y el que obra en la misma relación el uno con el otro, y no mudando su condición, el mismo resultado deberá naturalmente producirse. Pero si esto es así, ¿cómo es que el placer que se experimenta no es continuo? ¿O cómo también no es la pena más continua que el placer? Es que todas las facultades humanas son incapaces de obrar continuamente; y el placer no tiene tampoco este privilegio, porque no es más que la consecuencia del acto. Ciertas cosas nos causan placer únicamente porque son nuevas; y por esta misma razón más tarde no nos le causan tanto. En el primer momento, el pensamiento se fija y obra sobre estas cosas con intensidad, como en el acto de la vista cuando se mira de cerca alguna cosa, pero después este acto ya no es tan vivo, se debilita, y por esto el placer también [277] se debilita y pasa. Pero puede suponerse, que si todos los hombres aman el placer, es porque todos aman también la vida{198}. La vida es una especie de acto, y cada cual obra sobre las cosas y para las cosas que más ama, como el músico obra mediante el órgano del oído sobre la música que tiene gusto en oír; como obra el hombre apasionado por la ciencia mediante el esfuerzo de su espíritu que aplica a las especulaciones; y como cada cual obra en su esfera. Pero el placer completa los actos; y por consiguiente, completa la vida que todos los seres desean conservar; y esto es lo que justifica que busquen el placer, puesto que él completa en cada uno de ellos la vida, que todos aman con ardor. En cuanto a saber si se ama la vida por el placer o el placer por la vida, dejaremos por el momento esta cuestión a un lado. Estas dos cosas nos parecen de tal manera ligadas entre sí, que no es posible separarlas, porque sin acto no hay placer, y el placer es siempre necesario para completar el acto.

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{197} Véase en el Tratado del alma la Teoría de la sensibilidad, lib. II, capítulo V.

{198} Véase la Política, lib. III, cap. IV.

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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 1, páginas 275-277