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Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XVI
De la fiesta que çelebravan los romanos en Roma al dios Jano, y de un gran hecho de clemençia que hizo Marco Aurelio Emperador en ella.


Entre las fiestas celebérrimas que los antiguos romanos inventaron, fue una la del dios Jano. Ésta se celebrava el primero día del año, que es agora el mes de henero. Pintávanle con dos caras, por demostrar que era fin del año passado y prinçipio del presente. A este dios estava dedicado un templo sumptuossísimo en Roma, al qual puso por nombre Numma Pompilio templo de la paz. Era tenido (fuera del templo del dios Iúpiter) en más reverencia que todos: quando los emperadores romanos ivan o venían a Roma, visitado el alto Capitolio y las vírgines vestales, luego ivan a orar y a offrescer al templo de Jano.

Aquel día que se çelebrava su fiesta holgava toda Roma; vestíanse todos las mejores ropas; ençendían luminarias en todas las casas; hazían muchas farsas los pantomimos y muchos iuegos los iuglares; velavan toda la noche en los templos; soltavan todos los presos que estavan presos por deudas y del erario público eran pagadas; tenían mesas de comer a las puertas puestas con gran abundançia de manjares, de tal manera que avía de valer más lo que sobrase que lo que se comiese; pesquisavan por toda Roma por los pobres para que aquel día fuesen muy bien proveídos. Pensavan los romanos que si aquel día gastasen en abundancia, el dios Iano, que era dios de los tiempos, los sacaría de toda penuria. Dezían los romanos que el dios Iano era dios agradescido, porque si gastavan por él poco, él les dava mucho. [74]

Hazían grandes proçessiones en su fiesta cada manera de gente por sí: el Senado yva por sí; los flámines por sí; los çensores por sí; los plebeyos por sí; las matronas y donzellas por sí; las vírgines vestales por sí; y los embaxadores yvan en processión acompañados de todos los captivos. No andavan iunctas estas processiones, sino de dos en dos, y el fin de unas era principio de otras. Salían del templo de Iano y davan una buelta por todos los templos de Roma, y por la puerta Latina salían al campo y davan una buelta a los muros de Roma; y porque era grande el çircuito que tenía Roma, no andava más cada processión de lo que avía de una puerta a otra, de tal manera que, quando la noche venía de todas las processiones, andando cada una su pedaço, toda Roma quedava andada. Lo qual hecho, tornávanse todos al templo donde salieron y allí cada uno offrescía como podía. Pues en estas processiones era costumbre que los emperadores solamente acompañasen a los senadores, mas este buen Emperador era tan comedido, que como le amavan todos, quería honrar y acompañar a todos.

Era costumbre en Roma que en aquel día el Emperador se vestiese la toga o insignia imperial, y todos los captivos que la podían tocar con la mano eran libres, y todos los malhechores eran perdonados, y todos los desterrados eran absueltos. Pues el Emperador, por usar de su clemencia y dexar de sí perpetua memoria, dexada la processión de los senadores, metióse sin guarda ninguna en la processión de los captivos, la qual cosa fue occasión que él dexase de sí immortal memoria, y a los príncipes advenideros gran exemplo de clemencia.

Y porque no ay cosa buena hecha por algún bueno que luego no sea contrariada de otro malo, fue aquel hecho tan retraído de los malos, quanto alabado de los buenos. Y como entre los buenos siempre se señala uno por muy bueno, ansí entre los malos se señala uno por muy malo; y, lo peor de todo, que no tiene tanta gloria el virtuoso de la virtud, quanta desvergüença tiene el maliçioso de su maldad. Esto se dize porque en el Senado avía un senador por nombre Fulvio, el qual era tan obscuro por sus malicias quan blanco con sus canas. Éste anhelava en los tiempos de Hadriano a ser Emperador [75] y siempre tuvo a Marco Aurelio por competidor. Y como sea natural a los que tienen dañadas las entrañas en pequeñas cosas mostrar sus malicias, nunca hizo el Emperador cosa buena en público, que no fuese dél murmurada en secreto. Señaladamente, como este hecho de libertar los captivos fue tan affamado, no tuvo prudencia aquel senador para suffrirlo. Medio en burla, medio de veras, en presençia del Senado díxole estas palabras al Emperador: «Señor, ¿por qué te das a todos?» [76]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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