La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XVIII
Cómo Marco Emperador jamás estava oçioso, y en qué manera tenía repartidas todas las horas del día para complir con todos los negoçios del Imperio.


Dicho avemos arriba cómo este buen Emperador tuvo gran enemistad con los hombres no de buena vida que en malos exercicios passavan su vida. No abasta al philósopho reprehender el vicio por palabra en los otros, sino que es necessario él mesmo ponga por obra lo que en los otros reprehendía.

Es razón de dezir agora cómo con su gran prudencia la muchedumbre de los negocios universales del Imperio con los particulares de su casa, y los particulares de su casa con las recreaciones de su perosna, y las recreaciones de su persona con los exercicios del estudio, y los unos y los otros, que eran infinitos negocios, con la penuria del tiempo los repartía. Era en esto tan diestro, y tenía tan gran aviso, que ni le sobrava tiempo para mal espender, ni le faltava para los negocios del Imperio expedir. Y porque aquel tiempo es glorioso que gloriosamente es gastado, y aquel es maldito que en daño nuestro y sin provecho de otros se passa e ignorantes como brutos nos dexa; tenía el tiempo partido por tiempos, y era la orden de esta manera.

Siete horas dormía de noche y una reposava de día. En comer y çenar solas dos horas gastava. Tenía diputada una hora para los negocios de Asia, otras dos para Europa y Áphrica. En conversación de su casa, con sus hijos y muger y familiares amigos estando retraídos, otras dos horas gastava. Para negocios [81] extravagantes como eran oýr agravios de agraviados, querellas de pobres, siniusticias de biudas, robos de huérfanos, otra hora tenía diputada. Todo el restante del día y de la noche en leer libros, escrevir obras, componer metros, estudiar antigüedades, platicar con sabios y disputar con philósophos se le passava.

Ordinariamente en invierno y en verano, si crudas guerras no le estorvavan o muy arduos negocios no le impedían, siempre se acostava a las nueve y despertava a las quatro. Era costumbre a los emperadores romanos siempre de noche en su cámara tener lumbre accendida. Pues en despertando, por no estar ocioso, siempre a la cabeçera tenía un libro, y lo que quedava de la noche expendía en leer hasta el día. Levantávase a las seis, vestíase públicamente, no con poco regozijo, sino con grande alegría, preguntando a los que estavan presente en qué avían expendido la noche toda, y allí les relatava todo lo que él avía aquella noche leído. Acabado de vestirse, lavávase con aguas odoríferas. Era, además, muy amigo de buenos olores: tenía aquel sentido muy bivo, tanto, que le dava pena. Luego de mañana tomava delante de todos tres o quatro bocados de letuario de cantueso y dos tragos de agua ardiente.

Si era verano, luego se yva a la ribera a pie y se passeava y negociava por espacio de dos horas; ya que entrava el calor, yva al alto Capitolio al Senado, el qual acabado tornava al Colliseo, donde estavan todos los procuradores y embaxadores de las provinçias. Allí se detenía gran parte del día; ya que era más tarde, retraýase al templo de las vírgines vestales, y allí oýa a cada nación por sí, según el tiempo que les era diputado por su orden. No comía más de una vez al día y algo tarde, pero comía muy bien y mucho, aunque de pocos manjares. Tenía por costumbre cada semana en Roma, o en la çiudad que se hallava, dos días en las tardes sin su guarda ni cavalleros más de con diez o doze pajes irse por las calles a ver si le quería alguno hablar, o si tenían querella de algún offiçial de su corte o casa, y aun hazía a otros que lo preguntasen. Y dezía este buen Emperador muchas vezes: «El príncipe, para bien regir y no tyrannizar, ha de tener esto: que no [82] sea cobdicioso en los tributos, ni sobervio en los mandamientos, ni ingrato a los serviçios, ni atrevido a los templos, ni sordo a los agraviados. Esto ansí cumpliendo, él terná a los dioses en las manos y los hombres a él en el coraçón.»

En todo el tiempo que fue Emperador, jamás en su cámara huvo portero si no eran las dos horas que con Faustina estava retraído. Passado esto, el buen Emperador se retraýa a su casa, en la qual tenía un apartamiento çerrado con llave, la qual él traýa y jamás hasta el día de su muerte la fió de alguno: allí, la entregó a Pompeyano, asaz varón prudente y ançiano y casado con su hija. En aquel retrete tenía él muchos y muy diversos libros en todas las lenguas escriptos, griegos, latinos, caldeos, hebreos, y tenía historias muy antiguas. [83]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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