La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XXV
Cómo el Emperador Marco, prosiguiendo su razonamiento, amonesta a los suyos que no sean osados por su corte andar oçiosos.


Después que los dioses lo ordenaron y mis hados lo permittieron que fuese elegido en Emperador, por no estar oçioso he trabajado lo más que he podido de visitar el Imperio. Los pequeños que aquí estáis, vuestros padres hos me dieron porque en mi palacio hos criase; y, de los mayores, unos me rogastes hos rescibiese esperando merçedes y a otros yo elegí para mis serviçios. La intención de los padres quando traen a sus hijos a las cortes de los príncipes es despegarlos del favor de los parientes y destetarlos del regalo de las madres. Y parésçeme que es bien hecho, porque los niños dende niños se abezen a los trabajos muy trabajosos en que han de vivir y a los disfavores y reveses que de la fortuna han de aver.

No venistes de vuestra tierra a tomar los viçios de Roma, sino a deprender muchas buenas costumbres que ay en Roma y dexar los resabios de vuestra tierra. ¿Pensáis vosotros que faltava acá quien, sacudido el trabajo, se diese al oçio? De verdad, la mísera Roma más neçessidad tiene de agricultores que labren que no de patriçios que huelguen. Yo hos iuro que, por no fatigar los braços en los telares y los pulgares en las ruecas, están oy los lupanares más llenos de malas mugeres que los templos de buenos sacerdotes. Y torno a iurar que más fácilmente hallásemos diez mill mugeres malas en Roma para plazer de los viciosos, que diez hombres buenos para servir en los templos. [103]

Pregúntohos: ¿quién mata a los merchantes por los caminos? ¿Quién despoja a los caminantes en los montes? ¿Quiénes descorchan o quebrantan las puertas de los vezinos? ¿Quién roba por fuerça los templos, sino cursarios ladrones que por no trabajar de día acuerdan hurtar de noche? ¡O, Roma, y quántos males se te vienen de un solo mal! ¿Quién puebla los ausonios de tantos perdidos, los palaçios de tantos inhábiles, los montes de tantos ladrones, los theatros de tantos pantomimos, los prostíbulos de tantas malas mugeres y las plaças de tantos vagabundos, sino el cánçer de la ociosidad, que ha destruido más tus buenas costumbres que los vientos y las aguas tus antiguas murallas?

Crean todos una cosa, y yo sé que digo verdad en ella: que el ordimbre del telar do se texen todas las ruindades, y la sementera de todos los viçios, y el rebentón de todos los buenos, y el resbaladero de todos los malos, y el despertador de todos los ladrones no es sino la oçiosidad. Y torno a dezir que no ay viçio en todos los viçios que en los moços críe tanto fuego y en los viejos engendre tanta carcoma, a los buenos ponga en tanto peligro y a los malos haga tanto daño como es la ociosidad. ¿Quién pone sediçiones en los pueblos y escándalos en los reynos sino los que huelgan, porque quieren comer el sudor de los que trabajan? ¿Quién inventa los tributos desaforados sino hombres vagabundos que por no trabajar con sus manos inventan cohechos infinitos? ¿Quién pone dissensiones entre vezinos sino los hombres viciosos, los quales de que no se occupan sus fuerças proprias en buenas obras desenfrenan sus lenguas por vidas agenas? ¿Quién imagina oy tantas malicias en Roma, las quales jamás fueron oýdas de nuestros padres ni leídas en nuestros libros, sino los vagabundos, que como no tienen occupado su juizio, nunca piensan sino en daño ageno?

El emperador que pudiese desterrar a todos los ociosos del Imperio, podíase loar que avía dissipado todos los viçios del mundo. Pluguiera a los dioses immortales que, de quantos triumphos huvo en Roma de los estraños occupados en buenos exercicios, viera yo uno de los vagabundos de Roma hechados por los tableros. [104]

Quiero dezir una antigüedad digna de eterna memoria. Era ley antigua que ninguno pudiese ser tomado en Roma por vezino si no fuese primero por el censor muy examinado. En los tiempos de Cathón Censorino, quando alguno quería avezindarse en Roma, éste era el examen que le hazía. No le preguntava de dónde era, quién era, de dó venía, por qué se venía, de qué linaje o antigüedad desçendía, sino tomávale las manos entre sus manos, y si las tenía blandas como hombre vagabaundo, luego los despedía; y si duras y llenas de callos, por vezinos de Roma luego los asentava. No contento con esto, quando sus officiales prendían algún malhechor y le ponían en la cárçel Mamortina, en lugar de informaçión, lo primero le catava las manos; y si las tenía de hombre trabajador, aunque el crimen fuese grave, holgava de templar el castigo; y si acaso el triste preso tenía las manos de hombre ocioso, por pequeña culpa dava muy grande pena. Solía él dezir muchas vezes: «Hombre que tenga buenas manos no puede ser de buenas costumbres.» Y otras vezes dezía: «Nunca castigué al labrador de que no me pesase, ni açoté a vagabundo de que no me pluguiese.»

Pues más hos diré de este Cathón Censorino: que era tan temido, que assí como los niños en las escuelas, quando entra su maestro, todos toman las cartillas, assí Cathón quando yva por Roma, en poniendo él los pies en la plaça, ponían todos las manos en la obra. ¡O!, bienaventurado varón, delante el qual más temían los hombres estar ociosos que delante otros cometer muchos viçios. Pues mirad agora vosotros quánta fuerça tiene la virtud, y quán poderoso es el hombre virtuoso, que teniendo temor todo el mundo a sola Roma por las armas, toda Roma temía solamente a Cathón por las virtudes; de manera que los que triumphavan de todo el mundo eran acoçeados de solo un bueno.

Son tan varios los acaesçimientos de los hombres, y da en ellos tantos reveses la sospechosa fortuna, que quando al fin de mucho tiempo nos da algunos deseados plazeres, luego nos emplaza a que nos ha de visitar con repentinos trabajos. ¡O!, bienaventurado Cathón Censorino, el qual con todos los virtuosos de su vandera están ya seguros de los baybenes de la fortuna. [105] Pues quien quisiere tener gloria en la vida y alcançar fama en la muerte, ser amado de muchos y temido de todos, sea virtuoso de hecho con obras y no nos engañe con palabras.

A ley de bueno vos iuro, y assí los dioses cumplan mi deseo, para mí yo querría más ser Cathón con las muchas virtudes que obró en Roma, que no ser Scipión con las muchas sangres que derramó en Áphrica. Bien sabemos todos que Scipión se hizo muy famoso abrasando las ciudades y degollando los innoçentes, y Cathón alcançó eterna memoria reformando los pueblos, perdonando los culpados y enseñando los ignorantes. Pues vean todos si tengo razón desear más ser Cathón con Cathón en provecho de muchos que no ser Scipión con Scipión en perjuizio de tantos.

Estas cosas hos digo, amigos, porque veáys cómo nuestros mayores, unos en su tierra y otros en tierras estrañas, éstos siendo moços y aquéllos siendo viejos, en su siglo gozaron de gloria sus personas para sí y en los siglos advenideros dexaron no menor honra para sus desçendientes. Todo esto hazemos nosotros al contrario: yo, siendo Emperador, con enojo mando mal, y mis offiçiales por interesse lo hazen peor; y puestos en nuestros viçios, aviçiados tómannos cada hora en muchas miserias; estamos notados de grandes poquedades, por cuya occasión los iustos dioses por nuestras iniustas obras, dando iusta sentençia, mandan que vivamos con sospecha, muramos con infamia y nos sepulten con olvido muy olvidado.

Pues abrid bien los sentidos los de mi casa y corte en lo que de mí a vosotros he dicho, porque de oy en adelante, qualquiera que sea, dende que yo le viere ocioso téngase por despedido. Los que sois doctos podéis escrevir y leer, los que sois cavalleros exercitaros en armas, y los que sois offiçiales occuparos en vuestros offiçios. Y tened una cosa çierta, que si el aviso que hos he dado en secreto no tomáis, el castigo será público. Y porque más la tengáis en la memoria, y porque para los príncipes advenideros quede en doctrina, yo tengo esta plática escripta en todas las lenguas y puesta en el alto Capitolio con otras muchas mis escripturas. Los dioses sean en vuestra guarda y a mí aparten de la siniestra fortuna. [106]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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