La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XIX
Ado se comienza a hablar de los grandes males que hace la lengua: lo cual se prueba con muy grandes ejemplos de la escritura sacra.


[XLr] A domine nescio loqui dijo el profeta Jeremías en el capítulo primero, hablando con Dios, y es como si dijera: Oh señor y gran Dios de Israel, tú en el vientre de mi madre me santificaste, para que no pudiese pecar, y después que nací me hiciste profeta para que hubiese de predicar: mas hágote saber señor, que tengo la lengua tan impedida, que no puedo predicar, ni puedo palabra hablar. Habiendo Dios con Moisés hablado, y sus secretos comunicado, cuando le apareció en la zarza, como le mandase ir al rey faraón, para que le dejase su pueblo que le tenía cautivo: respondióle Moisés a Dios que era tartamudo, y no tenía lengua para ejercitar tal oficio: por eso que lo encomendase a otro que tuviese más osadía, y mejor elocuencia. No vaca de muy alto misterio, que en haciendo Dios a Jeremías su profeta, perdió la habla, y en hablando Moisés con Dios no supo hablar más palabra: de lo cual podemos inferir, cuánto va de tratar con Dios a tratar con los hombres: pues con ellos no hacemos sino hablar, y con Dios no aprendemos sino a callar. Muy diferente es el lenguaje de Dios, del lenguaje del mundo: pues en ninguna cosa mostró Jeremías estar santificado, sino fue en hacerse luego mudo: y Moisés en ninguna cosa mostró el haber con Dios hablado, sino fue en tornarse luego tartamudo: y los santos apóstoles en ninguna cosa tanto se les conoció haber recibido el espíritu santo, como en no hablar de la manera que hablaban primero.

Por estos ejemplos nos enseña muy a la clara la sagrada escritura, cuánta necesidad tiene el que quiere enmendar su vida, reformar primero su lengua: porque jamás se compadecieron en una persona mala lengua, y buena conciencia. Mors et vita in manibus lingue, dice Salomón en el capítulo XVIII de los proverbios, y es como si dijese: De lo deseado, no hay cosa más deseada que es la vida, y de lo terrible no hay cosa más terrible que es la muerte: pues con el vivir todo se remedia, y con el morir todo se acaba. En decir Cristo transeat a me calix iste, mostró aborrecer la muerte, y en decir el apóstol nolumus expoliari, mostró cuánto amaba la vida: de lo cual podemos colegir, que no es mucho amar y aborrecer los pecadores, lo que amaron y aborrecieron los justos. Decir pues Salomón, que la muerte que tanto tememos, y la vida que tanto amamos, depende de la lengua con que hablamos, es por cierto gran dolor para sentir, y muy gran lástima para oír: porque cosa en que tanto nos va, en mejores manos había de estar depositada. Sobre estas palabras dice el Chot: El oficio que tiene la puerta en casa, tiene la lengua en la boca: y decir el sabio, mors et vita est in manibus lingue: es decir que cada hora está a la puerta la vida para se nos ir, y está la muerte a la puerta llamando al aldana para entrar. En ninguna parte del cuerpo podíamos tener en más peligro la muerte y la vida, que es en la boca y en la lengua: pues por ellas se nos puede salir la vida sin hablar, y se puede entrar la muerte sin llamar.

Habemus thesaurum in vasis fictilibus: decia el divino Paulo, como hombre muy lastimado, y es como si dijera: Muy gran trabajo tenemos los cristianos, en tener nuestros tesoros en vasos tan flacos y vidriados: conviene a saber, la fe en el entendimiento, la caridad en la voluntad, el conocimiento en los ojos, el oír en las orejas, la piedad en las manos, la [XLv] abstinencia en la garganta, la castidad en el cuerpo, el amor en el corazón, y la vida en la lengua. Riquezas tan deseadas, y virtudes tan abonadas como son estas, quisiéramos tener ado mejor las guardar, o si quiera depositar, que no en estos vasos corruptibles, y en estos miembros podridos: porque son muy peligrosos para tratar, y muy ligeros de quebrar. En muy gran peligro está nuestra vida, en estar como está depositada en nuestra lengua: la cual como carezca de hueso adonde se tenga, y de nervio que la sostenga, ni sabe decir lo que le mandamos, ni aun guardar lo que le confiamos. San Gregorio a este propósito dice: Decir el sabio, mors et vita est in manibus lingue: es decir, que a unos fue ocasión de salvarle las vidas la buena lengua, y a otros fue ocasión de muerte alguna palabra fea: lo cual es bien fácil de creer: pues a un corazón generoso y valeroso más le lastima una palabra lastimosa, que no a un rústico una fiera cuchillada. Como preguntase Dios a Caín, que por qué había muerto a su buen hermano: en tal de se arrepentir de lo hecho, y pedir perdón de lo pasado dijo que no debiera. Mayor es señor mi culpa, que no lo es tu misericordia. San Agustín sobre estas palabras dice: Mientes traidor de Caín, mientes, que sin comparación es muy mayor su misericordia, que no lo ha sido tu culpa: pues el perdonar es a Dios cosa propia, y el vengarse es cosa a él muy extraña. A la clara parece aquí, cuánto más pecó el triste de Caín en lo que dijo, que no en lo que hizo: pues con la lanza quitó a su hermano la vida, y con la lengua quitó a sí mismo la vida.

Pecar cosa es muy fea, mas desesperar de la misericordia de Dios, es cosa muy diabólica: porque más ofendemos al señor, en infamarle de riguroso, que no en cometer contra él algún pecado. Un evangelista dice, que crucificaron a Cristo a la hora de tercia, y otro dice que no sino a la hora de sexta: y el secreto desto es, que a hora de tercia dijeron a Pilato, crucifícale, y a la hora de sexta de hecho le crucificaron: de manera, que a la tercia le crucificaron con las lenguas, y la sexta con los clavos. Muy gran pecado debe ser el pecado de la lengua: pues se echa tanta culpa a los que con las lenguas le crucificaron, como a los que en la cruz le pusieron: y aun según San Agustín dice, sobre el salmo exaudi deus orationem meam, rei enim magis fuerunt crucifitores linguaram, quam crucifixores clavorum. Decir este santo que fueron más culpables los que pusieron en Cristo las lenguas, que no los que pusieron en él las manos, parece muy claro: en que rogó por los sayones a causa que no sabían lo que hacían, mas no rogó por los hebreos que sabían bien lo que pedían. El rey Senaquerib, sin haber talado la tierra de Israel, ni muerto a ninguna persona della, perdió la hueste, perdió la hacienda, perdió la honra y aun perdió la vida: no por lo que hizo, sino por lo que dijo. Muchos príncipes antes del rey Senaquerib habían hecho más daños que hizo él, y no fueron tan castigados como lo fue él: y la razón dello fue, porque si peleaban con las armas, tenían quedas las lenguas: de manera, que él como más desbocado, fue más castigado. Deste ejemplo pueden tomar ejemplo, a que los reyes en sus reinos, y los prelados en sus monasterios, de cuanto es justo que sean justicieros, es cosa inhonesta que sean deslenguados: porque muchas veces se quejan más los súbditos de las lástimas que les dicen, que no de las disciplinas que les dan. Nicias capitán griego decía, que era propiedad de buen [XLIr] caballero, ser temido por su espada, y ser loado por su lengua.

Pater Abraham miserere mei: dijo el rico avariento al patriarca Abraham que estaba en el limbo. Oh padre mío Abraham, ha ahora piedad de mí, y manda a Lázaro tu querido amigo, que moje el dedo meñique en un poco de agua fría, y me refresque esta lengua: la cual tengo abrasada en esta llama. De notar es aquí cuán poco pedía, y con cuán poco se contentaba aquel rico triste: es a saber, que con sola una gota de agua le refrescasen aquella lengua que le ardía: mas la recta justicia de Dios, ni lo quiso oír, ni a su ruego condescender: porque habiendo él negado al pobre las migajas de su mesa, justa cosa era, le negasen a él el agua que pedía. No vaca de misterio que aquel malaventurado rico de ninguna cosa tanto se quejaba, ni en ningún miembro tanto dolor sentía, como era la lengua: y la causa desto fue, porque eran muchos más los pecados que había cometido hablando, que no obrando. Mucho nos ha de espantar, el ver que no se queja el rico avariento de los ojos con que miró, ni de las orejas con que oyó, ni de la garganta con que comió, ni de las manos con que jugó, sino solamente de lo que con la lengua peco: de lo cual podemos colegir, cuánto nos hemos de guardar y apartar deste pecado, pues Dios le castiga tan cruelmente en el otro mundo. Costumbre es ya muy antigua, después que los hombres han comido y bebido, ponerse a jugar, y burlar, y aun a reír y mofar: enterrando a los vivos con testimonios, y desenterrando a los muertos con infamias: de manera, que a las veces no son tres los manjares que comen, y son más de seis las personas que allí infaman. De la cofradía de aquel rico avariento son muchos ricos hoy en el mundo: es a saber, comedores, bebedores, parleros, y testimonieros: al cual seguirá allá, pues le imitaron acá: porque muy consono es a razón, que todos aquellos que fueron compañeros en la culpa, lo sean también en el recibir de la pena.

San Agustín hablando de la caída de Lucifer dice: Porque dijiste, oh Lucifer, que subirías en lo más alto del cielo empíreo, y que pondrías allí tu trono, y serías semejante al altísimo: fue cosa muy justa que cayeses de lo que eras, pues quisiste ser lo que no eras. Y dice más San Agustín: De notar se debe, que no cayó Lucifer del cielo por goloso, ni por avaro, ni por perezoso, sino por ambicioso y parlero: de manera, que si de ángel se tornó demonio fue, no tanto por lo que hizo, cuanto por lo que dijo. Los idólatras de Babilonia dijeron que querían hacer una torre muy alta: la cual llegase hasta el cielo, adonde se defendiesen de otro diluvio: teniendo por cierto, que en sus manos era el poder huir la muerte, y no era en la de Dios el poderles quitar la vida. Es aquí de notar, que no quiso el señor castigarlos en las personas, ni tomarles las haciendas, ni asolarles las tierras, ni quitarles las vidas, sino que solamente les castigó en las lenguas: de lo cual podemos colegir, que no se enojó tanto el señor de la torre que edificaron, cuanto de las palabras soberbias que dijeron. Antes que aquellos locos de Babilonia osasen fabricar lo que fabricaron, ni decir lo que dijeron, todos tenían una lengua, y todos hablaban de una manera: mas a la hora que comenzaron ellos a pecar, les quitó Dios la manera del hablar. A los de la torre de Babilonia, bien pudiera Dios ahogarlos, como a los egipcios, o cegarlos como a los sodomitas, mas no quiso ni le plugo, sino que pues con las [XLIv] lenguas le habían desacatado: en ellas más que en otra cosa quiso mostrar su castigo. Oh si plugiese a Dios, que a los que parlan mucho, y murmuran mucho, los castigase Dios en la lengua como castigo a los de la torre de Babilonia: yo juro a mi pecador, que más de tres se refrenasen de pecar, y que no osasen tanto hablar. Al mancebo amalechita que trajo las nuevas de la muerte del rey Saúl, y de la destrucción de su campo, dijo el buen rey David: Sanguis tuus sit super caputtum: os enim tuum locutum est contra te: dicens ego interfeci christum domini, y es como si dijera: Yo protesto a mi Dios, que no me demande la vida que te mandó quitar, pues tu boca dio contra ti la sentencia: diciendo, yo maté al cristo del señor: al cual tú no habías de tocar en la ropa, cuanto más osar le quitar la vida. Es ahora de notar, que si el buen rey David mandó matar, a este mancebo amalechita, no fue tanto por el homicidio que cometió, cuanto porque de haberlo hecho se alabó: de manera, que aquel pobre mozo si mató al rey Saúl con la lanza, también mató a sí mismo con la lengua. Epilogando pues todo lo dicho decimos, que si el insidioso Caín, y el superbo Lucifer, y el vanidoso de Senaquerib, y los de la torre de Babilonia, y el mancebo amalechita, se contentaran con sus malas obras, sin que añadieran también a ellas malas palabras: pudiera ser, que ni acá perdieran las vidas, ni allá dañaran las ánimas.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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