La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XXV
Que entre todas las tentaciones es muy peligrosa la de la gula, y qué es lo que siente San Jerónimo della.


Et ne nos inducas in tentationem: sed libera nos a malo, dice la madre santa Iglesia en la oración dominical, y es como si dijese: Lo que en esta oración pedimos señor es: que nos dejes loar tu nombre, que no seamos indignos de tu reino, que nos encamines a hacer tu voluntad, que no nos niegues el pan ordinario, que nos perdones en lo que te ofendemos, que en la tentación inicua no caigamos, y que de un tan grande mal nos libremos. La tentación de que deseamos ser librados es de la tentación de la gula, del quebrantamiento de la abstinencia, del regalo de la persona, y de la intemperancia ordinaria, y no inmérito la llamó a la tentación de la gula tentación ordinaria: pues no sólo nos tienta cada día, mas aun nos acomete cada hora. Otras tentaciones hay mayores, y otras hay menores, que no la tentación de la gula: mas ninguna nos es tan pesada, ni nos es tan molesta, ni aun sentimos tan importuna como a ella, y por eso hace oración ordinaria contra ella la Iglesia , como contra una pestilencia pública. Mucho es de ponderar, que no pedimos a Dios ser libres de la tentación de la gula, sino que no permita el que caigamos en ella: porque en esta carne mortal no podemos excusar el comer: y después sobre mucho comer o poco comer, está el pecar, o no pecar. La causa porque pide la Iglesia ser amparada de la tentación, y no nombra qué tentaciones, en que así como en decir Dios se ha de entender Cristo, y en decir apóstol significa San Pablo, y en decir filósofo se entiende Aristóteles, así en decir tentación sola y sin otra palabra, se ha de entender la tentación de la gula: la cual por ser en cada reino, y en cada casa, y en cada persona tan doméstica, tiene el primado de las tentaciones ella sola.

Oh buen Jesús y si tu no nos libras de la tentación de la gula, ¿quién atinará a tener la moderación y temperancia que se requiere en ella? ¿Quién atinará a saber si come poco o come mucho, y si come de lo vedado o de lo concedido: de manera, que ni tu bondad sea ofendida, ni la salud corporal sea perjudicada? Sobre el amparo y defensa de las tentaciones debe el hombre velar, mas sobre la de la gula debe velar, y aun se desvelar: porque allende de ser importuna y enojosa, es sutil en lo que emprende, y muy mañosa en lo que pide: de manera, que [LIIr] son muchos los que la sienten, mas muy pocos la que la entienden. ¿Quién podrá del todo entenderla, pues muchas veces nos pide algunas cosas para substentanse, y no son sino para regalarse? ¿Qué fuerzas bastan para defender nadie desta tentación doméstica: pues no he mascado el bocado que tengo en la boca, y estoy hablando en lo que comeré otro día? ¿Qué haré a esta tentación maldita, y a este vientre tan voraz: pues del manjar que ayer tenía apetito, me dice que hoy está ya empalagado? Et ne nos inducas in tentationem, oh buen Jesús: pues todas las veces, que como mucho enfermo, y si como poco me desmayo, si bebo agua me opila, y si bebo vino me embriaga, si como manjar áspero luego lo aborrezco, y si delicado luego pido otro: de manera, que a esta importuna gula, ni a poder de regalos la puedo contentar, ni porque me baño en lágrimas la puedo desechar. Et ne nos inducas in tentationem, oh buen señor: pues este mi estómago antojadizo quiere aun que yo no quiera, que le dé una vez carne otra pescado, una vez legumbres otra fruta, y una vez pan de panizo y otra de millo, una vez rustido otra bullido, una vez tarde otra temprano: por manera, que para satisfacer a mi estómago no paso tanto trabajo en buscar lo que tengo de comer, cuanto en habérselo conforme a sus apetitos de aderezar. Et ne nos inducat in tentationem, pues esta maldita tentación de la gula: no sólo es enojosa y penosa, mas aun es además muy prolija: pues no podemos trabajar sin comer, ni caminar sin comer, ni aun vivir sin comer: por manera, que nunca nos deja la tentación de la gula, hasta que de las entrañas se nos arranca el ánima. ¿Quién es el que osa amar esta vida, pues no puede sustentarse en ella, sino es con perjuicio de tercera persona? Dime yo te ruego, si del agua no sacasen los peces, si a la tierra no arrancasen el pan, si a los animales no tomasen los hijos, y si de los árboles no cogiesen la fruta: ¿cómo podrías tú vivir sobre la faz de la tierra? ¿Qué gusto puede nadie tomar en la vida: pues para que yo viva han de perder otros la vida? Si no pensase que lo quiere así la ordenación divina, y de esta manera sustentemos la vida, de mí digo y confieso, que jamás vería a ningún animal matar, que no me tomase de corazón a llorar.

Digamos pues al señor la oración de et ne nos inducas in tentationem: pues sino nos socorre él con su gracia, y si no nos tiene con su mano piadosa, tengo por dificultoso el sabernos abstener, y tengo por imposible el no haber de caer: según andamos desta tentación acosados, y aun desatinados. Decid hermanos míos decid con la Iglesia et ne nos inducas in tentationem: pues por cumplir con la gula estamos opilados, nos tornamos tísicos, nos volvemos itrópicios, andamos tras los médicos, amanecemos en las boticas, buscamos yerbas, y aun rompemos las venas con sangrías. La abstinencia no sólo es buena para alanzar los pecados del ánima, mas aun para no criar enfermedades en el cuerpo: porque los humores corruptos que en nosotros se engendran, no provienen de los trabajos que tomamos, sino de los manjares que comemos. En los monasterios de Palestina me crié, y en los desiertos de Egipto residí: en los cuales lugares vi a muchos monjes enfermar de mal reglados, y a nadie vi peligrar de los bien regidos. En aquellos tiempos vi también en Roma a muchos hombres ricos estar además muy gotosos: a los cuales ninguna cosa les [LIIv] aprovechó, los muchos dineros que gastaron, ni los grandes regalos que hicieron, hasta que vinieron a su miseria y pobreza: la cual les fue suma medicina para sanar su gota.

Oh temperanza sagrada y bendita, ¿qué puedo yo de ti decir, que no sea más lo que callare, que todo lo que dijere? La abstinencia quita la temeridad, espanta los demonios, remedia los peligros, consume la salud, purga los pecados, aviva el juicio, esfuerza la memoria, liberta la lengua, gobierna la familia, y aun aumenta la hacienda. Algunos loan la abstinencia de muchos años, otros la de muchos meses, y otros la de muchas semanas: mas yo para mí tengo creído, que no hay otra tan grande abstinencia, como la que se hace cada día: es a saber, mejorándonos siempre en las virtudes, y cercenándonos algo de los manjares. ¿Qué servicio haces al señor ayunando todo el día entero, si a la noche te tornas borracho? ¿Por qué causa esperas tu galardón por el ayuno: pues comes más aquel día en una comida, que los otros días en comida y media? ¿Cómo ha de aceptar el señor tu abstinencia: pues no entiendes sino en buscar golosinas para aquel día, y no te acuerdas de derramar siquiera una lágrima? Testigo es el señor, que morando yo en los bravos desiertos de Egipto ado quemaba tanto el sol, y ardía tanto la arena: que parecíamos los que allí morábamos, no hombres blancos de Asia, sino esclavos negros de Etiopía: con toda esta sequedad de tierra, y aspereza de montaña, vi a los monjes enfermos que allí moraban, que les imputaban a culpa, beber el agua fría: y si comían cosa cocha, era como si cometieran lujuria. Ni rey, ni profeta, ni santo, ni pecador, hallarás en las divinas letras, que al tiempo de su ayuno no se retrajese al templo, no se vistiese de tilicio, no se encenizase la cabeza, no se abstuviese de comer, y que no se ocupase en llorar. Cuando el profeta Jonás predicó a los de Ninive, que dende en cuarenta días se habían de perder: no sólo el rey y todos ellos ayunaron, mas aun quitaron a los animales lo que habían de comer, y privaron a los niños de que no pudiesen mamar: el cual ayuno fue a Dios tan acepto, que no sólo merecieron ser perdonados, mas aun por ejemplo de hombres abstinentes de Cristo ser loados. Los que el día del ayuno quitaban la cebada a los caballos, y destetaban de la leche a los niños: ¿crees tú hermano que buscaban manjares delicados? Como naturalmente se tomen los niños a llorar en faltándoles el comer, quisieron los de Ninive presentar a Dios las lágrimas de los hijos, para que en mérito dellas fuesen perdonados los padres. Oh cómo sería bienaventurado el que imitase a los de Ninive en el ayuno, no quitando la leche a los niños inocentes, sino destetando a nuestros miembros de los vicios enormes: a los cuales tantas veces les damos de mamar, cuantas veces les dejamos pecar. Pues los de Ninive destetaron los niños, desteta tú hermano tus ojos que no se derramen, a tus pensamientos a que no se enloden, a tu lengua a que calle, a tu vientre que ayune, y a tu corazón que se asosiegue: porque desta manera, serás con los de Ninive perdonado, y con los cristianos justificado. Lo de suso es de Jerónimo.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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