La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos

Capítulo XXVI
Que poco aprovecha que ayune el estómago, si no se abstienen del pecado: y qué es lo que San Ambrosio siente en esto.


[LIIIr] Hoc genus demoniorum no eiicitur: nisi in jejunio et oratione: decía Cristo a sus discípulos, y es como si les dijera: Son los demonios tan poderosos, y están de los hombres malos tan apoderados: que si no os postraís a orar, y no os dáis a ayunar, ni los podréis alanzar, ni dellos os apoderar. Decir nuestro Cristo, que sin ayunar y orar, no quieren los demonios de los cuerpos salir: es decirnos que poco aprovecharía abstenerse el cuerpo de los manjares que Dios crió, sino se abstuviese de los pecados que él vedó. El cristiano que hace gran caso de los ayunos, y no se acuerda de dejar los pecados, no es por cierto el tal amigo de Cristo, sino discípulo del demonio: el cual nunca deja de ayunar, ni cesa de pecar. ¿Qué aprovecha a adelgazar el cuerpo con abstinencia, si está el corazón lleno de malicia? ¿Que aprovecha abstenerse del vino que te puede emborrachar, sino te abstienes de la ira que te hace pecar? Si sólo el vientre pecó, sólo el vientre ayune: ¿mas si los otros miembros pecaron, por qué también ellos no ayunan? Ayunen las manos si algo hurtaron, ayunen los pies las ramerías que anduvieron, ayunen los ojos si algo desearon, ayune el corazón si algo pensó, y ayune la memoria si algo se le olvidó: porque de otra manera muy gran injusticia harían al estómago, si habiendo con él otros pecado, diesen a él solo el castigo. Tu aut cum jejunas unge caput tuum: et faciem tuam lava, decía Cristo cuando hablaba del ayuno, y es como si dijera: Cuando por tus pecados quisieres hacer alguna abstinencia, has de tener aviso, que no te untes sin ayunar, ni ayunes sin te untar: ni tampoco has de untar la cabeza, si primero no lavas la cara. Literalmente decía esto Cristo, para confundir a los fariseos hipócritas: los cuales en los días de ayuno andaban tristes, descalzos, cabizbajos, amarillos, rotos, callando, y llorando: lo cual hacían ellos, no por hacer más áspera penitencia, sino porque los tuviesen en reputación de santos los de la república. Es también de saber, que en el reino de Palestina: en el cual caía Judea, tenían en costumbre los palestinos, de vestirse buenas ropas, lavarse las caras, y untarse las cabezas en los días de grandes fiestas: de manera, que haciendo estas ceremonias celebraban la fiesta, y regocijaban su casa.

Queriendo pues Cristo desengañar a los que ayunaban, aunque no ayunasen por jactancia y vanagloria, sino solamente por hacer abstinencia y penitencia, mándales untar la cabeza y lavar la cara: lo cual en aquel tiempo era señal de mucha alegría. Dejada aparte la corteza de la letra, y tomando entre manos la médula del espíritu, el no se querer contentar Cristo con que ayunemos, ni con que nos untemos, sino que también nos lavemos: no vaca por cierto de mucha profundidad, ni aun de gran utilidad: pues en este misterio nos avisa Cristo de lo que hemos de hacer, y aun de lo que nos hemos de guardar. El que unta la cabeza pone algo en ella que antes no tenía, y el que se lava la cara, quita algo della: es a saber, la suciedad que primero tenía: y quiero por lo dicho decir, que muy poco, o no nada aprovecha el ayuno, a secas y sin gracia, si juntamente con él no untamos la cabeza, haciendo alguna buena obra: y si no nos lavamos la cara, enmendándonos de alguna notable culpa. Mucho es de ponderar, quien un día, en un lugar, en un sermón, y sobre una palabra [LIIIv] mandó Cristo, que ayunasen, y se untasen, y se lavasen: en lo cual nos dio a entender, que juntamente nos hemos de apartar de los vicios, y aun nos hemos de dar a las virtudes: porque de otra manera, fatigaríamos de balde al estómago, y no sacaríamos del ayuno ningún provecho. ¿Piensas tú hermano que está la perfección del ayuno en las carnes que dejas, y en las lentejas que comes? El ayuno verdadero es que unjas muy bien la cabeza, y te laves del todo la cara: es a saber, que te aveces a ser virtuoso, y dejes de ser vicioso: porque en la casa del verdadero abstinente, a la hora que ha hambre en el cuerpo, se comienza a hartar el espíritu.

No nos mandar Cristo que unjamos los pies, ni las manos, ni el cuerpo, sino la cabeza: es decirnos y avisarnos, que cuando el señor nos diere alguna gracia, o se nos ofreciere de hacer alguna obra virtuosa, la fijemos en la memoria, y la pongamos sobre nuestra cabeza: para que si Cristo nos mandare algo lo hagamos, y si nos hiciere alguna merced no la olvidemos. Es también de advertir, que en la cabeza del hombre están las tres potencias del ánima, y los cinco sentidos del cuerpo: y entonces ungimos la cabeza, cuando el entendimiento no piensa sino en Dios, y la memoria no se acuerda sino de Dios, y la voluntad no ama sino a Dios. Dime yo te ruego, ¿para qué te afliges con abstinencia: pues no está tu cabeza untada? No piensas sino en el mundo, no te acuerdas sino del mundo, no amas sino al mundo, ni sirves sino al mundo: ¿y piensas que con un día de ayuno mal ayunado, has de alcanzar lo que quisieres de Cristo? Si Cristo no nos aconsejara más de que ayunásemos, y no que juntamente con el ayuno nos lavásemos, y nos untásemos, hiciéramos gran hincapié en solo el ayuno: mas pues él nos mandó más, razón es que hagamos, y nos esforcemos a más: porque el mérito de nuestra abstinencia no está en los malvaviscos soncochados, ni en las lentejas desaceitadas que comemos, sino en las obras de piedad que aquel día hacemos. No vaca tampoco de alto misterio, el mandarnos Cristo lavar el rostro: en el cual están los ojos con que miramos, las narices con que olemos, la boca con que comemos, la lengua con que hablamos, y la vergüenza de que nos preciamos: de manera, que todo esto has de lavar, si quieres cristianamente ayunar. ¿Qué aprovecha abstenerse del pescado: y no apartarte del pecado? ¿Qué aprovecha a tu alma no comer sino yerbas crudas: si tu lengua no habla sino palabras maliciosas? ¿Qué hace al caso alanzar de ti en cuaresma las aromatas que huelen, si no despides de ti los pecados que hieden? ¿Has empacho de no lavarte cada día el rostro: y no has vergüenza de perserverar tanto tiempo en el pecado? Ándaste alabando que ayunas toda la santa cuadragésima: ¿y por otra parte no pueden contigo a que perdones una sola injuria? Lávate pues hermano mío, lávate, que el redentor del mundo y señor nuestro, primero le lavó San Juan en el río, que comenzase en el desierto el ayuno: en lo cual nos dio a entender, que la suma y verdadera abstinencia es, cuando primero dejamos de pecar, que dejemos de comer: lo cual no se hace así: pues ya se contentan los hombres con que cesen de comer, y no paren de pecar. Como las cosas malas se curan las más veces con curas contrarias, sería yo de voto, que pues tú osaste cometer cosas ilícitas, que te abstuvieses de las lícitas: y que pues traspasaste las a ti fibidas, te refrenes ahora de las a ti [LIVr] concedidas: y que hagas penitencia aun de las cosas pequeñas, pues has sido transgresor de las cosas grandes. Este tan delicado consejo, no le damos a los hombres desalmados, sino a los varones muy perfectos: pues los malos tienen ya hechos callos de pecar en la consciencia, y los buenos no se sueltan aun a decir una palabra ociosa. Todo lo sobredicho es de Ambrosio.


{Antonio de Guevara (1480-1545), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (1542). El texto sigue la edición de Valladolid 1545, por Juan de Villaquirán, 8 hojas + 110 folios.}

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