La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo XXV
Que habla en general quán gran excellencia es en el hombre saber bien hablar; y que ay unos hombres de tan mala gracia en el hablar, que más pena es oýrlos tres credos que no a otros escucharlos diez años; y de cómo es muy gran falta en los príncipes y grandes señores hazer una cosa y después no saber dar razón della.


Una de las excelencias que el Criador dio a los hombres fue saber y poder hablar; porque de otra manera, dexada el ánima aparte, de poco menos valor son los animales brutos que son los hombres mudos. Aristóteles en sus Yconómicas sin comparación loa más la policía pitagórica que no la stoyca, diziendo que la una es más conforme a razón que no la otra, pero Pitágoras mandó que todos los hombres que fuessen mudos sin ninguna contradición fuessen de la república alançados. El motivo que tuvo este philósopho para mandar esto fue diziendo que la lengua se mueve por los conceptos del ánima, y el que no tiene lengua no tiene ánima, y el que no tiene ánima no es sino bestia, y el que es bestia deve servir como bestia o hecharse con las bestias en la montaña. Gran cosa es no ser hombre mudo como lo son los brutos animales, y mayor cosa es hablar como hablan los hombres racionales, pero sin comparación es muy mayor bien hablar como hablan los philósophos eloqüentes; porque de otra manera si el que oye no pondera más las sentencias que las palabras, muchas vezes le contentarán más los papagayos que parlan en las jaulas que no los hombres que blasonan en las academias. [499]

Josepho, en el libro De bello judayco, dize que el rey Erodes no sólo con su persona y hazienda, pero aun con toda su parcialidad y parentela siguió y dio favor a Marco Antonio y a Cleopatra, su amiga, quando tuvo guerra con Octavio, segundo Emperador que fue de Roma, y al fin fue Marco Antonio vencido, y Cleopatra fue presa, y quedó por Octavio la victoria. De todo este daño Marco Antonio se tuvo la culpa; porque el hombre que por amores de una muger toma conquista es impossible que no pierda la vida o que no viva con infamia. Visto por Erodes que Marco Antonio, su señor, era muerto, acordó de yrse para el Emperador Octavio; y, como se viesse en su presencia, poniendo a los pies del Emperador la corona, hizo Erodes una oración en que dixo tan dulces palabras y tan altas sentencias, que no sólo el Emperador Octavio perdonó a Erodes por aver sido su crudo enemigo, pero aun le confirmó de nuevo el reyno y le tomó para sí por muy caro amigo; porque entre los coraçones generosos muchas obras malas se remedian con pocas palabras buenas.

Si Blondo en el libro De Roma triumphante no nos engaña, Pirro, el gran rey de los epirotas, caso que en el coraçón fue muy esforçado, en las armas muy diestro, en las mercedes muy largo y en los infortunios muy sufrido, sobre todo le dan fama aver sido en las palabras muy dulce y en las respuestas muy sabio. Deste Pirro dizen ser en la eloqüencia tan estremado, que el hombre a quien Pirro una vez hablava alguna palabra quedava por tan suyo, a que dende en adelante en ausencia defendía su partido y en presencia ponía la vida y el estado. Dize el sobredicho Blondo, y callóselo Tito Livio, que los romanos (como en todo eran tan proveýdos), viendo que el rey Pirro era tan retórico, proveyeron en el Senado que ningún embaxador romano hablasse sino por tercera persona con Pirro; porque de otra manera, según él los atraýa con sus palabras, yendo por embaxadores del Imperio Romano, bolvían a Roma por procuradores de Pirro.

Caso que Marco Tulio fue senador en el Senado, y fue cónsul en el Imperio, y fue entre los ricos muy rico, y fue entre la gente de guerra muy esforçado, a la verdad ninguna destas cosas le hizo ser de immortal memoria si no fue su muy alta [500] eloqüencia. Fue Tulio sólo por la riqueza de su lengua tan estimado en Roma, a que muchas vezes orando en el Senado le oýan tres horas al día sin que persona hablasse palabra, y no lo tenga alguno esto en poco, ni se passe por ello ligero; porque es de tal calidad la malicia umana, que más fácilmente parla uno quatro horas que no terná paciencia para escuchar una.

Cuenta Antonio Sabéllico que, en tiempo de los Amílcares africanos, floreció un philósopho en la gran Carthago que avía nombre Afronio, el qual de edad de lxxxi años murió en el primero bello púnico. Este philósopho fue preguntado una vez qué era lo que sabía, y respondió que no sabía sino bien hablar. Fue preguntado otra vez que qué deprendía; respondió que no deprendía sino bien hablar. Fue preguntado la tercera vez que qué enseñava; respondió que no enseñava sino a bien hablar. Parésceme que este buen philósopho en lxxx años no dize que deprendió sino a bien hablar, no supo sino bien hablar, ni enseñó otra cosa sino bien hablar. Y a la verdad él tenía razón, porque una de las cosas que mucho adornan la vida umana es tener hombre dulce y sabrosa lengua. Qué cosa es ver a dos hombres en un consejo pareados, de los quales el uno es muy torpe en proponer y el otro es muy elegante en el hablar; y destos tales ay unos que en tres horas no nos cansamos de los escuchar, y por contrario ay otros tan pesados en el hablar, que de sólo verles mover los labrios tomamos la puerta para yrnos; porque a mi parecer no ay igual trabajo que escuchar a un hombre pesado tres credos, y por contrario no ay mayor consolación que oýr a un discreto mil años. Dezía el divino Platón en el libro De legibus que no ay cosa en que más se conozca el hombre que es en las palabras que dize; porque por las palabras que le oýmos juzgamos por bueno o por malo lo interior que no vemos. Laercio, en las Vidas de los philósophos, dize que Sócrates, el gran philósopho, estando una vez en Athenas, traxéronle a un mancebo natural de Thebas para que le recibiesse en su compañía y le doctrinasse y enseñasse en su academia, y el moço (era estrangero y vergonçoso) no osava hablar delante su maestro, al qual dixo Sócrates el philósopho: «Amigo, habla si quieres que te conozca.» Esta sentencia de Sócrates es [501] muy profunda, y ruego al que esta escritura leyere se pare un poco a pensar en ella; porque no quiere Sócrates que sea el hombre conocido por el gesto que tiene, sino por la palabra buena o mala que dize.

Caso que la eloqüencia y bien hablar en cada uno sea causa de aumentar su honra y no disminuir su hazienda, mucho más sin comparación resplandesce y es más necessaria en casa de los príncipes y grandes señores; porque los hombres que tienen oficios públicos, de necessidad han de escuchar a los naturales y hablar con los estrangeros. Hablando más claro, digo que no sólo el príncipe deve trabajar por alcançar la eloqüencia por honra de su persona, mas aun por lo que conviene a su república; ca, como el príncipe (siendo no más de uno y sea servido de todos) es impossible que tenga tanto con que pueda hazer mercedes a todos, y por esso es necessario que a unos pague con dineros y a otros sostenga con buenas palabras; porque el coraçón generoso más quiere una palabra amorosa que no una merced hecha de mala gana.

Platón, y Livio, y Erodoto, y Suplicio, y Eutropio, y Diodoro, y Plinio, y otros innumerables historiadores antiguos, nunca acaban de estimar y loar la eloqüencia de los príncipes griegos y latinos, y quan bienaventurados fueron aquellos siglos, en los quales uvo príncipes sabios. Y a la verdad ellos tienen mucha razón; porque muchos alcançaron las coronas de reyes y los sceptros del imperio no tanto por las crudas batallas que vencieron, ni menos por la alta sangre de que decendieron, quanto por la sabiduría y eloqüencia que tuvieron. Marco Aurelio Emperador fue natural de Roma, nació en el monte Celio y fue en el patrimonio pobre, en la sangre obscuro, en el favor abatido, en la parentela desechado; y (con todo esto) sólo por ser virtuosíssimo en la vida, y ser muy profundo en la doctrina, y ser muy alto en la eloqüencia, el Emperador Antonio Pío le dio por muger a Faustina, su hija; y como fuesse de muchos retraýdo porque casava a su hija con un pobre philósopho, respondió: «Más quiero tener por yerno a un pobre filósofo que no a un príncipe loco.»

Pulio, libro vii De legibus romanorum, dize que fue ley muy guardada, y dende los cónsules por costumbre en Roma [502] introduzida, que los dictadores y censores y emperadores entrassen en el Senado a lo menos una vez en la semana y allí diessen cuenta del estado en que estava la república, y oxalá fuesse guardada esta ley en el tiempo de agora; porque no ay ninguno que assí trabaje de igualar la justicia como el que piensa que le han de pedir cuenta della.

Calígula, que fue quarto Emperador de Roma, dízese dél que fue no sólo torpe y cruel en la vida, pero aun fue muy ydiota en la eloqüencia y muy corto en la plática; por manera que, entre todos los príncipes romanos, él sólo tuvo necessidad que hablassen en el Senado por él otros; y fue este malaventurado tan aborrescido, que después que con cruel y infame muerte fue muerto y por Roma arrastrado, pusiéronle en el sepulchro este título: «Aquí yaze el Emperador Calígula, el qual era indigno del Imperio por ser necio y fue privado de la vida por ser vicioso.»

No sé yo los príncipes cómo se precian de ser esforçados, de ser dispuestos, de ser corredores, de ser justadores, y no se precian de ser eloqüentes; como sea verdad que aquellas gracias sólo les aprovechan durante la vida, pero la eloqüencia aprovéchales no sólo para honrrar la vida, mas aun para después de muertos aumentar la fama; porque leemos de muchos príncipes que con sola su eloqüencia amansaron grandes sediciones en la república y junto con esto alcançaron para sí immortal memoria.

Suetonio Tranquilo, libro i De Cesaribus, dize que el muy venturoso Julio César, siendo de edad no más de xvi años, como muriesse en Roma una tía suya que se llamava Cornelia, fizo en su enterramiento una oración, en la qual (siendo de tan tierna edad) mostró su muy alta eloqüencia, y fue aquel día tan grato al pueblo, a que todos le juzgaron sería en el Imperio un muy valeroso romano. Según dize Apiano, aquel día dizen que dixo Sila estas palabras: «Lo que siento deste moço Gayo César es que en la audacia de su lengua muestra quán valerosa ha de ser su persona.»

Vean, pues, agora los príncipes y grandes señores quánto les va en saber bien hablar y ser eloqüentes; porque no vemos otra cosa cada día sino a uno que es baxo por linaje, la [503] eloqüencia lo haze alto en fortuna, y a otro que es único entre los generosos es el primero entre los abatidos. No ha sido otro mi fin de escrevir todas las cosas sobredichas, sino amonestar, persuadir y rogar a todos los príncipes y grandes señores a que desde niños muy niños pongan con hombres muy sabios a sus hijos, y esto a fin que les enseñen no sólo cómo han de vivir, mas cómo han de hablar; porque en las personas de alto estado es suprema infamia hazer o intentar de hazer una cosa, y no saben después dar razón della.

Polidoro en el iii de sus Comentarios dize que quando los lacedemonios fueron desbaratados por los athenienses en la rota Milina (y llámase Milina porque fue la batalla a la ribera del río Milín), los lacedemonios embiaron a un philósopho llamado Heuxino a tratar las pazes con los athenienses, y como este philósopho fuesse grandíssimo eloqüente, hizo una oración tan alta en el Senado de Athenas, en que no sólo alcançó la paz que desseava su tierra, pero aun para sí alcançó eterna fama. Quando el philósopho Heuxino uvo de bolverse de Athenas a su tierra, diéronle los athenienses esta carta en que dezía. [504]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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