La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XI
En el qual Marco Aurelio concluye su carta contra los juezes crueles y entre otras cosas pone lo que le acontesció al rey Boco y las palabras que el abuelo deste rey dixo en el Senado.


Todo lo sobredicho habló aquel hebreo, y no sin gran admiración fue oýdo de todo el Senado. ¡O, Roma sin Roma, que ya no tienes sino los muros y estás hecha un prostíbulo de vicios!, ¿qué heziste, dime, quando un hombre estrangero te afrentó y te lastimó en medio de tu Senado? Regla general es que do ay corrupción de costumbres, siempre se pierden las libertades; lo qual paresce muy claro en Roma, porque los romanos, que en otros tiempos yvan a vengar sus injurias a tierras estrañas, agora vienen de tierras estrañas a afrentarlos en sus casas proprias.

Pues está tan dañada la justicia de Roma, ¿qué tal piensas tú que pienso yo estará allá en essa ysla de Sicilia? Dime, te ruego, Antígono: ¿de dó piensas viene oy tan gran escándalo en el pueblo y tan gran quiebra en la justicia? Si acaso tú no lo sabes, oye, que yo te lo diré. Ésta, pues, es la orden por do todo va sin orden, conviene a saber: que los privados de los príncipes importunando, y el príncipe no resistiendo; ellos le engañando, y él dexándose engañar; los unos con cobdicia, y los otros con ignorancia; dan a quien avían de quitar, y quitan a quien avían de dar; honran a quien les deshonra, y deshonran a quien los honra; detienen a los justos, sueltan a los cobdiciosos, menosprecian a los expertos, fíanse de los livianos; finalmente proveen no a los oficios de personas, sino a las personas de oficios. Pues oye, Antígono, que más te diré. [681] Estos miserables de juezes, después de proveýdos, como se veen entronizados en los oficios de que no eran dignos, y que es muy mayor la autoridad de sus oficios que no el merecimiento de sus personas, házense luego temer haziendo desaforadas justicias; toman estado de señores grandes a costa del sudor de los pobres; suplen con malicia lo que les falta de discreción; y (lo que es peor de todo) que miden la justicia ajena con su utilidad propria. Pues oye, que más te diré. Ya que estos malignos juezes se veen engolfados en el golfo de varios negocios, faltándoles los remos de saber, y las velas de la cordura, y las áncoras de la experiencia, no sabiendo remediar los males pequeños, inventan otros mayores, perturban la paz común por solo su bien particular, y al fin lloran su daño proprio y pésales del bien ageno. No puede ser cosa más justa sino que, pues ellos se emboscaron en oficios a ellos no provechosos, sufran (aunque no quieran) sus daños, por manera que los unos por se los dar quedan infamados, y los otros por los procurar quedan perdidos. Pues oye, que más te diré. Has de saber que los principios destos juezes son sobervia y ambición, y sus medios son embidia y malicia, y sus fines son muerte y destrución; porque jamás las hojas estarán verdes do las raýzes son secas. Si mi consejo fuesse en este caso tomado, los tales juezes ni de los príncipes serían privados, ni aun de los privados serían defendidos, sino que como hombres sospechosos al bien común devrían ser alançados no sólo de la república, mas aun de la vida. Grande es la desvergüença de los que en el Senado oficios piden, pero muy mayor es el atrevimiento de los privados que se los procuran, y podemos dezir a los unos y a los otros que ni el temor de los dioses los retrae, ni el del príncipe los refrena, ni la vergüença los impide, ni la república los acusa; finalmente ni la razón los manda, ni la ley los sojuzga. Pero oye, que más te diré. Has de saber que ésta es la forma que los senadores tienen en repartir los oficios, ca una vez los dan a sus amigos en pago de su amistad, otra vez los dan a sus criados en pago de sus servicios, y aun algunas vezes los dan a los hombres solícitos no por más de que no les sean más importunos, por manera que muy pocos son los oficios que a los virtuosos sólo [682] por ser virtuosos son proveýdos. ¡O!, Antígono, amigo mío, hágote saber que para Roma conservar su fama y para la república ser bien regida, la diligencia que los juezes ponen en el Senado para que les den oficios, aquélla avían de poner los del Senado en buscar hombres virtuosos para encomendarles tales cargos; porque el oficio de justicia hase de dar no al que mejor lo procura, sino al que mejor lo meresce.

En el año de la fundación de Roma de seyscientos y xl y ii tuvo el Pueblo Romano muchas guerras juntas por todo el mundo, conviene a saber: a Gayo Celio contra los de Tracia; a Gneo Cardón, su hermano, contra los sardos; a Junio Sila contra los cimbros; a Aminucio Rufo contra los dacos; a Servilio Scipión contra los macedonios; y a Mario, el cónsul, contra Jugurta, rey de los númidas. Y entre todas, ésta era la guerra más famosa y aun más peligrosa; porque si Roma tenía contra el rey Jugurta muchos exércitos que le conquistavan, Jugurta tenía dentro de Roma buenos amigos que le favorescían. Era en aquellos tiempos rey de los mauritanos el rey Boco, el qual fue amigo de Jugurta, y al fin después él fue ocasión que Jugurta se perdiesse y Mario le prendiesse. A estos dos reyes llevó el cónsul Mario a Roma, y triumphó dellos llevándolos delante su carro triumphal, cargadas sus gargantas de hierros y llenos sus ojos de lágrimas, el qual tan infortunado caso lloraron todos los romanos que lo vieron y puso gran compassión a los estraños que lo oyeron. Aquella tarde, después que el triumpho fue acabado, determinóse en el Senado que al rey Jugurta le cortassen la cabeça y que el rey Boco quedasse con la vida, aunque sin su tierra, y fue la ocasión ésta. De muy largos tiempos tenían en costumbre los romanos de no justiciar algún hombre sin que con gran diligencia se mirassen los libros antiguos, por ver si alguno de sus antepassados avía hecho algún notable servicio a Roma, por do aquel miserable mereciesse que le perdonassen la vida. En un libro que estava en el alto Capitolio hallaron escripto cómo su abuelo del rey Boco fue muy sabio y muy amigo del Pueblo Romano, y que una vez vino en Roma, y allí hizo muchas oraciones en el Senado, y entre otras notables sentencias, halláronse en aquel libro que él avía dicho estas palabras: [683]

«¡Ay del reyno ado son tales todos, que ni los buenos entre los malos, ni los malos entre los buenos son conoscidos!
¡Ay del reyno que es recetáculo de todos los simples y destierro de todos los sabios!
¡Ay del reyno do los buenos son covardes y los malos son muy atrevidos!
¡Ay del reyno ado desprecian a los pacíficos y amparan los sediciosos!
¡Ay del reyno ado los que velan por su bien matan y a los que se desvelan por su mal coronan!
¡Ay del reyno do se permiten pobres sobervios y los ricos que sean tyranos!
¡Ay del reyno do todos conocen el mal y ninguno osa procurar el bien!
¡Ay del reyno do se cometen tan malos vicios públicos, que en otras tierras no osarían cometerlos secretos!
¡Ay del reyno do todos todo lo que dessean procuran, todo lo que procuran alcançan, todo lo que es malo piensan, todo lo que piensan dizen, todo lo que dizen pueden, todo lo que pueden osan; finalmente todo lo que osan ponen por obra, y después no ay un bueno que lo resista! En este tan infortunado reyno, o en pueblo que sea tan desdichado, guárdese cada uno de ser vezino; porque en breve verán sobre él o la yra de los dioses, o la furia de los hombres, o despoblarse de buenos, o tomarle tyranos.»

Otras muchas cosas se contenían en aquella plática, las quales no hazen al propósito desta mi letra, mas de quanto me paresce que fue cosa muy justa fuesse perdonado el nieto por los méritos del abuelo tan sabio.

Esta mi carta leerás allá en Sicilia a todos los pretores y juezes que residen en ella, y será el caso que se la leerás y amonestarás en secreto, con apercibimiento que, si no se emiendan, los castigaremos en público. Ya te escreví este otro día que en lo que tocava a tu destierro yo te sería buen amigo, y sey cierto que por gozar de la amistad antigua y por desempeñarte mi palabra emplearé por ti mi persona. A Panucio, mi secretario, escrivo te socorra con dos mil sextercios, con los quales [684] relieves tu pobreza, y de acá te embío esta mi letra con que consueles tu coraçón triste. No te digo en ésta más, sino que de los dioses, contentamiento; de todo lo que tienes, buen gozo; de tu persona, descanso; con tus amigos reposo tengas y gozes, amigo mío Antígono. Los males corporales, los enemigos crueles, los hados lastimosos se aparten de mí, Marco. Por parte de tu muger Rufa saludé a mi Faustina; ella suya y yo tuyo, la visitación con alegría rescebimos y con agradescimiento te la tornamos. Cesso no cessando de dessear ver acá en Italia a tu persona, y ver allá en essa ysla a mi quartana. [685]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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