Obras completas de Platón | Madrid 1871-1872 |
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Obras completas de Platón, tomo 11, Medina y Navarro, Madrid 1872, págs. 1-36 (argumento, por Azcárate: 7-8, Segundo Hipias: 9-36).
Sin gracia en la forma, sin verdad y sin interés en el fondo, este diálogo parece indigno en todos conceptos de figurar ni aún entre las composiciones de menos mérito de Platón. Sin embargo, el Segundo Hipias es citado muchas veces por Aristóteles, principalmente en su Metafísica, del mismo modo que los demás diálogos reconocidos como auténticos; y estando por medio esta autoridad, será siempre temerario negar gratuitamente que sea auténtico. ¿No es permitido suponer, que llegó un día, en que el adversario de los sofistas quiso ejercitarse, para mejor atacarles, con sus propias armas, como lo hizo en el Protágoras y en el Eutidemo, y que quiso tener la complacencia de probarse a sí mismo y probar a los sofistas, que sabía, cuando llegaba el caso, ser más sutil, más exagerado, más falso, más sofista, en una palabra, que ellos mismos? Esta es la mejor prueba de que los conocía bien. Sólo así podría explicarse que Platón se tomase el trabajo de sostener en una conversación de muchas páginas paradojas, tales como las que nos limitamos a reproducir para que sirvan como de resumen del diálogo.
Hé aquí la primera. No hay diferencia entre el mentiroso y el hombre veraz: ambos saben igualmente la verdad, puesto que el uno la disimula, sabiéndola; y el otro la sabe, puesto que la dice. Veamos la segunda. El mentiroso es superior al hombre veraz en cuanto disimula la verdad con conocimiento y voluntad, mientras que el hombre veraz puede engañarse y engañar a los demás involuntariamente: el embustero vale más, porque sabe lo que hace y hace lo que quiere, a saber, engañar.
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