Obras completas de Platón | Madrid 1871-1872 |
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Obras completas de Platón, tomo 11, Medina y Navarro, Madrid 1872, págs. 203-217 (argumento, por Azcárate: 203-204, Axioco: 205-217).
La vida no es más que un viaje; y es natural, y hasta necesario, que tenga un término. Este término es la muerte, y no hay motivo para temerla. Morir es hacerse insensible, es decir, incapaz de sufrir; y entonces ¿cómo la muerte puede ser un mal? El mal es la vida. ¿Cuál es la edad que no tiene sus dolores? ¿Qué oficio, qué arte, qué función deja de dar lugar a disgustos, percances y desesperaciones? La muerte es una redención. Por otra parte, nosotros no morimos por entero; se disuelve el cuerpo, pero el alma subsiste inmortal. Es incontestablemente inmortal esta alma que juega con el espacio, que pelea con las olas, que construye ciudades, que funda Estados, y que se lanza hasta el firmamento para descubrir las leyes del universo. Después de una vida ocupada en hacer el bien, es recompensada según su mérito. De manera que el hombre honrado que muere se parece al atleta que, después de recorrido el estadio, recibe el premio.
Estas son verdades no del todo originales, y están encadenadas con poco rigor, pero se presentan en este diálogo formando una especie de cuadro dramático. La conversación pasa entre Sócrates y Axioco, moribundo. Una recitación mítica, que a decir verdad, no es más que un ligero boceto, cierra el diálogo. Esto recuerda, aunque imperfectamente, el estilo de Platón. El Axioco es a los verdaderos diálogos lo que es el murmullo a una voz poderosa y sonora.
Facsímil del original impreso de esta parte en formato pdf