Filosofía en español 
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9 de enero

Zoroastro

«El nombre de Zoroastro, dice Reinaud escribiendo la biografía de este personaje en la Enciclopedia nueva, es uno de los más notables que registra la historia de la Humanidad,» y sin embargo es bien poco lo que sabemos acerca de su vida, pues se ignora de todo punto cuándo y dónde se desenvolvió aquella, por lo cuál muchos consideran como fabuloso, como un mito oriental al genio extraordinario que tenemos por fundador del Mazdeísmo o religión de los antiguos persas. Otros suponen que han existido varios Zoroastros, como existieron diferentes Budas; pero lo que juzgan hoy como más probable los orientalistas, es que entre los siglos XV y XVII antes de nuestra era apareció en la Bactriana, mansión del pueblo zenda o iranio, un legislador moral y religioso llamado Zoroastro, cuyas predicaciones llegaron bien pronto a los medos y a los persas, viniendo a constituir la creencia religiosa de una gran parte del Asia, después que los magos, sacerdotes de los persas, la revistieron de un culto solemne y ostentoso.

El mazdeísmo o parsismo, que con ambos nombres se designa la religión de Zoroastro, es, al mismo tiempo que una doctrina teológica, un sistema filosófico, y se halla expuesto en los libros sagrados del Zend-Avesta, título que quiere decir palabra viva. Este gran monumento literario del antiguo Oriente fue traducido al latín en 1771 por el insigne filólogo Anquetil Duperron; y, merced a esta circunstancia, hoy podemos conocer en toda su pureza los dogmas de una religión cuya influencia no se limitó a las regiones asiáticas de allende el Éufrates, sino que, como dice el citado Reynaud, «penetró en Judea, desarrolló el mazdeísmo, y se asoció la gloria del Evangelio y de la civilización europea.»

El libro principal del Zend-Avesta, que es el primero, se llama el Vendidad, y en 1829 fue traducido al francés por Burnouf: en él se expone la doctrina de Zoroastro, la cual descansa sobre un dualismo o reconocimiento de dos principios, el del bien, llamado Ormuzd, y el del mal, llamado Ahriman, pero engendrados ambos por el tiempo sin límites, que es el principio del Universo; esto es, Dios, considerado como la eterna duración. Este Ser Supremo, cuyo vestido es la naturaleza y cuyo símbolo es el fuego, creó primeramente a Ormuzd, que a su vez produjo todas las cosas buenas: pero Ahriman, su enemigo, apareció después introduciendo el mal en el mundo. Estos dos genios, ayudados de otro espíritus respectivamente buenos y malos, luchan desde entonces; u la Humanidad, campo donde se libra principalmente este combate, experimenta las consecuencias del mismo, viéndose unas veces arrastrada al mal y otras conducida al bien; pero tal conflicto no será eterno, sino que algún día permitirá Dios que Ahriman sea vencido por Ormuzd, y entonces aparecerá de nuevo en el mundo el reinado del bien o la felicidad.

Saltan a la vista ciertamente las profundas analogías que hay entre las enseñanzas del Zend-Avesta y la cosmogonía de Moisés, el dogma del pecado original y la doctrina de la Redención; pero, si tenemos en cuenta la cautividad de Babilonia, durante la cual el pueblo hebreo estuvo en continuo roce con los persas, nos explicaremos fácilmente que la Biblia haya podido llevar su influencia a la religión de Zoroastro, en la cual, por otra parte, es natural que encontremos, como en el Budismo y en otros sistemas religiosos, algunas reminiscencias de aquellos hechos y aquellas verdades que en un principio fueron patrimonio de todos los hombres, pero que luego no conservó en toda su pureza ningún otro pueblo mas que el elegido de Dios.

La moral fundada en la doctrina de Zoroastro no podía menos de ser digna y elevada; porque, imponiendo al hombre la obligación de combatir sin tregua para desarraigar el germen del mal que hay en su naturaleza, le hace responsable de sus acciones y árbitro de su destino ulterior; pues el que salga triunfante de esta lucha recibirá galardón eterno, y el que sea vencido, sufrirá un castigo terrible. Este precepto de la lucha influyó quizá en el carácter histórico del pueblo persa, que fue eminentemente guerrero y aspiró a la conquista de todas las naciones; pero la religión de Zoroastro desapareció casi enteramente de la Persia cuando los árabes la dominaron, imponiendo en ella el Mahometismo, que es hoy el culto oficial de dicho país y de todos los demás que profesaron un día los dogmas del Zend-Avesta.