Bienaventurado
En la Teología, esta palabra significa aquel a quien una vida pura y santa abre el reino de los cielos. ¿Quién podrá pintar el feliz arrobamiento de una alma, que desprendida enteramente de los lazos del cuerpo, y desembarazada del velo que le oculta la divinidad, se halla admitida a contemplar esta divina esencia, a ver a Dios como es en sí, y a beber la felicidad en el manantial de la misma ventura? Nosotros, dice San Juan, Epístola 1ª, capit. 3, vers. 2, seremos semejantes a él, porque le veremos como es en sí. Vuestros santos, Señor, dice el Salmista, se embriagarán con la abundancia de vuestros bienes: Vos los inundareis en un torrente de delicias, y los ilustrareis con vuestra propia luz: salmo 35, v. 9. Allí desaparecerán las contradicciones aparentes de los Misterios, cuya sublimidad asombra a nuestra razón: allí se desenvuelve toda la extensión del amor de Dios hacia nosotros, y la multitud de sus beneficios: allí se enciende en el alma aquel amor inmenso que no se apagará jamás, porque el amor que Dios la tiene será para ella su alimento eterno. [15]
Bienaventurado
Lo mismo que beato: Se dice de aquellos a quienes la Iglesia determina que se les dé un culto público, aunque inferior al que da a los santos canonizados. La beatificación es un grado para llegar a la canonización. (Vease beatificación, canonización.)
Bienaventuranza
Felicidad de los Santos en el cielo. (Vease felicidad eterna). No hay mucha necesidad de saber lo que los teólogos llaman bienaventuranza objetiva y bienaventuranza formal.
Bienaventuranzas evangélicas
Se llaman así las ocho máximas que Jesucristo colocó a la cabeza del discurso que comprende su moral compendiada. El monte donde se cree haberle pronunciado conserva el nombre del monte de las Bienaventuranzas, porque estas máximas principian con la palabra beati. Bienaventurados, dice, los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Se conoce que Jesucristo entiende por el nombre de pobreza de espíritu el desprendimiento de las riquezas. Bienaventurados los que tienen dulzura de carácter, porque ellos poseerán todos los corazones. Bienaventurados los que lloran porque ellos recibirán consuelo. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque se verán hartos. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, o los corazones puros, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, porque les pertenece y será suyo el reino de los cielos. S. Mateo, cap. 5, v. 3 y siguientes.
Estas máximas, verificadas por la experiencia de los Santos de todos los siglos, no tienen necesidad de apología; mas el que quiera un elocuentísimo comentario de esta doctrina, que lea el sermón del sabio Masillon sobre la felicidad de los Santos. (Véase consejos evangélicos).
Bienes
(Véase riquezas.)
Bienes eclesiásticos
(Véase beneficios.)