Filosofía escolástica
Así se llama la enseñanza filosófica de la Edad Media, en cuanto servía de preparación a los estudios de la sagrada teología.{1} Los Santos Padres, al desarrollar los dogmas católicos y defenderlos de las agresiones de los gentiles, se valían de principios naturales y filosóficos, que reunidos más adelante en su mayor parte por San Isidoro de Sevilla, en sus libros de las Etimologías, de la Naturaleza de las cosas, de las Diferencias y Sentencias, sirvieron de base a las escuelas, no solo de España, sino también de las que en el siglo IX Alcuino, protegido por Carlo-Magno, fundó en la Europa cristiana. Paulatinamente fueron aquellos metodizados en ayuda de la enseñanza de la teología, que en las escuelas de la Edad Media era el centro, al cual convergían los demás estudios. Acudióse luego a los filósofos griegos, aprovechándose de sus trabajos y cristianizando sus opiniones; lo cual hacían las escuelas, primero por el afán de conocer y conservar las obras de la antigüedad, y luego por necesidad, a fin de combatir los errores que intentaban propalar los comentadores árabes de los libros de Aristóteles. Esa filosofía, desarrollada a la sombra de la sagrada teología en las escuelas, recibió el nombre de Escolástica, y llegó a su mayor apogeo en el siglo XIII, siendo luminosamente explicada de palabra y por escrito por el Angélico Doctor Santo Tomás de Aquino.{2}
Los puntos fundamentales de la doctrina escolástica son: en cosmología admitir como componentes de la sustancia corpórea la materia y la forma, y en ideología explicar el origen de nuestros conocimientos por medio de las especies inteligibles, que el entendimiento agente abstrae de los cuerpos que obran sobre nuestros sentidos.
Formaron escuela dentro de la filosofía escolástica el Tomismo, el Escotismo, el Molinismo y el Suarismo, así llamados del nombre de sus autores. Los dos últimos son españoles, y a pesar de su oposición a la escuela tomista, introduciendo la ciencia media en el entendimiento divino, y negando la premoción física en las causas segundas, se empeñan en sostener que son genuinos intérpretes de Santo Tomás.
Además de los sistemas mencionados, aparecieron el conceptualismo y el realismo, que hicieron su papel durante la tan controvertida cuestión de los universales; y algunos otros no tan importantes, que tuvieron poco séquito.
El Renacimiento, con sus aficiones extremadas a las obras de la antigüedad pagana, hizo guerra a muerte al escolasticismo. Erasmo primero, y luego el hereje Lutero con sus partidarios, lo tomaron por blanco de sus burlas y sarcasmos, y hasta católicos como Vives, Descartes y Feijoo se han reído de la filosofía escolástica.
Esto no obstante, no quedó del todo apagada esa brillante antorcha que tantos días de gloria había dado a las Universidades católicas. España, en donde se refugió principalmente en los siglos XVI y XVII, produjo hombres como los ya nombrados Molina y Suarez; y otros asimismo célebres, como Melchor Cano, Domingo Soto, Gabriel Vázquez, Fray Luis de Granada, Fray Luis de León, y la mayor parte de nuestros escritores de aquellos siglos de oro para nuestra literatura.
Los Sumos Pontífices no han cesado de recomendar la filosofía escolástica, especialmente la de Santo Tomás, y aún resuena en nuestros oídos la sabia encíclica æterni Patris de nuestro amado León XIII, en la que ordena que en los estudios filosóficos se restablezca y propague con toda la extensión posible la áurea ciencia del ángel de las escuelas.
He aquí por qué a pesar del positivismo que invade este último tercio del siglo XIX, se encuentran sabios como Liberatore, Cornoldi y Zigliara en Italia, y nuestro Arzobispo de Sevilla el Emmo. González en nuestra España, quienes están firmemente adheridos a las verdades de la filosofía escolástica, la que gracias a Dios todos los días va ganando terreno entre los fieles que se dedican a investigar la verdad filosófica.
Tomás Sucona, Canónigo de Tarragona.
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{1} Fácilmente reconoceremos que el escolasticismo ha debido nacer de la teología, y que esta ha debido tener una forma filosófica para llegar a ser más tarde una ciencia exclusivamente eclesiástica. Efectivamente: entre los elementos que hemos enumerado, de los cuales debía formarse el nuevo mundo, el espíritu cristiano es el elemento absolutamente predominante, si bien puede considerarse como la sustancia, de la cual los demás elementos son accidentes. De la misma manera que al realizarse el elemento cristiano, debe unirse a los otros elementos para que pueda nacer el mundo nuevo, de igual suerte las ideas que expresan lo que este elemento tiene de cristiano deben necesariamente unirse a las ideas que son igualmente la expresión intelectual de los otros elementos de este mundo nuevo. Luego esta unión de ideas es lo que hace de la teología cristiana una ciencia filosófica, comprobando así el modo como la teología de la Edad Media ha llegado a ser una ciencia filosófica.
{2} La primera época de la filosofía escolástica abraza períodos muy distintos. Desde el siglo VI al VIII, vista la situación de los espíritus, no se pudo hacer más, para el progreso de la ciencia cristiana entre los pueblos nuevos, que conservar las obras científicas del período de los Padres de la Iglesia, y tratar de hacerlas inteligibles, por medio de extractos y compendios de lo más importante que contenían las obras de los Padres. A fines del siglo VIII, la unión de los dos elementos extraños y del espíritu cristiano, caminando en unión con la situación exterior, estaba suficientemente perfeccionada para que los tres elementos pudiesen empezar a obrar simultáneamente, aunque no en proporciones iguales. Esta acción empezó, en efecto, desde que Carlo-Magno hubo impuesto una forma precisa al Estado, haciendo posible por este medio la acción regular de la Iglesia. Se sabe que las escuelas de las Catedrales y de los Conventos, nacidas en tiempo de Carlo-Magno, fueron los verdaderos planteles de la ciencia.