Filosofía en español 
Filosofía en español


Superstición

Es la creencia extraviada de una cosa que no existe o que se exagera.

La Iglesia ha reprobado siempre toda clase de superstición y todo acto supersticioso, considerándolos como una infracción de las doctrinas santas. Por esta razón prohibe creer lo que ella no enseña, y castiga a los que por medios ilegítimos intentan introducir nuevas ideas contra lo establecido por la misma.

Frecuente ha sido desde la venida de Jesucristo al mundo la propagación de errores nacidos de buen deseo o de imaginaciones ardientes, que han producido varias veces extravíos en las creencias o han hecho titubear a determinadas personas y a países distintos, induciéndoles a adoptar ideas contrarias a las de la verdadera religión; pero la Iglesia, custodia fiel e inalterable de las doctrinas del Crucificado, ha acudido a cortar el mal, señalando el verdadero camino, demostrando lo cierto e indicando y haciendo ver cuál era lo supersticioso.

No en todas ocasiones ha conseguido pronto ni con facilidad la Iglesia desterrar los errores, habiéndose apoderado la superstición de pueblos y naciones, originándose y sosteniéndose cismas, que han causado males innumerables y sangrientas escenas; mas constantemente se ha observado, que allí donde ha nacido una creencia supersticiosa, allí ha corrido la Iglesia a desvanecerla y a remediar sus perjudiciales efectos.

Existe en la mayor parte de los pueblos, y especialmente entre las clases privadas de educación y de conocimientos, otra especie de superstición, y también ésta es combatida por los ministros de la Iglesia; pero como nace con la ignorancia, crece con el abandono de la persona, y se alimenta en objetos vulgares y a veces misteriosos, no es tan fácil desterrar estas preocupaciones de la mente.

Desde el momento en que los pastores de la diócesis y de las parroquias tienen conocimiento de que existe o se propala alguna idea supersticiosa, están en la obligación de procurar su extensión, valiéndose de la predicación, de las explicaciones doctrinales, de la enseñanza del Evangelio y de todos aquellos medios presentes y acertados que conducen a desimpresionar a los ilusos y engañados. Cuando estos recursos no bastan, deben emplear los enérgicos de la condenación y el castigo.

Valero.