Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano
Montaner y Simón Editores, Barcelona 1887
tomo 2
páginas 133-134

Análisis

Filosofía. Es difícil precisar la idea contenida en los dos términos correlativos análisis y síntesis, por la diversidad de significaciones que tienen estas palabras, que a veces expresan operaciones contrarias de la inteligencia y en otros casos indican un mismo proceso seguido desde dos puntos de vista, aunque diferentes, no contradictorios. El análisis químico, el análisis matemático, el análisis lógico y las diversas formas de síntesis correspondientes son semejantes en ciertos puntos y a la vez difieren en otros. Para fijar de una manera aproximada la distinción (aunque no contradicción) existente entre el análisis y la síntesis, debemos referir ambos a la unidad del método. V. Método.

Aunque el método es como el conocimiento objetivo-subjetivo, para percibir la realidad distinguimos sin separar sus elementos diferentes y unimos sin confundir sus elementos semejantes, operación simple en sí misma, pero doble en sus manifestaciones, a que se refiere su división general en analítico y sintético. El método analítico descompone una idea o un objeto en sus elementos (distinción y diferencia), y el sintético combina elementos, conexiona relaciones y forma un todo o conjunto (homogeneidad y semejanza), pero se hace aquella distinción y se constituye esta homogeneidad bajo el principio unitario que rige y preside ambas relaciones intelectuales. Fundamos, pues, la distinción de las palabras análisis y síntesis en la raíz misma del fin que el conocer se propone (distinguir y asemejar), para traer a unidad de sentido sus diversas significaciones y evitar el equívoco a que da ocasión el uso de ellas sin precisar previamente su alcance. Así, mientras para la Lógica de Port-Royal, el análisis ea un procedimiento de regresión, que consiste en hallar los ascendientes de un descendiente dado, para Condillac el análisis es desmontar y volver a armar una máquina, con lo cual la síntesis entra en el análisis. Si Newton sostiene que analizar es ir de los fenómenos a las leyes, Hooke afirma, al contrario, que es ir de las causas a los efectos. Hamilton dice que el análisis va de lo compuesto a lo simple, y la síntesis de lo simple a lo compuesto y para ello distingue el análisis extensivo del comprensivo (V. Comprensión y Extensión lógicas), según lo cual es posible, como pretende Fonsegrive (V. Sur le sens equivoque des mots: analyse et synthèse, Revue Philosophique) que análisis y síntesis se compenetren. Si de la idea de hombre voy a la de europeo, procedo de lo compuesto a lo simple por relación a la extensión, hago un análisis extensivo y a la vez una síntesis comprensiva, porque voy de un pequeño número de atributos a un numero mayor. Ir de los efectos a las causas es analizar (y tiene razón Newton), pero con análisis comprensivo, y también sintetizar (y tiene razón Hooke), pero con síntesis extensiva, pues lo que es compuesto para la extensión es simple para la comprensión y viceversa. Se comprende pues, que el análisis, en el orden de la extensión, es síntesis en el de la comprensión, e inversamente, lo cual revela [134] sobre la distinción de estas dos direcciones, la unidad del método mismo. La síntesis sin el análisis es una obra de imaginación, una creación especulativa, producto del ingenio que no puede reproducir la realidad; porque la realidad no se adivina (no existe ciencia infusa) y para conocerla es necesario observarla y estudiarla en toda la complejidad de sus aspectos. A su vez el análisis, sin la síntesis, da materiales para la ciencia, pero no la ciencia. De este modo análisis y síntesis revierten a la unidad del método y son procedimientos de oposición lógica, pero no de oposición real, pues no existe una realidad analítica y otra sintética, sino la compleja o empírico-ideal. El método analítico es el antecedente de la síntesis sin que podamos preguntar el porqué (la razón o el fundamento) de una cosa, sin saber previamente lo que es. Analizamos, por ejemplo, cuando examinamos detalladamente las particularidades de un todo o de un conjunto como base para conocerlo en síntesis; pero es claro que en el detalle y en lo específico late implícito el todo y por consiguiente la unidad del método. El analítico se denomina intuitivo, porque parte de la percepción directa de los hechos o de la intuición de las ideas; ascendente, porque marcha de lo compuesto a lo simple, aunque en el sentido ya indicado; inductivo, por la misma razón; de descomposición, por las funciones que en él predominan (diferencia y distinción); a posteriori, por los procedimientos que usa; empírico, porque ejercita la observación; explicativo, porque desenvuelve la complejidad de lo cognoscible, e inventivo, por lo que ayuda al pensamiento a descubrir las múltiples y complicadas relaciones de los objetos. Distinguiendo y aun separando abstractamente las dos funciones de la ciencia, la de su formación o Eurística, que consiste en indagar la verdad, y la de su exposición o Didáctica, que se refiere a la enseñanza, se ha dicho (V. Rey Heredia, Lógica): «el análisis se emplea con ventaja en la averiguación de cosas desconocidas, por lo cual ha llevado siempre el nombre de método de invención; la síntesis se aplica con provecho en la ordenación sistemática de los conocimientos adquiridos, por lo cual se llamó con mucha propiedad método de doctrina o de enseñanza.» Entendemos, por el contrario, que la indagación y enseñanza deben ser inseparables y que la verdad se debe exponer según se va hallando, pues de otro modo degenera en autoritaria y dogmática, mientras que, como dice Baldinotti (Lógica): «La verdad explicada analíticamente nos enamora y aun nos parece que no la recibimos por mano ajena, sino que la descubrimos nosotros mismos.» Confirmando este mismo sentido de la unión indivisa de la indagación con la exposición de la verdad, dice nuestro Balmes (Criterio, cap. XVII): «Al que considere que los entendimientos de los jóvenes no son únicamente tablas, donde se hayan de tirar algunas líneas, que permanezcan allí inalterables para siempre, sino campos que se han de fecundar con preciosa semilla; a éste le incumben tareas elevadas y difíciles. Conducir por camino llano y amaestrar al mismo tiempo en andar por senderos escabrosos, mostrando las angostas y enmarañadas veredas por donde pasaron los mismos inventores, inspirar vivo entusiasmo, despertar en el talento la confidencia de las propias fuerzas, sin dañarlo con temeraria presunción, he aquí las atribuciones del que considera la enseñanza, no como fruto, sino como semilla.»

Análisis y síntesis tienen puntos de partida enteramente opuestos; donde termina el análisis (en el examen completo del qué o contenido de la cosa como base para cuestionar acerca de su por qué o fundamento) comienza la síntesis. Pudiéramos representar con Bacon análisis y síntesis en una doble escala para subir y para bajar en cuyo vértice se hallan las verdades generales, término y resultado del análisis y punto de partida de la síntesis, y en sus dos bases, en la primera los hechos, punto de comienzo del análisis, y en la segunda las consecuencias, punto de término de la síntesis. El cruce de las dos direcciones supone implícito, en el proceso de ambas, el principio de la unidad del método. Comienza el método analítico aplicando la categoría o principio de razón (V. Categoría) y averiguando lo que es el objeto cognoscible para poder preguntar por su causa, es decir, induciendo (V. deducción e inducción). Para indagar el método analítico la continuidad de los hechos con sus leyes o sea la relación de causalidad, toma como base los hechos que la experiencia le ofrece e induce al conocimiento de sus leyes por virtud de procedimientos empíricos. Señalan los lógicos (V. H. Mill, Logique inductive; Bain, Logique deductive et inductive; Liard, Les Logiciens anglais y Varona, Conferencias filosóficas) cinco, que son después de todo explicación y desarrollo de la naturaleza de la inducción. El primero es el método de concordancia (tabulae presentiae, de Bacon), cuya regla es: «Si varios casos del fenómeno que se investiga presentan una sola circunstancia común a todos, esta circunstancia es la causa del fenómeno.» Pero puede esta relación ser de coexistencia en vez de ser de causalidad; y para evitar este inconveniente se recurre al método de diferencia (tabulae absentiae, de Bacon), que es la contraprueba del anterior, experimentum crucis, para salvar las coincidencias y el sofisma post hoc, ergo propter hoc, procedimiento semejante a lo que de antiguo los lógicos llaman método de eliminación. Pero el agente introducido u observado puede dar origen a complicaciones múltiples (experimentaciones fisiológicas del sistema nervioso) y entonces se recurre al tercer procedimiento, el método de concordancia y diferencia, trayendo del primero la eliminación inductiva y del segundo la supresión de la circunstancia. Su regla es la siguiente: «Si dos o más casos en que ocurre el fenómeno tienen una sola circunstancia común, mientras que dos o más casos en que no ocurre, no tienen de común sino su ausencia, la circunstancia en que difieren las dos series de casos, es la causa, o por lo menos una parte de la causa del fenómeno». Existen casos en que no es posible la eliminación y se hace necesario el uso del cuarto procedimiento, el método de las variaciones concomitantes (tabulae graduum, comparationis de Bacon). Su regla es: «todo fenómeno, que varía de alguna manera, siempre que otro varía de la misma manera, es una causa de ese fenómeno o está unido con él por alguna relación de concomitancia.» El quinto es el método de los residuos, cuya regla es: «Si separamos de un fenómeno la parte que ya sabemos por inducciones previas, que es efecto de ciertos antecedentes, el resto de los fenómenos es el efecto de los antecedentes restantes». Si nos atenemos sólo a estos cálculos que ofrecen los métodos empíricos, no podemos prescindir de los supuestos racionales, inherentes al procedimiento inductivo, cuyas reglas desenvuelven la concordancia, la diferencia y su combinación. Estas reglas son: Posita causa, ponitur effectus (concordancia o categoría de la identidad), Sublata causa, tollitur effectus (diferencia o categoría de la contradicción) y Variante, causa, variatur effectus (categoría de la continuidad). Pero además estos métodos empíricos tienen los inconvenientes de la pluralidad de las causas, que tienden a unificar el espíritu por medio de la generalización en síntesis prematuras, que dan verosimilitudes mayores o menores, como verdades ciertas (ejemplos de ello son muchas de las aplicaciones de la Hipótesis transformista) y el recíproco influjo de causas y efectos, sobre todo en las ciencias sociales, donde la inducción no alcanza la exactitud y rigor que logra en las ciencias naturales. Considerando el diverso carácter de lo observado, es decir, la necesidad que impera en los hechos naturales y la libertad que rige la vida moral, se explica fácilmente la exactitud de las inducciones en la formación de las ciencias naturales, y la imperfección del procedimiento inductivo y por ende del método analítico para constituir las ciencias morales, especialmente la Historia. Es imposible que las inducciones históricas adquieran gran exactitud, cuando exclusivamente proceden de hechos libremente cumplidos y en los cuales no puede percibirse muchos de sus elementos, ya por falta de datos para ello, ya por referirse a móviles e intenciones siempre internos en el que los cumpliera. Apoyados en este carácter imperfecto de la inducción y fundados en que sus resultados son siempre fragmentarios, solemos decir que la Historia así formada es un arsenal que proporciona toda clase de argumentos.

Como el análisis necesita preceder a la síntesis (contra lo afirmado por los partidarios del método dogmático), importa advertir que quedan los resultados del método analítico pendientes de su justificación completa por medio del sintético; porque si el análisis es antecedente cronológico de la síntesis, es a su vez ésta antecedente lógico del análisis. (V. Síntesis.) Resulta, pues, que los dos procedimientos se encuentran realmente reunidos en toda operación intelectual algo complicada. Son además análisis y síntesis, operaciones de índole opuesta y que suponen en los que las representan cualidades diferentes y que mutuamente se excluyen, así hablamos de espíritus críticos o analíticos, opuestos a los espíritus o talentos de vistas sintéticas. Alternan y predominan además cada uno en la Historia, en épocas críticas y épocas sintéticas. La tendencia constante del espíritu a dilatar su escrutadora mirada en el espacioso horizonte de la realidad, sin dejar por esto de condensar mediante la reflexión los resultados obtenidos, el insaciable deseo de saber, eco del acicate de nuestro instinto de la curiosidad, consagrado a hallar principio ordenador de nuestras experiencias, y el afán (que sirve de génesis a la aparición incesante de las escuelas y a la desaparición sucesiva de las teorías) de hallar, en último término, un sistema de ideas que corresponda con el organismo de los objetos: tales son en suma los impulsos que pretendemos descubrir cual principios animadores de este flujo y reflujo en que se manifiesta la cultura humana, suprema condensación de todas las audacias de la iniciativa individual, con todas las energías del espíritu colectivo. Merced a ellos, en la historia de la cultura humana (cuyo spiritus intus lo anuncia y esboza la inteligencia hallando lo uno en medio de lo múltiple, como base del orden y de la racionalidad) se producen desprendimientos generales, hechos de tan capital importancia que constituyen por sí o estados verdaderamente sintéticos en que el espíritu desea recoger con religiosa escrupulosidad toda la herencia legada por generaciones anteriores, o estados completamente críticos, en los cuales desea el hombre elaborar su pensamiento en vista de su historia, iniciando en ella, sin embargo, nuevos y más amplios derroteros. Sincretismos gradualmente más amplios y extensos, y crisis cada vez más profundas y laboriosas, constituyen los caracteres salientes que ofrece en sus horas solemnes la historia de la cultura humana. Mientras en los primeros la reconstrucción se impone y prepondera en toda manifestación de la actividad intelectual, en las segundas la indagación y el prurito de la originalidad absorben por completo la atención. Son los primeros momentos en que se recogen y clasifican los frutos reunidos por el trabajo común de los pensadores, y a ellos siguen las crisis cada vez mas hondas, en que la inteligencia aspira de nuevo a formar conciencia mas amplia de la realidad, simplificando no obstante los procedimientos y disminuyendo las dificultades. Así se ha llamado al siglo XVIII, el siglo del análisis, porque ha proclamado este método y lo ha aplicado de una manera general a todas las manifestaciones de la cultura humana, mientras que por ejemplo el siglo XIII es reconocido como época sintética, porque en ella se condensó y aun informó sistemáticamente todo el saber de la Edad Media. Son múltiples y muy diversas las especies de análisis, que se señalan por la naturaleza de lo analizado: análisis material, o partición, análisis químico o descomposición, análisis matemático o clasificación, análisis lógico y racional o distinción, análisis literario o crítica de los elementos de belleza, &c. También se señalan diferentes clases de análisis según la índole específica del todo, o principio, en cuyo supuesto se efectúa el análisis y según la mayor o menor facilidad de reconstruir en síntesis los elementos analizados. En general la operación lógica del juicio se la denomina explicativa o analítica. V. Juicio.


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