Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano
Montaner y Simón Editores, Barcelona 1896
tomo 18
páginas 228-229

Francisco María Salmerón y Alonso (1822-1878)

Biog. Político español, hermano de Nicolás. Nacido en la villa de Torrejón de Ardoz (Madrid) a 28 de marzo de 1822. M. en Madrid a 21 de noviembre de 1878. Fue hijo de D. Francisco Salmerón López, médico, y de doña Rosalía Alonso García, ambos naturales de Alhama la Seca (Almería), si bien, por vicisitudes políticas, hubieron de establecerse en Torrejón, donde el marido, en concepto de titular, ejerció la Medicina, conquistando grandes simpatías. Era Salmerón y López un liberal convencido, que sufrió en 1823 terribles persecuciones, y que estuvo próximo a pagar con la vida su amor a la libertad. Su hijo Francisco estudió Filosofía en el Seminario Conciliar de Almería, después de haber aprendido el latín en el hogar doméstico; empezó la carrera de Derecho en la Universidad de Granada, y marchó a continuarla en Madrid (1842), donde la terminó por los años de 1846. En el curso de sus estudios había obtenido las más brillantes recompensas. En la capital de España, antes de ser abogado, se dio a conocer como orador, ya en la Academia de Instrucción Primaria, ya en la Matritense de Jurisprudencia y Legislación. Incorporado Salmerón en Madrid al Colegio de Abogados (1847), se dedicó a las tareas del foro y escribió en el mismo año una Memoria apologética del Jurado. También intervino en las discusiones sobre la forma de gobierno, desde el punto de vista de la Filosofía; combatió al socialismo, y en su [229] estudio explicó (1853) la Filosofía del Derecho. En La Restauración, periódico que se publicaba en 1846, publicó artículos notables, mereciendo cita especial el de la Comparación histórica de los sistemas filosóficos; también colaboró (1847) en la Revista Científica y Literaria, siendo en ella muy notable el artículo de Salmerón titulado Justicia, utilidad y ley; fue además activo redactor del periódico La Academia, y realizó brillantes campañas en la Revista Jurídica, El Mensajero de los Tribunales, El Notariado, La Reforma y otras publicaciones que dirigió o redactó, aumentando su reputación de profundo pensador, dialéctico consumado y elegante hablista. En La Reforma insertó (1852) un trabajo de gran importancia con el título de La España jurídica y el Diccionario del Sr. Escosura. Ni careció de mérito como poeta. En sus composiciones líricas hizo resaltar el entusiasmo, describió el fuego del amor, el sentimiento de la muerte, las pasiones nobles, las impresiones de bacanales lúbricas, la lucha entre el bien y el mal en el individuo, mostrando siempre la profundidad de sus ideas y la riqueza de su imaginación. Escribió un drama, que en 1869 tenía casi terminado. Como abogado, fue pasante de los jurisconsultos Prieto, Alonso y Selva; defendió ante el Jurado al editor del Resumen histórico de la campaña sostenida en el territorio vasconavarro a favor de D. Carlos desde, 1833 hasta 1839, logrando la absolución (1849), lo que fue el principio de una larga serie de triunfos, ya ante el Jurado de la Coruña defendiendo al periódico El Faro de Vigo, ya sosteniendo la acusación privada contra el policía Juan Prieto (1849), ya haciendo la defensa de los republicanos vencidos en 1848 o la de Juan Martínez Villergas (2 de octubre de 1851), procesado por supuestas injurias y calumnias proferidas en su Paralelo de la vida militar de Espartero y Narváez, o defendiendo ante la Audiencia de la Coruña contra el famoso abogado Mayo, a quien venció (1852), el pleito de la casa Frívola. Salvó a 10 o 13 reos de pena capital, que nunca se aplicó a un reo por él defendido. Como político, ya en la Universidad se opuso a que sus compañeros de año nombrasen un representante para la comisión que debía felicitar a María Cristina por su regreso a España (1844); se dio a conocer como demócrata monárquico y enemigo de la pena de muerte en las academias semanales de la Universidad; tomó parte muy activa en la revolución de 1848, y se lo vio en la lucha del 26 marzo. Preso en Madrid (5 de febrero de 1854), y conducido a la cárcel del Saladero, en la que estuvo cuarenta y seis días, diez de ellos incomunicado y en calabozo tan inmundo que puso en peligro su salud, figuró en dicha capital entre los individuos de la Junta revolucionaria de julio del mismo año; se batió en las barricadas, no sin haber aconsejado antes a la reina que formase un Ministerio liberal; salvó de la muerte en aquellos días a varias personas amigas y enemigas, y triunfante la revolución tomó asiento en las Cortes Constituyentes, en las que confirmó su fama de orador, especialmente defendiendo la libertad de cultos. En aquellas Cortes representaba a la provincia de Almería, y fue acaso el diputado que pronunció más discursos, si se exceptúa a Orense. Al verificarse la contrarrevolución de julio de 1856 sufrió en el palacio del Congreso el bombardeo, y después se consagró a los cuidados del bufete. Colaboró más tarde en el Almanaque de La Iberia, ya haciendo el examen histórico-filosófico de la ley de 3 de febrero de 1823 para defender la descentralización administrativa (1860), ya estudiando Alemania, su pasado, su presente y su porvenir. Amigo apasionado de Espartero en todos tiempos, trabajó en la reorganización del partido progresista, que, habiendo acordado el retraimiento (1858) sólo para las elecciones de diputados a Cortes, no impidió que Salmerón fuera elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid, y que después recibiera el nombramiento de teniente de alcalde. Hasta 1868 continuó siendo una de las primeras figuras del partido progresista, en cuyas empresas tuvo parte principal. A él se debió la reconciliación de Espartero y Olózaga. También fue en aquellos días partidario decidido del retraimiento. Desde la fundación de El Universal (30 de diciembre de 1867), defendió en sus columnas los principios democráticos. Al secundar Madrid (septiembre de 1868) la revolución iniciada en Cádiz, Salmerón fue elegido vicepresidente de la Junta revolucionaria del distrito de la Audiencia, al que luego representó en la Junta revolucionaria de Madrid, en la cual presentó e hizo aprobar la declaración de derechos, es decir, el sufragio universal, la libertad de cultos, la libertad de enseñanza, la de reunión y asociación, la descentralización administrativa, el juicio por jurados en materia criminal, la unidad de fueros, la inamovilidad judicial, la seguridad individual, la inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia y la abolición de la pena de muerte. Enviado por Almería a las Cortes Constituyentes de 1869, perteneció en ellas al grupo independiente de progresistas puros, y propuso que los senadores se eligieran del mismo modo que los diputados, si bien se declaró monárquico. En las Cortes formó el grupo de esparteristas y habló poco. Después reconoció a D. Amadeo de Saboya, cumpliendo así su promesa de que acataría la voluntad de la soberanía nacional, y por poco tiempo fue Ministro de Ultramar en el reinado de dicho monarca. Republicano desde el 11 de febrero de 1873 hasta su muerte, fue por breve plazo en aquel año presidente del Congreso. En los primeros días del reinado de Alfonso XII se mantuvo apartado de la política activa. Luego, hasta el fin de sus días, secundó la política de Ruiz Zorrilla.


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