León X
León X. Florentino; elegido en 9, III, 1513; entronizado en 19, III, 1513; reinante hasta el 1, XII, 1521. Llamábase Juan de Médicis (Giovanni de Medici), y nació en Florencia el 11 de diciembre de 1475; segundogénito de Lorenzo el Magnífico y de Clara de Orsini. En su primera edad recibió la tonsura y fue provisto de ricos beneficios. En el consistorio de 9 de marzo de 1489 fue creado cardenal por Inocencio VIII, con la obligación de no tomar las insignias hasta tres años después. Pasó estos años en Pisa estudiando Derecho canónico, y al término del trienio, tomó el capelo cardenalicio. En 15 de abril de 1492 fue creado legado del Patrimonio, y poco después, del dominio florentino. A la muerte de su padre no logró evitar la catástrofe de la Señoría de Médicis, huyó de Florencia con sus familiares, y por su parte viajó por varios países de Europa, hasta que en 1500 se estableció en Roma, donde, ajeno a las cuestiones políticas, se rodeó de literatos y artistas, a quienes abrió la rica biblioteca; restauró su iglesia diaconal de S. Maria “in Dominica”, y dio a Bolsena la espléndida fachada de Santa Cristina. Julio II (1 octubre 1511) le nombró su legado en Bolonia, con el encargo de expulsar de Italia a los franceses; pero éstos le hicieron prisionero en Ravena (11 abril 1512). Al ser conducido a Francia pudo huir, y supo utilizar a su favor la victoria de la Liga Santa, logrando que en el Congreso de Mantua se deliberase sobre la restitución de los Médicis a Florencia.
A la muerte de Julio II fue elegido Papa en un brevísimo cónclave sin manejos simoniacos, como representante de una tendencia conciliatoria después del tempestuoso pontificado de Julio II, y su elección fue recibida con gozo. Inició su pontificado concediendo el perdón a los cardenales cismáticos (27 de junio), y si bien deseaba el Pontífice contener la ambición francesa, no entró oficialmente en la liga antifrancesa de Malinas, y dio consejos encaminados a la paz a los vencedores de franceses y venecianos. Asimismo obtuvo del rey de Francia que reconociese el Concilio de Letrán (19 diciembre) y pusiese bajo su arbitraje las cuestiones de la Liga. Pero presionado por Francia y España, tuvo que emprender un complicado juego diplomático para impedir que cayesen en unas mismas manos Milán y Nápoles, intentando evitar el predominio de una de ellas sobre Italia, no sólo cuidando de los intereses temporales del pontificado, sino de obtener ventajas para la familia Médicis.
En 1515, al invadir Francisco I el ducado de Milán, el Papa se alió con el emperador y con Fernando el Católico, pero después de la victoria de Marignano alcanzada por el rey francés, el Papa entró en negociaciones con éste (13 octubre 1515), se entrevistó con él en Bolonia (diciembre de 1515) y renunció a Parma y Plasencia, prometió la restitución de Módena y Reggio a los Estensi y la investidura del reino de Nápoles a la muerte del Católico; en cambio, obtuvo la protección para Florencia y el permiso para ocupar Urbino. Pero en este coloquio no descuidó los intereses, religiosos, alcanzó del rey la promesa de que intervendría en la cruzada contra los turcos, y sentó las bases para un concordato con Francia.
Emprendió después la ocupación de Urbino, para castigar al Duque, vasallo rebelde de la Iglesia y a la vez para lograr un dominio para su sobrino Lorenzo, lo cual consiguió después de una lucha que agotó los recursos económicos de la Iglesia, ya debilitados por la prodigalidad del Pontífice, y le condujo al aumento de los impuestos, a la venta de altos cargos políticos, &c., extendiéndose una atmósfera de descontento que fue causa de la conjuración de los cardenales Petrucci y Soli y otros varios, que tramaron contra la vida del Pontífice, conjuración que fue descubierta y que costó la vida a Petrucci y grandes multas a los otros. El Sacro Colegio se vio aumentado en 31 cardenales, entre los cuales, junto a hombres dignísimos, figuraron algunos que debían la púrpura a manejos políticos o al dinero. La empresa de Urbino distrajo a León X, que no se dio cuenta del peligro que había surgido a causa de los tratados de Noyón (13 agosto 1516) y de Cambrai (11 marzo 1517) por el que Francia, España y el emperador se dividían el solar italiano.
En la oposición que por la futura sucesión imperial se presentaba entre Carlos V y Francisco I, se inclinó a la candidatura de éste, pero ante su imposibilidad y cuando ya estaba asegurada la candidatura de Carlos, consintió en ella, pero temeroso, al fin, hizo un tratado secreto con Francia. Después de una breve pausa en la política europea, la reforma luterana le obligó a una alianza perpetua con Carlos (8 mayo 1521) contra los turcos, los herejes, los franceses y los venecianos; a cambio, debía recibir como compensación Parma, Plasencia, Ferrara y garantías para el dominio de los Médicis en Florencia. León X vio la victoria de los ejércitos imperial y papal en la Lombardía, la conquista de Parma y Plasencia y la entrada triunfal de los ejércitos en Roma, pocos días antes de su muerte.
La actividad religiosa de León X, aunque no escasa, fue algo inferior a lo que exigía el grave momento en que se encontraba la Iglesia. El Pontífice, personalmente pío, honesto de costumbres y benéfico, apoyó la reforma de las Órdenes religiosas, condenó la magia y la adivinación y protegió a los oprimidos hebreos; pero fue disipador y por tanto ávido de dinero y más inclinado a la caza y a las fiestas profanas de lo que convenía a su calidad de Pontífice.
El Concilio de Letrán continuó sus sesiones, desde la VI (27 abril 1513) hasta la XII y última (16 marzo 1517); vio el fin del cisma galicano; confirmó el Concordato con Francia; condenó el error que negaba la inmortalidad del alma, y la doctrina de la doble verdad filosófica y teológica; también se tomaron disposiciones para la reforma de la Iglesia.
Al principio de su pontificado pensó en la Cruzada y alentó a los príncipes cristianos para que tomaran parte en ella, pero los acontecimientos políticos le distrajeron de este proyecto, sobre todo la cuestión de la sucesión imperial y la propagación de la herejía luterana en Alemania, favorecida al principio por los abusos en la concesión de indulgencias. Contra le predicación de éstas por el dominico Tetzel, se levantó Martín Lutero, contra el cual se procedió con cautelosa lentitud, no pensando la gravedad de las consecuencias, y cuando el movimiento tomó la apariencia de una revolución nacional contra Roma, en 1.º de junio de 1520 condenó los puntos fundamentales de las doctrinas luteranas (Bula Exsurge Domine), y a Lutero en 3 de enero de 1521 (Bula Decet Romanum pontificem).
En la protección de la cultura alcanzó León X merecida fama. Reformó la universidad romana y amplió su biblioteca y la Vaticana; creó en Roma un colegio griego y una imprenta, otro colegio griego en Florencia, favoreció los estudios de árabe y hebreo y favoreció la editorial de Aldo Manucio y fue liberal con los poetas, literatos y humanistas. Deseaba que Roma fuera, no sólo el centro religioso del mundo, sino también el intelectual, y quiso embellecerla; reconstruyó la Vía Alejandrina e inició la Leonina y la construcción de San Juan de los Florentinos. En el Vaticano se recogían tesoros del arte antiguo en el Belvedere; Rafael, con sus discípulos, terminaba la estancia de Heliodoro, diseñaba la de Constantino y daba cartones para la Sixtina, y Miguel Ángel se encargaba de la fachada y sacristía de San Lorenzo de Florencia. En cambio, las obras grandiosas del papa Julio fueron, o interrumpidas o avanzaron con lentitud, entre ellas, la fábrica de San Pedro.
León X murió piadosamente el 1.º de diciembre de 1521. Fue sepultado en San Pedro.
Otras efemérides notables de su pontificado son las correspondientes a la muerte de Leonardo de Vinci (1519), a la disputa de Leipzig (1519), a la defensa que Zuinglio hizo de su herejía en Zurich, y a la muerte de Rafael (1520), a la proscripción de Lutero en la Dieta de Worms (1521), y a la circunstancia de caer herido, en Pamplona, Ignacio de Loyola.