Filosofía en español 
Filosofía en español


Julián Sanz del Río

Filósofo español del siglo XIX, afiliado a la corriente krausista, en realidad introductor de dicha escuela en España. Nació en Torrearévalo en 1814, hijo de una familia humilde. Estudió con grandes dificultades económicas en la Universidad del Sacro Monte, en Granada. Se trasladó más tarde a Madrid, en cuya universidad se graduó. En 1840 empezó a ejercer la carrera de abogado. No le satisfizo la ocupación, y en este momento conoció el Curso de Derecho Natural, de Ahrens, un pensador belga de la escuela de Krause. El resurgimiento filosófico de Europa incitó a Sanz del Río. Atraído por este renacimiento intelectual, consiguió una pensión del gobierno español y marchó a Alemania para visitar las universidades de este país al mismo tiempo que conocía su literatura y su filosofía. En su viaje conoció en París a Víctor Cousin, se relacionó con Ahrens en Bruselas y, por consejo de éste, se estableció en Heidelberg, en cuya universidad tuvo por maestros a Roeder y Leonhardi, al mismo tiempo que mantenía estrecha amistad con el filósofo Weber.

El sentimiento anti-tradicionalista latente en el pensamiento de Sanz del Río cuajó, en esta ciudad alemana, y descubrió en el krausismo allí cultivado su mejor formulación teórica. Regresó a España en 1845, y se dedicó a enseñar, en su cátedra de Madrid, el panenteísmo krausista. Estas doctrinas tuvieron un cierto éxito, que en parte había sido preparado por la ya citada obra de Ahrens y en parte porque el krausismo español fue el ideal filosófico que se introdujo en el partido progresista. Esta segunda causa sumergió a sus partidarios en los avatares de las luchas políticas, con independencia de las cuales tuvieron que sostener vivas polémicas contra notables pensadores y escritores católicos (Menéndez y Pelayo, Ceferino González, Ortí y Lara, &c.). Hasta tal punto fueron las cosas, que Sanz del Río fue considerado como el mejor propagandista y portavoz del radicalismo; ello creó una situación embarazosa: fue acusado justificadamente de panteísmo y de corruptor de costumbres; fue desposeído de su cátedra; mas la revolución de 1868 le restauró en ella. Su posición fue siempre dogmatizante.

Sanz del Río murió en Madrid en 1869. Ha sido un personaje muy alabado por unos y extraordinariamente criticado por otros. A fuer de sinceros hay que reconocer que las críticas, si bien aparecen desmesuradas por el calor de la polémica, se apoyan en el sano concepto que de las ciencias del espíritu hay que tener y de hecho se ha tenido siempre en nuestro país. Por otra parte, la escuela por él fundada, aunque de efectos bastante intensos, duró escasamente hasta fin de siglo, no sólo por la pobreza intrínseca de sus doctrinas, sino también por efecto de la indomable y acertada crítica que le presentaron Ortí y Lara desde su cátedra universitaria y Menéndez y Pelayo en su Historia de los Heterodoxos Españoles. Entre las obras de Sanz del Río cabe citar  Lecciones sobre el sistema de Filosofía Analítica de Krause (Madrid, 1850) y Sistema de Filosofía, Metafísica (Madrid, 1860, 1874); dejó, además, numerosas traducciones.

Sanz del Río buscó en la Filosofía un ideal de síntesis como norma rectora del pensamiento y la educación. Todo se concretaba en un ideal de convivencia, con objeto de que la Historia fuera «Historia armónica, madre y maestra de los hijos». Fue un ecléctico que quiso concordar siempre opiniones adversas. Así explicó él el krausismo: como un sistema que incluyera en su interior todo cuanto la ciencia filosófica ha alumbrado. Para ello parte, con clara influencia del idealismo alemán post-kantiano, del yo. Mejor dicho todavía, de la intuición del propio yo, según la cual aparecen la realidad del mundo y el concepto de causa. Realidad del mundo equivale a Naturaleza; yo, a Espíritu. La síntesis entre ambos es la Humanidad. Pero esta síntesis no puede justificarse en sí misma: necesita una realidad que todo lo englobe y comprenda: algo que sea absolutamente infinito, y este algo es Dios, fuera del cual no existe ser que realmente sea. Esto le coloca en una línea claramente ontologista, aunque Sanz del Río afirmaba que su krausismo no era un sistema panteísta, sino panenteísta, «todo en Dios».

Este sistema es pobre de contenido; por otra parte no es original ni pretende serlo. Sólo la nebulosidad, a veces indescifrable, de sus escritos, le dio ante mentalidades poco reflexivas la aureola de algo superior, de metafísico. Su autor pretendió, como su contemporáneo Llorens y Barba (V.), enseñar a pensar a sus discípulos, bien que en un ambiente radicalmente distinto. Así distinguía tres grados de pensamientos: a), pensar simple, o primera percepción sin ulterior detenida atención; b), pensar relativo, o de relaciones, ya sean éstas externas (la que hay entre un artista y su cuadro) o internas (por ejemplo, las que se refieren a la obra de arte en sí, su colorido, su dibujo, sus proporciones); finalmente, c), el pensar racional, o conocimiento del objeto en su relación unitaria y sistemática. Esta consideración propedéutica de la Filosofía se extendió rápidamente por el ambiente universitario español, apareciendo krausistas en todos los ámbitos de la cultura. Muerto su autor, el sistema se eclipsó, aunque quedaron algunos discípulos, como Federico de Castro, quizá el más notable de ellos. Los errores doctrinales son muchos, sintetizados en su panteísmo y en su idealismo (V. KRAUSE, KRAUSISMO).