Filosofía en español 
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“Ultramontanismo, ultramontano”

(del lat. ultra, “más allá de”, y de montes: refiriéndose a los Alpes mirados desde países más septentrionales que Italia). Los términos que encabezan este artículo han sido empleados en distintas ocasiones, aunque en ocasiones con matices más o menos peculiares.

1) En la Edad Media, primero los imperialistas y luego los regalistas (V. Regalías, Regalismo, Regalistas) denominaron ultramontanismo la política de la corte de Roma que se suponía (a partir de la cuestión de las Investiduras, V.) trataba de invadir las atribuciones propias del poder imperial y por ende de la esfera civil.

2) En lo que respecta, no ya a los emperadores germanos, sino a Francia, fue objeto de largas controversias entre los canonistas el valor, en país francés, de la colección de decretales conocida con el título de Sextum decretalium, sosteniendo unos que estas decretales no fueron allí admitidas por causa de las graves disidencias que existieron entre Bonifacio VIII y Felipe el Hermoso, y otros, por el contrario, que dichas leyes obligaban con la misma fuerza que las de la colección o compilación gregoriana, en lo que no se opusiesen a las prerrogativas del rey, a las leyes del país y a los privilegios de la Iglesia gala: punto de vista, éste, más generalmente defendido por opiniones que se expresaban desde Italia (“ultramontanas” para quienes las consideraban o combatían desde países del otro lado de los montes Alpes). Precisamente, una de las resoluciones que, andando el tiempo, tomarían los PP. del Concilio de Trento sería confirmar a la Iglesia en su carácter de monarquía sólidamente constituida, proclamando al Papa “pastor universal de la Iglesia con pleno poder de regir la Iglesia universal”, y como jefe supremo de toda la jerarquía eclesiástica, superior incluso a los Concilios. Cierto que esta doctrina, llamada “ultramontanista”, por cuanto tendía (se decía) a exagerar los poderes del Papa, del jefe de allende los montes (ultra montes, según la etimología ya indicada) no fue aceptada tampoco por todos y que fue combatida particularmente por los galicanos, siempre tendiente a rebajar la autoridad del Papa y a subordinarla a la de los Concilios ecuménicos. No obstante, esta doctrina era la única aceptable según la constitución divina de la Iglesia, y se impuso definida en el Vaticano. Por este reconocimiento de la supremacía del Papa sobre toda la cristiandad, los PP. del Concilio de Trento habían en realidad establecido un “principio de unión”, que iba a proclamar de nuevo abiertamente una de las grandes fuerzas de la Iglesia católica.

3) En Bolonia, en el transcurso del s. XII, los estudiantes se organizaron en dos corporaciones respectivamente la de los “ultramontanos” (del otro lado de los Alpes) y citramontanos.

4) Modernamente, frente al galicanismo francés, después de la Revolución del 1830, surgieron en Francia dos tendencias: el “ultramontanismo” y el “liberalismo”. Este ultramontanismo o tendencia a mirar desde Francia hacia el otro lado de los Alpes, o sea a Roma, surgió de un conjunto de circunstancias desfavorables a la Iglesia francesa: despojada ésta de sus bienes y privilegios; puestos los cultos disidentes en un mismo pie de igualdad que el culto católico, la mayoría del clero se sometió a la idea católica acerca de los poderes del Papa, en quien reside plena la autoridad religiosa. Sin embargo, al lado de esta corriente ultramontanista surgió otra que arrastró a una parte del clero y de los católicos hacia el “liberalismo”, el cual, aceptando el nuevo estado de cosas, pretendía conciliar las ideas propugnadas por la Revolución con la doctrina tradicional de la Iglesia. Ultramontanos al principio, los liberales que fueron surgiendo se reclutaron sobre todo entre los galicanos. Todas estas tendencias: galicanas, ultramontana y liberal, desaparecieron casi por completo después del Concilio del Vaticano y decididamente después de la ley de Separación de la Iglesia y el Estado; así, cada vez más los católicos sintieron la necesidad de unirse en torno a la Santa Sede y de prestarle obediencia unánime.

[Adviértase en el punto 2 la influencia de “Ultramontano” (Enciclopedia Moderna, 1855) o su secuela “Ultramontano” (Diccionario de ciencias eclesiásticas, 1890).]