Filosofía en español 
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Espíritu

Espíritus (Discernimiento de). Teología mística. Juicio en virtud del cual se determina, de qué espíritu procede el impulso que siente el alma para obrar. Por espíritu se entiende aquí un conjunto de influencias capaces de mover la voluntad hacia un objeto determinado, que en el orden intelectivo puede ser verdadero o falso y en el orden apetitivo puede ser bueno o malo. Para debida inteligencia de esta doctrina hay que tener presente lo que enseñan la experiencia y la fe, o sea: que el hombre, durante su vida, está constantemente solicitado por dos fuerzas contrarias entre sí, que son el espíritu del bien y el espíritu del mal; Dios que le mueve hacia la virtud para hacerle bienaventurado, y Luzbel, que le instiga al vicio para perderle. El juicio pues, para acertar cuál de estas dos fuerzas le atrae en cada caso determinado, [278] constituye propiamente el discernimiento de espíritus, el cual es de dos modos, a saber: el que se forma merced a una luz intuitiva que infaliblemente pone de manifiesto la clase del movimiento, y este es un don de Dios, del que gozaron algunos siervos suyos (I, Cor., XII,10); otro el que se obtiene con el estudio y la reflexión, conocimiento humano, más o menos perfecto, pero muy útil para la dirección de los espíritus. Para el discernimiento de los espíritus dio san Ignacio de Loyola en sus famosos Ejercicios Espirituales, unas excelentes reglas que han servido a gran número de autores místicos posteriores como de arsenal para escribir extensos tratados sobre este particular. Entre éstos descuellan algunos como: Gagliardi, S. P. Ignatii de Loyola de discretione spirituum regulae explanatae (Nápoles, 1851); A. de Paz, Opera spiritualia (Maguncia, 1619); Sarnelli, La discrezione degli spiriti (Nápoles, 1964); Holzhauser, Tractatus de discretione spirituum (Roma, 1682); Scaramelli, Discernimento de’Spiriti (Venecia, 1753) y Ezquerra, Lucerna mystica pro directoribus animarum (Venecia, 1722).

Bibliografía. Bona, De discretione spirituum (Bruselas, 1671); J. Ribet, L'ascétique chrétienne (París, 1898); A. Denis, Commentarii in Exercitia spiritualia (t. IV, pág. 192, Malinas, 1893); Gundreau, Les faits extraordinaires de la vie spirituelle (c. X, París, 1908); G. de la Figuera, Suma Espiritual (Madrid 1899), son de gran importancia, en esta materia los diálogos puestos al fin de la obra.

Espíritus Animales o Vitales. Filosofía. En la filosofía de Descartes (V. el tratado L'Homme, t. IV de la edición Cousin, pág. 345 y siguientes) eran los espíritus animales como un lazo de unión entre el alma y el: cuerpo del hombre, una como virtud media que suplía en el cuerpo la acción del alma en la esfera de lo sensible que este filósofo negaba. Le servía para la explicación de la vida animal en el hombre que por hipótesis no podía proceder del alma. En realidad admitía que no eran otra cosa que cuerpos; mas a manera de partículas sumamente tenues que sostenía ser capaces de un movimiento muy rápido a través de las partes del cuerpo, al modo que se mueven las partes de una llama. Así que trataba de explicar por tales movimientos de estos seres hipotéticos todas las alteraciones que tienen lugar en el organismo humano relacionados con el sentimiento y el hecho de la locomoción. El estudio del sistema nervioso ha hecho desaparecer del terreno científico filosófico esta teoría.

Espíritu Santo. Historia. Orden del Espíritu Santo. A fines del siglo XII, un hijo del conde de Montpellier, llamado Guido, en unión de varias personas caritativas que venían dedicándose a recoger ancianos desválidos, pobres enfermos y niños abandonados, fundó un instituto de religiosos y religiosas hospitalarias a los que dio un hábito especial y una regla inspirada en la sentencia de Jesucristo: «Lo que hiciereis con uno de estos pequeñuelos conmigo lo hacéis.» El fundador acudió en 1198 a Inocencio III solicitando la aprobación de su obra; y el Pontífice acogió la petición con tal entusiasmo, que no sólo confirmó el benéfico instituto sino que significó su deseo de que se creara en la misma Roma una casa-asilo u hospital como el de Montpellier. Guido correspondió a la solicitud del Papa fundando, según sus indicaciones, el que llevó el título de Hospital de Santa María de Sajonia, y que, al multiplicarse en Italia las casas de caridad, fue el centro director de todas ellas, de caridad, fue el centro director de todas ellas. El de Montpellier, sin embargo, conservó el privilegio de casa-matriz, y cabeza del instituto que se denominó Orden del Espíritu Santo. Los Pontífices que [279] siguieron a Inocencio III la prodigaron gracias y privilegios y, por su parte, los reyes de Francia la protegieron con liberalidad, contribuyendo eficazmente al gran desarrollo que adquirió en dicho reino. Los Hospitalarios del Espíritu Santo usaban hábito negro con una cruz blanca doble sobre el pecho en el lado izquierdo; y además de los votos de pobreza, obediencia y castidad, hacían el de asistir a los menesterosos en los siguientes términos: «Me ofrezco y entrego a Dios, al Espíritu Santo, a la Virgen María, y a mis señores los pobres para servirlos por el tiempo que me durare la vida...»

Simultáneamente, con los hospitales dirigidos por religiosos se propagaron los de religiosas que tenían la misma regla y hábito y hacían los mismos votos, llegando a ser numerosos en el Franco Condado, Lorena y Provenza. Unos y otros se extinguieron a poco de morir su último General o Comendador, que fue el cardenal Polignac.

Orden del Espíritu Santo. Fue instituida esta orden militar en 1578 por Enrique III, rey de Francia. Se llamó del Espíritu Santo porque el rey había nacido el día de la Pascua del Espíritu Santo o de Pentecostés, y también en la misma fecha celebraba los aniversarios de su elección a la corona de Polonia y sucesión a la de Francia. Habiendo entrado a gobernar en tiempo de luchas intestinas, eligió 100 caballeros para hacer frente a la facción y para que procurasen la tranquilidad de la patria y ensalzasen la religión católica. El rey reservó para sí la dignidad de gran maestre de la orden. La divisa consistía en un collar compuesto de flores de lis de las que salían llamas y borbollones, y tenía de trecho en trecho la letra H, inicial del nombre del fundador (Henri), coronada de yelmos y banderas. Del collar iba pendiente una cruz de oro esmaltada con ocho radios y en los ángulos flores de lis, llevando en el centro una paloma de plata. Componíase esta orden de tres clases de individuos: grandes oficiales comendadores, oficiales y caballeros. Se suprimió, en 1789, pero después fue confirmada por Luis XVIII y los X, y después de la revolución de 1830 dejó de conferirse.

Orden del Espíritu Santo del Nudo. Fue instituida esta orden en 1352 por Luis de Anjou, príncipe de Tarento y rey de Nápoles, y se disolvió en 1362 al morir su fundador. Estaba esta orden bajo la advocación de san Nicolás, y su divisa era un cordón de seda entretejido de oro y plata, a manera de nudo del que pendía la imagen de dicho santo, Cuando Enrique III de Francia estuvo en Venecia, la Señoría le regaló el manuscrito que contenía los estatutos de la orden, y se dice que se sirvió de ellos para organizar otra orden.

Espíritu Santo. Historia religiosa. Hermanos del Espíritu Santo. Secta religioso comunista por otro nombre shiloítas. V. Shiloitas.


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